La mente es una herramienta poderosa que puede usarse para el bien o para el mal. Debemos entregar nuestra mente a Dios y permitir que Él la guíe hacia pensamientos y acciones positivas que nos traigan paz interior y beneficien a los demás. Al enfocarnos en vivir de acuerdo con los principios eternos del amor, la compasión y el servicio, podemos transformar nuestra mente y el mundo.