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PROGRAMA DE CAPACITACION

      CENTRO DE EDUCACION BASICA

          FRANCISCO PIZARRO
                A .T. C.
        ALFABETIZACION DIGITAL

         LEYENDAS ECUATORIANA




      ING. LETHY PALMA SUAREZ

      ESTUDIANTE: TERESA BAQUERIZO

         NIVEL BASICO “GRUPO A “

           CUARTA PROMOCION

            AÑO   2012

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INTRODUCCION


Leyenda es una narración tradicional que intenta explicar los orígenes de ciertos
fenómenos en un principio, fueron transmitidas de generación en generación y
posteriormente, fueron recopiladas y publicadas.

Muchas veces, se origina en situaciones verídicas a la que luego se le incorporan
elementos mágicos o sobrenaturales. Generalmente se relaciona con un lugar y época
determinada.

A ciencia cierta no se sabe ni se puede comprobar de manera especifica si lasleyendas
publicadas hasta estos días son reales, ya que en su mayoría son situaciones llamados
hoy en día como ficticios, anormales, sobrenaturales, así como también a los personajes
que se encuentran en la leyenda, como animales y personas con deformaciones, algún
poder que jamás alguien en la modernidad ha tenido, seres del masallá, fantasmas,
espíritus de personas penando, etc.

A continuación presentaré en esta antología una recopilación de leyendas; algunas
explican desde los tiempos cuando aún no existíamos hasta nuestros días actuales

La siguiente es una afirmación que me llamó mucho la atención, ya que nos da una
breve explicación de manera literal sobre cómo se dio el origen de las leyendas y la
mentalidad de nuestros antepasados al suceder cosas extrañas que no pudieron dar una
explicación o encontrar la razón de los acontecimientos que rodeaban su medio,
Nacieron así los mitos y las leyendas que marcaron el comienzo de una actitud religiosa
para comprender a los pueblos es importante volver a los ojos atrás y escudriñar en el
pasado remoto.



                                  ANTECEDENTES.

El Ecuador es rico en leyendas desde épocas ancestrales que an venido transmitiendo de
generación en generación pasando de épocas prehispánicas pasando por la colonia y la
época republicana en cuyo transcurso ha venido evolucionando e inclusive se ha
adaptado a las novedades de la época y que ha influenciado en la vida de las personas
tanto en su modo de conducta individual y en su relación con la colectividad.

Los mitos y leyendas a travez de los tiempos an sido vistos con mucha superficialidad,
es decir como fabulas o cuentos mágicos que no van masaya de la mentalidad colorida
de los pueblos para mantener sus raíces y tradiciones, en este proyecto se trata de
recopilar algunas de las leyendas mas relevantes que han calado profundo en la
idiosincrasia del pueblo ecuatoriano que esta fuertemente ligado a estas historias por lo
tanto se pone a disposición para su juzgamiento objetivo.


                                                                                       2


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JUSTIFICACIÓN

EsImportante conocer sobre estos temas porque fortalecen las tradiciones tanto del
individuo, de la familia y de la sociedad, que sin caer en misticismos o supersticiones se
pueden aplicar en el buen convivir de las personas

Es novedoso para nuestra época puesto que debido a las nuevas tendencias sociales
como tecnológicas se deja aun lado estas manifestaciones culturales por considerarlas
inapropiadas e incluso ridículas por las nuevas ridículas no tomando en cuenta que en
muchos de estos relatos han inclusive habido aportaciones para la ciencia y la moral .

Debido a la riqueza y a la variadísima amalgamas de cuentos y leyendas, es factible
escoger y armar una hilera de acontecimientos acaecidos en el pasado de los cuales
podemos extraer substanciales elementos del comportamiento de las sociedades.
Socialmente aporta para que esta síntesis contribuya a la valoración por parte de la
comunidad de sus tradiciones y fortalece su identidad desde el enfoque cultural.

                                      OBJETIVOS

Demostrar con este pequeño aporte, la rica y variada fusión cultural por medio de los
relatos y leyendas del entorno que nos rodea, para la concientización de la comunidad y
por consecuencia su fortalecimiento de identificación.

Señalar importantes puntos que sirven para un mejor estándar de vida entre las personas
por medio de los relatos obtenidos que tienen ,moralejas, y enmiendas de
comportamiento.

Educativamente aportar con el proceso de aprendizaje con las presente y futuras
generaciones ue tenga acceso a este contenido.




                                                                                        3


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LA TACONA

                                    Es una leyenda esmeraldeña, un “personaje fantasmal
                                    femenino que seduce y mata del susto a los (hombres)
                                    incautos en las noches, cuando éstos descubren que la
                                    hermosa mujer es en realidad…” un alma en pena que
                                    busca venganza ya que fue violada y asesinada. De
                                    esta manera, la Tacona es una mujer rubia que aparece
                                    en las noches en Esmeraldas y seduce a los hombres,
                                    cuando se encuentran a solas, les enseña su verdadera
                                    identidad, que consiste en un esqueleto terrorífico y
ellos pierden la cordura o mueren.
En Esmeraldas en un terreno baldío, se encuentra una joven de cabello rubio con un
sujeto, es imposible ver la cara del hombre por la oscuridad de la noche. Ella está
arrinconada y el hombre la está tomando de los brazos violentamente, la pone de frente
contra el suelo y la viola. Por el rostro de la muchacha caen lágrimas.
La muchacha rubia está en el baño de su casa, se mira al espejo, su vestido blanco está
completamente manchado de tierra y continúa con su llanto. Entra a la ducha y cuando
sale se está arreglando y poniendo maquillaje, utiliza un delineador fuerte que resalta
sus ojos verdes y se pone un labial rojo. En voz alta, se dice a sí misma, mirándose en el
espejo, que no dejará que ningún hombre la lastime otra vez.
La muchacha entra en una covacha, los hombres del lugar miran su bello rostro
maquillado y su rubio y largo cabello ondulado, su esbelta figura que resalta en un
pequeño vestido rojo, sus largas piernas y sus pies que destacan con unas sandalias
negras con tacos muy altos. A la distancia le atrae un muchacho, lo mira de reojo y
observa que el chico saluda, baila y besa a algunas chicas a lo largo de la noche y que
está borracho.
Después de unos tragos, se acerca y lo invita a bailar. Él, algo nervioso, la invita a un
trago. Ella acepta y bailan el resto de la noche. Él le propone ir a la playa para estar a
solas y ella asiente con la cabeza.
Los chicos están caminando por la playa, La Tacona lleva en una mano sus tacos y con
la otra sostiene la mano de él que intenta mantener el equilibrio mientras caminan. Han
caminado bastante y ya no se ve la covacha. Paran en un sitio y se besan. Él intenta
sobrepasarse y ella se enoja; sin embargo, se siguen besando. El muchacho está con los
ojos cerrados, los abre y con terror mira que la muchacha que está besando es un
cadáver putrefacto, la empuja y corre por la playa gritando.
Ella se desmorona en la arena y llora desesperadamente. Se levanta, continúa con un
llanto descontrolado, camina bastante hasta llegar a un cementerio, encuentra su tumba
y se recuesta sobre ella.
Tiempo después, el joven, ya convertido en hombre con canas en su cabello, está en la
tumba de la Tacona. Arrodilladlo, pone una rosa roja sobre la tumba, en su mano se ve
un anillo de matrimonio. Caen lágrimas por sus ojos y le dice que aquella noche su vida
cambio, que después del incidente recapacitó sobre el rumbo de su vida y que gracias a
Ella dejó de tomar y utilizar a las mujeres.

                                                                                 4


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Siente una palmada en el hombro que interrumpe lo que estaba haciendo y una voz
femenina le susurra: “eso era lo que quería oír.” Él regresa a ver y observa la espalda de
una mujer rubia con un pequeño vestido rojo que se aleja del lugar.



                                                    EL GALLO DE LA CATEDRAL

                                                    En los tiempos en que Quito era una
                                                    ciudad llena de imaginarias
                                                    aventuras, de rincones secretos, de
                                                    oscuros zaguanes y de cuentos de
                                                    vecinas y comadres, había un
                                                    hombre muy recio de características,
                                                    fuerte, aficionado a las apuestas, a
                                                    las peleas de gallos, a la
                                                    buena comida y sobre todo a la
                                                    bebida. Era este don Ramón Ayala,
                                                    para los conocidos “un buen gallo
de barrio”.
Entre sus aventuras diarias estaba la de llegarse a la tienda de doña Mariana en el
tradicional barrio de San Juan. Dicen las malas lenguas que doña Mariana hacía las
mejores mistelas de toda la ciudad. Y cuentan también los que la conocían, que ella era
una “chola” muy bonita, y que con su belleza y sus mistelas se había adueñado del
corazón de todos los hombres del barrio.
Y cada uno trataba de impresionarla a su manera.

Ya en la tienda, don Ramón Ayala conversaba por largas horas con sus amigos y repetía
las copitas de mistela con mucho entusiasmo. Con unas cuantas copas en la cabeza, don
Ramón se exaltaba más que de costumbre, sacaba pecho y con voz estruendosa
enfrentaba a sus compinches: “¡Yo soy el más gallo de este barrio! ¡A mí ninguno me
ningunea!” Y con ese canto y sin despedirse bajaba por las oscuras calles quiteñas hacia
su casa, que quedaba a pocas cuadras de la Plaza de la independencia.

Como bien saben los quiteños, arriba de la iglesia Mayor, reposa en armonía con el
viento, desde hace muchos años, el solemne “Gallo de la Catedral”. Pero a don Ramón,
en el éxtasis de su ebriedad, el gallito de la Catedral le quedaba corto.
 Se paraba frente a la iglesia y exclamaba con extraño coraje:
- “¡Qué gallos de pelea, ni gallos de iglesia! ¡Yo soy el más gallo! ¡Ningún gallo me
ningunea, ni el gallo de la Catedral!”.
Y seguía así su camino, tropezando y balanceándose, hablando consigo mismo, – “¡Qué
tontera de gallo!”

Hay personas que pueden acabar con la paciencia de un santo, y la gente dice que los
gritos de don Ramón acabaron con la santa paciencia del gallito de la Catedral. Una
noche, cuando el “gallo” Ayala se acercaba al lugar de su diario griterío, sintió un golpe
de aire, como si un gran pájaro volara sobre su cabeza. Por un momento pensó que solo
era su imaginación, pero al no ver al gallito en su lugar habitual, le entró un poco de
miedo. Pero don Ramón no era un gallo cualquiera, se puso las manos en la cintura y
con aire desafiante, abrió la boca con su habitual valentía. 5


118
Pero antes de que completara su primera palabra, sintió un golpe de espuela en la
pierna. Don Ramón se balanceaba y a duras penas podía mantenerse en pie, cuando un
picotazo en la cabeza le dejó tendido boca arriba en el suelo de la Plaza Grande. En su
lamentable posición, don Ramón levantó la mirada y vio aterrorizado al gallo de la
Catedral, que lo miraba con mucho rencor.

