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1CURSO DE EXTENSION CATEDRA INTERNACIONAL
C O H O R T E 7 La ciudad Europea como paradigma de la ciudad
Latinoamericana”
LOS BUENOS EUROPEOS HACIA UNA FILOSOFIA
DE LA EUROPA CONTEMPORANEA / Félix Duque
0BINDICE
4BI - EUROPA: EL PORVENIR DE UNA DESILUSION
1.- De la mezquindad del presente europeo.
2.- De cómo ir a la patria desde el extranjero.
3.- Al cosmopolitismo por el nacionalismo.
4.- La obsesión por el Centro: Alemania, ese Gran Corazón.
5BII - HUSSERL: SOLICITUD DE UNA EUROPA RAZONABLE Y UNIVERSAL
1.- La crisis de la razón, por exceso de «razón».
2.- Racismo geofilosófico.
3.- Circulando por el círculo del Sujeto.
1BIII - HEIDEGGER: EN BUSCA DE OTRO INICIO
1.- Remontando el nihilismo tras la Guerra.
2.- La penuria por la falta de penuria.
3.- Vaterland y Heimat.
4.- Abandono del nacionalismo.
5.- Sobre el destino de Occidente.
6.- Del engaño del Ser.
7.- Buscando al Otro para ser propiamente uno mismo.
8.- Elogio de Hesperia.
2BIV - NIETZSCHE, ESE «BUEN EUROPEO»
1.- Buscando en lo extraño un clima apropiado.
2.- Contra la abstracción de la «Modernidad» y a favor de la «Patria mítica».
3.- Desmantelando al Segundo Reich.
4.- Comienza el sueño de Europa.
4.1.- Contra la autoctonía.
4.2.- Minimización de lo nacional.
4.2.1.- La actitud de Nietzsche ante el pueblo judío.
4.2.2.- Europa, un vivaz enfermo incurable.
4.3.- Tipos de europeos.
4.3.1.- Los buenos europeos.
2
4.3.2.- Los malos europeos: el nihilismo.
4.3.3.- Salidas de la crisis: circunvalación y homeopatía.
4.3.4.- Hacia una nueva «democracia».
5.- Los Señores de la Tierra.
3BV - MITTELEUROPA Y ESPAÑA: UN CENTRO POCO DEFINIDO Y UN
CABO QUE NO LEVANTA CABEZA
1.- Algunas razones geopolíticas sobre la predilección de los filósofos alemanes
por Europa.
2.- España, Europa en miniatura.
VI - EL «ALMA MEDIEVAL» DE DON MIGUEL DE UNAMUNO
1.- Confesiones de un hijo de Euscalerría.
2.- De la difícil regeneración de España.
3.- La etapa socialista.
4.- El quijotismo como religión nacional.
5.- La Gran Guerra, como Revolución Europea.
6.- El desengaño político de un exiliado.
7.- Los tontos de la caverna.
8.- Interpretación religiosa de la “guerra incivil”.
9.- El hundimiento de Europa.
VII - EL «ELEGANTE» ORTEGA, BUSCANDO CON EL ALMA LOS
ESTADOS UNIDOS DE EUROPA
1.- Unamuno y Ortega: el fuego sombrío y la borrosa claridad.
2.- Cuando se pierde la fe en la razón.
3.- Los comienzos de un «papanatas» europeísta.
3.1.- Desdeñando a la España «berberisca».
3.2.- Pero, ¿qué es una nación?
4.- Que donde hay grey ha de haber egregios.
4.1.- Urgentes precisiones sobre mandos no egregios.
4.2.- Que los elegidos no suelen ser elegantes (sobre todo en España).
4.3.- Cosmopolitismo intelectual.
4.3.1.- Generación y vigencia.
4.3.2.- De las ventajas y perjuicios de la intelectualidad meditativa.
5.- Europa en Ortega, desde España.
5.1.- Una nación, un continente: una enfermedad.
5.1.1.- Breve paseo por la sociedad, la nación y el Estado.
5.1.2.- Ser europeo, ser nacional: ser de través.
5.2.- Germania y el Islam, base y ocasión de Europa.
5.2.1.- Franco fuerte, godo débil.
5.2.2.- Que ser latino no trae mucha cuenta (y no europeo, menos aún).
6.- De las virtudes decimonónicas, y de su deformación.
7.- A la búsqueda de la Potencia perdida.
3
7.1.- De la inexperta juventud de América y Rusia.
7.2.- Los «buenos europeos» de Ortega.
8.- Decadencia como conmoción.
9.- C
9.1.- ¿Para qué la Unión?
uestión de diseño: los Estados Unidos de Europa.
9.2.- ¿Contra qué la Unión?
10.- España en Ortega, desde Europa.
10.1.- De la difícil conciliación de elitismo y liberalismo.
10.2.- España y Europa: vidas paralelas.
10.3.- La obsesión centralista.
VIII - RAIZ, FLOR Y FRUTO AMARGO DE EUROPA: EL PARAISO, LA
REVOLUCION Y LA GUERRA
1.- La tierra del jardín.
1.1.- De las ventajas e inconvenientes del jardín para la vida (urbana, por
supuesto).
1.2.- La vida de las plantas: autoctonía griega, desarraigo judío e injerto
cristiano.
1.2.1.- Del peligroso amor de los griegos por los vegetales.
1.2.1.1.- Humus y Tellus.
1.2.1.2.- Los jardines de Homero y la planta del pie.
1.2.1.3.- Los viveros de Platón.
1.2.1.4.- De la plantación al trasplante: elogio de la colonia.
1.2.2.- Buscando el Jardín oriental.
1.2.2.1.- Del provecho de ser indefinido: Pico della Mirandola.
1.2.2.2.- La ciudadela de Milton.
1.2.2.3.- Adán en el Paraíso: inmigrante, jardinero y guarda.
1.2.2.4.- Hegel, o de cómo convertir el Jardín del Señor en Parque
Público.
1.3.- Revelación de la profundidad de la tierra.
2.- La revolución y sus secuelas: promoción y liquidación de existencias.
2.1.- Occidente: la tierra donde no debiera ponerse el sol.
2.2.- Hace falta valor.
2.2.1.- De cómo agruparse todos en la lucha final.
2.2.1.1.- El Estado: sacrificio a conciencia.
2.2.1.2.- De la «noble» acción de morir y matar como principio de
individuación.
2.3.- A la redención por la Revolución.
2.3.1.- La nueva Tríada Capitolina.
2.3.2.- Que nuestra guerra incivil no fue sólo cuestión de Ideas.
2.4.- Los terrores del cyborg.
2.4.1.- El terrorismo, delirio de la Libertad.
2.4.2.- La revuelta de las etnias: devaluación de la Igualdad ante la
Fraternidad.
2.5.- La Muerte como Espectáculo.
3.- La administración de la violencia.
3.1.- La historia interminable: los Balcanes.
4
3.1.1.- Retorno a la vieja pregunta: ¿Qué es Europa?
3.1.2.- A vueltas con los Balcanes.
3.1.3.- Kosovo direct.
3.2.- Una canción venerable: el empleo de la fuerza por mor de los derechos
humanos.
3.3.- La paz empieza por la educación de los ejércitos.
3.4.- Las guerras ya no son lo que eran.
3.5.- La paz perpetua ya ha tenido lugar.
4.- Europa herida, Europa como herida.
5
6BI - EUROPA: EL PORVENIR DE UNA DESILUSION
Cette vieille Europe m’ennuie.
Napoleón.
1.- De la mezquindad del presente europeo.
Casi doscientos años después de suscitar el tedio de Napoleón, la Vieja Europa
va agotando los nervios y la paciencia de sus hijos mejores -y por ende más
inquietos-, cansados de soportar las mezquinas disidencias del presente,
doblegado además como está por el peso del pasado, de ese aparentemente
inamovible: “Así fue... pero nunca más volverá a ser”, que aterrara a Nietzsche.
Así vamos, un tanto a tientas, sin que se vea palpablemente cómo ese pasado
pueda quedar contrapesado por la promesa de un futuro (y menos, cómo pueda
volver a «hacerse» futuro). Perdiendo seguramente en altura y profundidad, el
mundo se ha vuelto ancho y, para los europeos, cada vez más ajeno: hasta el
propio continente se ve cada vez más juzgado, valorado y hasta conservado
desde fuera: política y militarmente, desde los Estados Unidos; económicamente,
no sólo desde ese coloso desmesurado, sino también desde Japón y sus retoños:
los “Jóvenes Tigres” de Asia. Y al fondo, como la amenaza de imposición de un
presente eterno, sólo externamente barnizado de comunismo agrolírico, la
inagotable, amorfa e ilimitada China despierta de nuevo en muchos los temores
del “peligro amarillo” e impulsa a apuntalar como sea la confusa Confederación de
Estados Independientes en que se ha convertido la poderosa Unión Soviética, a
fin de utilizar a Rusia como precario dique contra el desbordamiento del Imperio
del Centro.
Ciertamente, «gozamos» de la integración de muchos países europeos en la
Unión (algo es algo; hasta hace poco, se trataba de una mera Comunidad
Económica). Pero ésta se muestra tanto más débil y maltrecha cuanto más y más
diversos países va abarcando (de once a quince, y pronto a veintisiete: a los
elementos anglosajón y latino se unirá la avanzadilla occidental del mundo
eslavo). No hace falta traer a colación las epizootias de la encefalopatía
espongiforme bovina o de la fiebre aftosa para darse cuenta de que los desmanes
del llamado “mercado libre” no pueden ser controlados por Bruselas. La Comisión
se limita a establecer medidas -irritantemente insuficientes- que van siempre
detrás de los desastres, mientras que los países miembros se debaten entre la
necesidad de mantener controladas sus fronteras (como «antes», como cuando
eran soberanos) y la de mantener y estrechar los vínculos económicos y
sociopolíticos (porque -piensan- sólo así podrá haber un «después» realmente
comunitario). Decantada hacia la “Europa de los Estados”, más que de los
Pueblos, acusada incluso de enmascarar tras los casi obsoletos Estados
nacionales la “Euro-América de los mercaderes”,F
1
F la Unión parece incapaz de
1
De todas formas, sería insensato soñar en una Europa futura, unificada política y culturalmente, sin una
previa base unitaria en la economía y el comercio. Por eso Leibniz, que era todo menos un soñador,
aconsejaba ya en 1715, para acabar con las guerras en Europa, el establecimiento no sólo de una constitución
y de un cuerpo legislativo común, sino también ¡de un Banco de Europa! Pues, como señala Renato Cristin:
“Per Leibniz la via economico-monetaria è la migliore garanzia di pace”. ( La rinascita dell’Europa. Husserl,
6
forjar nuevas instituciones políticas realmente eficaces y que vayan más allá del
juego de partidos (otrora, indicadores de clase; hoy, cada vez más presa de
poderosos lobbies: escuchas de la Voz de sus Amos multinacionales). Aparecen -
o rebrotan- fisuras en la torturada piel de esta “minúscula península de Asia”F
2
F. En
el interior (más histórico-mítico que geográfico), las llamadas “naciones
irredentas” reivindican su derecho a existir como Estado (“¡a estas alturas!”, diría
algún hegeliano) y utilizan para ello desde la presión -más o menos sutil- de la
pujanza cultural y económica de la periferia sobre el «centro» (como en el caso de
Cataluña) hasta la salvaje agresión terrorista, a riesgo de llevar a la destrucción al
país que los «irredentos» dicen querer salvar del «extranjero invasor» (como en el
caso del País Vasco). En el exterior, sobre todo en los bordes meridional y
oriental de la desgastada y contaminada cuenca mediterránea, la Europa
Occidental intenta desesperadamente poner freno o al menos regular la invasión
de magrebíes y albaneses, devolviendo la «visita» del colonialismo de antaño en
un caso, o renunciando a permanecer en uno de los viejos jirones del Imperio
Otomano en otro: inmigrantes «sin papeles» que ahora proclaman a gritos su
hambre y su rabia (a veces, resuelta en sanguinarias guerrillas) en los sitios
donde antes los sucesivos imperios (turco, francés, italiano, español) impusieron
arrogantemente su fuerza con las armas. Mezclados con ellos, los habitantes de
las antiguas colonias -desde América del Sur al Africa Austral y a la India-
devuelven ahora a la Metrópolis la «visita» e intentan sobrevivir -si es preciso,
organizándose en bandas para la prostitución y el tráfico de drogas- en la
creciente marejada de xenofobia que su presencia y sus actividades despiertan.
Y así, Europa se siente desgarrada en su interior por los nacionalismos
emergentes y roída en sus bordes -con penetraciones «arteriales» hasta los
grandes centros- por una inmigración «de desechos» y de muy difícil acomodo en
el antiguo esquema (surgido del Congreso de Viena de 1814 y modificado tras las
dos Guerras Mundiales). Nuestro continente, desvaído, no acaba de encontrar la
imagen de su futuro ni acierta a dar con las señas de su propia identidad. In illo
tempore, allí donde al parecer había un ethos, una «morada» espiritual común -
según soñara Novalis en 1799, en La Cristiandad o Europa- procedente del
entronque de los invasores germánicos con la decadente civilización grecolatina
(más el poderoso torrente judeo-cristiano), hay ahora una lúdica y un tanto cínica
dispersión de impotentes formas de una vida prestada: adaptaciones a las veces
grotescas del american way of life, para amoldarse al cual Europa se va
transformando cada vez más, en justa correspondencia, en un gigantesco museo,
o mejor: en una ruina al aire libre, paulatinamente remendada y reconvertida en
parque temático (¡la Stoa de Atenas, «fielmente construida» por los
norteamericanos a su gusto!). Si ya Hegel había profetizado que: “América es ...
el país del futuro, en el cual deberá manifestarse, en los tiempos que yacen ante
nosotros, lo relevante de la historia-mundial”,F
3
F en nuestros días parece lógico que
Europa aparezca como el pasado -un tanto alocado y variopinto- de América, tal
la civiltà europea e il destino dell’Occidente. Donzelli. Roma 2001, p. 5). Lamento haber conocido esta obra
demasiado tarde, cuando el trabajo presente estaba ya concluido, sobre todo por lo que hace a mi juicio sobre
Husserl. De todas formas, su influencia se apreciará en algunas matizaciones al texto, efectuadas como notas
al pie.
2
Fr. Nietzsche, Menschliches, Allzumenschliches II. 2. Abth. Der Wanderer und seine Schatten ( = WS ) 215.
Kritische Studienausgabe ( = KSA). dtv/de Gruyter. Munich/Berlín/Nueva York 1988; 2, 650.
3
G.W.F. Hegel, Vorlesungen über die Philosophie der Geschichte ( = VPhG). Werke ( = W). Suhrkamp.
Frankfurt/M. 1970; 12, 114.
7
como antes vieron los Europeos al Asia, a saber: como su propio pasado (en el
mítico “curso solar” de la Historia -de Este a Oeste, barriendo la «zona templada»-
, el Africa subsahariana y América del Sur han sido dejadas al margen,
despreciados sus habitantes como Naturvölker frente a los orgullosos y
“espirituales” Kulturvölker). Sólo que ahora -en el remanso posthistórico de la
globalización- la atención parece desplazarse de la «ordenada» histórica a la
«abscisa» geográfica: Norte frente a Sur, o mejor, las dos «zonas templadas»
(siendo la austral el reflejo decimonónico de la septentrional) intentando poner
valladar a los países del trópico: terror y a la vez fascinación ante la descarada
desfachatez (permítase la redundancia) de la exhibición que en ellos se hace de
lo corporal in puribus naturalis: desde el genocidio, la masacre, la enfermedad y el
hambre hasta la «producción» de cuerpos para el comercio sexual y de
sustancias estupefacientes para paliar la no menos estúpida -pero más tediosa-
rutina de la vida postrevolucionaria de Occidente.
Europa: Hotel para unos, Fortaleza para otros (o más bien, contra ellos). Pero en
todo caso, en ese antitético movimiento de apertura y cierre, lo más llamativo es
que Europa ya no sale, ya no se vacía de sí misma ni se reconoce volviendo de lo
exótico. Deja o no deja entrar, pero ella permanece como ensimismada, casi
tibetanizada: rumiando su pasado (pues que fue raptada y fecundada por un
toro,F
4
F algo de rumiante debe de haberles quedado a los descendientes de la
princesa de Tiro). El agresivo y penetrante cabo de Asia -casi una nave que
ansiara desprenderse de sus astilleros-, invaginado ahora, semeja por el contrario
-simbólicamente- una elástica rada de acogida o rechazo, según el poder o la
inopia del extranjero. Las grandes ciudades portuarias, liminares, otrora los
verdaderos centros de Europa (porque, como sabía Hegel, toda cosa existe
verdaderamente y como tal sólo en sus límites), viven ahora la solemne -aunque
algo ajada- existencia de la vieja dama a la que de cuando en cuando se dignan
visitar sus descendientes, para no perder totalmente el contacto con las raíces:
Lisboa, antigua y señorial, según el tópico que marca efectivamente su tópos: la
nariz del rostro de Europa, siempre olfateando aromas de costas lejanas de Africa
y América; Londres, cada vez más empeñado en embalsamarse, en parecerse
para consumo de turistas norteamerican(izad)os a la ciudad de Mary Poppins, la
película de la Factoría Disney (así, hoy, la ciudad se va pareciendo al film y éste
dice la verdad del simulacro urbano); Trieste, en el siglo XIX el verdadero corazón
o Mitte de Europa, ya que por la ciudad pasaba el eje vertical por el que la
Mitteleuropa de los Habsburgo salía al mar del Sur, y a la vez se anudaban allí,
separándose -y así siguen-, el Oeste latino y el Este eslavo; Odesa, llamada
antaño la “París del Este”, asombrada de pertenecer hoy a Ucrania y de ver
retenida, congelada para siempre su oportunidad histórica en los grises
fotogramas heroicos de Eisenstein; Vilna, compitiendo con San Petersburgo (pues
que de nuevo vuelve a haber santos en Rusia) y con Kaliningrado-Königsberg por
la custodia del añoso recuerdo del nórdico lomo comercial de Europa: la salida al
Báltico, y la Liga Hanseática.F
5
F Ciudades, todas ellas, tan lindas... para marcharse,
como -hace ya tanto tiempo- Antonio Machado cantara de Londres, París o
4
Cf. Ovidio, Metamorphoseon liber II, vv. 868-874.
5
Entre la nostalgia y la revitalización (especialmente, por la creciente fuerza -de nuevo y por fortuna- de la
cultura judía: centro de todo margen), es altamente interesante el recorrido que Joachim Schlör realiza por
esas ciudades en: Hotel Europa. Notizen von den Rändern des Kontinents. WBG. Darmstadt 2000.
8
Ponferrada. Europa extrovertida, siempre fuera de sí, por ambición... o por
miseria. Europa derramada en las colonias:
Y es que en casa el espíritu
No está al inicio, no en el manantial. Lo devora la patria,
10BAma el espíritu la colonia, y el valeroso olvido.F
6
2.- De cómo ir a la patria desde el extranjero.
Sin embargo, este destino buscado: olvidarse valientemente de sí mismo, del
origen, entregándose a la colonia, ha sido más un pium desiderium que un
cumplimiento histórico. Ni en Grecia (recuérdense la Confederación de Delos y la
consiguiente Guerra del Peloponeso) ni en la Europa moderna (ahí están, frescas
todavía de sangre, las dos Guerras Mundiales o, si se prefiere, la Guerra Civil
Europea, que cubre la primera mitad del siglo XX) se ha llevado a efecto ese
“valeroso olvido”. Como era de esperar: ¿qué más propio de un cabo que tirarse
de cabeza, anticipándose a todo y precipitándose en todo, con tal de amasar
capital, de convertir cosas naturales en dinero, es decir en signos numéricos
universales en beneficio de la capital -la cual, como buen kéntron, es equidistante
de todas partes sin identificarse con ninguna-?F
7
F El propio Heidegger, cuando
interpreta esos versos, olvida el olvido y «hegelianiza» de esta suerte: “Al principio
está la patria aún cerrada en sí misma, a oscuras y sin libertad, y sin llegar por
ende a [ser] sí misma. Este llegar-a-«sí» (Zu->sich<-kommen) exige provenir de lo
otro. ... el espíritu de la patria exige ir a lo ajeno, pues sólo a partir de ello se da
en cada caso una ida al hogar (Heimkunft).”F
8
F Y sin embargo, la última palabra (y
la traducción por mí elegida), dejan entrever oscuramente una posición bien
distinta a la del retorno circular. Es como si dejásemos que el texto nos insinuara
que a la patria se va, en lugar de regresar a ella; que el hogar sólo lo es -o sólo
comienza a serlo- visto «desde fuera»: desde la torna (Kehre), no desde el retorno
(Rückkehr). Mas, con independencia de lo esclarecedora que pueda ser esta
precisión para entender las vueltas que da el camino del pensar de Heidegger, no
cabe duda de que -en el respecto puramente geopolítico- lo único que a él le
interesa es la patria (o mejor: la tierra natal, Heimat), sirviendo el extranjero de
6
Fr. Hölderlin, Brot und Wein. 2ª vers. de los vv. 152-154:
nemlich zu Hauss ist der Geist
Nicht im Anfang, nicht an der Quell. Ihn zehret die Heimath.
Kolonien liebt, und tapfer Vergessen der Geist,
En: J. Schmidt (ed.): Sämtliche Werke und Briefe ( = WuB ). DKV. Frankfurt/M. 1992; I, 747.
7
Resumo así al máximo las incitantes meditaciones -mucho más que un ingenioso juego de palabras en
torno al cap- de Jacques Derrida (no en vano, también él liminar: judío francés nacido en Argelia) en: El otro
cabo. Serbal. Barcelona 1992.
8
WS 1941/42, Hölderlins Hymne »Andenken«. Gesamtausbe ( = GA ). V. Klostermann. Frankfurt/M. 1982;
GA 52, 190. Lo que Heidegger tiene que decir del “olvido“ es que éste no surge de la indiferencia, “sondern
aus der Tapferkeit des Herzens, das gleichwohl des kommenden Eigenen gewiss bleibt.” (52, 191; subr. mío).
Se ve que lo que le interesa -lo dice inmediatamente después- es que “die Heimat” sea “wieder gefunden”.
(Este inoportuno wieder: “de nuevo”, pone en entredicho lo bienintencionado de la interpretación que
expongo a continuación). Por lo demás, y como muestra de lo políticamente cargadas que están las lenguas,
es divertido pensar cómo se diría en inglés -cómo, p.e., le diría un nativo a un norteamericano- ese bonito y
poético Heimkunft: go home!
9
mera catapulta invertida, que dispara por así decir «hacia atrás», con efectos
retroactivos. Volveremos sobre el tema (ver infra: III.3).
En cambio Hegel, el otrora amigo de Hölderlin, era más codicioso... y estaba más
pegado a tierra. Según él, es en lo ajeno, es en el extranjero dominado donde uno
se siente señor. Señor del otro, y de sí mismo: la casa propia es la hacienda
colonial. Eso sí que constituye el espíritu: “El principio del espíritu europeo es ... la
razón consciente y fiada de sí, que a todo echa mano (antastet) para llegar a
presencia de sí misma en ello.”F
9
F Serse y saberse en lo otro de sí: tal es la
definición de la libertad... y del espíritu europeo en Hegel, con lo que ambos
conceptos han de resultar para él equivalentes. El espíritu -en general- vive en la
naturaleza, pero dominándola desde dentro, al igual que «Europa» -el mejor
ejemplo, en particular, de la «vida del espíritu»- se despliega y alienta en el resto
del mundo, pero sin confundirse con él, sino poniéndolo a su servicio. ¿Por qué?
Desde una perspectiva de crítica de la ideología, la razón estaría desde luego en
que sólo Europa ha salido fuera de sí, mas no para emigrar en busca de mejores
condiciones de vida y habituarse a lo extraño, sino para conquistarlo,
asimilándolo, deglutiéndolo y disolviendo los desechos (valga la metáfora
digestivo-excrementicia).F
10
F
Es más: lo que vale de Europa respecto al mundo vale también de la patria (de
Alemania, y más exactamente: del Württemberg) respecto a Europa, y por las
mismas razones. En efecto, Hegel, en otros puntos tan francófilo y hasta
cosmopolita, da buena prueba de esa obsesión por la pureza (al menos cultural y
lingüística) como criterio para la superioridad y el dominio al referirse a la
formación de Europa a partir de la invasión de los bárbaros (perdón: de los
“pueblos germánicos”), «calificados» por el filósofo-historiador según la intensidad
de su mezcla con los pueblos colonizados por Roma.F
11
F Y aunque Hegel admite
9
Enzyklopädie (1830) § 393, Z. (W. 10,62): “Das Prinzip des europäischen Geistes ist ... die selbstbewusste
Vernunft, die zu sich das Zutrauen hat, und die daher Alles antastet, um sich selber darin gegenwärtig zu
werden.“ (Subr. mío; atiéndase a que el verbo antasten significa algo más agresivo que un púdico o
cuidadoso “tocar”; apunta más bien a palpar, manosear, y también -por extensión- a violar y ofender). A este
respecto fue Nietzsche mucho más franco y directo: “Der Character der Europäer zu beurtheilen nach ihrem
Verhältniss zum Ausland, im Colonisiren: äusserst grausam.“ (Nachgelassene Fragmente [= NF], Frühjahr
1884. 25[234]. KSA 11, 61). De una manera más cínica y desencantada (y quizá por ello más efectiva) se
expresa Otto Freundlich en 1919 (Bulletin D): „el hombre europeo ha estado desahuciado durante mucho
tiempo, es un déraciné, y como de ninguna manera podía enfrentarse a ello y tampoco tenía el coraje para
admitirlo, se convirtió en un advenedizo. Ser un advenedizo significa pretender estar como en casa de uno
mismo en el mundo entero.“ (Cit. en B. Wallis, ed., Arte después de la modernidad. Akal. Madrid 2001, p.
