La pintura egipcia se caracterizó por la ausencia de volumen y profundidad, y por seguir las leyes de frontalidad y claridad. Se utilizaron colores vivos y brillantes sin modelado, y las escenas se estructuraron en bandas horizontales con figuras en un solo plano. La pintura se realizaba al fresco o temple con pigmentos naturales siguiendo pautas de guía para asegurar precisión.