1. El documento discute la ética y la moral, explicando que la ética se refiere a principios de conducta y la moral a normas socialmente aceptadas. La ética busca determinar la rectitud de los actos humanos.
2. Define a la persona como un ser racional libre y responsable de sus acciones. La libertad humana permite elegir entre el bien y el mal.
3. Explica que la base antropológica de la ética depende de una visión correcta de la persona.
1. Facultad de educación y humanidades Ética Profesional
Pbro. Juan Roger Rodríguez Ruiz
1. La ética y la moral
La palabra ética proviene del griego êthos y significaba,
primitivamente, estancia, lugar donde se habita. Posteriormente, Aristóteles
afinó este sentido y, a partir de él, significó manera de ser, carácter. Así, la
ética era como una especie de segunda casa o naturaleza; una segunda
naturaleza adquirida, no heredada como lo es la naturaleza biológica. De esta
concepción se desprende que una persona puede moldear, forjar o construir
su modo de ser o êthos.
¿Cómo se adquiere o moldea este êthos, esta manera de ser? El hombre
la construye mediante la creación de hábitos, unos hábitos que se alcanzan
por repetición de actos. El êthos o carácter de una persona estaría
configurado por un conjunto de hábitos; y, como si fuera un círculo o una
rueda, éste êthos o carácter, integrado por hábitos, nos lleva en realizar unos
determinados actos, unos actos que provienen de nuestra manera de ser
adquirida.
1.1 La manera de ser o êthos
La palabra moral traduce la expresión latina moralis, que derivaba de
mos (en plural mores) y significaba costumbre. Con la palabra moralis, los
romanos recogían el sentido griego de êthos: las costumbres también se
alcanzan a partir de una repetición de actos. A pesar de este profundo
parentesco, la palabra moralis tendió a aplicarse a las normas concretas que
han de regir las acciones.
Así, pues, desde la etimología, hay poca diferencia entre ética y moral:
una y otra hacen referencia a una realidad parecida. Pero hoy, pese a que a
menudo se usan de manera indistinta como si fuesen sinónimos, se reconoce
que tienen significados divergentes.
1.2 El lugar de la ética en la filosofía
La antropología filosófica tiene por objeto resolver los problemas
fundamentales del ser humano1.
1. La psicología racional se encarga de esclarecer el problema acerca de la
naturaleza humana.
2. La lógica tiene por objeto orientar y dirigir el pensamiento de manera que
éste logre su objetivo, que es el descubrimiento de la verdad.
3. La ética o filosofía moral se encarga de resolver todos los problemas
relativos a la conducta humana.
1.3 Definiciones de la ética y la moral y sus diferencias
La Ética es la parte de la antropología filosófica que nos indica el cómo
y el porqué de la conducta humana con objeto de que el hombre pueda
alcanzar su fin.
De tal suerte que la ética puede definirse brevemente así: es la ciencia
de la rectitud de los actos humanos2.
1
Cf. Alvarado, Martín E. Ética. 3ª. Ed. México. Trillas. 2003.
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El objeto material de esta ciencia es el acto racional y libre. Algunos
ejemplos son: el amar, el adquirir un objeto, el defender lo propio, etc. El
objeto formal de la Ética es determinar la rectitud del acto humano. Algunos
ejemplos son: amar lícitamente, adquirir algo pero de una manera justa,
defender lo nuestro sin ofender a terceros, etc.
El papel de la Ética se justifica ampliamente porque aún cuando todos
los seres son como deben ser y actúan como deben actuar, el ser humano
representa una excepción ya que sus acciones dependen del conocimiento
racional y de intervención libre de la voluntad; de tal manera que se
encuentra en constante riesgo de extraviarse y de perder el lugar que tiene
reservado en la jerarquía de los seres vivos.
“Ética”: Deber ser, normas dignas de ser cumplidas, conciencia moral.
Es la norma que una persona se otorga a sí misma en función de su reflexión
y análisis de los valores y las opciones que se le presentan en un momento
dado.
