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1En la escuela de las Escrituras
¡DEJA SALIR A MI PUEBLO!
LA TRADICION DEL EXODO
en la escuela de las
e s cr i t v ras
2 En la escuela de las Escrituras
SUMARIO
Fuimos esclavos en Egipto
Algunas informaciones históricas nos
proporcionan el contexto en que se
desarrollaron los acontecimientos
relatados en la tradición del Exodo.
4
en la escuela de las
escritvras
DESTRUCCIÓN DEL EJÉRCITO DEL FARAÓN. Obra de
Philip James Loutherbourg (1792).
Autor y diseño: fray Domingo Cosenza OP
Esta publicación electrónica ha sido realizada
para ser compartida en las redes sociales. Por
eso está totalmente permitida su reproducción
total o parcial por cualquier medio.
Está disponible para ser descargada en el sitio:
www.scribd.com/domingocosenza
Yo los hice caminar por el
desierto cuarenta años
Los relatos bíblicos que preceden a la
instalación de los hebreos en Canaán
describen de modo arquetípico un modelo
para las relaciones entre Dios y su pueblo.
28
Nos sacó YHWH de Egipto
En el Exodo Dios ha mostrado a Israel que
es su pueblo elegido, y por eso seguirá
mostrando su amor en todos los
momentos a lo largo de la historia.
13
3En la escuela de las Escrituras
L
a narración de la Transfiguración de Jesús
(Lc 9,28-36) evoca un acontecimiento que
permite ampliar su lectura. Se iniciará a
continuación su viaje final a Jerusalén. Por tanto
el uso de la palabra éxodo para designar la
experiencia que vivirá Jesús señala el sentido de
ese viaje.
En efecto, el Exodo refiere el acontecimien-
to fundacional de la historia de Israel. De este
modo Lucas describe la subida de Jesús a Jeru-
salén como una renovación de la experiencia pri-
mordial de su pueblo, nacido de la liberación de
la esclavitud de Egipto. La intervención salvífi-
ca de Dios y la Alianza pactada con Israel en-
tran, entonces, en el horizonte de la larga trave-
sía de Jesús y, también, en el destino de su vida.
El itinerario de Israel hacia la tierra prome-
tida es, asimismo, el modelo del tiempo litúrgico
de preparación para la celebración de la Pas-
cua, expresado en el periodo de cuarenta días
llamado Cuaresma. Cuantos fueron los años de
la travesía por el desierto, también son los días
en que los cristianos contemplan a Jesús enca-
minado hacia Jerusalén.
Profundizar en la espiritualidad del Éxodo
permite comprender las disposiciones de Jesús
y el sentido de su predicación. Las siguientes pá-
ginas quieren proporcionar un material de es-
tudio y reflexión en torno a estos temas. En ellas
se conjugarán las perspectivas histórica y teoló-
gica, así como las diversas interpretaciones del
Éxodo presentes en las tradiciones judía, cris-
tiana e islámica.
Que la riqueza espiritual contenida en esas
tradiciones nos ayude a revivir la experiencia
liberadora que ellas evocan y nos permitan re-
novar nuestra relación con el Dios que invita a
los hombres a vivir en Alianza con Él.
Fray Domingo Cosenza OP
«Moisés y Elías, revestidos de gloria, hablaban del éxodo de Jesús,
que iba a cumplirse en Jerusalén»
VISTADE ISRAEL desde el Monte Nebo (Jordania).
«Sube a esa montaña de los Abarim, al monte
Nebo que está en el país de Moab, frente a Jericó,
y contempla la tierra de Canaán que yo doy en
propiedad a los israelitas» (Dt 32,49).
4 En la escuela de las Escrituras
L
a religión de Israel hace una referencia a
los antepasados remotos del pueblo al
proclamar su fe en el Dios de Abraham,
de Isaac y de Jacob. Esta creencia es la que tam-
bién Jesús compartió y en la cual se apoyó su
predicación sobre el Reino de los Cielos (Mt 8,11)
y su esperanza en la resurrección de los muer-
tos (Mt 22,32).
Pero, más allá de la vinculación a la persona
de los patriarcas, el Dios de Israel llegó a ser re-
conocido por las sucesivas generaciones de cre-
yentes en referencia a una acción que determinó
la historia del pueblo: la liberación de la esclavi-
tud en Egipto. En efecto, cuando un israelita ofre-
cía en las fiestas las primicias de los frutos de la
tierra pronunciaba la siguiente profesión de fe:
Fuimos esclavos en Egipto
En los siglos que preceden a la XIX dinastía faraónica (s. XIII aEC) numerosos grupos
seminómadas semitas se instalan en el país de Canaán en busca de morada definitiva.
También su presencia queda registrada en Egipto. Algunas informaciones históricas
nos proporcionan el contexto en que se desarrollaron los acontecimientos relatados en
la tradición del Exodo.
ISRAEL EN EGIPTO. Edward Pointer (1836-1919).
«Les impusieron capataces para aplastarlos bajo el
peso de duros trabajos; y así edificaron para Faraón
las ciudades de depósito: Pitom y Ramsés» (Ex 1,11).
5En la escuela de las Escrituras
«Mi padre era un arameo errante que bajó a
Egipto y se refugió allí con unos pocos hom-
bres, pero luego se convirtió en una nación
grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos
maltrataron, nos oprimieron y nos impusie-
ron una dura servidumbre. Entonces pedimos
auxilio a YHWH, el Dios de nuestros padres,
y él escuchó nuestra voz. El vio nuestra mise-
ria, nuestro cansancio y nuestra opresión, y
nos hizo salir de Egipto con el poder de su
mano y la fuerza de su brazo, en medio de un
gran terror, de signos y prodigios. El nos trajo
a este lugar y nos dio esta tierra que mana
leche y miel. Por eso ofrezco ahora las primi-
cias de los frutos del suelo que tú, YHWH, me
diste» (Dt 26,5-10)
En un acontecimiento del pasado los israe-
litas reconocieron la mano poderosa de su Dios,
que se mostró más fuerte que los dioses de Egip-
to. No había sido un logro de ellos salir con vida,
ni habían escapado ellos de la esclavitud, sino
que había sido YHWH quien los hizo salir de
Egipto, de la Casa de la esclavitud (Ex 20,2). Esa
intervención había hecho posible la superviven-
cia de un pueblo oprimido y, por tanto, en esta
certeza se apoyaría en lo sucesivo la existencia
de la nación y su propia identidad.
¿EXPULSIÓN O HUÍDA?
Desde un punto de vista histórico podemos
preguntarnos si disponemos de informaciones
que nos permitan localizar estos hechos y ubi-
car en qué época sucedieron. Los textos bíblicos
sobre la gesta del Éxodo ofrecen algunas refe-
rencias geográficas, pero no mencionan los nom-
6 En la escuela de las Escrituras
bres de los monarcas egipcios que per-
mitirían conocer la fecha de los acon-
tecimientos. Se habla de manera anó-
nima sobre los distintos reyes que ejer-
cieron la opresión sobre los hebreos:
«Asumió el poder en Egipto un nue-
vo rey, que no había conocido a
José» (Ex 1,8).
«Pasó mucho tiempo y, mientras tan-
to, murió el rey de Egipto. Los israe-
litas, que gemían en la esclavitud, hi-
cieron oír su clamor, y ese clamor lle-
gó hasta Dios, desde el fondo de su
esclavitud» (Ex 2,23).
A uno de los faraones se le atri-
buye el comienzo de la esclavitud y a
un sucesor la continuidad del mismo
trato. Durante el reinado del segun-
do habría tenido lugar la experiencia
de liberación. Pero esta referencia in-
determinada no permite realizar por
sí sola la fecha de los acontecimien-
tos, porque la utilización de esclavos
extranjeros ha tenido lugar durante
la mayor parte de la historia en el
mundo antiguo. Y la liberación masi-
va de los mismos no está documenta-
da en textos del antiguo Egipto.
Para un intento de datación dis-
ponemos únicamente de los testimo-
nios bíblicos. Si bien éstos no aportan
PINTURA DE LA TUMBA DE KHNEM-HOTEP,
en Beni-Hasam. El nombre de Ibsha, el jefe
del clan representado, recuerda al nombre
semita del servidor del rey David, «Abisay,
hijo de Seruyah» (1 Sa 26,6).
El relato de Sinuhé narra las andanzas de un funcionario egip-
cio entre los habitantes de ese país después de huir de la corte
del Faraón. Esta larga narración nos ofrece una descripción de
las costumbres que existían entre las gentes que dieron acogi-
da al fugitivo cuando estaba a punto de morir de sed. La pobla-
ción de Retenu, calificada globalmente de bárbaros por los egip-
cios, aparece en el texto como compuesta de nómadas (los
corredores de arena), de seminómadas (los Setyu) y de seden-
tarios (los Aamu).
La descripción de los Setyu es bastante similar a la que la
Biblia hace de los Patriarcas hebreos, quienes también practi-
can la hospitalidad (Gn 18,1ss), viajan a Egipto (12,10ss), so-
corren a los que son saqueados (14,12ss) y luchan por los po-
zos de agua (26,20ss).
LOS HABITANTES DEL DESIERTO
«Después que me puse en camino hacia el norte,
alcancé los Muros del Príncipe, que habían sido
construidos para repeler a los Setyu y para aplastar a
los Corredores de Arenas».
«Un jefe que se encontraba allí y que había estado en
Egipto me reconoció. Entonces me dio agua, me hizo
cocer leche, fui con él a su tribu y ellos me trataron
bien» (La historia de Sinuhé).
FRAGMENTO de piedra con parte del relato de Sinuhé.
7En la escuela de las Escrituras
nombres de reyes, sí describen unas caracterís-
ticas del Éxodo que permitirían identificar las
dinastías faraónicas bajo cuyo reinado se pade-
ció la esclavitud relatada. Una lectura atenta
de los textos lleva a advertir que la salida de
Egipto es presentada a veces como una expul-
sión, mientras que otras veces es descrita como
una huída:
«Voy a enviar contra el Faraón y contra Egip-
to una sola calamidad más, y después él los
dejará partir de aquí. Más aún, cuando los
haga partir, los echará de aquí definitivamen-
te […] Esa misma noche, el Faraón mandó
llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: «Salgan
inmediatamente de en medio de mi pueblo,
ustedes y todos los israelitas, y vayan a dar
culto a YHWH, como lo habían pedido»… Los
egipcios, por su parte, urgían al pueblo para
obligarlo a salir del país lo antes posible, por-
que decían: «De lo contrario, todos morire-
mos» (Ex 11,1; 12,31.33).
«Cuando anunciaron al rey de Egipto que
había huido el pueblo, se mudó el corazón de
Faraón y de sus servidores respecto del pue-
blo, y dijeron: «¿Qué es lo que hemos hecho
dejando que Israel salga de nuestro servicio?»
(Ex 14,5).
Esta diversidad de modos para referir la sa-
lida podría estar implicando también dos mo-
dos de permanencia en el territorio. En efecto,
si los hebreos dejaron el país expulsados por los
egipcios, debieron haber sido considerados mo-
radores indeseables que era preferible mantener
lo más lejos posible. Pero si lo hicieron huyendo,
tuvieron que ser considerados como esclavos fu-
gitivos que convenía recuperar. ¿Responde esta
distinción de salidas simplemente a un cambio
El ingreso de nómadas en Egipto aparece do-
cumentado en el relato del fugitivo Sinhué, com-
puesto a comienzos de la XII dinastía faraóni-
ca, tal vez de la época de Sesostris I (1962-1928
aEC). En dicho texto se menciona un dispositi-
vo de defensa llamado los Muros del Príncipe.
Edificado por el Faraón Amenemhet I (1991-
1962 aEC), tendría la finalidad de evitar inva-
siones al territorio egipcio, de un modo seme-
jante a otras construcciones posteriores, como
la Muralla China o el Muro de Adriano en Bri-
tania. La existencia de este Muro estaría mani-
festando que las incursiones de extranjeros no
constituían fenómenos esporádicos.
Pero el relato de Sinhué sugiere también que
los extranjeros no siempre llegaron a ser una
amenaza para los egipcios, ya que este miembro
de la corte faraónica encontró hospitalidad en-
tre unos habitantes del desierto que lo habían
conocido en anteriores visitas al país del Nilo. A
juzgar por su reacción amistosa, estos nómadas
debieron haber sido acogidos también de una
manera hospitalaria en Egipto.
En el mismo sentido apunta la famosa esce-
na pintada en la tumba de Khnem-Hotep, fun-
cionario que también vivió como Sinhué duran-
te la XII dinastía. En ella un grupo de 36 nóma-
das, compuesto de hombres, mujeres y niños, son
representados ingresando pacíficamente en el
país con sus animales y con obsequios para el
príncipe. El líder del grupo lleva un nombre se-
LA INVASIÓN DE EGIPTO
de opinión de los egipcios, como sugiere el texto
bíblico? ¿O es posible que se trate de tradiciones
correspondientes a situaciones distintas? Esta
segunda alternativa podría justificarse a partir
de las informaciones históricas disponibles.
8 En la escuela de las Escrituras
mita, Ibsha, y ostenta el título de hikau khasut
(dominador de un país extranjero).
Sin embargo, pocos siglos más tarde los lla-
mados dominadores extranjeros se convertirán en
objeto de pésimos recuerdos para la historia de
Egipto. Manetón de Sebennitos, autor del siglo
III aEC, se habría referido a ellos cuando dio glo-
balmente el nombre de hiksos a los gru-
pos invasores que sometieron el país
a partir del siglo XVIII. La dominación
de estos pastores del este se prolongó
desde 1730 aEC, fecha que los situa-
ría en la época de las migraciones que
afectaron a todo el Oriente Medio.
Un texto que narra el propósito de
reconquista por parte del faraón Kamo-
sis, replegado en el sur del país, utiliza
el mismo vocabulario mediante el cual
Sinhué designaba a los habitantes del
territorio al que había huido, es decir,
los Aamu sedentarios y los Setyu semi-
nómadas, englobando a ambos bajo la
denominación común de asiáticos.
Es posible que entre el conjunto de
estos pastores asiáticos se encontraran
también algunos clanes antepasados
de Israel. La historia de José, que narra
su encumbramiento como visir del Fa-
raón (Gn 41,40ss) encajaría bien en este
contexto de dominio extranjero, en el
que no resultaba extraño que un semi-
ta alcanzara un alto puesto en el go-
bierno de Egipto. Contamos con el
ejemplo del tesorero mayor Hur, men-
cionado con frecuencia, cuyos escara-
beos (sellos) se ha encontrado también
en Israel, y a los dignatarios de la corte
de Amenofis IV durante el siglo XIV.
Pero a pesar de sus deseos, Kamo-
sis no consiguió echar a los hiksos de
Egipto. Fue el Faraón Ahmosis quien
se apoderó de Avaris, persiguió a los
invasores hasta Asia y dio comienzo
al Imperio Nuevo. Con la toma de
Sharuen (hacia 1550 aEC) el dominio
hikso en Egipto llegó a su fin. Cabe
preguntarse si entre los asiáticos ex-
pulsados de Egipto durante la recon-
quista habría alguno de los clanes
preisraelitas. El relato del Éxodo que
narra una expulsión, sería, en este caso,
el recuerdo lejano y reelaborado de tal
acontecimiento.
La reconquista derivó natural-
mente en un brote de patriotismo, pero también
de xenofobia, que desató la sed de venganza de
los egipcios contra los invasores. A las expedi-
ciones punitivas en suelo asiático siguió, bajo Tu-
tmosis III, la conquista sistemática de las plazas
fuertes desde donde habían partido los hiksos.
De este modo no sólo se concretó la formación
«Desde Oriente, un pueblo de raza desconocida tuvo la
audacia de invadir nuestro país y, sin dificultades ni
combates, se apoderó de él a la fuerza. Se apoderaron
de los jefes, incendiaron salvajemente las ciudades,
arrasaron los templos de los dioses y trataron a los
indígenas con la mayor crueldad, degollando a unos,
llevándose como esclavos a los niños y a las mujeres
de los demás. Al final, llegaron a hacer rey a uno de los
suyos llamado Salitis. Este príncipe se estableció en
Menfis, imponiendo tributos al país y dejando una
guarnición en las plazas más convenientes. Sobre todo
fortificó las regiones del este, ya que preveía que los
asirios, más poderosos algún día, atacarían el reino por
allí. Como hubiera encontrado en el nomo Setroítes una
ciudad de una posición muy favorable situada en el
brazo Bubástico y llamada Avaris según una antigua
tradición teológica, la reconstruyó y la fortificó con
murallas sólidas... Al conjunto de esta nación lo
llamaban hiksos, es decir reyes pastores» (Manetón de
Sebennitos, Historia de Egipto, s.III aEC)
LOS PASTORES SE ADUEÑAN
DE EGIPTO
Sellos utilizados por los funcionarios hiksos.
Manetón de Sebennitos escribió una obra titulada
Aegyptiaca, que no se ha conservado, pero que ha sido
citada por Flavio Josefo en su Contra Apión I,14. Allí
menciona la invasión de los hiksos.
9En la escuela de las Escrituras
LISTADE LAS CIUDADES CONQUISTADAS por
TUTMOSIS III (Templo de Karnak). Cada ciudad es
representada por el nombre escrito en jeroglífico en el
cuerpo de los cautivos atados. Estos asiáticos
capturados serían usados en trabajos forzados en
Egipto. Entre ellos podrían estar incluidos muchos
hebreos residentes en Canaán desde la época patriarcal.
