PIAR v 015. 2024 Plan Individual de ajustes razonables
Investigación y desarrollo del producto coral.docx
1. Investigación y desarrollo del producto
La necesidad de desarrollar nuevos productos y tener cada día procesos productivos más eficientes
es hoy una condición necesaria para poder competir. La demanda de mejora permanente que
exigen los clientes afecta a todas las empresas. Hoy los niveles de calidad, precio y tiempo de
respuesta a las necesidades de los clientes son una de las preocupaciones primordiales de los
gestores, que pretenden que sus negocios permanezcan vivos en un mundo en el que la
competencia es cada día más activa y en el que sobreviven sólo aquéllos que han sabido sintonizar
con la realidad cambiante que afecta a todos los ámbitos de la empresa.
La necesidad de incorporar políticas activas de renovación ha inducido a los directivos a retomar
con mayor intensidad el concepto de innovación como motor que genera el cambio, que la
adaptación continua a la demanda de los clientes exige.
Esta necesidad de innovación en todo negocio, y generalizando más en toda actividad humana que
quiera satisfacer mejor a sus clientes, pone sobre la mesa una reflexión sobre si es la I+D la única o
la principal fuente de generación de ideas y proyectos de cambio, que permite esa adaptación
constante que los clientes demandan.
Por otra parte, no todas las innovaciones que se realizan en la organización son percibidas por el
cliente. Muchas repercuten de una forma indirecta, pero son básicas para que otras sí sean
percibidas como auténticas formas de aumentar valor. Por ejemplo, si se realiza un programa de
mejora con proveedores, el cliente final no es capaz de apreciarlo de forma directa, pero si como
consecuencia de este programa aumenta la calidad del producto, sí lo percibirá como una mejora
en comparación con sus competidores.
La figura del iceberg representa bien la idea. Lo que aparece sobre la superficie es lo que detecta el
cliente quedando bajo el agua todos los esfuerzos empresariales sobre calidad, procesos,
tecnología, organización, etc., que son los que permiten esa oferta diferenciadora.
Son, pues, muchos los campos de actuación de la innovación en la empresa y este concepto tiene
una visión más amplia que el enfoque tradicional de la I+D, donde el aspecto tecnológico prima
sobre todo lo demás. Con frecuencia a la I+D se la ha relacionado con una cadena tradicional en la
que los eslabones de la investigación científica o básica generan una investigación aplicada y ésta
produce nuevos productos.
Con mucha frecuencia se proclama que el principal activo que tiene una organización es el conjunto
de personas que la conforman. Una interpretación de esta afirmación, bajo el prisma de la
2. innovación, es constatar el papel activo que juegan las personas para facilitar o no que una empresa
sea innovadora. Si medimos la innovación como "la velocidad que tiene una organización en adquirir
y poner en práctica nuevos conocimientos" detectamos fácilmente que esta puesta en movimiento
sólo la producen las personas cuando consideran que están estimuladas y apoyadas en una dirección
y ven claramente que adoptar una actitud activa en el proceso les beneficia tanto psicológica como
materialmente.
Una gestión comprometida con la innovación es, pues, una gestión comprometida con las personas.
Ello da lugar al fruto natural de un liderazgo reconocido que facilita la continua puesta en escena de
cosas nuevas (la mayor dificultad en el aprendizaje está en desaprender lo que ya sabíamos y que
además ha funcionado y sustituirlo por algo que potencialmente es mejor, pero que todavía no está
demostrado).
Este apoyo y estímulo se percibe de forma clara en función de la actitud que asume el equipo
directivo en las diferentes tomas de decisión que, de forma continua, se producen en la
organización. Una coherencia en esta actitud pondrá la máquina de la innovación a una buena
velocidad de crucero y la adaptación permanente la tendremos asegurada. Una incoherencia entre
lo que se dice y lo que se hace generará incertidumbre que desembocará en un inmovilismo que
atrofia la innovación.
La organización de la I+D
La medición de la actividad de I+D en la empresa es, pues, una parte del esfuerzo que realiza ésta
para reforzar su competitividad, estando muy ligado este esfuerzo con la necesidad de desarrollar
la tecnología que la empresa necesita para adecuar sus productos y procesos. Por otra parte, el
departamento que desarrolla la propia I+D es uno de los que más han tenido que cambiar para
adaptarse a las exigencias de un mundo tan cambiante como el que estamos viviendo.
La I+D ha estado concebida como el mecanismo que impulsaba la tecnología que la empresa
necesitaba. Día a día esta necesidad se ha ido complicando al tener que incorporar más tecnologías,
tanto a los productos como a los procesos que los mismos desarrollan. La evolución de la electrónica
y de los materiales, y sobre todo de la informática, ha dejado sin sentido que un departamento
3. pueda por sí mismo satisfacer sus necesidades. Ni las grandes compañías tienen la capacidad de
generar todas las tecnologías que se necesitan para ser líder en un mercado.
Por otra parte, sería inviable, por su costo, mantener equipos humanos especializados en cada una
de las áreas tecnológicas que potencialmente necesita la empresa. Conscientes de esta limitación,
cada día más los impulsores de la tecnología están asumiendo el papel de ser "gestores de
tecnología" en lugar de "desarrolladores de tecnología", contando cada vez más con entidades
externas que tienen esa misión de desarrollar y transferir a las empresas los conocimientos que
acumulan.
Conocer y asimilar estos conocimientos que se están desarrollando es una de las funciones
principales de estos gestores. La importancia de contar con un entorno rico en "oferta tecnológica"
es un valor de primera magnitud para toda sociedad que apuesta por posiciones de vanguardia en
los mercados internacionales.
Este cambio de rol del propio departamento de I+D se ha visto también afectado por la definición
de las tecnologías a investigar e implantar. Tradicionalmente ha sido la I+D la que definía la
tecnología que la empresa iba a necesitar a medio plazo y, partiendo de esta definición, se
desarrollaban los productos que más tarde se ofertaban a los clientes.
Este proceso "de dentro a fuera" ha llevado a muchas empresas a ofertar productos que no
interesaban a nadie, con el consiguiente fracaso de esfuerzo y tiempo, teniendo que reorientar sus
actividades sin saber dónde había estado el origen de la no aceptación de sus productos en el
mercado. Hoy la orientación de los nuevos productos se plantea con una política "de fuera a dentro";
es decir, mirando al cliente y detectando sus necesidades implícitas y explícitas. Así es como se
define lo que tenemos que hacer desde una vertiente tecnológica.