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Sacerdotes	del	Sagrado	Corazón	de	Jesús
Padres	Reparadores	o	Dehonianos
Balbina	Valverde,	5.	28002	MADRID
e-mail:	curia@scj.es
www.scj.es

Editorial	El	Reino,	2010

Imprime:	Gráficas	Dehon
La	Morera,	23-25.	Tel.:	91	675	15	36
28850	TORREJÓN	DE	ARDOZ	(Madrid)
León	Dehon
            Fundador	de	los	Sacerdotes
          del	Sagrado	Corazón	de	Jesús

                                El	 Padre	 León	 Juan	 del
                           Sagrado	 Corazón	 Dehon
                           nació	 en	 La	 Capelle,	 en	 la
                           Diócesis	 de	 Soissons	 (Fran-
                           cia),	el	14	de	Marzo	de	1843.
                           Después	 de	 completar	 sus
                           estudios	 medios,	 cursó
                           Derecho	en	la	Universidad	de
                           La	 Sorbona	 en	 París	 gra-
                           duándose	a	la	edad	de	veinte
                           años.
                                Aunque	su	familia	quería
                           que	ejerciera	la	abogacía,	él
                           quería	seguir	su	vocación	al
                           sacerdocio,	una	llamada	que
                           sentía	desde	su	adolescencia.
                           En	 un	 viaje	 por	 Oriente
                           Próximo,	 mientras	 visitaba
Palestina,	experimentó	una	fuerte	llamada	de	Dios	y	lo
organizó	todo	para	entrar	en	el	seminario.
    Fue	 a	 Roma,	 donde	 estudió	 en	 la	 Universidad
Gregoriana	 y	 en	 el	 Apolinar.	 Completó	 estudios	 de
Filosofía,	Teología	y	Derecho	Canónico,	alcanzado	el
doctorado	en	cada	una	de	estas	disciplinas.
    El	19	de	diciembre	de	1868	fue	ordenado	sacer-
dote.	Su	primera	tarea	fue	servir	como	estenógrafo	en
el	Concilio	Vaticano	I.	Cuando	regresó	a	su	Diócesis,	fue
destinado	a	la	parroquia	de	San	Quintín.
    Las	condiciones	de	vida	de	los	obreros	le	conmo-
vieron	y	extendió	su	acción	para	ayudarlos	en	muchas
formas.	Creía	que	se	corresponde	mejor	al	amor	de
Dios	tratando	de	conocer	las	necesidades	de	aquellos
que	nos	rodean.
                                                        3
El	Padre	Dehon	emprendió	su	trabajo	con	entu-
siasmo.	Durante	el	tiempo	que	estuvo	en	San	Quintín
hizo	cambios	significativos.	Reunió	a	los	trabajadores
y	a	los	dueños	de	las	fábricas,	iniciando	diálogos	que
eventualmente	 condujeron	 a	 los	 obreros	 a	 mejores
condiciones	económicas	y	sociales.	Fundó	un	perió-
dico,	inauguró	un	círculo	para	niños	y	creó	una	escuela;
mientras,	continuaba	con	sus	obligaciones	como	sacer-
dote	en	la	parroquia.
     Durante	estos	años	tan	atareados,	el	anhelo	del
Padre	Dehon	de	hacerse	miembro	de	una	comunidad
religiosa	creció.	Con	el	permiso	de	su	obispo	fundó	la
Congregación	de	los	Sacerdotes	del	Sagrado	Corazón
de	Jesús	el	28	de	junio	de	1878.	Entre	sus	apostolados
más	queridos,	enumeró:	
     • promover	la	devoción	al	Sagrado	Corazón	por
        medio	del	amor	y	la	reparación	,
     • educar	a	seminaristas,	
     • ofrecer	asistencia	al	clero	local,
     • trabajar	en	misiones	extranjeras.	
     Como	en	toda	obra	de	Dios,	esta	nueva	comunidad
religiosa	 tuvo	 que	 superar	 muchas	 pruebas	 que	 el
Padre	 Dehon	 aceptaba	 como	 la	 voluntad	 de	 Dios.
Fortalecido	 por	 su	 confianza	 en	 el	 amor	 al	 Sagrado
Corazón,	 el	 Padre	 Dehon	 continuó	 su	 trabajo.	 Su
Congregación	 creció	 por	 toda	 Europa,	 luego	 por
América	del	Norte	y	del	Sur,	así	como	en	África.
     Trabajador	incansable	a	favor	de	las	misiones,	los
obreros	y	los	jóvenes,	predicó	sin	cesar	el	mensaje	del
amor	 de	 Dios	 y	 nos	 llamó	 a	 responder	 a	 ese	 amor
mediante	vidas	de	amor	y	reparación.	Después	de	una
vida	de	santidad,	el	Padre	Dehon	murió	en	Bruselas
(Bélgica)	el	12	de	agosto	de	1925.	Momentos	antes	de
su	 muerte,	 el	 Padre	 Dehon	 señaló	 con	 su	 dedo	 una
estatua	del	Sagrado	Corazón	y	dijo:	“Por	Él	viví	y	por	Él
muero”.	
     El	8	de	abril	de	1997,	el	Papa	Juan	Pablo	II	declaró
que	había	vivido	una	vida	de	virtud	heroica	por	lo	que
lo	declaró	Venerable,	y	en	2005	se	aprobó	su	beatifi-
cación.	
4
Introducción

     El	niño	deambulaba	sin	rumbo	fijo	por	las	callejas
y	suburbios	de	Roma	cuando,	abruptamente,	giró	una
esquina	y	un	nuevo	mundo	apareció	de	pronto	ante
sus	ojos.	Las	puertas	y	postigos	del	taller	de	un	artista
abiertos	en	el	momento	de	máxima	luz	y	diafanidad.
Dentro	 vio	 un	 escultor	 golpeando	 con	 su	 martillo	 y
escoplo	 un	 gran	 bloque	 de	 mármol	 de	 Carrara.
Fragmentos	de	piedra,	grandes	y	pequeños,	volaban
por	el	aire	rebotando	en	el	techo	y	las	paredes	tras	cho-
car	ruidosamente	en	el	suelo.	El	niño	permaneció	hip-
notizado,	incapaz	de	darse	cuenta	de	lo	que	ocurría
ante	 sus	 ojos.	 Entonces	 la	 mente	 del	 muchacho
comenzó	a	vagar	como	nunca	lo	había	hecho	antes	y,
una	 vez	 más,	 volvió	 a	 tomar	 las	 calles	 de	 Roma	 en
busca	de	nuevas	aventuras.
     Algunas	semanas	más	tarde,	el	deambular	diario
del	chico	le	devolvió	al	estudio	del	artista	y	para	su	gran
sorpresa,	allí,	donde	estuvo	el	bloque	de	mármol,	vio
el	más	grande	y	regio	león	que	jamás	había	visto	en
su	vida;	su	majestuosa	melena	parecía	flotar	en	la	brisa,
su	cabeza	estaba	vuela	hacia	atrás	para	permitir	salir
un	 poderoso	 rugido.	 Con	 gran	 excitación,	 el	 chico
corrió	hacia	el	escultor	y	le	preguntó:	“Señor,	decidme,
¿cómo	 sabía	 que	 lo	 que	 había	 en	 el	 mármol	 era	 un
león?	El	escultor	replicó:	“Sabía	que	había	un	león	en
él	porque	antes	de	verlo	en	el	mármol	lo	vi	en	mi	pro-
pio	corazón.	El	secreto	es	que	el	león	en	mi	corazón
reconoció	al	león	en	el	mármol”.
     Esta	simple	historia	capta	la	esencia	de	la	aproxi-
mación	a	la	vida	del	Venerable	León	Dehon,	esencia	a
la	que	se	refiere	como	“mi	temperamento	y	mi	gracia”.
Sabía	“que	nada		grande	o	provechoso	se	ha	hecho
en	el	mundo	a	no	ser	que	primero	hubiese	sido	pre-
parado	desde	antiguo	para	él,	en	silencio	y	soledad	y
oración”.	 Como	 cristiano	 de	 profunda	 fe	 y	 ardiente
entusiasmo,	supo	que	antes	de	poder	salir	al	mundo

                                                         5
a	expandir	el	amor	de	Dios,	primero	tenía	que	ir	a	Dios
para	ver	el	mundo	como	Dios	lo	ve.	Sabía	que	había
una	diferencia	entre	“trabajar	para	Dios”	y	“hacer	el
trabajo	de	Dios”.	El	Rey	David	había	buscado	construir
un	templo	para	el	Señor	pero	ése	no	era	el	trabajo	que
el	Señor	le	pedía	hacer.	Entonces	David	tuvo	que	dejar
de	hacer	ese	trabajo	para	Dios	para	hacer	el	trabajo	de
Dios	(Segundo	libro	de	Samuel	7,	1-7).
     Este	es	el	triple	camino	de	proceder	en	la	vida	del
Venerable	Dehon:	Amor,	Oración	y	Acción.	El	primer
paso	es	mirar	todas	las	cosas	según	la	mente	y	el	cora-
zón	de	Dios.	Esta	mirada	de	Dios	sobre	las	cosas	evoca
a	Dios	mismo	como	respuesta	de	Amor	en	el	corazón
humano	que	está	abierto	a	la	presencia	de	lo	divino.
Y	amor,	en	respuesta,	se	convierte	en	el	motivo	y	la	ins-
piración	para	nuestra	acción.	El	centro	de	su	aproxi-
mación	 a	 la	 vida	 es	 el	 corazón:	 el	 corazón	 humano
moldeado	y	formado	en	oración	unida	al	Corazón	de
Cristo.	 Él	 dice:	 “Cuando	 el	 corazón	 está	 profunda-
mente	 impresionado,	 todas	 las	 demás	 facultades	 o
bien	 caen	 en	 el	 silencio	 o	 bien	 se	 alinean	 con	 él.	 El
mejor	camino	para	permitir	actuar	en	nosotros	la	gra-
cia	del	Corazón	de	Jesús	es	dar	precedencia	a	las	acti-
vidades	 del	 corazón.	 La	 gracia	 siempre	 actúa	 en	 el
corazón.	Actúa	en	la	voluntad	solo	tras	haber	pasado
por	el	camino	del	corazón”.
     El	triple	proceso	de	Amor-Oración-Acción	forma
la	estructura	de	este	librito	sobre	el	Venerable	León
Dehon	 titulado	 Con	 sus	 propias	 palabras.	 En	 su
Testamento	espiritual escribió	Dehon:	“Os	dejo	el	más
maravilloso	de	los	tesoros:	el	Corazón	de	Jesús”.	Con
esta	colección	de	sus	palabras	y	sabiduría	él	mismo	nos
dice,	como	dijo	a	sus	primeros	compañeros:	“Ahora
vosotros	tenéis	la	llave	del	tesoro,	está	abierto	para
que	vosotros	saquéis	cosas	de	él	generosamente”.

