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5~19. El proyecto europeísta del nacionalismo vasco en perspectiva histórica. LEYRE ARRIETA Alberdi.32
Sobre la
idea de la
Europa de
los pueblos
en el periodo de
entreguerras
(1918-1939)
Xosé M. Núñez Seixas
GUREGAIAK
L
os diversos movi-
mientos naciona-
listas que nacieron
o se desarrollaron
durante el período
de entreguerras
en Europa Occidental com-
partían una autopercepción
de sus naciones muy diferente
de la albergada por los repre-
sentantes políticos de las mi-
norías nacionales de Europa
Oriental. Aunque su situación
objetiva tendiese en algunos
aspectos a ser similar (por
ejemplo, en lo referente a la
negación o insuficiencia de
derechos culturales y lingüís-
ticos), la imagen que los na-
cionalistas periféricos de Oc-
cidente hacían de sí mismos
no los emparejaba con los ale-
manes de Transilvania o los
ucranios de Polonia, sino que implícitamente les
llevaba a establecer paralelismos con luchas de li-
beración nacional triunfantes que creían semejan-
tes a la suya: movimientos nacionalistas en pugna
por su independencia contra un Estado opresor,
como habían sido los irlandeses o, con anteriori-
dad a la I Guerra Mundial, checos y polacos. La
adaptación de los nacionalistas catalanes, vascos
o gallegos a organizaciones como el Congreso de
Nacionalidades Europeas (CNE) fundado en 1925
no fue sencilla. Solo en el caso de los catalanistas
se registró una aportación contínua y relevante a
los debates teóricos del movimiento nacionalita-
rio centroeuropeo, dominado por la cosmovisión
e intereses de las organizaciones políticas de las
minorías étnicas germanas, magiares, judías y
eslavas de Europa centro-oriental. En el caso de
los gallegos y, sobre todo, los vascos, los mitos
internacionalistas y las propias bases doctrinales
de un movimiento nacionalista “sin Mutterland”
hallaban una muy problemática plasmación en
plataformas comunes con minorías nacionales de
Europa centro-oriental1
.
1~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
33
Xosé M. Núñez Seixas Universidade de Santiago de Compostela
En el Estado francés se registraron intentos
de imponer una dinámica de actuación común en-
tre los movimientos nacionalistas bretón, alsaciano
y corso —y sólo secundariamente, occitano—, que
en ciertos aspectos se asemejaba al movimiento
de las minorías nacionales centroeuropeas2
. Con
todo, los intentos de articulación de una “coordina-
ción” europea de las nacionalidades occidentales,
y en primer lugar de las del Estado francés, for-
maban parte de una suerte de tendencia natural
de todos los movimientos nacionalistas a buscar
la solidaridad exterior de otros movimientos simi-
lares para conseguir objetivos comunes, aunque a
la postre tales alianzas tiendan a fracasar debido a
la divergencia de intereses y a la consabida dificul-
tad de los nacionalistas para entenderse entre sí.
Alianzas “paneuropeas” de movimientos naciona-
listas sin Estado en Europa Occidental habían sido
concebidas por los más variopintos actores a lo lar-
go del siglo XIX. Ya Giuseppe Mazzini, partiendo
de su asociación Giovane Italia (fundada en 1831)
promovió los ideales de nacionalismo democrático
y republicanismo y su visión de un nuevo orden in-
ternacional basado en la coexistencia pacífica de
naciones libres. Con ese fin, contribuyó a la apa-
rición de una Joven Irlanda, Joven Polonia, Joven
Serbia, etc., y estableció relaciones regulares con
los líderes nacionalistas de varios pueblos de Aus-
tria-Hungría y del Imperio Otomano, con el utópico
objetivo de promover una revolución nacionalista
común3
.
En el ámbito ibérico, existieron varias ten-
tativas de coordinación entre nacionalistas galle-
gos, vascos y catalanes, desde las iniciativas de
Cambó en 1917/19 y la Triple Alianza de 1923 a la
alianza Galeuzca en 1933-344
. Durante la dictadura
de Primo de Rivera, los líderes catalanistas Fran-
cesc Macià y Gabriel Cardona dieron pasos en el
exilio entre 1923 y 1926 para fundar una Liga de
Naciones Oprimidas, aspirando a un utópico apo-
yo irlandés, y que se encuadraría dentro del típico
mundo de alianzas más o menos fantasiosas entre
los exiliados políticos de nacionalidades y los ser-
vicios secretos de diferentes países en ciudades
como París, Londres, Berlín o Viena5
. Los actores
involucrados en ese tipo de alianzas podían ser
políticamente muy diversos. Como precedente pa-
radigmático, que además se inspiraba en las espe-
ranzas despertadas por el nacimiento de la Socie-
dad de Naciones, podemos mencionar el proyecto
del fascista italiano Gabriele d’Annunzio para crear
una Liga de Pueblos Oprimidos o Lega di Fiume en
1920, paralela a la SdN y que planeaba reunir des-
de los fuorusciti e irredentistas italianos de Fiume
hasta nacionalistas egipcios, filipinos, irlandeses y
catalanes6
. La quijotesca iniciativa de d’Annunzio
hacía un uso instrumental y estratégico de las rei-
vindicaciones nacionalistas de otros pueblos para
defender la anexión de Fiume por parte de Italia.
Pero detrás de ello no existía ninguna formulación
teórica acerca de la rearticulación de Europa o del
mundo con base en nuevos principios que implica-
sen el reconocimiento de las aspiraciones naciona-
les insatisfechas.
Federalismo, nacionalismo y la
“Europa de los Pueblos”
A diferencia de Europa oriental, en Europa
occidental estaba presente con fuerza una tradi-
ción política recurrente a aplicar al campo de las
relaciones interétnicas y la organización territorial
del Estado, que hundía sus raíces en Pierre-Jose-
ph Proudhon y Mazzini:
el federalismo. En sus
orígenes, el federalismo
proudhoniano no era
sino un principio de or-
ganización de la socie-
dad desde su base de
manera democrática y
voluntaria, de modo que
colectividades libres se
articulasen según su vo-
luntad y mediante pac-
tos en un Estado o forma
superior de organización
común, que con todo no
descartaba el peso de
los factores étnicos e
históricos a la hora de
El escritor
bretón Charles
Le Goffic
(1863-1932)
propugnaba así
en 1919 que
el ideal de la
Europa futura
habría de ser
una Europa de
las pequeñas
y «auténticas»
patrias.
2~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
34
fijar las unidades federativas7
.
Esa fórmula fue adoptada por
Mazzini, en combinación con el
principio de las nacionalidades,
como la receta para alcanzar
una convivencia internacional
armónica: una vez que las au-
ténticas naciones hubiesen adquirido
el deseado autogobierno habrían de
coexistir en el futuro en paz, pues ya no
habría razón para contenciosos territo-
riales8
. En el plano de la organización
interior del Estado, el principio federa-
lista pasó a ser asumido como objeti-
vo político, con distintas variantes, por
varios movimientos etnonacionalistas
que surgieron a finales del siglo XIX,
desde el catalanismo o el galleguismo
al Félibrige occitano. Este último, bajo
la inspiración de su líder carismático, el
escritor Frédéric Mistral (1830-1914),
propugnaba una reordenación interior
del territorio francés en la que se com-
binaban provincias o regiones étnicas y adminis-
trativas, pero que en todo caso debía implicar un
respeto a la lengua y tradiciones culturales de las
nacionalidades. De ese federalismo interior se pa-
saría a la federación internacional.
La fórmula federal era asumible por muy
distintos protagonistas, y podía adoptar diversas
gradaciones. El movimiento regionalista francés,
articulado en la Fédération Régionaliste Française
[FRF] de Jean Charles-Brun (1870-1946), defendía
así en su programa algunas fórmulas de autono-
mía local o regional a nivel político a comienzos del
siglo XX9
. Pero, a la vez, de él surgían ideas y es-
tímulos que impregnaban las reivindicaciones, en
un principio de naturaleza cultural, de los diversos
movimientos nacionalistas periféricos también aso-
ciados a la FRF, como la Union Régionaliste Bre-
tonne. Algunos círculos regionalistas agrupados en
la Société Proudhon avanzaron en 1919-20 la idea
de una reordenación internacional del continente
con base en demarcaciones étnicas “auténticas”, y
no en las fronteras de los Estados existentes. Era
una propuesta que pretendía llevar a sus últimas
consecuencias los postulados idealistas —la de-
fensa del principio de las nacionalidades— difun-
didos durante la Iª Guerra Mundial por los conten-
dientes como arma de propaganda, y que sólo en
parte fueron aplicados en Versalles10
.
El escritor bretón Charles Le Goffic
(1863-1932) propugnaba así en 1919
que el ideal de la Europa futura habría
de ser una Europa de las pequeñas y
«auténticas» patrias11
. Ahí surgió una
división de los regionalistas franceses
—hasta entonces mayoritariamente
partidarios de una simple descentrali-
zación administrativa— entre un sector
“tradicional”, que siguió fiel al legado de
Charles-Brun y la FRF y publicó el ór-
gano L’Action Régionaliste, y una rama
“federalista” disidente, cuya mejor ex-
presión fue el antiguo socialista y sindi-
calista Eugène Poitevin y su revista Le
Fédéraliste, que desde 1921 se convir-
tió en una tribuna de diálogo y apertura
del federalismo proudhoniano hacia los
nuevos principios avanzados por los
nacionalistas bretones y corsos.
La FRF, un grupo de presión
que pretendía influir de modo transversal en los
partidos políticos franceses a favor de la adop-
ción de su programa descentralizador, desarrolló
en los años siguientes a la Gran Guerra una gran
actividad propagandística, apoyada por ejemplo
desde el Parlamento francés por el diputado ra-
dical Jean Hennessy. Esa actividad coincidía con
la cierta expansión tras el conflicto de un regiona-
lismo “económico”, que proyectaba la división de
Francia en unidades administrativas regionales
que se suponía —como la guerra había demostra-
do— que serían más eficaces desde un punto de
vista administrativo y funcional. Sin embargo, esta
corriente federalista, además de pecar de falta de
articulación interna, era incapaz de llegar a una
síntesis entre las reivindicaciones etnonacionalis-
tas en Bretaña u Occitania y el principio federal. La
existencia del Estado nacional tampoco era puesta
en cuestión12
.
Lo mismo se podría afirmar de las corrien-
tes más radicales del federalismo durante los años
treinta, precursores directos del europeísmo fe-
deral de la década de 1950, especialmente la co-
rriente del personalismo no-conformista, seguidor
del “principio de subsidiaridad” y del llamado fede-
ralismo integral, que cuestionaba la intangibilidad
del Estado-nación y asociaba el principio federal a
El federalismo
no-conformista y
“revolucionario”
se declaraba
neutral en el
eje izquierda-
derecha, y en
su búsqueda de
una alternativa
al Estado liberal
cayó en algunos
momentos
en una cierta
fascinación por
algunos aspectos
del fascismo y
su oposición a
la “comedia” del
parlamentarismo.
GUREGAIAK
3~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
35
descentralización y sindicalismo13
. Nucleados alre-
dedor de la revista Esprit de Emmanuel Mounier
desde 1930, en algunos de sus integrantes —por
ejemplo, el católico de izquierda y prodhouniano
Alexandre Marc (1904-2000), una de las figuras
principales del movimiento federalista europeo de
postguerra— se dieron tímidos pasos teóricos hacia
la conciliación de un todavía confuso regionalismo
étnico con el principio federal a escala europea14
.
Igualmente, en el núcleo federalista y europeísta
agrupado alrededor de la revista L’Ordre Nouveau
figuraba uno de los primeros abanderados del ideal
de la “Europa de los Pueblos”, el filósofo suizo De-
nis de Rougemont (1906-1985). El federalismo no-
conformista y “revolucionario” se declaraba neutral
en el eje izquierda-derecha, y en su búsqueda de
una alternativa al Estado liberal cayó en algunos
momentos en una cierta fascinación por algunos
aspectos del fascismo y su oposición a la “come-
dia” del parlamentarismo. Pretendía reactualizar el
corporativismo a través de un regionalismo de ins-
piración maurrasiana, impregnado ahora de espiri-
tualismo individualista, que habría de llevar a una
“Europa de las patrias” definida de modo bastante
vago15
. Ambos tipos de federalismo —el clásico
hamiltoniano y descentralizador-administrativo, y
el “revolucionario”, que también tenía en cuenta los
elementos de índole órganico-historicista a la hora
de definir las unidades territoriales a federar— po-
dían combinarse en aparente armonía apelando a
las comunes bases teóricas de Proudhon. Y, asi-
mismo, en alguna de sus manifestaciones el fe-
deralismo integral abogaba por una federalización
de Europa y del mundo cuya base constitutiva no
fuesen necesariamente los Estados, sino las “re-
giones” y las “patrias” naturales16
.
El puente teórico entre el primigenio fede-
ralismo internacionalista de la Société Proudhon
y las concepciones europeístas de los movimien-
tos etnonacionalistas, e incluso con la problemá-
tica europea de las minorías nacionales, fue el
núcleo “federalista disidente” del Foyer d’Études
Fédéralistes, liderado por Eugène Poitevin desde
1919, que editó desde 1921 la modesta revista Le
Fédéraliste. Este órgano se situaba en la fronte-
ra de ciertos grupos sindicalistas revolucionarios
(L’Homme réel, Révolution prolétarienne, Combat
syndicaliste), y en sus páginas colaboraron fede-
ralistas occitanos como Charles Camproux, Jean
Lesaffre y François Jean-Desthieux, y nacionalis-
tas bretones17
. Poitevin defendía en pri-
mer lugar la reordenación territorial de
Francia en sentido federal, con base en
las nacionalidades existentes en su in-
terior, que en un estadio posterior debía
unirse a una Federación Europea en la
que los derechos de las nacionalidades
hallasen un reconocimiento satisfactorio. La SdN
era considerada como el primer paso para esa fe-
deración. Así, se conjugaba el wilsonismo nacio-
nalitario pro-SdN que se había propagando entre
varios movimientos nacionalistas de Europa Occi-
dental durante la Guerra Mundial con los principios
federalistas. En febrero de 1936, el Foyer d’Études
Fédéralistes publicó un número de una efímera re-
vista mensual titulada Les Patries de France18
.
