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Apocalipsis Capítulo 12
La Mujer y el Dragón
Sólo existen dos partidos en la tierra---los que se encuentran bajo la bandera ensangren-
tada de Cristo Jesús, y los que están bajo la negra bandera de la rebelión. Los que están
bajo la bandera de Cristo llevan la señal de la obediencia, de la cual se habla en Éxodo
31:12-18. Por favor léase esta Escritura atentamente. En el capítulo doce de Revelación
está representado el gran conflicto entre los obedientes y los desobedientes.
14ML:161.
Versículos 1-2. “Una gran señal apareció en el cielo. Una mujer vestida del sol, con la
luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Estaba encinta, y
clamaba con dolores, porque estaba por dar a luz.”
4SP:276. El pueblo de Dios, simbolizado por una mujer santa y sus hijos, se encuentra
en la gran minoría.
MC:275. Cristo honró también las relaciones matrimoniales al hacerlas símbolo de su
unión con los redimidos. Él es el Esposo, y la esposa es la iglesia, de la cual, como es-
cogida por él, dice: "Toda tú eres hermosa, amiga mía, y en ti no hay mancha." (Canta-
res 4:7).
RH, 26 de Febrero de 1914. Esta profecía ha de alcanzar su pleno cumplimiento al
reunir de todas las naciones un pueblo preparado para la segunda venida de Cris-
to. El remanente de Israel está simbolizado por una mujer, representando la iglesia
escogida del que está en la tierra. “He aquí,” dice él, “Yo la atraeré, y la llevará al de-
sierto, y le hablaré suavemente. Y yo le daré sus viñas allí, y el valle de Acor para puerta
de esperanza; y ella cantará allí, como en los días de su juventud, y como en el día en
que salió de la tierra de Egipto. Y será en ese día, dice el Señor, que tú me llamarás Ishi
[“Mi esposo,” margen]; y no más me llamarás Baali [Mi señor,” margen]. Pues quitaré
los nombres de los Baales de su boca, y no más serán recordados por sus nombres.”
HAp:16. Los discípulos estaban por salir como testigos de Cristo, para declarar al mun-
do lo que habían visto y oído de él. Su cargo era el más importante al cual los seres hu-
manos habían sido llamados alguna vez, siendo superado únicamente por el de Cristo
mismo. Habían de ser colaboradores con Dios para la salvación de los hombres. Como
en el Antiguo Testamento los doce patriarcas eran los representantes de Israel, así
los doce apóstoles son los representantes de la iglesia evangélica.
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Versículo 3. “Entonces apareció otra señal en el cielo. Un gran dragón rojo, que tenía
siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas.”
CS:491. En contraposición con los que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe
de Jesús, el tercer ángel señala otra clase de seres humanos contra cuyos errores va diri-
gido solemne y terrible aviso: "¡Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe su
marca en su frente, o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios!" (Apoc.
14:9, 10, V.M.) Para comprender este mensaje hay que interpretar correctamente sus
símbolos. ¿Qué representan la bestia, la imagen, la marca?
La ilación profética en la que se encuentran estos símbolos empieza en el capítulo
12 del Apocalipsis, con el dragón que trató de destruir a Cristo cuando nació. En
dicho capítulo vemos que el dragón es Satanás (Apoc. 12:9); fue él quien indujo a
Herodes a procurar la muerte del Salvador. Pero el agente principal de Satanás al
guerrear contra Cristo y su pueblo durante los primeros siglos de la era cristiana, fue el
Imperio Romano, en el cual prevalecía la religión pagana. Así que si bien el dragón re-
presenta primero a Satanás, en sentido derivado es un símbolo de la Roma pagana.
PE:92. En la página 54, declaré que una nube de gloriosa luz ocultaba al Padre y que no
podía verse su persona. También declaré que vi al Padre levantarse del trono. El Padre
estaba envuelto en un cuerpo de luz y gloria, de manera que su persona no podía verse;
sin embargo yo sabía que era el Padre y que de su persona emanaba esta luz y gloria.
Cuando vi este cuerpo de luz y gloria levantarse del trono, supe que era porque el Padre
se movía, y por lo tanto dije: Vi al Padre levantarse. La gloria, o excelencia de su forma,
no la vi; nadie podría contemplarla y vivir; pero podía verse el cuerpo de luz y gloria
que rodeaba su persona.
También declaré que "Satanás parecía estar al lado del trono, procurando llevar adelante
la obra de Dios." Daré otra frase de la misma página [55]: "Me di vuelta para mirar a la
compañía que seguía postrada delante del trono." Esta compañía que oraba, estaba en es-
te estado mortal, en la tierra, y sin embargo me fue representada como postrada delante
del trono. Nunca tuve la idea de que esas personas estuviesen realmente en la Nueva Je-
rusalén. Tampoco pensé alguna vez que cualquier mortal pudiese suponer que yo
creía que Satanás estaba realmente en la Nueva Jerusalén. Pero ¿no vio Juan al
gran dragón rojo en el cielo? Por cierto que sí. "También apareció otra señal en el
cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos."
(Apoc. 12:3) ¡Qué monstruo para estar en el cielo! Parecería haber tan buenos motivos
para ridiculizar esta interpretación como los que han encontrado algunos para burlarse
de mis declaraciones.
7CBA:983. Delante de Juan fueron presentados bajo los símbolos de un gran dra-
gón rojo, una bestia semejante a un leopardo y una bestia con cuernos como de
cordero, los gobiernos terrenales que especialmente se dedicarían a hollar la ley de
Dios y a perseguir a su pueblo. La guerra sigue adelante hasta la terminación del
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tiempo. El pueblo de Dios, simbolizado por una mujer pura y sus hijos, fue presentado
como una ínfima minoría. En los últimos días sólo existirá un remanente. De los que lo
forman Juan habla como de aquellos que "guardan los mandamientos de Dios y tienen el
testimonio de Jesucristo" (ST, 01-11-1899).
Versículo 4. “Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó so-
bre la tierra. Y el dragón se paró ante la mujer que estaba por dar a luz, a fin de devorar
a su Hijo en cuanto naciera”.
3T:114-115. Aún cuando las personas merezcan tanto ser separadas de la iglesia como
Satanás mereció ser echado del cielo, habrá quienes simpaticen con ellas. Hay siempre
una clase de personas que siente más la influencia de los humanos que la del Espíritu de
Dios y de los sanos principios; y dada su falta de consagración, están siempre dispuestas
a ponerse de parte del mal y a conceder su compasión y compañía a los que menos las
merecen. Estos simpatizantes ejercen una influencia poderosa sobre los demás; ven las
cosas en una luz pervertida, hacen mucho daño y muchas almas quedan arruinadas. Sa-
tanás, al rebelarse, arrastró consigo a una tercera parte de los ángeles. Estos se
apartaron del Padre y del Hijo, y se unieron con el instigador de la rebelión. Te-
niendo presentes estos hechos, debemos obrar con la mayor cautela. ¿Qué podemos es-
perar sino pruebas y perplejidad en nuestra relación con hombres y mujeres singulares?
Debemos soportar esto y evitar la necesidad de arrancar la cizaña, no sea que el trigo sea
desarraigado también.
5T:291. Cuando Satanás empezó a sentirse desconforme en el cielo, no presentó su
queja delante de Dios y de Cristo; sino que fue entre los ángeles que le creían per-
fecto, y les hizo creer que Dios le había hecho una injusticia al preferir a Cristo. El
resultado de esa falsa representación fue que por simpatía con él, una tercera parte
de los ángeles perdió su inocencia, su elevada condición y su feliz hogar. Satanás es-
tá instigando a los hombres a continuar en la tierra la misma obra de celos y malas sos-
pechas que él inició en el cielo....
1SP:28. Satanás se detuvo como atónito de su nueva condición. Su felicidad se le
fue. Vio a los ángeles que, juntos con él, fueron una vez tan felices, pero que habían
sido echados del cielo junto con él. Antes de su caída, ni una sombra de descontento
había manchado su perfecta felicidad. Ahora todo parecía cambiado. Los rostros que ha-
bían reflejado la imagen de su Hacedor estaban lúgubres y desesperados. Lucha, discor-
dia, y amarga recriminación había entre ellos. Antes de su rebelión estas cosas no se co-
nocían en el cielo. Satanás ahora contempla los terribles resultados de su rebelión. Se
turbó, y temió afrontar el futuro y contemplar el fin de estas cosas.
PP:55. Cuando Satanás fue expulsado del cielo, decidió hacer de la tierra su reino.
Cuando sedujo y venció a Adán y a Eva, pensó que había conquistado la posesión de es-
Pág. 4
te mundo; "porque me han escogido como su soberano," dijo él,
4ML:85.
DTG:707. Cuando Jesús vino al mundo, el poder de Satanás fue dirigido contra él.
Desde que apareció como niño en Belén, el usurpador obró para lograr su destruc-
ción. De toda manera posible, procuró impedir que Jesús alcanzase una infancia
perfecta, una virilidad inmaculada, un ministerio santo, y un sacrificio sin mancha.
Pero fue derrotado. No pudo inducir a Jesús a pecar. No pudo desalentarse ni inducirle
a apartarse de la obra que había venido a hacer en la tierra. Desde el desierto al Calva-
rio, la tempestad de la ira de Satanás le azotó, pero cuanto más despiadada era, tanto más
firmemente se aferraba el Hijo de Dios de la mano de su Padre, y avanzaba en la senda
ensangrentada. Todos los esfuerzos de Satanás para oprimirle y vencerle no lograron
sino hacer resaltar con luz más pura su carácter inmaculado.
Versículos 5-6. “Y ella dio a luz un Hijo varón, que había de regir a todas las naciones
con vara de hierro. Y su Hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. Y la mujer huyó
al desierto, a un lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten durante 1.260 días.”
CS:69-70. La fe que por muchos siglos sostuvieron y enseñaron los cristianos val-
denses contrastaba notablemente con las doctrinas falsas de Roma. De acuerdo con
el sistema verdaderamente cristiano, fundaban su creencia religiosa en la Palabra de
Dios escrita. Pero esos humildes campesinos en sus obscuros retiros, alejados del mundo
y sujetos a penosísimo trabajo diario entre sus rebaños y viñedos, no habían llegado de
por sí al conocimiento de la verdad que se oponía a los dogmas y herejías de la iglesia
apóstata. Su fe no era una fe nueva. Su creencia en materia de religión la habían hereda-
do de sus padres. Luchaban en pro de la fe de la iglesia apostólica,- "la fe que ha sido
una vez dada a los santos." (S. Judas 3.) "La iglesia del desierto," y no la soberbia je-
rarquía que ocupaba el trono de la gran capital, era la verdadera iglesia de Cristo,
la depositaria de los tesoros de verdad que Dios confiara a su pueblo para que los
diera al mundo.
CS:351. Veinticinco años después apareció la segunda señal mencionada en la profecía:
el obscurecimiento del sol y de la luna. Lo que hacía esto aun más sorprendente, era la
circunstancia de que el tiempo de su cumplimiento había sido indicado de un modo pre-
ciso. En su conversación con los discípulos en el Monte de los Olivos, después de des-
cribir el largo período de prueba por el que debía pasar la iglesia, es decir, los mil dos-
cientos sesenta años de la persecución papal, acerca de los cuales había prometido
que la tribulación sería acortada, el Salvador mencionó en las siguientes palabras cier-
tos acontecimientos que debían preceder su venida y fijó además el tiempo en que se
realizaría el primero de éstos: "En aquellos días, después de aquella aflicción, el sol se
obscurecerá, y la luna no dará su resplandor." (S. Marcos 13: 24.) Los 1260 días, o años,
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terminaron en 1798. La persecución había concluido casi por completo desde hacía casi
un cuarto de siglo. Después de esta persecución, según las palabras de Cristo, el sol de-
bía obscurecerse. Pues bien, el 19 de Mayo de 1780 se cumplió esta profecía.
CS:492. "Le fue dada autoridad para hacer sus obras cuarenta y dos meses." Y dice el
profeta: "Vi una de sus cabezas como si hubiese sido herida de muerte." Y además: "Si
alguno lleva en cautiverio, al cautiverio irá; si alguno mata con espada, es preciso que él
sea muerto a espada." Los cuarenta y dos meses son lo mismo que "un tiempo, y dos
tiempos, y la mitad de un tiempo," tres años y medio, o 1.260 días de Daniel 7, el
tiempo durante el cual el poder papal debía oprimir al pueblo de Dios. Este perío-
do, como fue indicado en capítulos anteriores, empezó con la supremacía del papa-
do, en el año 538 de J. C., y terminó en 1798. Entonces, el papa fue hecho prisionero
por el ejército francés, el poder papal recibió su golpe mortal y quedó cumplida la pre-
dicción: "Si alguno lleva en cautiverio, al cautiverio irá."
