presentación sobre sacerdocio comun de cristo y los laicos.ppt
1.
2. Esto es, porque para aumentar la gracia en la Iglesia, en
general, debe haber una institución externa, que realizó
Jesús y es el sacerdocio.
Estamos
tratando
sobre el
sacramento
del Orden
que, como
dijimos, es un
sacramento
social,
instituido por
Jesucristo
para bien de
toda la Iglesia.
3. Algo se realizaba en el Ant. testamento cuando aquellos
sacerdotes ayudaban a ofrecer los diversos sacrificios
a Dios. Pero muchos de esos sacerdotes se quedaban
sólo en lo externo. Jesucristo sí es el único y verdadero
sacerdote, porque es verdadero intermediario.
4. Dice la carta a los hebreos que “tenía que parecerse en
todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote
misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar
los pecados del pueblo” (2,17).
Jesús es
verdadero
intermediario
entre Dios y
los hombres,
por ser
verdadero
Dios y
verdadero
hombre.
5. Esto lo vimos en el Bautismo. Por el Bautismo nos
incorporamos a Cristo. Así que su sacerdocio se realiza
en la Iglesia, que es como el instrumento de la acción
sacerdotal de Cristo Jesús glorificado.
La Iglesia
como tal
ha
recibido
de
Jesucristo
este
carácter
sacerdotal.
6. La acción sacerdotal de Jesucristo no es sólo de título
abstracto, sino que es parte activa por medio de la
predicación de la Palabra y la administración de los
sacramentos.
Por todo ello
la Iglesia es
instrumento
del Señor en
su actividad
sacerdotal.
7. Todos los miembros de la Iglesia están llamados en el
bautismo al sacerdocio en cuanto que somos
incorporados a Cristo. Y por ello tenemos este carácter y
propiedades del sacerdocio universal. Como decía san
Pedro en su 1ª carta: “somos pueblo sacerdotal”.
8. Ser llamados en el
bautismo a un
sacerdocio universal es
lo mismo que ser
llamados a la
santificación, a ser
consagrados a Dios.
Todos los bautizados
estamos llamados a la
santidad, porque todos
estamos unidos a Cristo
Jesús en el Cuerpo
Místico.
9. Si todos, dentro de
la Iglesia, estamos
llamados por Dios a
este sacerdocio
universal, quiere
decir que debemos
ofrecer sacrificios
espirituales
santificados por el
Espíritu Santo. Esto
lo hacemos cuando
participamos en el
sacrificio de Cristo.
10. Por eso, como nos
dice san Pablo, en
este sacrificio
debemos entregar la
propia vida con toda
la realidad corporal
para entrar con
Cristo y a través de
Él en el misterio de
la vida gloriosa de
Dios.
11. Y recordando las palabras de san Pedro: “vosotros
sois linaje elegido, sacerdocio real, pueblo adquirido
por Dios…”, vemos que somos algo muy grande o muy
importante, desde el momento del Bautismo.
12. Y como dice san Pedro en otro lugar, debemos acercarnos
a la piedra desechada por los hombres pero piedra elegida
a los ojos de Dios. Porque también nosotros somos
piedras vivas que vamos entrando a la construcción del
templo espiritual, formando un sacerdocio santo unido a
Cristo.
13. Es decir, que en
nuestra Iglesia lo
más importante y
grande es ser
piedras vivas
unidas a Cristo.
Hay sacerdotes
externos que no
son piedras vivas
y hay muchas
personas que sin
poder ser
sacerdotes
externos son
piedras vivas. Estos son los que fundamentan el
verdadero Cuerpo de Jesús.
24. vemos que se necesitan piedras y se necesita armazón.
San Pablo nos dirá que los apóstoles son como el
cimiento de ese edificio y Cristo es la piedra angular en
que descansa toda la edificación.
Siguiendo
desarrollan-
do esta
metáfora, de
que nos
habla la Sda.
Escritura, de
que
debemos
entre todos
edificar la
casa del
Señor,
25. Este armazón necesario sería el sacerdocio especial que
está al servicio de la totalidad y está destinado a prestar
servicios especiales.
Entre los
fieles hay
piedras
vivas y
hay
armazón
donde
descansan
unas
piedras
con otras.
26. Estos servicios especiales del sacerdocio ministerial
serían, entre otros: hablar sobre la palabra de Dios, dar el
pan de la Eucaristía y perdonar las ofensas. Todo para
servir a la comunidad. Como nos dice san Pablo: la
comunidad celebra el sacrificio, pero es a través de
miembros de ella que tienen la consagración especial.
27. En la Sda. Escritura no se llaman “sacerdotes” ni a los
presbíteros ni a los obispos, pues habría confusión, ya
que la gente estaba acostumbrada a llamar sacerdotes
a los que, al estilo del Ant. Testamento, sacrificaban
animales sobre los altares.