Don Ramón ya no se sintió tan gallo como antes y solo atinó a pedir perdón al gallito de
la Catedral. El buen gallito, se apiadó del hombre y con una voz muy grave le preguntó:
- ¿Prometes que no volverás a tomar mistelas?- Ni agua volveré a tomar, dijo el
atemorizado don Ramón.- ¿Prometes que no volverás a insultarme?, insistió el gallito.-
Ni siquiera volveré a mirarte, dijo muy serio.- Levántate, pobre hombre, pero si vuelves
a tus faltas, en este mismo lugar te quitaré la vida, sentenció muy serio el gallito antes
de emprender su vuelo de regreso a su sitio de siempre.

Don Ramón no se atrevió ni a abrir los ojos por unos segundo. Por fin, cuando dejó de
sentir tanto miedo, se levantó, se sacudió el polvo del piso, y sin levantar la mirada, se
alejó del lugar.

Cuentan quienes vivieron en esos años, que don Ramón nunca más volvió a sus
andadas, que se volvió un hombre serio y muy responsable. Dicen, aquellos a quienes
les gusta descifrar todos los misterios, que en verdad el gallito nunca se movió de su
sitio, sino que los propios vecinos de San Juan, el sacristán de la Catedral, y algunos de
los amigos de don Ramón Ayala, cansados de su mala conducta, le prepararon una
broma para quitarle el vicio de las mistelas. Se ha escuchado también que después de
esas fechas, la tienda de doña Mariana dejó de ser tan popular y las famosas mistelas de
a poco fueron perdiendo su encanto. Es probable que doña Mariana haya finalmente
aceptado a alguno de sus admiradores y vivido la tranquila felicidad de
los quiteños antiguos por muchos años.

Es posible que, como les consta a algunos vecinos, nada haya cambiado. Que don
Ramón, después del gran susto, y con unas cuantas semanas de por medio, haya vuelto a
sus aventuras, a sus adoradas mistelas, a la visión maravillosa de doña Mariana, la
“chola” más linda de la ciudad y a las largas conversaciones con sus amigos. Lo que sí
es casi indiscutible, es que ni don Ramón, ni ningún otro gallito quiteño, se haya
atrevido jamás a desafiar al gallito de la Catedral, que sigue solemne, en su
acostumbrada armonía con el viento, cuidando con gran celo, a los vecinos de la
franciscana capital de los ecuatorianos.




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PADRE ALMEIDA

                                       Una mueca se desvaneció, leve, cuando el joven
                                       cura Manuel de Almeida divisó la altura de una
                                       de las ventanas y la mínima distancia de los
                                       muros, que a él –en su primer día en el
                                       convento- le resultaron tentadores. El joven
                                       acababa de egresar del noviciado y atrás –le
                                       pareció a él- había quedado las cuitas de amor
                                       doblegadas por las oraciones y los pasajes
                                       bíblicos. Ahora, entraba en la abadía franciscana
                                       de San Diego, construida como una suerte de
                                       retiro casi a las faldas del Pichincha y de amplias
                                       estancias donde el silencio era el dominante, ante
                                       el susurro de los rezos.

                                        Hijo de Tomás de Almeida y Sebastiana Capilla,
el muchacho lo primero que hizo al entrar en su oscura celda fue guardar bajo la estera
sus naipes y extrajo de su hábito franciscano una carta perfumada. La abrió y releyó una
caligrafía preciosa de evocadoras palabras de a un tiempo que parecía no pertenecerle
más. Suspiró y tuvo la sospecha de esta aún enamorado… Pero ese amor que antaño le
había empujado a entrar al convento se había transformado en un amor a los deleites
mundanos. A él le ocurrió que esa expansión amatoria le prevenía de los peligros de
ciertos ojos que casi había olvidado.

Pero se enfrentaba a dos realidades: ya no era novicio y ahora se encontraba en una casa
de clausura y la puerta tenía unos goznes infranqueables, pero recordó el muro. El
tonsurado se paseó muchos días por los jardines del convento hecho para místicos,
fundado en 1597 por fray Bartolomé Rubio con el nombre de los Descalzos de San
Diego de Alcalá, para que no quedara duda de que el monasterio no era solamente de
retiro sino de clausura, donde los cilicios, que lastimaban sus carnes, y penitencias eran
habituales.

El encapuchado iba cabizbajo, con el ceño duro, y estaba tan ensimismado que los otros
religiosos se contuvieron de importunarlo por temor a distraer a un santo en ciernes.
Una noche se encontraba en sus meditaciones, en las afueras de su celda. La Luna caía
grave sobre el huerto y entre el movimiento de las ramas alcanzó a divisar a un monje
que trepaba el paredón. Lo siguió después de procurarse una capa.

Detuvo al cura en fuga y comprobó que era fray Tadeo, quien tenía fama de taciturno y
que exhalaba un olor a rosas debido a su candidez. El descubierto no tuvo más que
aceptar que iría primero a la Cruz de Piedra. Mas, con los días de parranda que
siguieron a esa notable noche, el fray Almeida supo que su conjurado acompañante
tenía una manceba denominada Percherona, que vivía cerca del Sapo de Agua. Fue en
esa casa donde el padre Almeida armado de una guitarra sacó más de un suspiro a las
damas de la noche, especialmente –según los rumores- a Catalina:


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Mujercita tan bonita,
Mujercita ciudadana,
que sales demañanita
al toque de la campana.
Mujercita tan bonita.
¿A dónde vas tan temprano?
Quién fuera el feliz curita
que te ve junto al manzano.
La animada concurrencia estaba integrada por una nutrida delegación de dominicos,
agustinos y los representantes franciscanos que tenían un acto más: fray Tadeo era un
interprete del arpa y con los fragores del licor sus melodías tenían la virtud de llevar a
todos los religiosos y las muchachas a una apoteosis que parecía derramarse por el
zaguán hasta inundar las callejuelas oscuras de Quito, la ciudad de las campanas.
Un amanecer fatal, los parranderos tardaron más de la cuenta en regresar al convento de
San Diego y cuando franquearon la tapia fueron sorprendidos por el padre guardián
quien puso el grito en el cielo y hasta allí acabó la fama de santo de fray Tadeo y fray
Almeida fue conducido de las orejas a su celda. Después de entregarles sus respectivos
látigos, los tonsurados permanecieron en sus celdas por ocho días mientras el resto de la
congregación escuchaba los azotes de los curas penitentes. Las tapias del jardín fueron
levantadas al mismo tiempo que el padre Almeida colocaba masas de pan para despistar
las huellas que dejaron los latigazos en las patas de su maltrecha cama.

El franciscano no se avenía a la soledad, pero aún cuando recordaba los ojos de su
Catita –como él la llamaba-, perdidos entre los talanes de la urbe. Una tarde, mientras se
entonaban las loas en la capilla el cura jaranero tuvo una inspiración: divisó el enorme
Cristo y dedujo que por su cuerpo de madera podía alcanzar el alféizar de la ventana y
de allí escabullirse, desde el Coro, hasta llegar a la Capilla hasta respirar la humedad de
la calle.

Fray Tadeo terminó sus días de juerguista cuando le dijo que una cosa era el premio de
las noches junto a la Percherona pero otra muy distinta condenarse a los infiernos por
profanar la figura de Nuestro Señor Jesucristo subiéndose por sus costados y que por
nada del mundo aceptaría semejante pretensión, aunque –en honor a viejas noches de
parranda- le prometió no abrir la boca eso sí augurándole un castigo que se cerniría
sobre el cura Almeida por irse de jolgorio por el busto del Crucificado.

Fray Almeida lo tentó advirtiéndole sobre ese Dios benigno y piadoso que perdona a las
pobres criaturas en sus deslices y flaquezas y que no hay oración que no pueda ablandar
a Cristo, aunque tenga que servir de escalera. Fray Tadeo se quedó pensando en el
sacrilegio del cura en el mismo instante en que el padre Almeida trepaba por el Cristo
doliente para alcanzar el goce de bailar, jugar las cartas, cantar, zapatear y reír junto con
los otros curas y ciertos ojos de una muchacha.

El Cristo le prestaba su hombro cada noche, aunque el fraile procuraba no mirarle a los
ojos hasta llegar a sus citas clandestinas, en medio de abundante licor. Una madrugada,
el monje llegó tan borracho que se descolgó por los brazos del Cristo y estuvo a punto
de caer. ¡Cristo ayúdame!, le dijo balbuceando mientras su cuerpo se abrazaba a la
imagen, llena de llagas y de ojos de vidrio, que no le impedían reflejar su ternura. Cerca
al hombro del Crucificado escuchó una voz trémula: -¿Quosquetandempater Almeida?
Quedó suspendido el cura en los brazos de madera y yeso, y supuso que se trataba de


118
una broma de algún hermano que al descubrirle lo retaba en latín. Hubo silencio. Miró
los ojos de la imagen y los labios de la figura se movieron: -¿Quosquetandempater
Almeida?

Esas palabras en latín parecían repetirse en un eco que salía del Coro y que avanzaba
sigiloso hasta contener toda la bóveda y después concentrarse en el embriagado cuerpo
del cura Almeida, que logró bajarse del Crucificado para contestarle en el mismo idioma
que servía no sólo para las misas. -Usque ad rediveam Domine… Manuel de Almeida
amaneció en su resaca y recordó el suceso pero dedujo que no era otra cosa que el
producto de su borrachera. Una y otra vez volvió a descolgarse de la cruz y escuchar las
quejas del Cristo y su misma respuesta se sucedió en varias noches, porque el cura
parecía pertenecer más al mundo de los goces que de las constantes penitencias que sus
hermanos enclaustrados. El Cristo tampoco desfalleció en su intento y lo retó en
castellano: -¿Hasta cuándo padre Almeida? -Hasta la vuelta Señor, fue la contestación
del fray que muy contento se dirigió a una noche más de aventuras deliciosas.

Mas, cerca de la Plaza de San Francisco encontró un cortejo fúnebre y curas
encapuchados que se dirigían lentamente, con cirios en sus manos. El séquito avanzaba
por la noche quiteña en medio de lamentos espectrales y el ataúd parecía deslizarse de
las manos de los franciscanos, que no mostraban su rostro. El padre Almeida se acercó a
un sacerdote y le inquirió sobre el nombre del muerto. Es el padre Almeida, le replicó.
No puede ser verdad, se dijo, y esperó que pasara otro encapuchado quien le contestó
que era el padre Almeida quien se encontraba en el ataúd.