                                     P.	Paul	J.	Maguire,	SCJ
                                               Provincia	USA


6
amar
           La	cabeza	es	el	símbolo	de	la	inteligencia	y
la	autoridad.	El	corazón	es	el	símbolo	del	amor.	Jesús
es	nuestra	cabeza	en	el	sentido	de	que	nos	ilumina,	nos
ordena	y	nos	dirige.	Él	es	nuestro	corazón	por	el	amor
que	tiene	por	nosotros	y	que	nos	inspira.	Él	es	nues-
tro	corazón	mucho	más	que	nuestra	cabeza,	porque	el
amor	lo	sobrepasa	todo	(1	Corintios	13,	13):	el	pensa-
miento	es	apenas	una	preparación	para	él	y	la	acción
es	solo	una	consecuencia	suya.	
                               (Coronas	de	amor I,	5,	3)

            Para	mí,	el	amor	lo	abraza	todo.	Domina	y
contiene	las	demás	devociones;	no	excluye	otras	for-
mas	de	devoción,	pero	las	transforma	a	todas	en	devo-
ciones	de	amor.	Los	sentimientos	y	las	disposiciones
interiores	del	Corazón	de	Jesús	son	el	objeto	directo
de	esta	devoción.	Difiere	en	esto	de	la	devoción	al	cru-
cifijo,	que	se	detiene	en	los	sufrimientos	exteriores	de
Jesús.
                            (Coronas	de	amor,	II,	3,	4-5)
                                                       7
Jesús	 enseñó	 a	 sus	 discípulos:	 Mi	 Pasión
deriva	todo	su	valor,	todo	su	mérito,	no	solo	de	mis
sufrimientos	físicos,	sino	de	mi	Corazón,	del	amor	que
inspiró	mi	sacrificio.	Deseo	prolongar	estos	sufrimien-
tos	extraordinarios	en	orden	a	probar	mi	amor	y	no
ahorrar	nada,	en	orden	a	ganar	tu	amor	de	respuesta.
Desde	que	me	entregué	a	mi	Padre	para	darlo	todo	por
vosotros,	se	cumplió	un	voto	de	amor	en	todas	las	cir-
cunstancias	de	mi	Pasión.
                          (Vida	de	amor,	Meditación	7)

           El	 objetivo	 especial	 de	 la	 devoción	 al
Sagrado	Corazón	no	es	imitar	al	Salvador	en	sus	sufri-
mientos	exteriores,	al	menos	de	una	manera	directa.
Los	amigos	del	Sagrado	Corazón	no	se	imponen	nece-
sariamente	mortificaciones	y	terribles	flagelaciones.
Entran	en	el	Sagrado	Corazón	y	se	embriagan	de	amor
de	reconocimiento	y	compasión,	pero	es	precisamente
a	 causa	 de	 esto	 por	 lo	 que	 están	 preparados	 para
aguantar	el	sufrimiento	exterior,	si	la	Providencia	se
lo	envía.
                               (Coronas	de	amor,	II,	3,	6)
8
No	 unimos	 nosotros	 nuestro	 cuerpo	 a	 la
cruz,	sino	que	nos	dejamos	unir.	No	nos	damos	el	golpe
mortal,	 sino	 que	 nos	 parecemos	 a	 Isaac	 sobre	 la
hoguera:	esperamos	que	nuestro	Padre	tenga	a	bien
inmolarnos.	¿Cuáles	son	sus	designios?	No	lo	sabemos;
para	un	gran	número	se	contentará	con	las	mortifica-
ciones	unidas	a	la	observancia	de	sus	obligaciones	en
la	vida	y	con	la	unión	de	su	amor	con	el	del	Corazón
de	Jesús.	En	esta	actitud	de	resignación	reposa	la	esen-
cia	del	sacrificio.	
                              (Coronas	de	amor,	II,	3,	6)

            Aceptamos	nuestras	cruces	tal	como	son.
Cuando	tú	tienes	una	cruz,	no	desees	cambiarla	por
otra;	 acéptala	 tal	 como	 es.	 Acepta	 todo	 lo	 que	 la
Providencia	te	pida.	Tus	disposiciones	serán	perfectas
si	 piensas	 que	 no	 amas	 el	 sufrimiento	 por	 el	 sufri-
miento,	ni	la	cruz	por	la	cruz,	sino	que	amas	al	Sagrado
Corazón	de	Jesús	que	quiso	enviarte	esos	sufrimientos
o	 esas	 cruces.	 Esta	 fue	 la	 actitud	 de	 Nuestro	 Señor
hacia	 su	 Padre:	 Ecce	 venio:	 Heme	 aquí	 dispuesto	 a
hacer	tu	voluntad.
                                  (Coronas	de	amor,	II,	3,	6)




                                                           9
Todos	vosotros	cuyas	almas	están	cansadas
y	 agobiadas,	 venid	 y	 ved;	 tomad	 sobre	 vosotros	 el
remedio	para	vuestras	tribulaciones.	Si	estás	hundido
en	las	profundidades	de	la	impaciencia	y	de	la	ira,	ve
y	sumérgelas	en	la	gentileza	del	Corazón	amante	de
Jesús,	que	te	hará	gentil	y	humilde.	Si	estás	hundido	en
las	profundidades	de	la	infidelidad	y	de	la	inconscien-
cia,	 ve	 y	 sumérgete	 en	 la	 firmeza	 y	 estabilidad	 del
Sagrado	Corazón	de	Jesús.	Si	te	encuentras	a	ti	mismo
en	 las	 profundidades	 de	 la	 ingratitud	 por	 todas	 las
grandes	 bendiciones	 que	 has	 recibido	 de	 Dios	 ve	 y
sumérgete	en	su	divino	corazón	que	es	fuente	de	gra-
titud	y	amor.
                    (Retiro	en	el	océano,	meditación	12)

           Sumérgete	frecuentemente	en	la	ternura	de
este	Corazón	amante,	que	nunca	puedas	hacer	nada
con	esta	virtud	que	dañe	ligeramente	a	tu	prójimo.	Si
tú	estás	sumergido	en	las	profundidades	de	la	angus-
tia,	ve	y	sumerge	tu	pena	en	este	adorable	Corazón
que	está	lleno	de	gracia.	Si	te	encuentras	en	profunda
necesidad,	ve	y	sumerge	tu	necesidad	en	el	Sagrado
Corazón	de	Jesús,	que	abunda	con	toda	suerte	de	bue-




10
nos	dones.	Si	estás	inmerso	en	las	profundidades	de	la
tristeza,	ve	y	sumerge	tus	penas	en	la	divina	alegría	del
Corazón	de	Jesús,	donde	encontrarás	un	abundante
consuelo	que	disolverá	tu	tristeza	y	dolor.	Cuando	te
encuentres	preocupado	y	ansioso,	ve	y	sumérgete	en
la	serenidad	de	este	adorable	Corazón	que	nadie	te
podrá	quitar.
                   (Retiro	en	el	océano,	meditación	12)

           El	universo	pasará,	pero	Dios	permanecerá
para	siempre.	Si	posees	a	Dios,	eres	más	rico	que	si
todo	el	mundo	estuviese	a	tu	disposición.	El	es	tu	Dios
en	el	orden	de	la	gracia,	y	cuando	has	caído	de	ese	ben-
dito	estado	por	el	pecado,	él	te	restaura	en	un	camino
aún	más	favorable	adoptándote	como	su	hijo	en	la	per-
sona	de	su	único	Hijo.	Él	te	da	abundantemente	toda
la	ayuda	que	necesitas	para	alcanzar	tu	fin.	Tras	ofen-
derle,	te	perdona	siempre	que	vuelves	a	él.	De	hecho,
es	él	quien	te	invita	a	volver	y	da	el	primer	paso.	Qué
motivo	te	falta	para	amarle	a	él	que	no	te	necesita	y
que	incluso	te	ha	amado	primero,	y	a	quien	tú	puedes
amar	en	respuesta.
                           (Vida	de	amor,	Meditación	4)

                                                      11
El	corazón	de	Jesús	está	lleno	de	ternura	y
compasión	 por	 todos	 los	 que	 sufren,	 los	 que	 pasan
muchos	apuros,	que	pasan	hambre,	por	los	enfermos
y	 los	 débiles.	 El	 suyo	 es	 el	 Corazón	 de	 un	 Padre,	 el
Corazón	 de	 una	 madre,	 el	 Corazón	 de	 un	 Pastor.	 El
suyo	es	un	Corazón	sacerdotal	que	sufre	con	nosotros
cuando	nosotros	sufrimos.	
           (Corazón	sacerdotal	de	Jesús,	meditación	14)

