2. • Que nadie se tome este texto como una minusvaloración de las
otras disciplinas deportivas. Nada más lejos de mis intenciones.
Sólo quiero, con estas líneas, hacer un pequeño homenaje a algo
que me ha dado, en mi vida, momentos de gran alegría, de pasión
e, incluso, de tristeza.
3. • El primer factor que hace del fútbol un fenómeno sin igual es que el
fútbol se puede jugar prácticamente sin medios. Esto puede parecer una
tontería, pero no lo es tanto. Otros deportes exigen unas condiciones
mínimas para poder practicarse. El baloncesto requiere una canasta a
altura, un balón que bote y una superficie de juego más o menos plana;
el ciclismo, perdón por la perogrullada, requiere una bicicleta; el tenis
raquetas y pelotas; el balonmano también requiere un balón que bote;
los deportes de agua necesitan de una piscina; y así un largo etcétera.
Por el contrario, al fútbol se puede jugar sólo con un balón, o con algo
que le sustituya más o menos eficazmente: una pelota de trapo, un
papel hecho bola o incluso una piedra.
4. • En este sentido, además, el fútbol tiene para con los otros
deportes otra ventaja añadida: que la falta de medios no se
traduce a la larga, necesariamente, en una desventaja. Es sabido,
por ejemplo, que grandes jugadores, sobre todo brasileños y
africanos, tienen un dominio inigualable del balón precisamente
porque cuando eran niños jugaban en campos en malas
condiciones. En estos campos, el movimiento del balón al ser
conducido no es lineal sino prácticamente impredecible, y eso
hace que con el tiempo, jugando en terrenos así el futbolista
desarrolle unos impresionantes reflejos.
5. • Además, el conjunto de reglas que definen lo que es jugar al
fútbol es muy laxo. Esto es un factor importante, ya que un juego
no es más que el conjunto de reglas que lo definen, reglas que
todos los participantes asumen. En este sentido, es destacable que
se puede jugar al fútbol dos contra dos, veinte contra veinte, o
incluso uno sólo. Yo he jugado partidos sin fuera de juego, sin
árbitro, sin tarjetas, en campos en los que se jugaba con tres
balones tres partidos a la vez (ay, qué tiempos los del colegio), y
no cabe ninguna duda de que, efectivamente, era a fútbol a lo
que jugábamos.