El federalismo era contemplado como una
solución al problema de las nacionalidades a es-
cala europea. Pero también implicaba una fórmula
de autonomía territorial, aplicable a nacionalidades
compactas, a diferencia de la fórmula de la auto-
nomía cultural y el Estado anacional, propugnado
como fórmula ideal por el movimiento nacionalitario
centroeuropeo para áreas de poblamiento étnico
mixto y entremezclado como Europa oriental. Fue
el nacionalismo bretón el que más intentó profun-
dizar en la dimensión internacionalista de su con-
cepción federalista para el interior de Francia, lo
que fue realizado no sin tensiones con los sectores
más panceltistas dentro del movimiento bretón o
Emsav. 	
Desde principios de la década de 1920, el ór-
gano principal del nacionalismo bretón, el semana-
rio Breiz Atao, mostró un notable interés por situar
la reivindicación bretona dentro de un universo de
“naciones en lucha”, de modo semejante a como
lo había hecho en Cataluña Antoni Rovira i Virgili o
en Euskadi Luis de Eleizalde. Un primer objeto de
atención fueron las estrategias políticas de los mo-
vimientos nacionalistas triunfantes, desde la India
hasta Letonia, además del papel preponderante
atribuido a Irlanda19
. El interés por los movimien-
tos nacionalistas exitosos se conjugaba con los
intentos de establecer una relación y coordinación
con otros movimientos nacionalistas de Europa
Occidental, estimulados además por los contactos
que ya existían entre Breiz Atao y el nacionalis-
mo flamenco. En 1925 el arquitecto y brétonnant
federalista Morvan Marchal (1900-1963) lanzó la
4~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
36
propuesta de constitución de un Comité
Internacional de Minorías Nacionales que
integrase a los movimientos flamenco, cor-
so, escocés, galés y vasco, con el fin de
formar una suerte de “internacional” de los
oprimidos, «verdadero sindicato de las na-
ciones pobres, de los pueblos sometidos,
aniquilados»20
. Los argumentos de Marchal eran
todavía confusos, y no incluían un acercamiento al
paraguas protector de la SdN. El líder bretón de-
finió su propuesta unos meses más tarde: el pro-
grama de una entente de nacionalidades habría
de ser el federalismo internacional, único sistema
de organización política que instauraría una era de
libertad y paz basada en el respeto a las naciona-
lidades21
. La orientación federalizante del bretonis-
mo se acentuó tras la incorporación en 1926 del
músico y escritor Maurice Duhamel (1884-1940),
quien provenía de la vertiente más izquierdista del
movimiento bretón. Breiz Atao adoptó desde ju-
nio de ese año en su cabecera el lema «la revista
mensual del nacionalismo bretón y del federalismo
internacional»22
.
Los acontecimientos que tuvieron lugar en
Alsacia en 1926 llevaron a los diferentes naciona-
lismos minoritarios del Estado francés a buscar
fórmulas más efectivas de coordinación común. La
represión de las autoridades francesas contra los
autonomistas, que instigaban la agitación popular
contra las medidas de laicización del Gobierno de
París, marcó el inicio de la aproximación entre los
diferentes movimientos nacionalistas del Hexágo-
no, acentuado tras el proceso contra varios dirigen-
tes y militantes del Partido Autonomista de Alsacia
y Lorena [Elsaß-Lothringisch Autonomisten Partei,
ELAP] que tuvo lugar en Colmar en mayo de 1928.
También tuvieron influencia algunos factores exter-
nos. Los autonomistas alsacianos, pese a haber
mostrado una disposición favorable a participar en
el CNE, no fueron invitados a tomar parte en sus
labores, ya que el Ministerio Alemán de Exteriores
no deseaba complicaciones en sus relaciones con
Francia, al igual que tampoco lo fueron los breto-
nes, pese a asistir a los congresos de nacionali-
dades de Ginebra como observadores23
. Existían
además reticencias teóricas por parte del CNE a
aceptar nacionalidades consideradas dudosas y
todavía en proceso de consolidación, que debe-
rían “evolucionar” en su proceso de concienciación
social, política y cultural para ser admitidos en un
futuro24
.
Bretones y alsacianos tomaron entonces
otra iniciativa. Tras el congreso del Parti Autono-
miste Breton (PAB) en Rosporden en 1927, al que
asistieron representantes alsacianos, flamencos,
corsos, galeses y escoceses, tuvo lugar en sep-
tiembre del mismo año la fundación en Quimper
del Comité Central de las Minorías Nacionales de
Francia [Comité Central des Minorités Nationales
de France, CCMNF]. En él participaban el Partido
Autonomista Corso [Partitu Corsu Autonomista,
PCA], el PAB y el ELAP25
. En el acto estaban tam-
bién representados los nacionalistas flamencos,
así como Eugène Poitevin. Como expresaba el
manifiesto fundacional del Comité, las ideas que
lo inspiraban eran de pura raigambre occidental, a
saber: la afirmación del federalismo como solución
al problema nacional.
La doctrina a la que recurre el CCMNF se
basa en el derecho de los pueblos a disponer de
sí mismos y en el federalismo internacional. A los
Estados modernos, basados en la fuerza [...] de-
seamos contraponer una federación de los pue-
blos, en la que cada nacionalidad podrá determinar
su propio estatuto político y perseguir su desarrollo
cultural según sus tradiciones y sus tendencias,
pero cuya unidad económica será asegurada por
la supresión de las aduanas y la práctica del libre
El federalismo era contemplado como una solución al problema de las nacionalidades a
escala europea. Pero también implicaba una fórmula de autonomía territorial, aplicable a
nacionalidades compactas, a diferencia de la fórmula de la autonomía cultural y el Estado
anacional, propugnado como fórmula ideal por el movimiento nacionalitario centroeuropeo
para áreas de poblamiento étnico mixto y entremezclado como Europa oriental.
GUREGAIAK
5~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
GUREGAIAK
38
comercio, pareciéndole esta concepción la
única que puede dar a los pueblos los dos
bienes esenciales: la libertad y la paz26
.
El CCMNF comenzó a publicar un
boletín de información y estableció una
sede provisional que serviría de coordi-
nación entre los tres movimientos nacio-
nalistas signatarios del acuerdo fundacional. Ni
occitanistas, ni los débiles grupos catalanistas y
nacionalistas vascos de Francia se adhirieron al
Comité, que estaba sostenido por el activismo in-
telectual de los bretones y por los votos obtenidos
por los autonomistas alsacianos en las elecciones
legislativas de 1928. Con ocasión del proceso de
Colmar, el Comité desarrolló una activa labor de
propaganda que hizo recaer sobre él las sospe-
chas de estar sostenido por el dinero de Berlín.
Algunos indicios permiten suponer que una orga-
nización revisionista que agrupaba los intereses
de los “alemanes étnicos” ahora devenidos ciu-
dadanos de otros Estados, la Deutscher Schutz-
bund, se hallaría detrás de la iniciativa, a través
fundamentalmente de las relaciones existentes
entre los comités de exiliados alsacianos en Ale-
mania del exiliado Robert Ernst y el movimiento
autonomista en Alsacia27
. El CCMNF aspiraba a
convertirse en el interlocutor del movimiento de
las nacionalidades centroeuropeas, y ya en 1928
delegó a Duhamel y al diputado autonomista alsa-
ciano Dahlet al IV Congreso de Minorías Nacio-
nales de Ginebra, siendo acogidos en calidad de
observadores. Pero su ingreso continuó denegán-
dose, pese al interés de los círculos intelectuales
alemanes interesados en la cuestión de las nacio-
nalidades por el nacionalismo bretón y por Alsa-
cia, considerada una parte más de la germanidad
irredenta28
. Tampoco los nacionalistas flamencos
y valones fueron aceptados en 1930 como inte-
grantes del CNE29
. El frecuente interés intelectual
y etnográfico por los movimientos nacionalistas
flamenco, bretón o escocés por parte de los cír-
culos revisionistas alemanes no se traducía en
reconocimiento político30
.
El PAB, bajo la dirección de Duhamel, reafir-
maba con su impulso del CCMNF su opción por
una reordenación del continente europeo con base
en la federación de las patrias naturales, desde una
perspectiva igualitaria y democrática.Así se afirma-
ba en la Declaración de Châteaulin, aprobada por
el II Congreso del PAB en agosto de 1928:
“Creemos que Europa está destinada a
constituir, más tarde o más temprano, una unidad
económica [...] Pero estimamos [...] que ésta no se
hará por los grandes Estados, cuyo papel histórico
habrá acabado, sino por las nacionalidades de las
que aquéllos se componen agrupadas según sus
afinidades étnicas, lingüísticas y culturales. En ese
momento, las verdaderas comunidades nacionales
podrán recuperar una independencia que sola-
mente limitarán las necesidades de la federación, y
pensamos que Bretaña será una de las células de
ese nuevo organismo”31
.
Semejantes concepciones anidaban en el
partido nacionalista corso fundado en 1922 (Par-
titu Corsu d’Azione, después Partitu Corsu Auto-
nomista, PCA), que en 1932 se hacía eco, en un
manifiesto difundido en la prensa de Córcega, de
su posición a favor de una aplicación progresiva
del federalismo, «para defender la reorganización
de Europa mediante la federación de las naciones
y no de los Estados»32
.
Duhamel expuso de manera pormenorizada
sus teorías internacionalistas en su libro La cues-
tión bretona en su contexto europeo, publicado en
1929. En él reafirmaba su bretonismo autonomista
y federalista, pero diferenciaba claramente los con-
ceptos “descentralización” y “regionalismo”, con-
siderando el segundo como el reconocimiento de
los derechos de las minorías nacionales dentro de
un Estado a ver reconocida su especifidad cultural.
Propugnaba para Bretaña una autonomía política
y administrativa comparable a la de los cantones
suizos. Duhamel usaba el término “minoría nacio-
nal” como equivalente a nacionalidad, refiriéndose
claramente a las definiciones de los Tratados de
Minorías. Pero llevaba su reivindicación más lejos.
Para el bretón, la Europa de posguerra asistía a
dos fenómenos paralelos: por un lado, la aparición
de organizaciones internacionales que condiciona-
ban las relaciones entre Estados, y por otro lado un
«despertar de las nacionalidades» que proclamaba
el principio de autodeterminación de los pueblos.
Las reivindicaciones de las nacionalidades debían
adaptarse a la corriente internacionalista, cuyo es-
píritu más puro habían sido las declaraciones del
presidente norteamericano Wilson años atrás. La
SdN era una “adulteración” de los principios wil-
sonianos, al igual que los Tratados de Versalles;
pero era la institución de la que tendría que surgir
la futura federación europea, a partir de una cesión
GUREGAIAK
7~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
39
previa de soberanía interior por parte de los Esta-
dos integrantes. Así se conciliarían los derechos de
los pueblos con la internacionalización de la vida
económica y social:
“Primera etapa, pues, el federalismo interior,
al estilo suizo o alemán. Y cuando los últimos Esta-
dos unitarios de hoy se habrán plegado al régimen
federal, cuando la autonomía les habrá privado de
toda veleidad, de toda posibilidad de imperialismo,
entonces será realizable el federalismo internacio-
nal, al estilo americano. [...]
¿En qué se convertirán los Estados en la
Federación Europea? Si en algún modo permane-
cen en pié, persistirán bajo la forma debilitada e
inofensiva que las circunstancias
les habrán impuesto [...] Se pue-
de creer que la Europa federal
despedazará parcialmente los
Estados actuales; pero según
los límites, esta vez lógicos, de
las verdaderas comunidades na-
cionales”33
.
La posición federalista a
ultranza de Duhamel fue motivo
de fricción con el “ala dura” del
PAB, encabezada por Olier Mor-
drel (1901-1985). Esta tenden-
cia, defensora de un naciona-
lismo integral orientado hacia el
panceltismo, predicaba, al igual
que el Sinn Féin irlandés, la ne-
cesidad de la violencia para “despertar” la Bretaña
de su letargo. Ya en el Congreso extarordinario de
Rennes (abril 1931), ambas visiones se confronta-
ron, agravadas por el fracaso electoral de 1930. Al
poco tiempo, en el congreso de Guingamp (agos-
to de 1931) se produjo la ruptura definitiva. Por
un lado surgió el Parti National Breton de Mordrel
(PNB), partidario de un nacionalismo integral y
neutro en la cuestión social, pero con ribetes cada
vez más autoritarios, y asimismo inclinado hacia
la acción de minorías decididas a la irlandesa. Y
por otro lado se reagrupó la fracción “federalista”
de Duhamel, inclinada hacia la izquierda, con el
nombre de Ligue Fédéraliste de Bretagne [LFB],
que tuvo una breve vida organizativa34
.
El CCMNF entró en una fase de inactividad
hasta 1932, cuando la LFB lanzó un llamamiento
a reanimar la coordinación con otras
nacionalidades de Francia, respon-
diendo esta vez los federalistas occi-
tanos y el PCA35
. Pero esta resurrec-
ción fue efímera, debido a la debilidad
organizativa de la LFB, y a que los
autonomistas alsacianos, el verdadero
motor organizativo de la alianza, ya mostraban
escaso interés en ella y dirigían sus ojos hacia
la nueva Alemania. El federalismo europeísta de
Duhamel tuvo continuadores en la década de
1930, sobre todo, por los núcleos occitanistas de
izquierda que eran activos en Marsella, Toulouse
y Montpellier bajo el influjo de la izquierda cata-
lanista36
.
Entretanto, fue particular-
mente la revista editada por Poi-
tevin Le Fédéraliste la que man-
tuvo la bandera del federalismo
nacionalitario. El compromiso
federal, progresista y pro-nacio-
nalitario de Poitevin era patente
en su tejido de relaciones políti-
cas, que abarcaba desde la LFB
hasta los catalanistas de izquier-
da, pasando por los núcleos oc-
citanistas y los europeístas de
L’Esprit. La posición más original
de Poitevin, sin embargo, era su
sindicalismo de pura raíz proud-
honiana, que él concebía como
complemento ideal del federalis-
mo basado en unidades étnicas:
«Toda la economía a los sindicatos, toda la admi-
nistración social a los municipios»37
. Esas concep-
ciones estaban teñidas igualmente de corporativis-
mo, como rezaban los estatutos de la asociación
L’Ordre Nouveau: antiimperialismo, federalismo
que «no separa a la región, por lo tanto, de la ac-
tividad corporativa», y defensa de la corporación,
«a la vez una institución descentralizadora, por lo
tanto antiestatista, y un medio de reglamentar la
producción teniendo en cuenta la naturaleza mis-
ma del trabajo y las necesidades de consumo»38
.