Versículos 7-8. “Y hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron
al dragón, y el dragón y sus ángeles combatieron; pero éstos no prevalecieron, ni se ha-
lló más lugar para ellos en el cielo.”
4CBA:1164-1165. Los registros de algunos son similares al del excelso ángel cuya cate-
goría seguía a la de Jesucristo en los atrios celestiales. Lucifer, como querubín protec-
tor, estaba rodeado de gloria. Sin embargo, este ángel a quien Dios había creado dotado
de poder, llegó a sentir deseos de ser como Dios. Lucifer ganó la simpatía de algunos de
sus compañeros sugiriéndoles pensamientos de crítica hacia el gobierno de Dios. Esa
mala semilla fue esparcida de una manera sumamente seductora; y después de que brotó
y se arraigó en la mente de muchos, recogió las ideas que él mismo había sembrado pri-
mero en la mente de otros, y las presentó ante las cortes más excelsas de ángeles como
los pensamientos de otras mentes contra el gobierno de Dios. Así introdujo Lucifer la
rebelión en el cielo mediante hábiles métodos diseñados por él mismo.
Dios deseaba que hubiera un cambio y que la obra de Satanás se manifestara tal como
era. Pero el excelso ángel que seguía a Cristo en jerarquía se oponía al Hijo de Dios.
La acción subversiva era tan sutil que no podía hacérsela aparecer delante de la
hueste celestial como lo que en realidad era; y por eso hubo guerra en el cielo y Sa-
tanás fue expulsado con todos los que no quisieron ser leales al gobierno de Dios.
El Señor Dios se presentó como Soberano supremo.
Este estado de cosas existió por largo tiempo antes de que Satanás fuera desenmascarado
y se expulsara a los rebeldes (Carta 162, 1906).
4CBA:1183-1185. [Se cita Eze. 28:1-26]. El primer pecador fue uno a quien Dios había
ensalzado grandemente. Es representado bajo la figura del príncipe de Tiro, floreciente
en poder y magnificencia. Poco a poco Satanás fue complaciendo el deseo de ensalza-
miento propio. Las Escrituras dicen: "Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura,
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corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor". "Tú que decías en tu corazón:... En lo
alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono... seré semejante al Altísimo".
Aunque toda su gloria provenía de Dios, este poderoso ángel llegó a considerarla como
algo propio. No contento con su posición, aunque era honrado por encima de la hueste
celestial, se atrevió a codiciar un homenaje que sólo corresponde al Creador. En vez de
procurar que Dios fuera supremo en el afecto y en la lealtad de todos los seres creados,
procuró conseguir para sí mismo ese servicio y esa lealtad. Y al codiciar la gloria que el
Padre infinito ha conferido a su Hijo, este príncipe de los ángeles aspiraba a un poder
que sólo correspondía a Cristo.
El usurpador continuó justificándose a sí mismo hasta el mismo fin del conflicto en el
cielo. Cuando se anunció que junto con todos sus simpatizantes debía ser expulsado de
las moradas de gloria, entonces el caudillo rebelde atrevidamente expresó su desprecio
por la ley del Creador. Condenó los estatutos divinos como una restricción de la libertad
de sus seguidores y declaró que tenía el propósito de conseguir que la ley fuera abolida.
Unánimemente, Satanás y su hueste echaron toda la culpa de su rebelión a Cristo, decla-
rando que si no hubiesen sido reprobados, nunca se hubieran rebelado.
La rebelión de Satanás habría de ser una lección para el universo a través de todos
los siglos venideros, un testimonio perpetuo de la naturaleza y de los terribles resul-
tados del pecado. La actuación del gobierno de Satanás, sus efectos tanto sobre los
hombres como sobre los ángeles, demostraría cuál es el inevitable fruto de desechar la
autoridad divina. Testificarían que el bienestar de todas las criaturas que Dios ha hecho
depende de la existencia del gobierno divino y de su ley. De modo que la historia de
este terrible ensayo de rebelión habría de ser una salvaguardia perpetua para todos
los seres santos inteligentes, para impedir que fueran engañados en cuanto a la na-
turaleza de la transgresión, para librarlos de cometer pecados y sufrir su castigo.
Dios puede retirar de los impenitentes las prendas de su maravillosa misericordia y amor
en cualquier momento. ¡Ojala los seres humanos pudieran considerar cuál será el resul-
tado inevitable de su ingratitud para Dios y de su menosprecio de la Dádiva infinita de
Cristo para nuestro mundo! Si continúan amando la transgresión más que la obediencia,
las actuales bendiciones y la gran misericordia de Dios que ahora disfrutan, pero que no
aprecian, finalmente se convertirán en causa de su ruina eterna. Cuando ya sea dema-
siado tarde para que vean y comprendan lo que han menospreciado como algo baladí,
sabrán lo que significa estar sin Dios y sin esperanza. Entonces comprenderán lo que
han perdido por elegir ser desleales a Dios y mantenerse en rebelión contra sus manda-
mientos (MS 125, 1907).
Pido a nuestro pueblo que estudie el capítulo 28 de Ezequiel. Lo que allí se representa
se refiere principalmente a Lucifer, el ángel caído, y sin embargo tiene un significado
más amplio. No se describe a un ser sino a un movimiento general, un movimiento del
que seremos testigos. Un Fiel estudio de este capítulo debiera inducir a los que están
buscando la verdad a que caminen en toda la luz que Dios ha dado a su pueblo para que
no sean entrampados por los engaños de estos últimos días (Special Testimonies, Serie
B, Nº 17, p. 30).
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[Se citan 2 Tes. 2:7-8; Eze. 28:2, 6-10]. Se acerca rápidamente el tiempo cuando se
cumplirá esta escritura. El mundo y las llamadas iglesias protestantes están, en este
nuestro día, colocándose al lado del hombre de pecado... El gran conflicto venidero gira-
rá alrededor del día de reposo, del séptimo día (RH, 19-04-1898).
El mal se originó con Lucifer, el cual se rebeló contra el gobierno de Dios. Antes de su
caída era un querubín cubridor que se distinguía por su excelencia. Dios lo hizo bueno y
hermoso, tan semejante a su Creador como fue posible (RH, 24-09-1901).
Satanás, el principal de los ángeles caídos, una vez ocupó una excelsa posición en el cie-
lo. Seguía a Cristo en jerarquía. El conocimiento que tenía, como también los ángeles
que cayeron con él, del carácter de Dios, de su bondad, su misericordia, sabiduría y ex-
celsa gloria, hizo imperdonable su culpa.
No había esperanza posible de redención para los que habían sido testigos de la inefable
gloria del cielo, disfrutado de ella, visto la terrible majestad de Dios, y se habían rebela-
do contra él a pesar de toda esa gloria. No había nuevas y maravillosas manifestaciones
del excelso poder de Dios que pudieran impresionarlos tan profundamente, como las que
ya habían experimentado. Si pudieron rebelarse en la misma presencia de la gloria
inefable, no podían ser colocados en una condición más favorable para ser puestos a
prueba. No había disponible una fuerza de poder, ni mayores alturas y profundidades de
gloria infinita para subyugar sus celosas dudas y sus murmuraciones de rebeldía (Re-
demption: The Temptation of Christ, PP:18-19).
Hay una gran rebelión en el universo terrenal. ¿No hay un gran caudillo de esa re-
belión? ¿No es, acaso, Satanás, la vida y el alma de todas las variedades de rebelión
que él mismo ha instigado? ¿No es él el primer gran apóstata que se apartó de
Dios? Existe una rebelión. Lucifer renunció a su lealtad y está en guerra contra el
gobierno divino. Se le ha confiado a Cristo el sofocar la rebelión. Él hace de este
mundo su campo de batalla. Está a la cabeza de la familia humana. Reviste su divini-
dad con humanidad y recorre el terreno donde cayó Adán y soporta todos los ataques de
las tentaciones de Satanás; pero no se rinde en un solo detalle. La salvación de un mun-
do está en juego. El resistió al supremo engañador. Tuvo que vencer como hombre en
lugar del hombre, y el hombre de la misma manera debe vencer mediante un "escrito es-
tá". Las propias palabras de Cristo, [dichas] bajo la apariencia de la humanidad, serían
juzgadas erróneamente, torcidas, falsificadas. [Pero] sus propias palabras, pronunciadas
como el divino Hijo de Dios, no podían ser falsificadas.
En el último gran día será cuando cada uno recibirá de acuerdo con sus obras; será la
condenación final y eterna del diablo, de todos sus simpatizantes y de todos los que han
estado sometidos a él y se han identificado con él. ¿Tendrá alguna razón para su rebe-
lión? Cuando el juez de todo el mundo lo interrogue: ¿Por qué has hecho así?, ¿qué ra-
zón podrá presentar, qué causa podrá alegar? Tened en cuenta que cada lengua está si-
lenciosa, cada boca que ha estado tan dispuesta para hablar el mal, tan lista para acusar,
tan lista para pronunciar palabras de recriminación y falsedad, está callada; y todo el
mundo de rebelión está sin habla delante de Dios; sus lenguas están pegadas a su pala-
dar. Se puede especificar el lugar donde entró [comenzó] el pecado.
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"Perfecto eras en todos tus caminos..., hasta que se halló en ti maldad... Se enalteció tu
corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor". To-
do esto era dádiva de Dios. No se podía acusar a Dios por esto: de haber hecho al que-
rubín cubridor bello, noble y bueno. "A causa de la multitud de tus contrataciones ['por
la amplitud de tu comercio', BJ] fuiste lleno de iniquidad y pecaste... Con la multitud de
tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones ['inmoralidad de tu comercio', BJ],
profanaste tu santuario". "Contratación" es aquí símbolo de una administración corrup-
ta. Señala la introducción del provecho propio en las prácticas espirituales. Nada es
aceptable delante de Dios en el servicio espiritual, con excepción de los propósitos y
obras que son para el bien del universo. Hacer el bien a otros redundará para la gloria de
Dios.
Los principios que Satanás puso en práctica en el cielo son los mismos principios
con los cuales actúa mediante agentes humanos en este mundo. Cada imperio terre-
nal y las iglesias se han corrompido progresivamente por medio de esos principios de
corrupción. Satanás engaña y corrompe a todo el mundo desde el principio hasta el fin,
poniendo en práctica esos principios. El continúa con su mismo plan de acción comen-
zado originalmente en el universo celestial, e infunde su energía en todo el mando con
su violencia, con la cual corrompió el mundo en los días de Noé (Carta 156, 1897).
6CBA:1115-1116. La ley de los Diez Mandamientos vive y vivirá por los siglos eternos.
La necesidad de las ceremonias de sacrificios y ofrendas cesaron cuando el símbolo y la
realidad simbolizada ["tipo" y "antitipo"] se encontraron en la muerte de Cristo. En él
[Cristo] la sombra llegó hasta la sustancia. El Cordero de Dios fue la ofrenda completa y
perfecta.
La ley de Dios mantendrá su carácter supremo mientras perdure el trono de Jehová. Esta
ley es la expresión del carácter de Dios. . . Los símbolos y las sombras, las ofrendas y
los sacrificios no tuvieron más valor después de la muerte de Cristo en la cruz; pero la
ley de Dios no fue crucificada con Cristo. Si lo hubiera sido, Satanás habría ganado
todo lo que trató de conquistar en el cielo. Por ese intento fue expulsado de los
atrios celestiales. Cayó llevando consigo a los ángeles que había engañado; y hoy día
está engañando a los seres humanos en cuanto a la ley de Dios (MS 167, 1898).
6CBA:1119. Hablando de Satanás, el Señor declara que no había verdad en él. Una vez
fue hermoso, resplandeciente de luz; pero la Palabra de Dios declara de él: "Se enalteció
tu corazón a causa de tu hermosura".
Satanás instigó a otros a rebelarse, y después de que fueron expulsados del cielo los
reunió en una alianza para hacer todo el mal posible al hombre, como el único me-
dio de herir a Dios. Ya excluido del cielo, resolvió vengarse haciendo daño a la hechura
de Dios. Malos obreros de todas las generaciones se han reunido alrededor del estandarte
de rebelión que él estableció. Los ángeles malos se han unido con hombres malos en una
lucha contra el reino de Cristo.
El propósito de Satanás ha sido reproducir su propio carácter en los seres humanos. Tan
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pronto como fue creado el hombre, Satanás resolvió borrar de él la imagen de Dios y co-
locar su sello donde debiera estar el de Dios. Y ha tenido éxito en instalar en el corazón
del hombre el espíritu de envidia, de odio, de ambición. En este mundo ha establecido
un reino de oscuridad, del cual él es príncipe, el caudillo de los delitos. Deseaba usur-
par el trono de Dios. Como ha fracasado en esto, ha actuado a oscuras en la ilegali-
dad, en engaño, para usurpar un lugar en los corazones de los hombres. Ha esta-
blecido su trono entre Dios y el hombre para apropiarse de la adoración que sólo
pertenece a Dios (MS 33, 1911).