Desconfiado aún preguntó a otro: ¿quién ha muerto?, hermano. Y la respuesta fue
contundente: el padre Almeida del convento de San Diego. No quiso saber más y se
acercó al féretro descubierto y levantó la capucha para comprobar con pavor que su
rostro demacrado era el que tenía entre sus manos. Regresó a mirar sólo para confirmar
que el cortejo fúnebre era conducido por esqueletos, con hábitos de franciscanos, que se
movían con sus cirios, dejando a su paso un olor a Muerte y cipreses gastados.

Despavorido llegó el padre Almeida hasta el Cristo de madera y le pidió perdón por
todas sus faltas y corrió a encerrarse en su celda para comprobar, entre rezos, que otra
vez volvía la mañana. El día llegó y el cura arrepentido entró a un proceso de ayuno y
penitencia que le duró largos años, más allá de su designación de Visitador General.

Vivió, ahora sí, una vida entregada a la contemplación y rezos, a esa misma imagen que
alguna vez lo transportó a los esplendores de la noche y de la parranda, cuando se
deslizaba por el Crucificado convertido en escalera.




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POSORJA


                                          Nombre de una célebre pitonisa huancavilca.
                                          La leyenda de Posorja muy popular en la
                                          colonia y a inicios de la vida republicana,
                                          cuenta que la vidente apareció de pronto
                                          frente a las costas de la península de Santa.
                                          Elena, precisamente en el sitio en el que
                                          actualmente se ubica la población del mismo
                                          nombre. Llegó en un pequeña nave de madera
                                          más liviana que la balsa cuando era solamente
                                          una criatura. La niña era de rasgos blancos y
                                          venía envuelta en unas finas mantas de
                                          algodón que tenían estampados unos
                                          intrincados jeroglíficos; llevaba además en su
                                          pecho, como colgante un caracol pequeño y
                                          finamente labrado.

Adoptada por los huancavilcas, creció hasta hacerse mujer. Fue entonces que empezó a
vaticinar los sucesos más trágicos del pueblo que la adoptó, cobrando fama de gran
visionaria en toda la región. Por esta razón llegaron hasta su aldea HuaynaCapac y
después Atahualpa, a quines predijo los trágicos desenlaces de sus reinados. Cuando
HuaynaCapac llegó a la península de Sta. Elena, vio en Posorja a una enviada del dios
Pachacamac y le pidió que le vaticinará su porvenir, viendo en los ojos de la pitonisa su
muerte en Tomebamba y la guerra fatricida entre Atahualpa y Huáscar.

Después cuando Atahualpa le pidió que revelase su futuro, pronosticó su triunfo sobre
Huáscar y el breve tiempo que duraría su victoria por último, pronóstico que habría de
llegar unos hombres blancos y barbados que matarían al inca luego de tomarlo
prisionero en Cajamarca. Cuando Posorja terminó esta revelación declaró que su misión
en la tierra había terminado, puesto que aquella había sido su última predestinación.
Luego de su declaración se dirigió al mar, soplo su caracol y una ola se la llevó




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Leyendas shuar
                                           Este es el idioma de los shuar, quería decir
                                           Sol, el valiente Sol, el generoso
                                           Sol de sus antepasados.
                                           El abuelo Arutam que en shuar decir
                                           Poderoso Esperitu Tigre de la mañana
                                           mientras caminaba por la selva, entre
                                           gigantescos matapaloy por la selva
                                           frondosos copales, chambiras y pitajayas,
                                           relataba a los niños de que manera el
                                           luminoso esta le devolvió la vida a los
                                           pájaros..


Iwia es un demonio terrible -les explicó Arútam-. Desde siempre ha tenido la costumbre
de atrapar a los shuar y meterlos en su enorme shigra para después comérselos. Fue así
como, en cierta ocasión, el cruel Iwia atrapó y luego se comió a los padres de Etsa.
Entonces raptó al poderoso niño para tenerlo a su lado y, durante mucho tiempo, le hizo
creer que su padre era él.

Cuando Etsa creció, todos los días, al amanecer, salía a cazar para el insaciable Iwia que
siempre pedía pájaros a manera de postre. El muchacho regresaba con la gigantesca
shigra llena de aves de todas las especies, pero una mañana, cuando apenas empezaba su
cacería, descubrió con asombro que la selva estaba en silencio. Ya no había pájaros
coloridos por ninguna parte. Sólo quedaba la paloma Yápankam, posada sobre las ramas
de una Malitagua.
Cuando Etsa y la paloma se encontraron en medio de la soledad, se miraron largamente.
-¿Me a matar a mí también? preguntó la paloma Yápankam.
-No -dijo Etsa-, ¿de qué serviría? Parece que he dejado toda la selva sin pájaros, este
silencio es terrible.

Etsa sintió que se le iban las fuerzas y se dejó caer sobre el colchón de hojas del piso.
Entonces Yápankam voló hasta donde estaba Etsa y, al poco rato, a fuerza de estar
juntos en medio de ese bullicioso silencio en el que aún flotaban los gritos de los monos
y las pisadas de las hormigas, se convirtieron en amigos.

La paloma Yápankam aprovechó para contarle al muchacho la manera en que Iwia
había matado a sus verdaderos padres. Al principio, Etsa se negó a creer lo que le decía,
pero a medida que escuchaba las aleteantes palabras de Yápankam, empezó a despertar
del engaño que había tejido el insaciable Iwia y, entonces, como si lo hubiera astillado
un súbito rayo, se deshizo en un largo lamento. Nada ni nadie podía consolarlo: lloraba
con una mezcla de rabia y tristeza, golpeando con sus puños el tronco espinoso de la
enorme malitagua.

Cuando Yápankam se dio cuenta de que Etsa empezaba a calmarse,le dijo:
-Etsa, muchacho, no puedes hacer nada para devolverle la vida a tus padres, pero aún
puedes devolvérsela a los pájaros.
-¿Cómo? –quiso saber Etsa.
La paloma explicó: "Introduce en la cerbatana las plumas de los pájaros que has matado,


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y sopla."

El muchacho lo hizo de inmediato: desde su larga cerbatana empezaron a salir miles,
millones de pájaros de todos los colores que levantaron el vuelo y con su alegría
poblaron nuevamente la selva. Desde entonces -les aseguró su abuelo Arútam- Etsa,
nuestro amado Sol y el demonio Iwia son enemigos mortales.



                             Leyendas de las guacamayas




En tiempos remotos las tierras de lo que hoy son las provincias de Azuay, y Cañar
estaban pobladas por los Cañaris.

Cuentan los viejos que un tremendo diluvio inundó la tierra, de manera que no quedaron
mas que dos sobrevivientes: dos hermanos varones que alcanzaron a subir a la cumbre
de una montaña y guarecerse en una cueva que estaba en lo mas alto.

Día y noche continuaban las lluvias, pero no alcanzaban la cumbre, porque las montañas
se elevaban sobre el nivel de las aguas.Al fin, después de muchos días, dejo de llover y
un hermoso arco iris apareció en el cielo. Los dos hermanos se encontraron solos en un
mundo totalmente despoblado y silencioso. Tenían mucha hambre, pero no había nada
para comer.

Después de mucho caminar, regresaron a la cueva. Al entrar sus ojos se deslumbraron al
encontrar deliciosos manjares servidos encima de una piedra. Disfrutaron de la comida
y, recién cuando terminaron, se preguntaron, quien sería el amable que les atendía de
esa manera.

Varios días ocurrió lo mismo, y ya no podría de la curiosidad e saber quien les traía tan
ricos alimentos. Se escondieron a esperan y asombrados descubrieron que dos
hermosísimas guacamayas, aves de vistosos colores, con rostro de mujer, traían en sus
alas los alimentos y preparaban la mesa.
Los hermanos atraparon a las guacamayas, las cuales se convirtieron en dos hermosas


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mujeres que aceptaron casarse con ellos, estas dos parejas sobrevivientes del diluvio,
repoblaron la tierra de los Cañaris. Desde entonces, los guacamayas son a ves sagradas
para los indígenas




                                     LA LLORONA

                                               La llorona' es una mujer alta y estilizada
                                               cuyo atuendo es de color blanco, aunque
                                               no es posible distinguir sus rasgos
                                               faciales. Los relatos populares, la
                                               describen también como una mujer sin
                                               pies, en efecto, parece desplazarse por el
                                               piso sin rozarlo.

                                               El mito de 'la llorona' afirma que su
                                               eterno penar se debe a que busca a un
                                               hijo recién nacido que asesinó
                                               arrojándolo al río para ocultar un pecado.
                                               Y en esta línea, es parte de su penitencia,
                                               castigar a los muchachos que andan de
                                               amores prohibidos: se sube a sus
                                               caballos y puede llegar a matarlos en un
                                               helado abrazo mortal.


Se la llama 'la llorona' porque sus gemidos aterradores y penetrates que se dice que grita
¿ Dondeesta mi hijo? ¿Dondesta mi hijo?, son tan insistentes que hasta enloquece a los
perros, mientras deambula por las noches (sobre todo cuando es noche de plenilunio).

La mayoría de los relatos, la consideran señal de malos presagios, un indicador de mal
agüero: puede acercarse para enfermar a las personas, empeorar a los enfermos o traer
desgracias a los seres queridos.

En otros relatos, 'la llorona' se presenta como un ser inofensivo que necesita consuelo y
ayuda, despertando piedad en la gente que, cuando se acerca a consolarla, les roba todas
sus pertenencias.




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MARIANGULA

                             La historia cuenta sobre una niña de una edad de 14 años,
                             su madre vendía tripa mishqui, (es una comida tradicional
                             que son tripas de res y se las pone sobre un brasero con
                             carbón caliente para que vaya cociéndose lentamente, de
                             los cual bota un aroma penetrante), esto se lo vende en una
                             de las esquina de la ciudad colonial en Quito.

                             En una ocasión la madre de Mariangula mandó a comprar
                             tripas, pero como esta niña era muy inquieta se fue a jugar
                             con sus amigos e hizo caso omiso al mandado de su madre
                             y para colmo se gastó el dinero para la compra de las
                             tripas.

                             La niña preocupada por lo sucedido se imaginaba que su
                             madre le iba a pegar.

