Pedro y Pablo fueron los dos apóstoles más importantes. Aunque eran muy diferentes en personalidad y educación, la gracia de Dios los transformó para que fueran columnas de las primeras comunidades cristianas y hablaran del amor de Dios. A pesar de sus diferencias, el Espíritu Santo los hizo iguales en amor, y los dos dieron testimonio de Cristo hasta morir por su fe.