7CBA:983-984. La oposición a la ley de Dios comenzó en los atrios celestiales con Lu-
cifer, el querubín protector. Satanás decidió ser el primero en los concilios celestiales e
igual a Dios. Inició su obra de rebelión con los ángeles que tenía bajo su mando,
procurando difundir entre ellos el espíritu de descontento. Y obró en forma tan
engañosa, que muchos de los ángeles fueron ganados para su causa antes de que se
conocieran plenamente sus propósitos. Aun los ángeles no pudieron discernir plena-
mente su carácter, ni ver dónde conducía su obra. Cuando Satanás tuvo éxito en ganar a
muchos ángeles para su bando, presentó su causa ante Dios argumentando que el deseo
de los ángeles era que él ocupara la posición de Cristo.
El mal continuó trabajando hasta que el espíritu de descontento maduró y se trans-
formó en una abierta rebelión. Entonces hubo guerra en el cielo, y Satanás y todos
los que simpatizaban con él fueron expulsados. Satanás había luchado por el do-
minio en el cielo, y perdió la batalla. Dios no podía confiarle honores y supremacía
por más tiempo, y éstos, junto con la parte que había desempeñado en el gobierno del
cielo, le fueron quitados.
Desde ese momento Satanás y la hueste de sus aliados han sido enemigos declarados de
Dios en nuestro mundo, y han luchado continuamente contra la causa de la verdad y la
justicia. Satanás ha seguido presentando a los hombres, como lo presentara a los ánge-
les, su falsa imagen de Cristo y de Dios, y ha conquistado al mundo para su lado. Aun
las iglesias que pretenden ser cristianas se han puesto al lado del primer gran apóstata
(RH, 28-01-1909).
El [Lucifer] actuó en forma tan engañosa, que los sentimientos que inculcó no pudieron
ser examinados hasta que se desarrollaron en las mentes de los que los recibieron.
CN:164-165. Doquiera vayamos, veremos a niños complacidos, mimados y alabados sin
discreción. Esto tiende a hacerlos vanos, osados y presumidos. Las semillas de vanidad
son sembradas fácilmente en el corazón humano por padres y tutores poco juiciosos, que
alaban y consienten a los jóvenes que están bajo su cuidado sin pensar en el futuro. El
capricho y el orgullo son males que convirtieron a los ángeles en demonios y les ce-
rraron las puertas del cielo. Y, sin embargo, inconscientemente hay padres que sis-
temáticamente preparan a sus hijos para que sean agentes de Satanás (Pacific
Health Journal, Enero de 1890).
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PVGM:50-51. Existe otra lección en las palabras del Salvador, una lección de maravillo-
sa clemencia y tierno amor. Así como la cizaña tiene sus raíces estrechamente entrela-
zadas con las del buen grano, los falsos cristianos en la iglesia pueden estar estrecha-
mente unidos con los verdaderos discípulos. El verdadero carácter de estos fingidos
creyentes no es plenamente manifiesto. Si se los separase de la iglesia, se haría tropezar
a otros que, de no mediar esto, habrían permanecido firmes.
La enseñanza de esta parábola queda ilustrada en el propio trato de Dios con los hom-
bres y los ángeles. Satanás es un engañador. Cuando él pecó en el cielo, aun los ánge-
les leales no discernieron plenamente su carácter. Esta es la razón por la cual Dios
no destruyó en el acto a Satanás. Si lo hubiese hecho, los santos ángeles no hubie-
ran percibido la justicia y el amor de Dios. Una duda acerca de la bondad de Dios
habría sido una mala semilla productora de amargos frutos de pecado y dolor. Por lo
tanto, el autor del mal fue dejado con vida hasta que desarrollase plenamente su carácter.
A través de las largas edades, Dios ha soportado la angustia de contemplar la obra del
mal, y otorgó el infinito Don del Calvario antes de permitir que alguien fuese engañado
por las falsas interpretaciones del maligno; pues la cizaña no podía ser extirpada sin pe-
ligro de desarraigar también el grano precioso. ¿Y no seremos nosotros tan tolerantes pa-
ra con nuestros semejantes como el Señor del cielo y de la tierra lo es con Satanás?
CM:196-197. Puede ser que algunos pregunten: ¿Cómo se han de establecer tales escue-
las? No somos un pueblo rico, pero si oramos con fe, y permitimos al Señor que obre en
nuestro favor, él abrirá delante de nosotros caminos para establecer en lugares retraídos
pequeñas escuelas para la educación de nuestros jóvenes, no sólo en las Escrituras y el
saber que se obtiene de los libros, sino en muchos ramos de trabajo manual.
Se me ha presentado con enérgica insistencia la necesidad de establecer tales escuelas, a
causa de la cruel negligencia de muchos padres en cuanto a educar debidamente a sus hi-
jos en el hogar. Muchos padres y madres han parecido creer que si ponían en las manos
de sus hijos las riendas del dominio, se desarrollarían en jóvenes y señoritas útiles. Pero
el Señor me ha instruido acerca de este asunto. En visiones de la noche, he visto al la-
do de esos hijos descuidados al que fue arrojado de los atrios celestiales porque ori-
ginó el pecado. El enemigo de las almas estaba alerta para ver las oportunidades
de ganar el dominio de la mente de todo niño cuyos padres no le habían dado ins-
trucción fiel acerca de las trampas de Satanás.
CM:255. Debe manifestarse mucho cuidado en la expulsión de estudiantes. A veces hay
que hacerlo. Es una tarea dolorosa separar de la escuela a una persona que incita a otros
a la desobediencia y deslealtad; pero, por amor de los otros estudiantes, a veces es nece-
sario. Dios vio que si Satanás no era expulsado del cielo, la hueste angélica estaría
en constante peligro; y cuando los maestros temerosos de Dios ven que retener a un
alumno es exponer a los demás a malas influencias, deben separarlo de la escuela.
Pero debe ser una falta muy grave la que exija esta disciplina.
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CM:426. Al adquirir conocimiento terrenal, los hombres han pensado ganarse un tesoro;
y han puesto a un lado la Biblia, ignorando que ella contiene un tesoro que supera todo
lo demás. El no estudiar ni obedecer la Palabra de Dios ha traído confusión al mundo.
Los hombres han abandonado la custodia de Cristo por la custodia del gran rebel-
de, el príncipe de las tinieblas. El fuego extraño se ha mezclado con el sagrado. La
acumulación de cosas que favorecen la concupiscencia y la ambición ha traído el juicio
del cielo sobre el mundo.
DTG:94. Cuando Satanás y el Hijo de Dios se encontraron por primera vez en con-
flicto, Cristo era el generalísimo de las huestes celestiales; y Satanás, el caudillo de
la rebelión del cielo, fue echado fuera. Ahora su condición está aparentemente inverti-
da, y Satanás se aprovecha de su supuesta ventaja. Uno de los ángeles más poderosos,
dijo, ha sido desterrado del cielo. El aspecto de Jesús indica que él es aquel ángel caído,
abandonado de Dios y de los hombres. Un ser divino podría sostener su pretensión reali-
zando un milagro: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se hagan pan." Un acto tal
de poder creador, insistía el tentador, sería evidencia concluyente de su divinidad. Pon-
dría término a la controversia.
DTG:454-455. A semejanza de los apóstoles, los setenta habían recibido dones sobrena-
turales como sello de su misión. Cuando terminaron su obra, volvieron con gozo, di-
ciendo: "Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre." Jesús respondió: "Yo
veía a Satanás, como un rayo, que caía del cielo."
Escenas pasadas y futuras se presentaron a la mente de Jesús. Vio a Lucifer cuando fue
arrojado por primera vez de los lugares celestiales. Miró hacia adelante a las esce-
nas de su propia agonía, cuando el carácter del engañador sería expuesto a todos
los mundos. Oyó el clamor: "Consumado es,"* el cual anunciaba que la redención
de la raza caída quedaba asegurada para siempre, que el cielo estaba eternamente
seguro contra las acusaciones, los engaños y las pretensiones de Satanás.
Más allá de la cruz del Calvario, con su agonía y vergüenza, Jesús miró hacia el gran día
final, cuando el príncipe de las potestades del aire será destruido en la tierra durante tan-
to tiempo mancillada por su rebelión. Contempló la obra del mal terminada para siem-
pre, y la paz de Dios llenando el cielo y la tierra.
En lo venidero, los seguidores de Cristo habían de mirar a Satanás como a un enemigo
vencido. En la cruz, Cristo iba a ganar la victoria para ellos; deseaba que se apropiasen
de esa victoria. "He aquí --dijo él-- os doy potestad de hollar sobre las serpientes y sobre
los escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará."
El poder omnipotente del Espíritu Santo es la defensa de toda alma contrita. Cristo no
permitirá que pase bajo el dominio del enemigo quien haya pedido su protección con fe
y arrepentimiento. El Salvador está junto a los suyos que son tentados y probados. Con
él no puede haber fracaso, pérdida, imposibilidad o derrota; podemos hacer todas las co-
sas mediante Aquel que nos fortalece. Cuando vengan las tentaciones y las pruebas, no
esperéis arreglar todas las dificultades, sino mirad a Jesús, vuestro ayudador.
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Hay cristianos que piensan y hablan demasiado del poder de Satanás. Piensan en su ad-
versario, oran acerca de él, hablan de él y parece agrandarse más y más en su imagina-
ción. Es verdad que Satanás es un ser fuerte; pero, gracias a Dios, tenemos un Sal-
vador poderoso que arrojó del cielo al maligno. Satanás se goza cuando engrande-
cemos su poder. ¿Por qué no hablamos de Jesús? ¿Por qué no magnificamos su po-
der y su amor?
DTG:709-710. Al principio de la gran controversia, Satanás había declarado que la ley
de Dios no podía ser obedecida, que la justicia no concordaba con la misericordia y que,
si la ley había sido violada, era imposible que el pecador fuese perdonado. Cada pecado
debía recibir su castigo, sostenía insistentemente Satanás; y si Dios remitía el castigo del
pecado, no era un Dios de verdad y justicia. Cuando los hombres violaban la ley de
Dios y desafiaban su voluntad, Satanás se regocijaba. Declaraba que ello demostraba
que la ley de Dios no podía ser obedecida; el hombre no podía ser perdonado. Por
cuanto él mismo, después de su rebelión, había sido desterrado del cielo, Satanás
sostenía que la familia humana debía quedar privada para siempre del favor de
Dios. Insistía en que Dios no podía ser justo y, al mismo tiempo, mostrar miseri-
cordia al pecador.
Pero aunque pecador, el hombre estaba en una situación diferente de la de Satanás. Lu-
cifer había pecado en el cielo en la luz de la gloria de Dios. A él como a ningún otro ser
creado había sido dada una revelación del amor de Dios. Comprendiendo el carácter de
Dios y conociendo su bondad, Satanás decidió seguir su propia voluntad egoísta e inde-
pendiente. Su elección fue final. No había ya nada que Dios pudiese hacer para salvar-
le. Pero el hombre fue engañado; su mente fue entenebrecida por el sofisma de Satanás.
No conocía la altura y la profundidad del amor de Dios. Para él había esperanza en el
conocimiento del amor de Dios. Contemplando su carácter, podía ser atraído de vuelta a
Dios.
PE:145-147. Satanás fue una vez un ángel a quien se honraba en el cielo, el que seguía
en orden a Cristo. Su semblante, como el de otros ángeles, era benigno y denotaba feli-
cidad. Su frente, alta y espaciosa, indicaba poderosa inteligencia. Su figura era perfecta,
y su porte noble y majestuoso. Pero cuando Dios dijo a su Hijo: "Hagamos al hombre a
nuestra imagen," Satanás sintió celos de Jesús. Deseó que se le consultase acerca de la
formación del hombre, y porque esto no se hizo, se llenó de envidia, celos y odio.
Deseó recibir los más altos honores después de Dios, en el cielo.