                               Entre la preocupación de la Mariangula que caminaba por
                               las calles paso por el cementerio, y se le ocurrió la
macabra idea de sacarle las tripas de uno de los muertos que recién lo habían enterrado
las sacó y las llevo a su mamá para que las vendiera y en efecto logro su objetivo para
no ser castigada, las tripas se vendieron muy bien cosa que a todo el que compraba le
gusto y en algunos casos se repitieron.


Ya en horas de las noche, en casa donde vivía con su familia era una casa tradicional de
dos pisos como las que hay en Quito colonial, Mariangula se acordaba de lo que había
hecho. Cuando de repente escucho la puerta que se abrió fuertemente, ero lo trágico es
que ella era la única que escuchaba aquellos ruidos y los demás seguían muy dormidos
como si no pasaba nada, a pesar de los muchos ruidos que se escuchaba en la casa.

Cuando los ruidos era muy fuertes y se podían escuchar con claridad puso mucha
atención que decían:" Marianguuula , dame mis tripas y mi pusún que te robaste de mi
santa sepultura"
Aquella voz se escuchaba cada vez más cerca de su habitación y Mariangula se iba
poniendo muy asustada ya que se escuchaba los pasos que subían por las escaleras y la
voz se hacía más fuerte:"Marianguuula, dame mis tripas y mi pusún que me robaste de
mi santa sepultura".

Ella se ponía pensaba sobre lo que hizo y como que podía hacer para salvarse y en
especial qué es lo que le iban hacer estos seres. Cuando de repente encontró una navaja
o cuchillo y se cortó su estómago. Cuando los seres entraron a la habitación de


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Mariangula estaba con sus tripas regadas en la cama muriéndose lentamente y estos
seres desaparecieron.

Se dice que la madre de Mariangula vende ahora"carne en palito" en lugar de tripa
mishqui el chuzo o palito le sirve a Mariangula para defenderse de los fantasmas.

En tiempos muy lejanos, tan distantes que ni el más viejo de los narradores de cuentos y
leyendas podría precisar, había en la población de Sumpa (lo que hoy es el cantón de
Santa Elena) una especie de rey o cacique, muy admirado y respetado por su valentía y
talento, a quien llamaban TUMBE.


Dicen las leyendas, que inmediatamente acabado el Diluvio Universal, llegaron a
Sumpa algunos de los primeros hombres que repoblaron la Tierra. Y como la
encontraron buena para la vida humana y pródiga para la agricultura y pesca, se
establecieron desde la orilla del mar, hasta bien avanzado el interior.

Tumbe tenía dos hijos, Quitumbe y Otoya. Como era un gobernante emprendedor y
ambicioso, envió en expedición a Quitumbe, con el encargo de descubrir nuevas tierras
y añadirlas a su reino. Y Quitumbe las descubrió, tanto al norte, como al sur. Fundó el
pueblo de Tumbes y puso los cimientos de algunas ciudades importantes como la que
después sería la bella Quito.




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GIGANTES DE SUMPA
                                          Catari, un antiguo narrador de historias, de
                                          esos que antes de la llegada de los españoles
                                          eran llamados quipucamayos, afirmaba que
                                          Quitumbe dejó un descendiente llamado
                                          Guayanay, padre de Atau, quien a su vez
                                          engendró a Manco Capac, primer monarca
                                          del peru. A la muerte de Tumbe, le sucedió
                                          en el mando su hijo segundo: Otoya, valiente
                                          y esforzado, pero cruel además de
                                          aficionados a las bebidas alcoholicas y otros
                                          vicios.
                                          Fueron tantos sus abusos y maldades, que un
                                          grupo de sumpeños descontentos se unieron
                                          secretamente para darle muerte y asi librar a
                                          Sumpa del tirano. MasOtoya fue alertado a
                                          tiempo tomo venganza de sus enemigos,
                                          quitándoles la vida.

                                          Un día sorprendió a Otoya un grupo de
aborígenes con noticias inquietantes, habían divisado en el mar, cerca de las costas, una
inmensa balsa. La tripulaban sujetos de tamaño descomunal; tan grande como dioses o
demonios. El más corpulento de los sumpeños apenas alcanzaría a llegar a sus rodillas.
Sus cabezas eran de tamaño de hombres pequeños. Sus bocas parecían aberturas de
toneles. Tupidas selvas de cabello colgaban a sus espaldas. Cada brazo parecía un largo
arbusto o una boa. Los ojos eran saltones y rojizos. En sus orejas podían caber pequeños
gatos.

Vinieron de muy lejos. Y al llegar a la playa, se tendieron cuan largos eran a descansar.
Sus poderosos ronquidos, ladrantes, pitantes, raspantes y rugientes, parecían una
tempestad marina.

Tras descansar algunas horas, acarrearon leña arrancando de raíz arbustos y matorrales.
De dos zancadas cazaron decenas de llamas, las asaron al fuego y las engulleron hasta
quedar satisfechos. A prudente distancia y ocultos, temblando de terror, seguían sus
movimientos los sumpeños.

En un pequeño cerro de amplia plataforma, ubicado cerca de lo que hoy es el balneario
de Salinas, establecieron los gigantes su residencia, en una especie de fortaleza hecha
con piedra de la zona. Desde allí partían en periódicas excursiones que arrasaban cuanto
hallaban al paso: hombres, rebaños, sembríos, viviendas, todo desaparecía bajo sus
plantas. Un día invadieron la residencia del cruel Otoya y le quitaron la vida.




118
Varias veces hicieron frente los valerosos sumpeños a los gigantes. Pero fue vano
sacrificio; equivalía a pelear armado con una aguja frente a alguien que llevaba una
espada o una lanza.

Esos actos valientes terminaron siempre en desbandada despavorida de los naturales. En
respuesta aquella resistencia, los gigantes aumentaron su crueldad. Disgregaron a los
sumpeños, obligándolos a esconderse en la montaña o en cuevas conocidas únicamente
por ellos.

Y fueron tantos los crímenes de los gigantes llegados a Sumpa de quien sabe que
remotas tierras. Y fueron tantos los clamores de los sumpeños, que Pachacámac, el dios
a quien veneraban, amaban y temían, envió a un emisario con el encargo de salvarlos.

Vino éste armado de una flecha incandescente, con la que liquidó a los invasores. De los
gigantes grandes como casas y crueles como fieras, quedaron únicamente huesos
calcinados, que fueron cubiertos por la tierra. Osamentas que en diversas oportunidades
han sido descubiertas por arqueólogos y atribuida animales que habitaron el planeta
antes del diluvio.
Con aquel acto de justicia de Pachacàmac,lossumpeños recobraron sus tierra y la
felicidad.




                           LA VIUDA DEL TAMARINDO


                                 Cuentan nuestros abuelos, que de los frondosos arboles
                                 de tamarindo que existian en esa parroquia por donde
                                 se encuentra la cienega de El Morro; salia, despues de
                                 medianoche, una viuda con su enlutado traje, bailando
                                 con rapidos pasos, persiguiendo a los caminantes de
                                 aquelllos lares, los que, al querer cogerla , ella se les
                                 desaparecia como por arte de magia a una velocidad
                                 impresionante.


                                 Era algo increible, pues nunca se dejaba ver la cara,
                                 estaba como loca por haber perdido a su marido.


Hasta que alguien superando el miedo, se le acerco sin que ella se percatara y le saco el
velo, pero !oh sorpresa!, su cara era una calavera. Desde aquella vez, al verse
descubierta nunca masaparecio por esos lares



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CANTUÑA
                                        Cantuñatenia una labor que habia sido asignada
                                        por los franciscano que era construir una Iglesia
                                        en Quito. Este acepto y puso como plazo seis
                                        meses, a cambio el recibia una gran cantidad de
                                        dinero.
                                        Aunque parecia una hazaña imposible lograr
                                        terminarla en seis mese, Cantuña puso su
                                        maximo esfuerzo y empeño en terminarla, reunio
                                        un equipo de indigenas y se propuso terminarla.
                                        Sin embargo la edificacion no avanzaba como el
                                        la esperaba.
                                        Cantuña decide vender su alma al diablo a
                                        cambio de que terminara la construccion lo mas
                                        rápido posible. Cantuña ya se vio perdido debido
                                        a que vio que los diablillos avanzaban de una
                                        manera insuperable, fue aqui cuando al indio
                                        Cantuña se le ocurrio una idea y se escabullo en
                                        la Edificacion sin ser visto y cogio la ultima
piedra y escribio: "Quién ponga esta ultima piedra en su lugar reconocera que Dios es
más grande que el". El diablo al ver esto huyo y Cantuña se salvó.

La verdadera historia trata de Cantuña era solamente un guagua de noble linaje, cuando
Rumiñahui quemó la ciudad. Olvidado por sus mayores en la histeria colectiva ante el
inminente arribo de las huestes españolas, Cantuña quedó atrapado en las llamas que
consumían al Quito incaico. La suerte quiso que, pese a estar horriblemente quemado y
grotescamente deformado, el muchacho sobreviva. De él se apiadó uno de los
conquistadores llamado Hernán Suárez, que lo hizo parte de su servicio, lo cristianizó y,
según dicen, lo trató casi como a propio hijo. Pasaron los años y don Hernán, buen
conquistador pero mal administrador, cayó en la desgracia. Aquejado por las deudas, no
atinaba cómo resolver sus problemas cada vez más acuciantes. Estando a punto de tener
que vender casa y solar, Cantuña se le acercó ofreciéndole solucionar sus problemas,
poniéndole una sola condición: que haga ciertas modificaciones en el subsuelo de la
casa.La suerte del hombre cambió de la noche a la mañana, sus finanzas se pusieron a
tal punto que llegaron a estar más allá que en sus mejores días. Pero no hay riqueza que
pueda evitar lo inevitable: con los años a cuestas, al ya viejo guerrero le sobrevino la
muerte. Cantuña fue declarado su único heredero y como tal siguió gozando de gran
fortuna.Eran enormes las contribuciones que el indígena realizaba a los franciscanos
para la construcción de su convento e iglesia. Los religiosos y autoridades, al no
comprender el origen de tan grandes y piadosas ofrendas, resolvieron interrogarlo.

 Tantas veces acudieron a Cantuña con sus inoportunas preguntas que éste resolvió
zafarse de ellos de una vez por todas. El indígena confesó ante los estupefactos curas


118
que había hecho un pacto con el demonio y que éste, a cambio de su alma, le procuraba
todo el dinero que le pidiese. Algunos religiosos compasivos intentaron el exorcismo
contra el demonio y la persuasión con Cantuña para que devuelva lo recibido y rompa el
trato. Ante las continuas negativas, los extranjeros empezaron a verlo con una mezcla de
miedo y misericordia.