Esa defensa del sindicalismo-corporativis-
mo, combinado con un cierto carácter vanguardis-
ta, llevaba a Poitevin a mantener relaciones vario-
pintas: desde el movimiento anarquizante italiano
Giustizia e Libertà, hasta el intelectual pancatala-
nista J. V. Foix. No por ello cayó Le Fédéraliste en
El federalismo europeísta
de Duhamel tuvo
continuadores en la década
de 1930, sobre todo, por
los núcleos occitanistas de
izquierda que eran activos
en Marsella, Toulouse y
Montpellier bajo el influjo de
la izquierda catalanista.
8~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
GUREGAIAK
40
una deriva fascista. Poitevin
era beligerante con el PNB,
con los nacionalistas fla-
mencos profascistas o con
los autonomistas corsos que
simpatizaban con la Italia
fascista. Para Le Fédéraliste,
sólo una Europa federalizada podría
consagrar el respeto a las nacionali-
dades y a su especificidad cultural, y
a la vez superar la amenaza totalita-
ria que se cernía sobre el continen-
te39
. A las concepciones de etnicismo
jerárquico, caras a los sectores de
la derecha völkisch alemana, que
aspiraban a reordenar el Continente
con base en fronteras étnicas obje-
tivas, los federalistas contraponían
el ejemplo del acercamiento entre
catalanistas y occitanistas, quienes
aspiraban a crear una suerte de fe-
deración interregional por encima
de las divisiones entre Estados40
. El contacto en-
tre las concepciones proudhonianas y los criterios
orgánico-historicistas de definición de las patrias
naturales se puso de manifiesto con ocasión de la
encuesta llevada a cabo entre representantes de
diversas minorías nacionales francesas sobre los
principios fundadores de la futura federación, y la
combinación de criterios administrativos y políticos
que la fundamentarían41
. El elenco de respuestas
comprendía desde los autonomistas alsacianos,
bretones y de Iparralde hasta los grupos federa-
listas y sindicalistas de París XXème siècle, Front
National Syndicaliste, Esprit, L’Ordre Nouveau,
L’Homme Réel, el grupo Prélude de Hubet Lagar-
delle, y Le Combat Syndicaliste. El difícil equilibrio
que algunos de esos grupos neo-proudhonianos
mantenía con el fascismo (sobre todo, el grupo de
Prélude), no obstaba para que Le Fédéraliste se
mantuviese fiel a los principios democráticos del
federalismo y se opusiese al auge de las potencias
fascistas, así como a la Action Française42
.
Para los parisinos no habría gran diferencia
entre Europa oriental y occidental. Como conse-
cuencia lógica del principio de las nacionalidades,
cada nación o grupo étnico compacto debía alcan-
zar una autonomía territorial combinada con la fede-
ración a nivel estatal y europeo. La cuestión de las
minorías nacionales en Europa Oriental no se con-
templaba como un fenómeno distinto
que requería soluciones específicas,
sino que se asimilaban automática-
mente ambas realidades mediante el
uso de una terminología común. Uno
de los escritos más reivindicativos del
nacionalismo occitano de los años
treinta lleva por título Occitania, mi-
noría francesa43
, y denunciaba que el
Estado francés se hubiese compro-
metido a garantizar en los Tratados
de Versalles derechos culturales y
lingüísticos que no respetaba en su
territorio. Igualmente, un reconocido
jurista especializado en la formula-
ción del principio de las nacionalida-
des y en el análisis de los derechos
de las minorías nacionales tras 1918,
Louis E. Le Fur (1870-1943), argüía
en 1937 que el Estado francés esta-
ba obligado a reconocer esos mismos
derechos a Bretaña:
“Si, tras la Gran Guerra, se ha considerado
indispensable reconocer derechos especiales a las
minorías nacionales de todos los nuevos Estados...
Este sentimiento de una justicia y equidad elemen-
tales, ¿no exige a los Estados que han impuesto
esta exigencia a otros que también la reconozcan
dentro de sus territorios?”44
Los principios de la SdN y de los Trata-
dos de Minorías eran mecánicamente repetidos
por los nacionalistas corsos, por ejemplo, como
arma dialéctica, al igual que por el CCMNF había
manifestado en 1930 como respuesta al Memo-
rándum Briand de unión europea45
. Por el con-
trario, desde otros movimientos nacionalistas
se señalaban precisamente las diferencias en-
tre las minorías nacionales de Europa del Este
y las nacionalidades de la mitad occidental del
continente. Por ejemplo, el intelectual naciona-
lista flamenco G. Schamelhout advertía en sus
escritos sobre las diferencias que existían entre
las nacionalidades “homogéneas” de Europa
occidental y las dispersas de Europa Centro-
oriental46
. El movimiento nacionalista galés, a la
inversa, mostró un interés mucho menor por la
cuestión de las minorías étnicas en Centroeuro-
pa, aunque sí desarrolló de forma temprana una
fuerte orientación internacionalista, también ba-
“Si, tras la Gran
Guerra, se ha
considerado
indispensable
reconocer derechos
especiales a las
minorías nacionales
de todos los nuevos
Estados… Este
sentimiento de una
justicia y equidad
elementales, ¿no
exige a los Estados
que han impuesto
esta exigencia a
otros que también la
reconozcan dentro
de sus territorios?”
GUREGAIAK
9~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
41
sada en la prédica del federalismo internacional
y de las virtudes del modelo asociativo flexible
del Imperio británico, donde Gales podría optar
a un status similar al de Canadá o Nueva Zelan-
da47
. A la inversa, en las publicaciones de la de-
recha völkisch alemana, y particularmente entre
los círculos interesados en la internacionaliza-
ción de la cuestión de las minorías nacionales,
las reivindicaciones flamenca o galesa mostra-
ban cómo en Europa occidental también existían
problemas de minorías análogos a los de Tran-
silvania o Polonia48
.
El europeísmo nacionalitario y
profascista de Peuples et Frontières
(1936-39)
Los sectores fascistizantes del nacionalismo
bretón intentaron transformar el CCMNF en un po-
sible embrión de un Congreso de Nacionalidades
Occidentales desde 1937. Como órgano de pro-
yección “europea” del CCMNF apareció primero en
junio de 1936 (como Bulletin des Minorités Natio-
nales) y en formato más generoso a partir de enero
de 1937 la revista Peuples et Frontières, alentada
por el PNB pro-nazi de Olier Mordrel y Marcel De-
bauvais, y que probablemente contaba con subsi-
dios procedentes de Alemania49
. Aspiraba a con-
vertirse en un remedo de la revista de la Unión de
Minorías Alemanas publicado en Viena Nation und
Staat, pero centrada en el ámbito específico de Eu-
ropa Occidental. A problemas diferentes, argumen-
taba la revista, correspondían soluciones distintas:
“Nunca hemos aceptado sin grandes reser-
vas la expresión minoría nacional, cuyo aspecto
esencialmente jurídico, además, estaba totalmente
carente de dinamismo, porque, si bien esa defini-
ción se justifica para los alemanes de los países
bálticos, o los sajones de Transilvania, disemina-
dos entre poblaciones extranjeras, no conviene al
pueblo bretón, al pueblo flamenco o al pueblo vas-
co, que forman verdaderas naciones, susceptibles
de constituir Estados independientes”.
Por ello, una iniciativa pan-nacio-
nalitaria en Occidente debía adquirir una
dirección propia y autónoma, ya que «la
existencia de esos pueblos no plantea,
por otro lado, los complejos problemas
que surgen cuando se estudian cues-
tiones semejantes en Europa central y
oriental. En Occidente, las fronteras étnicas y lin-
güísticas son, las más de las veces, muy netas»:
por esa razón, una futura reordenación europea en
Occidente habría de basarse simplemente en el
principio de autodeterminación de los pueblos50
.
La orientación antimarxista y peligrosa-
mente “neutra” en lo político del nuevo órgano,
sin embargo, no ocultaba su alineación con los
fascismos europeos. También mantuvo una es-
trecha relación con el movimiento irredentista
de las minorías magiares impulsado por el Go-
bierno de Budapest, y en especial con el Bureau
Central des Minorités fundado por el político ma-
giar de Transilvania exiliado Gustave de Köver,
cuyo órgano ginebrino reproducía a menudo, al
menos desde 1934, artículos de nacionalistas
bretones y flamencos51
. En cambio, su relación
con el CNE fue mucho más distante, en parte
porque esta organización se negaba a aceptar
un protagonismo excesivo de los nacionalismos
de Europa Occidental, aparte del catalán. A fi-
nales de los años treinta se registraron en las
páginas de la revista bretona duras críticas al
CNE, «una asamblea de técnicos, discutiendo
en lo abstracto», que parecería «más un con-
greso de arqueología que una asamblea real de
los pueblos minoritarios»52
.
Peuples et Frontières incluía reportajes de
casi todas las nacionalidades de Europa occi-
dental, desde los frisones a los corsos, pasando
por los escoceses y los vascos, así como de las
minorías nacionales del Este. Pero sus malaba-
rismos conceptuales eran equívocos. Una de las
secciones era denominada Groot-Nederland, los
“Grandes Países Bajos” que englobarían a todas
…En Occidente, las fronteras étnicas y lingüísticas son, las más de las veces, muy netas»:
por esa razón, una futura reordenación europea en Occidente habría de basarse simplemente
en el principio de autodeterminación de los pueblos.
10~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
GUREGAIAK
42
las tierras de habla neer-
landesa y reflejaba la visión
de un sector del movimien-
to flamenco que aspiraba a
una confederación o unión
con los Países Bajos. Igual-
mente, prestaba una gran
atención al clerical y derechista na-
cionalismo eslovaco de Jozef Hlinka.
La revista jugaba igualmente con la
idea del paneuropeismo federalis-
ta, pero al contrario que Duhamel o
Poitevin no lo consideraba como la
única solución al problema de las na-
cionalidades. Por ejemplo, reaccionó
con ambigüedad frente a una iniciati-
va de los nacionalistas occitanos en
1938 para formar una nueva alianza
federalista de nacionalismos perifé-
ricos en Francia. Pero se mostraba
de acuerdo con una unión de esfuer-
zos que «permitirá sin ninguna duda
llegar a ciertas soluciones, al menos
en lo que concierne a la defensa de los derechos
culturales de cada una de las nacionalidades de
Francia»53
.
La fragilidad de los principios democráti-
cos de Peuples et Frontières se puso en eviden-
cia en su aprobación del Anschluß de Austria por
el III Reich en marzo de 1938, y de la partición
de Checoslovaquia por parte de Alemania tras
el Acuerdo de Munich de septiembre del mismo
año. Justificaba así la anexión de los Sudetes por
el III Reich desde el punto de vista nacionalista,
por tratarse de una aplicación pura y simple del
principio de las nacionalidades. Sin mencionar el
tipo de régimen imperante en Alemania, criticaba
a las democracias occidentales por su olvido de
los derechos de las nacionalidades en su “su-
puesta” defensa de los derechos del hombre54
.
Peuples et Frontières sólo asumió una ardiente
defensa de los nacionalistas vascos contra los
«generales españoles» tras julio de 1936, con-
traviniendo en ello la orientación profascista de
la revista55
. Sin embargo, su posición ante el ca-
talanismo, predominantemente izquierdista, era
mucho más esquiva. La anexión de los Sudetes
por la Alemania de Hitler fue interpretada por los
“internacionalistas” bretones como un primer sig-
no de lo que había de ser una futura Europa de
los pueblos libres y étnicamente ho-
mogéneos. E, igualmente, se oponía
a considerar que los movimientos
nacionalistas de países colonizados
de Asia y Africa, atrasados y faltos
aún de un estadio de civilización pu-
diesen ser equiparables a los nacio-
nalismos europeos56
.
La “movilización antimilitaris-
ta” que Peuples et Frontières promo-
vió desde finales de 1938 entre las
nacionalidades de Europa Occiden-
tal, defendiendo una posición neu-
tralista a ultranza, abonó aún más
las sospechas de que los intereses
del III Reich estuviesen detrás del
órgano nacionalitario57
. Predicaba
así la neutralidad del nacionalismo
flamenco ante las reivindicaciones
alemanas sobre Eupen-Malmedy, la
campaña neutralista a ultranza que
en aquel momento propugnaba el
Partido Nacional Escocés [Scottish National Par-
ty], o las declaraciones también favorables a la
neutralidad del presidente irlandés Eamon De Va-
lera en 193958
.
Peuples et Frontières se consolidó a fines
de 1938 como el órgano internacionalista y de
vínculo e información entre varios movimientos
nacionalistas de Europa Occidental, muchos de
ellos ya bajo la sombra del fascismo —como el
Vlaamsch National Verbond flamenco—, así como
había establecido una relación estable con la red
de publicaciones consagradas a las minorías
nacionales del Este de Europa. No obstante, su
relación con ellas no estaba exenta de contradic-
ciones. Olier Mordrel clasificaba las nacionalida-
des europeas en varias categorías, y llegaba a la
conclusión de que los problemas de las “minorías
nacionales” y de las “nacionalidades minoritarias”
no eran los mismos, y que además los objetivos
políticos inmediatos y la fuerza de los diversos
movimientos nacionalistas de las últimas (entre
las que incluía a eslovacos o ucranios) imponían
una solución general que no pasase por la auto-
nomía cultural, sino por una «revolución en las
instituciones políticas de Europa» que entrañase
«una nueva concepción de las relaciones entre
el Estado y la nacionalidad, por un lado; entre el
Como es sabido,
el desarrollo de
la política de
ocupación nazi en
Europa durante la
II Guerra Mundial
despejó esas
ilusiones, pues su
propio concepto
de un Nuevo
Orden europeo
dejaba poco o
ningún espacio
a un concepto
alternativo de la
Europa de los
Pueblos.
GUREGAIAK
11~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
43
Estado y la vida económica, por otro; y, finalmen-
te, entre la nacionalidad y el individuo»59
. Quizás
la mejor expresión de esa crisis la constituía el
hecho de que, en abril de 1939, Peuples et Fron-
tières todavía justificase la invasión de Checos-
lovaquia por las tropas alemanas y la partición
de su territorio en nombre de los derechos de los
pueblos, y esperase que el III Reich fuese a res-
petar la autonomía de Bohemia, dando un ejem-
plo a las “hipócritas” potencias occidentales que
no hacían lo propio en sus territorios60
.
