1. FAMILIA SOMOS TODOS
Carta abierta a los Obispos en preparación al Sínodo de la Familia.
Buenos Aires, febrero de 2015
Queridos Obispos:
¡Paz y bien!
Les escribo como hijo, más que como hermano. En pocos días comienza la Cuaresma, tiempo de
reflexión, meditación y preparación para la Resurrección. Me atrevo a trazar estas líneas, con
mucho respeto y preocupación, sabiendo que son como el sonido de un pequeño grillo en medio
de una noche donde resuenan infinidad de sonidos ensordecedores. Acéptenlas como “quien
balbucea desde afuera” en medio de tantos teólogos y pastoralistas que opinan desde “un lugar
de comunión”.
Se aproximan cada vez más oportunidades para que, como Iglesia, se analicen y amplíen algunas
concepciones acerca de la familia. Este año 2015, muchas reuniones eclesiales en diversas diócesis
están poniendo el foco en este trascendental y crucial tema. No es para menos, se aproxima el
Sínodo General de la Familia, en el mes de octubre. ¡Qué hermosa ocasión para rejuvenecer y
restaurar la visión de familia! Para encaminar y encauzar esas energías positivas que se esfuerzan
intentando comprender las nuevas y amplias posibilidades de convivencia humana.
Me animo a transmitirles algunas inquietudes comunes, fruto de conversaciones entre sacerdotes,
pastores, comunidades, creyentes de diversos credos, y pares que compartimos e intercambiamos
visiones. En consonancia con estas confidencias, pero sin pretender arrogarme la
representatividad de todos ellos, reflejo algunas impresiones que son las que más se repiten:
En primer lugar, ponderamos muy valioso el camino de diálogo en el Sínodo donde se respetan las
opiniones de todas y cada una de las diócesis, donde se aceptan y escuchan las voces diferentes.
No se dejen amedrentar por aquellos que desde afuera ven el Sínodo como una serie de peleas
internas para ver quiénes tienen más poder, si los “liberales y progresistas” o los “conservadores y
dogmáticos”. Sin miedo a la discrepancia, al disenso o al pensamiento heterogéneo, sepan desde
allí brindarnos respuestas pluralistas. Tengan como ejemplo a los Padres de la Iglesia, no tanto
para repetir de memoria sus catequesis, sino porque lo más valioso de ellos fue su creatividad y
astucia para captar, adaptar e inculturar el mensaje evangélico en sus comunidades
contemporáneas. Nosotros queremos ser fieles a nuestra fe y confiamos en que ustedes pueden
ofrecernos elementos de discernimiento. Con una identidad definida y sin pedirles algún tipo de
reconocimiento, queremos que, desde nuestros lugares, nos ayuden a acercarnos más a Dios.
En segundo lugar, vemos sumamente necesario profundizar la confianza en los medios de
comunicación. Promuevan el diálogo con todos ellos. Algunos creen oportuno mezquinarles
información suponiendo que será filtrada o presentada según lecturas parciales. Pero para muchos
de nosotros, es la única fuente de noticia de sus coloquios. La verdad de las discusiones, tarde o
temprano, sale a la luz, y termina iluminándonos a todos.
En tercer lugar, les pedimos un esfuerzo extra examinando las diferentes realidades de familias
en clave de máxima libertad y verdad. Perseveren en su tarea de ampliar la totalidad de
escenarios estimando todas sus problemáticas. ¿Recuerdan que el año pasado el Papa Francisco
les pedía que no tuvieran “miedo de hablar”? Lo decía porque es consciente de que hay muchos
2. ambientes a los que todavía no se les puede dar respuesta, a causa de que en muchas diócesis no
se animan a reconocer las nuevas realidades emergentes. Sucedió así que en octubre del año
pasado muchos consideramos que no fueron presentadas todas las situaciones con claridad.
¡Cuántos de nosotros sentimos que se seguían hablando de nuestras vidas desde preconceptos
infundados!
En cuarto lugar, ayúdennos a entender que la generalidad de las exigencias no siempre debe
tomarse como norma particular. Cuántos de ustedes comparten la visión de que muchas veces en
los sermones y la catequesis se presenta una cosa y otra muy distinta en el confesionario o el
acompañamiento espiritual. Debemos aceptar y advertir que, por la escasez de vocaciones
consagradas, no todos tienen acceso a una charla íntima y personalizada de su propia situación
particular y terminan por tomar como recta y personalizada una regla universal que los determina
a la infelicidad. Es necesario re-presentar las diversas variables y posibilidades en las catequesis,
en las homilías, en los retiros espirituales de modo que cada ser humano pueda encontrarse con
los elementos de discernimiento que lo ayude a optar por un camino de santidad desde su lugar
concreto (su “aquí” y su “ahora”). Implementen nuevos caminos de educación en la fe responsable
y madura, que sirva de testimonio para el mundo actual.