124).
10
Compárese p.e. la actitud del Imperio Romano con los pueblos conquistados o la de los bárbaros al invadir
ese Imperio con la política de exterminio genocida del colonialismo europeo moderno (en Norteamérica y el
Cono Sur, o en Australia). Por lo demás, es obvio que esa agresiva política de conquista no puede
confundirse con las emigraciones por hambruna o miseria de irlandeses, italianos o españoles en los siglos
XIX-XX, o de judíos (especialmente, ashkenazis) al flamante Estado de Israel. Ahora bien, todos estos casos
refuerzan la tesis anterior, en lugar de constituir una excepción: pues esos contingentes de población
depauperada se dirigieron a naciones más ricas -o más jóvenes-, pero siempre de estirpe y cultura europeas
(piénsese, p.e., en los Estados Unidos, México o Argentina), con lo que revalidaban su deseo de cambiar de
lugar, pero no de tiempo histórico o, si queremos, de “unidad espiritual” en el sentido husserliano (ver infra
nota 38).
11
Mucho más radical que Hegel se mostró su antecesor en la cátedra de Berlín, Fichte, que en su defensa del
origen y la pureza llega a afirmar en sus Discursos a la nación alemana, como en passant: “Un examen más
10
que el mestizaje (también racial) de lo germánico y lo latino ha sido la base de la
verdadera Europa, no deja por ello de hacer distingos. Fiel a sus tríadas, Hegel
admite sólo dos «tercetos» de naciones, enfrentados entre sí; de un lado los
pueblos románicos: “Italia, España junto con Portugal, y Francia”, y del otro las
“naciones que hablan más o menos alemán... a saber la propia Alemania,
Escandinavia e Inglaterra.”F
12
F Éstas son las “naciones modernas”, de “naturaleza
doble” (mezcla de lo germánico y lo latino), sobre las cuales se posa
esplendoroso el Sol del Espíritu del Mundo. Adviértase empero que aquí no hay
en el fondo un democrático pie de igualdad entre esas naciones: da mucho que
pensar en efecto la distinción entre pueblos latinos y las mehr oder weniger
deutschredende Nationen (Hegel subraya deutschredende: “que hablan alemán”):
sólo de estas últimas dice que “se han mantenido en un tono único de
ininterrumpida intimidad” (se sobreentiende: del espíritu consigo mismo). Y dado
el estrecho paralelismo que Hegel, tras las huellas de Fichte, establece entre
lengua y pueblo, la primacía otorgada al dioma alemán deja pocas dudas sobre
cuál sea el Geschlecht, la estirpe privilegiada (¡de todo ello se sigue que, por
caso, el inglés -en cuanto idioma y en cuanto pueblo- no sería entonces sino un
«mal alemán»!).F
13
F
Y si es así como están las cosas, no nos asombraremos de que Hegel «expulse
de Europa» a la “entera masa” de los pueblos eslavos. Ciertamente les reconoce
los «servicios prestados», por activa (ayuda de los polacos para liberar a Viena
del asedio turco) o por pasiva (según la elegante «traducción intelectual» del
sometimiento de buena parte de los Balcanes al Imperio Austríaco: “una parte de
los eslavos ha sido conquistada [a los turcos, F.D.] para la razón occidental.”).
minucioso haría tal vez ver que los pueblos germánicos que aceptaron la lengua romana (los francos, sin ir
más lejos: las Reden va dirigidas contra Napoleón en particular y contra Francia en general; F.D.) profanaron
su ética antigua mediante símbolos inadecuados y extraños.” (Editora Nacional. Madrid 1977, p. 135).
Curiosamente, y por «razones» análogas (estrecha convivencia con pueblos romanizados), vituperará a los
visigodos nuestro Ortega y Gasset, y en cambio alabará a... ¡los francos! (ver infra: VII.5.1.2).
12
VPhG (4ª parte; 1ª sec., 1er. cap.). W. 12, 421.
13
Y en efecto, Hegel aduce inmediatamente después que, a pesar de la incorporación de Inglaterra al Imperio
Romano, sólo marginalmente recibió ésta la impronta cultural romana (“al igual que le pasó a la propia
Alemania”, añade), y además matiza en seguida que: “volvió a ser germanizada por anglos y sajones”. De
este modo parece apresurarse a minimizar lo latino, casi como si lo de Britania fuera un «pecadillo de
juventud» de la Geschlecht germánica.Y siguen unas palabras que demuestran cómo incluso el buen Hegel
puede caer en un germanocentrismo espiritual (por no hablar de racismo): “Alemania propiamente dicha
(Das eigentliche Deutschland) se mantuvo pura (¡¡) de toda mezcla, sólo la margen meridional y occidental
en el Danubio y en el Rin fue sometida por los romanos; la parte comprendida entre el Rin y el Elba siguió
siendo absolutamente nacional (orig.: volkstümlich; el término que se hará tristemente célebre por el uso y
abuso que los nazis harán de él, F.D.).” Cabría argüir que estos textos no han sido establecidos y fijados
como un cuerpo único de lecciones por el propio filósofo sino por su hijo: el historiador Karl Hegel, en 1840,
y que podría tratarse de una manipulación intencionada. Sin embargo, si consultamos la edición Lasson (que
manejó para la edición apuntes de oyentes; a ella se atiene la versión española de las lecciones), los pasajes
respectivos no sólo son casi iguales, sino que además encontramos en Lasson un curioso añadido que, en
extrema paradoja, pone las cosas aún peor (peor para quien no sea germanocentrista, claro). Dice Hegel que,
como los alemanes se extendieron por el Este de Europa (p.e. mediante la Hansa o la Orden Teutónica): “Lo
alemán se trasplantó a esos pueblos extranjeros, que se germanizaron (aunque, a la inversa, los alemanes no
se mezclaron con los eslavos, F.D.).” De ello se sigue una conclusión tan lógicamente consecuente como
inesperada (y que debería haber sido altamente frustrante para Hitler y sus secuaces): “Así Prusia y Austria
no son en puridad Estados alemanes.” (Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Tr. José Gaos.
Revista de Occidente. Madrid 1974, p. 583). En cambio, Sajonia o el Württemberg sí que serían por
entonces puros Estados alemanes. Pero en cambio hoy ya no son Estados. Los puristas lo tienen difícil en el
mundo actual.
11
Pero al fin, sigue Hegel, los eslavos han de ser “excluidos de nuestra
consideración” (que es como decir: han de ser excluidos de Europa y, por ende,
del dominio del mundo): “porque hasta ahora no han ingresado como un momento
independiente en la serie de configuraciones de la razón en el mundo.”F
14
F Según
esto, haciendo de necesidad virtud y de expulsión promesa, cabría decir con una
punta de ironía, si es verdad que los buenos marxistas han de ser buenos lectores
de Hegel -Lenin dixit-, que la Revolución de Octubre primero y la destrucción de
Alemania después tendrían que haber sido vistas por los bolcheviques como
siendo a la vez una revancha y una cumplimentación de esa implícita profecía. Lo
malo es que hace diez años que el ya mentado Sol del Espíritu del Mundo (por lo
demás, poco obediente en su curso al análogo astronómico, que va siempre de
este a oeste) parece haber dejado de calentar los fríos parajes rusos.
Sea como fuere, el billete del viajero europeo ha sido siempre de ida y vuelta: de
«vuelta», aun cuando el colono echara raíces en lo extraño, especialmente en
América y en Australia, ya que -siguiendo en esto el ejemplo del Pueblo Elegido
con Canaán- Europa (y sobre todo Inglaterra y Holanda) metamorfoseará el país
colonizado hasta hacer de él «otra» Europa; baste pensar en los neo-países y
neo-ciudades de nombre europeo: Nueva Zelanda, Nueva Caledonia, Nueva
York, etc. (A este respecto, cabe decir que el Imperio Británico se halla tan
presente en Trafalgar Square -ya es significativo que el centro de la Capital lleve
el nombre de lo extraño dominado- como en la isla de Robinson).F
15
F
Esta literal desmesura: imponer a todas las tierras y a todos los hombres la
medida de lo humano desde un centro mensurador (y en cuanto tal, mens: la
mente que controla y domina al cuerpo del mundo), es lo que explica los
ditirambos (que hoy apenas podemos leer sin escalofríos: como una escritura del
desastre) que un «neohegeliano» como Paul Valéry dedica al espíritu europeo:
“Allí donde domina el Espíritu europeo se ve aparecer el maximum de
necesidades, el maximum de trabajo, el maximum de capital, el maximum de
rendimiento, el maximum de ambición, el maximum de poder, el maximum de
modificación de la naturaleza exterior, el maximum de relaciones y de
14
Vorlesungen, W. 12, 422.
15
Curiosamente, en las tierras colonizadas por portugueses y españoles hay un Belem, una Medellín o una
Córdoba, pero no un Nuevo- tal o cual. La nominación ibérica de ciudades es premoderna (aunque no lo sea
la de las tierras: Nueva España, Nueva Granada, etc.). El prefijo neo (lo “nuevo” es sinónimo de “moderno”;
en alemán, la Edad Moderna es die Neuzeit, “el tiempo nuevo”) implica a la vez reconocimiento y gratitud
por el origen dejado atrás, y decisión inquebrantable de vivir en la tierra nueva. En cambio, llamar a la
colonia con el nombre del origen supone una subordinación a éste (tal la distinción clásica entre el original y
la copia) y precisa de adjetivación. Sería ridículo decir “Nueva York de América” o “Nueva Zelanda de
Oceanía” (más bien es al revés: es necesario hacer un violento esfuerzo de memoria para recordar que York
está en Inglaterra o Zelanda en Holanda: tal la distinción moderna, evolutiva, entre los inicios de algo y el
resultado, siempre superior a aquél). En cambio, hay que decir “Belem do Pará”, “Medellín de Colombia” o
“Córdoba de Argentina”. De ahí el espíritu del indiano, siempre lleno de morriña o saudade por regresar al
terruño. Por el contrario, el colono moderno, anglosajón, agradece los «servicios prestados» a su antigua
patria y se esfuerza por realizar en la nueva una entera metánoia, tan radical como la exigida al cristiano por
San Pablo. Por ello, bien podría decirse que el colono-conquistador ibérico -y católico- sigue teniendo una
actitud pagana ante la tierra (está orgulloso de su supuesta autoctonía y ansía el regreso), mientras que el
colono-ciudadano anglosajón -y protestante- tiene una actitud cristiana -y en el fondo judaica- ante la tierra
(su dominio sobre ella implica que el espíritu sopla donde quiere, soberbiamente desarraigado, Vogelfrei).
Veremos cómo ambas actitudes se reproducen en Heidegger -hijo de un sacristán católico y educado en un
milieu escolástico- y en Nietzsche -hijo de un pastor protestante y educado en la liberal y humanista
Schulpforta-.
12
intercambios. Este conjunto de máximos es Europa, o la imagen de Europa. ... Es
notable que el hombre de Europa no se vea definido por la raza, ni por la lengua,
ni por las costumbres, sino por los deseos y por la amplitud de la voluntad.”F
16
F No
en vano los forjadores de la Europa moderna, científica: Descartes y Galileo,
defendieron el carácter infinito de la voluntad -en esto, el hombre se equipararía a
Dios-. Un rasgo que acabará por hacerse absoluto -por convertirse en el Absoluto-
al final de la metafísica moderna, con Schelling, Schopenhauer y Nietzsche.
3.- Al cosmopolitismo por el nacionalismo.
Cabe ver remansada toda esa catarata de máximos en una laguna de profundas y
sombrías aguas, como si la entera historia universal estuviera secretamente al
servicio de una geografía espiritual; según esa creencia, todos los tiempos y todas
las naciones de la tierra deberían dividirse según un antes y un después de la
entronización de Europa como sede de la Humanidad: unas naciones han servido
ya de gigantesca praeparatio para tan fausto Advenimiento, que por lo demás
tiene supuestamente lugar en la nación del historiador de turnoF
17
F; otras: algunos
Estados nacionales europeos decimonónicos, habrán de convertirse en
protectores de los pueblos todavía «naturales», estancados aún en un estadio
infantil o, como se dirá después: en vías de desarrollo, siguiendo el empinado
camino -vigilado, claro está- que los llevará al nivel de esa «Humanidad» que
Europa estaba empezando a alcanzar ya. Es -o fue- cuestión acremente
disputada la relativa al Estado europeo que habría de alcanzar la supremacía, y si
ésta tendría que cargarse en la cuenta de la filosofía, de las ciencias positivas o
del desarrollo de la moral. Lo único relevante al respecto es -o era- el
eurocentrismo, con origen en una Nación o Pueblo señalado, y con meta en la
Humanidad. A través del tortuoso curso de la Historia Universal, de sus crímenes
y matanzas, del derrumbamiento de Imperios y del estallido de mezquinas
pasiones, el sujeto eurocentrista ve, cual nuevo y secularizado Parsifal,
transformarse el tiempo en espacio y concentrarse todo en un instante
dichosamente radiante.F
18
Lo verdaderamente significativo al respecto (algo que, ex post festum, revela una
moralizante hipocresía) es que dicho eurocentrismo ocultaba un nacionalismo
excluyente, revestido con la brillante capa del europeísmo, primero, del
internacionalismo luego, y del cosmopolitismo, al cabo.F
19
F Tal sería el
16
Cit. en Derrida, op.cit., 70.
17
He aquí lo que les dice el buen Schiller a sus alumnos de Jena, en 1789: “Incluso el que en este momento
nosotros nos encontremos aquí, que nos reunamos con este grado de cultura nacional, con esta lengua, estas
costumbres morales, estas ventajas burguesas, esta medida de libertad de conciencia, es el resultado quizás de
todos los hechos universales anteriores: toda la historia universal sería al menos necesaria para explicar
únicamente este momento..” (¿Qué significa y con qué fin se estudia Historia Universal? Univ. de Murcia
1991, 10).
18
R. Wagner, Parsifal, libreto de la ópera ed. por Ingrid. H. Verch. TeldEC, Hamburgo 1991, 93
[Gurnemanz se dirige a Parsifal]: „Du siehst, mein Sohn, / zum Raum wird hier die Zeit.“ (“Ve hijo mío,
cómo el tiempo se torna aquí en espacio”). Las acotaciones de Wagner señalan que el bosque desaparece y
que en los farallones se descubre un pasadizo, siguiendo el cual desembocan guardián y caminante “in den
mächtigen Saal der Gralsburg” (“en la poderosa sala de la fortaleza del Grial”). Se trata pues de un camino
iniciático, que va de las tinieblas a la luz, de la sujeción a la naturaleza al dominio sobre ésta, del pasadizo
subterráneo -estrecho y recto- a la estancia circular y abierta al luminoso cielo: per aspera ad astra!
19
En el cap. VII me ocuparé del peculiar cosmopolitismo de Ortega, deudor del aristocratismo intelectual
individualista propio de Nietzsche, y que, al contrario de lo arriba señalado, se separa claramente de todo
13
«razonamiento» del «buen nacionalista», según la donosa imitación que, bien
ácidamente, hace el maketo o charnego Derrida de esa tan extendida como
confusa convicción: “Soy (somos) tanto más nacional cuanto más europeo, y
tanto más europeo cuanto más internacional; nadie es más cosmopolita y
universal que ese ‘nosotros’ que os habla.”F
20
F Menos «planetario» (o más
reticente, por creer que Occidente ha de seguir siendo en todo caso un coto
restringido, no extensible a la humanidad toda), Heidegger pasa también con toda
tranquilidad de la filosofía alemana a la filosofía, así como de Alemania a Europa,
y de ésta en fin a Occidente. Como si extendiera la vieja y obsoleta idea del
preformismo biológico a un supuesto organismo -o sistema cerrado- llamado
“Occidente”, cree el filósofo en 1936 que el «ser alemán» (interiorizado en cada
uno de ese ‘nosotros’ que os habla como: “nuestra existencia histórica”F
21
F) corre
peligro de muerte, vacilando como estaría ante la doble tentación de dejarse
«infectar» por lo asiático o de perder voluntariamente sus raíces al diseminarse
por «ahí fuera»: (otra «infección», esta vez buscada, por entregarse Europa-
Occidente, atolondrada, a su propia degeneración colonial).F
22
F No hace falta desde
luego tener un gran conocimiento del pensar heideggeriano (o mejor, en este
caso: de la ideología concomitante, y contaminante) para «traducir» ese proyecto
de salvación “ante lo asiático” como llamada al «cerramiento» de la Europa
germánica (en el sentido lato dado al adjetivo por Hegel, si queremos ser
generosos en nuestra interpretación) ante el bolchevismo soviético, mientras que
el peligro opuesto: la “explosiva fragmentación (Aufsplitterung) de los pueblos
europeos”, se debería -como acabo de insinuar- a su excesiva entrega a las viejas
colonias y a su acomodación en ellas, hasta el punto de que las nuevas tierras
acabarían por agostar el espíritu europeo originario.F
23
F Y hasta sabemos el nombre
internacionalismo (y aun nacionalismo): “El cosmopolitismo intelectual se afirma sobre la tierra, en
significativo contraste con el fracaso del internacionalismo político.” (Cosmopolitismo. En: Historia como
sistema y otros ensayos de filosofía. Revista de Occidente/Alianza. Madrid 1981, p. 108).
20
El otro cabo, 43. Así también, el terrorismo abertzale insiste en que quiere hacer del País Vasco un Estado
independiente para integrarlo en Europa: un “país libre” en una “Europa libre”, dicen sus portavoces.
21
“Unser geschichtliches Dasein”. Europa und die deutsche Philosophie. En: H.-H. Gander (ed.), Europa
und die Philosophie ( = EudPh ). Klostermann. Frankfurt/M. 1993, p. 31.
Heidegger comienza la conferencia de Roma adelantando que va a decir algo „von der deutschen Philosophie
und damit von der Philosophie überhaupt” (ib., subr. mío).
22
Adviértase el tono apocalíptico -y de «gran decisión», al estilo del último Nietzsche- con que presenta
Heidegger el problema: según él, el futuro de “nuestra existencia histórica” (se supone que la de los
alemanes: está hablando en el Kaiser-Wilhelm-Institut de la Bibliotheca Hertziana de Roma; F.D.)
“gleichkommt dem nackten Entweder-Oder einer Rettung Europas oder seiner Zerstörung.“ Y advierte que -
hablando à la Kant- la doble condición de posibilidad de salvación consiste en: „Die Bewahrung der
europäischen Völker vor dem Asiatischen. 2. Die Überwindung ihrer eigenen Entwurzelung und
Aufsplitterung.“ (ibid.)
23
Al igual que en el caso de su admirado y a la vez temido y denostado Nietzsche, el «racismo» -si así
queremos expresarnos- de Heidegger es bien peculiar. En primer lugar, está bien lejos de defender la
supremacía de una supuesta raza aria y, en general, de profesar el biologicismo -tan ingenuo científicamente
como destructivo políticamente- de la ideología oficial nacionalsocialista. Heidegger parece cree más bien en
un espíritu cultural, transmitido sobre todo -como también en Fichte- por la fuerza de la lengua, y que,
procedente de Grecia, se habría transmitido -a pesar de la traición de Roma y de su pérfida aliada: la Iglesia
Católica- de distinta manera a los pueblos europeos. De todas formas (y de acuerdo en lo esencial con Hegel,
para quien Europa habría nacido de la mezcla del elemento germánico -los bárbaros- con una base clásica,
pero cambiando a la odiada Roma por Grecia y la invasión histórica por una migración mítica), Heidegger -
también en esto muy nietzscheano- parece defender no tanto la pureza de sangre cuanto la mezcla armoniosa
y equilibrada in illo tempore de dos pueblos -diríase- primigenios: el germánico y el proto-griego: no se
habría tratado en ningún caso de una invasión, sino de un encuentro, siguiendo el ideal de la huida de climas
extremosos (la búsqueda de la «zona templada»): habrían sido los germanos los que, descendiendo por el
14
que da Heidegger a este espíritu degenerado, casi más un espectro (Ghost)
globalizador y extemporáneo (no en vano marca el fin de la historia... europea)
que un espíritu (Geist) sabedor de sí y autorreferencial: lo llama Amerikanismus.F
24
F
Danubio, habrían acabado por encontrarse con los habitantes de Morgenland (la “tierra de la mañana”), que a
su vez procederían de las riberas del Indo. De esa fusión, de esa verdadera confluencia habría surgido
primero Grecia, y luego Europa. «Base documental» para tan peregrina ensoñación (“die geheimnisvollen
Bezüge zum Osten.” Brief über den Humanismus = BH; GA 9, 338) la encuentra Heidegger en una lectura
suo modo del himno fluvial Der Ister y en la 3ª estr. de Die Wanderung, de Hölderlin, algunos de cuyos
versos reproducimos:
Es seien vor alter Zeit
Die Eltern einst, das deutsche Geschlecht,
Still fortgezogen von Wellen der Donau
Am Sommertage, da diese
Sich Schatten suchten, zusammen
Mit Kindern der Sonn’
Am schwarzen Meere gekommen;
Und nicht umsonst sei dies
Das gastfreundliche genennet.
(Die Wanderung vv. 31-39; WuB I, 325).
[Al poeta le habría sido revelado que:]
Antes del tiempo antiguo habrían
Los padres, la estirpe alemana,
Quedamente llevados por las ondas del Danubio
Un día de estío, cuando ellos
Andaban en busca de sombra, confluido
Con los hijos del sol
En el Mar Negro;
No en vano es éste
Llamado El Hospitalario.
Por lo demás, es cierto que los germanos bajaron con sus naves por el Danubio, para comerciar con los
pueblos ribereños del Mar Negro (ésa es una de las bases de Das Nibelungenlied). Pero lo hicieron en la Alta
Edad Media, hacia el 900, y por tanto después de las invasiones bárbaras. Heidegger aprovecha pro domo sua
la mítica visión de Hölderlin para reivindicar -frente a los nuevos «bárbaros» del régimen, como Rosenberg-
la herencia griega en cuanto parte constitutiva del ser alemán (ello explicaría la espiritual consanguinidad
que el filósofo ve entre ambas culturas: una, la griega, que alumbra el primer inicio de la Historia del Ser; la
otra, la de la Alemania del Reich, esa Mitteleuropa que, de ser fiel a su destino, podría asistir al otro inicio).
Muy ilustrativo de esta «geografía mística» es el ya citado curso sobre »Andenken«. Ver p.e. § 43:
“Griechenland und Germanien: Die Ufer und Seiten des Übergangs zum Lernen des geschichtlich Eigenen“
(GA 52, 128-132). Sobre la manía «aria» a la que por una vez sucumbió Heidegger, véase la “transición
fácil” (por decirlo con Hume) con que el filósofo pasa de una oscura alusión de Hölderlin en Andenken (“Nun
aber sind zu Indiern / Die Männer gegangen”) a: 1) una interrogación retórica; 2) una conjetura; 3) una
afirmación categórica. Ad 1m.: “Zu »Indiern«? An den Indus?“. Ad 2m. (en el párrafo siguiente): “Zu den
Indiern an den Indus? Wie wenn am Indus die ferne Herkunft Germaniens wäre und von dorther die Eltern
des heimischen Landes gekommen wären.“ Y como inicio -ad 3m.- del párrafo siguiente: “»Indus« ist im
Bereich der Hymnendichtung der dichterische Name für die Urheimat, die aber gleichwohl fern bleibt.“ (GA
52, 184s.). De todas formas, y más allá de turbias concesiones a la ideología nazi, «apoyadas» por alguna
expresión hölderliniana literalmente «sacada de quicio», lo que a Heidegger le interesa de veras resaltar es la
afinidad esencial de Grecia y Alemania, inicio y fin de esta historia (con la posibilidad para Alemania de ser
el inicio de otra historia, postmetafísica): “Das Griechenland ist für Hölderlin das Andere zum Abendland.
Das Eine und das Andere gehören in eine einzige Geschichte.“ (GA 52, 79; el punto -§27, 3- en que se
inserta el pasaje está dedicado a: “»Das Fest« und das Er-eignis. Das Fest des Geschichtstages in dem
Griechenland. Hölderlin und Nietzsche“: 76-79).
24
Aunque pueda resultar anecdótico, no deja de ser significativo que el Oscar 2000 al mejor Actor haya ido a
parar a Russel Crowe, un neozelandés, por su interpretación de Maximus (al principio, un general afincado
en la Lusitania «extremeña»): el Gladiator, en el film homónimo de Ridley Scott. Y quizá aún más curioso (o
irritante, según el apego que se tenga a la vieja Roma y al latín) es que en España haya que mentar el film con
15
En ambos casos -bolchevismo y americanismo- se trataría de dos
manifestaciones de una y la misma gigantesca “maquinación” (Machenschaft)
propia del fin de la metafísica: el nihilismo.F
25
F Pero seguramente triunfará -adelanta
Heidegger ya en torno a 1936- el Americanismo, pues sólo él cumple hasta las
heces la paradoja destinal de entregarse al nihilismo mientras abiertamente lo
niega y dice luchar por la libertad y por los viejos y buenos valores cristianos.F
26
F De
hecho, según Heidegger, para el Amerikanismus (aquí identificado claramente
con el pragmatismo) es verdadero lo que tiene éxito. Lo demás es “especulación”
(Spekulation), o sea “ensoñación 27
lejana a la vida.”F
4.- La obsesión por el Centro: Alemania, ese Gran Corazón.
