2. El antiguo Hospital se encontraba entre los barrios de El
Montecillo y de San Sebastián, cerca del costado sur del Templo de
San José (en la cuidad de San Luis Potosí, México). Cuenta la conseja
que en dicha institución entró a formar parte del personal una
enfermera llamada Eulalia, de buena presencia, quien desde luego dio
muestras de profesionalismo y diligencia; por lo tanto, se captó la
simpatía y el aprecio del personal médico y administrativo
3. Eulalia repartía su tiempo entre su trabajo en el hospital y en atender a su familia
que consistía en su madre y dos hermanos menores. Llevaba una vida tranquila,
sosegada y, al mismo tiempo, activa; nada perturbaba el horizonte de esta eficaz
mujer, hasta que un día ingresó al hospital un joven médico, apuesto, de nombre
Joaquín. Era costumbre en el Hospital que cuando llegaba un nuevo médico, el
Director reunía al personal para presentarlo; ese día Eulalia estaba atendiendo a un
paciente, mas hubiera podido dejar su trabajo un momento, suficiente para ser
presentada al recién llegado, pero no quiso asistir al llamado del Director. Al
anochecer, cuando llegó a su casa, refirió a su madre:
4. - Hoy llegó al Hospital un nuevo médico; aunque no lo conozco ya me
imagino que es uno de esos recién salidos de la escuela, fatuos y
orgullosos, que ven a una como inferior; pero ya verá.... ya verá....
- Hija, es la primera vez que te oigo hablar así ¿te ha ocurrido algo?
- No, nada, nada en realidad; bueno, he tenido algunos contratiempos
sin importancia.
5. Al día siguiente, Eulalia fue solicitada para auxiliar al nuevo médico, en
la extracción de una bala de la pierna de un herido. Desde el primer
momento en que la enfermera vio al doctor, quedó prendada de él, a
grado tal que no acertaba a darles los instrumentos debidos. A medida que
pasaba el tiempo, ella se enamoró apasionadamente del galeno, en cambio
él no mostraba el mismo interés. Sin embargo, pasados algunos meses,
Eulalia y Joaquín se hicieron novios
6. Ella sintió que por fin se estaban realizando sus aspiraciones, se
veía feliz y en torno a ese amor giraba toda su existencia, pero él no
mostraba la misma pasión que ella. Los años transcurrían y en el
Hospital continuaban de novios el médico y la enfermera.
Un día de tantos, dice Joaquín:
7. - Eulalia, estoy invitado mañana a una recepción; no tengo ropa
adecuada pero un colega me la va a prestar; como tú sales antes que
yo hazme un gran favor: te llevas la ropa a tu casa y si me lo permites,
allí me cambiaré. ¿Te parece bien?
- Con todo gusto lo haré Joaquín; vas a ir a tu recepción hecho un
príncipe, te verás muy guapo.
8. Como acordaron, al día siguiente Joaquín llegó a la casa de Eulalia; ya vestido en
traje de etiqueta, charla un rato con su novia y, al despedirse, le dijo:
- Olvidaba decirte que asistiré a un seminario de medicina interna; será cuestión
de unos quince días.
Pasó algún tiempo que a la enfermera se le hizo eterno, sin recibir noticias de su
novio. Un día, un empleado del Hospital que anteriormente la cortejaba, le declaró
su amor pero Eulalia le contestó:
9. - Soy la prometida del doctor Joaquín, no creo que usted lo ignore.
- Pero Eulalia, su doctor tardará mucho tiempo en regresar de su viaje de bodas;
¿no sabía usted que se casó en la fecha que renunció a su trabajo en este Hospital?
Eulalia jamás pudo recuperarse de la decepción que le causó el engaño, por más
que se decía a sí misma: “debía darme cuenta que él nunca me quiso de verdad; no
debo abatirme”.