           El	 Sagrado	 Corazón	 consolará	 a	 sus	 servi-
dores	en	sus	penas,	si	no	librándolos	de	ellas,	al	menos
aliviando	sus	sufrimientos.	Porque	nada	hay	de	rudo	ni
de	enojoso	que	no	pueda	aliviar.	Les	dará	fuerza	en	sus
debilidades.	Ellos	encontrarán	en	él	un	poderoso	reme-
dio	a	todos	sus	males	y	un	refugio	en	todas	sus	nece-
sidades.
                               (Coronas	de	amor,	II,	1,	3)	
                        (cita	de	Santa	Margarita	María)

            “Dios	 es	 amor”.	 San	 Juan	 lee	 esto	 en	 el
Corazón	 de	 Jesús.	 Vayamos	 más	 profundamente	 y
veamos	todo	lo	que	este	dulce	corazón	sufrió.	Todas
las	tristezas	acudieron	juntas	a	este	Corazón	y	lo	abru-




12
maron.	Experimentó	todas	estas	cosas	y	las	hizo	san-
tas.	En	nuestras	penas,	tan	extremas	como	puedan	ser,
tengamos	 confianza	 en	 la	 simpatía	 y	 compasión	 de
este	Corazón,	que	quiso	ser	como	nosotros	en	el	sufrir
para	ser	más	compasivo	y	misericordioso:	“Habiendo
sido	probado	en	el	sufrimiento,	puede	ayudar	a	los	que
se	ven	probados”	(Hebreos	2,	18).
          (Año	con	el	Sagrado	Corazón,	Viernes	Santo)

            Cristo	dijo	a	su	Padre:	“Dame	todo	lo	que
es	amor,	dulzura	y	humanidad.	El	pueblo	necesita	un
salvador	que	no	mire	a	los	sufrimientos	humanos	sin
moverse	a	compasión,	que	no	pueda	mirar	a	su	oveja
perdida	sin	sentir	su	inquietud.	Necesita	un	amor	que
le	haga	arriesgar	su	vida,	que	le	haga	disponible	para
tomar	sobre	sus	hombros	la	carga	de	su	oveja	perdida;
un	amor	que	le	haga	clamar:	si	hay	alguien	sediento,
dejadle	venir	a	mí.	En	fin,	necesita	un	corazón	que	le
haga	gritar:	entrego	mi	vida	porque	quiero	hacerlo”.
Este	 es	 el	 amor	 del	 Corazón	 de	 Jesús,	 la	 fuente	 de
todos	 los	 misterios	 del	 amor	 redentor.	 Por	 eso	 San
Juan	resume	nuestra	fe	en	estas	palabras:	Hemos	cre-
ído	en	el	amor	que	Dios	nos	tiene	(1	Juan	4,	16).
                            (Sermón	de	Cuaresma,	1885)

                                                         13
¿Por	qué	Jesús	quiso	que	su	costado	fuese
abierto	tras	su	muerte?	Porque	Él	dijo:	“El	mayor	acto
de	amor	es	entregar	la	vida	por	los	amigos”.	Tras	entre-
gar	su	vida	parece	que	nada	podía	añadir	a	este	acto
supremo	de	amor	por	nosotros.	Pero	su	amor	encon-
tró	 el	 medio	 de	 colmar	 en	 nosotros	 la	 medida:
abriendo	su	Corazón	después	de	su	muerte.	Nuestro
Señor	reveló	este	secreto	a	santa	Catalina	de	Siena.	Un
día	en	que	estaba	contemplando	la	imagen	del	cruci-
fijo	con	lágrimas	en	los	ojos,	ella	preguntó	a	Nuestro
Señor:	 “Dulce	 Cordero	 sin	 mancha,	 estabas	 muerto
cuando	tu	costado	fue	abierto,	¿por	qué	quisiste	que
tu	Corazón	fuese	herido	y	abierto?”.	Dios	Padre	le	res-
pondió:	“Su	deseo	de	salvar	el	género	humano	fue	infi-
nito;	 su	 cuerpo	 no	 pudo	 soportar	 los	 dolores	 y	 los
tormentos	más	que	en	cierta	medida;	la	muerte	solo
pudo	 mostrar	 el	 amor	 infinito	 con	 que	 os	 amó.
Entonces	quiso	que	vieseis	el	secreto	de	su	Corazón;
os	 muestra	 su	 corazón	 abierto	 para	 haceros	 com-
prender	que	os	ama	tanto	que	ni	su	muerte	lo	puede
demostrar”.
                              (Coronas	de	Amor,	II,	5,	2)
14
Con	 la	 Hermana	 Teresa	 del	 Niño	 Jesús,
quiero	presentarme	ante	Dios	con	confianza	y	amor.
Aun	si	fuese	encontrado	culpable	por	todas	las	ofen-
sas	que	pude	cometer,	no	quisiera	perder	nada	de	mi
confianza;	quiero	ir	con	el	corazón	roto	por	el	dolor,
y	arrojarme	entre	los	brazos	de	mi	Salvador.	Sé	que
él	ama	entrañablemente	al	hijo	pródigo;	he	oído	sus
palabras	a	Santa	María	Magdalena,	a	la	adúltera	y	a	la
mujer	samaritana.	No,	no	hay	quien	pueda	asustarme,
porque	sé	la	clase	de	misericordia	y	amor	que	él	tiene.
Sé	que	estas	numerosas	transgresiones	podrían	desa-
parecer	en	el	parpadeo	de	un	ojo	como	una	gota	de
agua	se	echa	en	el	fuego	ardiente.	Quiero	morir	con
estos	 sentimientos	 de	 confianza	 y	 amor	 al	 Sagrado
Corazón	de	Jesús.
                                   (Diario,	XL/1925,	63)

           Como	el	Corazón	de	Jesús	nos	ha	mostrado
su	amor	a	través	de	tantos	sufrimientos,	nosotros	tam-
bién	debemos	estar	dispuestos	a	soportarlos	para	mos-
trarle	nuestro	amor,	las	pruebas	que	la	Providencia	nos
envíe.	Si	amamos	realmente	a	Jesús	nada	contarán	los
sufrimientos	a	soportar	por	él.	En	definitiva,	no	hay




                                                     15
grandes	 o	 pequeñas	 cruces,	 no	 hay	 más	 que	 un
pequeño	 o	 un	 gran	 amor.	 Si	 amamos	 mucho,	 el
Sagrado	 Corazón	 vendrá	 a	 nosotros	 por	 su	 gracia	 y
sufrirá	en	nosotros,	en	nosotros	comunicará	su	fuerza
y	su	alegría.	Aceptaremos	las	pruebas	que	el	divino
Maestro	nos	enviará,	esta	es	la	esencia	de	la	devoción
de	abandono	y	confianza	en	el	Corazón	de	Jesús.	El
Sagrado	Corazón	elegirá	lo	que	Él	quiera	para	noso-
tros.
                             (Coronas	de	Amor,	II,	1,	1)




16
orar
            Sentimientos	de	ternura	y	amistad	quieren
tomar	el	principal	lugar	en	tu	oración,	pero	siempre
concluye	con	algunas	moderadas	y	firmes	resolucio-
nes.	Al	final	de	este	ejercicio	espiritual,	haz	una	revisión
de	la	preparación	y	las	características	de	tu	oración,	y
luego	en	el	primer	momento	libre	toma	nota	de	ambas
resoluciones	y	de	qué	ha	sido	más	impactante	en	la
oración.	Este	es	un	camino	para	hacerla	fructífera	y	ser
capaz	de	dar	verdadera	cuenta	de	tu	oración,	así	como
para	mejorar	la	siguiente,	haciendo	consciente	lo	que
faltaba.	Ahora	tienes	la	llave	del	tesoro,	te	hace	capaz
de	detenerte	generosamente	en	él.	
                      (Conferencias	a	los	novicios,	III,	44)


           Señor,	el	deseo	que	tengo	por	mi	propia	san-
tidad	y	de	los	que	quiero,	incluso	el	deseo	que	los	san-
tos	 tienen	 por	 la	 santidad	 del	 mundo:	 todo	 esto	 es
nada	comparado	con	el	ardiente	deseo	de	tu	corazón
por	hacernos	santos.	Señor,	a	través	de	tu	magnífico
poder	da	a	mi	corazón	las	rectas	disposiciones	que	me
hagan	capaz	de	recibir	la	gracia	que	confieres	en	ellas.
                                       (Diario,	II/1869,	32)
                                                         17
Dios	 mío,	 bendice	 mis	 resoluciones.	 Me
entrego	a	tu	amor	por	el	resto	de	mi	vida:	amor	arre-
pentido,	 removido	 por	 la	 meditación	 de	 tu	 Pasión;
amor	agradecido,	sostenido	por	la	consideración	de	las
divinas	bendiciones	y	todas	las	gracias	especiales	–tan
numerosas	y	siempre	tan	extraordinarias–	que	he	reci-
bido;	amor	confiado	en	Jesús	y	María,	mostrado	por	el
completo	 abandono	 a	 la	 divina	 Providencia;	 amor
devoto,	que	será	traducido	en	fidelidad	a	las	obliga-
ciones	de	mi	estado	de	vida	y	a	las	inspiraciones	de	la
gracia.	Ayúdame,	Salvador	mío,	a	amarte	y	hacer	que
seas	amado,	que	puedas	encontrar	tu	descanso	y	tu
alegría	en	nuestros	hogares.
                                (Diario,	VI/1893,	39-40)