No está solo Heidegger en esta hiperbólica interpretación de Europa como el
continente de la gran decisión: la decisión de serlo todo (caput mundi) o nada (ya
sea por invasión de lo Ajeno o por diseminación en ello).F
28
F Ni tampoco es el único
filósofo que haya asentado como sujeto de esa decisión a Alemania, das Land der
Mitte.F
29
F Ya Leibniz, en sus denodados intentos por evitar el descoyuntamiento del
la pronunciación inglesa (Gladiéitor), a pesar de que el término haya sido tomado tal cual del latín
(Gladiator, -oris). Y ello, por no hablar de la deformación hollywoodense de aquellos turbulentos tiempos de
Marco Aurelio y Commodo. Por cierto, pícaros romanos se visten ahora de soldados en las inmediaciones del
Foro, para aprovecharse de la publicidad que la película ha hecho de «Roma», de modo que los turistas
american(izad)os acaben contemplando y entendiendo esas ruinas -y la historia en ellas latente- desde el film,
así convertido en criterio de verificabilidad. Es la misma lógica que la seguida por los parques temáticos, con
su recreación de la historia o de lugares exóticos.
25
BH. GA 9, 340s.: „Wer den »Kommunismus« nur als »Partei« oder als »Weltanschauung« nimmt, denkt in
der gleichen Weise zu kurz wie diejenigen, die beim Titel »Amerikanismus« nur und dazu noch abschätzig
einen besonderen Lebensstil meinen. Die Gefahr, in die das bisherige Europa immer deutlicher gedrängt
wird, besteht vermutlich darin, dass allem zuvor sein Denken -einst seine Grösse- hinter dem Wesensgang
des anbrechenden Weltgeschickes zurückfällt, das gleichwohl in den Grundzügen seiner Wesensherkunft
europäisch bestimmt bleibt.“
26
Beiträge zur Philosophie ( = BzPh) II,72. GA 65, 140: „Wenn die zwei äussersten Gegenformen des
Nihilismus sich und zwar notwendig am schärfsten bekämpfen, dann führt dieser Kampf so oder so zum Sieg
des Nihilismus, d.h. zu seiner erneuten Verfestigung und vermutlich in der Gestalt, dass man sich selbst
verbietet, je noch zu meinen, der Nihilismus sei noch am Werk.“
27
Grundfragen der Philosophie ( = GFPh). WS 1937/38. GA 45, 55.
28
La idea de la diseminación (sobre todo en América) como «sangría», la exhortación a “cuidar del propio
jardín” como el Cándido de Voltaire, en lugar de desparramarse «por ahí fuera», no ha dejado de obsesionar
al pensamiento conservador europeo, guardián de las supuestas esencias de la patria y del continente. Así, un
autor anónimo, ganador del Prix de l’Académie Française en 1788, lanzaba estos retóricos interrogantes: “Si
los europeos que consagraron su vida al desarrollo de las fuentes de América se hubieran dedicado en Europa
a talar montes y a construir carreteras, puentes y canales, ¿acaso entonces no habría encontrado Europa en su
propio seno las principales cosas que importó de América, o algo comparable? ¿Y qué cantidad inmensa de
productos no habría dado el suelo de Europa, si hubiera sido llevado a ese estado de cultivo para el que tiene
capacidad?” (Cit. en Ernst Hinrichs, Introducción a la historia de la Edad Moderna.. Akal. Madrid 2001, p.
129). Bastaría recordar al anónimo comunicante algo trivial: que muy pocos se van de su tierra por gusto,
sino por necesidad perentoria, y que contra una intolerable opresión social sólo cabe marcharse... o rebelarse.
Ese premio se concedió un año antes del estallido de la Revolución Francesa.
29
Ver el curso SS 1935: Einführung in die Metaphysik (GA 40; cito por la tr. esp. de A. Ackermann:
Introducción a la metafísica. Gedisa. Barcelona 1993). Allí se adelanta ya lo señalado en nota 26, pero esta
vez sin tapujos: “Rusia y América son lo mismo... la desolada furia de la desenfrenada técnica y de la
excesiva organización del hombre normal”. Estos dos bastiones del nihilismo atrapan con su “tenaza” a
Europa, que en su “ceguera” está: “siempre a punto de apuñalarse a sí misma” (p. 42). Vienen luego unas
cuantas consideraciones pesimistas, y el párrafo siguiente comienza con el «salto» (identificación de Europa
y Alemania, o al menos condensación de aquélla en ésta) que el lector ya presentía: “Nos hallamos dentro de
la tenaza. Nuestro pueblo, por encontrarse en el centro, sufre la mayor presión de estas tenazas.” (p. 43). La
razón aportada por Heidegger le deja a uno estupefacto. Alemania -dice- sufre esa presión: “por ser el pueblo
16
Sacro Imperio Romano Germánico, afirma que: “El Imperio es el miembro capital
(Hauptglied) de Alemania, y ésta el centro (Mittel) de Europa.”F
30
F También él, como
Heidegger, enraíza el destino de Europa en la herencia griega, cuyo mejor legado
habría sido el principio de la afirmación de la propia voluntad: el rasgo definitorio
de lo europeo; y también él advierte del gran peligro de que se produzca un vacío
de poder en el centro de Europa.F
31
F Pero al contrario de Heidegger, y con mayor
visión de futuro, aboga por la creación de una “federación de estados”
(Staatenbund) como factor de consolidación política de la deutsche Nation. Por su
parte, el «cristianísimo» Schelling no se contenta con que Alemania salve a
Europa. Este Pueblo Elegido habrá de salvar al mundo. Y así, vaticina: “En
Alemania se decidirán los destinos del Cristianismo”. Lo que, en su caso, quiere
decir: Alemania será el lugar de la reconciliación universal, de la fiesta de
rejuvenecimiento del mundo. Apoyos para tan estupenda profecía: la primera
«razón» aducida es metafísica, si es que no directamente ideológica. Asegura
Schelling que: “el pueblo alemán es reconocidamente el más universal”,F
32
F así
como “también el más amante de la verdad”. De nuevo se da aquí el salto de un
pueblo en particular a la universalidad de la especie humana, como en otro
respecto criticará Derrida (cf. supra nota 16). El otro apoyo es histórico, y consiste
en una inducción para nosotros hoy bien poco convincente: Schelling ve en efecto
acercarse el fin de los tiempos en la aceptación del catolicismo y del
protestantismo “para cada parte singular de Alemania, con derechos plenamente
iguales”, con lo que sólo faltaría la conversión de los judíos para la reunificación y
con más vecinos y por tanto el más amenazado y, con todo ello, el pueblo metafísico.” (ibid.). A la vista de
los sucesos inmediatamente ulteriores, habría que pensar más bien que eran los vecinos del “pueblo
metafísico” los amenazados por él. En todo caso, no se ve por qué un pueblo situado en el centro de un
continente haya de ser el más amenazado: basta pensar en Suiza. Con respecto al destino metafísico de
Alemania, Heidegger «aclara» esa afirmación al señalar que el ser es “el destino espiritual de Occidente” (p.
42), y que la “misión histórica” de Alemania “como centro de Occidente” (p. 53) consiste en la “decisión
esencial” de preguntarse por el ser, con lo cual giramos en círculo.
30
Denkschrift über die Festigung des Reichs (1670). En: Deutsche Schriften, ed. W. Schmied-Kowarzik.
Leipzig 1916; 2, 56.
31
Leibniz escribe esto veintidós años después del final de la devastadora Guerra de los Treinta Años. Por su
parte, cuando Heidegger siente más en lo vivo la estrechísima conexión entre Alemania y Europa han pasado
poco menos de veinte años del final de la Gran Guerra, luego llamada: Primera Guerra Mundial, y cuya
repetición «corregida y aumentada» pretenderá impedir Heidegger en 1935, sustituyendo la contienda armada
por “el despliegue de nuevas fuerzas históricas y espirituales, desde el centro” (tr.cit., p. 43). La Alemania
postbélica del “milagro económico” intentará seguir tardíamente ese exhorto (no sin el apoyo y la guía de los
Estados Unidos). Pero aunque el intento -ya aglutinado ese “centro” en la Unión Europea- pueda tener algún
éxito en el plano económico (y aun esto es dudoso), pocas dudas caben hoy de que las “fuerzas históricas y
espirituales” (por más que muchos intelectuales europeos tiendan a despreciarlas) proceden más bien de una
de las pinzas de la “tenaza”, y no del centro.
32
Tal universalidad, de existir, no podría desde luego ser atribuida a la expansión colonialista de los pueblos
germánicos. El Primer Reich bastante tenía con mantener una precaria y frágil conexión entre sus numerosos
Estados y estadículos, aguantando la presión primero de España, y luego de Inglaterra (introducida en el
corazón del Reich a través de Hannover), y también de Rusia en el flanco este, como para intentar
expandirse. Más bien habría que entender la supuesta universalidad al revés: como una «importación
cultural» (no exenta de deformaciones cursis) de lo que hombres como Winckelmann o Lessing primero, y
Goethe o Schiller después, consideraban que había sido la gran cultura grecolatina, y que se plasmó -sobre
todo en Berlín y en Munich- en la erección de monumentos y edificios als ob: como si se estuviera viviendo
en una soñada Grecia teutona. Sin olvidar, por otra parte, el poderosísimo influjo de la cultura y la lengua
francesas en la Alemania (y sobre todo en la Prusia) del siglo XVIII. Así, se trataría en el mejor de los casos
de una universalidad por absorción y asimilación, no por expansión y adecuación a lo extraño. O sea: el
pueblo alemán sería el más universal, no por identificarse con la humanidad, sino más bien ¡porque ésta
habría de identificarse al fin con Alemania, con sus valores y su modo de pensar y vivir!
17
pacificación, primero, de Alemania; luego, de Europa; y en fin, bajo su égida, del
mundo entero.F
33
F
33
Philosophie der Offenbarung. En: Sämtliche Werke. Ed. F.K.A. Schelling. Cotta. Augsburgo-Stuttgart
1858; 2/4, 320.
18
7BII - HUSSERL: SOLICITUD DE UNA EUROPA RAZONABLE Y UNIVERSAL.
Europa ... es y presumiblemente seguirá siendo siempre la
verdadera
patria de las artes y las ciencias, el continente en el que más se ha
elevado la cultura; a pesar de ser el más pequeño, en virtud de la
infinita
supremacía que por el impar desarrollo -siempre creciente- de
todas las
capacidades naturales humanas ejercen sus habitantes sobre los
demás
pueblos de la tierra, Europa ha llegado a ser para siempre el
continente
rector.
Christoph Martin
Wieland.F
34
F
1.- La crisis de la razón, por exceso de «razón».
Pues bien, por extraordinario que ello resulte, la más redonda y cabal
identificación del destino de Alemania con el de Europa y del de ésta con el del
mundo entero procederá en efecto de un pensador judío. Ciertamente, converso:
pero convertido a la filosofía y a su origen griego, no a la religión. Y más: a la
única filosofía que tendría una validez universal por ser, no ya simplemente
“amante de la verdad”, sino la autojustificación y autoexhibición de la verdad
misma. Se trata de Edmund Husserl, el maestro de Heidegger (o más
exactamente: el Herr Professor bajo cuya égida trabajó aquél de joven). Hacia la
misma época en que Heidegger pide desde Roma un heroico esfuerzo para salvar
a Europa se celebra en el conjunto de escritos que, publicados póstumamente en
1954, serán conocidos como La crisis de las ciencias europeasF
35
F la coincidencia
de la Filosofía (entendida como Ciencia Universal), de Europa y de la Humanidad,
justamente en el momento de la Krisis (otro modo de hablar de la necesidad de
una decisión, cuando -en el momento álgido- o bien se remonta una enfermedad
o bien está el paciente a punto de ser desahuciado): “Las naciones europeas
están enfermas, Europa misma está -se dice- en crisis” (p. 324). La dolencia
mortal en la que se consumiría Europa consistiría en una degeneración del
34
Das Geheimnis des Kosmopoliten-Ordens (1788). En: Aufsätze zu Literatur und Politik. Rowohlt.
Reinbeck/Hamburgo 1970, p. 133: „Europa ... ist, und vermutlich immer bleiben wird, das wahre Vaterland
der Künste und Wissenschaften, der Weltteil, worin die Kultur aufs höchste gestiegen, und der, wiewohl der
kleinste, kraft der unendlichen Obermacht, die seiner Bewohner durch die ungleich grössere un immer
fortschreitende Ausbildung aller menschlichen Naturfähigkeiten über die übrigen Völker des Erdbodens
erhalten, auf immer der herrschende geworden ist.“
35
Die Krisis der europäischen Wissenschaften und die transzendentale Phänomenologie. «Husserliana» VI.
Nihoff. La Haya 1954. Cito directamente en el texto por la tr. (incompleta) de J. Muñoz y S. Mas. Crítica.
Barcelona 1991. Es interesante consultar también Crisi e rinascita della cultura europea (Marsilio. Venecia
1999), que recoge la vers. italiana de la conferencia de Viena y Praga: Die Krisis des europäischen
Menschentums und die Philosophie (1935; también incluida en la vers. esp.) y de Die Idee einer
philosophischen Kultur (de la Erste Philosophie. «Husserliana» VII. Nijhoff. La Haya 1956, pp. 8-17 y 203-
207), junto con un esclarecedor Prólogo (“La filosofia come lingua europea” ) de Renato Cristin.
19
poderoso vástago de la filosofía: la ciencia moderna, que habría renegado de su
origen y, despedazada en especialidades, pretendería olvidar el universalismo
griego.Pero ello supone traicionar al propio ser (como en el enjuiciamiento
heideggeriano), ya que el científico “en cuanto tal es hombre greco-europeo” (p.
313); y traición sería, también, al propio órgano de control, ya que, junto con las
ciencias particulares, la filosofía constituye el “cerebro operativo” de Europa (p.
348).
Por otra parte, si nos vamos de estos atributos «operativos» a los «entitativos»,
vemos cómo Husserl eleva a la filosofía europa a la: “idea que constituye el
impulso vital del nivel más elevado de la humanidad” (p. 281), en razón de que es
la filosofía la que “hace posible el desarrollo hacia una autonomía personal y
humanitaria omniabarcante.” (p. 280s.). Es esa autonomía la que convierte a los
filósofos en “funcionarios de la humanidad” (p. 18), mientras que el político sería
tan sólo el “funcionario de la nación” (p. 338). El problema estriba en cómo
conjugar en un mismo “funcionario” (si no el político, sí el profesor de filosofía) los
intereses particulares de la nación y los universales de la humanidad: un
problema con el que ya se había enfrentado Kant al contestar a la pregunta: ¿Qué
es la Ilustración?, con la gran diferencia de que la era de Federico tiene poco que
ver con los tiempos sombríos de Hitler, cuando al viejo profesor judío se le
negaba incluso el acceso a la Universidad de Friburgo. Por ello es tanto más
patético ver aferrarse a Husserl a ideales negados por la infame praxis política de
los años treinta; pero aún más doloroso resulta constatar su incapacidad para
darse cuenta de que esos mismos ideales tienen ramificaciones que desembocan
precisamente en esa praxis. Así, tras afirmar que el rasgo definitorio de Europa es
la teleología del individuo, ligada a la irrupción de la filosofía (p. 327), delimita las
fronteras «espirituales» de Europa, desechando al respecto como extranjeros a
los pueblos que, aun habitando en Europa o en las regiones por ella colonizadas,
no encajan en esa peculiar teleología de triple cuño: el carácter “omnivinculante”
de las producciones culturales (p. 328), la configuración libre de la existencia, y la
guía de la vida bajo ideas racionales, para llevar a cabo tareas infinitas.F
36
F
2.- Racismo geofilosófico.
Con ese baremo, Husserl establece su muy peculiar geopolítica de Europa: ésta,
en cuanto Gestalt espiritual, no coincidiría sin más con el continente geográfico,
sino que incluiría los dominions ingleses y los Estados Unidos, excluyendo en
36
Cristin intenta, ciertamente, «urbanizar» a Husserl; primero, insistiendo en que es el propio método
fenomenológico el que obliga a pasar de la egología inicial (necesaria, pero insuficiente) a la heterología (en
cuanto intersubjetividad trascendental), de modo que sólo la experiencia de la straneità puede llevar a
cumplimiento rotundo el momento egológico (op.cit. p. 99). De ahí su insistencia en la inter-identità (p. 101).
Pero el problema estriba en la constitución de tal alter ego: pues si éste no se yergue en su abisal
irreductibilidad, sino que pertenece al horizonte de mi propia cultura (algo exigido igualmente por el método:
cf. p. 60s.), ya forma parte de la “tribu”, sea ésta mi nación o la “supranacionalidad europea” (La crisis... p.
330). En términos schmittianos, puede ser amicus o inimicus, pero nunca hostis. Y éste es justamente el
problema que habría que resolver: cuál haya de ser nuestra actitud hacia el lejano y extraño en cuanto tal, y
no hacia quien «comulgue» -lo sepa o no- con nuestras ideas y que, por pertenecer a la «gran familia»
europea, estaría por ello facultado -de una manera que los pueblos europeos no alcanzarían jamás por sí
solos- a desembocar, a través de la idea que lo anima y guía, nada menos que en “el devenir espiritual global”
(Cristin, op. cit. p. 100).
20
cambio a “esquimales, indios y gitanos vagabundos” (ibid.).F
37
F Este “funcionario de
la humanidad”, refugiado en la consolación de la filosofía en el momento en que
él, y su raza, se ven excluidos primero y exterminados luego por quienes propalan
la idea de una Europa unida (bajo el Reich, naturalmente) no ve en efecto que ha
sido y es la política de exclusiones, de limpieza «espiritual» (por ella se empieza,
para pasar después imperceptiblemente a la «étnica») la que ha precipitado a la
vieja Europa -hecha de remiendos, entre el mosaico y el patchwork- a la Krisis de
la que, al menos hasta ahora, no se ha repuesto. De ahí lo patético de los
esfuerzos de Husserl por «reanimar» a Europa, como cuando insiste en que las
naciones europeas forman “algo así como una fraternidad” y tienen el “sentimiento
de estar en el propio hogar” (p. 329); y lo dice justamente cuando ellas se están
despedazando dentro de sí (como en la Guerra Civil española), en cuanto
preámbulo para el magno intento de destrucción generalizada, a partir de 1939.
En cambio, “todo el resto” (Husserl no especifica si entre ese “resto” se hallan
también los viejos restos -europeos, guste o no- del Imperio Austro-Húngaro,
incluyendo las zonas de religión musulmana) suscita, dice, sentimientos de
“extranjería y ajenidad” (ibid.). Y no sólo eso: la «prueba» que Husserl aduce
respecto a la supremacía espiritual de Europa sobre ese resto (definido
negativamente como todo lo que no es Europa ni, por ende, verdadera
Humanidad) consistiría en que los demás pueblos están deseando “europeizarse”,
y ello -dice el filósofo, con un candor desarmante- “independientemente de toda
consideración de utilidad”, mientras que a ninguno de nosotros, los europeos, se
nos ocurriría, por ejemplo, “indianizarnos” (siempre que tengamos, añade: “una
comprensión cabal de nosotros mismos”, tarea encomendada naturalmente al
filósofo, ese funcionario «al cuadrado»: del Estado y de la Humanidad). Se ve que
para Husserl la miseria, el tribalismo, la injusticia social o la opresión política no
son en absoluto los móviles de los emigrantes, ni tampoco -en perfecta
correspondencia- la educación euroamericana de las elites de países en
desarrollo influye para nada en la «penetración» cultural de la “entelequia” Europa
-ese “ser ideal” y “polo eterno” (p. 330)- en dichos países, como pródromo -o
fenómeno concomitante- del neocolonialismo. A menos que Husserl se refiera
sibilinamente a ese elitismo cuando pone en manos de selectas minorías, de
“círculos pequeños” (p. 331), la ingente labor de mutación progresiva de la
37
Es bien interesante esta alusión a los “dominios ingleses” y a los Estados Unidos, dejando por consiguiente
fuera del juego «europeo» a México, Centroamérica y Suramérica (también pues a Argentina y Chile).
Husserl se limita así a rozar apenas la espinosa cuestión del colonialismo, no sin dejar entrever un cierto
racismo no sólo eurocentrista, sino anglosajón. Los territorios ajenos al continente europeo considerados
como parte espiritual de Europa fueron poblados por británicos, holandeses y centroeuropeos, dadas la
escasez de mano de obra disponible y apta (¿consideraría Husserl como parte de «Europa» al enorme
contingente de esclavos negros que trabajaban en los campos de algodón de los Estados Unidos?) y la falta de
riquezas del subsuelo (al menos, prima facie y con la incipiente técnica de los siglos XVI y XVII),
circunstancias que obligaron a los colonos de las posesiones inglesas a un asentamiento duradero, cada vez
más desconectado de la metrópoli. Esos factores no se dieron en cambio en los dos grandes virreinatos de la
España colonial: México y Perú, con una población relativamente sumisa, organizada y dispuesta al trabajo
(como que había estado ya sujeta a grandes imperios) y con ricos yacimientos de oro y plata: dos factores
antitéticos (lo primero favorece el asentamiento y la autonomía; lo segundo convierte al territorio en un mero
fondo suministrador de metales preciosos, en beneficio exclusivo de la metrópoli) que -entre otras razones-
impidieron en Hispanoamérica la implantación de una burguesía emprendedora y comercial. Sin embargo, y
desde el punto de vista de la cultura literaria y artística, Nueva España, p.e., rivalizó con la metrópoli y aun la
superó hasta bien entrado el siglo XVIII.
21
Humanidad hasta llegar a hacer realidad la ecuméne que, idealmente, Europa ya
representa.F
38
F
Ideas tales, y expresadas además en uno de los momentos más graves de la
historia europea, hacen que el propio Husserl parezca retroceder, asustado ante
las posibles objeciones de “rehabilitación... del racionalismo, de la Aufklärerei, de
un intelectualismo que se pierde en un teoreticismo extraño al mundo.” (p. 346s.).
Pero, lamentablemente, la acusación puede ser mucho más grave: pues aunque
no tenga sentido empeñarse en andar buscando aquí un vacuo teoreticismo, sí lo
tiene en cambio denunciar la violencia (metafísica y metapolítica, si se quiere) que
late en esas ideas, con independencia de que el anciano fundador de la
fenomenología tuviera conciencia de esa carga oculta. Husserl repite aquí, a un
nivel abstracto, la misma actitud agresiva de dominación que el colonialismo
europeo ha mostrado en el plano político. Puede comprobarse este punto en la
analogía por él empleada: “así como el hombre, incluyendo al papúa, representa,
frente al animal, un nuevo nivel de animalidad, así la razón filosófica representa
un nuevo nivel en la humanidad y en su razón.” (p. 348). Al pronto, parecería que
“hombre” designase aquí un género, cuyas especies -en pie de igualdad- fuesen,
por ejemplo, el papúa y el europeo. Ahora bien, que esta especie quede elidida, y
venga sólo implícitamente designada por el término inicial “hombre”, permite
suponer aquí la ecuación “hombre” (sin más determinaciones) = “hombre
europeo”, con lo que el papúa viene entonces sobreentendido como un escalón
intermedio entre la animalidad y la plena humanidad. Esta lectura sería solamente
conjetural, si no fuera porque el estricto paralelismo entre los miembros pone en
entredicho tan «generosa» inclusión. En efecto, el término de comparación de
Husserl (axiológicamente inverso a “hombre”, y en cambio equivalente a “papúa”)
38
Husserl sueña con una “síntesis en expansión de las naciones”, una “totalidad supranacional con todas sus
sociedades estratificadas”. Y como cabe esperar: “En esta sociedad total, idealmente orientada, la filosofía
conserva su función rectora”. Y por último: “la filosofía tiene que ejercer su función en la humanidad
europea: la función arcóntica de la humanidad entera.” (p. 346). Así que -idealmente, of course- Europa es la
cabeza rectora de la entera Humanidad, la filosofía rige en esa sociedad total, “círculos escogidos” guían a la
filosofía, y -se sobreentiende- Husserl dirige esos círculos. Y por ende, a la Humanidad toda, de la cual
debiera ser “funcionario”. Todo de manera tan piramidal como ideal, claro está. Pues en realidad, por estas
fechas, Husserl era tratado como un perro muerto por parte de las autoridades nacionalsocialistas,
académicas o no; Heidegger no acudió a su entierro, en 1938. Cuando se le pidieron cuentas de esa
defección, se limitó a contestar: Menschliches Versagen. “Un fallo humano”. Pues ya se sabe que lo
vergonzoso y ruin viene comúnmente tildado de “humano”. Por lo demás, este husserliano «aristocratismo
del espíritu» -en el que comulgaba también, p.e., Ortega y Gasset- no tiene a mi ver, desde luego, nada en
común con la educación de las futuras clases dirigentes (educación, por cierto, que apenas se imparte ya en
Europa: Felipe de Borbón, futuro Rey de España, cursó estudios -a más de los habituales- en la Universidad
de Georgetown, en Washington, D.C., a la que -según declaraciones de 3 de abril de 2001- considera su
second home). La ensoñación de Husserl es más bien de corte idealista-humanista (en su ya citado estudio,
Renato Cristin tilda la doctrina husserliana de umanesimo razionale), y hunde seguramente sus raíces en la
esotérica culminación por parte de Schiller de su propuesta de «redención estético-política»: “Pero, ¿existe
ese Estado de la bella apariencia?” Y si existe, ¿dónde se encuentra? En cuanto exigencia (Bedürfniss:
necesidad sentida, F.D.) se encuentra en toda alma armoniosa (feingestimmten: bien afinada o templada,
como si fuera un piano; F.D.); en cuanto realidad podríamos encontrarlo acaso, como la pura Iglesia y la pura
República, en algunos círculos escogidos (in einigen wenigen auserlesenen Zirkeln), que no se comportan
imitando estúpidamente costumbres ajenas a ellos, sino siguiendo su propia y bella naturaleza.” (Cartas
sobre la educación estética del hombre. Carta 27. Ed. bilingüe [precedida de Kallias] de J. Feijóo y J. Seca.
