Las Abuelas de Plaza de Mayo se formaron durante la dictadura militar en Argentina para buscar a sus hijos desaparecidos y nietos que fueron robados y dados en adopción a familias de militares. Han logrado recuperar la identidad de 105 nietos a través del desarrollo de pruebas de ADN y trabajando para establecer el derecho a la identidad. Actualmente continúan buscando a los aproximadamente 500 niños que fueron apropiados ilegalmente durante la dictadura.
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Pequeño relato sobre la Historia
de las Abuelas de Plaza de Mayo
Irene Strauss
Integrante de Abuelas de Plaza de Mayo
La Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo se conformó
durante los primeros años de la última dictadura, cuando
algunos familiares de desaparecidos comenzaron a reunirse y
compartir la búsqueda de sus seres queridos. De ahí fueron
poco a poco surgiendo organizaciones de Derechos Humanos.
Las dos primeras fueron Familiares de Detenidos y
Desaparecidos por Razones Políticas y Madres de Plaza de
Mayo, que empezaron a romper el silencio y ejercer diversas
acciones con el objetivo de encontrar a sus familiares. Entre
aquellas mujeres que buscaban a sus hijos y participaban de
las agrupaciones, había algunas que, además, buscaban a los
hijos de sus propios hijos, es decir, a sus nietos. Niños secuestrados que hoy son los
llamados “desaparecidos vivos”.
¿Dónde están nuestros nietos?
Durante la dictadura, los militares consideraban que la ideología que trataban de
exterminar a través de la desaparición de personas se podía transmitir a través del
vínculo familiar; algo así como un “contagio ideológico”. Con ese argumento hacían
desaparecer a los hijos pequeños o a los recién nacidos, y los entregaban, en su gran
mayoría, a familias de militares. Anular, borrar la identidad y las raíces de estos niños
tenía como objetivo que no sintieran ni pensasen como sus padres sino como sus
enemigos.
El procedimiento de apropiación de menores se llevó a cabo de diferentes maneras:
algunos fueron secuestrados junto a sus padres; otros nacieron durante el cautiverio
de sus madres y luego del parto fueron separados de ellas y la mayoría entregados a
familias de militares, de policías o relacionadas con ellos. Se trataba de personas que
estaban en "listas de espera” (de un nacimiento) en los diferentes Centros
Clandestinos de Detención.
Los niños robados fueron inscriptos como hijos propios por los miembros de las fuerzas
de represión, dejados en cualquier lugar, vendidos o abandonados en institutos como
seres sin nombre, NN, o fraguando una adopción legal, con la complicidad de jueces y
funcionarios públicos. De esa manera, los hicieron desaparecer al anular su identidad,
privándolos de vivir con su legítima familia, de todos sus derechos y de su libertad.
Son centenares los niños que fueron privados de su identidad, familia e historia
personal y criados como hijos propios por miembros de las fuerzas represivas (Marina,
Ejército, Aeronáutica, Gendarmería, Prefectura, Policía y parapoliciales), además de los
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civiles, médicos, parteras y funcionarios de la Justicia cómplices que se los apropiaron
mediante adopciones fraudulentas.
Durante el primer año de trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo llegaron a juntar
catorce denuncias y recopilaron información sobre los niños buscados y sus padres. En
1978 empezaron a viajar y presentar las denuncias en organismos internacionales
como Amnesty Internacional, Naciones Unidas y la Organización de Estados
Americanos. Las denuncias crecieron, y en el año 1983, ya en democracia, tenían cerca
de 190 casos identificados; para llegar a 300 en el año 2001. En la actualidad, con la
apertura de las causas, surgen nuevos testimonios de sobrevivientes que brindan
datos sobre mujeres secuestradas embarazadas. Se calcula que son cerca de 500 los
niños que han sido apropiados durante el terrorismo de Estado.