            El	Rosario	es	el	resumen	de	todo	el	evange-
lio.	 Nos	 recuerda	 todos	 los	 misterios	 de	 la	 vida,	 la
pasión	y	la	resurrección	de	Nuestro	Señor.	El	Rosario
está	dentro	de	la	búsqueda	de	todo	nivel	de	conoci-
miento.	Es	como	el	maná	en	el	desierto	que	siempre
tenía	un	nuevo	y	encantador	sabor.	¡Los	misterios	del
Rosario	tienen	demasiados	diferentes	aspectos!	Los
18
amigos	del	Sagrado	Corazón	pueden	contemplar	todos
los	sentimientos	del	Corazón	de	María	y	el	Corazón
de	Jesús	en	el	Rosario.	Este	es	el	consejo	de	San	Pablo:
“Tened	entre	vosotros	los	mismos	sentimientos	que
Cristo”	(Filipenses	2,	5).
         (El	Año	con	el	Sagrado	Corazón,	1	de	Octubre)

            Mi	buen	Maestro,	vengo	a	ti,	me	tienes	ante
ti	en	calma,	en	un	pío	recogimiento,	como	un	lienzo.
Contemplaré	pacífica	y	amorosamente	los	misterios	de
tu	 vida.	 Estaré	 abierto	 a	 tu	 gracia	 y	 a	 tu	 amor.	 Así
tomaré	fácilmente	distancia	por	mí	mismo	de	los	pen-
samientos	que	distraen	y	purificaré	mi	corazón	en	el
fuego	de	tu	amor,	para	oír	tu	dulce	voz	que	me	quiere
ofrecer	el	don	de	tu	Corazón.	
            (Coronas	de	amor,	I,	meditación	preliminar)

             Maestro	bueno,	de	ahora	en	adelante	quiero
ser	fiel	a	la	entrega	total	que	te	hice.	Verdaderamente
quiero	entregarte	todas	mis	acciones,	renovando	mi
amor,	ofreciéndotelo	antes	de	mis	principales	activi-
dades	y	conduciendo	estas	acciones	de	un	modo	que
te	agrade	y	complete	mi	anterior	falta	de	interés.
                          (Vida	de	amor,	meditación	26)




                                                            19
Señor	Jesús,	que	siempre	pueda	ser	capaz
de	servirte	con	un	corazón	amante	y	una	inquebran-
table	fidelidad.	¡Tú	me	amaste	demasiado!	¡Eres	muy
generoso,	muy	fiel!	Sé	que,	a	través	de	tu	gracia,	solo
estarás	unido	a	un	corazón	si	encuentras	que	es	autén-
tico,	leal	y	sensible.	Ayúdame,	Señor,	a	mostrarte	mi
leal	devoción.	No	puedo	vivir	más	sin	ti.	
                         (Vida	de	amor,	meditación	27)

           Señor,	quiero	hacer	cualquier	esfuerzo	para
vivir	 unido	 estrechamente	 a	 ti	 y	 ofrecerme	 entera-
mente	 a	 ti.	 Quiero	 que	 seas	 el	 continuo	 objeto	 del
deseo	de	mi	corazón.	Quiero	pensar	en	ti	habitual	y
tiernamente.	Iré	a	ti	a	través	de	María.	
                          (Vida	de	amor,	meditación	29)

          Te	amo,	Señor,	pero	mi	amor	es	aún	débil.
Quiero	que	sea	fuerte	y	más	constante.	Fortalécelo	y
hazlo	duradero	e	inquebrantable.	Me	has	dado	la	gra-
cia	para	empezar	a	amarte;	dame	también	la	gracia	de
continuar	amándote,	cueste	lo	que	cueste.	Quiero	ofre-
certe	constantemente	mis	acciones	diarias,	trabajos	y
problemas	en	un	espíritu	de	amor.	
                       (Vida	de	amor,	meditación	33)
20
Buen	 Maestro,	 entiendo	 la	 llamada	 de	 tu
corazón	y	estoy	impaciente	por	responder	a	ella.	Me
ofrezco	enteramente	a	ti,	por	amor	a	ti.	Quiero	vivir	en
completa	dependencia	tuya,	hacerlo	todo	por	ti	y	con-
tigo.	Recibe	mi	ofrecimiento,	bendícelo	y	sánalo	por	tu
gracia	para	que	pueda	ser	generoso	y	duradero.
                        (Vida	de	amor,	meditación	23)

           Renuevo	la	ofrenda	de	todo	mi	ser	y	de	toda
mi	vida	al	Sagrado	Corazón.	Señor,	te	amo;	estas	pala-
bras	resumen	toda	mi	vida:	Ecce	venio.	Aquí	estoy	para
hacer	tu	voluntad.	Te	pertenezco.
             (Coronas	de	amor,	III,	meditación	final	III)




                                                      21
actuar
           Desde	 el	 principio	 de	 su	 vida	 pública,
Nuestro	Señor	nos	previno	contra	la	ilusión	de	una	fe
sin	obras.	Llevaremos	a	cabo	todo	lo	que	la	fe	requiere
de	 nosotros	 guardando	 lo	 que	 se	 refiere	 a	 nuestra
vocación:	todas	las	obligaciones	de	nuestro	estado	de
vida,	la	necesidad	de	orar	y	la	práctica	de	las	virtudes
cristianas	y	las	obras	de	misericordia,	que	es	el	distin-
tivo	del	camino	cristiano	de	vida.	Jesús	describe	al	ver-
dadero	 cristiano	 en	 acción	 en	 la	 parábola	 del	 buen
samaritano	(Lucas	10,	29-37)	y	nos	advierte	que	el	jui-
cio	de	condena	espera	a	aquellos	que	no	realizaron	las
obras	de	misericordia	(Mateo	25,	45-46).
               (Año	con	el	Sagrado	Corazón,	28	de	julio)

           Cada	persona	tiene	una	inalienable	dignidad,
obligaciones	y	derechos.	Pertenezca	a	la	clase	social
que	 sea,	 cada	 persona	 no	 solo	 está	 dotada	 de	 un
22
cuerpo	vivo,	sino	de	inteligencia,	libertad	y	un	alma
inmortal	que	Dios	creó.	Procedente	de	Dios,	esta	alma
servirá	a	Dios	y	volverá	a	Dios.	Esté	esta	alma	viva	en
el	cuerpo	de	un	trabajador	en	el	fondo	de	una	mina
de	carbón,	o	esté	en	el	cuerpo	de	un	acomodado	indus-
trial	que	vive	en	lo	alto	de	la	lujuria,	no	hay	problema:
en	realidad,	ambas	tienen	el	mismo	valor.	Ellas	tienen
igual	divinidad	personal,	igual	responsabilidad	moral,
el	mismo	destino	eterno	y	ambas	han	tenido	existen-
cia	terrenal	por	la	que,	a	través	de	la	verdad,	la	mora-
lidad	y	la	religión,	podrán	alcanzar	la	vida	eterna.
                              (Manual	Social	Cristiano,	3)

            Fácilmente	 hago	 largos	 viajes	 de	 vez	 en
cuando.	En	orden	a	escribir	o	hablar	sobre	cuestiones
sociales	es	necesario	observar	el	gran	contrato	y	cono-
cer	cómo	comparar	los	sistemas	sociales	y	las	civiliza-
ciones	 de	 los	 diferentes	 pueblos.	 Un	 amplio
conocimiento	provee	las	bases	para	la	autoridad	y	per-
mite	corregir	un	gran	número	de	errores	y	hacer	juicios
sobre	 la	 actividad	 de	 Dios	 y	 la	 de	 sus	 enemigos	 en
varias	partes	del	mundo.
                               (Carta	circular,	1912	§	389)




                                                         23
Todas	las	personas	merecen	respeto	y	jus-
ticia,	y	tienen	el	derecho	básico	de	disfrutar,	aquí	en
la	tierra,	de	las	condiciones	que	cuiden	su	vida	inte-
lectual,	moral	y	espiritual.	Tienen	derecho	al	pan	diario
para	ellos	y	sus	familias.	Tienen	derecho,	igual	y	más,	a
un	trato	humano,	a	un	suficiente	grado	de	educación
y	libertad	y	a	la	oportunidad	de	adorar	y	servir	a	Dios.
                            (Manual	Social	Cristiano,	3-4)

          Recientemente,	el	clamor	fue,	una	vez	más,
que	la	economía	es	y	debe	ser	inmoral.	Es	un	camino
brutal	para	decir	que	el	trabajador	es	meramente	un
engranaje	de	la	maquinaria	y	que	no	tiene	derecho	al
respeto	o	a	la	justicia.	Esto	hace	completamente	claro
que	la	enseñanza	cristiana	sobre	la	dignidad	de	la	per-
sona	humana	conduce	a	dos	radicalmente	diferentes
acercamientos	a	la	economía	social.	El	primero	es	el
camino	de	la	justicia	y	la	caridad,	recomendada	por	la
Iglesia	porque	lleva	al	orden	y	a	la	paz;	el	otro	es	el
camino	de	la	inhumana	e	inmisericorde	explotación,
que	lleva	al	socialismo	y	a	la	lucha	de	clases.
                              (Manual	Social	Cristiano,	4)




24
Suscitar	a	un	niño	como	cristiano	no	es	sim-
plemente	un	problema	de	transmisión	de	una	perspi-
cacia	del	conocimiento	humano	que	le	será	útil	para
ganar	más	tarde	una	posición	en	la	vida.	Implica	más
que	enseñar	buenas	maneras,	impartir	grandes	ense-
ñanzas	o	animar	a	alguien	con	la	habilidad	y	deseo	de
promover	 el	 desarrollo	 humano.	 	 También,	 y	 sobre
todo,	significa	enseñar	al	estudiante	a	desarrollar	un
honorable	y	recto	carácter,	pureza	de	corazón	y	sóli-
das	virtudes.	Significa	cultivar	en	su	alma	una	fe	que
abra	puertas	a	entender	el	mundo	que	no	es	visible,
una	esperanza	que	fortalezca	el	corazón	con	la	pro-
mesa	de	la	alegría	sin	fin	y	un	amor	que	haga	siempre
palpable	a	Dios	en	las	frías	oscuridades	de	la	vida.
         (La	educación	cristiana,	4	de	agosto	de	1877)