Hasta entonces todo el cielo había estado en orden, armonía y perfecta sumisión al go-
bierno de Dios. Rebelarse contra su orden y voluntad era el mayor pecado. Todo el cie-
lo parecía estar en conmoción. Los ángeles fueron reunidos en compañías, teniendo ca-
da división a su cabeza un ángel superior que la comandaba. Satanás, deseoso de exal-
tarse, no queriendo someterse a la autoridad de Jesús, sembraba insinuaciones contra el
gobierno de Dios. Algunos de los ángeles simpatizaban con Satanás en su rebelión, y
otros contendían esforzadamente por el honor y la sabiduría de Dios al dar autoridad a
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su Hijo. Hubo contienda entre los ángeles. Satanás y los que simpatizaban con él lu-
chaban por reformar el gobierno de Dios. Querían escudriñar su insondable sabiduría, y
averiguar cuál era su propósito al ensalzar a Jesús y dotarle de tan ilimitado poder y co-
mando. Se rebelaron contra la autoridad del Hijo. Toda la hueste celestial fue convo-
cada para que compareciese ante el Padre a fin de que se decidiese cada caso. Se
determinó allí que Satanás fuese expulsado del cielo, con todos los ángeles que se le
habían unido en la rebelión. Hubo entonces guerra en el cielo. Los ángeles se em-
peñaron en batalla; Satanás quiso vencer al Hijo de Dios y a aquellos que se some-
tían a su voluntad. Pero prevalecieron los ángeles buenos y fieles, y Satanás, con
sus secuaces, fue expulsado del cielo.
Después que Satanás y los que cayeron con él fueron echados del cielo, y él se dio cuen-
ta de que había perdido para siempre toda la pureza y gloria de aquel lugar, se arrepintió,
y quiso ser reintegrado allí. Estaba dispuesto a ocupar su propio lugar, o cualquier pues-
to que se le asignase. Pero no; el cielo no debía ser puesto en peligro. Todo el cielo po-
dría contaminarse si se le recibía de vuelta; pues el pecado había comenzado con él, y la
semilla de la rebelión estaba en su fuero interno. Tanto él como sus secuaces lloraron, e
imploraron que se los volviese a recibir en el favor de Dios. Pero su pecado -su odio, su
envidia y sus celos- habían sido tan grandes que Dios no podía borrarlos. Ese pecado
había de subsistir para recibir su castigo final.
Cuando Satanás se dio plena cuenta de que no había posibilidad de que regresase al fa-
vor de Dios, su malicia y su odio comenzaron a manifestarse. Consultó a sus ángeles, y
trazó un plan para seguir obrando contra el gobierno de Dios. Cuando Adán y Eva fue-
ron puestos en el hermoso huerto, Satanás estaba naciendo planes para destruirlos. De
ningún modo podía verse privada de su felicidad esa pareja dichosa si obedecía a Dios.
Satanás no podía ejercer su poder contra ella a menos que primero desobedeciesen a
Dios y perdiesen su derecho al favor divino. Había que idear algún plan para inducirles
a desobedecer a fin de que incurriesen en la desaprobación de Dios y fuesen puestos ba-
jo la influencia más directa de Satanás y sus ángeles. Se decidió que Satanás asumiría
otra forma y manifestaría interés en el hombre. Tenia que hacerle insinuaciones contra
la veracidad de Dios y crear dudas acerca de si Dios quería decir precisamente lo que
decía; luego, excitar la curiosidad de la pareja e inducirla a tratar de inmiscuirse en los
planes insondables de Dios -es decir cometer el mismo pecado del cual Satanás se había
hecho culpable- y razonar acerca de la causa de sus restricciones con respecto al árbol
del conocimiento.
3T:418-419.
6T:456.
TM:12. Satanás tiene una gran confederación, su iglesia. Cristo la llama la sinagoga de
Satanás, porque sus miembros son los hijos del pecado. Los miembros de la iglesia de
Satanás han estado constantemente trabajando para desechar la ley divina, y confundir la
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distinción entre el bien y el mal. Satanás está trabajando con gran poder en los hijos de
desobediencia y por medio de ellos para exaltar la traición y la apostasía como verdad y
lealtad. Y en este tiempo el poder de su inspiración satánica se mueve en instru-
mentos vivientes para llevar a efecto la gran rebelión que comenzó en el cielo con-
tra Dios.
3T:328.
1T:293-294.
1T:342. Todos debieran entender que Satanás fue una vez un ángel muy exaltado.
Su rebelión hizo que fuera echado del cielo, pero no destruyó sus facultades ni hizo
de él una bestia. Desde su caída volvió su poderosa fuerza contra el gobierno del cielo.
Se ha estado volviendo más astuto, y ha aprendido de qué manera puede triunfar más
completamente al presentar sus tentaciones a los hijos de los hombres.
Satanás ha inventado fábulas a fin de engañar. Principió en el cielo a guerrear con-
tra el fundamento del gobierno de Dios, y desde su caída ha persistido en su rebe-
lión contra la ley de Dios, y ha inducido a la mayoría de los que profesan, el cristia-
nismo a hollar el cuarto mandamiento, que presenta al Dios viviente. Arrancó el sá-
bado original del Decálogo, y puso en su lugar uno de los días hábiles de la semana.
1MS:260-261. El mundo está comprobando ahora los resultados inevitables de la trans-
gresión de la ley de Dios. Habiendo completado su obra creadora, el Señor descansó el
séptimo día y lo santificó como el día de su reposo, apartándolo como el día que el hom-
bre debía dedicar para el culto divino. Pero actualmente, por regla general, el mundo
desdeña por completo la ley de Jehová. Se ha instituido otro día en lugar del día de repo-
so de Dios. El instrumento humano ha opuesto su conducta y su voluntad a las enseñan-
zas positivas de la Palabra, y el mundo está sumergido en rebelión y pecado. Esta obra
de oposición a la ley de Dios tuvo su comienzo en las cortes celestiales con Lucifer,
el querubín cubridor. Satanás se propuso ser primero en los concilios celestiales, e
igual a Dios. Comenzó su obra de rebelión con los ángeles que estaban a sus órde-
nes, procurando difundir entre ellos el espíritu de descontento. Y trabajó en una
forma tan engañosa que muchos de los ángeles se decidieron por su causa antes de
que se conocieran plenamente sus propósitos. Aun los ángeles leales no pudieron dis-
cernir plenamente su carácter ni ver dónde llevaba su obra. Cuando Satanás consiguió
ganar a muchos ángeles para su bando, llevó su causa a Dios, pretendiendo que era el
deseo de los ángeles que él ocupara el puesto que tenía Cristo.
El mal continuó obrando hasta que el espíritu de descontento se tradujo en una re-
vuelta activa. Entonces hubo guerra en el cielo y Satanás, con todos sus simpatizan-
tes, fue expulsado. Satanás había lidiado en procura del dominio en el cielo, y había
perdido la batalla. Dios no podía dispensarle más honor y supremacía, y éstos le fueron
quitados junto con la parte que había tenido en el gobierno del cielo.
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Desde entonces Satanás y su ejército aliado han sido los enemigos declarados de Dios en
nuestro mundo, y han luchado siempre contra la causa de la verdad y la justicia. Satanás
ha continuado presentando a los hombres, así como lo hizo a los ángeles, sus falsas des-
cripciones de Cristo y de Dios, y ha ganado al mundo para su bando. Aun las iglesias
que profesan ser cristianas se han puesto del lado del primer gran apóstata.
PE:215. Vi que muchos cedían fácilmente a este engaño de Satanás. El cielo entero se
indignó al ver pisoteada la sacrosanta ley de Dios. Jesús y toda la hueste celestial cono-
cían la índole de la ley de Dios, y sabían que no era posible alterarla ni abrogarla. La
condición desesperada del hombre después de la caída había causado en el cielo profun-
dísima tristeza, y movió a Cristo a ofrecerse para morir por los transgresores de la santa
ley de Dios. Pero de haberse podido abrogar la ley, el hombre se hubiese salvado sin
necesidad de la muerte de Jesús. Por lo tanto, esa muerte no destruyó la ley del Padre,
sino que la magnificó y honró, e impuso a todos el acatamiento de todos sus santos pre-
ceptos.
Si la iglesia hubiese permanecido pura y firme, no habría podido Satanás engañarla ni
inducirla a que pisotease la ley de Dios. En ese plan descarado Satanás ataca direc-
tamente el fundamento del gobierno de Dios en el cielo y en la tierra. Por su rebe-
lión fue expulsado del cielo, y después quiso salvarse pretendiendo que Dios altera-
se su ley; pero ante la hueste del cielo se le manifestó que la ley de Dios era inalterable.
Satanás sabe que induciendo a otros a quebrantar la ley de Dios los gana para su causa,
porque todo transgresor de la ley debe morir.
CS:553-554. La rebeldía de Satanás, cual testimonio perpetuo de la naturaleza y de
los resultados terribles del pecado, debía servir de lección al universo en todo el
curso de las edades futuras. La obra del gobierno de Satanás, sus efectos sobre los
hombres y los ángeles, harían patentes los resultados del desprecio de la autoridad divi-
na. Demostrarían que de la existencia del gobierno de Dios y de su ley depende el bie-
nestar de todas las criaturas que él ha formado. De este modo la historia del terrible ex-
perimento de la rebeldía, seria para todos los seres santos una salvaguardia eterna desti-
nada a precaverlos contra todo engaño respecto a la índole de la transgresión, y a guar-
darlos de cometer pecado y de sufrir el castigo consiguiente.
El gran usurpador siguió justificándose hasta el fin mismo de la controversia en el
cielo. Cuando se dio a saber que, con todos sus secuaces, iba a ser expulsado de las
moradas de la dicha, el jefe rebelde declaró audazmente su desprecio de la ley del
Creador. Reiteró su aserto de que los ángeles no necesitaban sujeción, sino que debía
dejárselas seguir su propia voluntad, que los dirigiría siempre bien. Denunció los estatu-
tos divinos como restricción de su libertad y declaró que el objeto que él perseguía era
asegurar la abolición de la ley para que, libres de esta traba, las huestes del cielo pudie-
sen alcanzar un grado de existencia más elevado y glorioso.
De común acuerdo Satanás y su hueste culparon a Cristo de su rebelión, declaran-
do que si no hubiesen sido censurados, no se habrían rebelado. Así obstinados y
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arrogantes en su deslealtad, vanamente empezados en trastornar el gobierno de Dios, al
mismo tiempo que en son de blasfemia decían ser ellos mismos víctimas inocentes de un
poder opresivo, el gran rebelde y todos sus secuaces fueron al fin echados del cielo.
El mismo espíritu que fomentara la rebelión en el cielo continúa inspirándole en la
tierra. Satanás ha seguido con los hombres la misma política que siguiera con los
ángeles. Su espíritu impera ahora en los hijos de desobediencia. Como él, tratan
éstos de romper el freno de la ley de Dios, y prometen a los hombres la libertad
mediante la transgresión de los preceptos de aquélla. La reprensión del pecado des-
pierta aún el espíritu de odio y resistencia. Cuando los mensajeros que Dios envía para
amonestar tocan a la conciencia, Satanás induce a los hombres a que se justifiquen y a
que busquen la simpatía de otros en su camino de pecado. En lugar de enmendar sus
errores, despiertan la indignación contra el que los reprende, como si éste fuera la única
causa de la dificultad. Desde los días del justo Abel hasta los nuestros, tal ha sido el es-
píritu que se ha manifestado contra quienes osaron condenar el pecado.
3SG:38.
2SG:15.
PE:164. Moisés pasó por la muerte, pero Miguel bajó y le dio vida antes que su
cuerpo viese la corrupción. Satanás trató de retener ese cuerpo, reclamándolo co-
mo suyo; pero Miguel resucitó a Moisés y lo llevó al cielo, Satanás protestó acerba-
mente contra Dios, llamándolo injusto por permitir que se le arrancase su presa; pero
Cristo no reprendió a su adversario, aunque era por la tentación de éste como el siervo
de Dios había caído. Le remitió a su Padre diciendo: "Jehová te reprenda."
11ML:248.
Versículo 9. “Y fue lanzado fuera ese gran dragón, la serpiente antigua, que se llama
diablo y Satanás, que engaña a todo el mundo. Fue arrojado a la tierra, y sus ángeles
fueron arrojados con él.”
CS:491. La ilación profética en la que se encuentran estos símbolos empieza en el
capítulo 12 del Apocalipsis, con el dragón que trató de destruir a Cristo cuando na-
ció. En dicho capítulo vemos que el dragón es Satanás (Apoc. 12:9); fue él quien in-
dujo a Herodes a procurar la muerte del Salvador. Pero el agente principal de Sata-
nás al guerrear contra Cristo y su pueblo durante los primeros siglos de la era cristiana,
fue el Imperio Romano, en el cual prevalecía la religión pagana. Así que si bien el dra-
gón representa primero a Satanás, en sentido derivado es un símbolo de la Roma pagana.
PP:458. "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo
del hombre sea levantado; para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que
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tenga vida eterna." (Juan 3: 14, 15.) Todos los que hayan existido alguna vez en la tie-
rra han sentido la mordedura mortal de "la serpiente antigua, que se llama Diablo
y Satanás." (Apoc. 12: 9.) Los efectos fatales del pecado pueden eliminarse tan sólo
mediante lo provisto por Dios. Los israelitas salvaban su vida mirando la serpiente le-
vantada en el desierto. Aquella mirada implicaba fe. Vivían porque creían la palabra de
Dios, y confiaban en los medios provistos para su restablecimiento. Así también puede
el pecador mirar a Cristo, y vivir. Recibe el perdón por medio de la fe en el sacrificio
expiatorio. En contraste con el símbolo inerte e inanimado, Cristo tiene poder y virtud
en sí para curar al pecador arrepentido.