“Moral”: Viene del latín mos, o moris que también significa
“costumbre”, Por lo tanto, se trata de las buenas costumbres aceptadas
socialmente. Es el conjunto de normas que recibimos a partir de la
educación acerca de que debemos hacer u omitir. Otro concepto relacionado
con la moral es la Sindéresis: la intuición primera y natural del bien.
La moral nos viene del exterior; la ética tiene su origen en el interior y
la intimidad de la conciencia humana.
Ética es la ciencia de la moral, mientras que la moral es el objeto de
estudio de la ética. Son diferentes, al igual que la biología y los fenómenos
que estudia. Unos son objeto de investigación, mientras la biología es una
ciencia cuya tarea es estudiar aquellos fenómenos.
“La ética es, en verdad, la más fácil de todas las ciencias, cosa muy
natural, puesto que cada uno tiene la obligación de construirla por sí
mismo, de sacar por sí solo, del principio supremo que radica en su
corazón, la regla aplicable a cada caso que ocurra, pues muy pocos tienen
tiempo y paciencia para aprender una ética ya elaborada”3.
1.4 Ética de la persona
Partimos del concepto la persona y libertad. San Agustín define a la
persona ser con capacidad de autorreflexión (interiorización); consciente de
su limitación y su responsabilidad ante Dios que le interpela; ser "histórico,
temporal" (lo experimenta en sí mismo y en los seres queridos); buscador de
la verdad y de la felicidad (telos o Bien Supremo que da sentido a su vida);
capaz de amor y de servicio a los demás.
Santo Tomas se dice de la persona que es sustancia individual con el fin
de designar lo singular en el género de la sustancia, y se agrega que es de
2
Cf. Alvarado, Martín E. Ética. 3ª. Ed. México. Trillas. 2003.
3
Arthur Schopenhauer, Los dos Fundamentos de la Ética.
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naturaleza racional para mostrar que se trata de una substancia individual
del orden de las substancias racionales4.
Catecismo de la Iglesia católica en el N° 357 dice de la persona: Por
haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de
persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de
poseerse y de darle libremente y entrar en comunión con otras personas y es
llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una
respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar.
Juan Pablo II expresa de la persona "los seres humanos forman parte
de la naturaleza y, sin embargo, como sujetos libres que poseen valores
morales y espirituales, trascienden la naturaleza. Esta realidad antropológica
es una parte esencial del pensamiento cristiano, y responde directamente a
los intentos de abolir la frontera entre las ciencias humanas y las ciencias
naturales, que a menudo se plantean en la sociedad contemporánea"5.
Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una
persona dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. “Quiso Dios “dejar
al hombre en manos de su propia decisión” (Si 15,14.), de modo que busque a
su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y
feliz perfección”6. «El hombre es racional, y por ello semejante a Dios; fue
creado libre y dueño de sus actos»7.
La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o
de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones
deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La libertad
es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la
bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios,
nuestra bienaventuranza. Hasta que no llega a encontrarse definitivamente
con su bien último que es Dios, la libertad implica la posibilidad de elegir
entre el bien y el mal, y por tanto, de crecer en perfección o de flaquear y
pecar. La libertad caracteriza los actos propiamente humanos. Se convierte
en fuente de alabanza o de reproche, de mérito o de demérito8.
En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo
también más libre. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de
la justicia. La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la
libertad y conduce a la esclavitud del pecado9.
La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en
que estos son voluntarios. El progreso en la virtud, el conocimiento del bien,
y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos10.
Todo acto directamente querido es imputable a su autor: Así el Señor
pregunta a Adán tras el pecado en el paraíso: “¿Qué has hecho?” (Gn 3,13).
4
Cf. Montes Pérez, R. 2010.
5
Juan Pablo II, 2005.
6
Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 17.
7
San Ireneo de Lyon, Adversushaereses, 4, 4, 3.
8
Catecismo de la Iglesia Católica, 1731-1732.
9
Cf. Romanos 6, 17.
10
Catecismo de la Iglesia Católica, 1731-1733.
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Igualmente a Caín (Gn 4, 10). Así también el profeta Natán al rey David, tras
el adulterio con la mujer de Urías y la muerte de éste (2. S 12, 7-15).
