El documento describe las reflexiones de una persona sobre su transición de la escuela secundaria a la universidad. Se da cuenta de que ha madurado y quiere independizarse, pero no está segura de cómo aprovechar sus talentos. Le apasiona la poesía pero estudiará medicina para complacer a sus padres, aunque eso signifique abandonar su verdadera pasión artística. Espera algún día poder alentar a sus hijos a perseguir sus propios sueños sin limitaciones.

1. Seré yo misma… seré sin ser… lo seré El colegio se terminó. Miramos al espejo, un tanto sorprendidos y nos encontramos con un pequeño adulto, una persona un poco más responsable que hace un par de años, con unos deseos incontenibles de ser independiente. Por supuesto, necesitamos sentirnos útiles y queremos ser tomados en cuenta… vamos reconociendo con exactitud nuestros defectos y virtudes, sin embargo… ¿realmente sabemos cómo aprovechar estas últimas? Muchas veces las carreras universitarias que nos apasionan, excluyen aquellas habilidades que desarrollamos en el colegio, esas en las que somos realmente buenos, aquellos detalles que nos hicieron diferentes de nuestros amigos y especiales ante los ojos de nuestros padres. Descubrimos un talento que nos conduce a pensar en ejercerlo. La tristeza se hace evidente. Necesitamos ser médicos, cuando teníamos tanto talento como un poeta de la generación decapitada. Apasionados, fuertes, decididos. Y a pesar de ello lo pensamos una, dos, tres, cuatro veces. No tenemos más opción. Sí, la medicina es agradable pero nada me llena tanto como la poesía. Mis padres quieren que sea una doctora. Mi alma me pide que no la abandone. Que no me abandone a mí misma. Literatura, poesía, escribir. Eso es lo mío… A pesar de eso, opto por la ciencia. Abandono el arte. Mi arte. Con el corazón, decidí convertirme en una poeta silenciosa. La poeta que siempre fui y seré. Estoy segura que no soy la única con estas emociones dentro. Gritos ahogados se almacenan dentro de mi pecho. Quizás, solo quizás, en un par de años pueda que yo saque ese valor que un día me tragué y les regale aquella libertad a mis hijos. Decidí ayudar a mi comunidad ejerciendo y trabajando siempre con mi mayor esfuerzo, ahora decido ayudarlos a ellos, a mis pequeños, a que alcancen los sueños que yo misma limité.