           Cristo	dice	a	sus	discípulos	de	hoy:	Siento
piedad	por	el	pueblo,	las	muchedumbres	que	carecen
de	bienes	espirituales	y	temporales.	Como	carecieron
antes,	aun	hoy	carecen	de	ello:	el	pan	de	la	justicia,	el
pan	de	la	caridad,	el	pan	del	apostolado.	El	trabajador
pobre	está	habitualmente	oprimido	por	toda	suerte	de

                                                      25
injusticias	privadas	y	sociales.	La	pesada	carga	de	usura
pesa	sobre	él	de	muchas	formas.	Las	muchedumbres
están	como	ovejas	sin	pastor.	Nadie	les	da	instrucción,
que	es	la	comida	del	alma,	o	caridad,	que	es	la	comida
del	cuerpo.	El	pueblo	necesita	apóstoles	para	ense-
ñarles.	 Todas	 estas	 pobres	 y	 necesitadas	 almas	 son
numerosas	como	vastas	cosechas	de	grano,	y	están
esperando	por	trabajadores.	Antes	esta	miseria	y	debi-
lidad,	no	pude	contentarme	con	una	infructuosa	com-
pasión:	actué,	prediqué	las	obligaciones	de	la	justicia
y	la	caridad,	curé	a	los	que	sufrían,	consolé	a	los	que
estaban	 apenados.	 Inspiré	 la	 misma	 caridad	 y	 celo
entre	mis	amigos.	
        (Retiro	con	el	Sagrado	Corazón,	meditación	40)




            Jesús	habla	al	corazón	de	sus	discípulos	de
hoy:	 Mira	 la	 discordia	 en	 la	 sociedad.	 ¿Quién	 estará
entre	el	rico	y	el	pobre	para	predicar	a	ambos	sus	obli-
gaciones	de	justicia	y	caridad?	Ves	que	los	abusos	de
una	parte	provoca	la	revuelta	en	la	otra;	oyes	las	ame-
nazadoras	demandas	de	la	envidia.	Se	necesitan	más
apóstoles	 de	 justicia	 y	 paz.	 	 ¿No	 quieres	 prestar	 tu
mano	 a	 este	 trabajo	 de	 salvación?	 ¿Permanecerás
sordo	a	mi	llamada?	Si	me	amas,	apacienta	mis	ove-
26
jas.	No	tiene	pastor,	están	hambrientas	y	sedientas,
condúcelas	a	verdes	pastos.	Todo	lo	que	hagas	por	la
última	de	ellas,	lo	considero	hecho	a	mí.	He	venido	para
traer	el	fuego	del	celo	sobre	la	tierra,	y	mi	único	deseo
es	que	esté	inflamado	y	se	extienda	y	venza	sobre	todo
el	mundo.	El	tiempo	es	urgente:	los	lobos	devoran	a	las
ovejas,	los	zorros	saquean	la	cosecha,	mi	pueblo	está
oprimido,	 las	 almas	 caen	 como	 las	 hojas	 del	 árbol.
¿Quién	se	levantará	para	ayudarme	y	trabajar	conmigo?
        (Retiro	con	el	Sagrado	Corazón,	meditación	33)

           Jesús	fue	bueno	con	aquellos	que	sufrían.
Estuvo	lleno	de	ternura	y	compasión	por	todos	aque-
llos	que	estaban	afligidos,	enfermos	o	atormentados
por	el	mal.	Las	lágrimas	de	la	viuda	de	Naín	lo	movie-
ron	a	resucitar	a	su	hijo.	Lloró	movido	por	la	amistad
en	 la	 muerte	 de	 Lázaro	 y	 la	 gente	 exclamó:	 ¡Mirad
cómo	lo	quería!	Mostró	una	gran	y	sincera	compasión
cuando	la	gente	lo	seguía	hambrienta	hasta	la	falda	de
la	montaña.	Probó	su	afecto	cuando	obró	para	ellos
el	más	impresionante	milagro.	El	enfermo	fue	siem-
pre	el	primer	objeto	de	su	interés.	¡Cuán	habitualmente
                                                       27
los	curaba!	Frecuentemente	estaba	tan	preocupado
por	ellos	que	olvidaba	comer:	“Se	aglomera	otra	vez	la
muchedumbre	 de	 modo	 que	 no	 podían	 comer”
(Marcos	3,	20).	Nunca	se	echó	atrás.	Estuvo	comple-
tamente	 disponible	 para	 ellos,	 diciéndoles:	 ¡Aquello
que	quieras	lo	haré!
                         (Sermón	de	Cuaresma,	1885)	

           A	imitación	del	Corazón	de	Jesús,	tomemos
parte	 en	 los	 sufrimientos	 de	 nuestros	 hermanos;	 y
como	somos	“un	solo	corazón	y	una	sola	alma	en	el
Corazón	de	Jesús”,	debemos	ser	también,	un	poco,
corazón	para	todos	nuestros	hermanos.	Muchas	veces
creemos	que	lo	hacemos	todo	cuando	damos	dinero	o
hacemos	mucho	ruido	de	palabras,	de	propuestas	y
publicidad.	Pero	no	damos	nuestro	corazón,	porque	no
está	unido	al	Corazón	de	Jesús,	tan	tierno,	tan	entre-
gado,	tan	generoso,	tan	olvidado	de	sí	mismo.	Los	que
se	entregan	a	las	obras	de	caridad	no	deben	omitir	la
oración	interior	si	quieren	cumplir	estas	obras	como
verdaderos	discípulos	del	Corazón	de	Jesús	en	el	tierno
y	continuo	recuerdo	de	este	divino	Corazón.	
                               (Coronas	de	amor,	I,	5,	3)	
28
Si	tuviese	un	pequeño	aviso	que	dar	a	los
cristianos	y	sacerdotes	de	nuestros	días,	sería	no	per-
manecer	extraños	a	las	cuestiones	sociales,	como	tan
frecuentemente	ocurre.	Estar	implicados	en	las	vidas
de	los	agricultores	y	trabajadores,	aprender	sobre	sus
condiciones	de	vida,	su	alimentación,	sus	salarios,	sus
hijos	y	sus	ancianos,	sus	sociedades	de	ayuda	mutua,
lo	que	leen	y	lo	que	hacen	en	su	tiempo	libre.	¿Por	qué?
¡Dios	mío,	en	orden	a	cuidar	de	ellos,	a	instruirlos,	a
mejorar	sus	circunstancias!	Esta	debe	ser	nuestra	ocu-
pación	principal,	sin	políticas,	ni	ambiciones	o	quejas.
     (Memorias,	VI,	131)

           Servimos	más	directamente	a	nuestro	Señor
cuando	dedicamos	nuestros	esfuerzos	a	aquellos	con
quienes	él	se	identificó	más	explícitamente:	“cuanto
hicisteis	a	unos	de	estos	hermanos	míos	más	peque-
ños,	a	mí	me	lo	hicisteis”	(Mateo	25,	40).
                             (Directorio	espiritual,	225)




                                                      29
Oración	de	petición

Dios,	Padre	misericordioso,
que	concediste	a	tu	siervo
el	Venerable	León	Dehon
la	gracia	de	entrar	en	el	misterio
del	Corazón	herido	de	tu	Hijo,
para	reconocer	la	profundidad	
de	tu	amor	por	todos	los	hombres;
tú	le	inspiraste	amar	a	los	demás	como	tú	los	amas.
Por	medio	suyo	te	pedimos	que	escuches
nuestra	oración	por…

Tuyo	es	el	reino,	tuyo	el	poder	y	la	gloria
por	siempre,	Señor.	