Anthropos. Barcelona 1990, pp. 380-1. Schiller no explicita quiénes serán los encargados de esa selección
(Auslese), o sea los «delegados» de esa Naturaleza que da el «tono», ni qué normas se aplicarán al respecto
(aunque algo sí está bien claro: no deben imitar costumbres extranjeras; entiéndase: no han de contagiarse del
entusiasmo revolucionario francés, que ha llevado a la Terreur. Las Cartas son de 1795).
22
deja ver también una ecuación: “razón” (sin más determinaciones) = “sentido
común”, frente a la privilegiada “razón filosófica”, propia de un nuevo nivel de la
humanidad (como se nos dice en seguida: “el nivel de la existencia sub specie
aeterni”). De modo que la analogía reza así: en el nuevo nivel de la animalidad, el
hombre (europeo) es al papúa como, en el nuevo nivel de la humanidad, la razón
filosófica es a la razón (sin más, o sea: al sano sentido común). O más a la llana:
comparativamente, y según los planos, el europeo es tan jerárquicamente
superior al papúa como la razón filosófica al sentido común. Y para que no
quepan dudas de quién manda, inmediatamente tilda Husserl a “la filosofía
universal, con todas las ciencias particulares”, de “cerebro operativo” de la cultura,
del cual dependen “la salud y la autenticidad de la espiritualidad europea” (p.
348). De nuevo, no parece descabellado sospechar que en la inclusión de las
ciencias particulares junto con la filosofía universal late una añagaza retórica
(recuérdese además que ha sido la absolutización de esas particularidades la que
ha llevado a Europa a la actual crisis, según Husserl). De la misma manera que
en el caso del europeo se confunden el género y la species maxima de “hombre”,
hasta el punto de que cuando el filósofo escribe sin más el término “hombre” ya
sabemos que se está refiriendo estrictamente al «europeo» (sensu husserliano),
así también la filosofía es una ciencia entre otras y al mismo tiempo la Ciencia por
antonomasia, al ser la única universal.F
39
F De modo que las ciencias (particulares)
no están al lado, sino debajo de la filosofia. Por eso se le «escapa» a Husserl un
contundente adjetivo posesivo cuando habla de ese “espíritu nuevo”, exclusivo de
Europa y “proveniente -dice- de la filosofía y de sus ciencias particulares” (ibid.). Y
no sólo ello: una vez asignada a la filosofía su “total tarea infinita, la del
conocimiento teórico de la totalidad de lo que es”, exige Husserl del filósofo que
tienda “siempre a dominar y hacer suyo el sentido pleno y verdadero de la
filosofía, la totalidad de sus horizontes de infinitud.” (p. 349). Así que dominio y
asimilación del propio métier son las notas características del filósofo, erigido de
este modo en el Sujeto por antonomasia, al cual le está teóricamente sometido
todo lo demás (mediatamente: a través de la filosofía, de la que dependen sus
ciencias particulares, las cuales, a su vez, debieran sujetar y orientar a la razón -o
sentido- común).F
40
F
3.- Circulando por el circuito del Sujeto.
Más importante que reparar en esta peraltación del filósofo (tantas veces repetida
que algunos profesionales del gremio han llegado a creer en su científica
39
Igual paradoja lógica se encuentra en el autor de la «otra» Fenomenología: en Hegel, para el cual la última
figura fenomenológica (la del “Saber absoluto”) es a la vez e inescindiblemente la universalidad concreta del
Saber que el Espíritu tiene de sí.
40
Cristin no deja de notar que “quel ruolo sovrano” parece haberse perdido, y que la filosofía tiene hoy más
bien una “presenza piuttosto marginale”. Pero insiste en que, a pesar de todo, la tarea de la filosofía sigue
siendo la de “curvare in senso autoriflessivo la coscienza della propria identità, in modo che tanto il singolo
soggetto quanto la più ampia comunità culturale siano consapevoli della propria entelechia, del proprio telos,
e li riconoscano come tali, in quanto espressione di un imperativo categorico o, se l’espressione ci turba, di
un compito che il nostro esere umano ci assegna.” (op.cit. p. 75). Pero esta autoconciencia por parte del
singular de su propio télos es justamente lo que constituye al sujeto: “il singolo soggetto viene educato
dall’insieme culturale nel quale vive, e al tempo stesso si autoeduca in base alla propria coscienza.” (p. 51).
Este «círculo», o mejor: esta «espiral» de la educación implica empero, a mi ver, que la relación entre el
individuo y su cultura (eso que llamaríamos “formación” o Bildung) se retroalimenta y crece sólo dentro de
sí, como en un circuito cerrado. De nuevo parece haberse escamoteado el problema de la alteridad, en
cuanto tal (no en cuanto “inter-identidad”).
23
superioridad) es desde luego desvelar el prejuicio latente en ese privilegio: si el
filósofo encarna el ideal de hombre (entiéndase siempre, en Husserl: del hombre
europeo) es porque en él y sólo en él el saber se hace autorreferencial, circular, o
sea: subjetivo. La tan traída y llevada crisis se debería precisamente a la
insurrección de las ciencias particulares respecto a su horizonte universal: “En la
medida en que el mundo circundante intuitivo, meramente subjetivo, fue olvidado
en la temática científica, fue olvidado el propio sujeto operante, y el científico no
llegó a convertirse nunca en tema.” (p. 353). Ello se debe -según Husserl- a que el
objetivismo de las ciencias ha «atado» al hombre a la naturaleza, impidiéndole de
este modo percatarse de sí, de su valor universal y del carácter infinito de su
tarea. Por el contrario, es la vuelta a sí mismo (redditio in se ipsum), la constante
defensa de la subjetividad por parte de la filosofía, la que hace posible “la visión
espiritual del mundo”. Y es que el espíritu, ese florón de la cultura europea, es
justamente -o mejor: debe ser una y otra vez- la compenetración del sabedor y de
lo sabido, pero dentro del sabedor mismo (de ahí la primacía del sujeto). Así
puede establecer Husserl una nueva e implícita analogía de proporcionalidad: el
Espíritu es al Sujeto como la Libertad a la Racionalidad.F
41
F El Principio, o mejor el
Metavalor que permite la analogía es la Identidad (“ser en sí y para sí”, de
acuerdo con la conocida terminología hegeliana, retomada aquí por Husserl). Y de
ese Metavalor se desprenden los valores de autonomía y de autoconocimiento, o
sea: de control sobre sí y, por ello, de capacidad de control y dominio sobre todo
lo demás.
De creer a Husserl, ¿qué ha ocurrido entonces en «Europa», o sea en el lugar
ideal de manifestación del Espíritu? Ha ocurrido una verdadera catástrofe, es
decir: una inversión axiológica, valorativa. El éxito pragmático de las ciencias
naturales y de su instrumento formalizador: las matemáticas, ha llevado al Espíritu
(incardinado en Europa, ya se entiende) a traicionar su propia “teleología histórica
de fines racionales infinitos” (p. 358), imponiendo por doquier el objetivismo y el
naturalismo, o sea: la servidumbre y sujeción del hombre ante lo dado, ante los
«hechos»; en suma, ante lo natural. F
42
F La decadencia de Europa se habría debido,
consecuentemente, a su “alienación respecto de su propio sentido racional de la
vida”. Y por eso, en fin, exige Husserl de la filosofía “un heroísmo de la razón que
supere definitivamente el naturalismo”. Para ello convoca a los “«buenos
europeos»” a luchar sin tregua contra ese cansancio mortal que lleva a
desesperar de “la misión de Occidente respecto de la humanidad” (ibid.).F
43
F
Sería difícil hallar un modelo tan acabado como el del anciano Husserl para
presentar en epítome los grandes prejuicios metafísicos de la cultura occidental:
1) Europa como guía de la humanidad presente y: (2) promesa ideal de lo que
algún día será realmente una Sociedad Total unificada bajo la Razón, concebida
ésta: (3) desde los valores del autocontrol y de la forja de horizontes delimitantes
41
“El espíritu e incluso sólo el espíritu es siendo él mismo en sí mismo y para sí mismo, es autónomo, y en
esta autonomía, y sólo en ella, puede ser tratado de manera verdaderamente racional, de manera verdadera
y radicalmente científica.” (p. 335). Esta vez es Husserl quien subraya, como también en la primera cita del
párrafo siguiente.
42
Por eso, Cristin llega al extremo de decir que el dogmatismo naturalista y el objetivismo: “hano portato
sull’orlo dell’abisso la civiltà occidentale stessa.” (op.cit., p. 43).
43
La alusión a los «buenos europeos», expresión entrecomillada por Husserl para resaltar su carácter de cita,
remite desde luego a Nietzsche, que hará de los «buenos europeos» el paradigma político de los hombres
superiores.
24
de los saberes particulares, estando centrados esos saberes: (4) en un Sujeto
panóptico, el cual, al identificarse teleológicamente con la totalidad de lo sabido y
dominarlo interiormente: (5) se va reconociendo eternamente a sí mismo como
Espíritu: lo único inmortal. El problema, claro está, es el de qué hacer con los
«restos», o sea: con todos esos grupos humanos que no han dado la talla
(papúes, esquimales, indios, gitanos, ... y ya se estaban oyendo desde hacía
tiempo voces siniestras que clamaban por añadir el pueblo judío a esas «heces»
humanas). Por lo demás, habremos de sobreentender que si esos pueblos no
están a la altura de «lo europeo» (literalmente: si no han dado de sí), ello se
deberá a su falta de disciplina y autodominio, a que se entregaron a la Naturaleza
(o en el caso de los judíos: a un Dios trascendente e impenetrable), prefiriendo así
ser esclavos contentos a heroicos seres libres. Prefiriendo padecer en lugar de
hacer cosas y de hacerse a sí mismos en una acción que, al dominar a lo otro, se
libere de ello y lo mantenga -muy «científicamente»- controlado, de modo que el
agente pueda llegar a ser dueño de sí... sólo por serlo de lo otro de sí.
Ahora bien, lo que realmente asombra en el modelo es la casi imperceptible pero
capital mutación de esos restos: la translatio, no desde luego del dominio
(imperii), sino de la servidumbre (servitii). Pues la responsable de la Krisis, ya no
meramente de las ciencias, sino “de la humanidad europea”,F
44
F ha de ser... ¡la
propia «Europa», que en su ceguera -como dirá Heidegger- ha decaído en sus
derechos y se comporta de un modo bárbaro gracias a aquello que, sin embargo,
debiera ser el inicio de su camino espiritual: las ciencias particulares, que acaban
por contagiar a la propia filosofía!F
45
F Cabe disculpar a los verdaderos «bárbaros»
(todos los grupos humanos no-«europeos») por su estancamiento y sumisión al
medio natural y tradicional, ya que, como hemos podido entrever en la alusión al
papúa (que también es hombre... en sí, aunque no todavía para sí), su deficiencia
espiritual se debe justamente a su parcial pertenencia a la Naturaleza (¿temporal,
o irredimible?, ¿debida a la ignorancia y a la superstición, o a la raza? Husserl no
toma partido explícito, aunque parece inclinarse por la segunda alternativa). Pero,
¿cómo perdonar (e incluso, cómo entender) ese retroceso de Europa, de la
Europa fáctica del siglo XX, respecto de «Europa», ese «polo eterno», esa Idea
de la Humanidad? ¿Y cómo comprender que tal traición haya sido consumada por
las ciencias, que son los vástagos de la Filosofía y posesión suya, y hasta por la
propia filosofía, en cuanto factum histórico? ¿Cómo es que la realidad, que
debiera ser producto del Espíritu, no sólo se rebela contra éste sino que intenta
incluso envenenarlo? ¿Cómo es que lo real se ha convertido en suma en una
«mala idea»? Heidegger y Nietzsche contestarán a esas preguntas con una sola
palabra: nihilismo. Pero para que esa respuesta sea plausible habrán de
desmontar (Nietzsche, claro está, avant la lettre)F
46
F el intelectualismo europeo,
44
El título de la conferencia que cierra la obra es, justamente: “La crisis de la humanidad europea y la
filosofía” (pp. 323-358). Como se aprecia por las citas, nos hemos centrado en esa conferencia para
desarrollar el tema en Husserl.
45
Como cabe esperar, para evitar una palmaria contradicción distingue Husserl: “entre filosofía como factum
histórico propio de una época determinada y filosofía como idea, como idea de una tarea infinita.” (p. 348).
Sólo la primera puede obviamente degradarse y hasta intentar suicidarse espiritualmente.
46
Como quizá se haya sospechado por la ubicación final de Nietzsche en la parte «alemana» de este ensayo,
sostengo que, desde una perspectiva ontológica o tipológica, la respuesta de Nietzsche y sus precisiones
sobre el problema de Europa son más esclarecedoras (a veces, por su brutalidad misma) que las de Husserl o
incluso Heidegger. En este fundamental respecto, Nietzsche sería pues más «contemporáneo» nuestro, nos
daría «más qué pensar» hoy que los otros pensadores, a pesar de que históricamente nos sean éstos más
25
cuyo más cabal -y por ello, último- representante ha sido justamente Husserl, a
pesar de sus concesiones ulteriores al «mundo de la vida».F
47
8BIII - HEIDEGGER: EN BUSCA DE OTRO INICIO.
Los pueblos que habitan en regiones frías y los de
Europa
están llenos de arrojo, pero les falta entendimiento
y destreza
técnica; por eso viven con mayor libertad, pero sin
organización política y sin capacidad para dominar
a sus
vecinos. Los de Asia son en cambio de alma más
reflexiva y
técnica, pero les falta coraje, así que viven
sometidos y
esclavizados. El pueblo griego está por así decir
en el medio,
por lo que hace a la situación, y por eso participa
de las
ventajas de ambos: es a la vez valiente y reflexivo.
Por ello
es libre y se gobierna a sí mismo de la mejor
manera; y si se
uniera políticamente sería capaz de regir a los
demás pueblos.
AristótelesF
48
F
cercanos. No creo que el Heidegger de 1936-38 tuviera mucho que objetar con respecto a esta primacía. En
los Beiträge zur Philosophie hace tácitamente de Nietzsche uno de los Zukünftigen, los “advenideros” (aun
subordinándolo a otro: anterior historisch, pero más advenidero, más «de futuro» seynsgeschichtlich:
Hölderlin [GA 65, 395-401; espec. p. 401]). Sin embargo, y como es sabido, a partir de entonces, y con
mayor endurecimiento hacia el final de la guerra, lleva a cabo Heidegger su particular ajuste de cuentas a
Nietzsche, considerado al fin, en su inversión de Platón, como el más platónico de los filósofos: el último
metafísico (ver su Nietzsche I-II. Neske. Pfullingen 1961 -sobre todo el vol. II-; hay tr. de J.L. Vermal en
Destino. Barcelona 2000). Sin entrar desde luego en esta vexata quaestio, sí apuesto sin embargo por la
mayor vigencia (para bien y para mal) de Nietzsche en el tema de Europa.
47
Desde un punto de vista nietzscheano, sería fácil enjuiciar esa concesión vitalista como una «repetición»
de los casos de Eurípides (impelido al final de su vida a escribir Las bacantes como reparación por su
secularización «racionalista» de la tragedia), o de Sócrates -el ancestro de Husserl-, el cual -también al final
de su vida- recibió de Apolo la orden de que se ejercitara en la música. Cf. al respecto mi ensayo “Nietzsche
y la arqueología «romántica» de la cultura”. En: La estrella errante. Akal. Madrid 1997, 75-122. De todos
modos, es justo apreciar el esfuerzo del llamado (quizá con expresión no muy feliz) Überrationalismus del
último Husserl, defendido por Renato Cristin como una suerte de síntesis dialéctica del racionalismo clásico
y de los “impulsos positivos” del irracionalismo (op. cit. p. 86).
48
“Tà mèn gàr en toîs psychroîs tópois éthne kaì tà perì tèn Európen thymoû mén esti plére, dianoías dè
endeéstera kaì téchnes, dióper eleúthera mèn diateleî mâllon, apolíteuta dè kaì tôn plesíon árchein ou
dynamena· tà dè perì tèn Asían dianoetikà mèn kaì technikà tèn psychén, áthyma dé, dióper archómena kaì
douleúonta diateleî· tò dè tôn Hellénon génos hósper meseúei katà toùs tópous, hóutos amphoîn metéchei.
Kaì gàr énthymon kaí dianoetikón estin. Dióper eleútherón te diateleî kaì béltista politeuómenon kaì
26
1.- Remontando el nihilismo tras la Guerra.F
49
Ya se hizo anteriormente alusiónF
50
F a la interpretación heideggeriana de las dos
grandes fuerzas ideológicas que, como una tenaza, supuestamente amenazarían
a Alemania, ese «corazón» de los pueblos europeos.F
51
F Amerikanismus y
Bolschewismus no serían -como ya vimos- sino manifestaciones todavía
incompletas de lo Mismo: el nihilismo, el destino de Europa-Occidente. En cuanto
tal destino, y contra los intentos de superación de ese “supremo peligro” a mitad
de los años treinta (como en la ya citada Conferencia de Roma), el nihilismo será
visto tras la guerra como un necesario final (que puede arrastrarse durante
siglos).F
52
F Un final que sólo cabe ya remontar (verwinden), no superar
(überwinden).F
53
F Pues el nihilismo no sería en definitiva sino el despliegue
exhaustivo de la metafísica occidental: “La metafísica es, en cuanto metafísica, el
auténtico nihilismo. La esencia del nihilismo se da históricamente como
metafísica.”F
54
F Y metafísica dice: olvido del ser y peraltación de la entidad del ente
dynámenon árchein pánton, miâs tynchánon politeías.” (Politica. VII, 7; 1327b23s.).- Pruébese a sustituir el
adjetivo “griego” (que yo he subrayado) por “alemán”.
49
El origen «remoto» de la investigación sobre Heidegger y Nietzsche en torno a Europa (ulteriormente, la
«célula germinal» de todo el libro) está en una conferencia impartida en Lisboa el 31 de octubre de 2000,
titulada: ¿La “mancha”-Europa o la “herida”-Europa? Heidegger y Nietzsche como cumplimentación del sueño
romántico de Europa, dentro del Colóquio: A Ideia romantica da Europa: novos rumos, antigos caminhos.
Deseo agradecer expresamente a los compañeros y amigos filósofos de la Facultade de Letras de la Universidade
de Lisboa (Central), organizadores del congreso, la oportunidad que entonces me brindaron: directamente, para
ocuparme de un tema tan candente como vidrioso en ambos pensadores; indirectamente, para embarcarme en una
más amplia investigación, incluyendo a otros pensadores y haciéndome reflexionar sobre los mitos extremos de
Europa: Paraíso y Revolución, y su trágica resolución en la Guerra .
50
Ver supra, notas 25 y 26.
51
Y no sólo esas fuerzas constituirían una amenaza para la Alemania nacionalsocialista, sino también ¡los
países vecinos! Heidegger se apoya para la imagen de Alemania como Land der Mitte (tan innegable
geográfica y políticamente como nefasta, si tomada en un sentido míticamente metapolítico) en el Gesang
des Deutschen, de Hölderlin: “O heilig Herz der Völker, o Vaterland!” (cit. en el curso WS 1942/43:
Parmenides; GA 54, 114).
52
A este respecto, un texto altamente relevante de los Beiträge podría ser leído irónicamente como una suerte
de reductio ad absurdum de las proclamas del régimen nazi, dirigidas a equiparar a los dos grandes
enemigos: el comunismo y el judaísmo. Pero quizá sea esa «lectura» demasiado benévola. Heidegger se
pregunta en ese paso por la propia identidad de los alemanes (“quiénes somos”: wer wir sind), y la
conclusión parece ser puramente negativa: los alemanes no pertenecerían en esencia ni a los judíos, ni a los
cristianos, ni a los bolcheviques (todas ellas, formas -incipientes o finales- del nihilismo, como se aprecia por
la alusión de Heidegger a Nietzsche). Se sigue per absentiam que el único inicio verdadero de los alemanes
está en la copertenencia de éstos con los aquí no nombrados: los griegos. De ahí la necesidad de sacar
consecuencias de tal «entronque», como se insinúa al final del texto que reproducimos: “Hier ist in der Tat
das Fragen der Frage: wer wir sind, gefährlicherals jede andere Gegnerschaft, die einem je auf derselben
Ebene einer Gewissheit über den Menschen begegnet (die Endform des Marxismus, die wesentlich weder mit
Judentum noch gar mit dem Russentum etwas zu tun hat; wenn irgendwo noch ein unentfalteter
Spiritualismus schlummert, dann im russischen Volk); der Bolschewismus ist ursprüglich westlich,
europäische Möglichkeit: das Heraufkommen der Massen, die Industrie, Technik, das Absterben des
Christentums; sofern aber die Vernunftherrschaft als Gleichsetzung aller nur die Folge des Christentums ist
und dieses im Grunde jüdischen Ursprungs (vgl. Nietzsches Gedanke vom Sklavenaufstand der Moral), ist
der Bolschweismus in der Tat jüdisch; aber dann ist auch das Christentum im Grunde bolschewistisch! Und
welche Entscheidungen werden von hier aus notwendig?“ (GA 65, 54).
53
El punto de flexión de la esperanza de superación a la tarea de remonte o retorsión se halla en los
aforismos -escritos entre 1938 y 1946- recogidos bajo el título de Überwindung der Metaphysik y publicados
en Vorträge und Aufsätze ( = VA). Neske. Pfullingen 19673
; I, 63-91). Hay tr. de E. Barjau (Serbal.
Barcelona 1994, 63-89). P.e.: “Die Überwindung bleibt nur insofern denkwürdig, als an die Verwindung
gedacht wird.“ (IX; I, 71).
54
Nietzsche II, 353.
27
como presencia (olvidando también en ello a aquél para quien algo está presente,
y el motivo de que lo tome como tal: una crítica al objetivismo que nos remite -
como hemos visto- a Husserl), aseguramiento de todos los objetos,F
55
F convertidos
en “funcionales”, hasta que el hombre mismo venga tratado como «material»
maleable y modificable ad libitum.F
56
F Tratado, ¿por quién? ¿Acaso por otros
hombres, por la clase dominante, por el Partido, etc.? Heidegger no niega que tal
dominación aparezca a través de esas instancias. Sólo que ellas son, justamente,
fenómenos del destino de la Era de la Máquina. Fenómenos que engendran otros
fenómenos de masas, tanto en la destrucción como en la creación de la «opinión
pública». Y así, ya en 1943, Heidegger denuncia esa masificación, caracterizada
por la difusión planetaria de los medios de comunicación, y de destrucción (para
el pensador, en el fondo, lo mismo). Con sólo aparente desorden enumera allí: “la
ametralladora (Maschinengewehr), la cámara fotográfica, la «palabra»F
57
F y el
cartel”; y añade, con un cierto humor siniestro: “todos ellos tienen la misma
función básica: el aseguramiento de los objetos.”F
58
F Más grave y digna de
meditación que esos fenómenos es empero la base metafísica en que se
sustentan: el humanismo, la lógica, los valores, el mundo, y Dios, tomado como lo
ente de verdad.F
59
F Ahora bien, y contra las apariencias, en el nihilismo, en cuanto
consumación de la metafísica, esos pilares no han sido cuarteados (a lo sumo, lo
habrían sido sus referentes epocales), sino más bien ratificados y extendidos ad
nauseam: “Los movimientos en contra de esta metafísica le pertenecen a ésta.
Desde la muerte de Hegel (1831) no hay más que movimiento en contra, y no sólo
en Alemania, sino en Europa.”F
60
Hemos visto cómo Husserl denunciaba a las ciencias europeas como
responsables de la Krisis, en cuanto que ellas se habrían primero independizado y
luego levantado contra la filosofía universal, de modo que el remedio estaría en
llevar a cabo la “heroica” misión de reavivar a ésta para sujetar y encauzar de
nuevo a aquéllas. El veredicto de Heidegger es en cambio más sombrío, y
seguramente más plausible, a saber: las ciencias no han traicionado el sentido y
la función de la filosofía. Muy al contrario, ellas cumplimentan el destino de ésta,
en cuanto metafísica.F
61
F Por ello: “La recaída del pensar en la metafísica toma una
55
Quizá la más concisa -y precisa- definición de “metafísica” es la ofrecida en la cit. Überwindung der Met.
VI (VA I, 68): „Metaphysik, als Herrschaft der Seiendheit im Sinne der Gewissheit.“
56
Überwindung XXVI (VA I, 87): „Da der Mensch der wichtigste Rohstoff ist, darf damit gerechnet werden,
dass auf Grund der heutigen chemischen Forschung eines Tages Fabriken zur künstlichen Zeugung von
Menschenmaterial errichtet werden.“
57
Heidegger entrecomilla el término para aludir a la degradación de la palabra (escrita a máquina) como
medio de consumo y creación de una opinión que, más que pública, es ya de masas, a través de la prensa y de
la radio. Cf. Parmenides. GA 54, 119: “Das maschinelle Schreiben nimmt der Hand im Bereich des
geschriebenen Wortes den Rang und degradiert das Wort zu einem Verkehrsmittel.“ (Subr. mío). También el
“cartel” -la siguiente palabra del texto citado- ha de entenderse como pasquín de propaganda bélica.
58
Heraklit. 1. Der Anfang des abendländischen Denkens. GA 55, 71.
