La enfermera misionera Lily Pinneo contrajo la fiebre de Lassa en África Occidental y fue trasladada a Nueva York para tratamiento, donde lograron reducir su alta fiebre. El Dr. Casals también se infectó mientras estudiaba el virus, pero Lily había desarrollado anticuerpos y le donó plasma sanguíneo, salvándole la vida. Al igual que la fiebre de Lassa puede curarse a través de la sangre de otra persona, el pecado puede curarse sólo a través de la sangre derramada de Jesucrist
1. La fiebre de Lassa
Lectura:
Romanos 3:19-26
“Pues mucho más, estando ya justificados en Su sangre, por Él
seremos salvos de la ira”
— Romanos 5:9
2. Cuando Lily Pinneo, una enfermera misionera, estaba en el África Occidental, contrajo una
enfermedad mortal llamada la fiebre de Lassa. Después de trasladar a Lily por avión a Nueva
York para tratamiento médico, su temperatura se elevó a 42ºC. Para reducir la fiebre, los
doctores la envolvieron en hielo y la alimentaron por vía intravenosa. La fiebre disminuyó.
Después de nueve semanas, había perdido 28 libras (casi 13 kilos) y la mayor parte de su
cabello. Pero, de alguna manera, sobrevivió.
En un laboratorio, el Dr. Casals aisló con mucho cuidado y analizó el virus de Lassa. Pero él
también se infectó debido a que quedó expuesto a la enfermedad. En esa época, no se
conocía tratamiento alguno que fuera efectivo. Afortunadamente, la enfermera Pinneo estaba
convaleciendo y había creado anticuerpos a la aterradora enfermedad. Ella donó plasma
sanguíneo para el Dr. Casals y él también se recuperó. La sangre de ella le salvó la vida.
Todos nosotros estamos infectados con la fatal enfermedad del pecado (Romanos 6:23). Sólo
hay una cura. Ésta radica en el poder limpiador de la sangre derramada de Jesucristo. Pablo
escribió: «Pues mucho más, estando ya justificados en Su sangre, por Él seremos salvos de
la ira» (Romanos 5:9). La ira justa de Dios contra la transgresión ha quedado totalmente
aplacada por medio de la muerte de Jesús en nuestro lugar. Todo lo que necesitamos es
arrepentirnos, reconocerle como nuestro Salvador y recibir la cura espiritual para el pecado.
¿Has tomado esa decisión? -
4. Lectura Bíblica: Romanos 5
R
Resultados de la justificación
1
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo; 2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos
J
f
firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. 3 Y no sólo esto, sino que
t
también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; 4 y
l
la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; 5 y la esperanza no avergüenza; porque el
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue
d
dado. 6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
P
7
Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara
m
morir por el bueno. 8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
p
pecadores, Cristo murió por nosotros. 9 Pues mucho más, estando ya justificados en su
sangre, por él seremos salvos de la ira. 10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados
s
con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su
v
vida. 11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro
Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.
Reina Valera Revisada (1960). 1998 (electrónica ed.) . Sociedades Bíblicas Unidas: Miami
5. Biblia del diario vivir.
5
5.9 , 10 El amor que motivó a Cristo a morir es el mismo que envió al
1
Espíritu Santo a vivir en nosotros y a guiarnos cada día. El poder que
levantó a Cristo de la muerte es el mismo que nos salva y está a nuestro
alcance en la vida diaria. Asegúrese de que, habiendo empezado una vida
con Cristo, tiene una reserva de poder y amor que puede usar todos los
días al enfrentar cada desafío o problema. Puede orar pidiendo el poder de
Dios y su amor cada vez que lo necesite.