                                  CONCLUSIONES

Es lamentable que con el tiempo, las leyendas originales han sido distorsionadas de
acuerdo al enfoque cultural del momento , se interpreta que de frases saturadas de
verborrea y febriles expresiones mentales no pasan solo hasta la categoría de “cuentos”
referenciándolos a que si no esta de acuerdo al nuestro sentido de realidad, no es valido
como por ejemplo la leyenda india del ramayana escrita hace miles de años
aparentemente por simples campesinos que no tenían la necesidad de saber sobre
cálculos astronómicos que en ese tiempo según nuestra per sección no eran conocidos y
si embargo han aportado para la estructuración para nuevos paradigmas de ciencias
astronómicas.
Se nota la exclusiva de la contraposición entre en bien y el mal entre lo que debes y no
hacer que se resume en un equilibrio de comportamiento social que atañe a todos los
involucrados, es el diario vivir reflejado en expresiones mentales diluidos en las
diferentes códigos delm lenguaje.
El aporte que aquí se activa relativamente no es significativo, mas sirve para
comprender la cosmogonía del medio del que se vive.




                                                                                    19



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  • 1. PROGRAMA DE CAPACITACION CENTRO DE EDUCACION BASICA FRANCISCO PIZARRO A .T. C. ALFABETIZACION DIGITAL LEYENDAS ECUATORIANA ING. LETHY PALMA SUAREZ ESTUDIANTE: TERESA BAQUERIZO NIVEL BASICO “GRUPO A “ CUARTA PROMOCION AÑO 2012 118
  • 2. INTRODUCCION Leyenda es una narración tradicional que intenta explicar los orígenes de ciertos fenómenos en un principio, fueron transmitidas de generación en generación y posteriormente, fueron recopiladas y publicadas. Muchas veces, se origina en situaciones verídicas a la que luego se le incorporan elementos mágicos o sobrenaturales. Generalmente se relaciona con un lugar y época determinada. A ciencia cierta no se sabe ni se puede comprobar de manera especifica si lasleyendas publicadas hasta estos días son reales, ya que en su mayoría son situaciones llamados hoy en día como ficticios, anormales, sobrenaturales, así como también a los personajes que se encuentran en la leyenda, como animales y personas con deformaciones, algún poder que jamás alguien en la modernidad ha tenido, seres del masallá, fantasmas, espíritus de personas penando, etc. A continuación presentaré en esta antología una recopilación de leyendas; algunas explican desde los tiempos cuando aún no existíamos hasta nuestros días actuales La siguiente es una afirmación que me llamó mucho la atención, ya que nos da una breve explicación de manera literal sobre cómo se dio el origen de las leyendas y la mentalidad de nuestros antepasados al suceder cosas extrañas que no pudieron dar una explicación o encontrar la razón de los acontecimientos que rodeaban su medio, Nacieron así los mitos y las leyendas que marcaron el comienzo de una actitud religiosa para comprender a los pueblos es importante volver a los ojos atrás y escudriñar en el pasado remoto. ANTECEDENTES. El Ecuador es rico en leyendas desde épocas ancestrales que an venido transmitiendo de generación en generación pasando de épocas prehispánicas pasando por la colonia y la época republicana en cuyo transcurso ha venido evolucionando e inclusive se ha adaptado a las novedades de la época y que ha influenciado en la vida de las personas tanto en su modo de conducta individual y en su relación con la colectividad. Los mitos y leyendas a travez de los tiempos an sido vistos con mucha superficialidad, es decir como fabulas o cuentos mágicos que no van masaya de la mentalidad colorida de los pueblos para mantener sus raíces y tradiciones, en este proyecto se trata de recopilar algunas de las leyendas mas relevantes que han calado profundo en la idiosincrasia del pueblo ecuatoriano que esta fuertemente ligado a estas historias por lo tanto se pone a disposición para su juzgamiento objetivo. 2 118
  • 3. JUSTIFICACIÓN EsImportante conocer sobre estos temas porque fortalecen las tradiciones tanto del individuo, de la familia y de la sociedad, que sin caer en misticismos o supersticiones se pueden aplicar en el buen convivir de las personas Es novedoso para nuestra época puesto que debido a las nuevas tendencias sociales como tecnológicas se deja aun lado estas manifestaciones culturales por considerarlas inapropiadas e incluso ridículas por las nuevas ridículas no tomando en cuenta que en muchos de estos relatos han inclusive habido aportaciones para la ciencia y la moral . Debido a la riqueza y a la variadísima amalgamas de cuentos y leyendas, es factible escoger y armar una hilera de acontecimientos acaecidos en el pasado de los cuales podemos extraer substanciales elementos del comportamiento de las sociedades. Socialmente aporta para que esta síntesis contribuya a la valoración por parte de la comunidad de sus tradiciones y fortalece su identidad desde el enfoque cultural. OBJETIVOS Demostrar con este pequeño aporte, la rica y variada fusión cultural por medio de los relatos y leyendas del entorno que nos rodea, para la concientización de la comunidad y por consecuencia su fortalecimiento de identificación. Señalar importantes puntos que sirven para un mejor estándar de vida entre las personas por medio de los relatos obtenidos que tienen ,moralejas, y enmiendas de comportamiento. Educativamente aportar con el proceso de aprendizaje con las presente y futuras generaciones ue tenga acceso a este contenido. 3 118
  • 4. LA TACONA Es una leyenda esmeraldeña, un “personaje fantasmal femenino que seduce y mata del susto a los (hombres) incautos en las noches, cuando éstos descubren que la hermosa mujer es en realidad…” un alma en pena que busca venganza ya que fue violada y asesinada. De esta manera, la Tacona es una mujer rubia que aparece en las noches en Esmeraldas y seduce a los hombres, cuando se encuentran a solas, les enseña su verdadera identidad, que consiste en un esqueleto terrorífico y ellos pierden la cordura o mueren. En Esmeraldas en un terreno baldío, se encuentra una joven de cabello rubio con un sujeto, es imposible ver la cara del hombre por la oscuridad de la noche. Ella está arrinconada y el hombre la está tomando de los brazos violentamente, la pone de frente contra el suelo y la viola. Por el rostro de la muchacha caen lágrimas. La muchacha rubia está en el baño de su casa, se mira al espejo, su vestido blanco está completamente manchado de tierra y continúa con su llanto. Entra a la ducha y cuando sale se está arreglando y poniendo maquillaje, utiliza un delineador fuerte que resalta sus ojos verdes y se pone un labial rojo. En voz alta, se dice a sí misma, mirándose en el espejo, que no dejará que ningún hombre la lastime otra vez. La muchacha entra en una covacha, los hombres del lugar miran su bello rostro maquillado y su rubio y largo cabello ondulado, su esbelta figura que resalta en un pequeño vestido rojo, sus largas piernas y sus pies que destacan con unas sandalias negras con tacos muy altos. A la distancia le atrae un muchacho, lo mira de reojo y observa que el chico saluda, baila y besa a algunas chicas a lo largo de la noche y que está borracho. Después de unos tragos, se acerca y lo invita a bailar. Él, algo nervioso, la invita a un trago. Ella acepta y bailan el resto de la noche. Él le propone ir a la playa para estar a solas y ella asiente con la cabeza. Los chicos están caminando por la playa, La Tacona lleva en una mano sus tacos y con la otra sostiene la mano de él que intenta mantener el equilibrio mientras caminan. Han caminado bastante y ya no se ve la covacha. Paran en un sitio y se besan. Él intenta sobrepasarse y ella se enoja; sin embargo, se siguen besando. El muchacho está con los ojos cerrados, los abre y con terror mira que la muchacha que está besando es un cadáver putrefacto, la empuja y corre por la playa gritando. Ella se desmorona en la arena y llora desesperadamente. Se levanta, continúa con un llanto descontrolado, camina bastante hasta llegar a un cementerio, encuentra su tumba y se recuesta sobre ella. Tiempo después, el joven, ya convertido en hombre con canas en su cabello, está en la tumba de la Tacona. Arrodilladlo, pone una rosa roja sobre la tumba, en su mano se ve un anillo de matrimonio. Caen lágrimas por sus ojos y le dice que aquella noche su vida cambio, que después del incidente recapacitó sobre el rumbo de su vida y que gracias a Ella dejó de tomar y utilizar a las mujeres. 4 118
  • 5. Siente una palmada en el hombro que interrumpe lo que estaba haciendo y una voz femenina le susurra: “eso era lo que quería oír.” Él regresa a ver y observa la espalda de una mujer rubia con un pequeño vestido rojo que se aleja del lugar. EL GALLO DE LA CATEDRAL En los tiempos en que Quito era una ciudad llena de imaginarias aventuras, de rincones secretos, de oscuros zaguanes y de cuentos de vecinas y comadres, había un hombre muy recio de características, fuerte, aficionado a las apuestas, a las peleas de gallos, a la buena comida y sobre todo a la bebida. Era este don Ramón Ayala, para los conocidos “un buen gallo de barrio”. Entre sus aventuras diarias estaba la de llegarse a la tienda de doña Mariana en el tradicional barrio de San Juan. Dicen las malas lenguas que doña Mariana hacía las mejores mistelas de toda la ciudad. Y cuentan también los que la conocían, que ella era una “chola” muy bonita, y que con su belleza y sus mistelas se había adueñado del corazón de todos los hombres del barrio. Y cada uno trataba de impresionarla a su manera. Ya en la tienda, don Ramón Ayala conversaba por largas horas con sus amigos y repetía las copitas de mistela con mucho entusiasmo. Con unas cuantas copas en la cabeza, don Ramón se exaltaba más que de costumbre, sacaba pecho y con voz estruendosa enfrentaba a sus compinches: “¡Yo soy el más gallo de este barrio! ¡A mí ninguno me ningunea!” Y con ese canto y sin despedirse bajaba por las oscuras calles quiteñas hacia su casa, que quedaba a pocas cuadras de la Plaza de la independencia. Como bien saben los quiteños, arriba de la iglesia Mayor, reposa en armonía con el viento, desde hace muchos años, el solemne “Gallo de la Catedral”. Pero a don Ramón, en el éxtasis de su ebriedad, el gallito de la Catedral le quedaba corto. Se paraba frente a la iglesia y exclamaba con extraño coraje: - “¡Qué gallos de pelea, ni gallos de iglesia! ¡Yo soy el más gallo! ¡Ningún gallo me ningunea, ni el gallo de la Catedral!”. Y seguía así su camino, tropezando y balanceándose, hablando consigo mismo, – “¡Qué tontera de gallo!” Hay personas que pueden acabar con la paciencia de un santo, y la gente dice que los gritos de don Ramón acabaron con la santa paciencia del gallito de la Catedral. Una noche, cuando el “gallo” Ayala se acercaba al lugar de su diario griterío, sintió un golpe de aire, como si un gran pájaro volara sobre su cabeza. Por un momento pensó que solo era su imaginación, pero al no ver al gallito en su lugar habitual, le entró un poco de miedo. Pero don Ramón no era un gallo cualquiera, se puso las manos en la cintura y con aire desafiante, abrió la boca con su habitual valentía. 5 118