Como es sabido, el desarrollo
de la política de ocupación nazi en
Europa durante la II Guerra Mundial
despejó esas ilusiones, pues su propio
concepto de un Nuevo Orden europeo
dejaba poco o ningún espacio a un
concepto alternativo de la Europa de
los Pueblos. Éste resurgiría desde la década de
1950 y 1960, asociado a sus raíces primigenias,
de naturaleza federalista y democrática.
1. Vid. X. M. Núñez Seixas, Entre Ginebra
y Berlín. La cuestión de las minorías
nacionales y la política internacional en
Europa, 1914-1939, Madrid: Akal, 2001,
e id., Internacionalitzant el nacionalisme.
El catalanisme polític i la qüestió de les
minories nacionals a Europa, 1914-1936,
Catarroja/València: Afers / PUV, 2010.
2. Por ejemplo, D. Gerdes, Regionalis-
mus als soziale Bewegung: Westeuropa,
Frankreich, Korsika, Frankfurt a.M./New
York: Campus, 1985, pp. 114-18, y M.
Schulz, Regionalismus und die Gestal-
tung Europas, Hamburgo: Kraemer, 1993,
pp. 103-08.
3. Vid. R. Cunsolo, Italian Nationalism: From
its Origins to World War II, Malabar: Ro-
bert E. Krieger, 1990, pp. 18-19 y 58-60.
Una buena plasmación de ese internacio-
nalismo mazziniano fue la participación de
voluntarios serbios, albaneses, rutenos,
húngaros y polacos en la expedición de
Garibaldi a la conquista del Sur de Italia
en 1860.
4. Vid. entre otros X. Estévez, De la Tri-
ple Alianza al Pacto de San Sebastián,
1923-1930, Donostia: Mundaiz, 1991;
id., Galeuzca: La rebelión de la periferia
(1923-1998), Madrid: Entimema, 2009,
y J. L. de la Granja, El siglo de Euskadi.
El nacionalismo vasco en la España en
el siglo XX, Madrid: Tecnos, 2003, pp.
77-106.
5. Un interesante análisis de estos ambien-
tes de exiliados nacionalistas para el
caso de Viena en S. Troebst, «Wien als
Zentrum der mazedonischen Emigration
in den Zwanziger Jahren», Mitteilungen
des bulgarischen Forschungsinstituts in
Österreich, II:2 (1979), 68-86.
6. Vid.M.Ledeen,TheFirstDuce.D´Annunzio
at Fiume, Baltimore/Londres: Johns Hop-
kins UP, 1977, pp. 176-86, y L. Kochnitjky,
La Quinta Stagione o i Centauri di Fiume,
Bolonia: Zanichelli, 1922, pp. 141-68. El
proyecto tuvo vigencia durante algunos
meses, contando con la colaboración de
los nacionalistas egipcios, irlandeses e
incluso dálmatas. También mantenía con-
tactos con exiliados húngaros, croatas,
albaneses, flamencos y turcos.
7. Vid. el clásico B. Voyenne, Histoire de
l’idée fédéraliste. Vol.II. Le fédéralisme de
P.J. Proudhon, Niza: Presses d’Europe,
1975.
8. M. Howard, «Ideology and International
Relations», Review of International Stu-
dies, 15 (1989), pp. 1-10.
9. Vid. T. Flory, Le mouvement régionalis-
te français. Sources et développements,
París: PUF, 1966, pp. 27-28, y J. Wrig-
ht, The Regionalist Movement in France
1890-1914: Jean Charles-Brun and Fren-
ch Political Thought, Oxford / Nueva York:
Oxford UP, 2003.
10. Vid. C. Pegg, Evolution of the European
Idea, 1919-1932, Chapel Hill: Univ. of
California Press, 1983, p. 12.
11. Ch. Le Goffic, prólogo a F. Jean-Des-
thieux, L´évolution régionaliste. Du Féli-
brige au fédéralisme, París: Ed. Bossard,
1918.
12. J.-Y. Guiomar, Rélations entre les mouve-
ments autonomistes, régionalistes et fé-
déralistes et les partis de la gauche
française, 1919-1939, Tesis de licencia-
tura, Université de Paris I, 1968, p. 147.
13. Vid. R. Sparwasser, Zentralismus, De-
zentralisation, Regionalismus und
Föderalismus in Frankreich. Eine insti-
tutionen-, theorien- und ideengeschi-
chtliche Darstellung, Berlín: Duncker 
Humblot, 1986, pp. 119-69.
14. Vid. p.ej. A. Marc y R. Dupuis, «Le fédé-
ralisme révolutionnaire», L’Esprit, 2, no-
viembre 1932. Cf. de los mismos autores
Jeune Europe, París: Plon, 1933.
15. Sparwasser, Zentralismus, pp. 119-20;
E. González Calleja, «Los intelectuales
filofascistas y la “Defensa de Occidente”
(Un ejemplo de la “crisis de la conciencia
europea” en Italia, Francia y España
durante el período de entreguerras)»,
Revista de Estudios Políticos, 81 (1993),
pp. 129-74 (sobre todo, pp. 151-57).
16. Vid. por ejemplo el volumen L’ Europe
fédéraliste. Aspirations et réalités, París:
Marcel Giard, 1927, con contribuciones
del federalista Eugène Poitevin, Charles
Brun, el antiguo primer ministro italiano y
exiliado en Suiza Francesco Nitti, Jean
Hennessy, el nacionalista occitano Jean
Bonnafous, el flamenco Van der Ghinst,
etc.
17. Guiomar, Rélations, p. 171. Entre sus
animadores figuraban también M. Pe-
guy, el bretón R. Audic, el occitano J.
Roumanes y el vasco continental Eugè-
ne Goyheneche.
18. Vid. J. C. Larronde, El movimiento es-
kualerrista (1932-1937), Bilbao: Funda-
ción Sabino Arana, 1994, 188-89.
19. Vid. por ejemplo J. La Bénelais, «Le
Réveil tunisien», [B]reiz [A]tao, 31, julio
1921; «Le Réveil et le Triomphe de la
nation lettone», BA, 37, 15.1.1922.
20. M. Marchal, «Pour une politique inter-
nationale des minorités», BA, 75, marzo
1925, pp. 536-37.
21. M. Marchal, «La paix», BA, 78, junio
1925, pp. 572-73.
22. A. Déniel, Le mouvement breton, 1919-
1945, París: Maspero, 1976, p. 75; M.
Nicolas, Histoire de la révendication bre-
tonne, Spézet: Coop Breizh, 2007.
23. Vid. por ejemplo el informe del cónsul
alemán sobre el IV Congreso de Nacio-
nalidades Europeas, Ginebra, 1.9.1928
([P]olitisches [A]rchiv des [A]uswärtigen
[A]mtes, Berlín, R.60469).
NOTAS
12~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
GUREGAIAK
44
24. Vid. O.Junghann, Die nationale
Minderheit, Berlín: Zentralverlag
Gmbh, 1931, 47-48, y la carta del
presidente del CNE, Josip Vilfan,
a un nacionalista bretón no identi-
ficado, Trieste, 29.10.1927 ([B]un-
desarchiv [K]oblenz – [A]rchivo [J]
osip [V]ilfan).
25. Vid. O. Mordrel, Breiz Atao ou histoire et
actualité du nationalisme breton, París:
A. Moreau, 1973, p. 129; M. Duhamel,
Le Fédéralisme international et le réveil
des nationalités. Suivi d’un extrait des
Statuts du Comité Central des Minorités
Nationales de France, Rennes: Éditions
du P.A.B., 1928.
26. Manifeste du C.C.M.N.F., citado por Dé-
niel, Mouvement breton, p. 92.
27. L. Kettenacker, Nationalsozialistische
Volkstumspolitik in Elsaß, Stuttgart:
Deutsche Verlags-Anstalt, 1973, p. 25;
Déniel, Mouvement breton, pp. 94-95;
H. Rothenberger, Die Elsass-lothringis-
che Heimat- und Autonomiebe- we-
gung zwischen den beiden Weltkriegen,
Franfkurt a. M.: Peter Lang, 1976.
28. Carta de E. Ammende a J. Vilfan, Viena,
9.2.1929 (BK-AJV).
29. Informe del cónsul alemán, Ginebra,
10.9.1930 (PAAA R.60528).
30. Vid. por ejemplo M. H. Boehm, Euro-
pa Irredenta. Eine Einführung in das
Nationalitatenproblem der Ge- genwart,
Berlín, R. Hobbing, 1923; K. Trampler
y K. Haushofer (eds.), Deutschlands
Weg an der Zeitenwende, Munich, H.
Hugendubel Verlag, 1931, pp. 236-37,
donde se sitúan en un mapa geopolítico
las diferentes minorías nacionales de
Europa, incluyendo también a bretones,
catalanes, vascos y gallegos. Igualmen-
te, vid. K. Trampler (ed.), Die Krise des
Nationalstaates, Munich, Verlag Hirth,
1931. Este autor consideraba que la
superación de los problemas naciona-
les de Europa sería posible únicamente
mediante una combinación, un tanto in-
definida, de «autonomía cultural» y fede-
ralismo, llegando así a una «Federación
Cultural Europea».
31. Citado por Déniel, Mouvement breton,
p. 81.
32. Vid. H. Yvia-Croce, Vingt années de cor-
sisme (1920-1939). Chronique corse de
l’entre-deux-guerres, Ajaccio: Ed. Myr-
nos et Mediterranée, 1979, p. 302. Sobre
el desarrollo del nacionalismo corso en
este período, vid. F. Pomponi, «Le ré-
gionalisme en Corse dans l’entre-deux-
guerres (1919-1939)», en C. Gras y C.
Livet (eds.), Régions et régionalisme en
France, du XVIIIème siècle à nos jours,
París: PUF, 1977, 393-415, y A. Leca,
«“A Muvra” ou le procès de la France par
les autonomistes corses (1920-1939)»,
en VV.AA., L’Europe entre deux tempé-
raments politiques: idéal d’unité et parti-
cularismes régionaux, Aix-en-Provence:
Presses Univ. d’Aix-Marseille, 1994, pp.
525-44.
33. M. Duhamel, La Question Bretonne dans
son cadre européen, Quimper: Ed. Natu-
re et Bretagne, 1978 [1929], pp. 150-51.
34. J. Saint-Pierre, «Breiz Atao, le second
mouvement breton. De l’autonomisme à
la collaboration (1919-1945)», en VV.AA.,
L’Europe entre deux tempéraments, pp.
511-23.
35. Yvia-Croce, Vingt années, pp. 340-41.
36. Guiomar, Rélations, pp. 45-60. Entre
ellos destacaba el grupo marsellés de
L’Araire, y su sucesor en 1935, el peque-
ño Parti Fédéraliste Provençal.
37. «9 mars 1934»,[L]e [F]édéraliste, 1 (18),
1934.
38. LF, 4 (27), 1933, pp. 11-13.
39. Vid. E. Berth, «Totalitarisme ou Fédéra-
lisme», LF, 2 (41), 1937, y 3 (42), 1937.
Igualmente, criticaría las propuestas de
Jean-Desthieux en 1937, relativas a una
«federación de pueblos mediterráneos»,
por considerar que detrás de esa idea se
hallaba la sombra peligrosa de las pro-
puestas anteriores de Charles Maurras
(LF, 2 (37), 1936).
40. Vid. p. ej. LF, 1 (28), 1934. Poitevin man-
tuvo un estrecho contacto con los foyers
occitanistas y las revistas de tendencia
pancatalanista en contacto con la Oficina
de Relacions Meridionals de la Generali-
tat de Catalunya.
41. «Province et Révolution. Enquête», LF,
2 (29), 1934.
42.. «Rapprochements», LF, 2 (25), Abril-
junio 1933.
43. M. Larrieres, L’Occitanie, minorité
française, Narbona: Occitania ed., 1933.
44. L. Le Fur, Les Droits et les Devoirs de la
France vis-à-vis de la Bretagne, s.l.: Ed.
par le Bleun Brug, 1937, p. 3.
45. Yvia-Croce, Vingt années, pp. 328-32.
46. Schulz, Regionalismus, pp. 117-19; G.
Schamelhout, «De Staatenbond en de
ethnische minderheden», en id., Eth-
nische vraagstukken en verzamelde
toespraken, Amberes: Schamelhout-Hul-
decomité, 1939, p. 36.
47. Vid. K. Diekmann, Die nationalistische
Bewegung in Wales, Paderborn: Schö-
ningh, 1998, p. 249; H. Davies, The
Welsh Nationalist Party, 1925-1945: A
Call to Nationhood, Cardiff: University
of Wales Press, 1983, pp. 106-08, y R.
Wyn-Jones, “From Utopia to Reality:
Plaid Cymru and Europe”, Nations and
Nationalism, 15:1 (2009), pp. 129-47.
48. Vid. ejemplos en Núñez Seixas, Entre
Ginebra, pp. 270-71; H. Fiebiger, “Ent-
wicklung und gegenwärtiger Stand der
Sprachenfrage in Wales”, en O. Jung-
hann y M.-H. Boehm (eds.), Ethnopoli-
tischer Almanach. Ein Führer durch die
europäische Nationalitätenbewegung,
Viena / Leipzig: Braumüller, 1931, pp.
62-67.
49. Mordrel, Breiz Atao,p. 208, y Larronde,
Movimiento eskualerrista, 189-90. La fi-
nanciación del Gobierno alemán llegaría
a través de la organización científico-
arqueológica Ahnenerbe de las SS (G.
Héraud, Contre les États, les régions
d’Europe, Niza: Presses d’Europe, 1973
, p. 101). Algunos integrantes de Ahne-
nerbe (como Friedrich Hielschers) predi-
caban la vuelta a los auténticos “grupos
étnicos” definidos por la Historia, con el
fin de articular una nueva Europa sobre
las ruinas de los Estados nacionales
(vid. M. H. Kater, Das “Ahnenerbe” der
SS 1935-1945. Ein Beitrag zur Kultur-
politik des Dritten Reiches, Stuttgart:
Deutsche Verlags-Anstalt, 1974). Sobre
la orientación pro-nazi del PNB en los
años treinta, vid. L. Quéré, Jeux interdits
à la frontière, París: Anthropos, 1978,
323-25, y B. Frelaut, Les nationalistes
bretons de 1939 à 1945, s.l.: Ed. Beltan,
1985.
