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Emigración de honduras los niños de la guerra de las drogas [ética y sociedad]
1. Emigración de Honduras: los niños de la guerra
contra las drogas
Ética y sociedad by Juan Carlos Oyuela, 2014-08-26
Juan Carlos Oyuela
Cristian Omar Reyes, un niño de 11 años de edad, estudiante de sexto grado en el
barrio de Nueva Suyapa, en las afueras de Tegucigalpa, me dice que tiene que salir
de Honduras pronto – “no importa lo que pase.”
En marzo, su padre fue asaltado y asesinado por las bandas, mientras trabajaba
como guardia de seguridad de protección de un camión de pastelería.Su madre
utilizó el pago del seguro de vida para contratar a un contrabandista para que la
llevara a Florida. Ella prometió llevarlo en cuanto pudiera pero no lo ha hecho.
Tres personas que conoce han sido asesinados este año. Otros cuatro fueron
abatidos a tiros en una esquina cercana en el lapso de dos semanas, a principios de
este año. Una chica de su edad se resistió a ser despojada de $ 5. Ella fue golpeada
en la cabeza y arrastrada por dos hombres que le cortan la garganta y le introducen
unas medias de vestir en ella. Dejaron su cuerpo en un barranco en la calle de la
casa de Cristian.
“Me voy de este año”, me dice.
La última vez que fui a Nueva Suyapa, en 2003, al escribir sobre otro niño, Luis
Enrique Motiño Pineda, que había crecido allí y se fue a buscar a su madre en los
Estados Unidos. Los niños de América Central han estado haciendo ese viaje, a
menudo sin sus padres, desde hace dos décadas. Pero últimamente algo ha
cambiado, y el flujo predecible se ha convertido en un éxodo. Hace tres años, cerca
de 6.800 niños fueron detenidos por las autoridades de inmigración de Estados
Unidos y colocados bajo custodia federal; este año se espera un máximo de 90.000
niños para ser recogidos.Alrededor de una cuarta parte proviene de Honduras – más
que de cualquier otro lugar.
Foto Cristian Omar Reyes, 11, quiere salir de Honduras “no importa lo que pase.”
Emigración de Honduras
Los niños todavía dejan Honduras para reunirse con uno de los padres, en busca de
2. mejores oportunidades
educativas y
económicas. Pero,
como me enteré cuando
volví a Nueva Suyapa el
mes pasado, una gran
mayoría de los niños
migrantes no están
huyendo de la pobreza,
sino de la violencia.
Como resultado, lo que
Estados Unidos está
viendo en sus fronteras
ya no es una crisis de
inmigración. Es una
crisis de refugiados.
Las pandillas entraron
en vigor en Honduras
en la década de 1990,
como miembros de la
calle 18 y la Mara
Salvatrucha fueron deportados en gran cantidad desde Los Ángeles a
Centroamérica, uniéndose a grupos de cosecha propia como Los Puchos. Pero el
dominio en los últimos años de los cárteles extranjeros de drogas en Honduras,
especialmente las de México, ha aumentado el alcance y la ferocidad de la
violencia. A medida que Estados Unidos y Colombia gastan miles de millones de
dólares para interrumpir el movimiento de drogas por el corredor del Caribe, los
traficantes se han desviado hacia el interior a través de Honduras, el 79 por ciento
de los vuelos de contrabando de cocaína con destino a Estados Unidos ahora pasan
por allí.
Grupos narcoterroristas y las bandas se disputan el control de este territorio, barrio
por barrio, para ganar más soldados de a pie para la venta y distribución de drogas,
ampliar su base de clientes, y ganar dinero a través de la extorsión en un país que
tuvo un gobierno especialmente débil, corrupto después del 2009.
3. La Hermana de 33 años de edad de Enrique, Belky, quien todavía vive en Nueva
Suyapa, dice que los niños comenzaron a ir en masa a Estados Unidos hace tres
años. Eso fue en la época en que los narcos empezaron a poner una fuerte presión
sobre los niños a trabajar para ellos. En la escuela de Cristian, los estudiantes
mayores que trabajan con los cárteles de las drogas empujan a los más jóvenes –
algunos de tan sólo 6 años. Si están de acuerdo, los niños son reclutados para servir
como vigías, hacer entregas en mochilas, roban a la gente y extorsionar a los
negocios. Les dan comida, zapatos y dinero a cambio. Más tarde, podrían trabajar
como traficantes o sicarios.
Esta es una parte del artículo de Sonia Nazario, publicado en The New York Times,
The Children of the Drug Wars. En los últimos seis meses ha sido el artículo sobre
Honduras más compartido en las redes sociales, más de 145,000 veces.
Cuando contemplo la foto de Cristian, me vienen a la memoria tantos como él que
junto con otros amigos hemos podido atender en los últimos años ayudándoles a
crecer en virtudes o preparándoles para la primera comunión.
Como hondureño que ama su país, me parece que no se puede leer la noticia de
este periódico sin sentir profunda tristeza y un dolor en el corazón por la suerte de
nuestros niños. Me hace caer en la cuenta del triste acostumbramiento en el que me
encuentro al leer tantas noticias muy parecidas a esta que aparecen en nuestros
diarios locales. Me pregunto, donde he estado estos años, contemplando a diario a
los niños de mi país, con un futuro incierto. Verlo en un periódico extranjero, que se
muestre al mundo nuestra indolencia, ha sido como un golpe en la cara para
despertar y ver las profundidades de la indiferencia en la que, al menos yo, he caído.
Valdría leer esto para hacer un examen profundo en lo que hemos hecho como
sociedad. Sin duda, estos niños se van en busca de un destino mejor. La solución
no es sencillamente detenerles, el sentido común nos dice que para detener la
inmigración hemos de corregir tantas cosas que no van en nuestra sociedad. El
problema no es la falta de recursos, es la falta de solidaridad, de compasión, de
justicia.
¿Como es posible ver lo más valioso de de nuestra sociedad desmoronándose y no
hacer nada? Puede haber acaso un hondureño que no se plantee que esta crisis
que sufren tantos y tantos niños de nuestro país se debe a nuestra negligencia, ya
4. sea por acción o por omisión, en sacar adelante nuestro país. Me pregunto: ¿Podrá
un corrupto, o un delincuente ver a la cara a uno de estos niños y que no se le
ablande el corazón?¿Podrá alguno que ha robado el futuro a estos niños dormir con
su conciencia tranquila?
Cuántas lecciones nos dan los niños. En este caso, ¿No será el momento de
recomponer tantas cosas y plantearnos hacerle frente con responsabilidad?, sacudir
la indolencia, actuar de forma más responsable, dejar de pensar solamente en lo
nuestro y en lo que llena la barriga. Ojalá estas historias sirvan para reaccionar,
cambiar y hacer de nuestra Honduras un mejor lugar para vivir. Si nosotros no
arreglamos nuestra casa, nadie lo hará por nosotros.
@jcoyuela
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