Este documento explora cómo las personas pueden superar los momentos difíciles en sus vidas ("pasar a la otra orilla") a través de la fe. Explica que la tormenta simboliza dificultades como el miedo y la desesperación que enfrentamos a nivel personal, familiar y social. Sugiere que la fe en Dios, en uno mismo y en los demás puede ayudarnos a superar estas situaciones al confiar en que Dios y los demás nos pueden apoyar y guiar. Concluye instando a creer en Dios, los demás y uno

1. ¿CÓMO PASAR A LA OTRA ORILLA…?
Queridos amigos: Hoy vamos a aprovechar la imagen de la “tormenta”, que nos
presentan las lecturas par poder hacer nuestra reflexión- oración.
Todos, en nuestra vida, tenemos épocas, momentos y situaciones en las que nos
hacemos ésta pregunta: ¿cómo pasar a la otra orilla?
La tormenta es símbolo de dificultad, de impotencia, de miedo, de angustia, de
no ver salida.
Situaciones así, se nos presentan tanto a nivel personal, familiar, grupal o social
¿Cómo saldré de este examen o prueba?- dice el estudiante.
¿Cómo saldremos de esta situación familiar tan angustiosa?
¿Cómo superar este revés económico, afectivo o social?
¿Cómo resolver este problema del miedo o de falta de entendimiento?
¿Como no hundirnos en la miseria, en la desgana, en la angustia o
desesperación?
El evangelio que hemos proclamado (Mc.4, 35 – 40) nos propone, no la
solución, pero sí la pista de poder salir a flote:
Fe en Dios, en nosotros mismos y en los demás.
 Tener fe, es confiar siempre en alguien o en algo que nos ayuda a pasar a la otra
orilla.
 Tener fe en Jesucristo, es fiarse de Él; es identificarse con su forma de ser y de
actuar.
 Tener fe, es confiar que los otros y Dios me pueden ayudar, acompañar, orientar
y sostener “para pasar a la otra orilla”.
 Tener fe, es crear: “el que cree, crea; el que no cree, fracasa”.
 Tener fe, tiene un componente individual y comunitario. Es compartir, celebrar y
vivir las situaciones y los problemas no en soledad, sino en compañía, en grupo,
en iglesia y en comunión.
Que podamos creer en Dios, en los demás y en nosotros mismos, para que
experimentemos “que la misericordia del Señor es eterna”. (Sal. 106, 23 – 24).
“Apaciguó la tormenta en suave brisa, y él los condujo al ansiado puerto”.
“Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia”.
Gabriel.
12º. Domingo Ordinario. Ciclo. B. Madrid. 21 de Junio de 2015.