HHD:224. El Señor Jesús había protegido a los hijos de Israel de las serpientes veneno-
sas del desierto, pero ellos no conocían este aspecto de su historia. Los ángeles del cielo
los habían acompañado, y en la columna de nube de día y de fuego de noche Cristo ha-
bía sido su protección durante todo el viaje. Pero se habían convertido en egoístas y
descontentos, y a fin de que no pudieran olvidar el gran cuidado que había ejercido sobre
ellos, el Señor les dio una amarga lección. Permitió que los mordieran serpientes vene-
nosas, pero en su gran misericordia no dejo que perecieran. Se ordenó a Moisés que le-
vantara la serpiente de bronce en el asta de la bandera, y que proclamara que los que mi-
raran, vivirían. Y todos los que lo hicieron, vivieron. Recuperaron la salud inmediata-
mente... Qué extraño símbolo de Cristo era la semejanza de la serpiente que los había
mordido. Este símbolo debía ser levantado en el asta, y ellos debían mirarlo para sanar.
De la misma manera Jesús fue hecho semejante a carne de pecado. Vino como el que
lleva el pecado...
El mismo mensaje sanador y vivificador resuena hoy. Señala al Salvador levantado
en el árbol de la vergüenza. Se intima a los que han sido mordidos por la serpiente
antigua, el diablo, a que miren y vivan . . . Considerad a Jesús, vuestra única justi-
cia y vuestro sacrificio. Al ser justificados por la fe, la picadura mortal de la ser-
piente sanará. Carta 55, 1891.
1T:377.
PP:510-512. Si la vida de Moisés no se hubiera manchado con aquel único pecado que
cometió al no dar a Dios la gloria de sacar agua de la roca en Cades, él habría entrado en
la tierra prometida y habría sido trasladado al ciclo sin ver la muerte. Pero no hubo de
permanecer mucho tiempo en la tumba. Cristo mismo, acompañado de los ángeles que
enterraron a Moisés, descendió del cielo para llamar al santo que dormía. Satanás se ha-
bía regocijado por el éxito que obtuviera al inducir a Moisés a pecar contra Dios y a caer
así bajo el dominio de la muerte. El gran adversario sostenía que la sentencia divina:
"Polvo eres, y al polvo serás tornado" (Gén. 3: 19), le daba posesión de los muertos.
Nunca había sido quebrantado el poder de la tumba, y él reclamaba a todos los que esta-
ban en ella como cautivos suyos que nunca habían de ser libertados de su lóbrega pri-
sión.
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Por primera vez Cristo iba a dar vida a uno de los muertos. Cuando el Príncipe de la vi-
da y los ángeles resplandecientes se aproximaron a la tumba, Satanás temió perder su
hegemonía. Con sus ángeles malos, se aprestó a disputar la invasión del territorio que
llamaba suyo. Se jactó de que el siervo de Dios había llegado a ser su prisionero.
Declaró que ni siquiera Moisés había podido guardar la ley de Dios; que se había
atribuido la gloria que pertenecía a Jehová -decir que había cometido el mismo pe-
cado que hiciera desterrar a Satanás del cielo,- y por su transgresión había caído
bajo el dominio de Satanás. El gran traidor reiteró los cargos originales que había lan-
zado contra el gobierno divino, y repitió sus quejas de que Dios había sido injusto con
él.
Cristo no se rebajó a entrar en controversia con Satanás. Podría haber presentado contra
él la obra cruel que sus engaños, habían realizado en el cielo, al ocasionar la ruina de un
gran número de sus habitantes. Podría haber señalado las mentiras que había dicho en el
Edén y que habían hecho pecar a Adán e introducido la muerte entre el género humano.
Podría haberle recordado a Satanás que él era quien había inducido a Israel: a murmurar
y a rebelarse hasta agotar la paciencia longánime de su jefe, y sorprendiéndolo en un
momento de descuido, le había arrastrado a cometer el pecado que lo había puesto en las
garras de la muerte. Pero Cristo lo confió todo a su Padre, diciendo: "¡El Señor te re-
prenda" (Judas 9.) El Salvador no entró en disputa con su adversario, sino que en ese
mismo momento y lugar comenzó a quebrantar el poder del enemigo caído y a dar la vi-
da a los muertos. Satanás tuvo allí una evidencia incontrovertible de la supremacía del
Hijo de Dios. La resurrección quedó asegurada para siempre. Satanás fue despojado de
su presa; los justos muertos volverían a vivir.
7CBA:984. La influencia de una mente sobre otra, que es un poder tan grande para el
bien cuando está santificada, es igualmente fuerte para el mal en las manos de los que se
oponen a Dios. Satanás ha usado este poder en su obra de inculcar el mal en las mentes
de los ángeles, dando a entender que estaba buscando el bien del universo. Lucifer ha-
bía sido sumamente ensalzado como querubín ungido; era muy amado por los seres ce-
lestiales, y su influencia era poderosa sobre ellos. Muchos de ellos escucharon sus su-
gestiones y creyeron sus palabras. "Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y
sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no pre-
valecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo".
Satanás fue arrojado y estableció su reino en este mundo, y a partir de entonces
siempre ha estado luchando incansablemente para apartar a los seres humanos de
su lealtad a Dios mediante engaños. Usa el mismo poder que utilizó en el cielo: la
influencia de una mente sobre otra. Los hombres se convierten en tentadores de
sus prójimos. Los poderosos y corruptos conceptos de Satanás son albergados, y
ejercen un poder dominante y compulsivo. Los hombres, bajo la influencia de esos
conceptos, se unen entre sí en alianzas malignas (Carta 114, 1903).
El [Satanás] declara que no puede someterse para estar bajo las órdenes de Cristo, que
sólo obedecerá las órdenes de Dios. Los ángeles buenos lloran al oír las palabras de Sa-
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tanás, y al ver cómo desprecia seguir la dirección de Cristo, el supremo y amado Co-
mandante de los ángeles.
El Padre decide el caso de Satanás, y declara que debe ser expulsado del cielo por su
atrevida rebelión, y que todos los que se unieron con él en su rebelión deben ser expul-
sados con él. Entonces hubo guerra en el cielo. Cristo y sus ángeles lucharon contra Sa-
tanás y sus ángeles, pues éstos estaban decididos a permanecer en el cielo con toda su
rebelión; pero no prevalecieron. Cristo y los ángeles leales triunfaron, y arrojaron del
cielo a Satanás y a sus rebeldes simpatizantes (3SG 38).
Cuando Satanás se rebeló, hubo guerra en el cielo y fue expulsado él con todos sus
simpatizantes. Su puesto en el cielo había sido muy encumbrado. Disponía de un
trono radiante de luz; pero se desvió de su lealtad al bendito y único Soberano, y
cayó de su condición original. Todos los que simpatizaban con él fueron expulsa-
dos de la presencia de Dios, condenados a no ser reconocidos más en los atrios ce-
lestiales como si tuvieran derecho a ellos. Satanás se convirtió en el antagonista decla-
rado de Cristo. Plantó el estandarte de la rebelión en la tierra, y alrededor de él se agru-
paron sus simpatizantes (MS 78, 1905).
7CBA:985. Satanás se separó de raíz de los afectos del universo cuando consumó su
enemistad contra Cristo, hasta el extremo de hacerlo colgar de la cruz del Calvario
con el cuerpo herido y magullado y el corazón quebrantado. Entonces se vio que
Dios había procedido con abnegación entregándose en su Hijo por los pecados del mun-
do, porque amaba a la humanidad. El Creador fue revelado en el Hijo del Dios infinito.
Aquí se contestó para siempre la pregunta: "¿Puede Dios ser abnegado?" Cristo era
Dios, y condescendió en hacerse carne; tomó la humanidad y se hizo obediente hasta la
muerte para poder ser sometido al sacrificio infinito (MS 50, 1900).
PP:342-343. El primer intento por derribar la ley de Dios, hecho entre los inmacu-
lados habitantes del cielo pareció por algún tiempo coronado de éxito. Un inmenso
número de ángeles fue seducido; pero el aparente triunfo de Satanás se convirtió en
derrota y pérdida, y determinó su separación de Dios y su destierro del cielo.
Cuando se renovó el conflicto en la tierra, Satanás volvió a ganar una aparente ventaja.
Por la transgresión, el hombre llegó a ser su cautivo, y el reino del hombre cayó en ma-
nos del jefe de los rebeldes. Pareció que Satanás tendría libertad para establecer un
reino independiente y para desafiar la autoridad de Dios y de su Hijo. Pero el plan de la
redención hizo posible que el hombre volviera a la armonía con Dios y a acatar su ley; y
que tanto la tierra como el hombre pudieran ser finalmente redimidos del poder del dia-
blo.
Otra vez quedaba derrotado Satanás, y otra vez recurrió al engaño, esperando
transformar su derrota en victoria. Para incitar la rebelión de la raza caída, hizo
aparecer a Dios como injusto por haber permitido que el hombre violara su ley.
Dijo el artero tentador: "Si Dios sabía cuál iba a ser el resultado, ¿por qué permitió que
el hombre fuese probado, que pecara, e introdujera la desgracia y la muerte?" Y los hijos
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de Adán, olvidando la paciente misericordia, gracias a la cual se le ha otorgado al hom-
bre otra oportunidad, sin pensar en el tremendo y asombroso sacrificio que su rebelión
costaba al Rey del cielo, prestaron oídos al tentador y murmuraron contra el único Ser
que podría salvarlos del poder de Satanás.
Millares de personas repiten hoy la misma rebelde queja contra Dios. No com-
prenden que al quitarle al hombre la libertad de elegir, le roban su prerrogativa
como ser racional y le convierten en un mero autómata. No es el propósito de Dios
forzar la voluntad de nadie. El hombre fue creado moralmente libre. Como los habitan-
tes de todos los otros mundos, debe ser sometido a la prueba de la obediencia; pero nun-
ca se le coloca en una situación en la cual se halle obligado a ceder al mal. No puede
sobrevenirle tentación o prueba alguna que no sea capaz de resistir. Dios tomó medidas
tales, que nunca tuvo el hombre que ser necesariamente derrotado en su conflicto con
Satanás.
CS:567. Los espíritus malos, creados en un principio sin pecado, eran iguales, por natu-
raleza, poder y gloria, a los seres santos que son ahora mensajeros de Dios. Pero una
vez caídos por el pecado, se coligaron para deshonrar a Dios y acabar, con los
hombres. Unidos con Satanás en su rebeldía y arrojados del cielo con él, han sido
desde entonces, en el curso de los siglos, sus cómplices en la guerra empezada con-
tra la autoridad divina. Las Sagradas Escrituras nos hablan de su unión y de su go-
bierno de sus diversas órdenes, de su inteligencia y astucia, como también de sus pro-
pósitos malévolos contra la paz y la felicidad de los hombres.
CS:639. Desde el origen de la gran controversia en el cielo, el propósito de Satanás
ha consistido en destruir la ley de Dios. Para realizarlo se rebeló contra el Creador
y, aunque expulsado del cielo, continuó la misma lucha en la tierra. Engañar a los
hombres para inducirlos luego a transgredir la ley de Dios, tal fue el objeto que
persiguió sin cejar. Sea esto conseguido haciendo a un lado toda la ley o descuidando
uno de sus preceptos, el resultado será finalmente el mismo. El que peca "en un solo
punto" manifiesta menosprecio por toda la ley; su influencia y su ejemplo están del lado
de la transgresión; y viene a ser "culpado de todos" los puntos de la ley. (Santiago 2: 10.)
En su afán por desacreditar los preceptos divinos, Satanás pervirtió las doctrinas de la
Biblia, de suerte que se incorporaron errores en la fe de millares de personas que profe-
san creer en las Santas Escrituras. El último gran conflicto entre la verdad y el error no
es más que la última batalla de la controversia que se viene desarrollando desde hace
tanto tiempo con respecto a la ley de Dios. En esta batalla estamos entrando ahora; es la
que se libra entre las leyes de los hombres y los preceptos de Jehová, entre la religión de
la Biblia y la religión de las fábulas y de la tradición.
CM:32-33. En el cielo, Lucifer deseó ser el primero en poder y autoridad; quiso ser
Dios, tener el dominio del cielo; y con ese fin ganó a muchos ángeles para su bando.