59
Cf. BH. GA 9, 346s.
60
Überwindung VI (VA I, 68).
61
En la Immatrikulationsrede de diciembre de 1937, el Rector de la Universidad de Friburgo había exigido
que se acabara de una vez “la charla sobre la crisis de la ciencia”. Et pour cause! Alemania necesitaba por
entonces más que nunca de la ciencia para la preparación de su industria de guerra. Contra esa exigencia, el
antiguo Rector, Heidegger, aparte de lanzar una devastadora crítica contra las nuevas «ciencias»
nacionalsocialistas (Urgeschichte, Volkskunde, Rassenkunde y todo cuanto sea lebensnah), contesta -sin
nombrarlo- a su antiguo maestro y a su conferencia de 1935 sobre la Krisis. Ésta -dice- no tiene su origen en
1933 (fecha de la toma del poder por los nazis), en 1918 (fin de la Gran Guerra) o en el siglo XIX, sino que
comienza con la Edad Moderna. Pero, contra Husserl, añade -y esto es lo decisivo- que no se trata de una
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  • 1. 1CURSO DE EXTENSION CATEDRA INTERNACIONAL C O H O R T E 7 La ciudad Europea como paradigma de la ciudad Latinoamericana” LOS BUENOS EUROPEOS HACIA UNA FILOSOFIA DE LA EUROPA CONTEMPORANEA / Félix Duque 0BINDICE 4BI - EUROPA: EL PORVENIR DE UNA DESILUSION 1.- De la mezquindad del presente europeo. 2.- De cómo ir a la patria desde el extranjero. 3.- Al cosmopolitismo por el nacionalismo. 4.- La obsesión por el Centro: Alemania, ese Gran Corazón. 5BII - HUSSERL: SOLICITUD DE UNA EUROPA RAZONABLE Y UNIVERSAL 1.- La crisis de la razón, por exceso de «razón». 2.- Racismo geofilosófico. 3.- Circulando por el círculo del Sujeto. 1BIII - HEIDEGGER: EN BUSCA DE OTRO INICIO 1.- Remontando el nihilismo tras la Guerra. 2.- La penuria por la falta de penuria. 3.- Vaterland y Heimat. 4.- Abandono del nacionalismo. 5.- Sobre el destino de Occidente. 6.- Del engaño del Ser. 7.- Buscando al Otro para ser propiamente uno mismo. 8.- Elogio de Hesperia. 2BIV - NIETZSCHE, ESE «BUEN EUROPEO» 1.- Buscando en lo extraño un clima apropiado. 2.- Contra la abstracción de la «Modernidad» y a favor de la «Patria mítica». 3.- Desmantelando al Segundo Reich. 4.- Comienza el sueño de Europa. 4.1.- Contra la autoctonía. 4.2.- Minimización de lo nacional. 4.2.1.- La actitud de Nietzsche ante el pueblo judío. 4.2.2.- Europa, un vivaz enfermo incurable. 4.3.- Tipos de europeos. 4.3.1.- Los buenos europeos.
  • 2. 2 4.3.2.- Los malos europeos: el nihilismo. 4.3.3.- Salidas de la crisis: circunvalación y homeopatía. 4.3.4.- Hacia una nueva «democracia». 5.- Los Señores de la Tierra. 3BV - MITTELEUROPA Y ESPAÑA: UN CENTRO POCO DEFINIDO Y UN CABO QUE NO LEVANTA CABEZA 1.- Algunas razones geopolíticas sobre la predilección de los filósofos alemanes por Europa. 2.- España, Europa en miniatura. VI - EL «ALMA MEDIEVAL» DE DON MIGUEL DE UNAMUNO 1.- Confesiones de un hijo de Euscalerría. 2.- De la difícil regeneración de España. 3.- La etapa socialista. 4.- El quijotismo como religión nacional. 5.- La Gran Guerra, como Revolución Europea. 6.- El desengaño político de un exiliado. 7.- Los tontos de la caverna. 8.- Interpretación religiosa de la “guerra incivil”. 9.- El hundimiento de Europa. VII - EL «ELEGANTE» ORTEGA, BUSCANDO CON EL ALMA LOS ESTADOS UNIDOS DE EUROPA 1.- Unamuno y Ortega: el fuego sombrío y la borrosa claridad. 2.- Cuando se pierde la fe en la razón. 3.- Los comienzos de un «papanatas» europeísta. 3.1.- Desdeñando a la España «berberisca». 3.2.- Pero, ¿qué es una nación? 4.- Que donde hay grey ha de haber egregios. 4.1.- Urgentes precisiones sobre mandos no egregios. 4.2.- Que los elegidos no suelen ser elegantes (sobre todo en España). 4.3.- Cosmopolitismo intelectual. 4.3.1.- Generación y vigencia. 4.3.2.- De las ventajas y perjuicios de la intelectualidad meditativa. 5.- Europa en Ortega, desde España. 5.1.- Una nación, un continente: una enfermedad. 5.1.1.- Breve paseo por la sociedad, la nación y el Estado. 5.1.2.- Ser europeo, ser nacional: ser de través. 5.2.- Germania y el Islam, base y ocasión de Europa. 5.2.1.- Franco fuerte, godo débil. 5.2.2.- Que ser latino no trae mucha cuenta (y no europeo, menos aún). 6.- De las virtudes decimonónicas, y de su deformación. 7.- A la búsqueda de la Potencia perdida.
  • 3. 3 7.1.- De la inexperta juventud de América y Rusia. 7.2.- Los «buenos europeos» de Ortega. 8.- Decadencia como conmoción. 9.- C 9.1.- ¿Para qué la Unión? uestión de diseño: los Estados Unidos de Europa. 9.2.- ¿Contra qué la Unión? 10.- España en Ortega, desde Europa. 10.1.- De la difícil conciliación de elitismo y liberalismo. 10.2.- España y Europa: vidas paralelas. 10.3.- La obsesión centralista. VIII - RAIZ, FLOR Y FRUTO AMARGO DE EUROPA: EL PARAISO, LA REVOLUCION Y LA GUERRA 1.- La tierra del jardín. 1.1.- De las ventajas e inconvenientes del jardín para la vida (urbana, por supuesto). 1.2.- La vida de las plantas: autoctonía griega, desarraigo judío e injerto cristiano. 1.2.1.- Del peligroso amor de los griegos por los vegetales. 1.2.1.1.- Humus y Tellus. 1.2.1.2.- Los jardines de Homero y la planta del pie. 1.2.1.3.- Los viveros de Platón. 1.2.1.4.- De la plantación al trasplante: elogio de la colonia. 1.2.2.- Buscando el Jardín oriental. 1.2.2.1.- Del provecho de ser indefinido: Pico della Mirandola. 1.2.2.2.- La ciudadela de Milton. 1.2.2.3.- Adán en el Paraíso: inmigrante, jardinero y guarda. 1.2.2.4.- Hegel, o de cómo convertir el Jardín del Señor en Parque Público. 1.3.- Revelación de la profundidad de la tierra. 2.- La revolución y sus secuelas: promoción y liquidación de existencias. 2.1.- Occidente: la tierra donde no debiera ponerse el sol. 2.2.- Hace falta valor. 2.2.1.- De cómo agruparse todos en la lucha final. 2.2.1.1.- El Estado: sacrificio a conciencia. 2.2.1.2.- De la «noble» acción de morir y matar como principio de individuación. 2.3.- A la redención por la Revolución. 2.3.1.- La nueva Tríada Capitolina. 2.3.2.- Que nuestra guerra incivil no fue sólo cuestión de Ideas. 2.4.- Los terrores del cyborg. 2.4.1.- El terrorismo, delirio de la Libertad. 2.4.2.- La revuelta de las etnias: devaluación de la Igualdad ante la Fraternidad. 2.5.- La Muerte como Espectáculo. 3.- La administración de la violencia. 3.1.- La historia interminable: los Balcanes.
  • 4. 4 3.1.1.- Retorno a la vieja pregunta: ¿Qué es Europa? 3.1.2.- A vueltas con los Balcanes. 3.1.3.- Kosovo direct. 3.2.- Una canción venerable: el empleo de la fuerza por mor de los derechos humanos. 3.3.- La paz empieza por la educación de los ejércitos. 3.4.- Las guerras ya no son lo que eran. 3.5.- La paz perpetua ya ha tenido lugar. 4.- Europa herida, Europa como herida.
  • 5. 5 6BI - EUROPA: EL PORVENIR DE UNA DESILUSION Cette vieille Europe m’ennuie. Napoleón. 1.- De la mezquindad del presente europeo. Casi doscientos años después de suscitar el tedio de Napoleón, la Vieja Europa va agotando los nervios y la paciencia de sus hijos mejores -y por ende más inquietos-, cansados de soportar las mezquinas disidencias del presente, doblegado además como está por el peso del pasado, de ese aparentemente inamovible: “Así fue... pero nunca más volverá a ser”, que aterrara a Nietzsche. Así vamos, un tanto a tientas, sin que se vea palpablemente cómo ese pasado pueda quedar contrapesado por la promesa de un futuro (y menos, cómo pueda volver a «hacerse» futuro). Perdiendo seguramente en altura y profundidad, el mundo se ha vuelto ancho y, para los europeos, cada vez más ajeno: hasta el propio continente se ve cada vez más juzgado, valorado y hasta conservado desde fuera: política y militarmente, desde los Estados Unidos; económicamente, no sólo desde ese coloso desmesurado, sino también desde Japón y sus retoños: los “Jóvenes Tigres” de Asia. Y al fondo, como la amenaza de imposición de un presente eterno, sólo externamente barnizado de comunismo agrolírico, la inagotable, amorfa e ilimitada China despierta de nuevo en muchos los temores del “peligro amarillo” e impulsa a apuntalar como sea la confusa Confederación de Estados Independientes en que se ha convertido la poderosa Unión Soviética, a fin de utilizar a Rusia como precario dique contra el desbordamiento del Imperio del Centro. Ciertamente, «gozamos» de la integración de muchos países europeos en la Unión (algo es algo; hasta hace poco, se trataba de una mera Comunidad Económica). Pero ésta se muestra tanto más débil y maltrecha cuanto más y más diversos países va abarcando (de once a quince, y pronto a veintisiete: a los elementos anglosajón y latino se unirá la avanzadilla occidental del mundo eslavo). No hace falta traer a colación las epizootias de la encefalopatía espongiforme bovina o de la fiebre aftosa para darse cuenta de que los desmanes del llamado “mercado libre” no pueden ser controlados por Bruselas. La Comisión se limita a establecer medidas -irritantemente insuficientes- que van siempre detrás de los desastres, mientras que los países miembros se debaten entre la necesidad de mantener controladas sus fronteras (como «antes», como cuando eran soberanos) y la de mantener y estrechar los vínculos económicos y sociopolíticos (porque -piensan- sólo así podrá haber un «después» realmente comunitario). Decantada hacia la “Europa de los Estados”, más que de los Pueblos, acusada incluso de enmascarar tras los casi obsoletos Estados nacionales la “Euro-América de los mercaderes”,F 1 F la Unión parece incapaz de 1 De todas formas, sería insensato soñar en una Europa futura, unificada política y culturalmente, sin una previa base unitaria en la economía y el comercio. Por eso Leibniz, que era todo menos un soñador, aconsejaba ya en 1715, para acabar con las guerras en Europa, el establecimiento no sólo de una constitución y de un cuerpo legislativo común, sino también ¡de un Banco de Europa! Pues, como señala Renato Cristin: “Per Leibniz la via economico-monetaria è la migliore garanzia di pace”. ( La rinascita dell’Europa. Husserl,
  • 6. 6 forjar nuevas instituciones políticas realmente eficaces y que vayan más allá del juego de partidos (otrora, indicadores de clase; hoy, cada vez más presa de poderosos lobbies: escuchas de la Voz de sus Amos multinacionales). Aparecen - o rebrotan- fisuras en la torturada piel de esta “minúscula península de Asia”F 2 F. En el interior (más histórico-mítico que geográfico), las llamadas “naciones irredentas” reivindican su derecho a existir como Estado (“¡a estas alturas!”, diría algún hegeliano) y utilizan para ello desde la presión -más o menos sutil- de la pujanza cultural y económica de la periferia sobre el «centro» (como en el caso de Cataluña) hasta la salvaje agresión terrorista, a riesgo de llevar a la destrucción al país que los «irredentos» dicen querer salvar del «extranjero invasor» (como en el caso del País Vasco). En el exterior, sobre todo en los bordes meridional y oriental de la desgastada y contaminada cuenca mediterránea, la Europa Occidental intenta desesperadamente poner freno o al menos regular la invasión de magrebíes y albaneses, devolviendo la «visita» del colonialismo de antaño en un caso, o renunciando a permanecer en uno de los viejos jirones del Imperio Otomano en otro: inmigrantes «sin papeles» que ahora proclaman a gritos su hambre y su rabia (a veces, resuelta en sanguinarias guerrillas) en los sitios donde antes los sucesivos imperios (turco, francés, italiano, español) impusieron arrogantemente su fuerza con las armas. Mezclados con ellos, los habitantes de las antiguas colonias -desde América del Sur al Africa Austral y a la India- devuelven ahora a la Metrópolis la «visita» e intentan sobrevivir -si es preciso, organizándose en bandas para la prostitución y el tráfico de drogas- en la creciente marejada de xenofobia que su presencia y sus actividades despiertan. Y así, Europa se siente desgarrada en su interior por los nacionalismos emergentes y roída en sus bordes -con penetraciones «arteriales» hasta los grandes centros- por una inmigración «de desechos» y de muy difícil acomodo en el antiguo esquema (surgido del Congreso de Viena de 1814 y modificado tras las dos Guerras Mundiales). Nuestro continente, desvaído, no acaba de encontrar la imagen de su futuro ni acierta a dar con las señas de su propia identidad. In illo tempore, allí donde al parecer había un ethos, una «morada» espiritual común - según soñara Novalis en 1799, en La Cristiandad o Europa- procedente del entronque de los invasores germánicos con la decadente civilización grecolatina (más el poderoso torrente judeo-cristiano), hay ahora una lúdica y un tanto cínica dispersión de impotentes formas de una vida prestada: adaptaciones a las veces grotescas del american way of life, para amoldarse al cual Europa se va transformando cada vez más, en justa correspondencia, en un gigantesco museo, o mejor: en una ruina al aire libre, paulatinamente remendada y reconvertida en parque temático (¡la Stoa de Atenas, «fielmente construida» por los norteamericanos a su gusto!). Si ya Hegel había profetizado que: “América es ... el país del futuro, en el cual deberá manifestarse, en los tiempos que yacen ante nosotros, lo relevante de la historia-mundial”,F 3 F en nuestros días parece lógico que Europa aparezca como el pasado -un tanto alocado y variopinto- de América, tal la civiltà europea e il destino dell’Occidente. Donzelli. Roma 2001, p. 5). Lamento haber conocido esta obra demasiado tarde, cuando el trabajo presente estaba ya concluido, sobre todo por lo que hace a mi juicio sobre Husserl. De todas formas, su influencia se apreciará en algunas matizaciones al texto, efectuadas como notas al pie. 2 Fr. Nietzsche, Menschliches, Allzumenschliches II. 2. Abth. Der Wanderer und seine Schatten ( = WS ) 215. Kritische Studienausgabe ( = KSA). dtv/de Gruyter. Munich/Berlín/Nueva York 1988; 2, 650. 3 G.W.F. Hegel, Vorlesungen über die Philosophie der Geschichte ( = VPhG). Werke ( = W). Suhrkamp. Frankfurt/M. 1970; 12, 114.
  • 7. 7 como antes vieron los Europeos al Asia, a saber: como su propio pasado (en el mítico “curso solar” de la Historia -de Este a Oeste, barriendo la «zona templada»- , el Africa subsahariana y América del Sur han sido dejadas al margen, despreciados sus habitantes como Naturvölker frente a los orgullosos y “espirituales” Kulturvölker). Sólo que ahora -en el remanso posthistórico de la globalización- la atención parece desplazarse de la «ordenada» histórica a la «abscisa» geográfica: Norte frente a Sur, o mejor, las dos «zonas templadas» (siendo la austral el reflejo decimonónico de la septentrional) intentando poner valladar a los países del trópico: terror y a la vez fascinación ante la descarada desfachatez (permítase la redundancia) de la exhibición que en ellos se hace de lo corporal in puribus naturalis: desde el genocidio, la masacre, la enfermedad y el hambre hasta la «producción» de cuerpos para el comercio sexual y de sustancias estupefacientes para paliar la no menos estúpida -pero más tediosa- rutina de la vida postrevolucionaria de Occidente. Europa: Hotel para unos, Fortaleza para otros (o más bien, contra ellos). Pero en todo caso, en ese antitético movimiento de apertura y cierre, lo más llamativo es que Europa ya no sale, ya no se vacía de sí misma ni se reconoce volviendo de lo exótico. Deja o no deja entrar, pero ella permanece como ensimismada, casi tibetanizada: rumiando su pasado (pues que fue raptada y fecundada por un toro,F 4 F algo de rumiante debe de haberles quedado a los descendientes de la princesa de Tiro). El agresivo y penetrante cabo de Asia -casi una nave que ansiara desprenderse de sus astilleros-, invaginado ahora, semeja por el contrario -simbólicamente- una elástica rada de acogida o rechazo, según el poder o la inopia del extranjero. Las grandes ciudades portuarias, liminares, otrora los verdaderos centros de Europa (porque, como sabía Hegel, toda cosa existe verdaderamente y como tal sólo en sus límites), viven ahora la solemne -aunque algo ajada- existencia de la vieja dama a la que de cuando en cuando se dignan visitar sus descendientes, para no perder totalmente el contacto con las raíces: Lisboa, antigua y señorial, según el tópico que marca efectivamente su tópos: la nariz del rostro de Europa, siempre olfateando aromas de costas lejanas de Africa y América; Londres, cada vez más empeñado en embalsamarse, en parecerse para consumo de turistas norteamerican(izad)os a la ciudad de Mary Poppins, la película de la Factoría Disney (así, hoy, la ciudad se va pareciendo al film y éste dice la verdad del simulacro urbano); Trieste, en el siglo XIX el verdadero corazón o Mitte de Europa, ya que por la ciudad pasaba el eje vertical por el que la Mitteleuropa de los Habsburgo salía al mar del Sur, y a la vez se anudaban allí, separándose -y así siguen-, el Oeste latino y el Este eslavo; Odesa, llamada antaño la “París del Este”, asombrada de pertenecer hoy a Ucrania y de ver retenida, congelada para siempre su oportunidad histórica en los grises fotogramas heroicos de Eisenstein; Vilna, compitiendo con San Petersburgo (pues que de nuevo vuelve a haber santos en Rusia) y con Kaliningrado-Königsberg por la custodia del añoso recuerdo del nórdico lomo comercial de Europa: la salida al Báltico, y la Liga Hanseática.F 5 F Ciudades, todas ellas, tan lindas... para marcharse, como -hace ya tanto tiempo- Antonio Machado cantara de Londres, París o 4 Cf. Ovidio, Metamorphoseon liber II, vv. 868-874. 5 Entre la nostalgia y la revitalización (especialmente, por la creciente fuerza -de nuevo y por fortuna- de la cultura judía: centro de todo margen), es altamente interesante el recorrido que Joachim Schlör realiza por esas ciudades en: Hotel Europa. Notizen von den Rändern des Kontinents. WBG. Darmstadt 2000.
  • 8. 8 Ponferrada. Europa extrovertida, siempre fuera de sí, por ambición... o por miseria. Europa derramada en las colonias: Y es que en casa el espíritu No está al inicio, no en el manantial. Lo devora la patria, 10BAma el espíritu la colonia, y el valeroso olvido.F 6 2.- De cómo ir a la patria desde el extranjero. Sin embargo, este destino buscado: olvidarse valientemente de sí mismo, del origen, entregándose a la colonia, ha sido más un pium desiderium que un cumplimiento histórico. Ni en Grecia (recuérdense la Confederación de Delos y la consiguiente Guerra del Peloponeso) ni en la Europa moderna (ahí están, frescas todavía de sangre, las dos Guerras Mundiales o, si se prefiere, la Guerra Civil Europea, que cubre la primera mitad del siglo XX) se ha llevado a efecto ese “valeroso olvido”. Como era de esperar: ¿qué más propio de un cabo que tirarse de cabeza, anticipándose a todo y precipitándose en todo, con tal de amasar capital, de convertir cosas naturales en dinero, es decir en signos numéricos universales en beneficio de la capital -la cual, como buen kéntron, es equidistante de todas partes sin identificarse con ninguna-?F 7 F El propio Heidegger, cuando interpreta esos versos, olvida el olvido y «hegelianiza» de esta suerte: “Al principio está la patria aún cerrada en sí misma, a oscuras y sin libertad, y sin llegar por ende a [ser] sí misma. Este llegar-a-«sí» (Zu->sich<-kommen) exige provenir de lo otro. ... el espíritu de la patria exige ir a lo ajeno, pues sólo a partir de ello se da en cada caso una ida al hogar (Heimkunft).”F 8 F Y sin embargo, la última palabra (y la traducción por mí elegida), dejan entrever oscuramente una posición bien distinta a la del retorno circular. Es como si dejásemos que el texto nos insinuara que a la patria se va, en lugar de regresar a ella; que el hogar sólo lo es -o sólo comienza a serlo- visto «desde fuera»: desde la torna (Kehre), no desde el retorno (Rückkehr). Mas, con independencia de lo esclarecedora que pueda ser esta precisión para entender las vueltas que da el camino del pensar de Heidegger, no cabe duda de que -en el respecto puramente geopolítico- lo único que a él le interesa es la patria (o mejor: la tierra natal, Heimat), sirviendo el extranjero de 6 Fr. Hölderlin, Brot und Wein. 2ª vers. de los vv. 152-154: nemlich zu Hauss ist der Geist Nicht im Anfang, nicht an der Quell. Ihn zehret die Heimath. Kolonien liebt, und tapfer Vergessen der Geist, En: J. Schmidt (ed.): Sämtliche Werke und Briefe ( = WuB ). DKV. Frankfurt/M. 1992; I, 747. 7 Resumo así al máximo las incitantes meditaciones -mucho más que un ingenioso juego de palabras en torno al cap- de Jacques Derrida (no en vano, también él liminar: judío francés nacido en Argelia) en: El otro cabo. Serbal. Barcelona 1992. 8 WS 1941/42, Hölderlins Hymne »Andenken«. Gesamtausbe ( = GA ). V. Klostermann. Frankfurt/M. 1982; GA 52, 190. Lo que Heidegger tiene que decir del “olvido“ es que éste no surge de la indiferencia, “sondern aus der Tapferkeit des Herzens, das gleichwohl des kommenden Eigenen gewiss bleibt.” (52, 191; subr. mío). Se ve que lo que le interesa -lo dice inmediatamente después- es que “die Heimat” sea “wieder gefunden”. (Este inoportuno wieder: “de nuevo”, pone en entredicho lo bienintencionado de la interpretación que expongo a continuación). Por lo demás, y como muestra de lo políticamente cargadas que están las lenguas, es divertido pensar cómo se diría en inglés -cómo, p.e., le diría un nativo a un norteamericano- ese bonito y poético Heimkunft: go home!