28. Por eso los
apóstoles, y
especialmente san
Pablo, habla de
“servicios” fundados
por Jesucristo para
bien de la
comunidad. Unos
son para cierto
tiempo como
profetas y
evangelistas; y otros
son permanentes,
como el diaconado,
presbiterado y
episcopado.
29. Cuando los “Hechos
de los apóstoles”
hablan de los
presbíteros, la
preeminencia no la
ponen en la edad o en
otra cualidad externa,
sino en llevar más
vivo en su alma el
pensamiento de la
eternidad y vivir
según ese
pensamiento. En
cuanto al servicio se
fija especialmente en
la “Palabra”.
30. En cuanto a los obispos se fija en la palabra “epíscopo”
que significa “vigilante”. Por eso deben estar vigilantes
ante la comunidad especialmente sobre la doctrina.
E insiste que
esa
autoridad no
proviene por
algo propio,
sino por la
autoridad
dada por
Jesucristo.
31. Por lo tanto los
constituidos para ello
son “ministros de
Cristo y
administradores de
los misterios de Dios”
(1 Cor 4). Ellos son
los transmisores de la
palabra de Dios. Y en
nombre de Cristo
misericordioso velan
por las almas y deben
dar cuenta de ellas.
Por lo cual están
externamente
asociados al
sacerdocio de Cristo.
32. Por esta unión tan íntima con el sacerdocio de Cristo, si
no en el primer momento, por la confusión que podría
llevar, pronto se vio la conveniencia de que debieran
llamarse sacerdotes aquellos que representaban de una
manera externa la presencia viva de Jesucristo en los
principales sacramentos de nuestra fe.
33. La autoridad dada por Jesucristo quedaba ampliamente
representada por la consagración especial que recibían
en el sacramento del Orden. Este sacramento era el
colofón grandioso a la llamada del Señor para este
ministerio especial.
A ellos se
les podían
aplicar las
palabras de
Jesús: “No
me
elegisteis
vosotros.
Fui yo quien
os elegí”.
46. Aunque san Pablo no llama sacerdotes a los presbíteros
ni a sí mismo, sin embargo hay algunos indicios.
Por ejemplo
en I Cor 9
dice que hay
una relación
de
semejanza
entre los
sacerdotes
antiguos y
los ministros
del
Evangelio.
47. Luego san Pablo, al
hablar de sí mismo,
aunque no pone la
palabra de sacerdote por
el riesgo del equívoco,
hace una especie de
paráfrasis. Dice del
ministerio que es una
función sacerdotal de
algo nuevo. Es ser
ministro cultual de
Jesucristo para anunciar
el Evangelio de Dios y
hacer que el sacrificio de
los paganos sea
agradable a Dios por el
Espíritu Santo (Rom 15).
48. Por eso este servicio dentro de la Iglesia, que tiene
relación estrecha con Cristo mediador entre Dios y los
hombres, es propio que se llame también sacerdocio.
Por lo tanto
es un
ministerio
sacerdotal
que está al
servicio del
sacerdocio
de Cristo y
al servicio
del
sacerdocio
común.
49. No había diferencia de grados. Pero ya a comienzos del
siglo 2º con san Ignacio de Antioquía, cuando la Iglesia se
iba ampliando, se vio la necesidad de distinguir grados.
Al principio
en la Iglesia
las palabras
“presbítero”
y
“epíscopo”,
venían a
significar lo
mismo.
50. Esto sucedió porque las comunidades grandes iban
fundando comunidades pequeñas en lugares apartados
donde se quería tener la celebración eucarística.
A estos
lugares se
enviaba un
presbítero
que seguía
dependiendo
de la
comunidad
grande o
comunidad
“madre”.
51. Porque en la Iglesia siempre debe quedar claro que lo
más importante no es la autoridad sino el grado de
Gracia, que cada uno tiene y Dios conoce.
Así se fue
desarrollando la
Iglesia en el
sentido
jerárquico, que no
es lo mismo que
en el sentido de la
gracia, aunque la
ayuda.
52. Pero, como estamos hechos de parte interna y externa,
para que la Iglesia crezca internamente, normalmente se
necesita que se evangelice y que haya nuevos
sacerdotes que sean enviados, como decía san Pablo.
53. Para todo esto se necesitaba un rito especial, que era
el sacramento del Orden, de lo que ya trataremos el
próximo día. Decir sacramento es decir instituido por
Jesucristo.
Así lo ha
tenido siempre
la Iglesia y lo
formula
concretamente
el Concilio de
Trento.
54. Por el hecho de recibir la gracia de la ordenación no
significa que ya pueda regir una parte del pueblo de Dios,
porque necesitará también la jurisdicción; pero ya tiene
lo principal, participar del sacerdocio de Cristo, sobre
todo si sabe responder con humildad a la llamada del
Señor.