Cuando esta hueste rebelde fue echada de los atrios de Dios, la obra de la rebelión y del
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egoísmo continuó en la tierra. Tentando a nuestros primeros padres para que se en-
tregasen a la complacencia propia y la ambición, Satanás consiguió su caída; y des-
de entonces hasta el momento presente, la satisfacción de las ambiciones humanas y
de las esperanzas y deseos egoístas ha reportado ruina a la humanidad.
1T:534.
1T:626.
TM:142-143. Hay pecadores entre los ministros. No están agonizando por entrar por la
puerta estrecha. Dios no obra con ellos, porque no puede soportar la presencia del peca-
do. Esto es lo que su alma odia. Aun a los ángeles que estaban cerca de su trono, a
los cuales él amaba, pero que no guardaron su prístino estado de lealtad, Dios arro-
jó del cielo con su rebelde dirigente. La santidad es el fundamento del trono de Dios;
el pecado es lo opuesto a la santidad; el pecado crucificó al Hijo de Dios. Si los hom-
bres pudieran ver cuán odioso es el pecado, no lo tolerarían, no se educarían en él. Lo-
grarían una reforma en la vida y el carácter. Las faltas secretas serían vencidas. Si ha-
béis de ser santos en el cielo, debéis en primer lugar ser santos en la tierra.
3T:114-115.
4T:346.
5T:294. El enemigo se está preparando para su última campaña contra la iglesia. Está
de tal manera oculto de la vista que para muchos es difícil creer que existe, y mu-
cho menos pueden ser convencidos de su asombrosa actividad y poder. Han olvi-
dado mayormente su pasado, y cuando da otro paso adelante, no le reconocen como
su enemigo, la serpiente antigua, sino que le consideran como un amigo que está
haciendo una buena obra. Jactándose de su independencia, bajo la influencia espacio-
sa y hechicera de Satanás, obedecen a los peores impulsos del corazón humano, y sin
embargo creen que Dios los está conduciendo. Si sus ojos pudiesen abrirse para distin-
guir a su capitán, verían que no están sirviendo a Dios, sino al enemigo de toda justicia.
Verían que la independencia de que se jactan es una de las más pesadas cadenas que Sa-
tanás pueda forjar en torno de las mentes desequilibradas.
5T:383-384.
Versículo 10. “Entonces oí una gran voz en el cielo que decía: "¡Ahora ha llegado la sal-
vación, el poder y el reinado de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo! Porque ha si-
do arrojado el acusador de nuestros hermanos, que los acusaba día y noche ante nuestro
Dios.”
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PVGM:89. No podemos ganar la salvación, pero debemos buscarla con tanto interés y
perseverancia como si abandonáramos todas las cosas del mundo por ella.
6CBA:1112. En la cruz de Cristo contemplamos nuestra eficiencia, nuestra inextinguible
fuente de poder (Carta 129, 1898).
3CBA:1181. Hay hermanos que a veces se relacionan durante años, y piensan que pue-
den confiar en quienes conocen tan bien, como confiaríais en los miembros de su propia
familia. Hay una libertad y una confianza en esta asociación que no podría existir
entre los que no son de la misma fe. Esto es muy agradable mientras duren la fe
mutua y el amor fraternal; pero permítase que "el acusador de nuestros herma-
nos" logre penetrar en el corazón de uno de esos hombres, que controle la mente y
la imaginación, y se crearan recelos, se albergarán malicias y envidias; y el que se
creía seguro del amor y de la amistad de su hermano será objeto de desconfianza y se
tergiversarán sus motivos. El falso hermano olvida sus propias flaquezas humanas, ol-
vida su obligación de no hablar ni pensar nada malo para que no se desilusione a Dios ni
se hiera a Cristo en la persona de sus santos. Se comenta despiadadamente cada defecto
del cual se pueda pensar o imaginar, y se describe como oscuro y dudoso el carácter de
un hermano.
4CBA:1199. Los que honran a Dios y guardan sus mandamientos están sometidos a
las acusaciones de Satanás. El enemigo obra con toda su energía para inducir a las
personas al pecado. Entonces alega que debido a los pecados pasados de éstas, se le
debe permitir que ejerza su crueldad infernal en ellas como súbditos suyos. De esta obra
ha escrito Zacarías: "Me mostró al sumo sacerdote Josué -representante de los que guar-
dan los mandamientos de Dios- el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás es-
taba a su mano derecha para acusarle".
Cristo es nuestro Sumo Sacerdote. Satanás está frente a él noche y día como acusa-
dor de los hermanos. Con su poder magistral presenta cada rasgo objetable de ca-
rácter como razón suficiente para que se retire el poder protector de Cristo, permi-
tiendo así a Satanás que desanime y destruya a aquellos que ha hecho pecar. Pero
Cristo ha hecho expiación por cada pecador. ¿Podemos, por fe, oír a nuestro Abogado,
que dice: "Jehová te reprenda, oh Satanás: Jehová que ha escogido a Jerusalén te repren-
da? ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?"
7CBA:984-985. La expulsión del cielo de Satanás como acusador de sus hermanos fue
llevada a cabo por la gran obra de Cristo al dar su vida. El plan de redención siguió ade-
lante a pesar de la persistente oposición de Satanás. El hombre fue estimado de suficien-
te valor para que Cristo sacrificara su vida por él. Como Satanás sabía que el imperio
que había 985 usurpado al fin le sería arrebatado, resolvió no ahorrar esfuerzos para des-
truir al mayor número posible de las criaturas que Dios había hecho a su imagen. Odia-
ba al hombre porque Cristo había manifestado por él tal amor perdonador y tal compa-
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sión, y se preparó ahora para hacerlo objeto de toda clase de engaños por los cuales pu-
diera perderse; se entregó a su obra con más energía debido a que su propia condición
era desesperada (3SP:194-195).
Satanás se separó de raíz de los afectos del universo cuando consumó su enemistad con-
tra Cristo, hasta el extremo de hacerlo colgar de la cruz del Calvario con el cuerpo heri-
do y magullado y el corazón quebrantado. Entonces se vio que Dios había procedido
con abnegación entregándose en su Hijo por los pecados del mundo, porque amaba a la
humanidad. El Creador fue revelado en el Hijo del Dios infinito. Aquí se contestó para
siempre la pregunta: "¿Puede Dios ser abnegado?" Cristo era Dios, y condescendió en
hacerse carne; tomó la humanidad y se hizo obediente hasta la muerte para poder ser
sometido al sacrificio infinito (MS 50, 1900).
Cristo en la cruz no sólo atrae a los hombres para que se arrepientan delante de Dios por
las transgresiones de su ley -pues Dios a quienes perdona hace que primero se arrepien-
tan-, sino que Cristo ha satisfecho la justicia; se ha ofrecido a sí mismo como expiación.
Su sangre derramada, su cuerpo quebrantado, satisfacen las demandas de la ley transgre-
dida, y así salva con un puente el abismo que ha hecho el pecado. Sufrió en la carne para
que con su cuerpo magullado y quebrantado pudiera amparar al pecador indefenso. La
victoria obtenida por su muerte en el Calvario quebrantó para siempre el poder acusador
de Satanás sobre el universo, y silenció su acusación de que la abnegación era imposible
en Dios y que, por lo tanto, no es esencial en la familia humana (MS 50, 1900).
PVGM:148-149. Los rabinos tenían el dicho de que hay regocijo en el cielo cuando es
destruido uno que ha pecado contra Dios; pero Jesús enseñó que la obra de destrucción
es una obra extraña; aquello en lo cual todo el cielo se deleita es la restauración de la
imagen de Dios en las almas que él ha hecho.
Cuando alguien que se haya extraviado grandemente en el pecado trate de volver a
Dios, encontrará crítica y desconfianza. Habrá quienes pongan en duda la veraci-
dad de su arrepentimiento, o que murmurarán: "No es firme; no creo que se man-
tendrá". Tales personas no están haciendo la obra de Dios sino la de Satanás, que
es el acusador de los hermanos. Mediante sus críticas, el maligno trata de desanimar a
aquella alma, y llevarla aún más lejos de la esperanza y de Dios. Contemple el pecador
arrepentido el regocijo del cielo por su regreso. Descanse en el amor de Dios, y en nin-
gún caso se descorazone por las burlas y las sospechas de los fariseos.
PVGM:238-239. Satanás trata de obstruir la obra de Dios, e insta constantemente a los
hombres a aceptar sus principios. Presenta al pueblo escogido de Dios como a gente
engañada. Es un acusador de los hermanos, y su poder de acusar lo emplea contra
los que obran justicia. El Señor desea, mediante su pueblo, contestar las acusaciones
de Satanás mostrando los resultados de la obediencia a los principios rectos.
Esos principios se han de manifestar en el cristiano individualmente, en la familia, en la
iglesia, y en cada institución establecida para el servicio de Dios. Todos éstos han de ser
símbolos de lo que se puede hacer para el mundo. Han de ser representaciones del poder
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salvador de las verdades del Evangelio. Todos son agentes en el cumplimiento del gran
propósito de Dios para la especie humana.
DTG:280-281. "No juzguéis, para que no seáis juzgados." No os estiméis mejores que
los demás ni os erijáis en sus jueces. Ya que no podéis discernir los motivos, no po-
déis juzgar a otro. Si le criticáis, estáis fallando sobre vuestro propio caso; porque
demostráis ser partícipes con Satanás, el acusador de los hermanos. El Señor dice:
"Examinaos a vosotros mismos si estáis en fe; probaos a vosotros mismos." Tal es nues-
tra obra. "Que si nos examinásemos a nosotros mismos, cierto no seríamos juzgados."
DTG:579. "Ahora es el juicio de este mundo --continuó Cristo;-- ahora el príncipe de es-
te mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí
mismo. Y esto decía dando a entender de qué muerte había de morir." Esta es la crisis
del mundo. Si soy hecho propiciación por los pecados de los hombres, el mundo será
iluminado. El dominio de Satanás sobre las almas de los hombres será quebrantado. La
imagen de Dios que fue borrada será restaurada en la humanidad, y una familia de san-
tos creyentes heredará finalmente la patria celestial. Tal es el resultado de la muerte de
Cristo. El Salvador se pierde en la contemplación de la escena de triunfo evocada delan-
te de él. Ve la cruz, la cruel e ignominiosa cruz, con todos sus horrores, esplendorosa de
gloria.
Pero la obra de la redención humana no es todo lo que ha de lograrse por la cruz. El
amor de Dios se manifiesta al universo. El príncipe de este mundo es echado fuera.
Las acusaciones que Satanás había presentado contra Dios son refutadas. El opro-
bio que había arrojado contra el Cielo queda para siempre eliminado. Los ángeles
tanto como los hombres son atraídos al Redentor. "Yo, si fuere levantado de la tie-
rra --dijo él,-- a todos traeré a mí mismo."
DTG:709. Si se hubiese podido encontrar un pecado en Cristo, si en un detalle hubiese
cedido a Satanás para escapar a la terrible tortura, el enemigo de Dios y del hombre ha-
bría triunfado. Cristo inclinó la cabeza y murió, pero mantuvo firme su fe y su sumisión
a Dios. "Y oí una grande voz en el cielo que decía: Ahora ha venido la salvación, y la
virtud, y el reino de nuestro Dios, y el poder de su Cristo; porque el acusador de nuestros
hermanos ha sido arrojado, el cual los acusaba delante de nuestro Dios día y noche."
Satanás vio que su disfraz le había sido arrancado. Su administración quedaba desen-
mascarada delante de los ángeles que no habían caído y delante del universo celestial.
Se había revelado como homicida. Al derramar la sangre del Hijo de Dios, había perdi-
do la simpatía de los seres celestiales. Desde entonces su obra sería restringida. Cual-
quiera que fuese la actitud que asumiese, no podría ya acechar a los ángeles mien-
tras salían de los atrios celestiales, ni acusar ante ellos a los hermanos de Cristo de
estar revestidos de ropas de negrura y contaminación de pecado. Estaba roto el úl-
timo vínculo de simpatía entre Satanás y el mundo celestial.
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CS:573-574. Bien sabe Satanás que todos aquellos a quienes pueda inducir a descuidar
la oración y el estudio de las Sagradas Escrituras serán vencidos por sus ataques. De
aquí que invente cuanta estratagema le es posible para tener las mentes distraídas. Siem-
pre ha habido una categoría de personas que profesan santidad, y que en lugar de procu-
rar crecer en el conocimiento de la verdad, hacen consistir su religión en buscar alguna
falta en el carácter de aquellos con quienes no están de acuerdo, o algún error en su cre-
do. Son los mejores agentes de Satanás. Los acusadores de los hermanos no son po-
cos; siempre son diligentes cuando Dios está obrando y cuando sus hijos le rinden
verdadero homenaje. Son ellos los que dan falsa interpretación a las palabras y ac-
ciones de los que aman la verdad y la obedecen. Hacen pasar a los más serios, celo-
sos y desinteresados siervos de Cristo por engañados o engañadores. Su obra con-
siste en desnaturalizar los móviles de toda acción buena y noble, en hacer circular
insinuaciones malévolas y despertar sospechas en las mentes poco experimentadas.