  • 9. 9 mera catapulta invertida, que dispara por así decir «hacia atrás», con efectos retroactivos. Volveremos sobre el tema (ver infra: III.3). En cambio Hegel, el otrora amigo de Hölderlin, era más codicioso... y estaba más pegado a tierra. Según él, es en lo ajeno, es en el extranjero dominado donde uno se siente señor. Señor del otro, y de sí mismo: la casa propia es la hacienda colonial. Eso sí que constituye el espíritu: “El principio del espíritu europeo es ... la razón consciente y fiada de sí, que a todo echa mano (antastet) para llegar a presencia de sí misma en ello.”F 9 F Serse y saberse en lo otro de sí: tal es la definición de la libertad... y del espíritu europeo en Hegel, con lo que ambos conceptos han de resultar para él equivalentes. El espíritu -en general- vive en la naturaleza, pero dominándola desde dentro, al igual que «Europa» -el mejor ejemplo, en particular, de la «vida del espíritu»- se despliega y alienta en el resto del mundo, pero sin confundirse con él, sino poniéndolo a su servicio. ¿Por qué? Desde una perspectiva de crítica de la ideología, la razón estaría desde luego en que sólo Europa ha salido fuera de sí, mas no para emigrar en busca de mejores condiciones de vida y habituarse a lo extraño, sino para conquistarlo, asimilándolo, deglutiéndolo y disolviendo los desechos (valga la metáfora digestivo-excrementicia).F 10 F Es más: lo que vale de Europa respecto al mundo vale también de la patria (de Alemania, y más exactamente: del Württemberg) respecto a Europa, y por las mismas razones. En efecto, Hegel, en otros puntos tan francófilo y hasta cosmopolita, da buena prueba de esa obsesión por la pureza (al menos cultural y lingüística) como criterio para la superioridad y el dominio al referirse a la formación de Europa a partir de la invasión de los bárbaros (perdón: de los “pueblos germánicos”), «calificados» por el filósofo-historiador según la intensidad de su mezcla con los pueblos colonizados por Roma.F 11 F Y aunque Hegel admite 9 Enzyklopädie (1830) § 393, Z. (W. 10,62): “Das Prinzip des europäischen Geistes ist ... die selbstbewusste Vernunft, die zu sich das Zutrauen hat, und die daher Alles antastet, um sich selber darin gegenwärtig zu werden.“ (Subr. mío; atiéndase a que el verbo antasten significa algo más agresivo que un púdico o cuidadoso “tocar”; apunta más bien a palpar, manosear, y también -por extensión- a violar y ofender). A este respecto fue Nietzsche mucho más franco y directo: “Der Character der Europäer zu beurtheilen nach ihrem Verhältniss zum Ausland, im Colonisiren: äusserst grausam.“ (Nachgelassene Fragmente [= NF], Frühjahr 1884. 25[234]. KSA 11, 61). De una manera más cínica y desencantada (y quizá por ello más efectiva) se expresa Otto Freundlich en 1919 (Bulletin D): „el hombre europeo ha estado desahuciado durante mucho tiempo, es un déraciné, y como de ninguna manera podía enfrentarse a ello y tampoco tenía el coraje para admitirlo, se convirtió en un advenedizo. Ser un advenedizo significa pretender estar como en casa de uno mismo en el mundo entero.“ (Cit. en B. Wallis, ed., Arte después de la modernidad. Akal. Madrid 2001, p. 124). 10 Compárese p.e. la actitud del Imperio Romano con los pueblos conquistados o la de los bárbaros al invadir ese Imperio con la política de exterminio genocida del colonialismo europeo moderno (en Norteamérica y el Cono Sur, o en Australia). Por lo demás, es obvio que esa agresiva política de conquista no puede confundirse con las emigraciones por hambruna o miseria de irlandeses, italianos o españoles en los siglos XIX-XX, o de judíos (especialmente, ashkenazis) al flamante Estado de Israel. Ahora bien, todos estos casos refuerzan la tesis anterior, en lugar de constituir una excepción: pues esos contingentes de población depauperada se dirigieron a naciones más ricas -o más jóvenes-, pero siempre de estirpe y cultura europeas (piénsese, p.e., en los Estados Unidos, México o Argentina), con lo que revalidaban su deseo de cambiar de lugar, pero no de tiempo histórico o, si queremos, de “unidad espiritual” en el sentido husserliano (ver infra nota 38). 11 Mucho más radical que Hegel se mostró su antecesor en la cátedra de Berlín, Fichte, que en su defensa del origen y la pureza llega a afirmar en sus Discursos a la nación alemana, como en passant: “Un examen más
  • 10. 10 que el mestizaje (también racial) de lo germánico y lo latino ha sido la base de la verdadera Europa, no deja por ello de hacer distingos. Fiel a sus tríadas, Hegel admite sólo dos «tercetos» de naciones, enfrentados entre sí; de un lado los pueblos románicos: “Italia, España junto con Portugal, y Francia”, y del otro las “naciones que hablan más o menos alemán... a saber la propia Alemania, Escandinavia e Inglaterra.”F 12 F Éstas son las “naciones modernas”, de “naturaleza doble” (mezcla de lo germánico y lo latino), sobre las cuales se posa esplendoroso el Sol del Espíritu del Mundo. Adviértase empero que aquí no hay en el fondo un democrático pie de igualdad entre esas naciones: da mucho que pensar en efecto la distinción entre pueblos latinos y las mehr oder weniger deutschredende Nationen (Hegel subraya deutschredende: “que hablan alemán”): sólo de estas últimas dice que “se han mantenido en un tono único de ininterrumpida intimidad” (se sobreentiende: del espíritu consigo mismo). Y dado el estrecho paralelismo que Hegel, tras las huellas de Fichte, establece entre lengua y pueblo, la primacía otorgada al dioma alemán deja pocas dudas sobre cuál sea el Geschlecht, la estirpe privilegiada (¡de todo ello se sigue que, por caso, el inglés -en cuanto idioma y en cuanto pueblo- no sería entonces sino un «mal alemán»!).F 13 F Y si es así como están las cosas, no nos asombraremos de que Hegel «expulse de Europa» a la “entera masa” de los pueblos eslavos. Ciertamente les reconoce los «servicios prestados», por activa (ayuda de los polacos para liberar a Viena del asedio turco) o por pasiva (según la elegante «traducción intelectual» del sometimiento de buena parte de los Balcanes al Imperio Austríaco: “una parte de los eslavos ha sido conquistada [a los turcos, F.D.] para la razón occidental.”). minucioso haría tal vez ver que los pueblos germánicos que aceptaron la lengua romana (los francos, sin ir más lejos: las Reden va dirigidas contra Napoleón en particular y contra Francia en general; F.D.) profanaron su ética antigua mediante símbolos inadecuados y extraños.” (Editora Nacional. Madrid 1977, p. 135). Curiosamente, y por «razones» análogas (estrecha convivencia con pueblos romanizados), vituperará a los visigodos nuestro Ortega y Gasset, y en cambio alabará a... ¡los francos! (ver infra: VII.5.1.2). 12 VPhG (4ª parte; 1ª sec., 1er. cap.). W. 12, 421. 13 Y en efecto, Hegel aduce inmediatamente después que, a pesar de la incorporación de Inglaterra al Imperio Romano, sólo marginalmente recibió ésta la impronta cultural romana (“al igual que le pasó a la propia Alemania”, añade), y además matiza en seguida que: “volvió a ser germanizada por anglos y sajones”. De este modo parece apresurarse a minimizar lo latino, casi como si lo de Britania fuera un «pecadillo de juventud» de la Geschlecht germánica.Y siguen unas palabras que demuestran cómo incluso el buen Hegel puede caer en un germanocentrismo espiritual (por no hablar de racismo): “Alemania propiamente dicha (Das eigentliche Deutschland) se mantuvo pura (¡¡) de toda mezcla, sólo la margen meridional y occidental en el Danubio y en el Rin fue sometida por los romanos; la parte comprendida entre el Rin y el Elba siguió siendo absolutamente nacional (orig.: volkstümlich; el término que se hará tristemente célebre por el uso y abuso que los nazis harán de él, F.D.).” Cabría argüir que estos textos no han sido establecidos y fijados como un cuerpo único de lecciones por el propio filósofo sino por su hijo: el historiador Karl Hegel, en 1840, y que podría tratarse de una manipulación intencionada. Sin embargo, si consultamos la edición Lasson (que manejó para la edición apuntes de oyentes; a ella se atiene la versión española de las lecciones), los pasajes respectivos no sólo son casi iguales, sino que además encontramos en Lasson un curioso añadido que, en extrema paradoja, pone las cosas aún peor (peor para quien no sea germanocentrista, claro). Dice Hegel que, como los alemanes se extendieron por el Este de Europa (p.e. mediante la Hansa o la Orden Teutónica): “Lo alemán se trasplantó a esos pueblos extranjeros, que se germanizaron (aunque, a la inversa, los alemanes no se mezclaron con los eslavos, F.D.).” De ello se sigue una conclusión tan lógicamente consecuente como inesperada (y que debería haber sido altamente frustrante para Hitler y sus secuaces): “Así Prusia y Austria no son en puridad Estados alemanes.” (Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Tr. José Gaos. Revista de Occidente. Madrid 1974, p. 583). En cambio, Sajonia o el Württemberg sí que serían por entonces puros Estados alemanes. Pero en cambio hoy ya no son Estados. Los puristas lo tienen difícil en el mundo actual.
  • 11. 11 Pero al fin, sigue Hegel, los eslavos han de ser “excluidos de nuestra consideración” (que es como decir: han de ser excluidos de Europa y, por ende, del dominio del mundo): “porque hasta ahora no han ingresado como un momento independiente en la serie de configuraciones de la razón en el mundo.”F 14 F Según esto, haciendo de necesidad virtud y de expulsión promesa, cabría decir con una punta de ironía, si es verdad que los buenos marxistas han de ser buenos lectores de Hegel -Lenin dixit-, que la Revolución de Octubre primero y la destrucción de Alemania después tendrían que haber sido vistas por los bolcheviques como siendo a la vez una revancha y una cumplimentación de esa implícita profecía. Lo malo es que hace diez años que el ya mentado Sol del Espíritu del Mundo (por lo demás, poco obediente en su curso al análogo astronómico, que va siempre de este a oeste) parece haber dejado de calentar los fríos parajes rusos. Sea como fuere, el billete del viajero europeo ha sido siempre de ida y vuelta: de «vuelta», aun cuando el colono echara raíces en lo extraño, especialmente en América y en Australia, ya que -siguiendo en esto el ejemplo del Pueblo Elegido con Canaán- Europa (y sobre todo Inglaterra y Holanda) metamorfoseará el país colonizado hasta hacer de él «otra» Europa; baste pensar en los neo-países y neo-ciudades de nombre europeo: Nueva Zelanda, Nueva Caledonia, Nueva York, etc. (A este respecto, cabe decir que el Imperio Británico se halla tan presente en Trafalgar Square -ya es significativo que el centro de la Capital lleve el nombre de lo extraño dominado- como en la isla de Robinson).F 15 F Esta literal desmesura: imponer a todas las tierras y a todos los hombres la medida de lo humano desde un centro mensurador (y en cuanto tal, mens: la mente que controla y domina al cuerpo del mundo), es lo que explica los ditirambos (que hoy apenas podemos leer sin escalofríos: como una escritura del desastre) que un «neohegeliano» como Paul Valéry dedica al espíritu europeo: “Allí donde domina el Espíritu europeo se ve aparecer el maximum de necesidades, el maximum de trabajo, el maximum de capital, el maximum de rendimiento, el maximum de ambición, el maximum de poder, el maximum de modificación de la naturaleza exterior, el maximum de relaciones y de 14 Vorlesungen, W. 12, 422. 15 Curiosamente, en las tierras colonizadas por portugueses y españoles hay un Belem, una Medellín o una Córdoba, pero no un Nuevo- tal o cual. La nominación ibérica de ciudades es premoderna (aunque no lo sea la de las tierras: Nueva España, Nueva Granada, etc.). El prefijo neo (lo “nuevo” es sinónimo de “moderno”; en alemán, la Edad Moderna es die Neuzeit, “el tiempo nuevo”) implica a la vez reconocimiento y gratitud por el origen dejado atrás, y decisión inquebrantable de vivir en la tierra nueva. En cambio, llamar a la colonia con el nombre del origen supone una subordinación a éste (tal la distinción clásica entre el original y la copia) y precisa de adjetivación. Sería ridículo decir “Nueva York de América” o “Nueva Zelanda de Oceanía” (más bien es al revés: es necesario hacer un violento esfuerzo de memoria para recordar que York está en Inglaterra o Zelanda en Holanda: tal la distinción moderna, evolutiva, entre los inicios de algo y el resultado, siempre superior a aquél). En cambio, hay que decir “Belem do Pará”, “Medellín de Colombia” o “Córdoba de Argentina”. De ahí el espíritu del indiano, siempre lleno de morriña o saudade por regresar al terruño. Por el contrario, el colono moderno, anglosajón, agradece los «servicios prestados» a su antigua patria y se esfuerza por realizar en la nueva una entera metánoia, tan radical como la exigida al cristiano por San Pablo. Por ello, bien podría decirse que el colono-conquistador ibérico -y católico- sigue teniendo una actitud pagana ante la tierra (está orgulloso de su supuesta autoctonía y ansía el regreso), mientras que el colono-ciudadano anglosajón -y protestante- tiene una actitud cristiana -y en el fondo judaica- ante la tierra (su dominio sobre ella implica que el espíritu sopla donde quiere, soberbiamente desarraigado, Vogelfrei). Veremos cómo ambas actitudes se reproducen en Heidegger -hijo de un sacristán católico y educado en un milieu escolástico- y en Nietzsche -hijo de un pastor protestante y educado en la liberal y humanista Schulpforta-.
  • 12. 12 intercambios. Este conjunto de máximos es Europa, o la imagen de Europa. ... Es notable que el hombre de Europa no se vea definido por la raza, ni por la lengua, ni por las costumbres, sino por los deseos y por la amplitud de la voluntad.”F 16 F No en vano los forjadores de la Europa moderna, científica: Descartes y Galileo, defendieron el carácter infinito de la voluntad -en esto, el hombre se equipararía a Dios-. Un rasgo que acabará por hacerse absoluto -por convertirse en el Absoluto- al final de la metafísica moderna, con Schelling, Schopenhauer y Nietzsche. 3.- Al cosmopolitismo por el nacionalismo. Cabe ver remansada toda esa catarata de máximos en una laguna de profundas y sombrías aguas, como si la entera historia universal estuviera secretamente al servicio de una geografía espiritual; según esa creencia, todos los tiempos y todas las naciones de la tierra deberían dividirse según un antes y un después de la entronización de Europa como sede de la Humanidad: unas naciones han servido ya de gigantesca praeparatio para tan fausto Advenimiento, que por lo demás tiene supuestamente lugar en la nación del historiador de turnoF 17 F; otras: algunos Estados nacionales europeos decimonónicos, habrán de convertirse en protectores de los pueblos todavía «naturales», estancados aún en un estadio infantil o, como se dirá después: en vías de desarrollo, siguiendo el empinado camino -vigilado, claro está- que los llevará al nivel de esa «Humanidad» que Europa estaba empezando a alcanzar ya. Es -o fue- cuestión acremente disputada la relativa al Estado europeo que habría de alcanzar la supremacía, y si ésta tendría que cargarse en la cuenta de la filosofía, de las ciencias positivas o del desarrollo de la moral. Lo único relevante al respecto es -o era- el eurocentrismo, con origen en una Nación o Pueblo señalado, y con meta en la Humanidad. A través del tortuoso curso de la Historia Universal, de sus crímenes y matanzas, del derrumbamiento de Imperios y del estallido de mezquinas pasiones, el sujeto eurocentrista ve, cual nuevo y secularizado Parsifal, transformarse el tiempo en espacio y concentrarse todo en un instante dichosamente radiante.F 18 Lo verdaderamente significativo al respecto (algo que, ex post festum, revela una moralizante hipocresía) es que dicho eurocentrismo ocultaba un nacionalismo excluyente, revestido con la brillante capa del europeísmo, primero, del internacionalismo luego, y del cosmopolitismo, al cabo.F 19 F Tal sería el 16 Cit. en Derrida, op.cit., 70. 17 He aquí lo que les dice el buen Schiller a sus alumnos de Jena, en 1789: “Incluso el que en este momento nosotros nos encontremos aquí, que nos reunamos con este grado de cultura nacional, con esta lengua, estas costumbres morales, estas ventajas burguesas, esta medida de libertad de conciencia, es el resultado quizás de todos los hechos universales anteriores: toda la historia universal sería al menos necesaria para explicar únicamente este momento..” (¿Qué significa y con qué fin se estudia Historia Universal? Univ. de Murcia 1991, 10). 18 R. Wagner, Parsifal, libreto de la ópera ed. por Ingrid. H. Verch. TeldEC, Hamburgo 1991, 93 [Gurnemanz se dirige a Parsifal]: „Du siehst, mein Sohn, / zum Raum wird hier die Zeit.“ (“Ve hijo mío, cómo el tiempo se torna aquí en espacio”). Las acotaciones de Wagner señalan que el bosque desaparece y que en los farallones se descubre un pasadizo, siguiendo el cual desembocan guardián y caminante “in den mächtigen Saal der Gralsburg” (“en la poderosa sala de la fortaleza del Grial”). Se trata pues de un camino iniciático, que va de las tinieblas a la luz, de la sujeción a la naturaleza al dominio sobre ésta, del pasadizo subterráneo -estrecho y recto- a la estancia circular y abierta al luminoso cielo: per aspera ad astra! 19 En el cap. VII me ocuparé del peculiar cosmopolitismo de Ortega, deudor del aristocratismo intelectual individualista propio de Nietzsche, y que, al contrario de lo arriba señalado, se separa claramente de todo
  • 13. 13 «razonamiento» del «buen nacionalista», según la donosa imitación que, bien ácidamente, hace el maketo o charnego Derrida de esa tan extendida como confusa convicción: “Soy (somos) tanto más nacional cuanto más europeo, y tanto más europeo cuanto más internacional; nadie es más cosmopolita y universal que ese ‘nosotros’ que os habla.”F 20 F Menos «planetario» (o más reticente, por creer que Occidente ha de seguir siendo en todo caso un coto restringido, no extensible a la humanidad toda), Heidegger pasa también con toda tranquilidad de la filosofía alemana a la filosofía, así como de Alemania a Europa, y de ésta en fin a Occidente. Como si extendiera la vieja y obsoleta idea del preformismo biológico a un supuesto organismo -o sistema cerrado- llamado “Occidente”, cree el filósofo en 1936 que el «ser alemán» (interiorizado en cada uno de ese ‘nosotros’ que os habla como: “nuestra existencia histórica”F 21 F) corre peligro de muerte, vacilando como estaría ante la doble tentación de dejarse «infectar» por lo asiático o de perder voluntariamente sus raíces al diseminarse por «ahí fuera»: (otra «infección», esta vez buscada, por entregarse Europa- Occidente, atolondrada, a su propia degeneración colonial).F 22 F No hace falta desde luego tener un gran conocimiento del pensar heideggeriano (o mejor, en este caso: de la ideología concomitante, y contaminante) para «traducir» ese proyecto de salvación “ante lo asiático” como llamada al «cerramiento» de la Europa germánica (en el sentido lato dado al adjetivo por Hegel, si queremos ser generosos en nuestra interpretación) ante el bolchevismo soviético, mientras que el peligro opuesto: la “explosiva fragmentación (Aufsplitterung) de los pueblos europeos”, se debería -como acabo de insinuar- a su excesiva entrega a las viejas colonias y a su acomodación en ellas, hasta el punto de que las nuevas tierras acabarían por agostar el espíritu europeo originario.F 23 F Y hasta sabemos el nombre internacionalismo (y aun nacionalismo): “El cosmopolitismo intelectual se afirma sobre la tierra, en significativo contraste con el fracaso del internacionalismo político.” (Cosmopolitismo. En: Historia como sistema y otros ensayos de filosofía. Revista de Occidente/Alianza. Madrid 1981, p. 108). 20 El otro cabo, 43. Así también, el terrorismo abertzale insiste en que quiere hacer del País Vasco un Estado independiente para integrarlo en Europa: un “país libre” en una “Europa libre”, dicen sus portavoces. 21 “Unser geschichtliches Dasein”. Europa und die deutsche Philosophie. En: H.-H. Gander (ed.), Europa und die Philosophie ( = EudPh ). Klostermann. Frankfurt/M. 1993, p. 31. Heidegger comienza la conferencia de Roma adelantando que va a decir algo „von der deutschen Philosophie und damit von der Philosophie überhaupt” (ib., subr. mío). 22 Adviértase el tono apocalíptico -y de «gran decisión», al estilo del último Nietzsche- con que presenta Heidegger el problema: según él, el futuro de “nuestra existencia histórica” (se supone que la de los alemanes: está hablando en el Kaiser-Wilhelm-Institut de la Bibliotheca Hertziana de Roma; F.D.) “gleichkommt dem nackten Entweder-Oder einer Rettung Europas oder seiner Zerstörung.“ Y advierte que - hablando à la Kant- la doble condición de posibilidad de salvación consiste en: „Die Bewahrung der europäischen Völker vor dem Asiatischen. 2. Die Überwindung ihrer eigenen Entwurzelung und Aufsplitterung.“ (ibid.) 23 Al igual que en el caso de su admirado y a la vez temido y denostado Nietzsche, el «racismo» -si así queremos expresarnos- de Heidegger es bien peculiar. En primer lugar, está bien lejos de defender la supremacía de una supuesta raza aria y, en general, de profesar el biologicismo -tan ingenuo científicamente como destructivo políticamente- de la ideología oficial nacionalsocialista. Heidegger parece cree más bien en un espíritu cultural, transmitido sobre todo -como también en Fichte- por la fuerza de la lengua, y que, procedente de Grecia, se habría transmitido -a pesar de la traición de Roma y de su pérfida aliada: la Iglesia Católica- de distinta manera a los pueblos europeos. De todas formas (y de acuerdo en lo esencial con Hegel, para quien Europa habría nacido de la mezcla del elemento germánico -los bárbaros- con una base clásica, pero cambiando a la odiada Roma por Grecia y la invasión histórica por una migración mítica), Heidegger - también en esto muy nietzscheano- parece defender no tanto la pureza de sangre cuanto la mezcla armoniosa y equilibrada in illo tempore de dos pueblos -diríase- primigenios: el germánico y el proto-griego: no se habría tratado en ningún caso de una invasión, sino de un encuentro, siguiendo el ideal de la huida de climas extremosos (la búsqueda de la «zona templada»): habrían sido los germanos los que, descendiendo por el
  • 14. 14 que da Heidegger a este espíritu degenerado, casi más un espectro (Ghost) globalizador y extemporáneo (no en vano marca el fin de la historia... europea) que un espíritu (Geist) sabedor de sí y autorreferencial: lo llama Amerikanismus.F 24 F Danubio, habrían acabado por encontrarse con los habitantes de Morgenland (la “tierra de la mañana”), que a su vez procederían de las riberas del Indo. De esa fusión, de esa verdadera confluencia habría surgido primero Grecia, y luego Europa. «Base documental» para tan peregrina ensoñación (“die geheimnisvollen Bezüge zum Osten.” Brief über den Humanismus = BH; GA 9, 338) la encuentra Heidegger en una lectura suo modo del himno fluvial Der Ister y en la 3ª estr. de Die Wanderung, de Hölderlin, algunos de cuyos versos reproducimos: Es seien vor alter Zeit Die Eltern einst, das deutsche Geschlecht, Still fortgezogen von Wellen der Donau Am Sommertage, da diese Sich Schatten suchten, zusammen Mit Kindern der Sonn’ Am schwarzen Meere gekommen; Und nicht umsonst sei dies Das gastfreundliche genennet. (Die Wanderung vv. 31-39; WuB I, 325). [Al poeta le habría sido revelado que:] Antes del tiempo antiguo habrían Los padres, la estirpe alemana, Quedamente llevados por las ondas del Danubio Un día de estío, cuando ellos Andaban en busca de sombra, confluido Con los hijos del sol En el Mar Negro; No en vano es éste Llamado El Hospitalario. Por lo demás, es cierto que los germanos bajaron con sus naves por el Danubio, para comerciar con los pueblos ribereños del Mar Negro (ésa es una de las bases de Das Nibelungenlied). Pero lo hicieron en la Alta Edad Media, hacia el 900, y por tanto después de las invasiones bárbaras. Heidegger aprovecha pro domo sua la mítica visión de Hölderlin para reivindicar -frente a los nuevos «bárbaros» del régimen, como Rosenberg- la herencia griega en cuanto parte constitutiva del ser alemán (ello explicaría la espiritual consanguinidad que el filósofo ve entre ambas culturas: una, la griega, que alumbra el primer inicio de la Historia del Ser; la otra, la de la Alemania del Reich, esa Mitteleuropa que, de ser fiel a su destino, podría asistir al otro inicio). Muy ilustrativo de esta «geografía mística» es el ya citado curso sobre »Andenken«. Ver p.e. § 43: “Griechenland und Germanien: Die Ufer und Seiten des Übergangs zum Lernen des geschichtlich Eigenen“ (GA 52, 128-132). Sobre la manía «aria» a la que por una vez sucumbió Heidegger, véase la “transición fácil” (por decirlo con Hume) con que el filósofo pasa de una oscura alusión de Hölderlin en Andenken (“Nun aber sind zu Indiern / Die Männer gegangen”) a: 1) una interrogación retórica; 2) una conjetura; 3) una afirmación categórica. Ad 1m.: “Zu »Indiern«? An den Indus?“. Ad 2m. (en el párrafo siguiente): “Zu den Indiern an den Indus? Wie wenn am Indus die ferne Herkunft Germaniens wäre und von dorther die Eltern des heimischen Landes gekommen wären.“ Y como inicio -ad 3m.- del párrafo siguiente: “»Indus« ist im Bereich der Hymnendichtung der dichterische Name für die Urheimat, die aber gleichwohl fern bleibt.“ (GA 52, 184s.). De todas formas, y más allá de turbias concesiones a la ideología nazi, «apoyadas» por alguna expresión hölderliniana literalmente «sacada de quicio», lo que a Heidegger le interesa de veras resaltar es la afinidad esencial de Grecia y Alemania, inicio y fin de esta historia (con la posibilidad para Alemania de ser el inicio de otra historia, postmetafísica): “Das Griechenland ist für Hölderlin das Andere zum Abendland. Das Eine und das Andere gehören in eine einzige Geschichte.“ (GA 52, 79; el punto -§27, 3- en que se inserta el pasaje está dedicado a: “»Das Fest« und das Er-eignis. Das Fest des Geschichtstages in dem Griechenland. Hölderlin und Nietzsche“: 76-79). 24 Aunque pueda resultar anecdótico, no deja de ser significativo que el Oscar 2000 al mejor Actor haya ido a parar a Russel Crowe, un neozelandés, por su interpretación de Maximus (al principio, un general afincado en la Lusitania «extremeña»): el Gladiator, en el film homónimo de Ridley Scott. Y quizá aún más curioso (o irritante, según el apego que se tenga a la vieja Roma y al latín) es que en España haya que mentar el film con