10 En la escuela de las Escrituras
das de la región, empujados por el
hambre o la falta de seguridad, emi-
grarían a las cercanías del Delta del
Nilo y allí encontrarían el amparo del
poder egipcio. Una carta de un oficial
de fronteras hacia el 1200 aEC da
cuenta a su superior de las órdenes re-
cibidas respecto a las tribus Shosu, que
recorrían el país en busca de agua y
pastos para su ganado:
«Otra satisfacción para mi señor: no-
sotros hemos terminado de hacer
pasar a las tribus de los Shosu de
Edom por la fortaleza de Merenptah-
hotep-her-Maat, Vida, Salud, Fuer-
za, que está en Cheku, hasta los es-
tanques de Pitom de Merenptah-
hotep-her-Maat, que están en Cheku,
con el fin de mantenerlos con vida y
mantener vivos sus rebaños, según el
placer del Faraón, Vida, Salud, Fuer-
za, el sol perfecto de todo el país, en
el año 8» (Papiro Anastasi VI).
Las tribus Shosu parecen tener
como territorio habitual el país de
Edom, al sur del país cananeo. Este con-
texto de acogida permitiría explicar
también la situación descrita en la Bi-
blia respecto a los hijos de Jacob:
«Y dijeron a Faraón: «Hemos venido a
residirenestatierra,porquenohaypas-
tos para los rebaños que tienen tus sier-
vos,porsergraveelhambreenCanaán.
Así pues, deja morar a tus siervos en el
país de Goshen». Y dijo Faraón a José:
«Que residan en el país de Goshen. Y
si te consta que hay entre ellos gente
capacitada, ponles por cuidadores de mis pro-
pios rebaños» (Gn 47,4-6).
Pero, por otra parte, la mención en el papiro
de la ciudad de Pitom (Nombre de un santuario
de la ciudad de Cheku, en el Delta oriental, en
la actual Tell el Maskhutah) permite establecer
también una vinculación con la narración de la
salida de Egipto, relatada como huída de la es-
clavitud. En efecto, Pitom es mencionada en el
relato bíblico en relación a los trabajos forzados
impuestos a los hebreos:
«Les impusieron pues, capataces para aplastar-
los bajo el peso de duros trabajos; y así edifica-
Desaparecido el sentimiento de inseguridad
como efecto del sometimiento de los antiguos
invasores, los territorios asiáticos fueron consi-
derados colonias y, como tales, también debie-
ron ser protegidos. Algunos de los clanes nóma-
ASIÁTICOS ESCLAVOS
EN EGIPTO
LA EXPULSIÓN DE LOS
ASIÁTICOS
Un texto encontrado en 1935 por H. Chevrier, grabado en el
templo de Karnak, narra el propósito de reconquista por parte
del faraón Kamosis, replegado en el sur del país. Utiliza el mismo
vocabulario mediante el cual Sinhué designaba a los asiáticos:
Aamu sedentarios y Setyu seminómadas.
Estela del Faraón Kamosis
«Su Majestad habló en el palacio al Consejo de los
Grandes que están en su séquito: «Yo estoy
informado de lo que es mi poder. Un príncipe está en
Avaris, otro en Kush y yo me siento en asociación con
un Aamu y un Nubio. Cada uno de ellos posee su
parte de este Egipto, repartiendo el país conmigo. Yo
no puedo llegar hasta Menfis, las aguas de Egipto.
Mira, él (el jefe hikso) tiene Shemun y nadie puede
establecerse, al ser despojado por los impuestos de
los Setyu. Yo combatiré con él de manera que pueda
abrirle el vientre. Mi deseo es salvar a Egipto y
derrotar a los asiáticos» (Estela de Kamosis).
de un imperio extendido en suelo asiático, sino
también se abandonó el aislamiento que había
caracterizado al estado faraónico desde su crea-
ción 1500 años atrás.
11En la escuela de las Escrituras
ELTEMPLO DE AMÓN EN
KARNAK se inició durante el
reinado de Sesostris I y se
terminó con Ramsés II. El
edificio se levanta en un
recinto que mide 140 m
cuadrados aproximadamente.
Su parte más sobresaliente
es la sala hipóstila, cuyo
tejado reposa sobre 122
columnas de más de 21
metros de altura, colocadas
en nueve hileras.
12 En la escuela de las Escrituras
LOS HABIRU ¿HEBREOS?
En Tell el Amarna, a 300 km al sur del Cairo, fueron
descubiertas 350 cartas dirigidas a Amenofis IV. En
una de ellas el príncipe de Guézer se queja ante el
Faraón del saqueo realizado sobre las ciudades del
país por los HABIRU, aprovechando la debilidad mo-
mentánea de Egipto (primer texto). De la misma situa-
ción desesperada le informa Shuwwardata, el príncipe
de Gaza (segundo texto).
«Al rey, mi señor, mi dios, mi sol, di: así dice
Milkili, tu siervo, el polvo de tus pies. Me he
postrado siete veces y siete veces a los pies
del rey, mi señor, mi dios, mi sol. Que sepa el
rey, que es fuerte la hostilidad contra mí y
contra Shuwardata. Que el rey, mi señor,
proteja a su país de la mano de los habiru. Si
no, envíe el rey, mi señor, carros para
recogernos y no nos abatan nuestros siervos»
(carta 271).
«Que sepa el rey, mi señor, que el habiru se ha
levantado contra el país, don del dios del rey, mi
señor, a mí, y le ha atacado. Y que sepa el rey,
mi señor, que me han abandonado todos mis
hermanos, y que yo y Abdi-Heba mantenemos
reyerta con el habiru» (carta 366).
Una de las cartas encontradas en las ruinas de
Akhetaton, la capital de Egipto durante el reino de
Amenofis IV (Akhenatón).
Amenofis IV Akhenatón.
ron para Faraón las ciudades de de-
pósito: Pitom y Ramsés» (Ex 1,11).
Sabemos que en los tiempos de Ra-
msés II (1290-1224 aEC) la mano de
obra para las grandes construcciones
la proporcionaban en gran medida los
prisioneros de guerra y los esclavos. Es
posible entonces que los habiru, men-
cionados en las cartas de El Amarna
como ocupadores de las tierras cana-
neas, al ser hechos prisioneros por las
tropas faraónicas, pasaran a ser en
Egipto obreros al servicio del rey. Un
texto nos ofrece un testimonio de las
instrucciones recibidas por el encarga-
do de una obra en aquel tiempo:
«Distribuye raciones a los hombres
de la cuadrilla y a los habiru que
transportan la piedra para el gran
pilono de Ramsés Meri-Amón» (pa-
piro Leyde 348).
Así se puede suponer que un gru-
po de semitas, que más tarde forma-
ría parte de una confederación tribal
hebrea, habría aprovechado alguna
oportunidad para huir. Una fecha
propicia puede haber sido el final del
reinado de Ramsés II, cuando Egipto,
ya obligado por un tratado de paz a
reconocer la igualdad de fuerza del
imperio hitita, comenzó a sentir tam-
bién la presión de los libios y de otros
agresores marítimos.
Resumiendo: distintos clanes pu-
dieron haber salido en oleadas sucesi-
vas de Egipto en fechas muy diversas,
ya sea expulsados o huyendo de la es-
clavitud. La coexistencia dentro del
texto bíblico de un relato de expulsión
y otro de huída sería el recuerdo de
distintos éxodos, finalmente integra-
dos una vez que los clanes transmiso-
res de dichas tradiciones se unieron
en el país de Canaán.
13En la escuela de las Escrituras
Nos sacó YHWH de Egipto
En esta frase de Dt 26,8 Israel celebra la acción divina que benefició a Israel con una
salvación inesperada. En ese hecho Dios ha demostrado que es su pueblo elegido, y por
eso seguirá mostrando su amor y su protección en todos los momentos de peligro a lo
largo de la historia.
L
a liberación de Egipto constituye para Is-
rael la seguridad de la voluntad salvífica
de Dios. Cuando la ruina era inminen-
te, un cambio de situación hizo que los escapa-
dos quedaran a salvo y el ejército egipcio pere-
ciera desastrosamente. En este hecho se reco-
noció la mano poderosa del Dios de Israel, que
se mostró más fuerte que los dioses de Egipto.
Más tarde, la agrupación de clanes a la que es-
tos esclavos liberados se integraría meditará esta
experiencia de salvación y la hará suya.
La experiencia de salvación que los libera-
dos compartieron con los otros clanes aliados
ya no sería, como la de los demás, la obtención
de una tierra y la seguridad de una descenden-
cia. Sería la certeza de ser rescatados por su Dios
de la esclavitud y de una muerte segura. A él
habría que invocar con ocasión de cualquier pe-
ligro en el futuro:
«Él es mi salvación. Él mi Dios, yo le glorifico, el
Dios de mi padre, a quien exalto. ¡Un guerrero
YHWH, YHWH es su nombre!» (Ex 15,2-3).
La epopeya de la liberación de Egipto no fue
compuesta como obra literararia hasta varios
siglos después de transcurridos las experiencias
evocadas en la gesta. Alusiones al Éxodo y la
ESCLAVOS FABRICANDO
LADRILLOS. Tumba de Rekhmire.
«Les amargaron la vida con rudos
trabajos de arcilla y ladrillos» (Ex 1,14).
14 En la escuela de las Escrituras
EL NIÑO SALVADO DE LAS AGUAS
Los narradores de la infancia de Moisés probablemente se
inspiraron en la historia del nacimiento de Sargón de Akkad,
que había vivido en Mesopotamia por el año 2300 aEC. Se trata
delconocidotemadelhéroesalvadomilagrosamenteenprevisión
de una gran misión de parte de la divinidad.
«Yo soy Sargón rey fuerte, rey de Akkad; mi madre era
pobre, a mi padre no lo conocí... Ella me concibió; mi
madre, la pobre, a escondidas me dio a luz, me puso en
un cesto de mimbre, con betún me cerró la puerta. Ella
me abandonó al río y éste no me sumergió. El río me
llevó hasta llegar junto a Akki, el portador de agua.Akki
me miró con benevolencia y me sacó del agua. Akki,
como hijo suyo me adoptó y me educó. Akki me colocó
para cuidar su jardín. Mientras era jardinero, la diosa
Ishtar me amó. Durante 55 años ejercí la realeza».
Moisés es rescatado de las aguas y entregado a la hija del
Faraón. Sinagoga de Doura Europos (Siria. Siglo III EC).
travesía del desierto ya eran conocidas antes de
ser pronunciados los oráculos de los profetas
Amos y Oseas (s. VIII aEC). Ambos comparten
el recuerdo de un gran acontecimiento histórico
relativo a una liberación de Egipto y que ocu-
rrió en un pasado distante:
«Yo os hice subir a vosotros del país de Egipto
y os llevé por el desierto cuarenta años, para
que poseyeseis la tierra del amorreo» (Am
2,10; cf. 3,1; 9,7).
«Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egip-
to llamé a mi hijo» (Os 11,1). «Yo soy YHWH,
tu Dios, desde el país de Egipto. No conoces
otro Dios fuera de mí, ni hay más salvador
que yo» (Os 13,4).
Moisés es el héroe hebreo que prota-
goniza los relatos sobre la salida de
Egipto. Etimológicamente el nombre Moshé es
egipcio. Es un derivado del término msí (dar a
luz), que aparece con cierta frecuencia en nom-
bres compuestos, como Tut-mosis y Ra-msés. En
estos casos se estaría indicando que estos Farao-
nes obtuvieron su nacimiento de los dioses Tut y
Ra. La noticia proporcionada por el texto bíbli-
co acerca de su educación en la corte faraónica
permitiría comprender por qué este niño nacido
de padres hebreos llevaba un nombre egipcio.
La tradición israelita narró la historia de
Moisés según el conocido modelo de la preser-
vación del héroe para una misión futura. La vida
del niño levita abandonado en una cesta en el
Nilo había sido salvada por Dios, protector del
indefenso.
Es de gran importancia la narración de la
vocación de Moisés. En ella se da a conocer tam-
EL LIBERTADOR
Con el transcurso del tiempo esta
acción salvadora se convertirá en una
narración, donde se desarrollarán teo-
lógicamente largos discursos y canti-
dad de elementos prodigiosos.
EL RIO NILO (Egipto).
«Entonces Faraón dio a todo su pueblo esta
orden: «Todo niño que nazca lo echaréis al Río;
pero a las niñas las dejaréis con vida» (Ex 1,22).
15En la escuela de las Escrituras
bién el nombre del Dios liberador. En el monte
Sinaí se le presenta a Moisés como el Dios de los
antepasados del pueblo esclavizado:
«Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob»
(Ex 3,6).
Es el Dios de la Promesa, la cual se cum-
ple con el rescate de la esclavitud. Moisés se
puede presentar con seguridad frente a los he-
breos porque lo envía el Dios que prometió la
tierra. Y así la salida (Exodo) no es una aventu-
ra descabellada, sino una misión con respaldo
divino.
Junto con la identificación con el Dios de
los clanes paternos se proporciona la explica-
ción del Nombre Sagrado (YHWH):
«Yo soy el que soy». Y añadió: «Así dirás a
los israelitas: Yo soy me ha enviado a ustedes
(Ex 3,14).
Con su Nombre YHWH expresa, ante todo,
cómo se va a mostrar a Israel. El verbo ‘ehyeh pue-
de entenderse no simplemente como ser, sino
como estar presente. Así lo sugiere el contexto:
«Yo estaré contigo» (Ex 3,12).
En el contexto de su estadía en Madián el relato
bíblico sitúa la manifestación de Dios a Moisés.
Los narradores israelitas explicaron el significa-
do del Nombre divino YHWH (hwhy):
«Así dirás a los israelitas: «Yo soy me ha en-
viado» (Ex 3,14).
La mención de YHWH como el Dios de Abra-
Se trata una existencia relacional y eficaz, que
acompañará todas las contrariedades a lo largo
de la historia.
Si consideramos el relato bíblico como el re-
sultado de una integración de tradiciones que
distintos clanes conservaban respecto a su vida
itinerante, no sería extraño que la persona de
Moisés no estuviera presente desde el comienzo
en cada uno de los episodios referidos en el li-
bro del Exodo. Tal vez más tarde llegaría a ser el
protagonista principal que permitió coordinar
dentro de un único conjunto los relatos menores
aportados por cada clan. Pues si no encontrára-
mos a cada paso a este guía liberador, la trama
narrativa de las tradiciones se desintegraría en
una serie de episodios bastante incoherentes.
EL DIOS DE MOISÉS
16 En la escuela de las Escrituras
ham, Isaac y Jacob podría hacer pensar en
una divinidad semejante a la de los otros
nómadas, que mantenía una vinculación
personal con el antepasado del clan. Sin em-
bargo uno de los textos más antiguos de la
Biblia, el canto de Débora, nos describe con
gran lujo poético el traslado del Dios de las
tribus aliadas desde su lugar de residencia
hasta el campo de batalla para enfrentar a
los cananeos:
«¡Escuchad, reyes! ¡Prestad oídos, prínci-
pes! Yo a YHWH, yo voy a cantar. Tocaré
el salterio para YHWH, Dios de Israel.
Cuando saliste de Seír, YHWH, cuando
avanzaste por los campos de Edom, tem-
bló la tierra, gotearon los cielos, las nubes
en agua se fundieron. Los montes se
licuaron delante de YHWH, el del Sinaí,
delante de YHWH, el Dios de Israel» (Jue
5,3-5).
La vinculación de YHWH parece ser, pues,
originalmente local, ya que no se ubica jun-
to al grupo llamado Israel hasta el momento
en que éste lo necesita en el combate. Pero
habitualmente moraría en algún lugar de la
península del Sinaí.
Al pie del Yebel Serbal en el Sinaí, apa-
YHWH, EL DIOS DE ISRAEL
En los acontecimientos de la historia Israel pudo
comprender cuáles eran los rasgos característicos de
su Dios y lo que lo distinguía de las divinidades adoradas
por otros pueblos.
No está vinculado al ciclo de la naturaleza: no
muere ni resucita con ella en cada estación como
le ocurre a Baal, Osiris y otros dioses.
Es descrito con rasgos humanos, no con figura
de astros, animales o plantas. Aunque tiene
sentimientos como el hombre, carece de las
debilidades y defectos de los dioses homéricos.
Es un Dios ético, que exige confianza y
obediencia, y no admite la opresión.
El Nombre divino YHWH (hwhy) grabado en la estela
en la que el rey moabita Mesha relata su campaña contra
los israelitas (cf. 2 Re 3,4-27).
En el siglo I EC un judío residente en la capital de Egipto
se dedica al estudio y el comentario de los escritos bíbli-
cos, que ya hacía tiempo habían sido traducidos al grie-
go.Influenciadoporsuformaciónplatónica,haceunalec-
tura alegórica de los mismos, deseoso de explicar al pú-
blico helenístico la tradición religiosa de su pueblo. Ejem-
plo de este modo de lectura es la explicación del relato
de la manifestación de Dios a Moisés (cf. Ex 3,1-22).
«La zarza que arde es símbolo de los que pade-
cen injusticia; la llama de fuego, de los que la
cometen. El hecho de no consumirse lo que ar-
día es símbolo de que los que padecen injusticia
no serán destruidos por sus agresores, sino que
para éstos el ataque quedará ineficaz e inútil y,
para aquellos, la confabulación no tendrá conse-
cuencias. En Ángel es símbolo de la providencia
que Dios tiene, que en gran silencio alivia los gran-
des temores según las esperanzas de todos»
(Filón, de Alejandría Vida de Moisés I,67).
La zarza ardiente.
MOISES Y LA ZARZA ARDIENTE. Mosaico bizantino del
Monasterio de Santa Catalina (Monte Sinaí).
