1. Desde que el hombre empezó a formar las
ciudades y a construir los espacios para acoger las
actividades del grupo, lo hizo en forma consciente:
localizó las edificaciones y espacios más
importantes (templos y plazas) en lugares
centrales y alrededor de ellos distribuyó, más o
menos ordenadamente, los elementos restantes.
Así, en muchas de las primeras ciudades, el elemento
ordenador básico fue la fuente de agua: si era un pozo, la
ciudad se distribuía en forma concéntrica a su alrededor;
pero si fuera un río, se extendía paralela a su orilla.
Con el paso del tiempo, el hombre acumuló experiencias en
la construcción de las ciudades, por lo cual se puede
hablar de un urbanismo empírico, resultado de esa suma
de experiencias. A lo largo de siglos de habitar en
ciudades y crear espacios para distintos fines, el hombre
aprendió cuáles son las características que necesita
determinado espacio para cumplir con un cierto fin.
2. Las características de las sociedades cambian y el hombre ha
aplicado sus conocimientos empíricos para adaptar la ciudad a sus
necesidades
A fines del siglo XVIII y
principios del siglo XIX surgió la
Revolución Industrial, también
revolucionó la agricultura, los
medios de transporte y
comunicación y hasta las ideas
económicas y sociales.
Entonces se produjo una transformación total del fenómeno urbano: surgió la
ciudad industrial con un nuevo espíritu, estrictamente utilitario. Aquí se
desarrolló un nuevo concepto del urbanismo: el funcionalista.
3. .
Para la creación y mejoramiento de
las ciudades ya no se aplicaron
aisladamente conocimientos
empíricos, sino que empezó a
desarrollarse un sistema de
planificación urbana que visualizó a la
ciudad como un conjunto integrado
que debía funcionar eficazmente.
Posteriormente se pasó a un urbanismo
moderno, que correspondió a una etapa
diferente del urbanismo funcionalista y
persiguió entender y disminuir los
problemas que presentó la ciudad del
Siglo XX, resultado de un continuo
proceso de cambio ininterrumpido desde
la Revolución Industrial.
4. Hoy día, las ciudades crecen por sí
mismas y por absorción de la población
rural y el resultado de esto que se ha
llamado explosión demográfica. Más que
una explosión, es una aceleración
impresionante en ritmo de crecimiento
de la población urbana que ha traído
aparejado el aumento de vehículos de
motor, la concentración de empresas de
todo tipo, y la desigualdad social.
A principios del Siglo XXI las regiones y ciudades están
demandando un urbanismo ecológico o sustentable, que sea
capaz de resolver los problemas heredados de la modernidad
(tráfico, contaminación, desempleo, pobreza, emigración,
desigual social, escasez creciente de recursos naturales
como la tierra, los hidrocarburos, y sobre todo el agua); cuya
finalidad es recuperar las regiones y ciudades como espacios
en equilibrio entre lo económico, el medio ambiente y el
bienestar social; es decir, que sean espacios técnicamente
posibles, económicamente viables, socialmente aceptables, y
ambientalmente adaptables.
5. En síntesis, se puede decir que el
concepto de urbanismo ha pasado de un
urbanismo natural a uno empírico, luego a
uno funcionalista-industrial y moderno; y
finalmente a un urbanismo sustentable,
que corresponde a la planificación urbana
y regional y a los resultados
directamente con la ciudad actual en
armonía con su medio natural.
6. La avanzada
arquitectónica
propugnaba por un
urbanismo “racional y
científico” La
expresión tangible de
los anhelos
planificadores se
localizaba en tres tipos
de medidas es-
pecíficas.
La primera se refiere al orden y la
racionalidad -ortogonalidad y
jerarquía- del trazado vial con una
subsecuente ampliación y alineación de
vías para carros: “una ciudad con calles
anchas tiene asegurado su porvenir”.
La tercera se concentraba en la
necesidad de incorporar con previsión
futurista, vastas zonas nuevas a la
ciudad, concebidas como urba-
nizaciones de tipo residencial.
La segunda se refería a la
necesidad de limpiar y renovar -
reurbanizar- vastas zonas
centrales con el fin de hacer
desaparecer las huellas de un
pasado que se consideraba puro
atraso.