50. Y.Douget,«Notreprogramme»,[P]euples
et [F]rontières, n.1, 1.1.1937, 1-2.
51. Vid. por ejemplo «Minorités en France»,
Minorité-La Voix des Peuples, Mai-Juin
1935.
52. G. Kerberiu, «Pour une action commune
des minorités», PF, abril 1938 (reprodu-
cido en Minorité-La Voix des Peuples,
V:4, 15.5.1938, pp. 247-52).
53. «Pour un rassemblement des mouve-
ments minoritaires de France», PF, 10,
15.3.1938, p. 259.
54. Ed., «Fin d’année», PF, n.19,
15.12.1938.
55. S. Rojo Hernández, “Prensa bretona y
nacionalismo vasco durante la Guerra
Civil: La revista Peuples et Frontières”,
Sancho el Sabio, 18 (2003), pp. 89-104.
56. PF, 7, 1.12.1937.
57. «Les faux apôtres de la démocratie et la
liberté», PF, 16, 15.9.1938, pp. 405-06.
58. PF, 20, 15.1.1939.
59. O.M., «Essai d’un classement des mi-
norités», PF, 10, 15.3.1938. Más equí-
voco se presentaba en las páginas del
suplemento en inglés, donde manejaba
con gran confusión el término “minoría
nacional”: vid. C. R. Malley, «What are
West-European Minorities?», PF, 20,
15.1.1939.
60. J. Cam, «Du pire peut parfois sortir le
meilleur», PF, 23, 15.4.1939.
13~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
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  • 1. 5~19. El proyecto europeísta del nacionalismo vasco en perspectiva histórica. LEYRE ARRIETA Alberdi.32 Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939) Xosé M. Núñez Seixas GUREGAIAK L os diversos movi- mientos naciona- listas que nacieron o se desarrollaron durante el período de entreguerras en Europa Occidental com- partían una autopercepción de sus naciones muy diferente de la albergada por los repre- sentantes políticos de las mi- norías nacionales de Europa Oriental. Aunque su situación objetiva tendiese en algunos aspectos a ser similar (por ejemplo, en lo referente a la negación o insuficiencia de derechos culturales y lingüís- ticos), la imagen que los na- cionalistas periféricos de Oc- cidente hacían de sí mismos no los emparejaba con los ale- manes de Transilvania o los ucranios de Polonia, sino que implícitamente les llevaba a establecer paralelismos con luchas de li- beración nacional triunfantes que creían semejan- tes a la suya: movimientos nacionalistas en pugna por su independencia contra un Estado opresor, como habían sido los irlandeses o, con anteriori- dad a la I Guerra Mundial, checos y polacos. La adaptación de los nacionalistas catalanes, vascos o gallegos a organizaciones como el Congreso de Nacionalidades Europeas (CNE) fundado en 1925 no fue sencilla. Solo en el caso de los catalanistas se registró una aportación contínua y relevante a los debates teóricos del movimiento nacionalita- rio centroeuropeo, dominado por la cosmovisión e intereses de las organizaciones políticas de las minorías étnicas germanas, magiares, judías y eslavas de Europa centro-oriental. En el caso de los gallegos y, sobre todo, los vascos, los mitos internacionalistas y las propias bases doctrinales de un movimiento nacionalista “sin Mutterland” hallaban una muy problemática plasmación en plataformas comunes con minorías nacionales de Europa centro-oriental1 . 1~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
  • 2. 33 Xosé M. Núñez Seixas Universidade de Santiago de Compostela En el Estado francés se registraron intentos de imponer una dinámica de actuación común en- tre los movimientos nacionalistas bretón, alsaciano y corso —y sólo secundariamente, occitano—, que en ciertos aspectos se asemejaba al movimiento de las minorías nacionales centroeuropeas2 . Con todo, los intentos de articulación de una “coordina- ción” europea de las nacionalidades occidentales, y en primer lugar de las del Estado francés, for- maban parte de una suerte de tendencia natural de todos los movimientos nacionalistas a buscar la solidaridad exterior de otros movimientos simi- lares para conseguir objetivos comunes, aunque a la postre tales alianzas tiendan a fracasar debido a la divergencia de intereses y a la consabida dificul- tad de los nacionalistas para entenderse entre sí. Alianzas “paneuropeas” de movimientos naciona- listas sin Estado en Europa Occidental habían sido concebidas por los más variopintos actores a lo lar- go del siglo XIX. Ya Giuseppe Mazzini, partiendo de su asociación Giovane Italia (fundada en 1831) promovió los ideales de nacionalismo democrático y republicanismo y su visión de un nuevo orden in- ternacional basado en la coexistencia pacífica de naciones libres. Con ese fin, contribuyó a la apa- rición de una Joven Irlanda, Joven Polonia, Joven Serbia, etc., y estableció relaciones regulares con los líderes nacionalistas de varios pueblos de Aus- tria-Hungría y del Imperio Otomano, con el utópico objetivo de promover una revolución nacionalista común3 . En el ámbito ibérico, existieron varias ten- tativas de coordinación entre nacionalistas galle- gos, vascos y catalanes, desde las iniciativas de Cambó en 1917/19 y la Triple Alianza de 1923 a la alianza Galeuzca en 1933-344 . Durante la dictadura de Primo de Rivera, los líderes catalanistas Fran- cesc Macià y Gabriel Cardona dieron pasos en el exilio entre 1923 y 1926 para fundar una Liga de Naciones Oprimidas, aspirando a un utópico apo- yo irlandés, y que se encuadraría dentro del típico mundo de alianzas más o menos fantasiosas entre los exiliados políticos de nacionalidades y los ser- vicios secretos de diferentes países en ciudades como París, Londres, Berlín o Viena5 . Los actores involucrados en ese tipo de alianzas podían ser políticamente muy diversos. Como precedente pa- radigmático, que además se inspiraba en las espe- ranzas despertadas por el nacimiento de la Socie- dad de Naciones, podemos mencionar el proyecto del fascista italiano Gabriele d’Annunzio para crear una Liga de Pueblos Oprimidos o Lega di Fiume en 1920, paralela a la SdN y que planeaba reunir des- de los fuorusciti e irredentistas italianos de Fiume hasta nacionalistas egipcios, filipinos, irlandeses y catalanes6 . La quijotesca iniciativa de d’Annunzio hacía un uso instrumental y estratégico de las rei- vindicaciones nacionalistas de otros pueblos para defender la anexión de Fiume por parte de Italia. Pero detrás de ello no existía ninguna formulación teórica acerca de la rearticulación de Europa o del mundo con base en nuevos principios que implica- sen el reconocimiento de las aspiraciones naciona- les insatisfechas. Federalismo, nacionalismo y la “Europa de los Pueblos” A diferencia de Europa oriental, en Europa occidental estaba presente con fuerza una tradi- ción política recurrente a aplicar al campo de las relaciones interétnicas y la organización territorial del Estado, que hundía sus raíces en Pierre-Jose- ph Proudhon y Mazzini: el federalismo. En sus orígenes, el federalismo proudhoniano no era sino un principio de or- ganización de la socie- dad desde su base de manera democrática y voluntaria, de modo que colectividades libres se articulasen según su vo- luntad y mediante pac- tos en un Estado o forma superior de organización común, que con todo no descartaba el peso de los factores étnicos e históricos a la hora de El escritor bretón Charles Le Goffic (1863-1932) propugnaba así en 1919 que el ideal de la Europa futura habría de ser una Europa de las pequeñas y «auténticas» patrias. 2~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
  • 3. 34 fijar las unidades federativas7 . Esa fórmula fue adoptada por Mazzini, en combinación con el principio de las nacionalidades, como la receta para alcanzar una convivencia internacional armónica: una vez que las au- ténticas naciones hubiesen adquirido el deseado autogobierno habrían de coexistir en el futuro en paz, pues ya no habría razón para contenciosos territo- riales8 . En el plano de la organización interior del Estado, el principio federa- lista pasó a ser asumido como objeti- vo político, con distintas variantes, por varios movimientos etnonacionalistas que surgieron a finales del siglo XIX, desde el catalanismo o el galleguismo al Félibrige occitano. Este último, bajo la inspiración de su líder carismático, el escritor Frédéric Mistral (1830-1914), propugnaba una reordenación interior del territorio francés en la que se com- binaban provincias o regiones étnicas y adminis- trativas, pero que en todo caso debía implicar un respeto a la lengua y tradiciones culturales de las nacionalidades. De ese federalismo interior se pa- saría a la federación internacional. La fórmula federal era asumible por muy distintos protagonistas, y podía adoptar diversas gradaciones. El movimiento regionalista francés, articulado en la Fédération Régionaliste Française [FRF] de Jean Charles-Brun (1870-1946), defendía así en su programa algunas fórmulas de autono- mía local o regional a nivel político a comienzos del siglo XX9 . Pero, a la vez, de él surgían ideas y es- tímulos que impregnaban las reivindicaciones, en un principio de naturaleza cultural, de los diversos movimientos nacionalistas periféricos también aso- ciados a la FRF, como la Union Régionaliste Bre- tonne. Algunos círculos regionalistas agrupados en la Société Proudhon avanzaron en 1919-20 la idea de una reordenación internacional del continente con base en demarcaciones étnicas “auténticas”, y no en las fronteras de los Estados existentes. Era una propuesta que pretendía llevar a sus últimas consecuencias los postulados idealistas —la de- fensa del principio de las nacionalidades— difun- didos durante la Iª Guerra Mundial por los conten- dientes como arma de propaganda, y que sólo en parte fueron aplicados en Versalles10 . El escritor bretón Charles Le Goffic (1863-1932) propugnaba así en 1919 que el ideal de la Europa futura habría de ser una Europa de las pequeñas y «auténticas» patrias11 . Ahí surgió una división de los regionalistas franceses —hasta entonces mayoritariamente partidarios de una simple descentrali- zación administrativa— entre un sector “tradicional”, que siguió fiel al legado de Charles-Brun y la FRF y publicó el ór- gano L’Action Régionaliste, y una rama “federalista” disidente, cuya mejor ex- presión fue el antiguo socialista y sindi- calista Eugène Poitevin y su revista Le Fédéraliste, que desde 1921 se convir- tió en una tribuna de diálogo y apertura del federalismo proudhoniano hacia los nuevos principios avanzados por los nacionalistas bretones y corsos. La FRF, un grupo de presión que pretendía influir de modo transversal en los partidos políticos franceses a favor de la adop- ción de su programa descentralizador, desarrolló en los años siguientes a la Gran Guerra una gran actividad propagandística, apoyada por ejemplo desde el Parlamento francés por el diputado ra- dical Jean Hennessy. Esa actividad coincidía con la cierta expansión tras el conflicto de un regiona- lismo “económico”, que proyectaba la división de Francia en unidades administrativas regionales que se suponía —como la guerra había demostra- do— que serían más eficaces desde un punto de vista administrativo y funcional. Sin embargo, esta corriente federalista, además de pecar de falta de articulación interna, era incapaz de llegar a una síntesis entre las reivindicaciones etnonacionalis- tas en Bretaña u Occitania y el principio federal. La existencia del Estado nacional tampoco era puesta en cuestión12 . Lo mismo se podría afirmar de las corrien- tes más radicales del federalismo durante los años treinta, precursores directos del europeísmo fe- deral de la década de 1950, especialmente la co- rriente del personalismo no-conformista, seguidor del “principio de subsidiaridad” y del llamado fede- ralismo integral, que cuestionaba la intangibilidad del Estado-nación y asociaba el principio federal a El federalismo no-conformista y “revolucionario” se declaraba neutral en el eje izquierda- derecha, y en su búsqueda de una alternativa al Estado liberal cayó en algunos momentos en una cierta fascinación por algunos aspectos del fascismo y su oposición a la “comedia” del parlamentarismo. GUREGAIAK 3~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