17En la escuela de las Escrituras
recen con frecuencia grafitis árabes nabateos de
los siglos II y III EC con la leyenda SERVIDOR
DE ‘HYW. El hecho podría estar mostrando que
esta montaña era un lugar de peregrinación en
la que se adoraba a una divinidad llamada
‘HYW. ¿Sería este culto árabe pre-islámico el su-
cesor de otro más antiguo celebrado en el mis-
mo lugar? No hay que descartar la posibilidad
de que algunas tribus proto-israelitas, instala-
das transitoriamente en la península sinaítica,
entraran en contacto con algún culto que ya an-
tes se rendía a YHWH en esa Montaña Santa.
De hecho, una tradición bíblica atribuye al hijo
de Set el comienzo de este culto, reconociéndole
así un origen pre-israelita:
«Henós fue el primero en invocar el nombre
de YHWH» (Gn 4,26).
La localización de YHWH en el Sinaí está
indicada principalmente por la tradición que si-
túa su manifestación en ese lugar como «Yo soy
el que soy»: «Así dirás a los israelitas: Yo soy me
ha enviado a ustedes» (Ex 3,14). El que recibió
esa revelación fue el yerno de «Jetró, sacerdote
de Madián, una vez que llevó las ovejas más allá
del desierto y llegó hasta Horeb, la montaña de
Dios» (3,1). ¿El culto de que dios oficiaría Jetró?
El relato del encuentro con su yerno en el Mon-
te de Dios no parece mostrar una conversión
del sacerdote, sino más bien una confirmación
de su propia fe: «Jetró se alegró de todo el bien
que YHWH había hecho a Israel, librándolo de
la mano de los egipcios» (18,9). ¿Sería YHWH
el Dios servido por Jetró desde antes de que se
revelara a su yerno?
MONTAÑAS DEL SINAI.
«Moisés era pastor del rebaño
de Jetró su suegro, sacerdote
de Madián. Una vez llevó las
ovejas más allá del desierto; y
llegó hasta Horeb, la montaña
de Dios» (Ex 3,1).
LASALIDADE EGIPTO Y LAPASCUA
Moisés recibe la misión divina de presentarse ante
el Faraón para decirle:
«Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Deja salir
a mi pueblo para que me celebre una fiesta en
el desierto». [Pero] Respondió Faraón:
«¿Quién es Yahveh para que yo escuche su
voz y deje salir a Israel? No conozco a Yahveh
y no dejaré salir a Israel» (Ex 5,1-2).
Ante la negativa comienza un gran enfren-
tamiento, donde Egipto es castigado a causa de
la dureza del Faraón con unas plagas enviadas
por Dios. Moisés cuenta con la ayuda divina,
pero el Faraón no se deja impresionar porque
cuenta con magos, que también obran prodigios.
El endurecimiento se hace cada vez más culpa-
ble en la medida en que los magos no pueden ya
competir con Moisés, pues son superados en
18 En la escuela de las Escrituras
«En Arabia central la víctima era inmolada ante una pie-
dra levantada como símbolo de la presencia divina, y la
sangre se vertía sobre la piedra o se esparcía en un hoyo
cavado al pie de ésta. Estos sacrificios se ofrecían espe-
cialmente en las fiestas que los árabes nómadas cele-
braban en el primer mes de primavera para asegurar la
fecundidad y prosperidad del rebaño. Es probable que
los antepasados de Israel, pastores seminómadas, ya
celebrasen una fiesta análoga» (R. de Vaux, Historia an-
tigua de Israel I,Madrid, 1975, p.282).
La fiesta de los pastores
MUERTE DELPRIMOGENITO. Obra deAlmaTadema (1872)
poder. Finalmente la obstinación del
Faraón se ve quebrada por la décima
plaga:
«YHWH hirió en el país de Egipto
a todos los primogénitos, desde el
primogénito de Faraón, que se sien-
ta sobre su trono, hasta el primo-
génito del preso en la cárcel, y a
todo primer nacido del ganado»
(Ex 12,29).
Con este último acontecimiento
se relacionarán dos instituciones re-
ligiosas: la fiesta de Pascua (PESAJ)
y la consagración de los primogéni-
tos de Israel:
«Como Faraón se obstinó en no
dejarnos salir, YHWH mató a to-
dos los primogénitos en el país de
Egipto, desde el primogénito del
hombre hasta el primogénito del
ganado. Por eso sacrifico a YHWH
todo macho que abre el seno ma-
terno, y rescato todo primogénito
de mis hijos» (Ex 13,15).
A la muerte de los primogénitos
de Egipto se vincularon los recuerdos
sigue en la página 22
19En la escuela de las Escrituras
HAGADA DE PESAJ (siglo XV)
«Este será un día memorable para vosotros,
y lo celebraréis como fiesta en honor de
YHWH de generación en generación»
(Ex 12,14)
E
l orden ritual (SEDER) de la celebración
de Pesaj está pautado por la lectura de la
HAGADÁ. Ésta es un conjunto de rela-
tos, bendiciones, oraciones y cánticos que se su-
ceden al modo de guión narrativo, para que el
oficiante guíe a todos los presentes en el recuer-
do de la gesta del Exodo. El sentido de la narra-
ción está dado por la prescripción bíblica:
«En aquel día narrarás a tu hijo: "Esto es con
motivo de lo que hizo conmigo YHWH cuan-
do salí de Egipto." Y esto te servirá como se-
ñal en tu mano, y como recordatorio ante tus
ojos, para que la ley de YHWH esté en tu boca;
porque con mano fuerte te sacó YHWH de
Egipto» (Ex 13,8-9).
El SEDER gira alrededor de la enseñanza a
través de la interrogación que el participante más
joven hace al oficiante, de acuerdo al precepto:
«Y cuando os pregunten vuestros hijos: "¿Qué
significa para vosotros este rito?", responde-
réis: "Este es el sacrificio de la Pascua de
YHWH, que pasó de largo por las casas de los
israelitas en Egipto cuando hirió a los egip-
cios y salvó nuestras casas"» (Ex 12,26-27).
«Si el Santo, Bendito sea, no hubiera hecho sa-
lir de Egipto a nuestros antepasados, todavía
hoy nosotros, sus hijos, seríamos esclavos en
Egipto. Por eso, aunque todos fuéramos sabios,
todos inteligentes, todos ancianos, todos ver-
sados en la Torah, es un precepto hacer el rela-
to de la salida de Egipto, y cuanto más se habla
de ella, más méritos se tienen» (HAGADÁ).
20 En la escuela de las Escrituras
(1) EL SEDER de Pesaj comienza con la «santificación» (KADESH)
del día, bendiciendo la primera de las cuatro copas que se beben
durante la ceremonia (1): «Bendito eres Señor nuestro Dios, Rey
del universo, que creaste el fruto de la vid, que consagras a Israel y
a sus efemérides, que nos hiciste llegar a este momento».
Luego se trae a la mesa un jarro con agua para que el guía del
SEDER efectúe la ablución (URJATZ) sin moverse del lugar, tal cual
lo hacían los reyes antiguamente.
1
(2) El apio o perejil remojado en vinagre
(KARPAS) es símbolo de la amargura
padecida por los hebreos esclavizados
en Egipto.
YAJATZ: Se parte en dos el pan sin fer-
mentar (MATZA [3]). El trozo más gran-
de se reserva para el final.
Después de recitar la Hagadá, se procede a otro lavado
de manos (RAJTZÁ) y a la bendición e ingesta del pan
(MOTZÍ MATZÁ): «Bendito eres Señor Dios nuestro,
Rey del universo, que extraes pan de la tierra, que nos
consagraste con tus preceptos y nos ordenaste comer
matzá».
(4) Se come una porción de lechuga (MAROR) untada
con una pasta de color arcilla (JAROSHET) en recuer-
do de la amargura por la fabricación de ladrillos (5).
Seguidamente se toma la lechuga con la pasta, se la
unta entre dos trozos de matzá y se pronuncia un texto
en recuerdo del cordero (6) ofrecido en el Templo. Un
4
5
7
21En la escuela de las Escrituras
2
3
6
huevo duro (BEITZÁ) simboliza la dureza del corazón
del Faraón (7).
Se procede entonces a la comida principal (SHULJÁN
OREKH). Al concluir se toma el pan que fue reservado
y se lo come antes de la acción de gracias por la cena.
Luego se bebe la tercera copa de vino, y se pronuncian
las alabanzas por los prodigios que acompañaron la
salida de Egipto (HALEL). Se procede a beber la cuar-
ta y última copa de vino de la noche, recitándose inme-
diatamente la bendición final correspondiente.
Se termina el SEDER con el saludo: «Leshaná habaá
birushalaim» (El próximo año en Jerusalén).
22 En la escuela de las Escrituras
retirado y la de una especie de un túnel en medio
de las aguas) corresponderían a dos versiones con-
tenidas en relatos de épocas diversas, integradas
finalmente en una redacción definitiva.
La comparación de las aguas con un dique
vuelve a aparecer en relación con el paso del
Jordán. En opinión de algunos biblistas, el rela-
to del paso del Jordán pudo servir para comple-
mentar y engrandecer una versión anterior más
sobria del relato del Mar. Se establecería así un
paralelismo entre los acontecimientos de la sali-
da de Egipto y de la entrada en Canaán. En la
tradición poética, ambos acontecimientos se can-
tan como parte de una misma gesta o acción
divina:
«Él convirtió el Mar en tierra firme, el Río
fue cruzado a pie» (Sal 66,6).
«Tú hendiste el Mar con tu poder... tú
abriste manantiales y torrentes, y secaste Ríos
inagotables» (Sal 74,13.15).
«Lo vio el Mar y huyó, retrocedió el
Jordán» (Sal 114,3).
Aunque se concede un protagonismo impor-
tante a Moisés, la actuación principal de la na-
Los recuerdos de la huída aparecen más bien
vinculados a la persecución del Faraón y el cru-
ce milagroso del Mar. El relato, como se ha trans-
mitido hasta hoy, presenta una tensión al na-
rrar la separación del Mar por mediación de Moi-
sés. Por un lado se describe una retirada del Mar,
que cabe dentro de lo que puede darse de modo
natural:
«YHWH hizo soplar durante toda la noche un
fuerte viento del Este que secó el mar»(Ex 14,21).
Por otra parte se narra el mismo acontecimien-
to de un modo prodigioso:
«Los israelitas entraron en medio del Mar a
pie enjuto, mientras que las aguas formaban
muralla a derecha e izquierda» (Ex 14,22).
Ambas imágenes tan dispares (la de un mar
RAMSES II EN LA BATALLA DE KADESH.
Templo deAbu-Simbel
ancestrales de la expulsión, ya que se relata que
«los egipcios por su parte instaban al pueblo para
acelerar su salida del país» (Ex 12,33).
EL CRUCE DEL MAR
viene de la página 18
23En la escuela de las Escrituras
rración la tiene, sin duda, YHWH. A él se debe
la destrucción de los egipcios y la liberación de
Israel:
«YHWH peleará por vosotros», dijo Moi-
sés a los israelitas temerosos (Ex14,14)
[los egipcios gritaron]: «huyamos ante Is-
rael, porque YHWH combate por él contra los
egipcios» (Ex 14,25).
Esta acción convierte a YHWH en un guerrero
y en un Rey soberano. Así lo canta Moisés:
«YHWH es un guerrero... YHWH reina por
siempre jamás» (Ex 15,3.17).
En algunas relatos míticos, el Mar aparece
como un monstruo difícil de vencer. El poema
babilónico de la creación relata el triunfo del rey
EL CAMINO DE LA LIBERTAD
La mención de Pitom en Ex 1,11 permite establecer
alguna relación respecto a la estadía de los clanes
hebreos en Egipto. En efecto es el nombre de un
santuario de la ciudad de Cheku, en el Delta oriental,
en la actual Tell el Maskhutah.
Para la localización del «Mar de las Cañas» caben
varias posibilidades, sin poder precisar con más
exactitud. En el mapa simplemente se señalan con
sus nombres. Lo mismo con la «Montaña de Dios»,
ya que todo el sur de la península del Sinaí es un
macizo montañoso.
Lagos Amargos
Ramsés
Lago Sirbonis
Piton
Qadesh
SINAI
Mar Rojo
MADIAN
El relato que narra la
expulsión muestra que se
habría tomado la ruta del
norte, bajando luego hacia el
oasis de Cadés. El que
relata una huída sugiere el
alejamiento de esa ruta
peligrosa, y nos orienta
hacia el Sinaí, donde ya no
hay presencia militar egipcia.
24 En la escuela de las Escrituras
divino Marduk sobre Tiamat, la serpiente del
mar, mediante el uso de su arma más potente,
el viento poderoso (Enuma elish IV,42-48.49-100).
En el relato bíblico de la Creación también
aparece un caos acuoso primordial sobre el que
planea el «viento/espíritu» de Dios. La creación
de Dios es en buena medida una obra de sepa-
ración y orden. En ella Dios separa unas aguas
de otras, haciendo aparecer la tierra seca que
posibilita la vida en ella. Dios contiene el mar
dentro de unos límites. El diluvio aparece como
un abrirse las compuertas del cielo y del abis-
mo, un caos acuoso, una contra-creación. Tam-
bién en esta ocasión, Dios pone fin al desastre
EL CRUCE DEL MAR. Sarcófago de San Trófimo (Catedral de San Trófimo de Arlés). Finales del siglo IV EC.
E
ntre las ruinas de la ciudad siria de Dou-
ra Europos se descubrió una sinagoga
construida en torno al año 245 EC. La sala
de oración mide 13 metros de ancho por 7 de
largo. Sus muros están revestidos de frescos que
reproducen escenas bíblicas. El panel dedicado
al Exodo se encuentra en lo alto, a la derecha
del nicho donde se guardaba la Torah.
1) Moisés aparece representado en un tama-
ño mayor que el de los demás personajes, para
poner de relieve el papel protagónico que des-
empeña en esos acontecimientos.
2) La mano de Dios lo inspira y lo guía.
3) Los soldados armados representan a «to-
dos los ejércitos de YHWH» (Ex 12,41).
4) Los doce hombres pintados en posición
frontal, con estandartes, representan a «todos
los ancianos de Israel» (Ex 12,21).
5) El mar seco deja al descubierto los peces.
6) Israel contempla «a los egipcios muertos a
orillas del mar» y es testigo de «la mano fuerte
que YHWH había desplegado contra los egip-
cios» (Ex 14,30-31).
La Biblia de los
iletrados
«Lo que un libro proporciona al que lo
lee, eso es lo que una pintura ofrece a los
analfabetos que la contemplan, pues en
ella aun los ignorantes ven cómo tienen
que comportarse, en ella leen los que no
tienen letras»
(Gregorio Magno, Carta a Sereno)
En la primera mitad del siglo III asistimos a la
creación de una iconografía religiosa judía, cu-
yas primeras realizaciones se asemejarán, en
cierto sentido, a las creaciones iniciales de los
cristianos. Quienes contemplaban esas imáge-
nes celebraban cómo Dios preservó a su pueblo
de calamidades y lo bendijo desde el comienzo
de los tiempos.
1
2
25En la escuela de las Escrituras
haciendo soplar el viento para que reaparezca
la tierra (Gn 8,1-14).
En la gesta del Exodo el viento que Dios hizo
soplar sobre el mar, dejándolo seco y permitien-
do el paso de los israelitas, evoca las obras de la
creación (Gn 1) y de la nueva creación (Gn 8).
El paso del mar es una «nueva creación», ya
que significa el nacimiento de Israel como pue-
blo de Dios. De la servidumbre al Faraón, Israel
pasó al servicio de YHWH.
El cántico entonado después del cruce del
Mar (Ex 15,1-21) representa el primer testimo-
nio del servicio cultual que Israel presta a
YHWH, su nuevo Rey soberano.
EL CRUCE DEL MAR. Sinagoga de Doura Europos (Siria). Siglo III EC.
1
2
3
4
5
6
L
a representación del Paso aparece muy
poco en las paredes de las catacumbas,
pero sí con frecuencia en los sarcófagos.
En ellos se adopta una tipología en friso conti-
nuo, que supone un uso total del espacio dispo-
nible. Los sarcófagos cristianos encontrados, en
los que se representa la escena, proceden en su
mayoría de la Galia, y más concretamente de
los talleres de Arlés. La que se despliega en el
sarcófago de San Trófimo incluye:
1) la salida y persecución del ejército egipcio,
2) su hundimiento en las aguas,
3) la acción de gracias del pueblo hebreo.
4) Detrás de la hermana de Moisés aparece
una columna [de fuego], que significa la presen-
cia protectora y luminosa de Dios (Ex 14,24).
3
4
26 En la escuela de las Escrituras
Nacido de la meditación de los recuerdos
del pasado, el relato bíblico del Exodo
seguirá siendo objeto de reflexión a lo
largo de los siglos a través de los
comentarios de los sabios.
EL CRUCE DEL MAR. Biblia alemana. Siglo XV.
«En todas las
generaciones, cada
hombre debe
considerarse como sí él
mismo hubiera salido
de Egipto»
(Mishná Pesajim 10,5)
A
través de preguntas y respuestas hechas
al texto bíblico los intérpretes amplían
su significado, de modo que proporcio-
ne un sentido actual para el lector. Considera-
da como Palabra de Dios, cada versículo de las
Escrituras puede explicarse de múltiples formas,
descubriendo constantemente nuevos sentidos:
«¿No es mi Palabra como fuego - oráculo de
YHWH- como martillo que pulveriza la roca?»
[Jer 23,29]: «De la misma manera que ese
martillo pulveriza la roca en múltiples frag-
mentos, así toda Palabra que sale de la boca
del Santo, Bendito sea, se expande en setenta
sentidos» (Talmud Shabat 88b).