Una acción puede ser indirectamente voluntaria cuando resulta de una
negligencia respecto a lo que se habría debido conocer o hacer, por ejemplo,
un accidente provocado por la ignorancia del código de la circulación.
1.5 La base antropológica de la ética
El fenómeno moral tiene un supuesto previo: que el hombre es un
“quién”, es persona. Solo la persona posee libertad y responsabilidad moral.
De una visión bien formada de la persona, es decir, de una correcta
antropología, dependerá una adecuada teoría ética que dé un contenido rico
y completo de qué es el bien, qué son los valores, cuáles son las virtudes que
debe practicar la persona y cuáles son sus deberes en su profesión concreta.
Quizás los reduccionismos que acabamos de ver en algunas de las teorías
éticas históricas proceden de una visión incompleta de la riqueza que posee
el hombre.
Podríamos decir algo más siguiendo la definición mística del hombre de
Fernando Rielo. Debido a nuestra particular constitución ontológica, dotada
de una naturaleza humana (espíritu sicosomatizado e inhabitado por la
divina presencia constitutiva del Sujeto Absoluto) y de una naturaleza
deitática (gene ontológico o místico, un estado de ser y un acto de ser),
poseemos un disposicional o apertura a la verdad, a la bondad y a la
hermosura con sentido de perfección, sintetizado todo ello en la capacidad
para amar. Aquí reside nuestra responsabilidad moral: en responder o no
responder a esta capacidad de concebir la verdad, de desear lo bueno, y de
unirnos a la belleza. Somos responsables de desarrollar todas estas
capacidades, de empeñar nuestra vida en lo verdadero, bueno y hermoso, y
no de encerrarnos en la mentira, en la maldad y en lo grosero.
En este punto, expresan Romero y Barbosa: “No habría en el ser
humano responsabilidad moral si no poseyera el disposicional genético que,
formando su libertad con las funciones del inteligir y del querer, hace que la
persona pueda elegir la verdad, el bien y la hermosura”11.
Por tanto, solo cuando buscamos y nos unimos a la verdad, cuando
elegimos el bien y cuando nos unimos a lo noble y hermoso, estamos
actuando conforme a nuestra naturaleza, a lo que nos es propio y nos
personaliza. En esto consiste, por tanto, construirnos un verdadero carácter
moral, en realizar esas capacidades que tenemos, y que se concretan, en la
vida diaria y en la profesional, en la vivencia de un sinnúmero de virtudes:
En el ámbito intelectivo (inteligencia): la fe, la confianza, la fidelidad, el
entusiasmo, la sinceridad.
En el ámbito volitivo (voluntad): la esperanza, la paciencia, el ánimo, la
magnanimidad, la fortaleza, la ilusión, la perseverancia, la constancia.
11Cf. González Portela María Luján; Cuenca Jiménez, Roberto Carlos. Ética, p. 23.
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En el ámbito unitivo (unión): la intención, la pasión, la determinación,
el afecto, la generosidad, la entrega, la donación.
Se presenta una visión potenciante e integradora de la persona, pues
toma en cuenta todos los ámbitos de la persona: físico, psíquico y espiritual.
Así lo expresan Romero y Barbosa:“La persona es para Rielo imagen y
semejanza de las personas divinas porque recibe de éstas su propio carácter
genético, esto es, su divina presencia constitutiva. El ser humano posee una
genética „apertura‟ que es fundamento de una mística relación,
comunicación extática, con el sujeto absoluto y es, a su vez, la forma genética
de comunicación con los otros seres humanos y, en general, con toda la
creación. Puede decir, desde esta concepción mística del hombre, en
oposición a Hobbes con su “el hombre es un lobo para el hombre” que “el
hombre es sagrado para el hombre” porque “la definición mística del hombre
posee por teorema un imperativo moral: el hombre tiene el deber humano de
ser mística deidad para el hombre porque el hombre tiene el derecho divino
de ser mística deidad para Dios. Este es el supremo derecho y deber
fundamental del que dimanan todos los demás derechos del hombre”12.