(Padrenuestro,	Avemaría,	Gloria)
ÍNDICE

     León	Dehon

 3   Fundador	de	los	Sacerdotes
     del	Sagrado	Corazón	de	Jesús	


 5   Introducción


 7   AMAR


17   ORAR


22   ACTUAR
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Folleto definitivo

  • 1.
  • 3. León Dehon Fundador de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús El Padre León Juan del Sagrado Corazón Dehon nació en La Capelle, en la Diócesis de Soissons (Fran- cia), el 14 de Marzo de 1843. Después de completar sus estudios medios, cursó Derecho en la Universidad de La Sorbona en París gra- duándose a la edad de veinte años. Aunque su familia quería que ejerciera la abogacía, él quería seguir su vocación al sacerdocio, una llamada que sentía desde su adolescencia. En un viaje por Oriente Próximo, mientras visitaba Palestina, experimentó una fuerte llamada de Dios y lo organizó todo para entrar en el seminario. Fue a Roma, donde estudió en la Universidad Gregoriana y en el Apolinar. Completó estudios de Filosofía, Teología y Derecho Canónico, alcanzado el doctorado en cada una de estas disciplinas. El 19 de diciembre de 1868 fue ordenado sacer- dote. Su primera tarea fue servir como estenógrafo en el Concilio Vaticano I. Cuando regresó a su Diócesis, fue destinado a la parroquia de San Quintín. Las condiciones de vida de los obreros le conmo- vieron y extendió su acción para ayudarlos en muchas formas. Creía que se corresponde mejor al amor de Dios tratando de conocer las necesidades de aquellos que nos rodean. 3
  • 4. El Padre Dehon emprendió su trabajo con entu- siasmo. Durante el tiempo que estuvo en San Quintín hizo cambios significativos. Reunió a los trabajadores y a los dueños de las fábricas, iniciando diálogos que eventualmente condujeron a los obreros a mejores condiciones económicas y sociales. Fundó un perió- dico, inauguró un círculo para niños y creó una escuela; mientras, continuaba con sus obligaciones como sacer- dote en la parroquia. Durante estos años tan atareados, el anhelo del Padre Dehon de hacerse miembro de una comunidad religiosa creció. Con el permiso de su obispo fundó la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús el 28 de junio de 1878. Entre sus apostolados más queridos, enumeró: • promover la devoción al Sagrado Corazón por medio del amor y la reparación , • educar a seminaristas, • ofrecer asistencia al clero local, • trabajar en misiones extranjeras. Como en toda obra de Dios, esta nueva comunidad religiosa tuvo que superar muchas pruebas que el Padre Dehon aceptaba como la voluntad de Dios. Fortalecido por su confianza en el amor al Sagrado Corazón, el Padre Dehon continuó su trabajo. Su Congregación creció por toda Europa, luego por América del Norte y del Sur, así como en África. Trabajador incansable a favor de las misiones, los obreros y los jóvenes, predicó sin cesar el mensaje del amor de Dios y nos llamó a responder a ese amor mediante vidas de amor y reparación. Después de una vida de santidad, el Padre Dehon murió en Bruselas (Bélgica) el 12 de agosto de 1925. Momentos antes de su muerte, el Padre Dehon señaló con su dedo una estatua del Sagrado Corazón y dijo: “Por Él viví y por Él muero”. El 8 de abril de 1997, el Papa Juan Pablo II declaró que había vivido una vida de virtud heroica por lo que lo declaró Venerable, y en 2005 se aprobó su beatifi- cación. 4
  • 5. Introducción El niño deambulaba sin rumbo fijo por las callejas y suburbios de Roma cuando, abruptamente, giró una esquina y un nuevo mundo apareció de pronto ante sus ojos. Las puertas y postigos del taller de un artista abiertos en el momento de máxima luz y diafanidad. Dentro vio un escultor golpeando con su martillo y escoplo un gran bloque de mármol de Carrara. Fragmentos de piedra, grandes y pequeños, volaban por el aire rebotando en el techo y las paredes tras cho- car ruidosamente en el suelo. El niño permaneció hip- notizado, incapaz de darse cuenta de lo que ocurría ante sus ojos. Entonces la mente del muchacho comenzó a vagar como nunca lo había hecho antes y, una vez más, volvió a tomar las calles de Roma en busca de nuevas aventuras. Algunas semanas más tarde, el deambular diario del chico le devolvió al estudio del artista y para su gran sorpresa, allí, donde estuvo el bloque de mármol, vio el más grande y regio león que jamás había visto en su vida; su majestuosa melena parecía flotar en la brisa, su cabeza estaba vuela hacia atrás para permitir salir un poderoso rugido. Con gran excitación, el chico corrió hacia el escultor y le preguntó: “Señor, decidme, ¿cómo sabía que lo que había en el mármol era un león? El escultor replicó: “Sabía que había un león en él porque antes de verlo en el mármol lo vi en mi pro- pio corazón. El secreto es que el león en mi corazón reconoció al león en el mármol”. Esta simple historia capta la esencia de la aproxi- mación a la vida del Venerable León Dehon, esencia a la que se refiere como “mi temperamento y mi gracia”. Sabía “que nada grande o provechoso se ha hecho en el mundo a no ser que primero hubiese sido pre- parado desde antiguo para él, en silencio y soledad y oración”. Como cristiano de profunda fe y ardiente entusiasmo, supo que antes de poder salir al mundo 5
  • 6. a expandir el amor de Dios, primero tenía que ir a Dios para ver el mundo como Dios lo ve. Sabía que había una diferencia entre “trabajar para Dios” y “hacer el trabajo de Dios”. El Rey David había buscado construir un templo para el Señor pero ése no era el trabajo que el Señor le pedía hacer. Entonces David tuvo que dejar de hacer ese trabajo para Dios para hacer el trabajo de Dios (Segundo libro de Samuel 7, 1-7). Este es el triple camino de proceder en la vida del Venerable Dehon: Amor, Oración y Acción. El primer paso es mirar todas las cosas según la mente y el cora- zón de Dios. Esta mirada de Dios sobre las cosas evoca a Dios mismo como respuesta de Amor en el corazón humano que está abierto a la presencia de lo divino. Y amor, en respuesta, se convierte en el motivo y la ins- piración para nuestra acción. El centro de su aproxi- mación a la vida es el corazón: el corazón humano moldeado y formado en oración unida al Corazón de Cristo. Él dice: “Cuando el corazón está profunda- mente impresionado, todas las demás facultades o bien caen en el silencio o bien se alinean con él. El mejor camino para permitir actuar en nosotros la gra- cia del Corazón de Jesús es dar precedencia a las acti- vidades del corazón. La gracia siempre actúa en el corazón. Actúa en la voluntad solo tras haber pasado por el camino del corazón”. El triple proceso de Amor-Oración-Acción forma la estructura de este librito sobre el Venerable León Dehon titulado Con sus propias palabras. En su Testamento espiritual escribió Dehon: “Os dejo el más maravilloso de los tesoros: el Corazón de Jesús”. Con esta colección de sus palabras y sabiduría él mismo nos dice, como dijo a sus primeros compañeros: “Ahora vosotros tenéis la llave del tesoro, está abierto para que vosotros saquéis cosas de él generosamente”. P. Paul J. Maguire, SCJ Provincia USA 6
  • 7. amar La cabeza es el símbolo de la inteligencia y la autoridad. El corazón es el símbolo del amor. Jesús es nuestra cabeza en el sentido de que nos ilumina, nos ordena y nos dirige. Él es nuestro corazón por el amor que tiene por nosotros y que nos inspira. Él es nues- tro corazón mucho más que nuestra cabeza, porque el amor lo sobrepasa todo (1 Corintios 13, 13): el pensa- miento es apenas una preparación para él y la acción es solo una consecuencia suya. (Coronas de amor I, 5, 3) Para mí, el amor lo abraza todo. Domina y contiene las demás devociones; no excluye otras for- mas de devoción, pero las transforma a todas en devo- ciones de amor. Los sentimientos y las disposiciones interiores del Corazón de Jesús son el objeto directo de esta devoción. Difiere en esto de la devoción al cru- cifijo, que se detiene en los sufrimientos exteriores de Jesús. (Coronas de amor, II, 3, 4-5) 7
  • 8. Jesús enseñó a sus discípulos: Mi Pasión deriva todo su valor, todo su mérito, no solo de mis sufrimientos físicos, sino de mi Corazón, del amor que inspiró mi sacrificio. Deseo prolongar estos sufrimien- tos extraordinarios en orden a probar mi amor y no ahorrar nada, en orden a ganar tu amor de respuesta. Desde que me entregué a mi Padre para darlo todo por vosotros, se cumplió un voto de amor en todas las cir- cunstancias de mi Pasión. (Vida de amor, Meditación 7) El objetivo especial de la devoción al Sagrado Corazón no es imitar al Salvador en sus sufri- mientos exteriores, al menos de una manera directa. Los amigos del Sagrado Corazón no se imponen nece- sariamente mortificaciones y terribles flagelaciones. Entran en el Sagrado Corazón y se embriagan de amor de reconocimiento y compasión, pero es precisamente a causa de esto por lo que están preparados para aguantar el sufrimiento exterior, si la Providencia se lo envía. (Coronas de amor, II, 3, 6) 8
  • 9. No unimos nosotros nuestro cuerpo a la cruz, sino que nos dejamos unir. No nos damos el golpe mortal, sino que nos parecemos a Isaac sobre la hoguera: esperamos que nuestro Padre tenga a bien inmolarnos. ¿Cuáles son sus designios? No lo sabemos; para un gran número se contentará con las mortifica- ciones unidas a la observancia de sus obligaciones en la vida y con la unión de su amor con el del Corazón de Jesús. En esta actitud de resignación reposa la esen- cia del sacrificio. (Coronas de amor, II, 3, 6) Aceptamos nuestras cruces tal como son. Cuando tú tienes una cruz, no desees cambiarla por otra; acéptala tal como es. Acepta todo lo que la Providencia te pida. Tus disposiciones serán perfectas si piensas que no amas el sufrimiento por el sufri- miento, ni la cruz por la cruz, sino que amas al Sagrado Corazón de Jesús que quiso enviarte esos sufrimientos o esas cruces. Esta fue la actitud de Nuestro Señor hacia su Padre: Ecce venio: Heme aquí dispuesto a hacer tu voluntad. (Coronas de amor, II, 3, 6) 9