  • 15. 15 En ambos casos -bolchevismo y americanismo- se trataría de dos manifestaciones de una y la misma gigantesca “maquinación” (Machenschaft) propia del fin de la metafísica: el nihilismo.F 25 F Pero seguramente triunfará -adelanta Heidegger ya en torno a 1936- el Americanismo, pues sólo él cumple hasta las heces la paradoja destinal de entregarse al nihilismo mientras abiertamente lo niega y dice luchar por la libertad y por los viejos y buenos valores cristianos.F 26 F De hecho, según Heidegger, para el Amerikanismus (aquí identificado claramente con el pragmatismo) es verdadero lo que tiene éxito. Lo demás es “especulación” (Spekulation), o sea “ensoñación 27 lejana a la vida.”F 4.- La obsesión por el Centro: Alemania, ese Gran Corazón. No está solo Heidegger en esta hiperbólica interpretación de Europa como el continente de la gran decisión: la decisión de serlo todo (caput mundi) o nada (ya sea por invasión de lo Ajeno o por diseminación en ello).F 28 F Ni tampoco es el único filósofo que haya asentado como sujeto de esa decisión a Alemania, das Land der Mitte.F 29 F Ya Leibniz, en sus denodados intentos por evitar el descoyuntamiento del la pronunciación inglesa (Gladiéitor), a pesar de que el término haya sido tomado tal cual del latín (Gladiator, -oris). Y ello, por no hablar de la deformación hollywoodense de aquellos turbulentos tiempos de Marco Aurelio y Commodo. Por cierto, pícaros romanos se visten ahora de soldados en las inmediaciones del Foro, para aprovecharse de la publicidad que la película ha hecho de «Roma», de modo que los turistas american(izad)os acaben contemplando y entendiendo esas ruinas -y la historia en ellas latente- desde el film, así convertido en criterio de verificabilidad. Es la misma lógica que la seguida por los parques temáticos, con su recreación de la historia o de lugares exóticos. 25 BH. GA 9, 340s.: „Wer den »Kommunismus« nur als »Partei« oder als »Weltanschauung« nimmt, denkt in der gleichen Weise zu kurz wie diejenigen, die beim Titel »Amerikanismus« nur und dazu noch abschätzig einen besonderen Lebensstil meinen. Die Gefahr, in die das bisherige Europa immer deutlicher gedrängt wird, besteht vermutlich darin, dass allem zuvor sein Denken -einst seine Grösse- hinter dem Wesensgang des anbrechenden Weltgeschickes zurückfällt, das gleichwohl in den Grundzügen seiner Wesensherkunft europäisch bestimmt bleibt.“ 26 Beiträge zur Philosophie ( = BzPh) II,72. GA 65, 140: „Wenn die zwei äussersten Gegenformen des Nihilismus sich und zwar notwendig am schärfsten bekämpfen, dann führt dieser Kampf so oder so zum Sieg des Nihilismus, d.h. zu seiner erneuten Verfestigung und vermutlich in der Gestalt, dass man sich selbst verbietet, je noch zu meinen, der Nihilismus sei noch am Werk.“ 27 Grundfragen der Philosophie ( = GFPh). WS 1937/38. GA 45, 55. 28 La idea de la diseminación (sobre todo en América) como «sangría», la exhortación a “cuidar del propio jardín” como el Cándido de Voltaire, en lugar de desparramarse «por ahí fuera», no ha dejado de obsesionar al pensamiento conservador europeo, guardián de las supuestas esencias de la patria y del continente. Así, un autor anónimo, ganador del Prix de l’Académie Française en 1788, lanzaba estos retóricos interrogantes: “Si los europeos que consagraron su vida al desarrollo de las fuentes de América se hubieran dedicado en Europa a talar montes y a construir carreteras, puentes y canales, ¿acaso entonces no habría encontrado Europa en su propio seno las principales cosas que importó de América, o algo comparable? ¿Y qué cantidad inmensa de productos no habría dado el suelo de Europa, si hubiera sido llevado a ese estado de cultivo para el que tiene capacidad?” (Cit. en Ernst Hinrichs, Introducción a la historia de la Edad Moderna.. Akal. Madrid 2001, p. 129). Bastaría recordar al anónimo comunicante algo trivial: que muy pocos se van de su tierra por gusto, sino por necesidad perentoria, y que contra una intolerable opresión social sólo cabe marcharse... o rebelarse. Ese premio se concedió un año antes del estallido de la Revolución Francesa. 29 Ver el curso SS 1935: Einführung in die Metaphysik (GA 40; cito por la tr. esp. de A. Ackermann: Introducción a la metafísica. Gedisa. Barcelona 1993). Allí se adelanta ya lo señalado en nota 26, pero esta vez sin tapujos: “Rusia y América son lo mismo... la desolada furia de la desenfrenada técnica y de la excesiva organización del hombre normal”. Estos dos bastiones del nihilismo atrapan con su “tenaza” a Europa, que en su “ceguera” está: “siempre a punto de apuñalarse a sí misma” (p. 42). Vienen luego unas cuantas consideraciones pesimistas, y el párrafo siguiente comienza con el «salto» (identificación de Europa y Alemania, o al menos condensación de aquélla en ésta) que el lector ya presentía: “Nos hallamos dentro de la tenaza. Nuestro pueblo, por encontrarse en el centro, sufre la mayor presión de estas tenazas.” (p. 43). La razón aportada por Heidegger le deja a uno estupefacto. Alemania -dice- sufre esa presión: “por ser el pueblo
  • 16. 16 Sacro Imperio Romano Germánico, afirma que: “El Imperio es el miembro capital (Hauptglied) de Alemania, y ésta el centro (Mittel) de Europa.”F 30 F También él, como Heidegger, enraíza el destino de Europa en la herencia griega, cuyo mejor legado habría sido el principio de la afirmación de la propia voluntad: el rasgo definitorio de lo europeo; y también él advierte del gran peligro de que se produzca un vacío de poder en el centro de Europa.F 31 F Pero al contrario de Heidegger, y con mayor visión de futuro, aboga por la creación de una “federación de estados” (Staatenbund) como factor de consolidación política de la deutsche Nation. Por su parte, el «cristianísimo» Schelling no se contenta con que Alemania salve a Europa. Este Pueblo Elegido habrá de salvar al mundo. Y así, vaticina: “En Alemania se decidirán los destinos del Cristianismo”. Lo que, en su caso, quiere decir: Alemania será el lugar de la reconciliación universal, de la fiesta de rejuvenecimiento del mundo. Apoyos para tan estupenda profecía: la primera «razón» aducida es metafísica, si es que no directamente ideológica. Asegura Schelling que: “el pueblo alemán es reconocidamente el más universal”,F 32 F así como “también el más amante de la verdad”. De nuevo se da aquí el salto de un pueblo en particular a la universalidad de la especie humana, como en otro respecto criticará Derrida (cf. supra nota 16). El otro apoyo es histórico, y consiste en una inducción para nosotros hoy bien poco convincente: Schelling ve en efecto acercarse el fin de los tiempos en la aceptación del catolicismo y del protestantismo “para cada parte singular de Alemania, con derechos plenamente iguales”, con lo que sólo faltaría la conversión de los judíos para la reunificación y con más vecinos y por tanto el más amenazado y, con todo ello, el pueblo metafísico.” (ibid.). A la vista de los sucesos inmediatamente ulteriores, habría que pensar más bien que eran los vecinos del “pueblo metafísico” los amenazados por él. En todo caso, no se ve por qué un pueblo situado en el centro de un continente haya de ser el más amenazado: basta pensar en Suiza. Con respecto al destino metafísico de Alemania, Heidegger «aclara» esa afirmación al señalar que el ser es “el destino espiritual de Occidente” (p. 42), y que la “misión histórica” de Alemania “como centro de Occidente” (p. 53) consiste en la “decisión esencial” de preguntarse por el ser, con lo cual giramos en círculo. 30 Denkschrift über die Festigung des Reichs (1670). En: Deutsche Schriften, ed. W. Schmied-Kowarzik. Leipzig 1916; 2, 56. 31 Leibniz escribe esto veintidós años después del final de la devastadora Guerra de los Treinta Años. Por su parte, cuando Heidegger siente más en lo vivo la estrechísima conexión entre Alemania y Europa han pasado poco menos de veinte años del final de la Gran Guerra, luego llamada: Primera Guerra Mundial, y cuya repetición «corregida y aumentada» pretenderá impedir Heidegger en 1935, sustituyendo la contienda armada por “el despliegue de nuevas fuerzas históricas y espirituales, desde el centro” (tr.cit., p. 43). La Alemania postbélica del “milagro económico” intentará seguir tardíamente ese exhorto (no sin el apoyo y la guía de los Estados Unidos). Pero aunque el intento -ya aglutinado ese “centro” en la Unión Europea- pueda tener algún éxito en el plano económico (y aun esto es dudoso), pocas dudas caben hoy de que las “fuerzas históricas y espirituales” (por más que muchos intelectuales europeos tiendan a despreciarlas) proceden más bien de una de las pinzas de la “tenaza”, y no del centro. 32 Tal universalidad, de existir, no podría desde luego ser atribuida a la expansión colonialista de los pueblos germánicos. El Primer Reich bastante tenía con mantener una precaria y frágil conexión entre sus numerosos Estados y estadículos, aguantando la presión primero de España, y luego de Inglaterra (introducida en el corazón del Reich a través de Hannover), y también de Rusia en el flanco este, como para intentar expandirse. Más bien habría que entender la supuesta universalidad al revés: como una «importación cultural» (no exenta de deformaciones cursis) de lo que hombres como Winckelmann o Lessing primero, y Goethe o Schiller después, consideraban que había sido la gran cultura grecolatina, y que se plasmó -sobre todo en Berlín y en Munich- en la erección de monumentos y edificios als ob: como si se estuviera viviendo en una soñada Grecia teutona. Sin olvidar, por otra parte, el poderosísimo influjo de la cultura y la lengua francesas en la Alemania (y sobre todo en la Prusia) del siglo XVIII. Así, se trataría en el mejor de los casos de una universalidad por absorción y asimilación, no por expansión y adecuación a lo extraño. O sea: el pueblo alemán sería el más universal, no por identificarse con la humanidad, sino más bien ¡porque ésta habría de identificarse al fin con Alemania, con sus valores y su modo de pensar y vivir!
  • 17. 17 pacificación, primero, de Alemania; luego, de Europa; y en fin, bajo su égida, del mundo entero.F 33 F 33 Philosophie der Offenbarung. En: Sämtliche Werke. Ed. F.K.A. Schelling. Cotta. Augsburgo-Stuttgart 1858; 2/4, 320.
  • 18. 18 7BII - HUSSERL: SOLICITUD DE UNA EUROPA RAZONABLE Y UNIVERSAL. Europa ... es y presumiblemente seguirá siendo siempre la verdadera patria de las artes y las ciencias, el continente en el que más se ha elevado la cultura; a pesar de ser el más pequeño, en virtud de la infinita supremacía que por el impar desarrollo -siempre creciente- de todas las capacidades naturales humanas ejercen sus habitantes sobre los demás pueblos de la tierra, Europa ha llegado a ser para siempre el continente rector. Christoph Martin Wieland.F 34 F 1.- La crisis de la razón, por exceso de «razón». Pues bien, por extraordinario que ello resulte, la más redonda y cabal identificación del destino de Alemania con el de Europa y del de ésta con el del mundo entero procederá en efecto de un pensador judío. Ciertamente, converso: pero convertido a la filosofía y a su origen griego, no a la religión. Y más: a la única filosofía que tendría una validez universal por ser, no ya simplemente “amante de la verdad”, sino la autojustificación y autoexhibición de la verdad misma. Se trata de Edmund Husserl, el maestro de Heidegger (o más exactamente: el Herr Professor bajo cuya égida trabajó aquél de joven). Hacia la misma época en que Heidegger pide desde Roma un heroico esfuerzo para salvar a Europa se celebra en el conjunto de escritos que, publicados póstumamente en 1954, serán conocidos como La crisis de las ciencias europeasF 35 F la coincidencia de la Filosofía (entendida como Ciencia Universal), de Europa y de la Humanidad, justamente en el momento de la Krisis (otro modo de hablar de la necesidad de una decisión, cuando -en el momento álgido- o bien se remonta una enfermedad o bien está el paciente a punto de ser desahuciado): “Las naciones europeas están enfermas, Europa misma está -se dice- en crisis” (p. 324). La dolencia mortal en la que se consumiría Europa consistiría en una degeneración del 34 Das Geheimnis des Kosmopoliten-Ordens (1788). En: Aufsätze zu Literatur und Politik. Rowohlt. Reinbeck/Hamburgo 1970, p. 133: „Europa ... ist, und vermutlich immer bleiben wird, das wahre Vaterland der Künste und Wissenschaften, der Weltteil, worin die Kultur aufs höchste gestiegen, und der, wiewohl der kleinste, kraft der unendlichen Obermacht, die seiner Bewohner durch die ungleich grössere un immer fortschreitende Ausbildung aller menschlichen Naturfähigkeiten über die übrigen Völker des Erdbodens erhalten, auf immer der herrschende geworden ist.“ 35 Die Krisis der europäischen Wissenschaften und die transzendentale Phänomenologie. «Husserliana» VI. Nihoff. La Haya 1954. Cito directamente en el texto por la tr. (incompleta) de J. Muñoz y S. Mas. Crítica. Barcelona 1991. Es interesante consultar también Crisi e rinascita della cultura europea (Marsilio. Venecia 1999), que recoge la vers. italiana de la conferencia de Viena y Praga: Die Krisis des europäischen Menschentums und die Philosophie (1935; también incluida en la vers. esp.) y de Die Idee einer philosophischen Kultur (de la Erste Philosophie. «Husserliana» VII. Nijhoff. La Haya 1956, pp. 8-17 y 203- 207), junto con un esclarecedor Prólogo (“La filosofia come lingua europea” ) de Renato Cristin.
  • 19. 19 poderoso vástago de la filosofía: la ciencia moderna, que habría renegado de su origen y, despedazada en especialidades, pretendería olvidar el universalismo griego.Pero ello supone traicionar al propio ser (como en el enjuiciamiento heideggeriano), ya que el científico “en cuanto tal es hombre greco-europeo” (p. 313); y traición sería, también, al propio órgano de control, ya que, junto con las ciencias particulares, la filosofía constituye el “cerebro operativo” de Europa (p. 348). Por otra parte, si nos vamos de estos atributos «operativos» a los «entitativos», vemos cómo Husserl eleva a la filosofía europa a la: “idea que constituye el impulso vital del nivel más elevado de la humanidad” (p. 281), en razón de que es la filosofía la que “hace posible el desarrollo hacia una autonomía personal y humanitaria omniabarcante.” (p. 280s.). Es esa autonomía la que convierte a los filósofos en “funcionarios de la humanidad” (p. 18), mientras que el político sería tan sólo el “funcionario de la nación” (p. 338). El problema estriba en cómo conjugar en un mismo “funcionario” (si no el político, sí el profesor de filosofía) los intereses particulares de la nación y los universales de la humanidad: un problema con el que ya se había enfrentado Kant al contestar a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?, con la gran diferencia de que la era de Federico tiene poco que ver con los tiempos sombríos de Hitler, cuando al viejo profesor judío se le negaba incluso el acceso a la Universidad de Friburgo. Por ello es tanto más patético ver aferrarse a Husserl a ideales negados por la infame praxis política de los años treinta; pero aún más doloroso resulta constatar su incapacidad para darse cuenta de que esos mismos ideales tienen ramificaciones que desembocan precisamente en esa praxis. Así, tras afirmar que el rasgo definitorio de Europa es la teleología del individuo, ligada a la irrupción de la filosofía (p. 327), delimita las fronteras «espirituales» de Europa, desechando al respecto como extranjeros a los pueblos que, aun habitando en Europa o en las regiones por ella colonizadas, no encajan en esa peculiar teleología de triple cuño: el carácter “omnivinculante” de las producciones culturales (p. 328), la configuración libre de la existencia, y la guía de la vida bajo ideas racionales, para llevar a cabo tareas infinitas.F 36 F 2.- Racismo geofilosófico. Con ese baremo, Husserl establece su muy peculiar geopolítica de Europa: ésta, en cuanto Gestalt espiritual, no coincidiría sin más con el continente geográfico, sino que incluiría los dominions ingleses y los Estados Unidos, excluyendo en 36 Cristin intenta, ciertamente, «urbanizar» a Husserl; primero, insistiendo en que es el propio método fenomenológico el que obliga a pasar de la egología inicial (necesaria, pero insuficiente) a la heterología (en cuanto intersubjetividad trascendental), de modo que sólo la experiencia de la straneità puede llevar a cumplimiento rotundo el momento egológico (op.cit. p. 99). De ahí su insistencia en la inter-identità (p. 101). Pero el problema estriba en la constitución de tal alter ego: pues si éste no se yergue en su abisal irreductibilidad, sino que pertenece al horizonte de mi propia cultura (algo exigido igualmente por el método: cf. p. 60s.), ya forma parte de la “tribu”, sea ésta mi nación o la “supranacionalidad europea” (La crisis... p. 330). En términos schmittianos, puede ser amicus o inimicus, pero nunca hostis. Y éste es justamente el problema que habría que resolver: cuál haya de ser nuestra actitud hacia el lejano y extraño en cuanto tal, y no hacia quien «comulgue» -lo sepa o no- con nuestras ideas y que, por pertenecer a la «gran familia» europea, estaría por ello facultado -de una manera que los pueblos europeos no alcanzarían jamás por sí solos- a desembocar, a través de la idea que lo anima y guía, nada menos que en “el devenir espiritual global” (Cristin, op. cit. p. 100).
  • 20. 20 cambio a “esquimales, indios y gitanos vagabundos” (ibid.).F 37 F Este “funcionario de la humanidad”, refugiado en la consolación de la filosofía en el momento en que él, y su raza, se ven excluidos primero y exterminados luego por quienes propalan la idea de una Europa unida (bajo el Reich, naturalmente) no ve en efecto que ha sido y es la política de exclusiones, de limpieza «espiritual» (por ella se empieza, para pasar después imperceptiblemente a la «étnica») la que ha precipitado a la vieja Europa -hecha de remiendos, entre el mosaico y el patchwork- a la Krisis de la que, al menos hasta ahora, no se ha repuesto. De ahí lo patético de los esfuerzos de Husserl por «reanimar» a Europa, como cuando insiste en que las naciones europeas forman “algo así como una fraternidad” y tienen el “sentimiento de estar en el propio hogar” (p. 329); y lo dice justamente cuando ellas se están despedazando dentro de sí (como en la Guerra Civil española), en cuanto preámbulo para el magno intento de destrucción generalizada, a partir de 1939. En cambio, “todo el resto” (Husserl no especifica si entre ese “resto” se hallan también los viejos restos -europeos, guste o no- del Imperio Austro-Húngaro, incluyendo las zonas de religión musulmana) suscita, dice, sentimientos de “extranjería y ajenidad” (ibid.). Y no sólo eso: la «prueba» que Husserl aduce respecto a la supremacía espiritual de Europa sobre ese resto (definido negativamente como todo lo que no es Europa ni, por ende, verdadera Humanidad) consistiría en que los demás pueblos están deseando “europeizarse”, y ello -dice el filósofo, con un candor desarmante- “independientemente de toda consideración de utilidad”, mientras que a ninguno de nosotros, los europeos, se nos ocurriría, por ejemplo, “indianizarnos” (siempre que tengamos, añade: “una comprensión cabal de nosotros mismos”, tarea encomendada naturalmente al filósofo, ese funcionario «al cuadrado»: del Estado y de la Humanidad). Se ve que para Husserl la miseria, el tribalismo, la injusticia social o la opresión política no son en absoluto los móviles de los emigrantes, ni tampoco -en perfecta correspondencia- la educación euroamericana de las elites de países en desarrollo influye para nada en la «penetración» cultural de la “entelequia” Europa -ese “ser ideal” y “polo eterno” (p. 330)- en dichos países, como pródromo -o fenómeno concomitante- del neocolonialismo. A menos que Husserl se refiera sibilinamente a ese elitismo cuando pone en manos de selectas minorías, de “círculos pequeños” (p. 331), la ingente labor de mutación progresiva de la 37 Es bien interesante esta alusión a los “dominios ingleses” y a los Estados Unidos, dejando por consiguiente fuera del juego «europeo» a México, Centroamérica y Suramérica (también pues a Argentina y Chile). Husserl se limita así a rozar apenas la espinosa cuestión del colonialismo, no sin dejar entrever un cierto racismo no sólo eurocentrista, sino anglosajón. Los territorios ajenos al continente europeo considerados como parte espiritual de Europa fueron poblados por británicos, holandeses y centroeuropeos, dadas la escasez de mano de obra disponible y apta (¿consideraría Husserl como parte de «Europa» al enorme contingente de esclavos negros que trabajaban en los campos de algodón de los Estados Unidos?) y la falta de riquezas del subsuelo (al menos, prima facie y con la incipiente técnica de los siglos XVI y XVII), circunstancias que obligaron a los colonos de las posesiones inglesas a un asentamiento duradero, cada vez más desconectado de la metrópoli. Esos factores no se dieron en cambio en los dos grandes virreinatos de la España colonial: México y Perú, con una población relativamente sumisa, organizada y dispuesta al trabajo (como que había estado ya sujeta a grandes imperios) y con ricos yacimientos de oro y plata: dos factores antitéticos (lo primero favorece el asentamiento y la autonomía; lo segundo convierte al territorio en un mero fondo suministrador de metales preciosos, en beneficio exclusivo de la metrópoli) que -entre otras razones- impidieron en Hispanoamérica la implantación de una burguesía emprendedora y comercial. Sin embargo, y desde el punto de vista de la cultura literaria y artística, Nueva España, p.e., rivalizó con la metrópoli y aun la superó hasta bien entrado el siglo XVIII.
  • 21. 21 Humanidad hasta llegar a hacer realidad la ecuméne que, idealmente, Europa ya representa.F 38 F Ideas tales, y expresadas además en uno de los momentos más graves de la historia europea, hacen que el propio Husserl parezca retroceder, asustado ante las posibles objeciones de “rehabilitación... del racionalismo, de la Aufklärerei, de un intelectualismo que se pierde en un teoreticismo extraño al mundo.” (p. 346s.). Pero, lamentablemente, la acusación puede ser mucho más grave: pues aunque no tenga sentido empeñarse en andar buscando aquí un vacuo teoreticismo, sí lo tiene en cambio denunciar la violencia (metafísica y metapolítica, si se quiere) que late en esas ideas, con independencia de que el anciano fundador de la fenomenología tuviera conciencia de esa carga oculta. Husserl repite aquí, a un nivel abstracto, la misma actitud agresiva de dominación que el colonialismo europeo ha mostrado en el plano político. Puede comprobarse este punto en la analogía por él empleada: “así como el hombre, incluyendo al papúa, representa, frente al animal, un nuevo nivel de animalidad, así la razón filosófica representa un nuevo nivel en la humanidad y en su razón.” (p. 348). Al pronto, parecería que “hombre” designase aquí un género, cuyas especies -en pie de igualdad- fuesen, por ejemplo, el papúa y el europeo. Ahora bien, que esta especie quede elidida, y venga sólo implícitamente designada por el término inicial “hombre”, permite suponer aquí la ecuación “hombre” (sin más determinaciones) = “hombre europeo”, con lo que el papúa viene entonces sobreentendido como un escalón intermedio entre la animalidad y la plena humanidad. Esta lectura sería solamente conjetural, si no fuera porque el estricto paralelismo entre los miembros pone en entredicho tan «generosa» inclusión. En efecto, el término de comparación de Husserl (axiológicamente inverso a “hombre”, y en cambio equivalente a “papúa”) 38 Husserl sueña con una “síntesis en expansión de las naciones”, una “totalidad supranacional con todas sus sociedades estratificadas”. Y como cabe esperar: “En esta sociedad total, idealmente orientada, la filosofía conserva su función rectora”. Y por último: “la filosofía tiene que ejercer su función en la humanidad europea: la función arcóntica de la humanidad entera.” (p. 346). Así que -idealmente, of course- Europa es la cabeza rectora de la entera Humanidad, la filosofía rige en esa sociedad total, “círculos escogidos” guían a la filosofía, y -se sobreentiende- Husserl dirige esos círculos. Y por ende, a la Humanidad toda, de la cual debiera ser “funcionario”. Todo de manera tan piramidal como ideal, claro está. Pues en realidad, por estas fechas, Husserl era tratado como un perro muerto por parte de las autoridades nacionalsocialistas, académicas o no; Heidegger no acudió a su entierro, en 1938. Cuando se le pidieron cuentas de esa defección, se limitó a contestar: Menschliches Versagen. “Un fallo humano”. Pues ya se sabe que lo vergonzoso y ruin viene comúnmente tildado de “humano”. Por lo demás, este husserliano «aristocratismo del espíritu» -en el que comulgaba también, p.e., Ortega y Gasset- no tiene a mi ver, desde luego, nada en común con la educación de las futuras clases dirigentes (educación, por cierto, que apenas se imparte ya en Europa: Felipe de Borbón, futuro Rey de España, cursó estudios -a más de los habituales- en la Universidad de Georgetown, en Washington, D.C., a la que -según declaraciones de 3 de abril de 2001- considera su second home). La ensoñación de Husserl es más bien de corte idealista-humanista (en su ya citado estudio, Renato Cristin tilda la doctrina husserliana de umanesimo razionale), y hunde seguramente sus raíces en la esotérica culminación por parte de Schiller de su propuesta de «redención estético-política»: “Pero, ¿existe ese Estado de la bella apariencia?” Y si existe, ¿dónde se encuentra? En cuanto exigencia (Bedürfniss: necesidad sentida, F.D.) se encuentra en toda alma armoniosa (feingestimmten: bien afinada o templada, como si fuera un piano; F.D.); en cuanto realidad podríamos encontrarlo acaso, como la pura Iglesia y la pura República, en algunos círculos escogidos (in einigen wenigen auserlesenen Zirkeln), que no se comportan imitando estúpidamente costumbres ajenas a ellos, sino siguiendo su propia y bella naturaleza.” (Cartas sobre la educación estética del hombre. Carta 27. Ed. bilingüe [precedida de Kallias] de J. Feijóo y J. Seca. Anthropos. Barcelona 1990, pp. 380-1. Schiller no explicita quiénes serán los encargados de esa selección (Auslese), o sea los «delegados» de esa Naturaleza que da el «tono», ni qué normas se aplicarán al respecto (aunque algo sí está bien claro: no deben imitar costumbres extranjeras; entiéndase: no han de contagiarse del entusiasmo revolucionario francés, que ha llevado a la Terreur. Las Cartas son de 1795).
