1. El extraño caso de los
mangos voladores
Cuando desperté sentí el olor de los
mangos ese perfume de la deliciosa
fruta inundaba toda la casa y nos
transportaba a idílicos lugares de
nuestra memoria pero al final de la
semana ya empezábamos a estar un
poco fastidiados de tanto olor y
sabor el árbol que había plantado la
abuela en el jardín, nos había
2. deleitado durante décadas con sus
frutos pero nunca con tanta fuerza
como ahora; así que decidimos
compartir la suerte con los demás y
empezamos a llenar cestas y cestas
para repartir entre familiares y
amigos. Terminada nuestra tarea y
un poco aliviados de tanto olor y
sabor, continuamos con nuestra
vida. Pero a los pocos días,
extrañamente, el árbol amaneció
lleno de frutas y el riquísimo aroma
de los mangos volvió a inundarnos.
3. Fue entonces que a la tía Eulalia
preparar unas deliciosas compotas
con su ingrediente secreto y
venderlas.-Ya que si la naturaleza
nos beneficia, por qué no
aprovecharlo-nos dijo mientras
sacaba sus cacerolas y muchos más
artefactos para poner manos a la
obra así fue como, al cabo de unos
días nos fuimos llevando las
compotas a todas las tierras de los
alrededores y dejándolas en
consignación…
4. Pasaron los días y ya casi nos
habíamos olvidado de las famosas
frutas cuando tocaron nuestra
puerta y al abrir nos topamos con
unos extraños y rarísimos
personajes-Esto nos ha pasado por
comer sus confituras-nos dijeron
mostrándonos sus pies atados a
gruesas piedras y luego de tirar las
piedras en nuestra ventana se
fueron volando…sin poder creer
que las confituras tuvieran tan mal
efecto en la gente le preguntamos a
5. la tía que ingrediente le puso a las
confituras a lo que extrañada nos
contó que solo la pulpa de los
mangos–Que deje cortadas para
preparar las confituras y fíjense que
al día siguiente amanecieron ya
listas en los frasquitos. No dije nada
porque creí que uno de ustedes las
había preparado por mí, para
ahorrarme el trabajo…En los días
que siguieron con tristeza vimos
como todas las personas que
compraron las dichosas confituras,
6. volaban por los cielos y se perdían
para siempre en el infinito.
Al siguiente verano cuando el árbol
de los mangos volvió a florecer nos
cuidamos bien de no preparar
confituras y a volver a regalar
dichas frutas; Solo nos resignamos a
comer las que podíamos y dejar el
resto en el árbol.