  • 4. 35 descentralización y sindicalismo13 . Nucleados alre- dedor de la revista Esprit de Emmanuel Mounier desde 1930, en algunos de sus integrantes —por ejemplo, el católico de izquierda y prodhouniano Alexandre Marc (1904-2000), una de las figuras principales del movimiento federalista europeo de postguerra— se dieron tímidos pasos teóricos hacia la conciliación de un todavía confuso regionalismo étnico con el principio federal a escala europea14 . Igualmente, en el núcleo federalista y europeísta agrupado alrededor de la revista L’Ordre Nouveau figuraba uno de los primeros abanderados del ideal de la “Europa de los Pueblos”, el filósofo suizo De- nis de Rougemont (1906-1985). El federalismo no- conformista y “revolucionario” se declaraba neutral en el eje izquierda-derecha, y en su búsqueda de una alternativa al Estado liberal cayó en algunos momentos en una cierta fascinación por algunos aspectos del fascismo y su oposición a la “come- dia” del parlamentarismo. Pretendía reactualizar el corporativismo a través de un regionalismo de ins- piración maurrasiana, impregnado ahora de espiri- tualismo individualista, que habría de llevar a una “Europa de las patrias” definida de modo bastante vago15 . Ambos tipos de federalismo —el clásico hamiltoniano y descentralizador-administrativo, y el “revolucionario”, que también tenía en cuenta los elementos de índole órganico-historicista a la hora de definir las unidades territoriales a federar— po- dían combinarse en aparente armonía apelando a las comunes bases teóricas de Proudhon. Y, asi- mismo, en alguna de sus manifestaciones el fe- deralismo integral abogaba por una federalización de Europa y del mundo cuya base constitutiva no fuesen necesariamente los Estados, sino las “re- giones” y las “patrias” naturales16 . El puente teórico entre el primigenio fede- ralismo internacionalista de la Société Proudhon y las concepciones europeístas de los movimien- tos etnonacionalistas, e incluso con la problemá- tica europea de las minorías nacionales, fue el núcleo “federalista disidente” del Foyer d’Études Fédéralistes, liderado por Eugène Poitevin desde 1919, que editó desde 1921 la modesta revista Le Fédéraliste. Este órgano se situaba en la fronte- ra de ciertos grupos sindicalistas revolucionarios (L’Homme réel, Révolution prolétarienne, Combat syndicaliste), y en sus páginas colaboraron fede- ralistas occitanos como Charles Camproux, Jean Lesaffre y François Jean-Desthieux, y nacionalis- tas bretones17 . Poitevin defendía en pri- mer lugar la reordenación territorial de Francia en sentido federal, con base en las nacionalidades existentes en su in- terior, que en un estadio posterior debía unirse a una Federación Europea en la que los derechos de las nacionalidades hallasen un reconocimiento satisfactorio. La SdN era considerada como el primer paso para esa fe- deración. Así, se conjugaba el wilsonismo nacio- nalitario pro-SdN que se había propagando entre varios movimientos nacionalistas de Europa Occi- dental durante la Guerra Mundial con los principios federalistas. En febrero de 1936, el Foyer d’Études Fédéralistes publicó un número de una efímera re- vista mensual titulada Les Patries de France18 . El federalismo era contemplado como una solución al problema de las nacionalidades a es- cala europea. Pero también implicaba una fórmula de autonomía territorial, aplicable a nacionalidades compactas, a diferencia de la fórmula de la auto- nomía cultural y el Estado anacional, propugnado como fórmula ideal por el movimiento nacionalitario centroeuropeo para áreas de poblamiento étnico mixto y entremezclado como Europa oriental. Fue el nacionalismo bretón el que más intentó profun- dizar en la dimensión internacionalista de su con- cepción federalista para el interior de Francia, lo que fue realizado no sin tensiones con los sectores más panceltistas dentro del movimiento bretón o Emsav. Desde principios de la década de 1920, el ór- gano principal del nacionalismo bretón, el semana- rio Breiz Atao, mostró un notable interés por situar la reivindicación bretona dentro de un universo de “naciones en lucha”, de modo semejante a como lo había hecho en Cataluña Antoni Rovira i Virgili o en Euskadi Luis de Eleizalde. Un primer objeto de atención fueron las estrategias políticas de los mo- vimientos nacionalistas triunfantes, desde la India hasta Letonia, además del papel preponderante atribuido a Irlanda19 . El interés por los movimien- tos nacionalistas exitosos se conjugaba con los intentos de establecer una relación y coordinación con otros movimientos nacionalistas de Europa Occidental, estimulados además por los contactos que ya existían entre Breiz Atao y el nacionalis- mo flamenco. En 1925 el arquitecto y brétonnant federalista Morvan Marchal (1900-1963) lanzó la 4~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
  • 5. 36 propuesta de constitución de un Comité Internacional de Minorías Nacionales que integrase a los movimientos flamenco, cor- so, escocés, galés y vasco, con el fin de formar una suerte de “internacional” de los oprimidos, «verdadero sindicato de las na- ciones pobres, de los pueblos sometidos, aniquilados»20 . Los argumentos de Marchal eran todavía confusos, y no incluían un acercamiento al paraguas protector de la SdN. El líder bretón de- finió su propuesta unos meses más tarde: el pro- grama de una entente de nacionalidades habría de ser el federalismo internacional, único sistema de organización política que instauraría una era de libertad y paz basada en el respeto a las naciona- lidades21 . La orientación federalizante del bretonis- mo se acentuó tras la incorporación en 1926 del músico y escritor Maurice Duhamel (1884-1940), quien provenía de la vertiente más izquierdista del movimiento bretón. Breiz Atao adoptó desde ju- nio de ese año en su cabecera el lema «la revista mensual del nacionalismo bretón y del federalismo internacional»22 . Los acontecimientos que tuvieron lugar en Alsacia en 1926 llevaron a los diferentes naciona- lismos minoritarios del Estado francés a buscar fórmulas más efectivas de coordinación común. La represión de las autoridades francesas contra los autonomistas, que instigaban la agitación popular contra las medidas de laicización del Gobierno de París, marcó el inicio de la aproximación entre los diferentes movimientos nacionalistas del Hexágo- no, acentuado tras el proceso contra varios dirigen- tes y militantes del Partido Autonomista de Alsacia y Lorena [Elsaß-Lothringisch Autonomisten Partei, ELAP] que tuvo lugar en Colmar en mayo de 1928. También tuvieron influencia algunos factores exter- nos. Los autonomistas alsacianos, pese a haber mostrado una disposición favorable a participar en el CNE, no fueron invitados a tomar parte en sus labores, ya que el Ministerio Alemán de Exteriores no deseaba complicaciones en sus relaciones con Francia, al igual que tampoco lo fueron los breto- nes, pese a asistir a los congresos de nacionali- dades de Ginebra como observadores23 . Existían además reticencias teóricas por parte del CNE a aceptar nacionalidades consideradas dudosas y todavía en proceso de consolidación, que debe- rían “evolucionar” en su proceso de concienciación social, política y cultural para ser admitidos en un futuro24 . Bretones y alsacianos tomaron entonces otra iniciativa. Tras el congreso del Parti Autono- miste Breton (PAB) en Rosporden en 1927, al que asistieron representantes alsacianos, flamencos, corsos, galeses y escoceses, tuvo lugar en sep- tiembre del mismo año la fundación en Quimper del Comité Central de las Minorías Nacionales de Francia [Comité Central des Minorités Nationales de France, CCMNF]. En él participaban el Partido Autonomista Corso [Partitu Corsu Autonomista, PCA], el PAB y el ELAP25 . En el acto estaban tam- bién representados los nacionalistas flamencos, así como Eugène Poitevin. Como expresaba el manifiesto fundacional del Comité, las ideas que lo inspiraban eran de pura raigambre occidental, a saber: la afirmación del federalismo como solución al problema nacional. La doctrina a la que recurre el CCMNF se basa en el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos y en el federalismo internacional. A los Estados modernos, basados en la fuerza [...] de- seamos contraponer una federación de los pue- blos, en la que cada nacionalidad podrá determinar su propio estatuto político y perseguir su desarrollo cultural según sus tradiciones y sus tendencias, pero cuya unidad económica será asegurada por la supresión de las aduanas y la práctica del libre El federalismo era contemplado como una solución al problema de las nacionalidades a escala europea. Pero también implicaba una fórmula de autonomía territorial, aplicable a nacionalidades compactas, a diferencia de la fórmula de la autonomía cultural y el Estado anacional, propugnado como fórmula ideal por el movimiento nacionalitario centroeuropeo para áreas de poblamiento étnico mixto y entremezclado como Europa oriental. GUREGAIAK 5~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
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  • 7. GUREGAIAK 38 comercio, pareciéndole esta concepción la única que puede dar a los pueblos los dos bienes esenciales: la libertad y la paz26 . El CCMNF comenzó a publicar un boletín de información y estableció una sede provisional que serviría de coordi- nación entre los tres movimientos nacio- nalistas signatarios del acuerdo fundacional. Ni occitanistas, ni los débiles grupos catalanistas y nacionalistas vascos de Francia se adhirieron al Comité, que estaba sostenido por el activismo in- telectual de los bretones y por los votos obtenidos por los autonomistas alsacianos en las elecciones legislativas de 1928. Con ocasión del proceso de Colmar, el Comité desarrolló una activa labor de propaganda que hizo recaer sobre él las sospe- chas de estar sostenido por el dinero de Berlín. Algunos indicios permiten suponer que una orga- nización revisionista que agrupaba los intereses de los “alemanes étnicos” ahora devenidos ciu- dadanos de otros Estados, la Deutscher Schutz- bund, se hallaría detrás de la iniciativa, a través fundamentalmente de las relaciones existentes entre los comités de exiliados alsacianos en Ale- mania del exiliado Robert Ernst y el movimiento autonomista en Alsacia27 . El CCMNF aspiraba a convertirse en el interlocutor del movimiento de las nacionalidades centroeuropeas, y ya en 1928 delegó a Duhamel y al diputado autonomista alsa- ciano Dahlet al IV Congreso de Minorías Nacio- nales de Ginebra, siendo acogidos en calidad de observadores. Pero su ingreso continuó denegán- dose, pese al interés de los círculos intelectuales alemanes interesados en la cuestión de las nacio- nalidades por el nacionalismo bretón y por Alsa- cia, considerada una parte más de la germanidad irredenta28 . Tampoco los nacionalistas flamencos y valones fueron aceptados en 1930 como inte- grantes del CNE29 . El frecuente interés intelectual y etnográfico por los movimientos nacionalistas flamenco, bretón o escocés por parte de los cír- culos revisionistas alemanes no se traducía en reconocimiento político30 . El PAB, bajo la dirección de Duhamel, reafir- maba con su impulso del CCMNF su opción por una reordenación del continente europeo con base en la federación de las patrias naturales, desde una perspectiva igualitaria y democrática.Así se afirma- ba en la Declaración de Châteaulin, aprobada por el II Congreso del PAB en agosto de 1928: “Creemos que Europa está destinada a constituir, más tarde o más temprano, una unidad económica [...] Pero estimamos [...] que ésta no se hará por los grandes Estados, cuyo papel histórico habrá acabado, sino por las nacionalidades de las que aquéllos se componen agrupadas según sus afinidades étnicas, lingüísticas y culturales. En ese momento, las verdaderas comunidades nacionales podrán recuperar una independencia que sola- mente limitarán las necesidades de la federación, y pensamos que Bretaña será una de las células de ese nuevo organismo”31 . Semejantes concepciones anidaban en el partido nacionalista corso fundado en 1922 (Par- titu Corsu d’Azione, después Partitu Corsu Auto- nomista, PCA), que en 1932 se hacía eco, en un manifiesto difundido en la prensa de Córcega, de su posición a favor de una aplicación progresiva del federalismo, «para defender la reorganización de Europa mediante la federación de las naciones y no de los Estados»32 . Duhamel expuso de manera pormenorizada sus teorías internacionalistas en su libro La cues- tión bretona en su contexto europeo, publicado en 1929. En él reafirmaba su bretonismo autonomista y federalista, pero diferenciaba claramente los con- ceptos “descentralización” y “regionalismo”, con- siderando el segundo como el reconocimiento de los derechos de las minorías nacionales dentro de un Estado a ver reconocida su especifidad cultural. Propugnaba para Bretaña una autonomía política y administrativa comparable a la de los cantones suizos. Duhamel usaba el término “minoría nacio- nal” como equivalente a nacionalidad, refiriéndose claramente a las definiciones de los Tratados de Minorías. Pero llevaba su reivindicación más lejos. Para el bretón, la Europa de posguerra asistía a dos fenómenos paralelos: por un lado, la aparición de organizaciones internacionales que condiciona- ban las relaciones entre Estados, y por otro lado un «despertar de las nacionalidades» que proclamaba el principio de autodeterminación de los pueblos. Las reivindicaciones de las nacionalidades debían adaptarse a la corriente internacionalista, cuyo es- píritu más puro habían sido las declaraciones del presidente norteamericano Wilson años atrás. La SdN era una “adulteración” de los principios wil- sonianos, al igual que los Tratados de Versalles; pero era la institución de la que tendría que surgir la futura federación europea, a partir de una cesión GUREGAIAK 7~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
  • 8. 39 previa de soberanía interior por parte de los Esta- dos integrantes. Así se conciliarían los derechos de los pueblos con la internacionalización de la vida económica y social: “Primera etapa, pues, el federalismo interior, al estilo suizo o alemán. Y cuando los últimos Esta- dos unitarios de hoy se habrán plegado al régimen federal, cuando la autonomía les habrá privado de toda veleidad, de toda posibilidad de imperialismo, entonces será realizable el federalismo internacio- nal, al estilo americano. [...] ¿En qué se convertirán los Estados en la Federación Europea? Si en algún modo permane- cen en pié, persistirán bajo la forma debilitada e inofensiva que las circunstancias les habrán impuesto [...] Se pue- de creer que la Europa federal despedazará parcialmente los Estados actuales; pero según los límites, esta vez lógicos, de las verdaderas comunidades na- cionales”33 . La posición federalista a ultranza de Duhamel fue motivo de fricción con el “ala dura” del PAB, encabezada por Olier Mor- drel (1901-1985). Esta tenden- cia, defensora de un naciona- lismo integral orientado hacia el panceltismo, predicaba, al igual que el Sinn Féin irlandés, la ne- cesidad de la violencia para “despertar” la Bretaña de su letargo. Ya en el Congreso extarordinario de Rennes (abril 1931), ambas visiones se confronta- ron, agravadas por el fracaso electoral de 1930. Al poco tiempo, en el congreso de Guingamp (agos- to de 1931) se produjo la ruptura definitiva. Por un lado surgió el Parti National Breton de Mordrel (PNB), partidario de un nacionalismo integral y neutro en la cuestión social, pero con ribetes cada vez más autoritarios, y asimismo inclinado hacia la acción de minorías decididas a la irlandesa. Y por otro lado se reagrupó la fracción “federalista” de Duhamel, inclinada hacia la izquierda, con el nombre de Ligue Fédéraliste de Bretagne [LFB], que tuvo una breve vida organizativa34 . El CCMNF entró en una fase de inactividad hasta 1932, cuando la LFB lanzó un llamamiento a reanimar la coordinación con otras nacionalidades de Francia, respon- diendo esta vez los federalistas occi- tanos y el PCA35 . Pero esta resurrec- ción fue efímera, debido a la debilidad organizativa de la LFB, y a que los autonomistas alsacianos, el verdadero motor organizativo de la alianza, ya mostraban escaso interés en ella y dirigían sus ojos hacia la nueva Alemania. El federalismo europeísta de Duhamel tuvo continuadores en la década de 1930, sobre todo, por los núcleos occitanistas de izquierda que eran activos en Marsella, Toulouse y Montpellier bajo el influjo de la izquierda cata- lanista36 . Entretanto, fue particular- mente la revista editada por Poi- tevin Le Fédéraliste la que man- tuvo la bandera del federalismo nacionalitario. El compromiso federal, progresista y pro-nacio- nalitario de Poitevin era patente en su tejido de relaciones políti- cas, que abarcaba desde la LFB hasta los catalanistas de izquier- da, pasando por los núcleos oc- citanistas y los europeístas de L’Esprit. La posición más original de Poitevin, sin embargo, era su sindicalismo de pura raíz proud- honiana, que él concebía como complemento ideal del federalis- mo basado en unidades étnicas: «Toda la economía a los sindicatos, toda la admi- nistración social a los municipios»37 . Esas concep- ciones estaban teñidas igualmente de corporativis- mo, como rezaban los estatutos de la asociación L’Ordre Nouveau: antiimperialismo, federalismo que «no separa a la región, por lo tanto, de la ac- tividad corporativa», y defensa de la corporación, «a la vez una institución descentralizadora, por lo tanto antiestatista, y un medio de reglamentar la producción teniendo en cuenta la naturaleza mis- ma del trabajo y las necesidades de consumo»38 . Esa defensa del sindicalismo-corporativis- mo, combinado con un cierto carácter vanguardis- ta, llevaba a Poitevin a mantener relaciones vario- pintas: desde el movimiento anarquizante italiano Giustizia e Libertà, hasta el intelectual pancatala- nista J. V. Foix. No por ello cayó Le Fédéraliste en El federalismo europeísta de Duhamel tuvo continuadores en la década de 1930, sobre todo, por los núcleos occitanistas de izquierda que eran activos en Marsella, Toulouse y Montpellier bajo el influjo de la izquierda catalanista. 