En la noche de la liberación de Egipto el lec-
tor de cada generación puede descubrir un men-
saje de esperanza para su propia vida. Porque
esa noche estaba destinada desde la Creación y,
a la vez, anuncia todas las siguientes liberacio-
nes de la historia, hasta la definitiva:
«Rabbí Josué dijo: Es en el mes de Nisán cuan-
do nuestros antepasados fueron liberados, y
es en Nisán cuando lo seremos nosotros, como
está dicho: «Ésta era la noche guardada» [Ex
12,42], una noche reservada desde los seis
días del comienzo, y es esta misma noche la
que es guardada por el Eterno para todas las
generaciones de israelitas, una noche que fue
guardada para la liberación final» (Talmud
de Babilonia, Rosh ha-Shanah 11b).
La tradición saca del relato bíblico también
enseñanzas sobre las actitudes que debe asumir
el creyente ante las situaciones difíciles:
«Contestó Moisés al pueblo: «No temáis; estad
firmes, y veréis la salvación que YHWH os otor-
gará en este día, pues los egipcios que ahora veis,
no los volveréis a ver nunca jamás» [Ex 14,13].
Al borde del mar Rojo, Israel se dividió en
cuatro categorías; una dijo: ¡Arrojémonos al
mar! La segunda dijo: ¡Volvamos a Egipto! La
tercera propuso el combate; la cuarta se con-
tentó con invocar el socorro divino. A la pri-
mera, Moisés le dijo: estad firmes, y veréis la
salvación del Eterno. A la segunda, Moisés le
dijo: pues los egipcios que ahora veis, no los vol-
veréis a ver nunca jamás. A la tercera le dijo:
Dios peleará por vosotros; finalmente, a la cuar-
ta le dijo: vosotros no tendréis que preocuparos
[Ex 14,14]» (Talmud de Jerusalén, Taanit 5).
La actitud adecuada es la del espectador que,
a la vez, se compromete: hace y deja hacer.
27En la escuela de las Escrituras
MOISES BAJADEL MONTE. Miniatura persa. Siglo XV.
E
l relieve excepcional que concede el
Corán a la persona y la misión de Moisés
queda manifiesto por las semejanzas en-
tre la carrera de Moisés y la de Muhammad:
«Hemos mandado un enviado como testigo
contra vosotros [habitantes de la Meca], al
igual como mandamos al Faraón un envia-
do» (Corán 73,15).
La historia de Moisés sigue de cerca al relato
bíblico, aunque con algunas variantes. No es la
hija del Faraón quien lo encuentra en el Río, sino
la esposa:
«Inspiramos a la madre de Moisés: «¡Dale de
mamar y, en caso de peligro, ponlo en el río!
¡No temas por él, no estés triste! Te lo devol-
veremos y haremos de él un enviado».
Lo recogió la familia de Faraón, para terminar
siendo para ellos enemigo y causa de tristeza.
Faraón, Hamán y sus ejércitos eran pecadores.
La mujer de Faraón dijo: «Mi alegría y la tuya.
¡No le mates! Quizá nos sea útil o le
adoptemos como hijo». No presentían...»
(Corán 28,7-9).
Los episodios que se refieren a Moisés sirven
en el Corán como ocasión, ante todo, para
afirmar el monoteísmo. La misión liberadora no
aparece en primer plano, como en el relato
bíblico. En la zarza ardiendo en medio del
desierto Dios le dice a Moisés:
«Moisés, ¡yo soy tu Señor! Quítate las sanda-
lias que estás en el valle sagrado de Tuwa. Te
he escogido. Escucha lo que se te ha revelado.
Yo soy tu Dios. ¡No hay divinidad fuera de
mi! Por eso, adórame» (Corán 20,11-13).
El Corán destaca la verdadera religiosidad,
al relatar que los Magos que el Faraón opone a
Moisés es el profeta más mencionado en el
Corán. Allí es presentado como el guía y
jefe político del pueblo israelita, al que Dios
entregó también un libro: la Torah.
«Te he escogido para mí»
(Corán 20,41)
Moisés terminan confesándose vencidos y reco-
nociendo la verdad del Dios único:
«Los magos cayeron prosternados. Dijeron:
«¡Creemos en el Señor de Aarón y de Moisés!.
[...] Creemos en nuestro Señor, para que nos
perdone nuestros pecados y la magia a que
nos has obligado. Dios es mejor y más dura-
dero» (20,70-73).
El Faraón, a quien había sido enviado Moi-
sés, se negó a escucharle; por eso se vio ahoga-
do en el mar Rojo con su ejército. Lo mismo pe-
recerán todos los que se opongan a los profetas
enviados por Dios:
«Cuando Moisés les trajo Nuestros signos
como pruebas claras, dijeron: «¡Esto no es sino
magia inventada! No hemos oído que ocurrie-
ra tal cosa en tiempo de nuestros antepasa-
dos». Se condujeron, él y sus tropas, en el país
altivamente sin razón. Creían que no iban a
ser devueltos a Nosotros. Entonces, les sor-
prendimos, a él y a sus tropas, y les precipita-
mos en el mar. ¡Y mira cómo terminaron los
impíos!» (28,36.39-40).
28 En la escuela de las Escrituras
Yo los hice caminar por el
desierto durante cuarenta años
EL ARCA DE LA ALIANZA. Sinagoga de Doura Europos (Siria). Siglo III EC.
N
o es posible el inicio de una relación par-
ticular sin la aceptación de determina-
das normas. Por eso, sólo cuando
YHWH declaró derechos soberanos sobre los
hebreos rescatados, y éstos aceptaron la volun-
tad divina, se realizó plenamente la adquisición
de Israel como pueblo de Dios. Por eso las tradi-
ciones de las tribus recordaron, además de la
salida de Egipto, la promulgación de la Ley que
los agrupaba entre sí. Este episodio sería en lo
sucesivo el comienzo de la Alianza entre Dios e
Israel.
La formulación concreta de las diez palabras
proviene sin duda de tiempos remotos y tiene
su origen en la ética común de los clanes en la
antigüedad. Lo que se intenta en ella es salva-
guardar la comunidad, enumerando aquellos
crímenes que son tan graves que pueden llegar
a comprometer y poner en peligro la existencia
misma del clan. En este sentido, se puede afir-
mar que sus proposiciones son una formulación
particular de un fondo común de legislación del
antiguo Oriente, formado a lo largo de siglos.
Reconocida posteriormente como revelada, esta
legislación fue puesta en relación con la libera-
ción de la esclavitud de Egipto.
En el libro del Exodo se recopilan tres series
de leyes: el Decálogo (20,2-17), el Código de la
Alianza (20,22-23,19) y el Derecho de privilegio
(34,10-26). Cada serie posee su propia singula-
ridad, pero en todas late el mismo trasfondo y
significado básico. La referencia a la acción li-
beradora de YHWH encabeza el Decálogo y fun-
damenta las leyes del pueblo de Dios:
«Yo, YHWH, soy tu Dios, que te he sacado
del país de Egipto, de la casa de servidum-
bre» (Ex 20,2; Dt 5,6).
Así como la intervención de Dios en el Éxodo
tiene carácter salvífico, también sus leyes tienen
el mismo valor. Tanto la liberación de la
esclavitud como la donación de la Ley persiguen
la misma finalidad: que el pueblo viva
dignamente y en libertad, para que no vuelva a
caer en la esclavitud.
Los relatos bíblicos que preceden a la instalación de los hebreos en Canaán describen
de un modo arquetípico la historia del Israel sedentario durante el periodo monárquico.
La vuelta al desierto será el modelo que propondrán los profetas cada vez que se busque
renovar las relaciones entre Dios y su pueblo según el ideal primitivo.
29En la escuela de las Escrituras
DESIERTO DEL SINAI.
«YHWH tu Dios te ha bendecido en todas tu obras: ha
protegido tu marcha por este gran desierto, y hace ya
cuarenta años que YHWH tu Dios está contigo sin que
te haya faltado nada» (Dt 2,7).
Un segundo punto de vista señala al desierto
como el lugar de la prueba. La falta de confian-
za del pueblo liberado pone a prueba la fideli-
dad de Dios. En esta época fundacional de la
UNA ÉPOCA IDEAL
Entre la acción liberadora de la esclavitud y la
acción de la entrega de la Tierra prometida, la
narración bíblica describe otra acción salvado-
ra de YHWH a lo largo de un extenso relato: la
guía a través del desierto.
La memoria creyente destaca en esta época
de la historia de Israel dos puntos de vista. El
primero sitúa la marcha por el desierto como
un tiempo de amor entre Israel y YHWH:
«Así dice YHWH: De ti recuerdo tu cariño
juvenil, el amor de tu noviazgo; aquel seguir-
me tú por el desierto, por la tierra no sembra-
da. Consagrado a YHWH estaba Israel, pri-
micias de su cosecha... Luego los traje a la tie-
rra del vergel, para comer su fruto y su bien»
(Jer 2,2-3.7).
En la tierra no sembrada Israel estaba confiado
a las manos de YHWH. Ningún Baal se había
entrometido entre Israel y YHWH. Aún no lo
atraían los cultos agrícolas que más tarde en-
contraría en Canaán. En todo momento Israel
debía dejar que YHWH lo sustentara. La histo-
ria del maná refleja esa seguridad:
«He oído las murmuraciones de los israelitas.
Diles: Al atardecer comeréis carne y por la
mañana os hartaréis de pan; y así sabréis que
yo soy YHWH, vuestro Dios» (Ex 16,12).
Todos recogen el maná, pero al anochecer, com-
prueban que cada uno ha juntado lo justamente
necesario para sí y para su familia; no había de
sobra, pero tampoco faltaba (Ex 16,16-27). El
acontecimiento relatado pasa a tener valor de sig-
no: Dios da a cada uno lo necesario. Se puede
confiar que con Dios alcanza para vivir al día.
Conviene tener en cuenta que, cuando se
pone por escrito el recuerdo de la travesía por el
desierto, Israel es un pueblo sedentario, instala-
do en los beneficios de la agricultura. Y así, le
resultaba cada vez más difícil comprender la
vida en el desierto. Ese lugar inmenso y terrible,
donde la aridez, las serpientes y los escorpiones
amenazan la existencia, despierta facilmente el
espanto de una generación más relajada que no
habitó nunca esta región. Por eso cobra aún más
sentido la enseñanza que el relato transmite so-
bre la providencia divina.
EL LUGAR DE LA PRUEBA
30 En la escuela de las Escrituras
MOISES GOLPEANDO LA ROCA
EN EL DESIERTO. Catacumba
de San Calixto (rRoma).
historia de Israel el pecado capital consistió en
haber tentado a Dios. A este respecto es muy
ilustrativo el relato de la protesta contra Moisés
a causa de la falta de agua. El cuestionamiento
siempre gira en torno a la asistencia de Dios:
«Respondió YHWH a Moisés: «Pasa delante
del pueblo, llevando contigo algunos de los
ancianos de Israel; lleva también en tu mano
el cayado con que golpeaste el Río y vete, que
allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb;
golpearás la peña, y saldrá de ella agua para
que beba el pueblo». Moisés lo hizo así a la
vista de los ancianos de Israel.
Aquel lugar se llamó Massá y Meribá, a causa
de la querella de los israelitas, y por haber ten-
tado a YHWH, diciendo: «¿Está YHWH entre
nosotros o no?» (Ex 17,5-7).
La falta de memoria con respecto al auxilio de
Dios es la raíz de la desconfianza y de la rebel-
día. Por eso se expresa en forma de precepto el
recuerdo que debe mantener el pueblo:
«Cuida de no olvidarte de YHWH que te sacó
del país de Egipto, de la casa de servidumbre.
A YHWH tu Dios temerás, a él le servirás, por
su nombre jurarás. No vayáis en pos de otros
dioses, de los dioses de los pueblos que os ro-
dean, porque un Dios celoso es YHWH tu Dios
que está en medio de ti. La ira de YHWH tu
Dios se encendería contra ti y te haría des-
aparecer de la faz de la tierra. No tentarán a
YHWH su Dios, como lo han tentado en
Massá» (Dt 6,12-16).
En este mismo contexto aparece otro episo-
dio importante en la marcha por el desierto. Fue
nuevamente la duda lo que llevó a fabricar el
becerro de oro:
«Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en
bajar del monte, se reunió el pueblo en torno
a Aarón y le dijeron: «Anda, haznos un dios
que vaya delante de nosotros, ya que no sabe-
mos qué ha sido de Moisés, el hombre que nos
sacó de la tierra de Egipto» (Ex 32,1).
La desconfianza del pueblo cambia profun-
damente las relaciones establecidas con Dios re-
cientemente en el Sinaí. Después de lo ocurrido,
¿Israel continua siendo el pueblo de YHWH? La
consecuencia más sensible de la ruptura a la que
se llegó es que YHWH se niega a seguir guiando
al pueblo de un modo inmediato. YHWH no
quiere abandonar su plan de salvación, pero el
contraste entre la santidad y fidelidad de Dios y
el pecado del pueblo es tan notorio, que resulta
imposible seguir manteniendo un contacto in-
mediato:
31En la escuela de las Escrituras
CULTOAL BECERRO DE ORO. Obra de
W.C. Simmonds.
«Cuando Moisés llegó cerca del
campamento y vio el becerro y las
danzas, ardió en ira, arrojó de su mano las
tablas y las hizo añicos al pie del monte»
(Ex 32,19).
32 En la escuela de las Escrituras
«Dijo entonces YHWH a Moisés: «Di a los is-
raelitas: Vosotros sois un pueblo de dura cer-
viz. Si yo saliera contigo, aunque fuera un solo
momento, te destruiría» (Ex 33,5).
La santidad de YHWH destruiría a Israel, como
la luz destruye y hace desaparecer la oscuridad.
A partir de entonces Dios se relaciona con
su pueblo a través de mediaciones. Éstas separan
y unen a la vez. Dios hace presente su compañía
a través del Ángel de YHWH, y de la Tienda del
encuentro. Estas mediaciones son el signo de la
ira divina. Pero también son prueba de su vo-
luntad salvífica. Él mismo protege a su pueblo
contra este contacto aniquilador y toma precau-
ciones para conducir a feliz término su plan,
como le asegurá a Moisés, que ha intercedido
por su pueblo:
«Yo mismo iré contigo y te daré descanso» (Ex
33,14).
La experiencia del desierto será objeto de recuer-
do y exhortación en todas las generaciones. Los
profetas anunciarán al pueblo que aquellos días
de amor de la comunidad de Israel siempre po-
drán volver:
«Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al de-
sierto y hablaré a su corazón. Allí le daré sus
viñas, el valle de Akor lo haré puerta de espe-
ranza; y ella responderá allí como en los días
de su juventud, como el día en que subía del
país de Egipto» (Os 2,16-17).
También la liturgia celebrada en el Templo
de Jerusalén se encargó de mantener en los Sal-
mos el recuerdo de los días del desierto. Así, el
salmo 106 no sólo es una larga confesión que
evoca las infidelidades del pueblo a través de la
historia. Ante todo es una alabanza al amor de
Dios, que siempre mantiene su fidelidad:
«¡Aleluya! ¡Dad gracias a YHWH, porque es
bueno, porque es eterno su amor!
Hemos pecado como nuestros padres,
hemos faltado, nos hemos hecho impíos;
nuestros padres, en Egipto, no
comprendieron tus prodigios. No se
acordaron de tu inmenso amor,
se rebelaron contra el Altísimo junto al mar
de Suf. El los salvó por amor de su nombre,
para dar a conocer su poderío.
Mas pronto se olvidaron de sus obras, no
tuvieron en cuenta su consejo; en el desierto
ardían de avidez, a Dios tentaban en la
estepa.
Se acordó en favor de ellos de su Alianza, se
enterneció según su inmenso amor.
¡Bendito sea YHWH, Dios de Israel, por
eternidad de eternidades! Y el pueblo todo
diga: ¡Amén! (Sal 106,106,1.6-8.13-14.45.48)
El sentido de relatar todos estos hechos no
es alimentar el remordimiento, sino enseñar a
todas las generaciones el camino de la fidelidad
al Dios que pactó una Alianza con su pueblo:
«Date cuenta de que YHWH tu Dios te corre-
gía como un hombre corrige a su hijo, y guar-
da los mandamientos de YHWH tu Dios si-
guiendo sus caminos y temiéndole» (Dt 8,5-6).
LA TENTACION DE CRISTO. Sandro Botticelli.
Los Evangelios utilizan el relato del desierto
como transfondo comparativo para describir las
tentaciones que experimentó Jesús. Más allá
de esta escena, la tentación se muestra en la
vida de Jesús como una experiencia comparti-
da con el resto de los hombres: «Por haber
experimentado personalmente la tentación y el
sufrimiento, él puede ayudar a aquellos que es-
tán sometidos a la prueba» (Heb 2,18).
Jesús enseña con su propia conducta que nada
en el mundo -promesas de alimento, seguri-
dad o poder- debería desviar a los creyentes
de la confesión de fe en el Dios único y verda-
dero: «Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él
darás culto» (Mt 4,10; cf. Dt 6,13).
Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto
APRENDIENDO DELPASADO
33En la escuela de las Escrituras
MONTE DE LATENTACION en el desierto de Judea.
«Jesús permaneció en el desierto cuarenta días,
siendo tentado por Satanás» (Mc 1,13).
34 En la escuela de las Escrituras
MONTE TABOR, considerado por
la tradición como el lugar de
laTransfiguración de Jesús.
No se recuerda la historia por sí misma, sino en
función de un sentido más profundo, de una
enseñanza que aparece detrás del acontecimien-
to como lo permanente, lo único realmente impor-
tante. Dios sigue interviniendo en las circunstan-
cias de nuestras vidas, que se asemejan a las de
los antepasados de Israel.