Harán cuanto sea imaginable porque aparezca lo que es puro y recto como corrup-
to y de mala fe.
Pero nadie necesita dejarse engañar por ellos. Fácil es ver la filiación que tienen, el
ejemplo que siguen y la obra que realizan. " Por sus frutos los conoceréis." (S. Mateo 7:
16.) Su conducta se parece a la de Satanás, el odioso calumniador, "el acusador de nues-
tros hermanos". (Apoc. 12:10).
CS:675-677. Satanás había acusado a Jacob ante los ángeles de Dios y pretendía
tener derecho a destruirle por causa de su pecado; había inducido a Esaú a que
marchase contra él, y durante la larga noche de lucha del patriarca, Satanás pro-
curó embargarle con el sentimiento de su culpabilidad para desanimarlo y apartar-
lo de Dios. Jacob fue casi empujado a la desesperación; pero sabía que sin la ayuda de
Dios perecería. Se había arrepentido sinceramente de su gran pecado, y apelaba a la mi-
sericordia de Dios. No se dejó desviar de su propósito, sino que se adhirió firmemente al
ángel e hizo su petición con ardientes clamores de agonía, hasta que prevaleció.
Así como Satanás influyó en Esaú para que marchase contra Jacob, así también instigará
a los malos para que destruyan al pueblo de Dios en el tiempo de angustia. Como acusó
a Jacob, acusará también al pueblo de Dios. Cuenta a las multitudes del mundo en-
tre sus súbditos, pero la pequeña compañía de los que guardan los mandamientos
de Dios resiste a su pretensión a la supremacía. Si pudiese hacerlos desaparecer de la
tierra, su triunfo sería completo. Ve que los ángeles protegen a los que guardan los man-
damientos e infiere que sus pecados les han sido perdonados; pero no sabe que la suerte
de cada uno de ellos ha sido resuelta en el santuario celestial. Tiene conocimiento exacto
de los pecados que les ha hecho cometer y los presenta ante Dios con la mayor exagera-
ción y asegurando que esa gente es tan merecedora como él mismo de ser excluida del
favor de Dios. Declara que en justicia el Señor no puede perdonar los pecados de ellos y
destruirle al mismo tiempo a él y a sus ángeles. Los reclama como presa suya y pide que
le sean entregados para destruirlos.
Mientras Satanás acusa al pueblo de Dios haciendo hincapié en sus pecados, el Se-
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ñor le permite probarlos hasta el extremo. La confianza de ellos en Dios, su fe y su
firmeza serán rigurosamente probadas. El recuerdo de su pasado hará decaer sus espe-
ranzas; pues es poco el bien que pueden ver en toda su vida. Reconocen plenamente su
debilidad e indignidad. Satanás trata de aterrorizarlos con la idea de que su caso es de-
sesperado, de que las manchas de su impureza no serán jamás lavadas. Espera así aniqui-
lar su fe, hacerles ceder a sus tentaciones y alejarlos de Dios.
DMJ:52. "¿Quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste,
¿Por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?" "¿Tú quién eres, que juzgas al
criado ajeno? Para su propio Señor está en pie, o cae".
"Cualquiera que le diga [a su hermano]: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego".
En el Antiguo Testamento la palabra fatuo se usa para describir a un apóstata o al que se
entregó a la iniquidad. Dice Jesús que quienquiera que considere a su hermano como
apóstata, o como despreciador de Dios, muestra que él mismo merece semejante conde-
nación.
El mismo Cristo, cuando contendía con Satanás sobre el cuerpo de Moisés, "no se atre-
vió a proferir juicio de maldición contra él". Si lo hubiera hecho, le habría dado una
ventaja a Satanás, porque las acusaciones son armas del diablo. En las Sagradas Escritu-
ras se lo llama "el acusador de nuestros hermanos". Jesús no empleó ninguno de los mé-
todos de Satanás. Le respondió con las palabras:
"El Señor te reprenda".
Su ejemplo es para nosotros. Cuando nos vemos en conflicto con los enemigos de
Cristo, no debemos hablar con espíritu de desquite, ni deben nuestras palabras
asemejarse a una acusación burlona. El que vive como vocero de Dios no debe decir
palabras que aun la Majestad de los cielos se negó a usar cuando contendía con Satanás.
Debemos dejar a Dios la obra de juzgar y condenar.
MM:187.
PR:428. Pero en esa crisis el Señor fortaleció a su pueblo con "buenas palabras, palabras
consolatorias." (Zac. 1:13). Mediante una ilustración impresionante de la obra de
Satanás y la de Cristo, reveló el poder de su Mediador para vencer al acusador de
su pueblo.
En una visión, el profeta contempla a "Josué, el gran sacerdote, . . . vestido de vestimen-
tas viles" (Zac. 3:1-3), en pie delante del Ángel de Jehová, impetrando la misericordia de
Dios en favor de su pueblo afligido. Mientras suplica a Dios que cumpla sus promesas,
Satanás se levanta osadamente para resistirle. Señala las transgresiones de los hijos de
Israel como razón por la cual no se les podía devolver el favor de Dios. Los reclama co-
mo su presa y exige que sean entregados en sus manos.
El sumo sacerdote no puede defenderse a sí mismo ni a su pueblo de las acusaciones de
Satanás. No sostiene que Israel esté libre de culpas. En sus andrajos sucios, que simboli-
zan los pecados del pueblo, que él lleva como su representante, está delante del Ángel,
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confesando su culpa, aunque señalando su arrepentimiento y humillación y fiando en la
misericordia de un Redentor que perdona el pecado. Con fe se aferra a las promesas de
Dios.
Entonces el Ángel, que es Cristo mismo, el Salvador de los pecadores, hace callar al
acusador de su pueblo declarando: "Jehová te reprenda, oh Satán; Jehová, que ha
escogido a Jerusalén, te reprenda. ¿No es éste tizón arrebatado del incendio?" (Ver-
so 2.) Israel había estado durante largo tiempo en el horno de la aflicción. A causa de sus
pecados, había sido casi consumido en la llama encendida por Satanás y sus agentes para
destruirlo; pero Dios había intervenido ahora para librarle.
PR:429-431. Así como Satanás acusaba a Josué y a su pueblo, en todas las edades
ha acusado a los que buscaban la misericordia y el favor de Dios. Es "el acusador
de nuestros hermanos,.. el cual los acusaba delante de nuestro Dios día y noche."
(Apoc. 12:10). La controversia se repite acerca de cada alma rescatada del poder
del mal, y cuyo nombre se registra en el libro de la vida del Cordero. Nunca se reci-
be a alguno en la familia de Dios sin que ello excite la resuelta resistencia del enemigo.
Pero el que era entonces la esperanza de Israel, así como su defensa, justificación y re-
dención, es hoy también la esperanza de la iglesia.
Las acusaciones de Satanás contra aquellos que buscan al Señor no son provocadas
por el desagrado que le causen sus pecados. El carácter deficiente de ellos le causa
regocijo porque sabe que sólo si violan la ley de Dios puede él dominarlos. Sus acu-
saciones provienen únicamente de su enemistad hacia Cristo. Por el plan de salva-
ción, Jesús está quebrantando el dominio de Satanás sobre la familia humana y rescatan-
do almas de su poder. Todo el odio y la malicia del jefe de los rebeldes se encienden
cuando contempla la evidencia de la supremacía de Cristo, y con poder y astucia infer-
nales obra para arrebatarle los hijos de los hombres que han aceptado la salvación. Indu-
ce a los hombres al escepticismo, haciéndoles perder la confianza en Dios y separarse de
su amor; los tienta a violar su ley, luego los reclama como cautivos suyos y disputa el
derecho de Cristo a quitárselos.
Satanás sabe que aquellos que buscan a Dios fervientemente para alcanzar perdón y gra-
cia los obtendrán; por lo tanto les recuerda sus pecados para desanimarlos. Constante-
mente busca motivos de queja contra los que procuran obedecer a Dios. Trata de
hacer aparecer como corrompido aun su servicio mejor y más aceptable. Mediante
estratagemas incontables y de las más sutiles y crueles, intenta obtener su condena-
ción.
El hombre no puede por sí mismo hacer frente a estas acusaciones del enemigo.
Con sus ropas manchadas de pecado, confiesa su culpabilidad delante de Dios. Pero
Jesús, nuestro Abogado, presenta una súplica eficaz en favor de todos los que me-
diante el arrepentimiento y la fe le han confiado la guarda de sus almas. Intercede
por su causa y vence a su acusador con los poderosos argumentos del Calvario. Su
perfecta obediencia a la ley de Dios le ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra, y
él solicita a su Padre misericordia y reconciliación para el hombre culpable. Al acusador
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de sus hijos declara: ¡Jehová te reprenda, oh Satanás! Estos son la compra de mi sangre,
tizones arrancados del fuego. Y los que confían en él con fe reciben la consoladora pro-
mesa: "Mira que he hecho pasar tu pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala."
(Zac. 3:4).
PR:431. La visión de Zacarías con referencia a Josué y el Ángel se aplica con fuerza es-
pecial a la experiencia del pueblo de Dios durante las escenas finales del gran día de ex-
piación. La iglesia remanente será puesta entonces en grave prueba y angustia. Los que
guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús sentirán la ira del dragón y de
su hueste. Satanás considera a los habitantes del mundo súbditos suyos; ha obtenido el
dominio de muchos cristianos profesos; pero allí está ese pequeño grupo que resiste su
supremacía. Si él pudiese borrarlo de la tierra, su triunfo sería completo. Así como in-
fluyó en las naciones paganas para que destruyesen a Israel, pronto incitará a las potes-
tades malignas de la tierra a destruir al pueblo de Dios. Se requerirá de los hombres que
rindan obediencia a los edictos humanos en violación de la ley divina.
1MS:408-409. En esta elección, se manifestaron los principios de Satanás, y las
huestes del cielo y todos los mundos que Dios había creado juzgaron que Satanás
era acusador de los hermanos, mentiroso y asesino. En el cielo y en los mundos no
caídos se definió la cuestión del poder engañoso de Satanás, de sus principios ma-
lignos y para siempre se demostró la perfecta pureza y santidad de Cristo, que es-
taba soportando el examen y la prueba en favor del hombre caído. Mediante el desa-
rrollo del carácter y de los principios de Satanás, éste fue para siempre desarraigado del
afecto de los mundos no caídos, y en el cielo se definió para siempre el conflicto acerca
de sus demandas y de las demandas de Cristo. La justicia manifestada en el carácter de
Cristo había de ser para siempre el ancla, la esperanza salvadora del mundo. Cada alma
que elige a Cristo puede decir con fe: "El Señor es mi justicia".
2T:106.
3T:451.
4T:623. Satanás, el archiengañador, se transforma en ángel de luz y se presenta a
los jóvenes con sus engañosas tentaciones, y consigue apartarlos, paso a paso, de la
senda del deber. Se lo describe como acusador, engañador, mentiroso, atormenta-
dor, asesino. "El que hace pecado, es del diablo". Cada transgresión acarrea condena-
ción sobre el alma y provoca el desagrado divino. Dios discierne los pensamientos del
corazón. Cuando se acarician pensamientos impuros, no es necesario expresarlos por pa-
labras o hechos para consumar el pecado y acarrear la condenación sobre el alma. Su pu-
reza ya está contaminada, y el tentador ha triunfado.
5T:34. Hay una gran obra que hacer en nuestro colegio, una obra que exige la
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cooperación de todo maestro; y desagrada a Dios que uno desaliente al otro. Pero
casi todos parecen olvidarse que Satanás es el acusador de los hermanos, y se unen
con el enemigo en su trabajo. Mientras los que profesan ser cristianos están conten-
diendo, Satanás está colocando sus trampas para los pies inexpertos de los niños y jóve-
nes. Los que han tenido experiencia religiosa deben procurar escudar a los jóvenes de
las asechanzas del diablo. Nunca debieran olvidar que ellos mismos estuvieron una vez
bajo el ensalmo de los placeres del pecado. Necesitamos la misericordia y tolerancia de
Dios en cada hora, y ¡cuán inconveniente es que seamos impacientes con los errores de
los jóvenes inexpertos! Mientras Dios los tolera, ¿nos atreveremos nosotros, compañe-
ros suyos en el pecado, a desecharlos?