8~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
  • 9. GUREGAIAK 40 una deriva fascista. Poitevin era beligerante con el PNB, con los nacionalistas fla- mencos profascistas o con los autonomistas corsos que simpatizaban con la Italia fascista. Para Le Fédéraliste, sólo una Europa federalizada podría consagrar el respeto a las nacionali- dades y a su especificidad cultural, y a la vez superar la amenaza totalita- ria que se cernía sobre el continen- te39 . A las concepciones de etnicismo jerárquico, caras a los sectores de la derecha völkisch alemana, que aspiraban a reordenar el Continente con base en fronteras étnicas obje- tivas, los federalistas contraponían el ejemplo del acercamiento entre catalanistas y occitanistas, quienes aspiraban a crear una suerte de fe- deración interregional por encima de las divisiones entre Estados40 . El contacto en- tre las concepciones proudhonianas y los criterios orgánico-historicistas de definición de las patrias naturales se puso de manifiesto con ocasión de la encuesta llevada a cabo entre representantes de diversas minorías nacionales francesas sobre los principios fundadores de la futura federación, y la combinación de criterios administrativos y políticos que la fundamentarían41 . El elenco de respuestas comprendía desde los autonomistas alsacianos, bretones y de Iparralde hasta los grupos federa- listas y sindicalistas de París XXème siècle, Front National Syndicaliste, Esprit, L’Ordre Nouveau, L’Homme Réel, el grupo Prélude de Hubet Lagar- delle, y Le Combat Syndicaliste. El difícil equilibrio que algunos de esos grupos neo-proudhonianos mantenía con el fascismo (sobre todo, el grupo de Prélude), no obstaba para que Le Fédéraliste se mantuviese fiel a los principios democráticos del federalismo y se opusiese al auge de las potencias fascistas, así como a la Action Française42 . Para los parisinos no habría gran diferencia entre Europa oriental y occidental. Como conse- cuencia lógica del principio de las nacionalidades, cada nación o grupo étnico compacto debía alcan- zar una autonomía territorial combinada con la fede- ración a nivel estatal y europeo. La cuestión de las minorías nacionales en Europa Oriental no se con- templaba como un fenómeno distinto que requería soluciones específicas, sino que se asimilaban automática- mente ambas realidades mediante el uso de una terminología común. Uno de los escritos más reivindicativos del nacionalismo occitano de los años treinta lleva por título Occitania, mi- noría francesa43 , y denunciaba que el Estado francés se hubiese compro- metido a garantizar en los Tratados de Versalles derechos culturales y lingüísticos que no respetaba en su territorio. Igualmente, un reconocido jurista especializado en la formula- ción del principio de las nacionalida- des y en el análisis de los derechos de las minorías nacionales tras 1918, Louis E. Le Fur (1870-1943), argüía en 1937 que el Estado francés esta- ba obligado a reconocer esos mismos derechos a Bretaña: “Si, tras la Gran Guerra, se ha considerado indispensable reconocer derechos especiales a las minorías nacionales de todos los nuevos Estados... Este sentimiento de una justicia y equidad elemen- tales, ¿no exige a los Estados que han impuesto esta exigencia a otros que también la reconozcan dentro de sus territorios?”44 Los principios de la SdN y de los Trata- dos de Minorías eran mecánicamente repetidos por los nacionalistas corsos, por ejemplo, como arma dialéctica, al igual que por el CCMNF había manifestado en 1930 como respuesta al Memo- rándum Briand de unión europea45 . Por el con- trario, desde otros movimientos nacionalistas se señalaban precisamente las diferencias en- tre las minorías nacionales de Europa del Este y las nacionalidades de la mitad occidental del continente. Por ejemplo, el intelectual naciona- lista flamenco G. Schamelhout advertía en sus escritos sobre las diferencias que existían entre las nacionalidades “homogéneas” de Europa occidental y las dispersas de Europa Centro- oriental46 . El movimiento nacionalista galés, a la inversa, mostró un interés mucho menor por la cuestión de las minorías étnicas en Centroeuro- pa, aunque sí desarrolló de forma temprana una fuerte orientación internacionalista, también ba- “Si, tras la Gran Guerra, se ha considerado indispensable reconocer derechos especiales a las minorías nacionales de todos los nuevos Estados… Este sentimiento de una justicia y equidad elementales, ¿no exige a los Estados que han impuesto esta exigencia a otros que también la reconozcan dentro de sus territorios?” GUREGAIAK 9~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
  • 10. 41 sada en la prédica del federalismo internacional y de las virtudes del modelo asociativo flexible del Imperio británico, donde Gales podría optar a un status similar al de Canadá o Nueva Zelan- da47 . A la inversa, en las publicaciones de la de- recha völkisch alemana, y particularmente entre los círculos interesados en la internacionaliza- ción de la cuestión de las minorías nacionales, las reivindicaciones flamenca o galesa mostra- ban cómo en Europa occidental también existían problemas de minorías análogos a los de Tran- silvania o Polonia48 . El europeísmo nacionalitario y profascista de Peuples et Frontières (1936-39) Los sectores fascistizantes del nacionalismo bretón intentaron transformar el CCMNF en un po- sible embrión de un Congreso de Nacionalidades Occidentales desde 1937. Como órgano de pro- yección “europea” del CCMNF apareció primero en junio de 1936 (como Bulletin des Minorités Natio- nales) y en formato más generoso a partir de enero de 1937 la revista Peuples et Frontières, alentada por el PNB pro-nazi de Olier Mordrel y Marcel De- bauvais, y que probablemente contaba con subsi- dios procedentes de Alemania49 . Aspiraba a con- vertirse en un remedo de la revista de la Unión de Minorías Alemanas publicado en Viena Nation und Staat, pero centrada en el ámbito específico de Eu- ropa Occidental. A problemas diferentes, argumen- taba la revista, correspondían soluciones distintas: “Nunca hemos aceptado sin grandes reser- vas la expresión minoría nacional, cuyo aspecto esencialmente jurídico, además, estaba totalmente carente de dinamismo, porque, si bien esa defini- ción se justifica para los alemanes de los países bálticos, o los sajones de Transilvania, disemina- dos entre poblaciones extranjeras, no conviene al pueblo bretón, al pueblo flamenco o al pueblo vas- co, que forman verdaderas naciones, susceptibles de constituir Estados independientes”. Por ello, una iniciativa pan-nacio- nalitaria en Occidente debía adquirir una dirección propia y autónoma, ya que «la existencia de esos pueblos no plantea, por otro lado, los complejos problemas que surgen cuando se estudian cues- tiones semejantes en Europa central y oriental. En Occidente, las fronteras étnicas y lin- güísticas son, las más de las veces, muy netas»: por esa razón, una futura reordenación europea en Occidente habría de basarse simplemente en el principio de autodeterminación de los pueblos50 . La orientación antimarxista y peligrosa- mente “neutra” en lo político del nuevo órgano, sin embargo, no ocultaba su alineación con los fascismos europeos. También mantuvo una es- trecha relación con el movimiento irredentista de las minorías magiares impulsado por el Go- bierno de Budapest, y en especial con el Bureau Central des Minorités fundado por el político ma- giar de Transilvania exiliado Gustave de Köver, cuyo órgano ginebrino reproducía a menudo, al menos desde 1934, artículos de nacionalistas bretones y flamencos51 . En cambio, su relación con el CNE fue mucho más distante, en parte porque esta organización se negaba a aceptar un protagonismo excesivo de los nacionalismos de Europa Occidental, aparte del catalán. A fi- nales de los años treinta se registraron en las páginas de la revista bretona duras críticas al CNE, «una asamblea de técnicos, discutiendo en lo abstracto», que parecería «más un con- greso de arqueología que una asamblea real de los pueblos minoritarios»52 . Peuples et Frontières incluía reportajes de casi todas las nacionalidades de Europa occi- dental, desde los frisones a los corsos, pasando por los escoceses y los vascos, así como de las minorías nacionales del Este. Pero sus malaba- rismos conceptuales eran equívocos. Una de las secciones era denominada Groot-Nederland, los “Grandes Países Bajos” que englobarían a todas …En Occidente, las fronteras étnicas y lingüísticas son, las más de las veces, muy netas»: por esa razón, una futura reordenación europea en Occidente habría de basarse simplemente en el principio de autodeterminación de los pueblos. 10~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
  • 11. GUREGAIAK 42 las tierras de habla neer- landesa y reflejaba la visión de un sector del movimien- to flamenco que aspiraba a una confederación o unión con los Países Bajos. Igual- mente, prestaba una gran atención al clerical y derechista na- cionalismo eslovaco de Jozef Hlinka. La revista jugaba igualmente con la idea del paneuropeismo federalis- ta, pero al contrario que Duhamel o Poitevin no lo consideraba como la única solución al problema de las na- cionalidades. Por ejemplo, reaccionó con ambigüedad frente a una iniciati- va de los nacionalistas occitanos en 1938 para formar una nueva alianza federalista de nacionalismos perifé- ricos en Francia. Pero se mostraba de acuerdo con una unión de esfuer- zos que «permitirá sin ninguna duda llegar a ciertas soluciones, al menos en lo que concierne a la defensa de los derechos culturales de cada una de las nacionalidades de Francia»53 . La fragilidad de los principios democráti- cos de Peuples et Frontières se puso en eviden- cia en su aprobación del Anschluß de Austria por el III Reich en marzo de 1938, y de la partición de Checoslovaquia por parte de Alemania tras el Acuerdo de Munich de septiembre del mismo año. Justificaba así la anexión de los Sudetes por el III Reich desde el punto de vista nacionalista, por tratarse de una aplicación pura y simple del principio de las nacionalidades. Sin mencionar el tipo de régimen imperante en Alemania, criticaba a las democracias occidentales por su olvido de los derechos de las nacionalidades en su “su- puesta” defensa de los derechos del hombre54 . Peuples et Frontières sólo asumió una ardiente defensa de los nacionalistas vascos contra los «generales españoles» tras julio de 1936, con- traviniendo en ello la orientación profascista de la revista55 . Sin embargo, su posición ante el ca- talanismo, predominantemente izquierdista, era mucho más esquiva. La anexión de los Sudetes por la Alemania de Hitler fue interpretada por los “internacionalistas” bretones como un primer sig- no de lo que había de ser una futura Europa de los pueblos libres y étnicamente ho- mogéneos. E, igualmente, se oponía a considerar que los movimientos nacionalistas de países colonizados de Asia y Africa, atrasados y faltos aún de un estadio de civilización pu- diesen ser equiparables a los nacio- nalismos europeos56 . La “movilización antimilitaris- ta” que Peuples et Frontières promo- vió desde finales de 1938 entre las nacionalidades de Europa Occiden- tal, defendiendo una posición neu- tralista a ultranza, abonó aún más las sospechas de que los intereses del III Reich estuviesen detrás del órgano nacionalitario57 . Predicaba así la neutralidad del nacionalismo flamenco ante las reivindicaciones alemanas sobre Eupen-Malmedy, la campaña neutralista a ultranza que en aquel momento propugnaba el Partido Nacional Escocés [Scottish National Par- ty], o las declaraciones también favorables a la neutralidad del presidente irlandés Eamon De Va- lera en 193958 . Peuples et Frontières se consolidó a fines de 1938 como el órgano internacionalista y de vínculo e información entre varios movimientos nacionalistas de Europa Occidental, muchos de ellos ya bajo la sombra del fascismo —como el Vlaamsch National Verbond flamenco—, así como había establecido una relación estable con la red de publicaciones consagradas a las minorías nacionales del Este de Europa. No obstante, su relación con ellas no estaba exenta de contradic- ciones. Olier Mordrel clasificaba las nacionalida- des europeas en varias categorías, y llegaba a la conclusión de que los problemas de las “minorías nacionales” y de las “nacionalidades minoritarias” no eran los mismos, y que además los objetivos políticos inmediatos y la fuerza de los diversos movimientos nacionalistas de las últimas (entre las que incluía a eslovacos o ucranios) imponían una solución general que no pasase por la auto- nomía cultural, sino por una «revolución en las instituciones políticas de Europa» que entrañase «una nueva concepción de las relaciones entre el Estado y la nacionalidad, por un lado; entre el Como es sabido, el desarrollo de la política de ocupación nazi en Europa durante la II Guerra Mundial despejó esas ilusiones, pues su propio concepto de un Nuevo Orden europeo dejaba poco o ningún espacio a un concepto alternativo de la Europa de los Pueblos. GUREGAIAK 11~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