  • 10. Todos vosotros cuyas almas están cansadas y agobiadas, venid y ved; tomad sobre vosotros el remedio para vuestras tribulaciones. Si estás hundido en las profundidades de la impaciencia y de la ira, ve y sumérgelas en la gentileza del Corazón amante de Jesús, que te hará gentil y humilde. Si estás hundido en las profundidades de la infidelidad y de la inconscien- cia, ve y sumérgete en la firmeza y estabilidad del Sagrado Corazón de Jesús. Si te encuentras a ti mismo en las profundidades de la ingratitud por todas las grandes bendiciones que has recibido de Dios ve y sumérgete en su divino corazón que es fuente de gra- titud y amor. (Retiro en el océano, meditación 12) Sumérgete frecuentemente en la ternura de este Corazón amante, que nunca puedas hacer nada con esta virtud que dañe ligeramente a tu prójimo. Si tú estás sumergido en las profundidades de la angus- tia, ve y sumerge tu pena en este adorable Corazón que está lleno de gracia. Si te encuentras en profunda necesidad, ve y sumerge tu necesidad en el Sagrado Corazón de Jesús, que abunda con toda suerte de bue- 10
  • 11. nos dones. Si estás inmerso en las profundidades de la tristeza, ve y sumerge tus penas en la divina alegría del Corazón de Jesús, donde encontrarás un abundante consuelo que disolverá tu tristeza y dolor. Cuando te encuentres preocupado y ansioso, ve y sumérgete en la serenidad de este adorable Corazón que nadie te podrá quitar. (Retiro en el océano, meditación 12) El universo pasará, pero Dios permanecerá para siempre. Si posees a Dios, eres más rico que si todo el mundo estuviese a tu disposición. El es tu Dios en el orden de la gracia, y cuando has caído de ese ben- dito estado por el pecado, él te restaura en un camino aún más favorable adoptándote como su hijo en la per- sona de su único Hijo. Él te da abundantemente toda la ayuda que necesitas para alcanzar tu fin. Tras ofen- derle, te perdona siempre que vuelves a él. De hecho, es él quien te invita a volver y da el primer paso. Qué motivo te falta para amarle a él que no te necesita y que incluso te ha amado primero, y a quien tú puedes amar en respuesta. (Vida de amor, Meditación 4) 11
  • 12. El corazón de Jesús está lleno de ternura y compasión por todos los que sufren, los que pasan muchos apuros, que pasan hambre, por los enfermos y los débiles. El suyo es el Corazón de un Padre, el Corazón de una madre, el Corazón de un Pastor. El suyo es un Corazón sacerdotal que sufre con nosotros cuando nosotros sufrimos. (Corazón sacerdotal de Jesús, meditación 14) El Sagrado Corazón consolará a sus servi- dores en sus penas, si no librándolos de ellas, al menos aliviando sus sufrimientos. Porque nada hay de rudo ni de enojoso que no pueda aliviar. Les dará fuerza en sus debilidades. Ellos encontrarán en él un poderoso reme- dio a todos sus males y un refugio en todas sus nece- sidades. (Coronas de amor, II, 1, 3) (cita de Santa Margarita María) “Dios es amor”. San Juan lee esto en el Corazón de Jesús. Vayamos más profundamente y veamos todo lo que este dulce corazón sufrió. Todas las tristezas acudieron juntas a este Corazón y lo abru- 12
  • 13. maron. Experimentó todas estas cosas y las hizo san- tas. En nuestras penas, tan extremas como puedan ser, tengamos confianza en la simpatía y compasión de este Corazón, que quiso ser como nosotros en el sufrir para ser más compasivo y misericordioso: “Habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven probados” (Hebreos 2, 18). (Año con el Sagrado Corazón, Viernes Santo) Cristo dijo a su Padre: “Dame todo lo que es amor, dulzura y humanidad. El pueblo necesita un salvador que no mire a los sufrimientos humanos sin moverse a compasión, que no pueda mirar a su oveja perdida sin sentir su inquietud. Necesita un amor que le haga arriesgar su vida, que le haga disponible para tomar sobre sus hombros la carga de su oveja perdida; un amor que le haga clamar: si hay alguien sediento, dejadle venir a mí. En fin, necesita un corazón que le haga gritar: entrego mi vida porque quiero hacerlo”. Este es el amor del Corazón de Jesús, la fuente de todos los misterios del amor redentor. Por eso San Juan resume nuestra fe en estas palabras: Hemos cre- ído en el amor que Dios nos tiene (1 Juan 4, 16). (Sermón de Cuaresma, 1885) 13
  • 14. ¿Por qué Jesús quiso que su costado fuese abierto tras su muerte? Porque Él dijo: “El mayor acto de amor es entregar la vida por los amigos”. Tras entre- gar su vida parece que nada podía añadir a este acto supremo de amor por nosotros. Pero su amor encon- tró el medio de colmar en nosotros la medida: abriendo su Corazón después de su muerte. Nuestro Señor reveló este secreto a santa Catalina de Siena. Un día en que estaba contemplando la imagen del cruci- fijo con lágrimas en los ojos, ella preguntó a Nuestro Señor: “Dulce Cordero sin mancha, estabas muerto cuando tu costado fue abierto, ¿por qué quisiste que tu Corazón fuese herido y abierto?”. Dios Padre le res- pondió: “Su deseo de salvar el género humano fue infi- nito; su cuerpo no pudo soportar los dolores y los tormentos más que en cierta medida; la muerte solo pudo mostrar el amor infinito con que os amó. Entonces quiso que vieseis el secreto de su Corazón; os muestra su corazón abierto para haceros com- prender que os ama tanto que ni su muerte lo puede demostrar”. (Coronas de Amor, II, 5, 2) 14
  • 15. Con la Hermana Teresa del Niño Jesús, quiero presentarme ante Dios con confianza y amor. Aun si fuese encontrado culpable por todas las ofen- sas que pude cometer, no quisiera perder nada de mi confianza; quiero ir con el corazón roto por el dolor, y arrojarme entre los brazos de mi Salvador. Sé que él ama entrañablemente al hijo pródigo; he oído sus palabras a Santa María Magdalena, a la adúltera y a la mujer samaritana. No, no hay quien pueda asustarme, porque sé la clase de misericordia y amor que él tiene. Sé que estas numerosas transgresiones podrían desa- parecer en el parpadeo de un ojo como una gota de agua se echa en el fuego ardiente. Quiero morir con estos sentimientos de confianza y amor al Sagrado Corazón de Jesús. (Diario, XL/1925, 63) Como el Corazón de Jesús nos ha mostrado su amor a través de tantos sufrimientos, nosotros tam- bién debemos estar dispuestos a soportarlos para mos- trarle nuestro amor, las pruebas que la Providencia nos envíe. Si amamos realmente a Jesús nada contarán los sufrimientos a soportar por él. En definitiva, no hay 15
  • 16. grandes o pequeñas cruces, no hay más que un pequeño o un gran amor. Si amamos mucho, el Sagrado Corazón vendrá a nosotros por su gracia y sufrirá en nosotros, en nosotros comunicará su fuerza y su alegría. Aceptaremos las pruebas que el divino Maestro nos enviará, esta es la esencia de la devoción de abandono y confianza en el Corazón de Jesús. El Sagrado Corazón elegirá lo que Él quiera para noso- tros. (Coronas de Amor, II, 1, 1) 16
  • 17. orar Sentimientos de ternura y amistad quieren tomar el principal lugar en tu oración, pero siempre concluye con algunas moderadas y firmes resolucio- nes. Al final de este ejercicio espiritual, haz una revisión de la preparación y las características de tu oración, y luego en el primer momento libre toma nota de ambas resoluciones y de qué ha sido más impactante en la oración. Este es un camino para hacerla fructífera y ser capaz de dar verdadera cuenta de tu oración, así como para mejorar la siguiente, haciendo consciente lo que faltaba. Ahora tienes la llave del tesoro, te hace capaz de detenerte generosamente en él. (Conferencias a los novicios, III, 44) Señor, el deseo que tengo por mi propia san- tidad y de los que quiero, incluso el deseo que los san- tos tienen por la santidad del mundo: todo esto es nada comparado con el ardiente deseo de tu corazón por hacernos santos. Señor, a través de tu magnífico poder da a mi corazón las rectas disposiciones que me hagan capaz de recibir la gracia que confieres en ellas. (Diario, II/1869, 32) 17
  • 18. Dios mío, bendice mis resoluciones. Me entrego a tu amor por el resto de mi vida: amor arre- pentido, removido por la meditación de tu Pasión; amor agradecido, sostenido por la consideración de las divinas bendiciones y todas las gracias especiales –tan numerosas y siempre tan extraordinarias– que he reci- bido; amor confiado en Jesús y María, mostrado por el completo abandono a la divina Providencia; amor devoto, que será traducido en fidelidad a las obliga- ciones de mi estado de vida y a las inspiraciones de la gracia. Ayúdame, Salvador mío, a amarte y hacer que seas amado, que puedas encontrar tu descanso y tu alegría en nuestros hogares. (Diario, VI/1893, 39-40) El Rosario es el resumen de todo el evange- lio. Nos recuerda todos los misterios de la vida, la pasión y la resurrección de Nuestro Señor. El Rosario está dentro de la búsqueda de todo nivel de conoci- miento. Es como el maná en el desierto que siempre tenía un nuevo y encantador sabor. ¡Los misterios del Rosario tienen demasiados diferentes aspectos! Los 18
  • 19. amigos del Sagrado Corazón pueden contemplar todos los sentimientos del Corazón de María y el Corazón de Jesús en el Rosario. Este es el consejo de San Pablo: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo” (Filipenses 2, 5). (El Año con el Sagrado Corazón, 1 de Octubre) Mi buen Maestro, vengo a ti, me tienes ante ti en calma, en un pío recogimiento, como un lienzo. Contemplaré pacífica y amorosamente los misterios de tu vida. Estaré abierto a tu gracia y a tu amor. Así tomaré fácilmente distancia por mí mismo de los pen- samientos que distraen y purificaré mi corazón en el fuego de tu amor, para oír tu dulce voz que me quiere ofrecer el don de tu Corazón. (Coronas de amor, I, meditación preliminar) Maestro bueno, de ahora en adelante quiero ser fiel a la entrega total que te hice. Verdaderamente quiero entregarte todas mis acciones, renovando mi amor, ofreciéndotelo antes de mis principales activi- dades y conduciendo estas acciones de un modo que te agrade y complete mi anterior falta de interés. (Vida de amor, meditación 26) 19