  • 6. Pero antes de que completara su primera palabra, sintió un golpe de espuela en la pierna. Don Ramón se balanceaba y a duras penas podía mantenerse en pie, cuando un picotazo en la cabeza le dejó tendido boca arriba en el suelo de la Plaza Grande. En su lamentable posición, don Ramón levantó la mirada y vio aterrorizado al gallo de la Catedral, que lo miraba con mucho rencor. Don Ramón ya no se sintió tan gallo como antes y solo atinó a pedir perdón al gallito de la Catedral. El buen gallito, se apiadó del hombre y con una voz muy grave le preguntó: - ¿Prometes que no volverás a tomar mistelas?- Ni agua volveré a tomar, dijo el atemorizado don Ramón.- ¿Prometes que no volverás a insultarme?, insistió el gallito.- Ni siquiera volveré a mirarte, dijo muy serio.- Levántate, pobre hombre, pero si vuelves a tus faltas, en este mismo lugar te quitaré la vida, sentenció muy serio el gallito antes de emprender su vuelo de regreso a su sitio de siempre. Don Ramón no se atrevió ni a abrir los ojos por unos segundo. Por fin, cuando dejó de sentir tanto miedo, se levantó, se sacudió el polvo del piso, y sin levantar la mirada, se alejó del lugar. Cuentan quienes vivieron en esos años, que don Ramón nunca más volvió a sus andadas, que se volvió un hombre serio y muy responsable. Dicen, aquellos a quienes les gusta descifrar todos los misterios, que en verdad el gallito nunca se movió de su sitio, sino que los propios vecinos de San Juan, el sacristán de la Catedral, y algunos de los amigos de don Ramón Ayala, cansados de su mala conducta, le prepararon una broma para quitarle el vicio de las mistelas. Se ha escuchado también que después de esas fechas, la tienda de doña Mariana dejó de ser tan popular y las famosas mistelas de a poco fueron perdiendo su encanto. Es probable que doña Mariana haya finalmente aceptado a alguno de sus admiradores y vivido la tranquila felicidad de los quiteños antiguos por muchos años. Es posible que, como les consta a algunos vecinos, nada haya cambiado. Que don Ramón, después del gran susto, y con unas cuantas semanas de por medio, haya vuelto a sus aventuras, a sus adoradas mistelas, a la visión maravillosa de doña Mariana, la “chola” más linda de la ciudad y a las largas conversaciones con sus amigos. Lo que sí es casi indiscutible, es que ni don Ramón, ni ningún otro gallito quiteño, se haya atrevido jamás a desafiar al gallito de la Catedral, que sigue solemne, en su acostumbrada armonía con el viento, cuidando con gran celo, a los vecinos de la franciscana capital de los ecuatorianos. 6 118
  • 7. PADRE ALMEIDA Una mueca se desvaneció, leve, cuando el joven cura Manuel de Almeida divisó la altura de una de las ventanas y la mínima distancia de los muros, que a él –en su primer día en el convento- le resultaron tentadores. El joven acababa de egresar del noviciado y atrás –le pareció a él- había quedado las cuitas de amor doblegadas por las oraciones y los pasajes bíblicos. Ahora, entraba en la abadía franciscana de San Diego, construida como una suerte de retiro casi a las faldas del Pichincha y de amplias estancias donde el silencio era el dominante, ante el susurro de los rezos. Hijo de Tomás de Almeida y Sebastiana Capilla, el muchacho lo primero que hizo al entrar en su oscura celda fue guardar bajo la estera sus naipes y extrajo de su hábito franciscano una carta perfumada. La abrió y releyó una caligrafía preciosa de evocadoras palabras de a un tiempo que parecía no pertenecerle más. Suspiró y tuvo la sospecha de esta aún enamorado… Pero ese amor que antaño le había empujado a entrar al convento se había transformado en un amor a los deleites mundanos. A él le ocurrió que esa expansión amatoria le prevenía de los peligros de ciertos ojos que casi había olvidado. Pero se enfrentaba a dos realidades: ya no era novicio y ahora se encontraba en una casa de clausura y la puerta tenía unos goznes infranqueables, pero recordó el muro. El tonsurado se paseó muchos días por los jardines del convento hecho para místicos, fundado en 1597 por fray Bartolomé Rubio con el nombre de los Descalzos de San Diego de Alcalá, para que no quedara duda de que el monasterio no era solamente de retiro sino de clausura, donde los cilicios, que lastimaban sus carnes, y penitencias eran habituales. El encapuchado iba cabizbajo, con el ceño duro, y estaba tan ensimismado que los otros religiosos se contuvieron de importunarlo por temor a distraer a un santo en ciernes. Una noche se encontraba en sus meditaciones, en las afueras de su celda. La Luna caía grave sobre el huerto y entre el movimiento de las ramas alcanzó a divisar a un monje que trepaba el paredón. Lo siguió después de procurarse una capa. Detuvo al cura en fuga y comprobó que era fray Tadeo, quien tenía fama de taciturno y que exhalaba un olor a rosas debido a su candidez. El descubierto no tuvo más que aceptar que iría primero a la Cruz de Piedra. Mas, con los días de parranda que siguieron a esa notable noche, el fray Almeida supo que su conjurado acompañante tenía una manceba denominada Percherona, que vivía cerca del Sapo de Agua. Fue en esa casa donde el padre Almeida armado de una guitarra sacó más de un suspiro a las damas de la noche, especialmente –según los rumores- a Catalina: 7 118
  • 8. Mujercita tan bonita, Mujercita ciudadana, que sales demañanita al toque de la campana. Mujercita tan bonita. ¿A dónde vas tan temprano? Quién fuera el feliz curita que te ve junto al manzano. La animada concurrencia estaba integrada por una nutrida delegación de dominicos, agustinos y los representantes franciscanos que tenían un acto más: fray Tadeo era un interprete del arpa y con los fragores del licor sus melodías tenían la virtud de llevar a todos los religiosos y las muchachas a una apoteosis que parecía derramarse por el zaguán hasta inundar las callejuelas oscuras de Quito, la ciudad de las campanas. Un amanecer fatal, los parranderos tardaron más de la cuenta en regresar al convento de San Diego y cuando franquearon la tapia fueron sorprendidos por el padre guardián quien puso el grito en el cielo y hasta allí acabó la fama de santo de fray Tadeo y fray Almeida fue conducido de las orejas a su celda. Después de entregarles sus respectivos látigos, los tonsurados permanecieron en sus celdas por ocho días mientras el resto de la congregación escuchaba los azotes de los curas penitentes. Las tapias del jardín fueron levantadas al mismo tiempo que el padre Almeida colocaba masas de pan para despistar las huellas que dejaron los latigazos en las patas de su maltrecha cama. El franciscano no se avenía a la soledad, pero aún cuando recordaba los ojos de su Catita –como él la llamaba-, perdidos entre los talanes de la urbe. Una tarde, mientras se entonaban las loas en la capilla el cura jaranero tuvo una inspiración: divisó el enorme Cristo y dedujo que por su cuerpo de madera podía alcanzar el alféizar de la ventana y de allí escabullirse, desde el Coro, hasta llegar a la Capilla hasta respirar la humedad de la calle. Fray Tadeo terminó sus días de juerguista cuando le dijo que una cosa era el premio de las noches junto a la Percherona pero otra muy distinta condenarse a los infiernos por profanar la figura de Nuestro Señor Jesucristo subiéndose por sus costados y que por nada del mundo aceptaría semejante pretensión, aunque –en honor a viejas noches de parranda- le prometió no abrir la boca eso sí augurándole un castigo que se cerniría sobre el cura Almeida por irse de jolgorio por el busto del Crucificado. Fray Almeida lo tentó advirtiéndole sobre ese Dios benigno y piadoso que perdona a las pobres criaturas en sus deslices y flaquezas y que no hay oración que no pueda ablandar a Cristo, aunque tenga que servir de escalera. Fray Tadeo se quedó pensando en el sacrilegio del cura en el mismo instante en que el padre Almeida trepaba por el Cristo doliente para alcanzar el goce de bailar, jugar las cartas, cantar, zapatear y reír junto con los otros curas y ciertos ojos de una muchacha. El Cristo le prestaba su hombro cada noche, aunque el fraile procuraba no mirarle a los ojos hasta llegar a sus citas clandestinas, en medio de abundante licor. Una madrugada, el monje llegó tan borracho que se descolgó por los brazos del Cristo y estuvo a punto de caer. ¡Cristo ayúdame!, le dijo balbuceando mientras su cuerpo se abrazaba a la imagen, llena de llagas y de ojos de vidrio, que no le impedían reflejar su ternura. Cerca al hombro del Crucificado escuchó una voz trémula: -¿Quosquetandempater Almeida? Quedó suspendido el cura en los brazos de madera y yeso, y supuso que se trataba de 118