En el libro Niños desaparecidos, jóvenes localizados 1975‐2011, editado por Abuelas,
se puede buscar información sobre cada uno de estos casos.
http://www.abuelas.org.ar/Libro2010/index.php
Abuelas de Plaza de Mayo es hoy una organización no‐gubernamental que tiene como
finalidad localizar y restituir a sus legítimas familias a todos los niños secuestrados
desaparecidos por la represión política. Desde su creación hasta el presente las
Abuelas lograron recuperar la identidad biológica de 105 nietos. La mayoría de ellos
fueron localizados y se les restituyó su verdadera identidad. Se ha descubierto que
otros fueron asesinados junto a sus padres; o que sus madres fueron asesinadas antes
de darlos a luz.
Para su labor, la Asociación cuenta hoy con equipos técnicos integrados por
profesionales en los aspectos jurídicos, psicológicos, genéticos, y de difusión.
Cuando las Abuelas empezaron su búsqueda, no tenían idea de que lo que estaban
construyendo era un derecho. Simplemente salieron desesperadas a buscar a sus hijos
primero, y luego, también a sus nietos. Y a medida que fueron avanzando en su
búsqueda, aparecieron problemas que trataban de solucionar. Cada solución a su vez
traía nuevos interrogantes o nuevas cuestiones a resolver; y así, sin darse cuenta,
fueron desarrollando las herramientas que hoy están disponibles para la garantía del
derecho a la identidad en todo el mundo. En este camino que vienen desarrollando
hace más de 34 años, las Abuelas nunca bajaron los brazos; ante todas las
adversidades siguieron poniendo su amor y creatividad en tratar de encontrar las
soluciones, y hay que destacar que esa lucha fue siempre dentro de la ley y nunca se
dejaron seducir por la impunidad.
El no olvido, la intención de construir con la memoria de sus hijos, de sus nietos o de la
sociedad en su conjunto, está totalmente arraigado a un concepto de justicia.
Jamás hicieron ningún acto por fuerza propia, ni justicia por mano propia, ni ningún
acto que estuviera fuera de la ley marcada por la Constitución o las leyes argentinas,
por más que las leyes muchas veces las perjudicaran.
El primer paso importante que hicieron las Abuelas fue juntarse entre ellas y sumar sus
fuerzas para convertir su búsqueda individual en una búsqueda colectiva. Hacia fines
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Hay una anécdota muy esclarecedora que cuenta el juez Juan María Ramos Padilla, ex
Juez Federal de Morón, que dispuso la restitución de la niña María José Lavalle Lemos.
Él se preguntaba qué era lo más justo para la niña. Se planteaba el terrible sufrimiento
que significaría saber que quienes había creído durante toda su vida que eran sus
padres, no lo eran. Frente a ese dilema, el Juez buscó respuestas. Habló con
psicólogos, con psiquiatras, inclusive con el equipo de psicólogos de las Abuelas de
Plaza de Mayo, pero ninguna de esas respuestas le convencía. Entonces, se le ocurrió
preguntarle a su hijo de doce años, quien le respondió: “Mirá papá: la verdad es la
verdad”.
Ramos Padilla reconoce que con el tiempo valoraría la importancia de esta respuesta
reconociendo “lo importante que es para un chico saber que no le mienten”.
Especialmente para los chicos que han estado desaparecidos, ya que en su caso, la
verdad es su identidad. Confiesa, además, que la primera restitución la hizo con
muchas dudas; que es una experiencia muy difícil de transmitir para quienes no la han
vivido. “Es imposible imaginar lo inmenso que uno devuelve al restituir a un niño su
identidad y su verdadero origen”, afirmó. Y que si bien se cree que para los chicos es
dramático descubrir la mentira en la cual han vivido, ese dolor es como “el pequeño
costo para el inmenso beneficio que reciben cuando conocen la verdad”.
Si hacemos un resumen hasta acá, vemos que, en primer lugar, la ciencia se pone al
servicio de los Derechos Humanos y logra obtener un método para la identificación de
los niños. Luego, cuando esto sucedió, hubo que movilizar a la Justicia para que acepte
ese método. Posteriormente, para tomar la decisión en las restituciones, no sólo hubo
que movilizar a la justicia, también fue necesario trabajar con un conjunto de
psicólogos que acompañara estos procesos.