UN LLAMADO SIEMPRE VIGENTE
El ciclo de las tradiciones sobre el Exodo fi-
naliza con la muerte de Moisés. Dios le ordena
subir al monte Nebo, desde donde contemplará
la Tierra prometida, sin poder entrar en ella. Esta
visión permite recordar la antigua promesa he-
cha a los Patriarcas. Finalmente, después de tan-
tos siglos, va a cumplirse el anhelo de quienes
pusieron su esperanza en Dios:
«YHWH dijo: «Esta es la tierra que bajo jura-
mento prometí a Abraham, Isaac y Jacob, di-
ciendo: A tu descendencia se la daré. Te dejo
verla con tus ojos, pero no pasarás a ella».
Allí murió Moisés, siervo de YHWH, en el país
de Moab, como había dispuesto YHWH. Le
enterró en el Valle, en el País de Moab, frente
a Bet Peor. Nadie hasta hoy ha conocido su
tumba» (Dt 34,4-6).
El elogio fúnebre por aquel de quien se sirvió Dios
para salvar a su pueblo está lleno de nostalgia:
«No ha vuelto a surgir en Israel un profeta
como Moisés, a quien YHWH trataba cara a
cara» (Dt 34,10).
Sin embargo la tradición, que conservó los re-
cuerdos del legislador y liberador de Israel, tam-
bién mantuvo viva la esperanza de una reno-
vación de los comienzos de la historia del pue-
blo de la Alianza:
«YHWH tu Dios suscitará, de en medio de ti,
entre tus hermanos, un profeta como yo, a
quien escucharéis» (Dt 18,15).
Para todas las generaciones permanece vi-
gente el llamado de Dios a su pueblo, para que
«escuche y practique» los preceptos que con-
ducen a la libertad y a la plenitud de vida. Así
como sucedió con la generación de Moisés en el
desierto, y seguidamente con la de Josué al en-
trar en la Tierra prometida, también los segui-
dores de Jesús reciben la misma invitación des-
de la nube:
«Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo
puesta mi predilección: escúchenlo» (Mt 17,5).
35En la escuela de las Escrituras
LA TRANSFIGURACION.
Obra de Rafael.
«Toma Jesús consigo a
Pedro, Santiago y Juan, y los
lleva, a ellos solos, aparte, a
un monte alto. Y se
transfiguró delante de ellos.
Se les aparecieron Elías y
Moisés, y conversaban con
Jesús» (Mc 9,2.4).
36 En la escuela de las Escrituras
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Exodo

  • 1. 1En la escuela de las Escrituras ¡DEJA SALIR A MI PUEBLO! LA TRADICION DEL EXODO en la escuela de las e s cr i t v ras
  • 2. 2 En la escuela de las Escrituras SUMARIO Fuimos esclavos en Egipto Algunas informaciones históricas nos proporcionan el contexto en que se desarrollaron los acontecimientos relatados en la tradición del Exodo. 4 en la escuela de las escritvras DESTRUCCIÓN DEL EJÉRCITO DEL FARAÓN. Obra de Philip James Loutherbourg (1792). Autor y diseño: fray Domingo Cosenza OP Esta publicación electrónica ha sido realizada para ser compartida en las redes sociales. Por eso está totalmente permitida su reproducción total o parcial por cualquier medio. Está disponible para ser descargada en el sitio: www.scribd.com/domingocosenza Yo los hice caminar por el desierto cuarenta años Los relatos bíblicos que preceden a la instalación de los hebreos en Canaán describen de modo arquetípico un modelo para las relaciones entre Dios y su pueblo. 28 Nos sacó YHWH de Egipto En el Exodo Dios ha mostrado a Israel que es su pueblo elegido, y por eso seguirá mostrando su amor en todos los momentos a lo largo de la historia. 13
  • 3. 3En la escuela de las Escrituras L a narración de la Transfiguración de Jesús (Lc 9,28-36) evoca un acontecimiento que permite ampliar su lectura. Se iniciará a continuación su viaje final a Jerusalén. Por tanto el uso de la palabra éxodo para designar la experiencia que vivirá Jesús señala el sentido de ese viaje. En efecto, el Exodo refiere el acontecimien- to fundacional de la historia de Israel. De este modo Lucas describe la subida de Jesús a Jeru- salén como una renovación de la experiencia pri- mordial de su pueblo, nacido de la liberación de la esclavitud de Egipto. La intervención salvífi- ca de Dios y la Alianza pactada con Israel en- tran, entonces, en el horizonte de la larga trave- sía de Jesús y, también, en el destino de su vida. El itinerario de Israel hacia la tierra prome- tida es, asimismo, el modelo del tiempo litúrgico de preparación para la celebración de la Pas- cua, expresado en el periodo de cuarenta días llamado Cuaresma. Cuantos fueron los años de la travesía por el desierto, también son los días en que los cristianos contemplan a Jesús enca- minado hacia Jerusalén. Profundizar en la espiritualidad del Éxodo permite comprender las disposiciones de Jesús y el sentido de su predicación. Las siguientes pá- ginas quieren proporcionar un material de es- tudio y reflexión en torno a estos temas. En ellas se conjugarán las perspectivas histórica y teoló- gica, así como las diversas interpretaciones del Éxodo presentes en las tradiciones judía, cris- tiana e islámica. Que la riqueza espiritual contenida en esas tradiciones nos ayude a revivir la experiencia liberadora que ellas evocan y nos permitan re- novar nuestra relación con el Dios que invita a los hombres a vivir en Alianza con Él. Fray Domingo Cosenza OP «Moisés y Elías, revestidos de gloria, hablaban del éxodo de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén» VISTADE ISRAEL desde el Monte Nebo (Jordania). «Sube a esa montaña de los Abarim, al monte Nebo que está en el país de Moab, frente a Jericó, y contempla la tierra de Canaán que yo doy en propiedad a los israelitas» (Dt 32,49).
  • 4. 4 En la escuela de las Escrituras L a religión de Israel hace una referencia a los antepasados remotos del pueblo al proclamar su fe en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Esta creencia es la que tam- bién Jesús compartió y en la cual se apoyó su predicación sobre el Reino de los Cielos (Mt 8,11) y su esperanza en la resurrección de los muer- tos (Mt 22,32). Pero, más allá de la vinculación a la persona de los patriarcas, el Dios de Israel llegó a ser re- conocido por las sucesivas generaciones de cre- yentes en referencia a una acción que determinó la historia del pueblo: la liberación de la esclavi- tud en Egipto. En efecto, cuando un israelita ofre- cía en las fiestas las primicias de los frutos de la tierra pronunciaba la siguiente profesión de fe: Fuimos esclavos en Egipto En los siglos que preceden a la XIX dinastía faraónica (s. XIII aEC) numerosos grupos seminómadas semitas se instalan en el país de Canaán en busca de morada definitiva. También su presencia queda registrada en Egipto. Algunas informaciones históricas nos proporcionan el contexto en que se desarrollaron los acontecimientos relatados en la tradición del Exodo. ISRAEL EN EGIPTO. Edward Pointer (1836-1919). «Les impusieron capataces para aplastarlos bajo el peso de duros trabajos; y así edificaron para Faraón las ciudades de depósito: Pitom y Ramsés» (Ex 1,11).
  • 5. 5En la escuela de las Escrituras «Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y se refugió allí con unos pocos hom- bres, pero luego se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusie- ron una dura servidumbre. Entonces pedimos auxilio a YHWH, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. El vio nuestra mise- ria, nuestro cansancio y nuestra opresión, y nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios. El nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra que mana leche y miel. Por eso ofrezco ahora las primi- cias de los frutos del suelo que tú, YHWH, me diste» (Dt 26,5-10) En un acontecimiento del pasado los israe- litas reconocieron la mano poderosa de su Dios, que se mostró más fuerte que los dioses de Egip- to. No había sido un logro de ellos salir con vida, ni habían escapado ellos de la esclavitud, sino que había sido YHWH quien los hizo salir de Egipto, de la Casa de la esclavitud (Ex 20,2). Esa intervención había hecho posible la superviven- cia de un pueblo oprimido y, por tanto, en esta certeza se apoyaría en lo sucesivo la existencia de la nación y su propia identidad. ¿EXPULSIÓN O HUÍDA? Desde un punto de vista histórico podemos preguntarnos si disponemos de informaciones que nos permitan localizar estos hechos y ubi- car en qué época sucedieron. Los textos bíblicos sobre la gesta del Éxodo ofrecen algunas refe- rencias geográficas, pero no mencionan los nom-
  • 6. 6 En la escuela de las Escrituras bres de los monarcas egipcios que per- mitirían conocer la fecha de los acon- tecimientos. Se habla de manera anó- nima sobre los distintos reyes que ejer- cieron la opresión sobre los hebreos: «Asumió el poder en Egipto un nue- vo rey, que no había conocido a José» (Ex 1,8). «Pasó mucho tiempo y, mientras tan- to, murió el rey de Egipto. Los israe- litas, que gemían en la esclavitud, hi- cieron oír su clamor, y ese clamor lle- gó hasta Dios, desde el fondo de su esclavitud» (Ex 2,23). A uno de los faraones se le atri- buye el comienzo de la esclavitud y a un sucesor la continuidad del mismo trato. Durante el reinado del segun- do habría tenido lugar la experiencia de liberación. Pero esta referencia in- determinada no permite realizar por sí sola la fecha de los acontecimien- tos, porque la utilización de esclavos extranjeros ha tenido lugar durante la mayor parte de la historia en el mundo antiguo. Y la liberación masi- va de los mismos no está documenta- da en textos del antiguo Egipto. Para un intento de datación dis- ponemos únicamente de los testimo- nios bíblicos. Si bien éstos no aportan PINTURA DE LA TUMBA DE KHNEM-HOTEP, en Beni-Hasam. El nombre de Ibsha, el jefe del clan representado, recuerda al nombre semita del servidor del rey David, «Abisay, hijo de Seruyah» (1 Sa 26,6). El relato de Sinuhé narra las andanzas de un funcionario egip- cio entre los habitantes de ese país después de huir de la corte del Faraón. Esta larga narración nos ofrece una descripción de las costumbres que existían entre las gentes que dieron acogi- da al fugitivo cuando estaba a punto de morir de sed. La pobla- ción de Retenu, calificada globalmente de bárbaros por los egip- cios, aparece en el texto como compuesta de nómadas (los corredores de arena), de seminómadas (los Setyu) y de seden- tarios (los Aamu). La descripción de los Setyu es bastante similar a la que la Biblia hace de los Patriarcas hebreos, quienes también practi- can la hospitalidad (Gn 18,1ss), viajan a Egipto (12,10ss), so- corren a los que son saqueados (14,12ss) y luchan por los po- zos de agua (26,20ss). LOS HABITANTES DEL DESIERTO «Después que me puse en camino hacia el norte, alcancé los Muros del Príncipe, que habían sido construidos para repeler a los Setyu y para aplastar a los Corredores de Arenas». «Un jefe que se encontraba allí y que había estado en Egipto me reconoció. Entonces me dio agua, me hizo cocer leche, fui con él a su tribu y ellos me trataron bien» (La historia de Sinuhé). FRAGMENTO de piedra con parte del relato de Sinuhé.
  • 7. 7En la escuela de las Escrituras nombres de reyes, sí describen unas caracterís- ticas del Éxodo que permitirían identificar las dinastías faraónicas bajo cuyo reinado se pade- ció la esclavitud relatada. Una lectura atenta de los textos lleva a advertir que la salida de Egipto es presentada a veces como una expul- sión, mientras que otras veces es descrita como una huída: «Voy a enviar contra el Faraón y contra Egip- to una sola calamidad más, y después él los dejará partir de aquí. Más aún, cuando los haga partir, los echará de aquí definitivamen- te […] Esa misma noche, el Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: «Salgan inmediatamente de en medio de mi pueblo, ustedes y todos los israelitas, y vayan a dar culto a YHWH, como lo habían pedido»… Los egipcios, por su parte, urgían al pueblo para obligarlo a salir del país lo antes posible, por- que decían: «De lo contrario, todos morire- mos» (Ex 11,1; 12,31.33). «Cuando anunciaron al rey de Egipto que había huido el pueblo, se mudó el corazón de Faraón y de sus servidores respecto del pue- blo, y dijeron: «¿Qué es lo que hemos hecho dejando que Israel salga de nuestro servicio?» (Ex 14,5). Esta diversidad de modos para referir la sa- lida podría estar implicando también dos mo- dos de permanencia en el territorio. En efecto, si los hebreos dejaron el país expulsados por los egipcios, debieron haber sido considerados mo- radores indeseables que era preferible mantener lo más lejos posible. Pero si lo hicieron huyendo, tuvieron que ser considerados como esclavos fu- gitivos que convenía recuperar. ¿Responde esta distinción de salidas simplemente a un cambio El ingreso de nómadas en Egipto aparece do- cumentado en el relato del fugitivo Sinhué, com- puesto a comienzos de la XII dinastía faraóni- ca, tal vez de la época de Sesostris I (1962-1928 aEC). En dicho texto se menciona un dispositi- vo de defensa llamado los Muros del Príncipe. Edificado por el Faraón Amenemhet I (1991- 1962 aEC), tendría la finalidad de evitar inva- siones al territorio egipcio, de un modo seme- jante a otras construcciones posteriores, como la Muralla China o el Muro de Adriano en Bri- tania. La existencia de este Muro estaría mani- festando que las incursiones de extranjeros no constituían fenómenos esporádicos. Pero el relato de Sinhué sugiere también que los extranjeros no siempre llegaron a ser una amenaza para los egipcios, ya que este miembro de la corte faraónica encontró hospitalidad en- tre unos habitantes del desierto que lo habían conocido en anteriores visitas al país del Nilo. A juzgar por su reacción amistosa, estos nómadas debieron haber sido acogidos también de una manera hospitalaria en Egipto. En el mismo sentido apunta la famosa esce- na pintada en la tumba de Khnem-Hotep, fun- cionario que también vivió como Sinhué duran- te la XII dinastía. En ella un grupo de 36 nóma- das, compuesto de hombres, mujeres y niños, son representados ingresando pacíficamente en el país con sus animales y con obsequios para el príncipe. El líder del grupo lleva un nombre se- LA INVASIÓN DE EGIPTO de opinión de los egipcios, como sugiere el texto bíblico? ¿O es posible que se trate de tradiciones correspondientes a situaciones distintas? Esta segunda alternativa podría justificarse a partir de las informaciones históricas disponibles.
  • 8. 8 En la escuela de las Escrituras mita, Ibsha, y ostenta el título de hikau khasut (dominador de un país extranjero). Sin embargo, pocos siglos más tarde los lla- mados dominadores extranjeros se convertirán en objeto de pésimos recuerdos para la historia de Egipto. Manetón de Sebennitos, autor del siglo III aEC, se habría referido a ellos cuando dio glo- balmente el nombre de hiksos a los gru- pos invasores que sometieron el país a partir del siglo XVIII. La dominación de estos pastores del este se prolongó desde 1730 aEC, fecha que los situa- ría en la época de las migraciones que afectaron a todo el Oriente Medio. Un texto que narra el propósito de reconquista por parte del faraón Kamo- sis, replegado en el sur del país, utiliza el mismo vocabulario mediante el cual Sinhué designaba a los habitantes del territorio al que había huido, es decir, los Aamu sedentarios y los Setyu semi- nómadas, englobando a ambos bajo la denominación común de asiáticos. Es posible que entre el conjunto de estos pastores asiáticos se encontraran también algunos clanes antepasados de Israel. La historia de José, que narra su encumbramiento como visir del Fa- raón (Gn 41,40ss) encajaría bien en este contexto de dominio extranjero, en el que no resultaba extraño que un semi- ta alcanzara un alto puesto en el go- bierno de Egipto. Contamos con el ejemplo del tesorero mayor Hur, men- cionado con frecuencia, cuyos escara- beos (sellos) se ha encontrado también en Israel, y a los dignatarios de la corte de Amenofis IV durante el siglo XIV. Pero a pesar de sus deseos, Kamo- sis no consiguió echar a los hiksos de Egipto. Fue el Faraón Ahmosis quien se apoderó de Avaris, persiguió a los invasores hasta Asia y dio comienzo al Imperio Nuevo. Con la toma de Sharuen (hacia 1550 aEC) el dominio hikso en Egipto llegó a su fin. Cabe preguntarse si entre los asiáticos ex- pulsados de Egipto durante la recon- quista habría alguno de los clanes preisraelitas. El relato del Éxodo que narra una expulsión, sería, en este caso, el recuerdo lejano y reelaborado de tal acontecimiento. La reconquista derivó natural- mente en un brote de patriotismo, pero también de xenofobia, que desató la sed de venganza de los egipcios contra los invasores. A las expedi- ciones punitivas en suelo asiático siguió, bajo Tu- tmosis III, la conquista sistemática de las plazas fuertes desde donde habían partido los hiksos. De este modo no sólo se concretó la formación «Desde Oriente, un pueblo de raza desconocida tuvo la audacia de invadir nuestro país y, sin dificultades ni combates, se apoderó de él a la fuerza. Se apoderaron de los jefes, incendiaron salvajemente las ciudades, arrasaron los templos de los dioses y trataron a los indígenas con la mayor crueldad, degollando a unos, llevándose como esclavos a los niños y a las mujeres de los demás. Al final, llegaron a hacer rey a uno de los suyos llamado Salitis. Este príncipe se estableció en Menfis, imponiendo tributos al país y dejando una guarnición en las plazas más convenientes. Sobre todo fortificó las regiones del este, ya que preveía que los asirios, más poderosos algún día, atacarían el reino por allí. Como hubiera encontrado en el nomo Setroítes una ciudad de una posición muy favorable situada en el brazo Bubástico y llamada Avaris según una antigua tradición teológica, la reconstruyó y la fortificó con murallas sólidas... Al conjunto de esta nación lo llamaban hiksos, es decir reyes pastores» (Manetón de Sebennitos, Historia de Egipto, s.III aEC) LOS PASTORES SE ADUEÑAN DE EGIPTO Sellos utilizados por los funcionarios hiksos. Manetón de Sebennitos escribió una obra titulada Aegyptiaca, que no se ha conservado, pero que ha sido citada por Flavio Josefo en su Contra Apión I,14. Allí menciona la invasión de los hiksos.