  • 12. 43 Estado y la vida económica, por otro; y, finalmen- te, entre la nacionalidad y el individuo»59 . Quizás la mejor expresión de esa crisis la constituía el hecho de que, en abril de 1939, Peuples et Fron- tières todavía justificase la invasión de Checos- lovaquia por las tropas alemanas y la partición de su territorio en nombre de los derechos de los pueblos, y esperase que el III Reich fuese a res- petar la autonomía de Bohemia, dando un ejem- plo a las “hipócritas” potencias occidentales que no hacían lo propio en sus territorios60 . Como es sabido, el desarrollo de la política de ocupación nazi en Europa durante la II Guerra Mundial despejó esas ilusiones, pues su propio concepto de un Nuevo Orden europeo dejaba poco o ningún espacio a un concepto alternativo de la Europa de los Pueblos. Éste resurgiría desde la década de 1950 y 1960, asociado a sus raíces primigenias, de naturaleza federalista y democrática. 1. Vid. X. M. Núñez Seixas, Entre Ginebra y Berlín. La cuestión de las minorías nacionales y la política internacional en Europa, 1914-1939, Madrid: Akal, 2001, e id., Internacionalitzant el nacionalisme. El catalanisme polític i la qüestió de les minories nacionals a Europa, 1914-1936, Catarroja/València: Afers / PUV, 2010. 2. Por ejemplo, D. Gerdes, Regionalis- mus als soziale Bewegung: Westeuropa, Frankreich, Korsika, Frankfurt a.M./New York: Campus, 1985, pp. 114-18, y M. Schulz, Regionalismus und die Gestal- tung Europas, Hamburgo: Kraemer, 1993, pp. 103-08. 3. Vid. R. Cunsolo, Italian Nationalism: From its Origins to World War II, Malabar: Ro- bert E. Krieger, 1990, pp. 18-19 y 58-60. Una buena plasmación de ese internacio- nalismo mazziniano fue la participación de voluntarios serbios, albaneses, rutenos, húngaros y polacos en la expedición de Garibaldi a la conquista del Sur de Italia en 1860. 4. Vid. entre otros X. Estévez, De la Tri- ple Alianza al Pacto de San Sebastián, 1923-1930, Donostia: Mundaiz, 1991; id., Galeuzca: La rebelión de la periferia (1923-1998), Madrid: Entimema, 2009, y J. L. de la Granja, El siglo de Euskadi. El nacionalismo vasco en la España en el siglo XX, Madrid: Tecnos, 2003, pp. 77-106. 5. Un interesante análisis de estos ambien- tes de exiliados nacionalistas para el caso de Viena en S. Troebst, «Wien als Zentrum der mazedonischen Emigration in den Zwanziger Jahren», Mitteilungen des bulgarischen Forschungsinstituts in Österreich, II:2 (1979), 68-86. 6. Vid.M.Ledeen,TheFirstDuce.D´Annunzio at Fiume, Baltimore/Londres: Johns Hop- kins UP, 1977, pp. 176-86, y L. Kochnitjky, La Quinta Stagione o i Centauri di Fiume, Bolonia: Zanichelli, 1922, pp. 141-68. El proyecto tuvo vigencia durante algunos meses, contando con la colaboración de los nacionalistas egipcios, irlandeses e incluso dálmatas. También mantenía con- tactos con exiliados húngaros, croatas, albaneses, flamencos y turcos. 7. Vid. el clásico B. Voyenne, Histoire de l’idée fédéraliste. Vol.II. Le fédéralisme de P.J. Proudhon, Niza: Presses d’Europe, 1975. 8. M. Howard, «Ideology and International Relations», Review of International Stu- dies, 15 (1989), pp. 1-10. 9. Vid. T. Flory, Le mouvement régionalis- te français. Sources et développements, París: PUF, 1966, pp. 27-28, y J. Wrig- ht, The Regionalist Movement in France 1890-1914: Jean Charles-Brun and Fren- ch Political Thought, Oxford / Nueva York: Oxford UP, 2003. 10. Vid. C. Pegg, Evolution of the European Idea, 1919-1932, Chapel Hill: Univ. of California Press, 1983, p. 12. 11. Ch. Le Goffic, prólogo a F. Jean-Des- thieux, L´évolution régionaliste. Du Féli- brige au fédéralisme, París: Ed. Bossard, 1918. 12. J.-Y. Guiomar, Rélations entre les mouve- ments autonomistes, régionalistes et fé- déralistes et les partis de la gauche française, 1919-1939, Tesis de licencia- tura, Université de Paris I, 1968, p. 147. 13. Vid. R. Sparwasser, Zentralismus, De- zentralisation, Regionalismus und Föderalismus in Frankreich. Eine insti- tutionen-, theorien- und ideengeschi- chtliche Darstellung, Berlín: Duncker Humblot, 1986, pp. 119-69. 14. Vid. p.ej. A. Marc y R. Dupuis, «Le fédé- ralisme révolutionnaire», L’Esprit, 2, no- viembre 1932. Cf. de los mismos autores Jeune Europe, París: Plon, 1933. 15. Sparwasser, Zentralismus, pp. 119-20; E. González Calleja, «Los intelectuales filofascistas y la “Defensa de Occidente” (Un ejemplo de la “crisis de la conciencia europea” en Italia, Francia y España durante el período de entreguerras)», Revista de Estudios Políticos, 81 (1993), pp. 129-74 (sobre todo, pp. 151-57). 16. Vid. por ejemplo el volumen L’ Europe fédéraliste. Aspirations et réalités, París: Marcel Giard, 1927, con contribuciones del federalista Eugène Poitevin, Charles Brun, el antiguo primer ministro italiano y exiliado en Suiza Francesco Nitti, Jean Hennessy, el nacionalista occitano Jean Bonnafous, el flamenco Van der Ghinst, etc. 17. Guiomar, Rélations, p. 171. Entre sus animadores figuraban también M. Pe- guy, el bretón R. Audic, el occitano J. Roumanes y el vasco continental Eugè- ne Goyheneche. 18. Vid. J. C. Larronde, El movimiento es- kualerrista (1932-1937), Bilbao: Funda- ción Sabino Arana, 1994, 188-89. 19. Vid. por ejemplo J. La Bénelais, «Le Réveil tunisien», [B]reiz [A]tao, 31, julio 1921; «Le Réveil et le Triomphe de la nation lettone», BA, 37, 15.1.1922. 20. M. Marchal, «Pour une politique inter- nationale des minorités», BA, 75, marzo 1925, pp. 536-37. 21. M. Marchal, «La paix», BA, 78, junio 1925, pp. 572-73. 22. A. Déniel, Le mouvement breton, 1919- 1945, París: Maspero, 1976, p. 75; M. Nicolas, Histoire de la révendication bre- tonne, Spézet: Coop Breizh, 2007. 23. Vid. por ejemplo el informe del cónsul alemán sobre el IV Congreso de Nacio- nalidades Europeas, Ginebra, 1.9.1928 ([P]olitisches [A]rchiv des [A]uswärtigen [A]mtes, Berlín, R.60469). NOTAS 12~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.
  • 13. GUREGAIAK 44 24. Vid. O.Junghann, Die nationale Minderheit, Berlín: Zentralverlag Gmbh, 1931, 47-48, y la carta del presidente del CNE, Josip Vilfan, a un nacionalista bretón no identi- ficado, Trieste, 29.10.1927 ([B]un- desarchiv [K]oblenz – [A]rchivo [J] osip [V]ilfan). 25. Vid. O. Mordrel, Breiz Atao ou histoire et actualité du nationalisme breton, París: A. Moreau, 1973, p. 129; M. Duhamel, Le Fédéralisme international et le réveil des nationalités. Suivi d’un extrait des Statuts du Comité Central des Minorités Nationales de France, Rennes: Éditions du P.A.B., 1928. 26. Manifeste du C.C.M.N.F., citado por Dé- niel, Mouvement breton, p. 92. 27. L. Kettenacker, Nationalsozialistische Volkstumspolitik in Elsaß, Stuttgart: Deutsche Verlags-Anstalt, 1973, p. 25; Déniel, Mouvement breton, pp. 94-95; H. Rothenberger, Die Elsass-lothringis- che Heimat- und Autonomiebe- we- gung zwischen den beiden Weltkriegen, Franfkurt a. M.: Peter Lang, 1976. 28. Carta de E. Ammende a J. Vilfan, Viena, 9.2.1929 (BK-AJV). 29. Informe del cónsul alemán, Ginebra, 10.9.1930 (PAAA R.60528). 30. Vid. por ejemplo M. H. Boehm, Euro- pa Irredenta. Eine Einführung in das Nationalitatenproblem der Ge- genwart, Berlín, R. Hobbing, 1923; K. Trampler y K. Haushofer (eds.), Deutschlands Weg an der Zeitenwende, Munich, H. Hugendubel Verlag, 1931, pp. 236-37, donde se sitúan en un mapa geopolítico las diferentes minorías nacionales de Europa, incluyendo también a bretones, catalanes, vascos y gallegos. Igualmen- te, vid. K. Trampler (ed.), Die Krise des Nationalstaates, Munich, Verlag Hirth, 1931. Este autor consideraba que la superación de los problemas naciona- les de Europa sería posible únicamente mediante una combinación, un tanto in- definida, de «autonomía cultural» y fede- ralismo, llegando así a una «Federación Cultural Europea». 31. Citado por Déniel, Mouvement breton, p. 81. 32. Vid. H. Yvia-Croce, Vingt années de cor- sisme (1920-1939). Chronique corse de l’entre-deux-guerres, Ajaccio: Ed. Myr- nos et Mediterranée, 1979, p. 302. Sobre el desarrollo del nacionalismo corso en este período, vid. F. Pomponi, «Le ré- gionalisme en Corse dans l’entre-deux- guerres (1919-1939)», en C. Gras y C. Livet (eds.), Régions et régionalisme en France, du XVIIIème siècle à nos jours, París: PUF, 1977, 393-415, y A. Leca, «“A Muvra” ou le procès de la France par les autonomistes corses (1920-1939)», en VV.AA., L’Europe entre deux tempé- raments politiques: idéal d’unité et parti- cularismes régionaux, Aix-en-Provence: Presses Univ. d’Aix-Marseille, 1994, pp. 525-44. 33. M. Duhamel, La Question Bretonne dans son cadre européen, Quimper: Ed. Natu- re et Bretagne, 1978 [1929], pp. 150-51. 34. J. Saint-Pierre, «Breiz Atao, le second mouvement breton. De l’autonomisme à la collaboration (1919-1945)», en VV.AA., L’Europe entre deux tempéraments, pp. 511-23. 35. Yvia-Croce, Vingt années, pp. 340-41. 36. Guiomar, Rélations, pp. 45-60. Entre ellos destacaba el grupo marsellés de L’Araire, y su sucesor en 1935, el peque- ño Parti Fédéraliste Provençal. 37. «9 mars 1934»,[L]e [F]édéraliste, 1 (18), 1934. 38. LF, 4 (27), 1933, pp. 11-13. 39. Vid. E. Berth, «Totalitarisme ou Fédéra- lisme», LF, 2 (41), 1937, y 3 (42), 1937. Igualmente, criticaría las propuestas de Jean-Desthieux en 1937, relativas a una «federación de pueblos mediterráneos», por considerar que detrás de esa idea se hallaba la sombra peligrosa de las pro- puestas anteriores de Charles Maurras (LF, 2 (37), 1936). 40. Vid. p. ej. LF, 1 (28), 1934. Poitevin man- tuvo un estrecho contacto con los foyers occitanistas y las revistas de tendencia pancatalanista en contacto con la Oficina de Relacions Meridionals de la Generali- tat de Catalunya. 41. «Province et Révolution. Enquête», LF, 2 (29), 1934. 42.. «Rapprochements», LF, 2 (25), Abril- junio 1933. 43. M. Larrieres, L’Occitanie, minorité française, Narbona: Occitania ed., 1933. 44. L. Le Fur, Les Droits et les Devoirs de la France vis-à-vis de la Bretagne, s.l.: Ed. par le Bleun Brug, 1937, p. 3. 45. Yvia-Croce, Vingt années, pp. 328-32. 46. Schulz, Regionalismus, pp. 117-19; G. Schamelhout, «De Staatenbond en de ethnische minderheden», en id., Eth- nische vraagstukken en verzamelde toespraken, Amberes: Schamelhout-Hul- decomité, 1939, p. 36. 47. Vid. K. Diekmann, Die nationalistische Bewegung in Wales, Paderborn: Schö- ningh, 1998, p. 249; H. Davies, The Welsh Nationalist Party, 1925-1945: A Call to Nationhood, Cardiff: University of Wales Press, 1983, pp. 106-08, y R. Wyn-Jones, “From Utopia to Reality: Plaid Cymru and Europe”, Nations and Nationalism, 15:1 (2009), pp. 129-47. 48. Vid. ejemplos en Núñez Seixas, Entre Ginebra, pp. 270-71; H. Fiebiger, “Ent- wicklung und gegenwärtiger Stand der Sprachenfrage in Wales”, en O. Jung- hann y M.-H. Boehm (eds.), Ethnopoli- tischer Almanach. Ein Führer durch die europäische Nationalitätenbewegung, Viena / Leipzig: Braumüller, 1931, pp. 62-67. 49. Mordrel, Breiz Atao,p. 208, y Larronde, Movimiento eskualerrista, 189-90. La fi- nanciación del Gobierno alemán llegaría a través de la organización científico- arqueológica Ahnenerbe de las SS (G. Héraud, Contre les États, les régions d’Europe, Niza: Presses d’Europe, 1973 , p. 101). Algunos integrantes de Ahne- nerbe (como Friedrich Hielschers) predi- caban la vuelta a los auténticos “grupos étnicos” definidos por la Historia, con el fin de articular una nueva Europa sobre las ruinas de los Estados nacionales (vid. M. H. Kater, Das “Ahnenerbe” der SS 1935-1945. Ein Beitrag zur Kultur- politik des Dritten Reiches, Stuttgart: Deutsche Verlags-Anstalt, 1974). Sobre la orientación pro-nazi del PNB en los años treinta, vid. L. Quéré, Jeux interdits à la frontière, París: Anthropos, 1978, 323-25, y B. Frelaut, Les nationalistes bretons de 1939 à 1945, s.l.: Ed. Beltan, 1985. 50. Y.Douget,«Notreprogramme»,[P]euples et [F]rontières, n.1, 1.1.1937, 1-2. 51. Vid. por ejemplo «Minorités en France», Minorité-La Voix des Peuples, Mai-Juin 1935. 52. G. Kerberiu, «Pour une action commune des minorités», PF, abril 1938 (reprodu- cido en Minorité-La Voix des Peuples, V:4, 15.5.1938, pp. 247-52). 53. «Pour un rassemblement des mouve- ments minoritaires de France», PF, 10, 15.3.1938, p. 259. 54. Ed., «Fin d’année», PF, n.19, 15.12.1938. 55. S. Rojo Hernández, “Prensa bretona y nacionalismo vasco durante la Guerra Civil: La revista Peuples et Frontières”, Sancho el Sabio, 18 (2003), pp. 89-104. 56. PF, 7, 1.12.1937. 57. «Les faux apôtres de la démocratie et la liberté», PF, 16, 15.9.1938, pp. 405-06. 58. PF, 20, 15.1.1939. 59. O.M., «Essai d’un classement des mi- norités», PF, 10, 15.3.1938. Más equí- voco se presentaba en las páginas del suplemento en inglés, donde manejaba con gran confusión el término “minoría nacional”: vid. C. R. Malley, «What are West-European Minorities?», PF, 20, 15.1.1939. 60. J. Cam, «Du pire peut parfois sortir le meilleur», PF, 23, 15.4.1939. 13~13. Sobre la idea de la Europa de los pueblos en el periodo de entreguerras (1918-1939). Xosé M. Núñez Seixas.