Hay tantas cuestiones particulares para abordar dentro del gran tema de la FAMILIA, pero cuánto
cuesta asumirlas desde la complejidad de aristas. Reiteren su vocación misionera y salgan al
encuentro de la diversidad para mirarla con los ojos del Evangelio. Como exponía Pablo VI: “la
evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso
de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre”.
Revivan el compromiso con las personas divorciadas y vueltas a casar. Muchas de esas personas
son estigmatizadas en sus parroquias y comunidades religiosas y reciben periódicamente mensajes
que los hacen desistir de transitar por su propia senda, elegir un camino correcto y dejar actuar a
Dios en su historia única e irrepetible. ¡Cuántas alocuciones religiosas no se cansan de atacar y
condenar decisiones de vida que pueden encausar la felicidad de tantas personas! Y les prohíben
el acceso a los sacramentos, como si en la doctrina cristiana, los sacramentos fueran “premios por
portarse bien”, en lugar de “alimento y gracia para continuar la peregrinación”.
¡Cuántas de esas parejas se animaron a poner punto final, muchas veces con dolorosa renuncia, a
situaciones de violencia, ya sea física o psíquica! a situaciones de indiferencia; a situaciones de
engaño; a situaciones de desamparo; o simplemente a situaciones de insatisfacción. Y no sólo
fueron capaces de dar ese paso significativo de dejar atrás lo que los dañaba, sino que decidieron
correr el riesgo de recomenzar su camino y darse una nueva posibilidad, un nuevo sendero de
liberación. ¡Vaya ejemplo para capitalizar! ¡Vaya testimonio de vida de quienes no se quedaron
mirando hacia atrás, sino que siguieron caminando!
Muchas veces atrás de una mujer golpeada hay una persona que intentó seguir la recomendación
de un cura obtuso que le dijo que debía seguir al lado de su marido a pesar de todo. O atrás de un
matrimonio infiel y desdichado hay una insistencia desmedida en preservar el valor de un
sacramento a costa de la mentira, el ocultamiento y la falta de respeto.
Nos repreguntamos una y otra vez: ¿qué sentido tiene permanecer juntos cuando hay rivalidades,
odio y mentiras de por medio? ¿A causa de que en algún momento de sus vidas juraron estar
unidos hasta la muerte? ¿O porque creyeron que esa relación iba a ser para toda la vida y se
dieron cuenta en el trayecto de que no funcionaba más? ¿O porque creemos que el “Sacramento”
3. del matrimonio es una instancia de encadenamiento más que un mutuo consentimiento de amor?
Cuando ese “mutuo consentimiento” ha dejado de estar presente, ese matrimonio no tiene razón
de ser ni siquiera a los ojos de Dios.
Y esto no quiere decir que no haya que luchar por alimentar a diario la semilla del amor. Esto no
quiere decir que las personas no seamos conscientes de que un paso de semejante envergadura
no conlleve la paradójica responsabilidad de luchar por lo se ha conseguido y se quiere conseguir.
Refuercen el compromiso de conducir y custodiar el proceso de los novios acompañándolos
desde un respetuoso reconocimiento de su camino de discernimiento. Hablándoles con todos los
elementos, escuchando la experiencia de organismos humanos que también velan por valores que
atañen al bienestar y salubridad de las personas. Muchas veces atrás de la condena a las
relaciones prematrimoniales terminan enlazando personas que ni siquiera sabían que no se
complementarían en la cama, siendo el entendimiento sexual un factor importantísimo para el
desarrollo de su intimidad. Muchas veces atrás de un persistente desprecio por el preservativo (sin
referirme en este contexto a los pormenores que denuncia la OMS acerca de las enfermedades)
impulsan a una pareja que no supo contenerse a apresurar su decisión y proyecto de vida, por
formalizar un marco social y religioso que reciba a un nuevo integrante. El noviazgo es esa etapa
preparatoria para ofrecerles las nociones, los instrumentos y fundamentos, que definan el paso
significativo a una unión definitiva.
Aprovechen el diálogo con las ciencias para optimizar el crecimiento responsable de los
miembros de las familias. Los deseos, alegrías y sueños de muchas familias en su camino de
concepción y transmisión de la vida, muchas veces se ve atravesado por dolores, angustias y
dificultades. Para las familias no es fácil tomar decisiones juiciosas y comprometerse en un camino
de paternidad responsable como para restringirle técnicas oportunas que conlleven a un objetivo
eficiente. Si bien el fin no justifica los medios, no siempre lo óptimo es lo más conveniente.
