Este poema describe las reglas simples del Juego de la Vida de Conway, en el que patrones complejos emergen de la interacción de células individuales que viven, mueren y se reproducen según reglas fijas. Aunque el juego carece de azar, los patrones cambiantes que surgen a lo largo de las generaciones demuestran la capacidad de este autómata celular para simular la evolución de la vida. El legado del Juego de la Vida de Conway perdurará a través del tiempo.