El documento discute que aunque las Escrituras no condenan tener riquezas si se tienen las prioridades correctas y se ayuda a los demás, aquellos con riqueza deben recordar que Jesús, no el dinero, es quien los sustenta. Relata la historia bíblica de Pedro curando a un cojo mendigo, diciendo que no tenía dinero pero daba lo que tenía en el nombre de Jesucristo. Concluye preguntando si Jesús es suficiente para el lector también.