  • 9. 9En la escuela de las Escrituras LISTADE LAS CIUDADES CONQUISTADAS por TUTMOSIS III (Templo de Karnak). Cada ciudad es representada por el nombre escrito en jeroglífico en el cuerpo de los cautivos atados. Estos asiáticos capturados serían usados en trabajos forzados en Egipto. Entre ellos podrían estar incluidos muchos hebreos residentes en Canaán desde la época patriarcal.
  • 10. 10 En la escuela de las Escrituras das de la región, empujados por el hambre o la falta de seguridad, emi- grarían a las cercanías del Delta del Nilo y allí encontrarían el amparo del poder egipcio. Una carta de un oficial de fronteras hacia el 1200 aEC da cuenta a su superior de las órdenes re- cibidas respecto a las tribus Shosu, que recorrían el país en busca de agua y pastos para su ganado: «Otra satisfacción para mi señor: no- sotros hemos terminado de hacer pasar a las tribus de los Shosu de Edom por la fortaleza de Merenptah- hotep-her-Maat, Vida, Salud, Fuer- za, que está en Cheku, hasta los es- tanques de Pitom de Merenptah- hotep-her-Maat, que están en Cheku, con el fin de mantenerlos con vida y mantener vivos sus rebaños, según el placer del Faraón, Vida, Salud, Fuer- za, el sol perfecto de todo el país, en el año 8» (Papiro Anastasi VI). Las tribus Shosu parecen tener como territorio habitual el país de Edom, al sur del país cananeo. Este con- texto de acogida permitiría explicar también la situación descrita en la Bi- blia respecto a los hijos de Jacob: «Y dijeron a Faraón: «Hemos venido a residirenestatierra,porquenohaypas- tos para los rebaños que tienen tus sier- vos,porsergraveelhambreenCanaán. Así pues, deja morar a tus siervos en el país de Goshen». Y dijo Faraón a José: «Que residan en el país de Goshen. Y si te consta que hay entre ellos gente capacitada, ponles por cuidadores de mis pro- pios rebaños» (Gn 47,4-6). Pero, por otra parte, la mención en el papiro de la ciudad de Pitom (Nombre de un santuario de la ciudad de Cheku, en el Delta oriental, en la actual Tell el Maskhutah) permite establecer también una vinculación con la narración de la salida de Egipto, relatada como huída de la es- clavitud. En efecto, Pitom es mencionada en el relato bíblico en relación a los trabajos forzados impuestos a los hebreos: «Les impusieron pues, capataces para aplastar- los bajo el peso de duros trabajos; y así edifica- Desaparecido el sentimiento de inseguridad como efecto del sometimiento de los antiguos invasores, los territorios asiáticos fueron consi- derados colonias y, como tales, también debie- ron ser protegidos. Algunos de los clanes nóma- ASIÁTICOS ESCLAVOS EN EGIPTO LA EXPULSIÓN DE LOS ASIÁTICOS Un texto encontrado en 1935 por H. Chevrier, grabado en el templo de Karnak, narra el propósito de reconquista por parte del faraón Kamosis, replegado en el sur del país. Utiliza el mismo vocabulario mediante el cual Sinhué designaba a los asiáticos: Aamu sedentarios y Setyu seminómadas. Estela del Faraón Kamosis «Su Majestad habló en el palacio al Consejo de los Grandes que están en su séquito: «Yo estoy informado de lo que es mi poder. Un príncipe está en Avaris, otro en Kush y yo me siento en asociación con un Aamu y un Nubio. Cada uno de ellos posee su parte de este Egipto, repartiendo el país conmigo. Yo no puedo llegar hasta Menfis, las aguas de Egipto. Mira, él (el jefe hikso) tiene Shemun y nadie puede establecerse, al ser despojado por los impuestos de los Setyu. Yo combatiré con él de manera que pueda abrirle el vientre. Mi deseo es salvar a Egipto y derrotar a los asiáticos» (Estela de Kamosis). de un imperio extendido en suelo asiático, sino también se abandonó el aislamiento que había caracterizado al estado faraónico desde su crea- ción 1500 años atrás.
  • 11. 11En la escuela de las Escrituras ELTEMPLO DE AMÓN EN KARNAK se inició durante el reinado de Sesostris I y se terminó con Ramsés II. El edificio se levanta en un recinto que mide 140 m cuadrados aproximadamente. Su parte más sobresaliente es la sala hipóstila, cuyo tejado reposa sobre 122 columnas de más de 21 metros de altura, colocadas en nueve hileras.
  • 12. 12 En la escuela de las Escrituras LOS HABIRU ¿HEBREOS? En Tell el Amarna, a 300 km al sur del Cairo, fueron descubiertas 350 cartas dirigidas a Amenofis IV. En una de ellas el príncipe de Guézer se queja ante el Faraón del saqueo realizado sobre las ciudades del país por los HABIRU, aprovechando la debilidad mo- mentánea de Egipto (primer texto). De la misma situa- ción desesperada le informa Shuwwardata, el príncipe de Gaza (segundo texto). «Al rey, mi señor, mi dios, mi sol, di: así dice Milkili, tu siervo, el polvo de tus pies. Me he postrado siete veces y siete veces a los pies del rey, mi señor, mi dios, mi sol. Que sepa el rey, que es fuerte la hostilidad contra mí y contra Shuwardata. Que el rey, mi señor, proteja a su país de la mano de los habiru. Si no, envíe el rey, mi señor, carros para recogernos y no nos abatan nuestros siervos» (carta 271). «Que sepa el rey, mi señor, que el habiru se ha levantado contra el país, don del dios del rey, mi señor, a mí, y le ha atacado. Y que sepa el rey, mi señor, que me han abandonado todos mis hermanos, y que yo y Abdi-Heba mantenemos reyerta con el habiru» (carta 366). Una de las cartas encontradas en las ruinas de Akhetaton, la capital de Egipto durante el reino de Amenofis IV (Akhenatón). Amenofis IV Akhenatón. ron para Faraón las ciudades de de- pósito: Pitom y Ramsés» (Ex 1,11). Sabemos que en los tiempos de Ra- msés II (1290-1224 aEC) la mano de obra para las grandes construcciones la proporcionaban en gran medida los prisioneros de guerra y los esclavos. Es posible entonces que los habiru, men- cionados en las cartas de El Amarna como ocupadores de las tierras cana- neas, al ser hechos prisioneros por las tropas faraónicas, pasaran a ser en Egipto obreros al servicio del rey. Un texto nos ofrece un testimonio de las instrucciones recibidas por el encarga- do de una obra en aquel tiempo: «Distribuye raciones a los hombres de la cuadrilla y a los habiru que transportan la piedra para el gran pilono de Ramsés Meri-Amón» (pa- piro Leyde 348). Así se puede suponer que un gru- po de semitas, que más tarde forma- ría parte de una confederación tribal hebrea, habría aprovechado alguna oportunidad para huir. Una fecha propicia puede haber sido el final del reinado de Ramsés II, cuando Egipto, ya obligado por un tratado de paz a reconocer la igualdad de fuerza del imperio hitita, comenzó a sentir tam- bién la presión de los libios y de otros agresores marítimos. Resumiendo: distintos clanes pu- dieron haber salido en oleadas sucesi- vas de Egipto en fechas muy diversas, ya sea expulsados o huyendo de la es- clavitud. La coexistencia dentro del texto bíblico de un relato de expulsión y otro de huída sería el recuerdo de distintos éxodos, finalmente integra- dos una vez que los clanes transmiso- res de dichas tradiciones se unieron en el país de Canaán.
  • 13. 13En la escuela de las Escrituras Nos sacó YHWH de Egipto En esta frase de Dt 26,8 Israel celebra la acción divina que benefició a Israel con una salvación inesperada. En ese hecho Dios ha demostrado que es su pueblo elegido, y por eso seguirá mostrando su amor y su protección en todos los momentos de peligro a lo largo de la historia. L a liberación de Egipto constituye para Is- rael la seguridad de la voluntad salvífica de Dios. Cuando la ruina era inminen- te, un cambio de situación hizo que los escapa- dos quedaran a salvo y el ejército egipcio pere- ciera desastrosamente. En este hecho se reco- noció la mano poderosa del Dios de Israel, que se mostró más fuerte que los dioses de Egipto. Más tarde, la agrupación de clanes a la que es- tos esclavos liberados se integraría meditará esta experiencia de salvación y la hará suya. La experiencia de salvación que los libera- dos compartieron con los otros clanes aliados ya no sería, como la de los demás, la obtención de una tierra y la seguridad de una descenden- cia. Sería la certeza de ser rescatados por su Dios de la esclavitud y de una muerte segura. A él habría que invocar con ocasión de cualquier pe- ligro en el futuro: «Él es mi salvación. Él mi Dios, yo le glorifico, el Dios de mi padre, a quien exalto. ¡Un guerrero YHWH, YHWH es su nombre!» (Ex 15,2-3). La epopeya de la liberación de Egipto no fue compuesta como obra literararia hasta varios siglos después de transcurridos las experiencias evocadas en la gesta. Alusiones al Éxodo y la ESCLAVOS FABRICANDO LADRILLOS. Tumba de Rekhmire. «Les amargaron la vida con rudos trabajos de arcilla y ladrillos» (Ex 1,14).
  • 14. 14 En la escuela de las Escrituras EL NIÑO SALVADO DE LAS AGUAS Los narradores de la infancia de Moisés probablemente se inspiraron en la historia del nacimiento de Sargón de Akkad, que había vivido en Mesopotamia por el año 2300 aEC. Se trata delconocidotemadelhéroesalvadomilagrosamenteenprevisión de una gran misión de parte de la divinidad. «Yo soy Sargón rey fuerte, rey de Akkad; mi madre era pobre, a mi padre no lo conocí... Ella me concibió; mi madre, la pobre, a escondidas me dio a luz, me puso en un cesto de mimbre, con betún me cerró la puerta. Ella me abandonó al río y éste no me sumergió. El río me llevó hasta llegar junto a Akki, el portador de agua.Akki me miró con benevolencia y me sacó del agua. Akki, como hijo suyo me adoptó y me educó. Akki me colocó para cuidar su jardín. Mientras era jardinero, la diosa Ishtar me amó. Durante 55 años ejercí la realeza». Moisés es rescatado de las aguas y entregado a la hija del Faraón. Sinagoga de Doura Europos (Siria. Siglo III EC). travesía del desierto ya eran conocidas antes de ser pronunciados los oráculos de los profetas Amos y Oseas (s. VIII aEC). Ambos comparten el recuerdo de un gran acontecimiento histórico relativo a una liberación de Egipto y que ocu- rrió en un pasado distante: «Yo os hice subir a vosotros del país de Egipto y os llevé por el desierto cuarenta años, para que poseyeseis la tierra del amorreo» (Am 2,10; cf. 3,1; 9,7). «Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egip- to llamé a mi hijo» (Os 11,1). «Yo soy YHWH, tu Dios, desde el país de Egipto. No conoces otro Dios fuera de mí, ni hay más salvador que yo» (Os 13,4). Moisés es el héroe hebreo que prota- goniza los relatos sobre la salida de Egipto. Etimológicamente el nombre Moshé es egipcio. Es un derivado del término msí (dar a luz), que aparece con cierta frecuencia en nom- bres compuestos, como Tut-mosis y Ra-msés. En estos casos se estaría indicando que estos Farao- nes obtuvieron su nacimiento de los dioses Tut y Ra. La noticia proporcionada por el texto bíbli- co acerca de su educación en la corte faraónica permitiría comprender por qué este niño nacido de padres hebreos llevaba un nombre egipcio. La tradición israelita narró la historia de Moisés según el conocido modelo de la preser- vación del héroe para una misión futura. La vida del niño levita abandonado en una cesta en el Nilo había sido salvada por Dios, protector del indefenso. Es de gran importancia la narración de la vocación de Moisés. En ella se da a conocer tam- EL LIBERTADOR Con el transcurso del tiempo esta acción salvadora se convertirá en una narración, donde se desarrollarán teo- lógicamente largos discursos y canti- dad de elementos prodigiosos. EL RIO NILO (Egipto). «Entonces Faraón dio a todo su pueblo esta orden: «Todo niño que nazca lo echaréis al Río; pero a las niñas las dejaréis con vida» (Ex 1,22).
  • 15. 15En la escuela de las Escrituras bién el nombre del Dios liberador. En el monte Sinaí se le presenta a Moisés como el Dios de los antepasados del pueblo esclavizado: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob» (Ex 3,6). Es el Dios de la Promesa, la cual se cum- ple con el rescate de la esclavitud. Moisés se puede presentar con seguridad frente a los he- breos porque lo envía el Dios que prometió la tierra. Y así la salida (Exodo) no es una aventu- ra descabellada, sino una misión con respaldo divino. Junto con la identificación con el Dios de los clanes paternos se proporciona la explica- ción del Nombre Sagrado (YHWH): «Yo soy el que soy». Y añadió: «Así dirás a los israelitas: Yo soy me ha enviado a ustedes (Ex 3,14). Con su Nombre YHWH expresa, ante todo, cómo se va a mostrar a Israel. El verbo ‘ehyeh pue- de entenderse no simplemente como ser, sino como estar presente. Así lo sugiere el contexto: «Yo estaré contigo» (Ex 3,12). En el contexto de su estadía en Madián el relato bíblico sitúa la manifestación de Dios a Moisés. Los narradores israelitas explicaron el significa- do del Nombre divino YHWH (hwhy): «Así dirás a los israelitas: «Yo soy me ha en- viado» (Ex 3,14). La mención de YHWH como el Dios de Abra- Se trata una existencia relacional y eficaz, que acompañará todas las contrariedades a lo largo de la historia. Si consideramos el relato bíblico como el re- sultado de una integración de tradiciones que distintos clanes conservaban respecto a su vida itinerante, no sería extraño que la persona de Moisés no estuviera presente desde el comienzo en cada uno de los episodios referidos en el li- bro del Exodo. Tal vez más tarde llegaría a ser el protagonista principal que permitió coordinar dentro de un único conjunto los relatos menores aportados por cada clan. Pues si no encontrára- mos a cada paso a este guía liberador, la trama narrativa de las tradiciones se desintegraría en una serie de episodios bastante incoherentes. EL DIOS DE MOISÉS
  • 16. 16 En la escuela de las Escrituras ham, Isaac y Jacob podría hacer pensar en una divinidad semejante a la de los otros nómadas, que mantenía una vinculación personal con el antepasado del clan. Sin em- bargo uno de los textos más antiguos de la Biblia, el canto de Débora, nos describe con gran lujo poético el traslado del Dios de las tribus aliadas desde su lugar de residencia hasta el campo de batalla para enfrentar a los cananeos: «¡Escuchad, reyes! ¡Prestad oídos, prínci- pes! Yo a YHWH, yo voy a cantar. Tocaré el salterio para YHWH, Dios de Israel. Cuando saliste de Seír, YHWH, cuando avanzaste por los campos de Edom, tem- bló la tierra, gotearon los cielos, las nubes en agua se fundieron. Los montes se licuaron delante de YHWH, el del Sinaí, delante de YHWH, el Dios de Israel» (Jue 5,3-5). La vinculación de YHWH parece ser, pues, originalmente local, ya que no se ubica jun- to al grupo llamado Israel hasta el momento en que éste lo necesita en el combate. Pero habitualmente moraría en algún lugar de la península del Sinaí. Al pie del Yebel Serbal en el Sinaí, apa- YHWH, EL DIOS DE ISRAEL En los acontecimientos de la historia Israel pudo comprender cuáles eran los rasgos característicos de su Dios y lo que lo distinguía de las divinidades adoradas por otros pueblos. No está vinculado al ciclo de la naturaleza: no muere ni resucita con ella en cada estación como le ocurre a Baal, Osiris y otros dioses. Es descrito con rasgos humanos, no con figura de astros, animales o plantas. Aunque tiene sentimientos como el hombre, carece de las debilidades y defectos de los dioses homéricos. Es un Dios ético, que exige confianza y obediencia, y no admite la opresión. El Nombre divino YHWH (hwhy) grabado en la estela en la que el rey moabita Mesha relata su campaña contra los israelitas (cf. 2 Re 3,4-27). En el siglo I EC un judío residente en la capital de Egipto se dedica al estudio y el comentario de los escritos bíbli- cos, que ya hacía tiempo habían sido traducidos al grie- go.Influenciadoporsuformaciónplatónica,haceunalec- tura alegórica de los mismos, deseoso de explicar al pú- blico helenístico la tradición religiosa de su pueblo. Ejem- plo de este modo de lectura es la explicación del relato de la manifestación de Dios a Moisés (cf. Ex 3,1-22). «La zarza que arde es símbolo de los que pade- cen injusticia; la llama de fuego, de los que la cometen. El hecho de no consumirse lo que ar- día es símbolo de que los que padecen injusticia no serán destruidos por sus agresores, sino que para éstos el ataque quedará ineficaz e inútil y, para aquellos, la confabulación no tendrá conse- cuencias. En Ángel es símbolo de la providencia que Dios tiene, que en gran silencio alivia los gran- des temores según las esperanzas de todos» (Filón, de Alejandría Vida de Moisés I,67). La zarza ardiente. MOISES Y LA ZARZA ARDIENTE. Mosaico bizantino del Monasterio de Santa Catalina (Monte Sinaí).