  • 20. Señor Jesús, que siempre pueda ser capaz de servirte con un corazón amante y una inquebran- table fidelidad. ¡Tú me amaste demasiado! ¡Eres muy generoso, muy fiel! Sé que, a través de tu gracia, solo estarás unido a un corazón si encuentras que es autén- tico, leal y sensible. Ayúdame, Señor, a mostrarte mi leal devoción. No puedo vivir más sin ti. (Vida de amor, meditación 27) Señor, quiero hacer cualquier esfuerzo para vivir unido estrechamente a ti y ofrecerme entera- mente a ti. Quiero que seas el continuo objeto del deseo de mi corazón. Quiero pensar en ti habitual y tiernamente. Iré a ti a través de María. (Vida de amor, meditación 29) Te amo, Señor, pero mi amor es aún débil. Quiero que sea fuerte y más constante. Fortalécelo y hazlo duradero e inquebrantable. Me has dado la gra- cia para empezar a amarte; dame también la gracia de continuar amándote, cueste lo que cueste. Quiero ofre- certe constantemente mis acciones diarias, trabajos y problemas en un espíritu de amor. (Vida de amor, meditación 33) 20
  • 21. Buen Maestro, entiendo la llamada de tu corazón y estoy impaciente por responder a ella. Me ofrezco enteramente a ti, por amor a ti. Quiero vivir en completa dependencia tuya, hacerlo todo por ti y con- tigo. Recibe mi ofrecimiento, bendícelo y sánalo por tu gracia para que pueda ser generoso y duradero. (Vida de amor, meditación 23) Renuevo la ofrenda de todo mi ser y de toda mi vida al Sagrado Corazón. Señor, te amo; estas pala- bras resumen toda mi vida: Ecce venio. Aquí estoy para hacer tu voluntad. Te pertenezco. (Coronas de amor, III, meditación final III) 21
  • 22. actuar Desde el principio de su vida pública, Nuestro Señor nos previno contra la ilusión de una fe sin obras. Llevaremos a cabo todo lo que la fe requiere de nosotros guardando lo que se refiere a nuestra vocación: todas las obligaciones de nuestro estado de vida, la necesidad de orar y la práctica de las virtudes cristianas y las obras de misericordia, que es el distin- tivo del camino cristiano de vida. Jesús describe al ver- dadero cristiano en acción en la parábola del buen samaritano (Lucas 10, 29-37) y nos advierte que el jui- cio de condena espera a aquellos que no realizaron las obras de misericordia (Mateo 25, 45-46). (Año con el Sagrado Corazón, 28 de julio) Cada persona tiene una inalienable dignidad, obligaciones y derechos. Pertenezca a la clase social que sea, cada persona no solo está dotada de un 22
  • 23. cuerpo vivo, sino de inteligencia, libertad y un alma inmortal que Dios creó. Procedente de Dios, esta alma servirá a Dios y volverá a Dios. Esté esta alma viva en el cuerpo de un trabajador en el fondo de una mina de carbón, o esté en el cuerpo de un acomodado indus- trial que vive en lo alto de la lujuria, no hay problema: en realidad, ambas tienen el mismo valor. Ellas tienen igual divinidad personal, igual responsabilidad moral, el mismo destino eterno y ambas han tenido existen- cia terrenal por la que, a través de la verdad, la mora- lidad y la religión, podrán alcanzar la vida eterna. (Manual Social Cristiano, 3) Fácilmente hago largos viajes de vez en cuando. En orden a escribir o hablar sobre cuestiones sociales es necesario observar el gran contrato y cono- cer cómo comparar los sistemas sociales y las civiliza- ciones de los diferentes pueblos. Un amplio conocimiento provee las bases para la autoridad y per- mite corregir un gran número de errores y hacer juicios sobre la actividad de Dios y la de sus enemigos en varias partes del mundo. (Carta circular, 1912 § 389) 23
  • 24. Todas las personas merecen respeto y jus- ticia, y tienen el derecho básico de disfrutar, aquí en la tierra, de las condiciones que cuiden su vida inte- lectual, moral y espiritual. Tienen derecho al pan diario para ellos y sus familias. Tienen derecho, igual y más, a un trato humano, a un suficiente grado de educación y libertad y a la oportunidad de adorar y servir a Dios. (Manual Social Cristiano, 3-4) Recientemente, el clamor fue, una vez más, que la economía es y debe ser inmoral. Es un camino brutal para decir que el trabajador es meramente un engranaje de la maquinaria y que no tiene derecho al respeto o a la justicia. Esto hace completamente claro que la enseñanza cristiana sobre la dignidad de la per- sona humana conduce a dos radicalmente diferentes acercamientos a la economía social. El primero es el camino de la justicia y la caridad, recomendada por la Iglesia porque lleva al orden y a la paz; el otro es el camino de la inhumana e inmisericorde explotación, que lleva al socialismo y a la lucha de clases. (Manual Social Cristiano, 4) 24
  • 25. Suscitar a un niño como cristiano no es sim- plemente un problema de transmisión de una perspi- cacia del conocimiento humano que le será útil para ganar más tarde una posición en la vida. Implica más que enseñar buenas maneras, impartir grandes ense- ñanzas o animar a alguien con la habilidad y deseo de promover el desarrollo humano. También, y sobre todo, significa enseñar al estudiante a desarrollar un honorable y recto carácter, pureza de corazón y sóli- das virtudes. Significa cultivar en su alma una fe que abra puertas a entender el mundo que no es visible, una esperanza que fortalezca el corazón con la pro- mesa de la alegría sin fin y un amor que haga siempre palpable a Dios en las frías oscuridades de la vida. (La educación cristiana, 4 de agosto de 1877) Cristo dice a sus discípulos de hoy: Siento piedad por el pueblo, las muchedumbres que carecen de bienes espirituales y temporales. Como carecieron antes, aun hoy carecen de ello: el pan de la justicia, el pan de la caridad, el pan del apostolado. El trabajador pobre está habitualmente oprimido por toda suerte de 25
  • 26. injusticias privadas y sociales. La pesada carga de usura pesa sobre él de muchas formas. Las muchedumbres están como ovejas sin pastor. Nadie les da instrucción, que es la comida del alma, o caridad, que es la comida del cuerpo. El pueblo necesita apóstoles para ense- ñarles. Todas estas pobres y necesitadas almas son numerosas como vastas cosechas de grano, y están esperando por trabajadores. Antes esta miseria y debi- lidad, no pude contentarme con una infructuosa com- pasión: actué, prediqué las obligaciones de la justicia y la caridad, curé a los que sufrían, consolé a los que estaban apenados. Inspiré la misma caridad y celo entre mis amigos. (Retiro con el Sagrado Corazón, meditación 40) Jesús habla al corazón de sus discípulos de hoy: Mira la discordia en la sociedad. ¿Quién estará entre el rico y el pobre para predicar a ambos sus obli- gaciones de justicia y caridad? Ves que los abusos de una parte provoca la revuelta en la otra; oyes las ame- nazadoras demandas de la envidia. Se necesitan más apóstoles de justicia y paz. ¿No quieres prestar tu mano a este trabajo de salvación? ¿Permanecerás sordo a mi llamada? Si me amas, apacienta mis ove- 26
  • 27. jas. No tiene pastor, están hambrientas y sedientas, condúcelas a verdes pastos. Todo lo que hagas por la última de ellas, lo considero hecho a mí. He venido para traer el fuego del celo sobre la tierra, y mi único deseo es que esté inflamado y se extienda y venza sobre todo el mundo. El tiempo es urgente: los lobos devoran a las ovejas, los zorros saquean la cosecha, mi pueblo está oprimido, las almas caen como las hojas del árbol. ¿Quién se levantará para ayudarme y trabajar conmigo? (Retiro con el Sagrado Corazón, meditación 33) Jesús fue bueno con aquellos que sufrían. Estuvo lleno de ternura y compasión por todos aque- llos que estaban afligidos, enfermos o atormentados por el mal. Las lágrimas de la viuda de Naín lo movie- ron a resucitar a su hijo. Lloró movido por la amistad en la muerte de Lázaro y la gente exclamó: ¡Mirad cómo lo quería! Mostró una gran y sincera compasión cuando la gente lo seguía hambrienta hasta la falda de la montaña. Probó su afecto cuando obró para ellos el más impresionante milagro. El enfermo fue siem- pre el primer objeto de su interés. ¡Cuán habitualmente 27
  • 28. los curaba! Frecuentemente estaba tan preocupado por ellos que olvidaba comer: “Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer” (Marcos 3, 20). Nunca se echó atrás. Estuvo comple- tamente disponible para ellos, diciéndoles: ¡Aquello que quieras lo haré! (Sermón de Cuaresma, 1885) A imitación del Corazón de Jesús, tomemos parte en los sufrimientos de nuestros hermanos; y como somos “un solo corazón y una sola alma en el Corazón de Jesús”, debemos ser también, un poco, corazón para todos nuestros hermanos. Muchas veces creemos que lo hacemos todo cuando damos dinero o hacemos mucho ruido de palabras, de propuestas y publicidad. Pero no damos nuestro corazón, porque no está unido al Corazón de Jesús, tan tierno, tan entre- gado, tan generoso, tan olvidado de sí mismo. Los que se entregan a las obras de caridad no deben omitir la oración interior si quieren cumplir estas obras como verdaderos discípulos del Corazón de Jesús en el tierno y continuo recuerdo de este divino Corazón. (Coronas de amor, I, 5, 3) 28
  • 29. Si tuviese un pequeño aviso que dar a los cristianos y sacerdotes de nuestros días, sería no per- manecer extraños a las cuestiones sociales, como tan frecuentemente ocurre. Estar implicados en las vidas de los agricultores y trabajadores, aprender sobre sus condiciones de vida, su alimentación, sus salarios, sus hijos y sus ancianos, sus sociedades de ayuda mutua, lo que leen y lo que hacen en su tiempo libre. ¿Por qué? ¡Dios mío, en orden a cuidar de ellos, a instruirlos, a mejorar sus circunstancias! Esta debe ser nuestra ocu- pación principal, sin políticas, ni ambiciones o quejas. (Memorias, VI, 131) Servimos más directamente a nuestro Señor cuando dedicamos nuestros esfuerzos a aquellos con quienes él se identificó más explícitamente: “cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más peque- ños, a mí me lo hicisteis” (Mateo 25, 40). (Directorio espiritual, 225) 29
  • 31. ÍNDICE León Dehon 3 Fundador de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús 5 Introducción 7 AMAR 17 ORAR 22 ACTUAR