Conmemoren las palabras de Pablo VI cuando les decía que el matrimonio sería “una de las
responsabilidades más urgentes del tiempo actual”. Relean este encargo ante los nuevos signos de
los tiempos. Es un mundo complejo y todavía con vastas posibilidades para escudriñar. Muchos
nos preguntamos si usufructuar de la ciencia respetando las leyes del proceso generador en
función del amor conyugal y la recepción de una nueva vida en el seno de una familia, no es
también cooperar y hacer presente a Dios en su designio creador. Tanto para aquellos que no
pueden concebir por diversas razones, como para quienes quieren regular sus nacimientos, la
administración de las herramientas humanas pueden contribuir a llegar a sus objetivos sin
menospreciar el plan de Dios ni la naturaleza.
¿No sería más razonable en lugar de prohibir a las parejas el control artificial de la natalidad, y
pedirles su regulación exclusiva a través de métodos naturales, si se optara por informar,
acompañar, y luego dejar decidir libremente sin alguna coacción de conciencia? ¿Cuántos
pastores, no por falta de voluntad o búsqueda sincera, pero sí muchas veces con ingenuidad,
creen que el camino de solución es “entrometerse en la cama” de las parejas, o en sus bolsillos o
proyectos?
Insistan en la formación de los futuros pastores, que si bien pueden exhortarlos, aconsejarlos,
dialogar con ellos y presentarles las mejores opciones, nunca deben tomar la decisión que sólo a
las familias les compete.
4. Promuevan y fomenten que los científicos ahonden sus esfuerzos para buscar nuevas técnicas de
reproducción, y regulación, y así vivir una paternidad responsable en la que participen las leyes
biológicas y el avance y evolución de la ciencia.
Integren y abran las puertas de la Iglesia a las personas que, teniendo una tendencia
homosexual, forman parejas, y se encaminan hacia un proyecto de vida en común donde deciden
brindar sus capacidades y servicios al bien de sus comunidades. También ellos merecen llamarse
familias, y no es un insulto ni una burla hacia esa institución. Es reconocer y aceptar que las
relaciones humanas crecen, maduran y se repliegan a lo largo de la historia, con respeto y
diversidad. Nadie debería arrogarse el derecho de restringir ese nombre por discriminación de
algún tipo, ni impedir la posibilidad de llamar con esa palabra sus valiosas experiencias familiares.
Algunos de nosotros nos cuestionamos cómo es posible que quieran saber cómo vivimos nuestras
familias, pero no somos invitados a dar testimonio. Pareciera que se siguen moviendo con
paradigmas y mitos acerca de una realidad que desconocen. Muchos nos rechazan sin aceptar ni
reconocer que somos también personas, y como tales, únicas e irrepetibles. Otros pretenden
hablar de nosotros sin respetar nuestra idiosincrasia. Son pocos los que se acercan a entender
nuestras opiniones y muchos menos los que se animan a experimentar de cerca la belleza fecunda
de las familias homoparentales. ¡Por favor! Escúchennos si pretenden vislumbrar nuestros
desafíos y dificultades. También muchos de nosotros necesitamos consejos para la fidelidad, la
apertura, el perdón, la aceptación de las diferencias. También nosotros tenemos crisis
matrimoniales y queremos afrontarlas con madurez y sacrificio. También nuestras familias están
expuestas a la falta de trabajo, a la marginalidad, a la drogadependencia, a la violencia, etc.
También nosotros necesitamos de su ayuda para la educación de nuestros hijos.
Por último, y con respecto a los sacramentos. Nos dicen que lo jurídico no puede estar por encima
del Evangelio, pero muchas veces consultan el Derecho Canónico antes que la Biblia. La pastoral
debe velar por la felicidad y por el acceso a los sacramentos de todos los que quieren caminar en
Gracia. Uno debería poder caminar en la fe desde su propia situación, desde su propia concepción,
siempre informada y formada de su realidad, y decidir en conciencia qué debe hacer. No debe ser
una imposición externa.
No sean ustedes quienes nos excluyan del banquete celestial, teniendo un Dios de amor que nos
invita a comulgar con él. Somos responsables de nuestros actos, los asumimos, los redimimos.
Jesucristo no vino a buscar a los buenos, sino a los publicanos y pecadores. Y todos, en mayor o
menor medida, participamos de esa condición.
La familia, cualquiera que sea su situación, debe ser recibida. La diversidad no debe ser vista como
una amenaza sino más bien como una riqueza para la humanidad. La Iglesia debe tener las puertas
siempre abiertas a todos los hombres y mujeres. Por más que cueste entender sus historias de
vida, sus opciones y decisiones.
Dios nos ha creado con creatividad, por lo tanto la clave más acertada para leer las familias es la
clave de Dios, un Dios misericordioso, comprensivo y compasivo. Un Dios que sabe que así como
hay diversidad de personas también hay diversidad de familias. Un Dios que no convierte al
diferente en enemigo, sino que lo respeta, lo integra y lo promueve. Un Dios que defiende y
respeta la vida, educada en un ámbito de amor, respeto y cariño.
Andrés Gioeni, otro hijo de Dios.