  • 17. 17En la escuela de las Escrituras recen con frecuencia grafitis árabes nabateos de los siglos II y III EC con la leyenda SERVIDOR DE ‘HYW. El hecho podría estar mostrando que esta montaña era un lugar de peregrinación en la que se adoraba a una divinidad llamada ‘HYW. ¿Sería este culto árabe pre-islámico el su- cesor de otro más antiguo celebrado en el mis- mo lugar? No hay que descartar la posibilidad de que algunas tribus proto-israelitas, instala- das transitoriamente en la península sinaítica, entraran en contacto con algún culto que ya an- tes se rendía a YHWH en esa Montaña Santa. De hecho, una tradición bíblica atribuye al hijo de Set el comienzo de este culto, reconociéndole así un origen pre-israelita: «Henós fue el primero en invocar el nombre de YHWH» (Gn 4,26). La localización de YHWH en el Sinaí está indicada principalmente por la tradición que si- túa su manifestación en ese lugar como «Yo soy el que soy»: «Así dirás a los israelitas: Yo soy me ha enviado a ustedes» (Ex 3,14). El que recibió esa revelación fue el yerno de «Jetró, sacerdote de Madián, una vez que llevó las ovejas más allá del desierto y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios» (3,1). ¿El culto de que dios oficiaría Jetró? El relato del encuentro con su yerno en el Mon- te de Dios no parece mostrar una conversión del sacerdote, sino más bien una confirmación de su propia fe: «Jetró se alegró de todo el bien que YHWH había hecho a Israel, librándolo de la mano de los egipcios» (18,9). ¿Sería YHWH el Dios servido por Jetró desde antes de que se revelara a su yerno? MONTAÑAS DEL SINAI. «Moisés era pastor del rebaño de Jetró su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios» (Ex 3,1). LASALIDADE EGIPTO Y LAPASCUA Moisés recibe la misión divina de presentarse ante el Faraón para decirle: «Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Deja salir a mi pueblo para que me celebre una fiesta en el desierto». [Pero] Respondió Faraón: «¿Quién es Yahveh para que yo escuche su voz y deje salir a Israel? No conozco a Yahveh y no dejaré salir a Israel» (Ex 5,1-2). Ante la negativa comienza un gran enfren- tamiento, donde Egipto es castigado a causa de la dureza del Faraón con unas plagas enviadas por Dios. Moisés cuenta con la ayuda divina, pero el Faraón no se deja impresionar porque cuenta con magos, que también obran prodigios. El endurecimiento se hace cada vez más culpa- ble en la medida en que los magos no pueden ya competir con Moisés, pues son superados en
  • 18. 18 En la escuela de las Escrituras «En Arabia central la víctima era inmolada ante una pie- dra levantada como símbolo de la presencia divina, y la sangre se vertía sobre la piedra o se esparcía en un hoyo cavado al pie de ésta. Estos sacrificios se ofrecían espe- cialmente en las fiestas que los árabes nómadas cele- braban en el primer mes de primavera para asegurar la fecundidad y prosperidad del rebaño. Es probable que los antepasados de Israel, pastores seminómadas, ya celebrasen una fiesta análoga» (R. de Vaux, Historia an- tigua de Israel I,Madrid, 1975, p.282). La fiesta de los pastores MUERTE DELPRIMOGENITO. Obra deAlmaTadema (1872) poder. Finalmente la obstinación del Faraón se ve quebrada por la décima plaga: «YHWH hirió en el país de Egipto a todos los primogénitos, desde el primogénito de Faraón, que se sien- ta sobre su trono, hasta el primo- génito del preso en la cárcel, y a todo primer nacido del ganado» (Ex 12,29). Con este último acontecimiento se relacionarán dos instituciones re- ligiosas: la fiesta de Pascua (PESAJ) y la consagración de los primogéni- tos de Israel: «Como Faraón se obstinó en no dejarnos salir, YHWH mató a to- dos los primogénitos en el país de Egipto, desde el primogénito del hombre hasta el primogénito del ganado. Por eso sacrifico a YHWH todo macho que abre el seno ma- terno, y rescato todo primogénito de mis hijos» (Ex 13,15). A la muerte de los primogénitos de Egipto se vincularon los recuerdos sigue en la página 22
  • 19. 19En la escuela de las Escrituras HAGADA DE PESAJ (siglo XV) «Este será un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de YHWH de generación en generación» (Ex 12,14) E l orden ritual (SEDER) de la celebración de Pesaj está pautado por la lectura de la HAGADÁ. Ésta es un conjunto de rela- tos, bendiciones, oraciones y cánticos que se su- ceden al modo de guión narrativo, para que el oficiante guíe a todos los presentes en el recuer- do de la gesta del Exodo. El sentido de la narra- ción está dado por la prescripción bíblica: «En aquel día narrarás a tu hijo: "Esto es con motivo de lo que hizo conmigo YHWH cuan- do salí de Egipto." Y esto te servirá como se- ñal en tu mano, y como recordatorio ante tus ojos, para que la ley de YHWH esté en tu boca; porque con mano fuerte te sacó YHWH de Egipto» (Ex 13,8-9). El SEDER gira alrededor de la enseñanza a través de la interrogación que el participante más joven hace al oficiante, de acuerdo al precepto: «Y cuando os pregunten vuestros hijos: "¿Qué significa para vosotros este rito?", responde- réis: "Este es el sacrificio de la Pascua de YHWH, que pasó de largo por las casas de los israelitas en Egipto cuando hirió a los egip- cios y salvó nuestras casas"» (Ex 12,26-27). «Si el Santo, Bendito sea, no hubiera hecho sa- lir de Egipto a nuestros antepasados, todavía hoy nosotros, sus hijos, seríamos esclavos en Egipto. Por eso, aunque todos fuéramos sabios, todos inteligentes, todos ancianos, todos ver- sados en la Torah, es un precepto hacer el rela- to de la salida de Egipto, y cuanto más se habla de ella, más méritos se tienen» (HAGADÁ).
  • 20. 20 En la escuela de las Escrituras (1) EL SEDER de Pesaj comienza con la «santificación» (KADESH) del día, bendiciendo la primera de las cuatro copas que se beben durante la ceremonia (1): «Bendito eres Señor nuestro Dios, Rey del universo, que creaste el fruto de la vid, que consagras a Israel y a sus efemérides, que nos hiciste llegar a este momento». Luego se trae a la mesa un jarro con agua para que el guía del SEDER efectúe la ablución (URJATZ) sin moverse del lugar, tal cual lo hacían los reyes antiguamente. 1 (2) El apio o perejil remojado en vinagre (KARPAS) es símbolo de la amargura padecida por los hebreos esclavizados en Egipto. YAJATZ: Se parte en dos el pan sin fer- mentar (MATZA [3]). El trozo más gran- de se reserva para el final. Después de recitar la Hagadá, se procede a otro lavado de manos (RAJTZÁ) y a la bendición e ingesta del pan (MOTZÍ MATZÁ): «Bendito eres Señor Dios nuestro, Rey del universo, que extraes pan de la tierra, que nos consagraste con tus preceptos y nos ordenaste comer matzá». (4) Se come una porción de lechuga (MAROR) untada con una pasta de color arcilla (JAROSHET) en recuer- do de la amargura por la fabricación de ladrillos (5). Seguidamente se toma la lechuga con la pasta, se la unta entre dos trozos de matzá y se pronuncia un texto en recuerdo del cordero (6) ofrecido en el Templo. Un 4 5 7
  • 21. 21En la escuela de las Escrituras 2 3 6 huevo duro (BEITZÁ) simboliza la dureza del corazón del Faraón (7). Se procede entonces a la comida principal (SHULJÁN OREKH). Al concluir se toma el pan que fue reservado y se lo come antes de la acción de gracias por la cena. Luego se bebe la tercera copa de vino, y se pronuncian las alabanzas por los prodigios que acompañaron la salida de Egipto (HALEL). Se procede a beber la cuar- ta y última copa de vino de la noche, recitándose inme- diatamente la bendición final correspondiente. Se termina el SEDER con el saludo: «Leshaná habaá birushalaim» (El próximo año en Jerusalén).
  • 22. 22 En la escuela de las Escrituras retirado y la de una especie de un túnel en medio de las aguas) corresponderían a dos versiones con- tenidas en relatos de épocas diversas, integradas finalmente en una redacción definitiva. La comparación de las aguas con un dique vuelve a aparecer en relación con el paso del Jordán. En opinión de algunos biblistas, el rela- to del paso del Jordán pudo servir para comple- mentar y engrandecer una versión anterior más sobria del relato del Mar. Se establecería así un paralelismo entre los acontecimientos de la sali- da de Egipto y de la entrada en Canaán. En la tradición poética, ambos acontecimientos se can- tan como parte de una misma gesta o acción divina: «Él convirtió el Mar en tierra firme, el Río fue cruzado a pie» (Sal 66,6). «Tú hendiste el Mar con tu poder... tú abriste manantiales y torrentes, y secaste Ríos inagotables» (Sal 74,13.15). «Lo vio el Mar y huyó, retrocedió el Jordán» (Sal 114,3). Aunque se concede un protagonismo impor- tante a Moisés, la actuación principal de la na- Los recuerdos de la huída aparecen más bien vinculados a la persecución del Faraón y el cru- ce milagroso del Mar. El relato, como se ha trans- mitido hasta hoy, presenta una tensión al na- rrar la separación del Mar por mediación de Moi- sés. Por un lado se describe una retirada del Mar, que cabe dentro de lo que puede darse de modo natural: «YHWH hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del Este que secó el mar»(Ex 14,21). Por otra parte se narra el mismo acontecimien- to de un modo prodigioso: «Los israelitas entraron en medio del Mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda» (Ex 14,22). Ambas imágenes tan dispares (la de un mar RAMSES II EN LA BATALLA DE KADESH. Templo deAbu-Simbel ancestrales de la expulsión, ya que se relata que «los egipcios por su parte instaban al pueblo para acelerar su salida del país» (Ex 12,33). EL CRUCE DEL MAR viene de la página 18
  • 23. 23En la escuela de las Escrituras rración la tiene, sin duda, YHWH. A él se debe la destrucción de los egipcios y la liberación de Israel: «YHWH peleará por vosotros», dijo Moi- sés a los israelitas temerosos (Ex14,14) [los egipcios gritaron]: «huyamos ante Is- rael, porque YHWH combate por él contra los egipcios» (Ex 14,25). Esta acción convierte a YHWH en un guerrero y en un Rey soberano. Así lo canta Moisés: «YHWH es un guerrero... YHWH reina por siempre jamás» (Ex 15,3.17). En algunas relatos míticos, el Mar aparece como un monstruo difícil de vencer. El poema babilónico de la creación relata el triunfo del rey EL CAMINO DE LA LIBERTAD La mención de Pitom en Ex 1,11 permite establecer alguna relación respecto a la estadía de los clanes hebreos en Egipto. En efecto es el nombre de un santuario de la ciudad de Cheku, en el Delta oriental, en la actual Tell el Maskhutah. Para la localización del «Mar de las Cañas» caben varias posibilidades, sin poder precisar con más exactitud. En el mapa simplemente se señalan con sus nombres. Lo mismo con la «Montaña de Dios», ya que todo el sur de la península del Sinaí es un macizo montañoso. Lagos Amargos Ramsés Lago Sirbonis Piton Qadesh SINAI Mar Rojo MADIAN El relato que narra la expulsión muestra que se habría tomado la ruta del norte, bajando luego hacia el oasis de Cadés. El que relata una huída sugiere el alejamiento de esa ruta peligrosa, y nos orienta hacia el Sinaí, donde ya no hay presencia militar egipcia.
  • 24. 24 En la escuela de las Escrituras divino Marduk sobre Tiamat, la serpiente del mar, mediante el uso de su arma más potente, el viento poderoso (Enuma elish IV,42-48.49-100). En el relato bíblico de la Creación también aparece un caos acuoso primordial sobre el que planea el «viento/espíritu» de Dios. La creación de Dios es en buena medida una obra de sepa- ración y orden. En ella Dios separa unas aguas de otras, haciendo aparecer la tierra seca que posibilita la vida en ella. Dios contiene el mar dentro de unos límites. El diluvio aparece como un abrirse las compuertas del cielo y del abis- mo, un caos acuoso, una contra-creación. Tam- bién en esta ocasión, Dios pone fin al desastre EL CRUCE DEL MAR. Sarcófago de San Trófimo (Catedral de San Trófimo de Arlés). Finales del siglo IV EC. E ntre las ruinas de la ciudad siria de Dou- ra Europos se descubrió una sinagoga construida en torno al año 245 EC. La sala de oración mide 13 metros de ancho por 7 de largo. Sus muros están revestidos de frescos que reproducen escenas bíblicas. El panel dedicado al Exodo se encuentra en lo alto, a la derecha del nicho donde se guardaba la Torah. 1) Moisés aparece representado en un tama- ño mayor que el de los demás personajes, para poner de relieve el papel protagónico que des- empeña en esos acontecimientos. 2) La mano de Dios lo inspira y lo guía. 3) Los soldados armados representan a «to- dos los ejércitos de YHWH» (Ex 12,41). 4) Los doce hombres pintados en posición frontal, con estandartes, representan a «todos los ancianos de Israel» (Ex 12,21). 5) El mar seco deja al descubierto los peces. 6) Israel contempla «a los egipcios muertos a orillas del mar» y es testigo de «la mano fuerte que YHWH había desplegado contra los egip- cios» (Ex 14,30-31). La Biblia de los iletrados «Lo que un libro proporciona al que lo lee, eso es lo que una pintura ofrece a los analfabetos que la contemplan, pues en ella aun los ignorantes ven cómo tienen que comportarse, en ella leen los que no tienen letras» (Gregorio Magno, Carta a Sereno) En la primera mitad del siglo III asistimos a la creación de una iconografía religiosa judía, cu- yas primeras realizaciones se asemejarán, en cierto sentido, a las creaciones iniciales de los cristianos. Quienes contemplaban esas imáge- nes celebraban cómo Dios preservó a su pueblo de calamidades y lo bendijo desde el comienzo de los tiempos. 1 2
  • 25. 25En la escuela de las Escrituras haciendo soplar el viento para que reaparezca la tierra (Gn 8,1-14). En la gesta del Exodo el viento que Dios hizo soplar sobre el mar, dejándolo seco y permitien- do el paso de los israelitas, evoca las obras de la creación (Gn 1) y de la nueva creación (Gn 8). El paso del mar es una «nueva creación», ya que significa el nacimiento de Israel como pue- blo de Dios. De la servidumbre al Faraón, Israel pasó al servicio de YHWH. El cántico entonado después del cruce del Mar (Ex 15,1-21) representa el primer testimo- nio del servicio cultual que Israel presta a YHWH, su nuevo Rey soberano. EL CRUCE DEL MAR. Sinagoga de Doura Europos (Siria). Siglo III EC. 1 2 3 4 5 6 L a representación del Paso aparece muy poco en las paredes de las catacumbas, pero sí con frecuencia en los sarcófagos. En ellos se adopta una tipología en friso conti- nuo, que supone un uso total del espacio dispo- nible. Los sarcófagos cristianos encontrados, en los que se representa la escena, proceden en su mayoría de la Galia, y más concretamente de los talleres de Arlés. La que se despliega en el sarcófago de San Trófimo incluye: 1) la salida y persecución del ejército egipcio, 2) su hundimiento en las aguas, 3) la acción de gracias del pueblo hebreo. 4) Detrás de la hermana de Moisés aparece una columna [de fuego], que significa la presen- cia protectora y luminosa de Dios (Ex 14,24). 3 4
  • 26. 26 En la escuela de las Escrituras Nacido de la meditación de los recuerdos del pasado, el relato bíblico del Exodo seguirá siendo objeto de reflexión a lo largo de los siglos a través de los comentarios de los sabios. EL CRUCE DEL MAR. Biblia alemana. Siglo XV. «En todas las generaciones, cada hombre debe considerarse como sí él mismo hubiera salido de Egipto» (Mishná Pesajim 10,5) A través de preguntas y respuestas hechas al texto bíblico los intérpretes amplían su significado, de modo que proporcio- ne un sentido actual para el lector. Considera- da como Palabra de Dios, cada versículo de las Escrituras puede explicarse de múltiples formas, descubriendo constantemente nuevos sentidos: «¿No es mi Palabra como fuego - oráculo de YHWH- como martillo que pulveriza la roca?» [Jer 23,29]: «De la misma manera que ese martillo pulveriza la roca en múltiples frag- mentos, así toda Palabra que sale de la boca del Santo, Bendito sea, se expande en setenta sentidos» (Talmud Shabat 88b). En la noche de la liberación de Egipto el lec- tor de cada generación puede descubrir un men- saje de esperanza para su propia vida. Porque esa noche estaba destinada desde la Creación y, a la vez, anuncia todas las siguientes liberacio- nes de la historia, hasta la definitiva: «Rabbí Josué dijo: Es en el mes de Nisán cuan- do nuestros antepasados fueron liberados, y es en Nisán cuando lo seremos nosotros, como está dicho: «Ésta era la noche guardada» [Ex 12,42], una noche reservada desde los seis días del comienzo, y es esta misma noche la que es guardada por el Eterno para todas las generaciones de israelitas, una noche que fue guardada para la liberación final» (Talmud de Babilonia, Rosh ha-Shanah 11b). La tradición saca del relato bíblico también enseñanzas sobre las actitudes que debe asumir el creyente ante las situaciones difíciles: «Contestó Moisés al pueblo: «No temáis; estad firmes, y veréis la salvación que YHWH os otor- gará en este día, pues los egipcios que ahora veis, no los volveréis a ver nunca jamás» [Ex 14,13]. Al borde del mar Rojo, Israel se dividió en cuatro categorías; una dijo: ¡Arrojémonos al mar! La segunda dijo: ¡Volvamos a Egipto! La tercera propuso el combate; la cuarta se con- tentó con invocar el socorro divino. A la pri- mera, Moisés le dijo: estad firmes, y veréis la salvación del Eterno. A la segunda, Moisés le dijo: pues los egipcios que ahora veis, no los vol- veréis a ver nunca jamás. A la tercera le dijo: Dios peleará por vosotros; finalmente, a la cuar- ta le dijo: vosotros no tendréis que preocuparos [Ex 14,14]» (Talmud de Jerusalén, Taanit 5). La actitud adecuada es la del espectador que, a la vez, se compromete: hace y deja hacer.