  • 9. una broma de algún hermano que al descubrirle lo retaba en latín. Hubo silencio. Miró los ojos de la imagen y los labios de la figura se movieron: -¿Quosquetandempater Almeida? Esas palabras en latín parecían repetirse en un eco que salía del Coro y que avanzaba sigiloso hasta contener toda la bóveda y después concentrarse en el embriagado cuerpo del cura Almeida, que logró bajarse del Crucificado para contestarle en el mismo idioma que servía no sólo para las misas. -Usque ad rediveam Domine… Manuel de Almeida amaneció en su resaca y recordó el suceso pero dedujo que no era otra cosa que el producto de su borrachera. Una y otra vez volvió a descolgarse de la cruz y escuchar las quejas del Cristo y su misma respuesta se sucedió en varias noches, porque el cura parecía pertenecer más al mundo de los goces que de las constantes penitencias que sus hermanos enclaustrados. El Cristo tampoco desfalleció en su intento y lo retó en castellano: -¿Hasta cuándo padre Almeida? -Hasta la vuelta Señor, fue la contestación del fray que muy contento se dirigió a una noche más de aventuras deliciosas. Mas, cerca de la Plaza de San Francisco encontró un cortejo fúnebre y curas encapuchados que se dirigían lentamente, con cirios en sus manos. El séquito avanzaba por la noche quiteña en medio de lamentos espectrales y el ataúd parecía deslizarse de las manos de los franciscanos, que no mostraban su rostro. El padre Almeida se acercó a un sacerdote y le inquirió sobre el nombre del muerto. Es el padre Almeida, le replicó. No puede ser verdad, se dijo, y esperó que pasara otro encapuchado quien le contestó que era el padre Almeida quien se encontraba en el ataúd. Desconfiado aún preguntó a otro: ¿quién ha muerto?, hermano. Y la respuesta fue contundente: el padre Almeida del convento de San Diego. No quiso saber más y se acercó al féretro descubierto y levantó la capucha para comprobar con pavor que su rostro demacrado era el que tenía entre sus manos. Regresó a mirar sólo para confirmar que el cortejo fúnebre era conducido por esqueletos, con hábitos de franciscanos, que se movían con sus cirios, dejando a su paso un olor a Muerte y cipreses gastados. Despavorido llegó el padre Almeida hasta el Cristo de madera y le pidió perdón por todas sus faltas y corrió a encerrarse en su celda para comprobar, entre rezos, que otra vez volvía la mañana. El día llegó y el cura arrepentido entró a un proceso de ayuno y penitencia que le duró largos años, más allá de su designación de Visitador General. Vivió, ahora sí, una vida entregada a la contemplación y rezos, a esa misma imagen que alguna vez lo transportó a los esplendores de la noche y de la parranda, cuando se deslizaba por el Crucificado convertido en escalera. 9 118
  • 10. POSORJA Nombre de una célebre pitonisa huancavilca. La leyenda de Posorja muy popular en la colonia y a inicios de la vida republicana, cuenta que la vidente apareció de pronto frente a las costas de la península de Santa. Elena, precisamente en el sitio en el que actualmente se ubica la población del mismo nombre. Llegó en un pequeña nave de madera más liviana que la balsa cuando era solamente una criatura. La niña era de rasgos blancos y venía envuelta en unas finas mantas de algodón que tenían estampados unos intrincados jeroglíficos; llevaba además en su pecho, como colgante un caracol pequeño y finamente labrado. Adoptada por los huancavilcas, creció hasta hacerse mujer. Fue entonces que empezó a vaticinar los sucesos más trágicos del pueblo que la adoptó, cobrando fama de gran visionaria en toda la región. Por esta razón llegaron hasta su aldea HuaynaCapac y después Atahualpa, a quines predijo los trágicos desenlaces de sus reinados. Cuando HuaynaCapac llegó a la península de Sta. Elena, vio en Posorja a una enviada del dios Pachacamac y le pidió que le vaticinará su porvenir, viendo en los ojos de la pitonisa su muerte en Tomebamba y la guerra fatricida entre Atahualpa y Huáscar. Después cuando Atahualpa le pidió que revelase su futuro, pronosticó su triunfo sobre Huáscar y el breve tiempo que duraría su victoria por último, pronóstico que habría de llegar unos hombres blancos y barbados que matarían al inca luego de tomarlo prisionero en Cajamarca. Cuando Posorja terminó esta revelación declaró que su misión en la tierra había terminado, puesto que aquella había sido su última predestinación. Luego de su declaración se dirigió al mar, soplo su caracol y una ola se la llevó 10 118
  • 11. Leyendas shuar Este es el idioma de los shuar, quería decir Sol, el valiente Sol, el generoso Sol de sus antepasados. El abuelo Arutam que en shuar decir Poderoso Esperitu Tigre de la mañana mientras caminaba por la selva, entre gigantescos matapaloy por la selva frondosos copales, chambiras y pitajayas, relataba a los niños de que manera el luminoso esta le devolvió la vida a los pájaros.. Iwia es un demonio terrible -les explicó Arútam-. Desde siempre ha tenido la costumbre de atrapar a los shuar y meterlos en su enorme shigra para después comérselos. Fue así como, en cierta ocasión, el cruel Iwia atrapó y luego se comió a los padres de Etsa. Entonces raptó al poderoso niño para tenerlo a su lado y, durante mucho tiempo, le hizo creer que su padre era él. Cuando Etsa creció, todos los días, al amanecer, salía a cazar para el insaciable Iwia que siempre pedía pájaros a manera de postre. El muchacho regresaba con la gigantesca shigra llena de aves de todas las especies, pero una mañana, cuando apenas empezaba su cacería, descubrió con asombro que la selva estaba en silencio. Ya no había pájaros coloridos por ninguna parte. Sólo quedaba la paloma Yápankam, posada sobre las ramas de una Malitagua. Cuando Etsa y la paloma se encontraron en medio de la soledad, se miraron largamente. -¿Me a matar a mí también? preguntó la paloma Yápankam. -No -dijo Etsa-, ¿de qué serviría? Parece que he dejado toda la selva sin pájaros, este silencio es terrible. Etsa sintió que se le iban las fuerzas y se dejó caer sobre el colchón de hojas del piso. Entonces Yápankam voló hasta donde estaba Etsa y, al poco rato, a fuerza de estar juntos en medio de ese bullicioso silencio en el que aún flotaban los gritos de los monos y las pisadas de las hormigas, se convirtieron en amigos. La paloma Yápankam aprovechó para contarle al muchacho la manera en que Iwia había matado a sus verdaderos padres. Al principio, Etsa se negó a creer lo que le decía, pero a medida que escuchaba las aleteantes palabras de Yápankam, empezó a despertar del engaño que había tejido el insaciable Iwia y, entonces, como si lo hubiera astillado un súbito rayo, se deshizo en un largo lamento. Nada ni nadie podía consolarlo: lloraba con una mezcla de rabia y tristeza, golpeando con sus puños el tronco espinoso de la enorme malitagua. Cuando Yápankam se dio cuenta de que Etsa empezaba a calmarse,le dijo: -Etsa, muchacho, no puedes hacer nada para devolverle la vida a tus padres, pero aún puedes devolvérsela a los pájaros. -¿Cómo? –quiso saber Etsa. La paloma explicó: "Introduce en la cerbatana las plumas de los pájaros que has matado, 118
  • 12. y sopla." El muchacho lo hizo de inmediato: desde su larga cerbatana empezaron a salir miles, millones de pájaros de todos los colores que levantaron el vuelo y con su alegría poblaron nuevamente la selva. Desde entonces -les aseguró su abuelo Arútam- Etsa, nuestro amado Sol y el demonio Iwia son enemigos mortales. Leyendas de las guacamayas En tiempos remotos las tierras de lo que hoy son las provincias de Azuay, y Cañar estaban pobladas por los Cañaris. Cuentan los viejos que un tremendo diluvio inundó la tierra, de manera que no quedaron mas que dos sobrevivientes: dos hermanos varones que alcanzaron a subir a la cumbre de una montaña y guarecerse en una cueva que estaba en lo mas alto. Día y noche continuaban las lluvias, pero no alcanzaban la cumbre, porque las montañas se elevaban sobre el nivel de las aguas.Al fin, después de muchos días, dejo de llover y un hermoso arco iris apareció en el cielo. Los dos hermanos se encontraron solos en un mundo totalmente despoblado y silencioso. Tenían mucha hambre, pero no había nada para comer. Después de mucho caminar, regresaron a la cueva. Al entrar sus ojos se deslumbraron al encontrar deliciosos manjares servidos encima de una piedra. Disfrutaron de la comida y, recién cuando terminaron, se preguntaron, quien sería el amable que les atendía de esa manera. Varios días ocurrió lo mismo, y ya no podría de la curiosidad e saber quien les traía tan ricos alimentos. Se escondieron a esperan y asombrados descubrieron que dos hermosísimas guacamayas, aves de vistosos colores, con rostro de mujer, traían en sus alas los alimentos y preparaban la mesa. Los hermanos atraparon a las guacamayas, las cuales se convirtieron en dos hermosas 118
  • 13. mujeres que aceptaron casarse con ellos, estas dos parejas sobrevivientes del diluvio, repoblaron la tierra de los Cañaris. Desde entonces, los guacamayas son a ves sagradas para los indígenas LA LLORONA La llorona' es una mujer alta y estilizada cuyo atuendo es de color blanco, aunque no es posible distinguir sus rasgos faciales. Los relatos populares, la describen también como una mujer sin pies, en efecto, parece desplazarse por el piso sin rozarlo. El mito de 'la llorona' afirma que su eterno penar se debe a que busca a un hijo recién nacido que asesinó arrojándolo al río para ocultar un pecado. Y en esta línea, es parte de su penitencia, castigar a los muchachos que andan de amores prohibidos: se sube a sus caballos y puede llegar a matarlos en un helado abrazo mortal. Se la llama 'la llorona' porque sus gemidos aterradores y penetrates que se dice que grita ¿ Dondeesta mi hijo? ¿Dondesta mi hijo?, son tan insistentes que hasta enloquece a los perros, mientras deambula por las noches (sobre todo cuando es noche de plenilunio). La mayoría de los relatos, la consideran señal de malos presagios, un indicador de mal agüero: puede acercarse para enfermar a las personas, empeorar a los enfermos o traer desgracias a los seres queridos. En otros relatos, 'la llorona' se presenta como un ser inofensivo que necesita consuelo y ayuda, despertando piedad en la gente que, cuando se acerca a consolarla, les roba todas sus pertenencias. 13 118
  • 14. MARIANGULA La historia cuenta sobre una niña de una edad de 14 años, su madre vendía tripa mishqui, (es una comida tradicional que son tripas de res y se las pone sobre un brasero con carbón caliente para que vaya cociéndose lentamente, de los cual bota un aroma penetrante), esto se lo vende en una de las esquina de la ciudad colonial en Quito. En una ocasión la madre de Mariangula mandó a comprar tripas, pero como esta niña era muy inquieta se fue a jugar con sus amigos e hizo caso omiso al mandado de su madre y para colmo se gastó el dinero para la compra de las tripas. La niña preocupada por lo sucedido se imaginaba que su madre le iba a pegar. Entre la preocupación de la Mariangula que caminaba por las calles paso por el cementerio, y se le ocurrió la macabra idea de sacarle las tripas de uno de los muertos que recién lo habían enterrado las sacó y las llevo a su mamá para que las vendiera y en efecto logro su objetivo para no ser castigada, las tripas se vendieron muy bien cosa que a todo el que compraba le gusto y en algunos casos se repitieron. Ya en horas de las noche, en casa donde vivía con su familia era una casa tradicional de dos pisos como las que hay en Quito colonial, Mariangula se acordaba de lo que había hecho. Cuando de repente escucho la puerta que se abrió fuertemente, ero lo trágico es que ella era la única que escuchaba aquellos ruidos y los demás seguían muy dormidos como si no pasaba nada, a pesar de los muchos ruidos que se escuchaba en la casa. Cuando los ruidos era muy fuertes y se podían escuchar con claridad puso mucha atención que decían:" Marianguuula , dame mis tripas y mi pusún que te robaste de mi santa sepultura" Aquella voz se escuchaba cada vez más cerca de su habitación y Mariangula se iba poniendo muy asustada ya que se escuchaba los pasos que subían por las escaleras y la voz se hacía más fuerte:"Marianguuula, dame mis tripas y mi pusún que me robaste de mi santa sepultura". Ella se ponía pensaba sobre lo que hizo y como que podía hacer para salvarse y en especial qué es lo que le iban hacer estos seres. Cuando de repente encontró una navaja o cuchillo y se cortó su estómago. Cuando los seres entraron a la habitación de 118