Así es como el derecho se fue armando paso a paso, y aún sigue armándose, ya que
cada solución plantea un nuevo problema o interrogante que hay que resolver.
Hacia fines de los 80, más específicamente después de los levantamientos militares de
Semana Santa de1987, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, llegaron las “Leyes de
impunidad”. Con las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida, el Congreso de la
Nación legalizaba la impunidad. Durante 20 años no hubo juicios, no hubo instrucción,
no hubo testimonios. Y se tuvieron que inventar otras estrategias para seguir.
De todos modos, hubo algunos logros importantes durante ese período. A partir de las
primeras pruebas genéticas se empezó a tener éxito en la restitución. Y esas primeras
pruebas se hacían en un laboratorio en los Estados Unidos. El problema, obviamente,
era enviar la sangre y esperar. Y este proceso era muy costoso. Hasta que finalmente
en 1987, el Estado puso los recursos para que se creara el Banco Nacional de Datos
Genéticos, cuyo objetivo es garantizar a los niños secuestrados por la dictadura la
posibilidad de recuperar su identidad aunque sus abuelas ya no estuvieran. Este Banco
tiene como función el almacenamiento y la conservación de las muestras de sangre de
cada uno de los miembros de los grupos familiares, por lo menos hasta el año 2050.
En 1992 se formó la CONADI, dependiente del Ministerio de Justicia, Seguridad y
Derechos Humanos, que se encarga de solicitar documentación a las instancias que
intervinieron en la inscripción de los bebés nacidos entre 1975 y 1981 –hoy jóvenes
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que dudan sobre su identidad– y, si es necesario, ordena los análisis de sangre en el
Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG).
En 1998 las Abuelas consiguen otro avance importante; y es que se incorporen dentro
de la Convención Internacional de los Derechos del Niño tres artículos que hablan del
Derecho a la Identidad. Son los artículos 7, 8 y 11, conocidos como los “artículos
argentinos”, porque justamente se incorporaron a instancias de Abuelas. Esta
Convención fue ratificada por la ley 23.849 de la República Argentina e incluida como
norma con jerarquía constitucional en la reforma del año 1994.
Con el tiempo y ante denuncias de tráfico de menores y despojo a madres en
situaciones límite, y por ser el único ámbito del Estado dedicado a garantizar el
Derecho a la Identidad, su labor pondría en evidencia que los hijos de desaparecidos y
los hijos de mamás en estado de indefensión social comparten similares mecanismos
de despojo: a unos y a otros se les arrebata la identidad y se los trata como objetos.
El niño como sujeto de derecho
Más adelante, gracias a la lucha de las Abuelas junto a otros organismos de Derechos
Humanos, en el año 2005 se logra la sanción de la Ley de Protección Integral de los
Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, que introduce un cambio sustancial en la
mirada que el Estado tiene de la niñez: el niño deja de ser concebido como objeto de
derecho para pasar a ser sujeto.
El tiempo había pasado y ya las Abuelas no buscaban más bebés, sino que los nietos ya
eran jóvenes. Por lo tanto, las estrategias de búsqueda debían cambiar. Ahora los
jóvenes podían acercarse por voluntad propia y empezar a buscarse a sí mismos.
A partir de ese momento hubo un cambio muy importante en la Institución, que tuvo
que ver con tratar de acceder a los diferentes ámbitos donde los jóvenes
frecuentaban. Jornadas en las universidades, conciertos de rock, la primera obra de
teatro: A propósito de la duda. Se forma el grupo de Teatro por la Identidad
(www.teatroxlaidentidad.net), y también un movimiento de Músicos x la Identidad.
Se acercaron artistas plásticos y diseñadores. En la facultad de Arquitectura algunas
cátedras empezaron a trabajar el concepto de Identidad con sus alumnos. Hubo
inserción dentro del área de la universidad y dentro del área de la cultura, y donde se
suponía que, efectivamente, estaban los nietos.