  • 27. 27En la escuela de las Escrituras MOISES BAJADEL MONTE. Miniatura persa. Siglo XV. E l relieve excepcional que concede el Corán a la persona y la misión de Moisés queda manifiesto por las semejanzas en- tre la carrera de Moisés y la de Muhammad: «Hemos mandado un enviado como testigo contra vosotros [habitantes de la Meca], al igual como mandamos al Faraón un envia- do» (Corán 73,15). La historia de Moisés sigue de cerca al relato bíblico, aunque con algunas variantes. No es la hija del Faraón quien lo encuentra en el Río, sino la esposa: «Inspiramos a la madre de Moisés: «¡Dale de mamar y, en caso de peligro, ponlo en el río! ¡No temas por él, no estés triste! Te lo devol- veremos y haremos de él un enviado». Lo recogió la familia de Faraón, para terminar siendo para ellos enemigo y causa de tristeza. Faraón, Hamán y sus ejércitos eran pecadores. La mujer de Faraón dijo: «Mi alegría y la tuya. ¡No le mates! Quizá nos sea útil o le adoptemos como hijo». No presentían...» (Corán 28,7-9). Los episodios que se refieren a Moisés sirven en el Corán como ocasión, ante todo, para afirmar el monoteísmo. La misión liberadora no aparece en primer plano, como en el relato bíblico. En la zarza ardiendo en medio del desierto Dios le dice a Moisés: «Moisés, ¡yo soy tu Señor! Quítate las sanda- lias que estás en el valle sagrado de Tuwa. Te he escogido. Escucha lo que se te ha revelado. Yo soy tu Dios. ¡No hay divinidad fuera de mi! Por eso, adórame» (Corán 20,11-13). El Corán destaca la verdadera religiosidad, al relatar que los Magos que el Faraón opone a Moisés es el profeta más mencionado en el Corán. Allí es presentado como el guía y jefe político del pueblo israelita, al que Dios entregó también un libro: la Torah. «Te he escogido para mí» (Corán 20,41) Moisés terminan confesándose vencidos y reco- nociendo la verdad del Dios único: «Los magos cayeron prosternados. Dijeron: «¡Creemos en el Señor de Aarón y de Moisés!. [...] Creemos en nuestro Señor, para que nos perdone nuestros pecados y la magia a que nos has obligado. Dios es mejor y más dura- dero» (20,70-73). El Faraón, a quien había sido enviado Moi- sés, se negó a escucharle; por eso se vio ahoga- do en el mar Rojo con su ejército. Lo mismo pe- recerán todos los que se opongan a los profetas enviados por Dios: «Cuando Moisés les trajo Nuestros signos como pruebas claras, dijeron: «¡Esto no es sino magia inventada! No hemos oído que ocurrie- ra tal cosa en tiempo de nuestros antepasa- dos». Se condujeron, él y sus tropas, en el país altivamente sin razón. Creían que no iban a ser devueltos a Nosotros. Entonces, les sor- prendimos, a él y a sus tropas, y les precipita- mos en el mar. ¡Y mira cómo terminaron los impíos!» (28,36.39-40).
  • 28. 28 En la escuela de las Escrituras Yo los hice caminar por el desierto durante cuarenta años EL ARCA DE LA ALIANZA. Sinagoga de Doura Europos (Siria). Siglo III EC. N o es posible el inicio de una relación par- ticular sin la aceptación de determina- das normas. Por eso, sólo cuando YHWH declaró derechos soberanos sobre los hebreos rescatados, y éstos aceptaron la volun- tad divina, se realizó plenamente la adquisición de Israel como pueblo de Dios. Por eso las tradi- ciones de las tribus recordaron, además de la salida de Egipto, la promulgación de la Ley que los agrupaba entre sí. Este episodio sería en lo sucesivo el comienzo de la Alianza entre Dios e Israel. La formulación concreta de las diez palabras proviene sin duda de tiempos remotos y tiene su origen en la ética común de los clanes en la antigüedad. Lo que se intenta en ella es salva- guardar la comunidad, enumerando aquellos crímenes que son tan graves que pueden llegar a comprometer y poner en peligro la existencia misma del clan. En este sentido, se puede afir- mar que sus proposiciones son una formulación particular de un fondo común de legislación del antiguo Oriente, formado a lo largo de siglos. Reconocida posteriormente como revelada, esta legislación fue puesta en relación con la libera- ción de la esclavitud de Egipto. En el libro del Exodo se recopilan tres series de leyes: el Decálogo (20,2-17), el Código de la Alianza (20,22-23,19) y el Derecho de privilegio (34,10-26). Cada serie posee su propia singula- ridad, pero en todas late el mismo trasfondo y significado básico. La referencia a la acción li- beradora de YHWH encabeza el Decálogo y fun- damenta las leyes del pueblo de Dios: «Yo, YHWH, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidum- bre» (Ex 20,2; Dt 5,6). Así como la intervención de Dios en el Éxodo tiene carácter salvífico, también sus leyes tienen el mismo valor. Tanto la liberación de la esclavitud como la donación de la Ley persiguen la misma finalidad: que el pueblo viva dignamente y en libertad, para que no vuelva a caer en la esclavitud. Los relatos bíblicos que preceden a la instalación de los hebreos en Canaán describen de un modo arquetípico la historia del Israel sedentario durante el periodo monárquico. La vuelta al desierto será el modelo que propondrán los profetas cada vez que se busque renovar las relaciones entre Dios y su pueblo según el ideal primitivo.
  • 29. 29En la escuela de las Escrituras DESIERTO DEL SINAI. «YHWH tu Dios te ha bendecido en todas tu obras: ha protegido tu marcha por este gran desierto, y hace ya cuarenta años que YHWH tu Dios está contigo sin que te haya faltado nada» (Dt 2,7). Un segundo punto de vista señala al desierto como el lugar de la prueba. La falta de confian- za del pueblo liberado pone a prueba la fideli- dad de Dios. En esta época fundacional de la UNA ÉPOCA IDEAL Entre la acción liberadora de la esclavitud y la acción de la entrega de la Tierra prometida, la narración bíblica describe otra acción salvado- ra de YHWH a lo largo de un extenso relato: la guía a través del desierto. La memoria creyente destaca en esta época de la historia de Israel dos puntos de vista. El primero sitúa la marcha por el desierto como un tiempo de amor entre Israel y YHWH: «Así dice YHWH: De ti recuerdo tu cariño juvenil, el amor de tu noviazgo; aquel seguir- me tú por el desierto, por la tierra no sembra- da. Consagrado a YHWH estaba Israel, pri- micias de su cosecha... Luego los traje a la tie- rra del vergel, para comer su fruto y su bien» (Jer 2,2-3.7). En la tierra no sembrada Israel estaba confiado a las manos de YHWH. Ningún Baal se había entrometido entre Israel y YHWH. Aún no lo atraían los cultos agrícolas que más tarde en- contraría en Canaán. En todo momento Israel debía dejar que YHWH lo sustentara. La histo- ria del maná refleja esa seguridad: «He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: Al atardecer comeréis carne y por la mañana os hartaréis de pan; y así sabréis que yo soy YHWH, vuestro Dios» (Ex 16,12). Todos recogen el maná, pero al anochecer, com- prueban que cada uno ha juntado lo justamente necesario para sí y para su familia; no había de sobra, pero tampoco faltaba (Ex 16,16-27). El acontecimiento relatado pasa a tener valor de sig- no: Dios da a cada uno lo necesario. Se puede confiar que con Dios alcanza para vivir al día. Conviene tener en cuenta que, cuando se pone por escrito el recuerdo de la travesía por el desierto, Israel es un pueblo sedentario, instala- do en los beneficios de la agricultura. Y así, le resultaba cada vez más difícil comprender la vida en el desierto. Ese lugar inmenso y terrible, donde la aridez, las serpientes y los escorpiones amenazan la existencia, despierta facilmente el espanto de una generación más relajada que no habitó nunca esta región. Por eso cobra aún más sentido la enseñanza que el relato transmite so- bre la providencia divina. EL LUGAR DE LA PRUEBA
  • 30. 30 En la escuela de las Escrituras MOISES GOLPEANDO LA ROCA EN EL DESIERTO. Catacumba de San Calixto (rRoma). historia de Israel el pecado capital consistió en haber tentado a Dios. A este respecto es muy ilustrativo el relato de la protesta contra Moisés a causa de la falta de agua. El cuestionamiento siempre gira en torno a la asistencia de Dios: «Respondió YHWH a Moisés: «Pasa delante del pueblo, llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el Río y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo». Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Aquel lugar se llamó Massá y Meribá, a causa de la querella de los israelitas, y por haber ten- tado a YHWH, diciendo: «¿Está YHWH entre nosotros o no?» (Ex 17,5-7). La falta de memoria con respecto al auxilio de Dios es la raíz de la desconfianza y de la rebel- día. Por eso se expresa en forma de precepto el recuerdo que debe mantener el pueblo: «Cuida de no olvidarte de YHWH que te sacó del país de Egipto, de la casa de servidumbre. A YHWH tu Dios temerás, a él le servirás, por su nombre jurarás. No vayáis en pos de otros dioses, de los dioses de los pueblos que os ro- dean, porque un Dios celoso es YHWH tu Dios que está en medio de ti. La ira de YHWH tu Dios se encendería contra ti y te haría des- aparecer de la faz de la tierra. No tentarán a YHWH su Dios, como lo han tentado en Massá» (Dt 6,12-16). En este mismo contexto aparece otro episo- dio importante en la marcha por el desierto. Fue nuevamente la duda lo que llevó a fabricar el becerro de oro: «Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en bajar del monte, se reunió el pueblo en torno a Aarón y le dijeron: «Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros, ya que no sabe- mos qué ha sido de Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto» (Ex 32,1). La desconfianza del pueblo cambia profun- damente las relaciones establecidas con Dios re- cientemente en el Sinaí. Después de lo ocurrido, ¿Israel continua siendo el pueblo de YHWH? La consecuencia más sensible de la ruptura a la que se llegó es que YHWH se niega a seguir guiando al pueblo de un modo inmediato. YHWH no quiere abandonar su plan de salvación, pero el contraste entre la santidad y fidelidad de Dios y el pecado del pueblo es tan notorio, que resulta imposible seguir manteniendo un contacto in- mediato:
  • 31. 31En la escuela de las Escrituras CULTOAL BECERRO DE ORO. Obra de W.C. Simmonds. «Cuando Moisés llegó cerca del campamento y vio el becerro y las danzas, ardió en ira, arrojó de su mano las tablas y las hizo añicos al pie del monte» (Ex 32,19).
  • 32. 32 En la escuela de las Escrituras «Dijo entonces YHWH a Moisés: «Di a los is- raelitas: Vosotros sois un pueblo de dura cer- viz. Si yo saliera contigo, aunque fuera un solo momento, te destruiría» (Ex 33,5). La santidad de YHWH destruiría a Israel, como la luz destruye y hace desaparecer la oscuridad. A partir de entonces Dios se relaciona con su pueblo a través de mediaciones. Éstas separan y unen a la vez. Dios hace presente su compañía a través del Ángel de YHWH, y de la Tienda del encuentro. Estas mediaciones son el signo de la ira divina. Pero también son prueba de su vo- luntad salvífica. Él mismo protege a su pueblo contra este contacto aniquilador y toma precau- ciones para conducir a feliz término su plan, como le asegurá a Moisés, que ha intercedido por su pueblo: «Yo mismo iré contigo y te daré descanso» (Ex 33,14). La experiencia del desierto será objeto de recuer- do y exhortación en todas las generaciones. Los profetas anunciarán al pueblo que aquellos días de amor de la comunidad de Israel siempre po- drán volver: «Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al de- sierto y hablaré a su corazón. Allí le daré sus viñas, el valle de Akor lo haré puerta de espe- ranza; y ella responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto» (Os 2,16-17). También la liturgia celebrada en el Templo de Jerusalén se encargó de mantener en los Sal- mos el recuerdo de los días del desierto. Así, el salmo 106 no sólo es una larga confesión que evoca las infidelidades del pueblo a través de la historia. Ante todo es una alabanza al amor de Dios, que siempre mantiene su fidelidad: «¡Aleluya! ¡Dad gracias a YHWH, porque es bueno, porque es eterno su amor! Hemos pecado como nuestros padres, hemos faltado, nos hemos hecho impíos; nuestros padres, en Egipto, no comprendieron tus prodigios. No se acordaron de tu inmenso amor, se rebelaron contra el Altísimo junto al mar de Suf. El los salvó por amor de su nombre, para dar a conocer su poderío. Mas pronto se olvidaron de sus obras, no tuvieron en cuenta su consejo; en el desierto ardían de avidez, a Dios tentaban en la estepa. Se acordó en favor de ellos de su Alianza, se enterneció según su inmenso amor. ¡Bendito sea YHWH, Dios de Israel, por eternidad de eternidades! Y el pueblo todo diga: ¡Amén! (Sal 106,106,1.6-8.13-14.45.48) El sentido de relatar todos estos hechos no es alimentar el remordimiento, sino enseñar a todas las generaciones el camino de la fidelidad al Dios que pactó una Alianza con su pueblo: «Date cuenta de que YHWH tu Dios te corre- gía como un hombre corrige a su hijo, y guar- da los mandamientos de YHWH tu Dios si- guiendo sus caminos y temiéndole» (Dt 8,5-6). LA TENTACION DE CRISTO. Sandro Botticelli. Los Evangelios utilizan el relato del desierto como transfondo comparativo para describir las tentaciones que experimentó Jesús. Más allá de esta escena, la tentación se muestra en la vida de Jesús como una experiencia comparti- da con el resto de los hombres: «Por haber experimentado personalmente la tentación y el sufrimiento, él puede ayudar a aquellos que es- tán sometidos a la prueba» (Heb 2,18). Jesús enseña con su propia conducta que nada en el mundo -promesas de alimento, seguri- dad o poder- debería desviar a los creyentes de la confesión de fe en el Dios único y verda- dero: «Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto» (Mt 4,10; cf. Dt 6,13). Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto APRENDIENDO DELPASADO
  • 33. 33En la escuela de las Escrituras MONTE DE LATENTACION en el desierto de Judea. «Jesús permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás» (Mc 1,13).
  • 34. 34 En la escuela de las Escrituras MONTE TABOR, considerado por la tradición como el lugar de laTransfiguración de Jesús. No se recuerda la historia por sí misma, sino en función de un sentido más profundo, de una enseñanza que aparece detrás del acontecimien- to como lo permanente, lo único realmente impor- tante. Dios sigue interviniendo en las circunstan- cias de nuestras vidas, que se asemejan a las de los antepasados de Israel. UN LLAMADO SIEMPRE VIGENTE El ciclo de las tradiciones sobre el Exodo fi- naliza con la muerte de Moisés. Dios le ordena subir al monte Nebo, desde donde contemplará la Tierra prometida, sin poder entrar en ella. Esta visión permite recordar la antigua promesa he- cha a los Patriarcas. Finalmente, después de tan- tos siglos, va a cumplirse el anhelo de quienes pusieron su esperanza en Dios: «YHWH dijo: «Esta es la tierra que bajo jura- mento prometí a Abraham, Isaac y Jacob, di- ciendo: A tu descendencia se la daré. Te dejo verla con tus ojos, pero no pasarás a ella». Allí murió Moisés, siervo de YHWH, en el país de Moab, como había dispuesto YHWH. Le enterró en el Valle, en el País de Moab, frente a Bet Peor. Nadie hasta hoy ha conocido su tumba» (Dt 34,4-6). El elogio fúnebre por aquel de quien se sirvió Dios para salvar a su pueblo está lleno de nostalgia: «No ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien YHWH trataba cara a cara» (Dt 34,10). Sin embargo la tradición, que conservó los re- cuerdos del legislador y liberador de Israel, tam- bién mantuvo viva la esperanza de una reno- vación de los comienzos de la historia del pue- blo de la Alianza: «YHWH tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharéis» (Dt 18,15). Para todas las generaciones permanece vi- gente el llamado de Dios a su pueblo, para que «escuche y practique» los preceptos que con- ducen a la libertad y a la plenitud de vida. Así como sucedió con la generación de Moisés en el desierto, y seguidamente con la de Josué al en- trar en la Tierra prometida, también los segui- dores de Jesús reciben la misma invitación des- de la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo» (Mt 17,5).
  • 35. 35En la escuela de las Escrituras LA TRANSFIGURACION. Obra de Rafael. «Toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús» (Mc 9,2.4).
  • 36. 36 En la escuela de las Escrituras Próxima publicación