  • 15. Mariangula estaba con sus tripas regadas en la cama muriéndose lentamente y estos seres desaparecieron. Se dice que la madre de Mariangula vende ahora"carne en palito" en lugar de tripa mishqui el chuzo o palito le sirve a Mariangula para defenderse de los fantasmas. En tiempos muy lejanos, tan distantes que ni el más viejo de los narradores de cuentos y leyendas podría precisar, había en la población de Sumpa (lo que hoy es el cantón de Santa Elena) una especie de rey o cacique, muy admirado y respetado por su valentía y talento, a quien llamaban TUMBE. Dicen las leyendas, que inmediatamente acabado el Diluvio Universal, llegaron a Sumpa algunos de los primeros hombres que repoblaron la Tierra. Y como la encontraron buena para la vida humana y pródiga para la agricultura y pesca, se establecieron desde la orilla del mar, hasta bien avanzado el interior. Tumbe tenía dos hijos, Quitumbe y Otoya. Como era un gobernante emprendedor y ambicioso, envió en expedición a Quitumbe, con el encargo de descubrir nuevas tierras y añadirlas a su reino. Y Quitumbe las descubrió, tanto al norte, como al sur. Fundó el pueblo de Tumbes y puso los cimientos de algunas ciudades importantes como la que después sería la bella Quito. 15 118
  • 16. GIGANTES DE SUMPA Catari, un antiguo narrador de historias, de esos que antes de la llegada de los españoles eran llamados quipucamayos, afirmaba que Quitumbe dejó un descendiente llamado Guayanay, padre de Atau, quien a su vez engendró a Manco Capac, primer monarca del peru. A la muerte de Tumbe, le sucedió en el mando su hijo segundo: Otoya, valiente y esforzado, pero cruel además de aficionados a las bebidas alcoholicas y otros vicios. Fueron tantos sus abusos y maldades, que un grupo de sumpeños descontentos se unieron secretamente para darle muerte y asi librar a Sumpa del tirano. MasOtoya fue alertado a tiempo tomo venganza de sus enemigos, quitándoles la vida. Un día sorprendió a Otoya un grupo de aborígenes con noticias inquietantes, habían divisado en el mar, cerca de las costas, una inmensa balsa. La tripulaban sujetos de tamaño descomunal; tan grande como dioses o demonios. El más corpulento de los sumpeños apenas alcanzaría a llegar a sus rodillas. Sus cabezas eran de tamaño de hombres pequeños. Sus bocas parecían aberturas de toneles. Tupidas selvas de cabello colgaban a sus espaldas. Cada brazo parecía un largo arbusto o una boa. Los ojos eran saltones y rojizos. En sus orejas podían caber pequeños gatos. Vinieron de muy lejos. Y al llegar a la playa, se tendieron cuan largos eran a descansar. Sus poderosos ronquidos, ladrantes, pitantes, raspantes y rugientes, parecían una tempestad marina. Tras descansar algunas horas, acarrearon leña arrancando de raíz arbustos y matorrales. De dos zancadas cazaron decenas de llamas, las asaron al fuego y las engulleron hasta quedar satisfechos. A prudente distancia y ocultos, temblando de terror, seguían sus movimientos los sumpeños. En un pequeño cerro de amplia plataforma, ubicado cerca de lo que hoy es el balneario de Salinas, establecieron los gigantes su residencia, en una especie de fortaleza hecha con piedra de la zona. Desde allí partían en periódicas excursiones que arrasaban cuanto hallaban al paso: hombres, rebaños, sembríos, viviendas, todo desaparecía bajo sus plantas. Un día invadieron la residencia del cruel Otoya y le quitaron la vida. 118
  • 17. Varias veces hicieron frente los valerosos sumpeños a los gigantes. Pero fue vano sacrificio; equivalía a pelear armado con una aguja frente a alguien que llevaba una espada o una lanza. Esos actos valientes terminaron siempre en desbandada despavorida de los naturales. En respuesta aquella resistencia, los gigantes aumentaron su crueldad. Disgregaron a los sumpeños, obligándolos a esconderse en la montaña o en cuevas conocidas únicamente por ellos. Y fueron tantos los crímenes de los gigantes llegados a Sumpa de quien sabe que remotas tierras. Y fueron tantos los clamores de los sumpeños, que Pachacámac, el dios a quien veneraban, amaban y temían, envió a un emisario con el encargo de salvarlos. Vino éste armado de una flecha incandescente, con la que liquidó a los invasores. De los gigantes grandes como casas y crueles como fieras, quedaron únicamente huesos calcinados, que fueron cubiertos por la tierra. Osamentas que en diversas oportunidades han sido descubiertas por arqueólogos y atribuida animales que habitaron el planeta antes del diluvio. Con aquel acto de justicia de Pachacàmac,lossumpeños recobraron sus tierra y la felicidad. LA VIUDA DEL TAMARINDO Cuentan nuestros abuelos, que de los frondosos arboles de tamarindo que existian en esa parroquia por donde se encuentra la cienega de El Morro; salia, despues de medianoche, una viuda con su enlutado traje, bailando con rapidos pasos, persiguiendo a los caminantes de aquelllos lares, los que, al querer cogerla , ella se les desaparecia como por arte de magia a una velocidad impresionante. Era algo increible, pues nunca se dejaba ver la cara, estaba como loca por haber perdido a su marido. Hasta que alguien superando el miedo, se le acerco sin que ella se percatara y le saco el velo, pero !oh sorpresa!, su cara era una calavera. Desde aquella vez, al verse descubierta nunca masaparecio por esos lares 17 118
  • 18. CANTUÑA Cantuñatenia una labor que habia sido asignada por los franciscano que era construir una Iglesia en Quito. Este acepto y puso como plazo seis meses, a cambio el recibia una gran cantidad de dinero. Aunque parecia una hazaña imposible lograr terminarla en seis mese, Cantuña puso su maximo esfuerzo y empeño en terminarla, reunio un equipo de indigenas y se propuso terminarla. Sin embargo la edificacion no avanzaba como el la esperaba. Cantuña decide vender su alma al diablo a cambio de que terminara la construccion lo mas rápido posible. Cantuña ya se vio perdido debido a que vio que los diablillos avanzaban de una manera insuperable, fue aqui cuando al indio Cantuña se le ocurrio una idea y se escabullo en la Edificacion sin ser visto y cogio la ultima piedra y escribio: "Quién ponga esta ultima piedra en su lugar reconocera que Dios es más grande que el". El diablo al ver esto huyo y Cantuña se salvó. La verdadera historia trata de Cantuña era solamente un guagua de noble linaje, cuando Rumiñahui quemó la ciudad. Olvidado por sus mayores en la histeria colectiva ante el inminente arribo de las huestes españolas, Cantuña quedó atrapado en las llamas que consumían al Quito incaico. La suerte quiso que, pese a estar horriblemente quemado y grotescamente deformado, el muchacho sobreviva. De él se apiadó uno de los conquistadores llamado Hernán Suárez, que lo hizo parte de su servicio, lo cristianizó y, según dicen, lo trató casi como a propio hijo. Pasaron los años y don Hernán, buen conquistador pero mal administrador, cayó en la desgracia. Aquejado por las deudas, no atinaba cómo resolver sus problemas cada vez más acuciantes. Estando a punto de tener que vender casa y solar, Cantuña se le acercó ofreciéndole solucionar sus problemas, poniéndole una sola condición: que haga ciertas modificaciones en el subsuelo de la casa.La suerte del hombre cambió de la noche a la mañana, sus finanzas se pusieron a tal punto que llegaron a estar más allá que en sus mejores días. Pero no hay riqueza que pueda evitar lo inevitable: con los años a cuestas, al ya viejo guerrero le sobrevino la muerte. Cantuña fue declarado su único heredero y como tal siguió gozando de gran fortuna.Eran enormes las contribuciones que el indígena realizaba a los franciscanos para la construcción de su convento e iglesia. Los religiosos y autoridades, al no comprender el origen de tan grandes y piadosas ofrendas, resolvieron interrogarlo. Tantas veces acudieron a Cantuña con sus inoportunas preguntas que éste resolvió zafarse de ellos de una vez por todas. El indígena confesó ante los estupefactos curas 118
  • 19. que había hecho un pacto con el demonio y que éste, a cambio de su alma, le procuraba todo el dinero que le pidiese. Algunos religiosos compasivos intentaron el exorcismo contra el demonio y la persuasión con Cantuña para que devuelva lo recibido y rompa el trato. Ante las continuas negativas, los extranjeros empezaron a verlo con una mezcla de miedo y misericordia. CONCLUSIONES Es lamentable que con el tiempo, las leyendas originales han sido distorsionadas de acuerdo al enfoque cultural del momento , se interpreta que de frases saturadas de verborrea y febriles expresiones mentales no pasan solo hasta la categoría de “cuentos” referenciándolos a que si no esta de acuerdo al nuestro sentido de realidad, no es valido como por ejemplo la leyenda india del ramayana escrita hace miles de años aparentemente por simples campesinos que no tenían la necesidad de saber sobre cálculos astronómicos que en ese tiempo según nuestra per sección no eran conocidos y si embargo han aportado para la estructuración para nuevos paradigmas de ciencias astronómicas. Se nota la exclusiva de la contraposición entre en bien y el mal entre lo que debes y no hacer que se resume en un equilibrio de comportamiento social que atañe a todos los involucrados, es el diario vivir reflejado en expresiones mentales diluidos en las diferentes códigos delm lenguaje. El aporte que aquí se activa relativamente no es significativo, mas sirve para comprender la cosmogonía del medio del que se vive. 19 118