La nueva estrategia comenzó a dar frutos. Empezaron a presentarse espontáneamente
jóvenes preguntando si podían ser nietos de las Abuelas. Y ahí surge una nueva
pregunta. ¿Cómo acompañar al joven que llega?
Es así como se comienza a armar un grupo de personas que se fueron especializando
para recibirlos. Lo importante era que había que cuidarlos, contenerlos y ayudarlos a
dar el paso hacia la verdad.
También fue creciendo el Área de Psicólogos, porque no solamente había que recibir al
nieto y poder conducirlo a que conociera su identidad sino que, una vez que ese
primer objetivo se lograba, se presentaba otro problema: tenía que poder deconstruir
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su identidad anterior para construir la nueva. Esto no quiere decir tirar por la borda
todo lo que ya había vivido. Al contrario, lo que se quiere decir es que tienen que
lograr entender que esa persona que para ellos era la mamá no es más su mamá, ése
que era su abuelo no es su abuelo, ése que era su tío no es su tío, ese nombre que está
en el DNI no es el suyo, ésa no es su fecha de nacimiento. Montones de situaciones a
deconstruir para dar paso a la construcción. Con tal fin se creó el Centro de Atención
Terapéutica que trabaja por el derecho a la identidad, no solamente para los nietos
sino para sus familiares y para todo aquel que dude de su identidad.
Los nietos siguieron creciendo y ya no estaban en las escuelas ni en la universidad, ni
en los recitales de rock. Empezaron a ser padres y madres, y las Abuelas ahora
“buscan” nuevamente en los jardines de infantes y las escuelas primarias. Los hijos de
los nietos, a su vez, son víctimas del mismo delito que se comete con sus padres. Son
bisnietos de las Abuelas, y nacen con su identidad adulterada. Las Abuelas ahora
buscan a sus nietos y a sus bisnietos.
Empezaba una nueva etapa, la de aquellos que no habían logrado darle forma a sus
dudas o no se animaron a acercarse. Hoy, las principales causas son las que avanzan
judicialmente.
La justicia comienza a llamar a los jóvenes y les dice que hay sospechas de que sea hijo
de desaparecidos. Y así surge otra cuestión importante. Ahora, como adulto, se puede
negar a hacerse los estudios genéticos. Muchos se niegan porque no quieren que su
sangre se convierta en el cuerpo del delito de sus apropiadores.
Y entonces surgen nuevas cuestiones para Abuelas. ¿Qué pasa si el joven es
efectivamente el nieto, es convocado por la justicia y se niega a hacerse el análisis de
ADN? Empieza una nueva historia. ¿Qué hace la justicia si el joven se niega?
Es así como parece otro aporte de la ciencia, y es que se puede conseguir material
genético a partir de la saliva, pelos, sudor, etc. Y entonces la justicia tiene como opción
indicar el allanamiento de la casa del nieto en búsqueda de material genético no
hemático.
Se había encontrado una solución. Pero nuevamente se presentaba un nuevo
problema. Las Abuelas ahora tenían que lograr que hubiera una ley que obligara a
todos los jueces a llegar a las últimas instancias. Así es como en 2009 el Congreso
sanciona la Ley de ADN, que establece que en los casos donde se sospeche que la
persona en cuestión “es hijo de alguna víctima de desaparición forzada, la autoridad
competente deberá ordenar todas las medidas conducentes a establecerla”, y que en
caso de que la persona se niegue, “podrá ordenarse la extracción compulsiva de los
mismos, cuidando que en tal caso se utilice la técnica que resulte menos agresiva”.
A lo largo de todos estos años, todos los nietos que finalmente recuperaron su
identidad, agradecen saber la verdad. En la mayoría de los casos que en principio se
niegan es porque quieren proteger a sus apropiadores, y no quieren enfrentarse a la
situación de ser ellos la prueba de su delito.
Por eso es que hay que ayudarlos y acompañarlos para que puedan acercarse a la
verdad, que en todos los casos es liberadora.