1.6 Niveles diferentes de la ética y la moral
Tan antiguo como la misma humanidad es el interés por regular,
mediante normas o códigos, las acciones concretas de los humanos; en todas
las comunidades, en todos los pueblos, sociedades o culturas encuentran
prescripciones y prohibiciones que definen su moral.
Ahora bien, junto al nacimiento de la filosofía apareció otro tipo de
interés, el de reflexionar sobre las normas o códigos ya existentes,
comparándolos o buscando su fundamento. Estos dos diferenciados niveles
de interés o de actividad humana constituyen lo que conocemos hoy,
respectivamente, por moral y ética.
12Cf. González Portela María Luján; Cuenca Jiménez, Roberto Carlos. Ética, pag. 23.
En cada comunidad, incluso en la
tripulación de un barco pirata, hay
acciones obligadas y acciones
prohibidas, acciones loables y acciones
reprobables. Un pirata tiene que
mostrar valor en el combate y justicia en
el reparto del botín; si no lo hace así, no
es un „buen‟ pirata. Cuando uno hombre
pertenece a una comunidad más grande,
el alcance de sus obligaciones y
prohibiciones se hace más grande;
siempre hay un código al cual se ha de
ajustar bajo pena de deshonra pública.
Bertrand Russell Sociedad humana:
ética y política.
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La moral es un conjunto de juicios relativos al bien y al mal, destinados
a dirigir la conducta de los humanos. Estos juicios se concretan en normas
de comportamiento que, adquiridas por cada individuo, regulan sus actos, su
práctica diaria. Ahora bien, ni las normas o códigos morales se proclaman
como el código de circulación, ni cada persona asume o incorpora
automáticamente el conjunto de prescripciones y prohibiciones de su
sociedad, ni cada sociedad o cultura formulan los mismos juicios sobre el
bien y el mal. Es por todo eso que la moral a menudo es un conjunto de
preguntas y respuestas sobre qué debemos hacer si queremos vivir una vida
humana, es a decir, una vida no con imposiciones sino con libertad y
responsabilidad.
La ética, por otro lado, es una reflexión sobre la moral. La ética, como
filosofía de la moral, se encuentra en un nivel diferente: se pregunta por qué
consideramos válidos unos y no otros comportamientos; compara las pautas
morales que tienen diferentes personas o sociedades buscando su
fundamento y legitimación; investiga lo qué es específico del
comportamiento moral; enuncia principios generales o universales
inspiradores de toda conducta; crea teorías que establezcan y justifique
aquello por el que merece la pena vivir.
La moral da pautas para la vida cotidiana, la ética es un estudio o
reflexión sobre qué origina y justifica estas pautas. Pero las dos, si bien son
distinguibles, son complementarias. Del mismo modo que teoría y práctica
interaccionan, los principios éticos regulan el comportamiento moral pero
este comportamiento incide alterando los mismos principios. A menudo los
conflictos de normas morales que aparecen cuando tenemos que tomar
decisiones son el motor que nos impulsa a una reflexión de nivel ético. Es
por ello que Aranguren, reconociendo la vinculación entre teoría y práctica,
llama a la ética moral pensada y a la moral, moral vivida.
Estamos a nivel moral cuando: Estamos a nivel ético cuando:
Cumplo una promesa hecha ayer pese a que
hoy me doy cuenta de que su cumplimiento
me crea problemas.
Razonamos que los pactos han de cumplir
siempre, del contrario, en lugar de acuerdos
entre amigos, tendríamos que hacer
contratos legales.
Ayudo voluntariamente a un compañero de
clase si bien me arriesgo a herir su orgullo.
Me pregunto sobre qué tiene más valor
moral, la intención que inspira un acto o los
resultados que con él se obtienen.
Decido si tengo que ser o no sincero con un
compañero de clase que parece quiere ser
amigo mío.
Reflexiono sobre valores, preguntándome si
el valor de la autenticidad es preferible el
valor de la amistad.
Rechazo robar la calculadora de un
compañero de clase sabiendo que nadie me
ve.
Tengo presente la máxima o regla de oro:
"No hagas a los demás lo que no quieras que
te hagan a ti".