El documento presenta una reflexión sobre el capital intelectual de las empresas. Explica que el capital intelectual está compuesto por el capital humano (los empleados) y el capital estructural (la cultura, la tecnología y los procesos). Señala que así como un árbol necesita raíces sanas para dar frutos, una empresa necesita valorar e invertir en sus activos intangibles como el conocimiento de sus empleados y su infraestructura interna para tener éxito a largo plazo, y no solo enfocarse en los resultados financieros.