El documento discute la relación entre la vocación y los carismas. Explica que la vocación y los carismas son dones del Espíritu Santo que se manifiestan para el bien común y la edificación de la Iglesia. Los fundadores reciben un carisma particular que es transmitido a sus discípulos para vivirlo, custodiarlo y desarrollarlo en sintonía con el crecimiento de la Iglesia. El carisma transforma al fundador y compromete a otros en la misma misión para ofrecerse a toda la Iglesia.