En conclusión, la rápida evolución de los mercados hace que la innovación deje de ser una opción para pasar a ser una necesidad. La empresa de éxito será (necesariamente) una empresa innovadora y en constante evolución en la búsqueda de nuevas ventajas competitivas, impulsada por una competencia creciente y la continua sofisticación de la demanda. No encajar adecuadamente el reto de la innovación significará condenar la empresa al estancamiento y, en el peor de los casos, al declive.
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HACIA LA EMPRESA INNOVADORA
Las turbulencias y rápidos cambios en los mercados así como la creciente dificultad
para alcanzar ventajas competitivas en costes, han hecho que factores como la
investigación, el desarrollo tecnológico y la innovación en general, constituyan
elementos clave para la competitividad. La innovación es, por tanto, un concepto
esencial para cualquier empresa que sea consciente de que:
Sus productos y servicios de hoy deberán ser substituidos en un futuro cercano.
Cada nuevo mercado internacional exige adaptarse a nuevas necesidades y
condicionantes culturales.
Los procedimientos de trabajo que sustentan el éxito de hoy, mañana estarán
obsoletos.
Debido a ello la innovación es un tema de rabiosa actualidad…. pero ¿qué se entiende
realmente por innovación?. ¿Cuándo una empresa es innovadora?. ¿Es la innovación un
concepto puramente tecnológico?. ¿Es la innovación una opción o una necesidad?. ¿Es
posible “gestionar” la innovación?...
La innovación puede entenderse como un proceso sistemático cuya misión es crear
valor a partir de nuevas ideas. La innovación no consiste pues en llevar adelante una
serie de proyectos novedosos aislados, sino que es un proceso de negocio, directamente
ligado a la estrategia de la empresa, que determina su competitividad futura y con un
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marcado carácter multidisciplinar, en el que intervienen no sólo los aspectos
tecnológicos, sino también los organizativos, de gestión y comerciales.
En este sentido, no debe confundirse la invención o la idea brillante con la innovación.
La primera es fruto de la creatividad y supone la aparición de un concepto nuevo, la
segunda exige el éxito comercial. La primera puede ser casual, la segunda es fruto de un
esfuerzo sistemático. La invención y la idea brillante se convierten en innovación
cuando se orientan al mercado. Tampoco debe confundirse la investigación con la
innovación. La primera supone la creación de nuevo conocimiento, la segunda crear
riqueza a partir del conocimiento, sea éste nuevo o no.
El talante innovador de una empresa es, ante todo, una cuestión cultural. Para sacar
provecho de la innovación hay que empaparse en ella, es necesario asumir que lo que
hoy constituye nuestro éxito, mañana puede desaparecer y deberá ser substituido por
algo nuevo, o de lo contrario la empresa seguramente entrará en crisis (P. Drucker). Es
necesario ser consciente de que si la empresa se mantiene en una posición estática, la
competencia la adelantará en la carrera por el mercado, puesto que ninguna ventaja
competitiva perdura por siempre. La empresa debe demostrar su compromiso con
la innovación asignándole recursos materiales y humanos. El desfase temporal
existente entre el consumo de recursos en innovación y la obtención de unos resultados
tangibles, debe enfocarse desde la perspectiva de una inversión en opciones de éxito
futuro.
La empresa innovadora es aquella que gestiona su proceso de innovación de forma
sistemática. La gestión de la innovación es una disciplina que debe aprenderse y
practicarse. La creación de una organización y una cultura innovadoras así como la
definición y posterior desarrollo de un plan de innovación, en el que se incluyan los
proyectos concretos a realizar, tecnológicos y no tecnológicos, requiere nuevas
capacidades y habilidades de gestión por parte de los directivos, incluidos los de más
alto nivel, y no sólo de aquellos con responsabilidades técnicas. Precisamente aquello
que caracteriza a una empresa innovadora es hacer de la innovación un hecho
cotidiano y no un conjunto de acciones puntuales inconexas, no en balde Peter Drucker
hablaba ya hace 3 décadas en términos de la “disciplina de la innovación”.
Existe una relación causa-efecto entre una mejor gestión de los procesos de
innovación y una mayor eficacia en términos de resultados tangibles de la
innovación. Por tanto, si se quiere aumentar el potencial innovador de una empresa hay
que actuar primero sobre las causas, es decir sobre la cultura innovadora y los procesos
de innovación. Sólo así se obtendrán resultados tangibles de la innovación.
En conclusión, la rápida evolución de los mercados hace que la innovación deje de
ser una opción para pasar a ser una necesidad. La empresa de éxito será
(necesariamente) una empresa innovadora y en constante evolución en la búsqueda
de nuevas ventajas competitivas, impulsada por una competencia creciente y la
continua sofisticación de la demanda. No encajar adecuadamente el reto de la
innovación significará condenar la empresa al estancamiento y, en el peor de los
casos, al declive. En palabras de Jack Welch (ExCEO de General Electric):