10. Pero lo cierto es que siempre sufrió por el perdido amor, aun
cuando tanto su trabajo como atender su casa, absorbían la mayor
parte de su tiempo. Jamás volvió a enamorarse de otro hombre, ni
tuvo novio alguno; siguió dedicándose a su profesión, pero ya no era
la misma enfermera activa, dinámica, capaz. Se dice que descuidaba a
los enfermos, que se volvió demasiado estricta con los demás, que se
llenó de amargura.
11. Llegó a tal punto su indiferencia, que aun dentro de su turno desatendía a los
pacientes y en más de una ocasión, algunos murieron por su negligencia.
Años después se inauguraba un flamante hospital con el nombre del Dr. Miguel
Otero, en la que hoy es Avenida Juárez; a este hospital pasó la mayor parte del
personal del antiguo Hospital Civil; entre ellos estaba Eulalia. Transcurrió el tiempo
y la enfermera Eulalia, tras una penosa enfermedad, murió en el mismo hospital
donde trabajaba.
12. Se cuenta que en este hospital se aparecía una enfermera pulcramente
vestida de blanco y que de vez en cuando, atendía pacientes.
Mucho después se fundó en la ciudad el Hospital Central Dr. Morones
Prieto, al cual pasó parte del antiguo personal del Hospital Miguel Otero.
Una mañana entra una de las nuevas enfermeras al cuarto de un
paciente y lo saluda:
13. - ¿Cómo esta? ¿Cómo pasó la noche?
- Bien, gracias a Dios y gracias también a la enfermera que además
de darme la cucharada, me dio el elixir que me hizo mucho bien.
- ¿Y a qué hora sucedió eso? – preguntó extrañada la enfermera.
- Como dos horas antes de que usted llegara.
14. Aun cuando la nueva enfermera sabía
que no podía ser, nada dijo al paciente;
salió del cuarto a continuar su trabajo.
Otro día uno de sus pacientes le dice:
15. - Anoche me dolió mucho
la cabeza, pero una
enfermera me dio una
pastilla y se me quitó el
16. A la hora de comer, quería
comentar esto con la enfermera
Elena Wong Rivas, amiga suya, quien
con mucha naturalidad le dijo:
17. - Ah sí. Seguramente es “La Planchada”; le decimos así porque
siempre anda muy almidonada, con la bata bien planchada, jamás se le
arruga no se le ensucia, sí, también se aparece en los pasillos y se
introduce en los cuartos de los pacientes. Una vez, en un cuarto
donde había pacientes, ahí en la sección de mujeres, yo debía inyectar
a una de ellas; mi sorpresa fue grande cuando me dijeron, al preguntar
por qué estaba dormida una de ellas:
18. - La acaban de inyectar, un poco antes de que usted entrara.
- ¿Quién la inyectó?
- Una enfermera vestida de largo, son su ropa bien almidonada.
La nueva enfermera siguió con la duda, aunque su amiga le había referido que se
trataba de La Planchada. Estaba verdaderamente intrigada, hasta que al fin pudo
platicar ampliamente con otra amiga suya, la enfermera Conchita Armendáriz
Hernández; tras de contarle sus experiencias en relación con la enfermera fantasma,
Conchita le dijo:
19. Pues sí es verdad, yo la he visto y algunos médicos también. Figúrate
que un día llegó un Doctor nuevo, joven distinguido y de porte aristócrata,
quien a salir de su consultorio, nos encontramos en el pasillo y me dijo:
- ¿Quién es esa enfermera que entró a mi consultorio sin mi permiso,
se sentó frente a mi escritorio saludándome y llamándome por mi
nombre?
- Como ve, no hay nadie, Doctor. Pero no se preocupe,es la planchada
20. En el Hospital Central “Dr. Morones Prieto”, se han acostumbrado a
ver deambular por los pasillos, o saber que ha entrado en los cuartos de
algunos pacientes, a una enfermera con su vestido largo blanco, impecable
y almidonado. Nadie duda que alguna vez haya asistido como ayudante en
las operaciones que los nuevos médicos practican en el quirófano; ese sitio
que en el antiguo Hospital donde trabajó Eulalia, se llamaba “ Sala de
Operaciones”.