  • 22. 22 deja ver también una ecuación: “razón” (sin más determinaciones) = “sentido común”, frente a la privilegiada “razón filosófica”, propia de un nuevo nivel de la humanidad (como se nos dice en seguida: “el nivel de la existencia sub specie aeterni”). De modo que la analogía reza así: en el nuevo nivel de la animalidad, el hombre (europeo) es al papúa como, en el nuevo nivel de la humanidad, la razón filosófica es a la razón (sin más, o sea: al sano sentido común). O más a la llana: comparativamente, y según los planos, el europeo es tan jerárquicamente superior al papúa como la razón filosófica al sentido común. Y para que no quepan dudas de quién manda, inmediatamente tilda Husserl a “la filosofía universal, con todas las ciencias particulares”, de “cerebro operativo” de la cultura, del cual dependen “la salud y la autenticidad de la espiritualidad europea” (p. 348). De nuevo, no parece descabellado sospechar que en la inclusión de las ciencias particulares junto con la filosofía universal late una añagaza retórica (recuérdese además que ha sido la absolutización de esas particularidades la que ha llevado a Europa a la actual crisis, según Husserl). De la misma manera que en el caso del europeo se confunden el género y la species maxima de “hombre”, hasta el punto de que cuando el filósofo escribe sin más el término “hombre” ya sabemos que se está refiriendo estrictamente al «europeo» (sensu husserliano), así también la filosofía es una ciencia entre otras y al mismo tiempo la Ciencia por antonomasia, al ser la única universal.F 39 F De modo que las ciencias (particulares) no están al lado, sino debajo de la filosofia. Por eso se le «escapa» a Husserl un contundente adjetivo posesivo cuando habla de ese “espíritu nuevo”, exclusivo de Europa y “proveniente -dice- de la filosofía y de sus ciencias particulares” (ibid.). Y no sólo ello: una vez asignada a la filosofía su “total tarea infinita, la del conocimiento teórico de la totalidad de lo que es”, exige Husserl del filósofo que tienda “siempre a dominar y hacer suyo el sentido pleno y verdadero de la filosofía, la totalidad de sus horizontes de infinitud.” (p. 349). Así que dominio y asimilación del propio métier son las notas características del filósofo, erigido de este modo en el Sujeto por antonomasia, al cual le está teóricamente sometido todo lo demás (mediatamente: a través de la filosofía, de la que dependen sus ciencias particulares, las cuales, a su vez, debieran sujetar y orientar a la razón -o sentido- común).F 40 F 3.- Circulando por el circuito del Sujeto. Más importante que reparar en esta peraltación del filósofo (tantas veces repetida que algunos profesionales del gremio han llegado a creer en su científica 39 Igual paradoja lógica se encuentra en el autor de la «otra» Fenomenología: en Hegel, para el cual la última figura fenomenológica (la del “Saber absoluto”) es a la vez e inescindiblemente la universalidad concreta del Saber que el Espíritu tiene de sí. 40 Cristin no deja de notar que “quel ruolo sovrano” parece haberse perdido, y que la filosofía tiene hoy más bien una “presenza piuttosto marginale”. Pero insiste en que, a pesar de todo, la tarea de la filosofía sigue siendo la de “curvare in senso autoriflessivo la coscienza della propria identità, in modo che tanto il singolo soggetto quanto la più ampia comunità culturale siano consapevoli della propria entelechia, del proprio telos, e li riconoscano come tali, in quanto espressione di un imperativo categorico o, se l’espressione ci turba, di un compito che il nostro esere umano ci assegna.” (op.cit. p. 75). Pero esta autoconciencia por parte del singular de su propio télos es justamente lo que constituye al sujeto: “il singolo soggetto viene educato dall’insieme culturale nel quale vive, e al tempo stesso si autoeduca in base alla propria coscienza.” (p. 51). Este «círculo», o mejor: esta «espiral» de la educación implica empero, a mi ver, que la relación entre el individuo y su cultura (eso que llamaríamos “formación” o Bildung) se retroalimenta y crece sólo dentro de sí, como en un circuito cerrado. De nuevo parece haberse escamoteado el problema de la alteridad, en cuanto tal (no en cuanto “inter-identidad”).
  • 23. 23 superioridad) es desde luego desvelar el prejuicio latente en ese privilegio: si el filósofo encarna el ideal de hombre (entiéndase siempre, en Husserl: del hombre europeo) es porque en él y sólo en él el saber se hace autorreferencial, circular, o sea: subjetivo. La tan traída y llevada crisis se debería precisamente a la insurrección de las ciencias particulares respecto a su horizonte universal: “En la medida en que el mundo circundante intuitivo, meramente subjetivo, fue olvidado en la temática científica, fue olvidado el propio sujeto operante, y el científico no llegó a convertirse nunca en tema.” (p. 353). Ello se debe -según Husserl- a que el objetivismo de las ciencias ha «atado» al hombre a la naturaleza, impidiéndole de este modo percatarse de sí, de su valor universal y del carácter infinito de su tarea. Por el contrario, es la vuelta a sí mismo (redditio in se ipsum), la constante defensa de la subjetividad por parte de la filosofía, la que hace posible “la visión espiritual del mundo”. Y es que el espíritu, ese florón de la cultura europea, es justamente -o mejor: debe ser una y otra vez- la compenetración del sabedor y de lo sabido, pero dentro del sabedor mismo (de ahí la primacía del sujeto). Así puede establecer Husserl una nueva e implícita analogía de proporcionalidad: el Espíritu es al Sujeto como la Libertad a la Racionalidad.F 41 F El Principio, o mejor el Metavalor que permite la analogía es la Identidad (“ser en sí y para sí”, de acuerdo con la conocida terminología hegeliana, retomada aquí por Husserl). Y de ese Metavalor se desprenden los valores de autonomía y de autoconocimiento, o sea: de control sobre sí y, por ello, de capacidad de control y dominio sobre todo lo demás. De creer a Husserl, ¿qué ha ocurrido entonces en «Europa», o sea en el lugar ideal de manifestación del Espíritu? Ha ocurrido una verdadera catástrofe, es decir: una inversión axiológica, valorativa. El éxito pragmático de las ciencias naturales y de su instrumento formalizador: las matemáticas, ha llevado al Espíritu (incardinado en Europa, ya se entiende) a traicionar su propia “teleología histórica de fines racionales infinitos” (p. 358), imponiendo por doquier el objetivismo y el naturalismo, o sea: la servidumbre y sujeción del hombre ante lo dado, ante los «hechos»; en suma, ante lo natural. F 42 F La decadencia de Europa se habría debido, consecuentemente, a su “alienación respecto de su propio sentido racional de la vida”. Y por eso, en fin, exige Husserl de la filosofía “un heroísmo de la razón que supere definitivamente el naturalismo”. Para ello convoca a los “«buenos europeos»” a luchar sin tregua contra ese cansancio mortal que lleva a desesperar de “la misión de Occidente respecto de la humanidad” (ibid.).F 43 F Sería difícil hallar un modelo tan acabado como el del anciano Husserl para presentar en epítome los grandes prejuicios metafísicos de la cultura occidental: 1) Europa como guía de la humanidad presente y: (2) promesa ideal de lo que algún día será realmente una Sociedad Total unificada bajo la Razón, concebida ésta: (3) desde los valores del autocontrol y de la forja de horizontes delimitantes 41 “El espíritu e incluso sólo el espíritu es siendo él mismo en sí mismo y para sí mismo, es autónomo, y en esta autonomía, y sólo en ella, puede ser tratado de manera verdaderamente racional, de manera verdadera y radicalmente científica.” (p. 335). Esta vez es Husserl quien subraya, como también en la primera cita del párrafo siguiente. 42 Por eso, Cristin llega al extremo de decir que el dogmatismo naturalista y el objetivismo: “hano portato sull’orlo dell’abisso la civiltà occidentale stessa.” (op.cit., p. 43). 43 La alusión a los «buenos europeos», expresión entrecomillada por Husserl para resaltar su carácter de cita, remite desde luego a Nietzsche, que hará de los «buenos europeos» el paradigma político de los hombres superiores.
  • 24. 24 de los saberes particulares, estando centrados esos saberes: (4) en un Sujeto panóptico, el cual, al identificarse teleológicamente con la totalidad de lo sabido y dominarlo interiormente: (5) se va reconociendo eternamente a sí mismo como Espíritu: lo único inmortal. El problema, claro está, es el de qué hacer con los «restos», o sea: con todos esos grupos humanos que no han dado la talla (papúes, esquimales, indios, gitanos, ... y ya se estaban oyendo desde hacía tiempo voces siniestras que clamaban por añadir el pueblo judío a esas «heces» humanas). Por lo demás, habremos de sobreentender que si esos pueblos no están a la altura de «lo europeo» (literalmente: si no han dado de sí), ello se deberá a su falta de disciplina y autodominio, a que se entregaron a la Naturaleza (o en el caso de los judíos: a un Dios trascendente e impenetrable), prefiriendo así ser esclavos contentos a heroicos seres libres. Prefiriendo padecer en lugar de hacer cosas y de hacerse a sí mismos en una acción que, al dominar a lo otro, se libere de ello y lo mantenga -muy «científicamente»- controlado, de modo que el agente pueda llegar a ser dueño de sí... sólo por serlo de lo otro de sí. Ahora bien, lo que realmente asombra en el modelo es la casi imperceptible pero capital mutación de esos restos: la translatio, no desde luego del dominio (imperii), sino de la servidumbre (servitii). Pues la responsable de la Krisis, ya no meramente de las ciencias, sino “de la humanidad europea”,F 44 F ha de ser... ¡la propia «Europa», que en su ceguera -como dirá Heidegger- ha decaído en sus derechos y se comporta de un modo bárbaro gracias a aquello que, sin embargo, debiera ser el inicio de su camino espiritual: las ciencias particulares, que acaban por contagiar a la propia filosofía!F 45 F Cabe disculpar a los verdaderos «bárbaros» (todos los grupos humanos no-«europeos») por su estancamiento y sumisión al medio natural y tradicional, ya que, como hemos podido entrever en la alusión al papúa (que también es hombre... en sí, aunque no todavía para sí), su deficiencia espiritual se debe justamente a su parcial pertenencia a la Naturaleza (¿temporal, o irredimible?, ¿debida a la ignorancia y a la superstición, o a la raza? Husserl no toma partido explícito, aunque parece inclinarse por la segunda alternativa). Pero, ¿cómo perdonar (e incluso, cómo entender) ese retroceso de Europa, de la Europa fáctica del siglo XX, respecto de «Europa», ese «polo eterno», esa Idea de la Humanidad? ¿Y cómo comprender que tal traición haya sido consumada por las ciencias, que son los vástagos de la Filosofía y posesión suya, y hasta por la propia filosofía, en cuanto factum histórico? ¿Cómo es que la realidad, que debiera ser producto del Espíritu, no sólo se rebela contra éste sino que intenta incluso envenenarlo? ¿Cómo es que lo real se ha convertido en suma en una «mala idea»? Heidegger y Nietzsche contestarán a esas preguntas con una sola palabra: nihilismo. Pero para que esa respuesta sea plausible habrán de desmontar (Nietzsche, claro está, avant la lettre)F 46 F el intelectualismo europeo, 44 El título de la conferencia que cierra la obra es, justamente: “La crisis de la humanidad europea y la filosofía” (pp. 323-358). Como se aprecia por las citas, nos hemos centrado en esa conferencia para desarrollar el tema en Husserl. 45 Como cabe esperar, para evitar una palmaria contradicción distingue Husserl: “entre filosofía como factum histórico propio de una época determinada y filosofía como idea, como idea de una tarea infinita.” (p. 348). Sólo la primera puede obviamente degradarse y hasta intentar suicidarse espiritualmente. 46 Como quizá se haya sospechado por la ubicación final de Nietzsche en la parte «alemana» de este ensayo, sostengo que, desde una perspectiva ontológica o tipológica, la respuesta de Nietzsche y sus precisiones sobre el problema de Europa son más esclarecedoras (a veces, por su brutalidad misma) que las de Husserl o incluso Heidegger. En este fundamental respecto, Nietzsche sería pues más «contemporáneo» nuestro, nos daría «más qué pensar» hoy que los otros pensadores, a pesar de que históricamente nos sean éstos más
  • 25. 25 cuyo más cabal -y por ello, último- representante ha sido justamente Husserl, a pesar de sus concesiones ulteriores al «mundo de la vida».F 47 8BIII - HEIDEGGER: EN BUSCA DE OTRO INICIO. Los pueblos que habitan en regiones frías y los de Europa están llenos de arrojo, pero les falta entendimiento y destreza técnica; por eso viven con mayor libertad, pero sin organización política y sin capacidad para dominar a sus vecinos. Los de Asia son en cambio de alma más reflexiva y técnica, pero les falta coraje, así que viven sometidos y esclavizados. El pueblo griego está por así decir en el medio, por lo que hace a la situación, y por eso participa de las ventajas de ambos: es a la vez valiente y reflexivo. Por ello es libre y se gobierna a sí mismo de la mejor manera; y si se uniera políticamente sería capaz de regir a los demás pueblos. AristótelesF 48 F cercanos. No creo que el Heidegger de 1936-38 tuviera mucho que objetar con respecto a esta primacía. En los Beiträge zur Philosophie hace tácitamente de Nietzsche uno de los Zukünftigen, los “advenideros” (aun subordinándolo a otro: anterior historisch, pero más advenidero, más «de futuro» seynsgeschichtlich: Hölderlin [GA 65, 395-401; espec. p. 401]). Sin embargo, y como es sabido, a partir de entonces, y con mayor endurecimiento hacia el final de la guerra, lleva a cabo Heidegger su particular ajuste de cuentas a Nietzsche, considerado al fin, en su inversión de Platón, como el más platónico de los filósofos: el último metafísico (ver su Nietzsche I-II. Neske. Pfullingen 1961 -sobre todo el vol. II-; hay tr. de J.L. Vermal en Destino. Barcelona 2000). Sin entrar desde luego en esta vexata quaestio, sí apuesto sin embargo por la mayor vigencia (para bien y para mal) de Nietzsche en el tema de Europa. 47 Desde un punto de vista nietzscheano, sería fácil enjuiciar esa concesión vitalista como una «repetición» de los casos de Eurípides (impelido al final de su vida a escribir Las bacantes como reparación por su secularización «racionalista» de la tragedia), o de Sócrates -el ancestro de Husserl-, el cual -también al final de su vida- recibió de Apolo la orden de que se ejercitara en la música. Cf. al respecto mi ensayo “Nietzsche y la arqueología «romántica» de la cultura”. En: La estrella errante. Akal. Madrid 1997, 75-122. De todos modos, es justo apreciar el esfuerzo del llamado (quizá con expresión no muy feliz) Überrationalismus del último Husserl, defendido por Renato Cristin como una suerte de síntesis dialéctica del racionalismo clásico y de los “impulsos positivos” del irracionalismo (op. cit. p. 86). 48 “Tà mèn gàr en toîs psychroîs tópois éthne kaì tà perì tèn Európen thymoû mén esti plére, dianoías dè endeéstera kaì téchnes, dióper eleúthera mèn diateleî mâllon, apolíteuta dè kaì tôn plesíon árchein ou dynamena· tà dè perì tèn Asían dianoetikà mèn kaì technikà tèn psychén, áthyma dé, dióper archómena kaì douleúonta diateleî· tò dè tôn Hellénon génos hósper meseúei katà toùs tópous, hóutos amphoîn metéchei. Kaì gàr énthymon kaí dianoetikón estin. Dióper eleútherón te diateleî kaì béltista politeuómenon kaì
  • 26. 26 1.- Remontando el nihilismo tras la Guerra.F 49 Ya se hizo anteriormente alusiónF 50 F a la interpretación heideggeriana de las dos grandes fuerzas ideológicas que, como una tenaza, supuestamente amenazarían a Alemania, ese «corazón» de los pueblos europeos.F 51 F Amerikanismus y Bolschewismus no serían -como ya vimos- sino manifestaciones todavía incompletas de lo Mismo: el nihilismo, el destino de Europa-Occidente. En cuanto tal destino, y contra los intentos de superación de ese “supremo peligro” a mitad de los años treinta (como en la ya citada Conferencia de Roma), el nihilismo será visto tras la guerra como un necesario final (que puede arrastrarse durante siglos).F 52 F Un final que sólo cabe ya remontar (verwinden), no superar (überwinden).F 53 F Pues el nihilismo no sería en definitiva sino el despliegue exhaustivo de la metafísica occidental: “La metafísica es, en cuanto metafísica, el auténtico nihilismo. La esencia del nihilismo se da históricamente como metafísica.”F 54 F Y metafísica dice: olvido del ser y peraltación de la entidad del ente dynámenon árchein pánton, miâs tynchánon politeías.” (Politica. VII, 7; 1327b23s.).- Pruébese a sustituir el adjetivo “griego” (que yo he subrayado) por “alemán”. 49 El origen «remoto» de la investigación sobre Heidegger y Nietzsche en torno a Europa (ulteriormente, la «célula germinal» de todo el libro) está en una conferencia impartida en Lisboa el 31 de octubre de 2000, titulada: ¿La “mancha”-Europa o la “herida”-Europa? Heidegger y Nietzsche como cumplimentación del sueño romántico de Europa, dentro del Colóquio: A Ideia romantica da Europa: novos rumos, antigos caminhos. Deseo agradecer expresamente a los compañeros y amigos filósofos de la Facultade de Letras de la Universidade de Lisboa (Central), organizadores del congreso, la oportunidad que entonces me brindaron: directamente, para ocuparme de un tema tan candente como vidrioso en ambos pensadores; indirectamente, para embarcarme en una más amplia investigación, incluyendo a otros pensadores y haciéndome reflexionar sobre los mitos extremos de Europa: Paraíso y Revolución, y su trágica resolución en la Guerra . 50 Ver supra, notas 25 y 26. 51 Y no sólo esas fuerzas constituirían una amenaza para la Alemania nacionalsocialista, sino también ¡los países vecinos! Heidegger se apoya para la imagen de Alemania como Land der Mitte (tan innegable geográfica y políticamente como nefasta, si tomada en un sentido míticamente metapolítico) en el Gesang des Deutschen, de Hölderlin: “O heilig Herz der Völker, o Vaterland!” (cit. en el curso WS 1942/43: Parmenides; GA 54, 114). 52 A este respecto, un texto altamente relevante de los Beiträge podría ser leído irónicamente como una suerte de reductio ad absurdum de las proclamas del régimen nazi, dirigidas a equiparar a los dos grandes enemigos: el comunismo y el judaísmo. Pero quizá sea esa «lectura» demasiado benévola. Heidegger se pregunta en ese paso por la propia identidad de los alemanes (“quiénes somos”: wer wir sind), y la conclusión parece ser puramente negativa: los alemanes no pertenecerían en esencia ni a los judíos, ni a los cristianos, ni a los bolcheviques (todas ellas, formas -incipientes o finales- del nihilismo, como se aprecia por la alusión de Heidegger a Nietzsche). Se sigue per absentiam que el único inicio verdadero de los alemanes está en la copertenencia de éstos con los aquí no nombrados: los griegos. De ahí la necesidad de sacar consecuencias de tal «entronque», como se insinúa al final del texto que reproducimos: “Hier ist in der Tat das Fragen der Frage: wer wir sind, gefährlicherals jede andere Gegnerschaft, die einem je auf derselben Ebene einer Gewissheit über den Menschen begegnet (die Endform des Marxismus, die wesentlich weder mit Judentum noch gar mit dem Russentum etwas zu tun hat; wenn irgendwo noch ein unentfalteter Spiritualismus schlummert, dann im russischen Volk); der Bolschewismus ist ursprüglich westlich, europäische Möglichkeit: das Heraufkommen der Massen, die Industrie, Technik, das Absterben des Christentums; sofern aber die Vernunftherrschaft als Gleichsetzung aller nur die Folge des Christentums ist und dieses im Grunde jüdischen Ursprungs (vgl. Nietzsches Gedanke vom Sklavenaufstand der Moral), ist der Bolschweismus in der Tat jüdisch; aber dann ist auch das Christentum im Grunde bolschewistisch! Und welche Entscheidungen werden von hier aus notwendig?“ (GA 65, 54). 53 El punto de flexión de la esperanza de superación a la tarea de remonte o retorsión se halla en los aforismos -escritos entre 1938 y 1946- recogidos bajo el título de Überwindung der Metaphysik y publicados en Vorträge und Aufsätze ( = VA). Neske. Pfullingen 19673 ; I, 63-91). Hay tr. de E. Barjau (Serbal. Barcelona 1994, 63-89). P.e.: “Die Überwindung bleibt nur insofern denkwürdig, als an die Verwindung gedacht wird.“ (IX; I, 71). 54 Nietzsche II, 353.
  • 27. 27 como presencia (olvidando también en ello a aquél para quien algo está presente, y el motivo de que lo tome como tal: una crítica al objetivismo que nos remite - como hemos visto- a Husserl), aseguramiento de todos los objetos,F 55 F convertidos en “funcionales”, hasta que el hombre mismo venga tratado como «material» maleable y modificable ad libitum.F 56 F Tratado, ¿por quién? ¿Acaso por otros hombres, por la clase dominante, por el Partido, etc.? Heidegger no niega que tal dominación aparezca a través de esas instancias. Sólo que ellas son, justamente, fenómenos del destino de la Era de la Máquina. Fenómenos que engendran otros fenómenos de masas, tanto en la destrucción como en la creación de la «opinión pública». Y así, ya en 1943, Heidegger denuncia esa masificación, caracterizada por la difusión planetaria de los medios de comunicación, y de destrucción (para el pensador, en el fondo, lo mismo). Con sólo aparente desorden enumera allí: “la ametralladora (Maschinengewehr), la cámara fotográfica, la «palabra»F 57 F y el cartel”; y añade, con un cierto humor siniestro: “todos ellos tienen la misma función básica: el aseguramiento de los objetos.”F 58 F Más grave y digna de meditación que esos fenómenos es empero la base metafísica en que se sustentan: el humanismo, la lógica, los valores, el mundo, y Dios, tomado como lo ente de verdad.F 59 F Ahora bien, y contra las apariencias, en el nihilismo, en cuanto consumación de la metafísica, esos pilares no han sido cuarteados (a lo sumo, lo habrían sido sus referentes epocales), sino más bien ratificados y extendidos ad nauseam: “Los movimientos en contra de esta metafísica le pertenecen a ésta. Desde la muerte de Hegel (1831) no hay más que movimiento en contra, y no sólo en Alemania, sino en Europa.”F 60 Hemos visto cómo Husserl denunciaba a las ciencias europeas como responsables de la Krisis, en cuanto que ellas se habrían primero independizado y luego levantado contra la filosofía universal, de modo que el remedio estaría en llevar a cabo la “heroica” misión de reavivar a ésta para sujetar y encauzar de nuevo a aquéllas. El veredicto de Heidegger es en cambio más sombrío, y seguramente más plausible, a saber: las ciencias no han traicionado el sentido y la función de la filosofía. Muy al contrario, ellas cumplimentan el destino de ésta, en cuanto metafísica.F 61 F Por ello: “La recaída del pensar en la metafísica toma una 55 Quizá la más concisa -y precisa- definición de “metafísica” es la ofrecida en la cit. Überwindung der Met. VI (VA I, 68): „Metaphysik, als Herrschaft der Seiendheit im Sinne der Gewissheit.“ 56 Überwindung XXVI (VA I, 87): „Da der Mensch der wichtigste Rohstoff ist, darf damit gerechnet werden, dass auf Grund der heutigen chemischen Forschung eines Tages Fabriken zur künstlichen Zeugung von Menschenmaterial errichtet werden.“ 57 Heidegger entrecomilla el término para aludir a la degradación de la palabra (escrita a máquina) como medio de consumo y creación de una opinión que, más que pública, es ya de masas, a través de la prensa y de la radio. Cf. Parmenides. GA 54, 119: “Das maschinelle Schreiben nimmt der Hand im Bereich des geschriebenen Wortes den Rang und degradiert das Wort zu einem Verkehrsmittel.“ (Subr. mío). También el “cartel” -la siguiente palabra del texto citado- ha de entenderse como pasquín de propaganda bélica. 58 Heraklit. 1. Der Anfang des abendländischen Denkens. GA 55, 71. 59 Cf. BH. GA 9, 346s. 60 Überwindung VI (VA I, 68). 61 En la Immatrikulationsrede de diciembre de 1937, el Rector de la Universidad de Friburgo había exigido que se acabara de una vez “la charla sobre la crisis de la ciencia”. Et pour cause! Alemania necesitaba por entonces más que nunca de la ciencia para la preparación de su industria de guerra. Contra esa exigencia, el antiguo Rector, Heidegger, aparte de lanzar una devastadora crítica contra las nuevas «ciencias» nacionalsocialistas (Urgeschichte, Volkskunde, Rassenkunde y todo cuanto sea lebensnah), contesta -sin nombrarlo- a su antiguo maestro y a su conferencia de 1935 sobre la Krisis. Ésta -dice- no tiene su origen en 1933 (fecha de la toma del poder por los nazis), en 1918 (fin de la Gran Guerra) o en el siglo XIX, sino que comienza con la Edad Moderna. Pero, contra Husserl, añade -y esto es lo decisivo- que no se trata de una