5T:95. ¿No hay que observar ninguna ley de bondad? ¿Han sido los cristianos au-
torizados por Dios para criticarse y condenarse unos a otros? ¿Es honroso, o aun
honrado, arrancar de los labios de otro, bajo disfraz de amistad, secretos que le han sido
confiados, y luego perjudicarle por medio del conocimiento así adquirido? ¿Es acaso ca-
ridad cristiana recoger todo informe que flota, desenterrar todo lo que arrojaría sospecha
sobre el carácter de otro, y luego deleitarse en emplearlo para perjudicarle? Satanás se
regocija cuando puede difamar o herir a quien sigue a Cristo. Él es "el acusador
de nuestros hermanos." (Apoc. 12: 10.) ¿Le ayudarán en su obra los cristianos?
5T:137. Satanás emplea a hombres y mujeres como agentes para inducir al pecado y ha-
cerlo atractivo. A estos agentes los educa fielmente para disfrazar el pecado a fin de po-
der destruir con más éxito a las almas y despojar a Cristo de su gloria. Satanás es el gran
enemigo de Dios y del hombre. Se transforma por sus agentes en ángel de luz. En
las Escrituras es llamado destructor, acusador de los hermanos, engañador, menti-
roso, atormentador y homicida. Satanás tiene muchos servidores, pero tiene más éxito
cuando puede emplear a los que profesan ser cristianos para realizar su obra satánica. Y
cuanto mayor sea la influencia, más elevada la posición que ocupen, y mayor conoci-
miento profesen de Dios y de su servicio, tanto mayor será el éxito con que podrá em-
plearlos. Quienquiera que induzca a otro al pecado es su agente....
5T:285-286.
5T:373-374.
5T:619-620. Profesamos ser depositarios de la ley de Dios; aseveramos tener mayor luz,
y procuramos una norma más alta que la de cualquiera de los otros pueblos de esta tie-
rra; por lo tanto debemos manifestar mayor perfección de carácter y más fervorosa de-
voción. Un mensaje muy solemne ha sido confiado a los que han recibido la luz de la
verdad presente. Nuestra luz debe resplandecer para iluminar la senda de los que están
en tinieblas. Como miembros de la iglesia visible y obreros en la viña del Señor, todos
los que profesan el cristianismo deben hacer cuanto pueden para conservar la paz, la ar-
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monía y el amor en la iglesia. Tomemos nota de la oración de Cristo: "Para que todos
sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros
una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste." (Juan 17: 21.) La unidad de la
iglesia es la evidencia convincente de que Dios ha enviado al mundo a Jesús como su
Redentor. Este es un argumento que los mundanos no pueden controvertir. Por lo tanto,
Satanás está obrando constantemente para impedir esta unión y armonía, a fin de
que los incrédulos, al presenciar la apostasía, la disensión y la contienda entre los
que profesan ser cristianos, se disgusten con la religión y sean confirmados en su
impenitencia. Dios queda deshonrado por aquellos que profesan la verdad, mien-
tras están en divergencia y enemistad unos con otros. Satanás es el gran acusador
de los hermanos y todos los que participan de esta obra se hallan alistados en su
servicio.
TM:33-34. Durante años he dado mi testimonio para afirmar que cuando alguien se le-
vanta pretendiendo tener gran luz, y no obstante sostiene que debe destruirse lo que el
Señor ha estado edificando por medio de sus agentes humanos, el que esto hace está
grandemente engañado, y no trabaja en forma paralela con Cristo. Los que aseveran que
las iglesias adventistas del séptimo día constituyen Babilonia, o alguna parte de Babilo-
nia, harían mejor en quedar en casa. Deténganse y consideren cuál es el mensaje que
debe ser proclamado en este tiempo. En vez de trabajar con los agentes divinos para
preparar a un pueblo que esté en pie en el día del Señor, han tomado su posición
con aquel que se ha constituido en acusador de los hermanos, que los acusa delante
de Dios día y noche. Las agencias satánicas han sido incitadas desde lo bajo, y ellas
han inspirado a hombres a unirse en una confederación de mal, para llevar perple-
jidad, vejamen y gran angustia al pueblo de Dios. El mundo entero ha de ser conmo-
vido por la enemistad contra los adventistas del séptimo día, porque ellos no rendirán
pleitesía al papado, honrando el domingo, la institución del poder anticristiano. Es el
propósito de Satanás hacer que sean extirpados de la tierra, a fin de que la supremacía de
ese poder en el mundo no sea disputada.
PP:744-745. Satanás estaba resuelto a seguir dominando la tierra de Canaán, y cuando
ella fue hecha morada de los hijos de Israel, y la ley de Dios fue hecha la norma de esa
tierra, aborreció a Israel con un odio cruel y maligno, y tramó su destrucción. Por me-
dio de los espíritus malignos, se introdujeron dioses extraños; y a causa de la trans-
gresión, el pueblo escogido fue finalmente echado de la tierra prometida y disper-
sado.
Hoy procura Satanás repetir esta historia. Dios está apartando a sus hijos de las
abominaciones del mundo, para que puedan guardar su ley; y a causa de esto, la
ira del "acusador de nuestros hermanos" no tiene límite. "Porque el diablo ha des-
cendido a vosotros, teniendo grande ira, sabiendo que tiene poco tiempo." (Apoc. 12: 10,
12.) La verdadera tierra de promisión está delante de nosotros, y Satanás está resuelto a
destruir al pueblo de Dios, y privarlo de su herencia. Nunca fue más necesario que hoy
Pág. 31
oír la advertencia: "Velad y orad, para que no entréis en tentación." (Mar. 14:38).
TM:36-37. Satanás está a la cabeza de todos los acusadores de los hermanos; pero
cuando él presenta los pecados del pueblo de Dios, ¿qué contesta el Señor? Dice:
"Jehová te reprenda, oh Satán; Jehová, que ha escogido a Jerusalén, te reprenda.
¿No es éste tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestimentas vi-
les, y estaba delante del ángel". Satanás ha presentado a los escogidos y leales hijos de
Dios como llenos de contaminación y pecado. El podía describir los pecados particula-
res de que habían sido culpables. ¿No había colocado en marcha él toda la confederación
del mal para inducirlos, por sus artes seductoras, a estos mismos pecados? Pero ellos se
han arrepentido; han aceptado la justicia de Cristo. Estaba por lo tanto ante Dios vesti-
dos del manto de la justicia de Cristo, y "habló el ángel, e intimó a los que estaban de-
lante de sí, diciendo: Quitadle esas vestimentas viles. Y a él dijo: Mira que he hecho pa-
sar tu pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala". Todo pecado del cual habían
sido culpados fue perdonado, y estaban en pie ante el Señor como escogidos y fieles,
como inocentes, como perfectos, como si nunca hubieran pecado.
TM:38. Dios tiene un pueblo en el cual todo el cielo se halla interesado, y éste constitu-
ye el gran objeto que sobre la tierra es caro al corazón de Dios. Preste cada uno de los
que lean estas palabras, cabal consideración a las mismas, porque en el nombre de Jesús
quiero grabarlas en cada alma. Cuando se levanta alguien que, ora sea entre nosotros o
fuera de nuestro número, sienta la carga de un mensaje que declare que el pueblo de
Dios se cuenta con Babilonia, y pretenda que el fuerte clamor es un llamamiento a salir
de ella, podéis saber que no está llevando el mensaje de verdad. No lo recibáis, ni le
deseéis buena suerte; porque Dios no le ha hablado, ni le ha dado un mensaje, sino que
ha corrido antes de ser enviado. El mensaje contenido en el folleto titulado El Fuerte
Clamor es un engaño. Tales mensajes surgirán, y se pretenderá que son enviados de
Dios, pero la pretensión será falsa; porque no están llenos de luz, sino de tinieblas. Ha-
brá mensajes de acusación contra el pueblo de Dios, similares a la obra hecha por
Satanás al acusar al pueblo de Dios, y estos mensajes estarán resonando en el mis-
mo tiempo en que Dios esté diciéndole a su pueblo: "Levántate, resplandece; que
ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que ti-
nieblas cubrirán la tierra, y oscuridad los pueblos: mas sobre ti nacerá Jehová, y sobre ti
será vista su gloria".
TM:47-48. Dios tiene una iglesia en la tierra que está elevando en alto su ley piso-
teada, y presentando al mundo el Cordero de Dios que quita los pecados de la hu-
manidad. La iglesia es la depositaria del tesoro de las riquezas de la gracia de Cris-
to, y por medio de ella finalmente se hará manifiesta la revelación postrera y plena
del amor de Dios al mundo que ha de ser iluminado con su gloria. La oración de
Cristo de que su iglesia fuera una como él y el Padre, finalmente será contestada.
La rica dote del Espíritu Santo será dada, y mediante su influencia constante a los
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Profecía | Elena G. White - Apocalipsis 12

  • 1. Pág. 1 Apocalipsis Capítulo 12 La Mujer y el Dragón Sólo existen dos partidos en la tierra---los que se encuentran bajo la bandera ensangren- tada de Cristo Jesús, y los que están bajo la negra bandera de la rebelión. Los que están bajo la bandera de Cristo llevan la señal de la obediencia, de la cual se habla en Éxodo 31:12-18. Por favor léase esta Escritura atentamente. En el capítulo doce de Revelación está representado el gran conflicto entre los obedientes y los desobedientes. 14ML:161. Versículos 1-2. “Una gran señal apareció en el cielo. Una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Estaba encinta, y clamaba con dolores, porque estaba por dar a luz.” 4SP:276. El pueblo de Dios, simbolizado por una mujer santa y sus hijos, se encuentra en la gran minoría. MC:275. Cristo honró también las relaciones matrimoniales al hacerlas símbolo de su unión con los redimidos. Él es el Esposo, y la esposa es la iglesia, de la cual, como es- cogida por él, dice: "Toda tú eres hermosa, amiga mía, y en ti no hay mancha." (Canta- res 4:7). RH, 26 de Febrero de 1914. Esta profecía ha de alcanzar su pleno cumplimiento al reunir de todas las naciones un pueblo preparado para la segunda venida de Cris- to. El remanente de Israel está simbolizado por una mujer, representando la iglesia escogida del que está en la tierra. “He aquí,” dice él, “Yo la atraeré, y la llevará al de- sierto, y le hablaré suavemente. Y yo le daré sus viñas allí, y el valle de Acor para puerta de esperanza; y ella cantará allí, como en los días de su juventud, y como en el día en que salió de la tierra de Egipto. Y será en ese día, dice el Señor, que tú me llamarás Ishi [“Mi esposo,” margen]; y no más me llamarás Baali [Mi señor,” margen]. Pues quitaré los nombres de los Baales de su boca, y no más serán recordados por sus nombres.” HAp:16. Los discípulos estaban por salir como testigos de Cristo, para declarar al mun- do lo que habían visto y oído de él. Su cargo era el más importante al cual los seres hu- manos habían sido llamados alguna vez, siendo superado únicamente por el de Cristo mismo. Habían de ser colaboradores con Dios para la salvación de los hombres. Como en el Antiguo Testamento los doce patriarcas eran los representantes de Israel, así los doce apóstoles son los representantes de la iglesia evangélica.
  • 2. Pág. 2 Versículo 3. “Entonces apareció otra señal en el cielo. Un gran dragón rojo, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas.” CS:491. En contraposición con los que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús, el tercer ángel señala otra clase de seres humanos contra cuyos errores va diri- gido solemne y terrible aviso: "¡Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe su marca en su frente, o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios!" (Apoc. 14:9, 10, V.M.) Para comprender este mensaje hay que interpretar correctamente sus símbolos. ¿Qué representan la bestia, la imagen, la marca? La ilación profética en la que se encuentran estos símbolos empieza en el capítulo 12 del Apocalipsis, con el dragón que trató de destruir a Cristo cuando nació. En dicho capítulo vemos que el dragón es Satanás (Apoc. 12:9); fue él quien indujo a Herodes a procurar la muerte del Salvador. Pero el agente principal de Satanás al guerrear contra Cristo y su pueblo durante los primeros siglos de la era cristiana, fue el Imperio Romano, en el cual prevalecía la religión pagana. Así que si bien el dragón re- presenta primero a Satanás, en sentido derivado es un símbolo de la Roma pagana. PE:92. En la página 54, declaré que una nube de gloriosa luz ocultaba al Padre y que no podía verse su persona. También declaré que vi al Padre levantarse del trono. El Padre estaba envuelto en un cuerpo de luz y gloria, de manera que su persona no podía verse; sin embargo yo sabía que era el Padre y que de su persona emanaba esta luz y gloria. Cuando vi este cuerpo de luz y gloria levantarse del trono, supe que era porque el Padre se movía, y por lo tanto dije: Vi al Padre levantarse. La gloria, o excelencia de su forma, no la vi; nadie podría contemplarla y vivir; pero podía verse el cuerpo de luz y gloria que rodeaba su persona. También declaré que "Satanás parecía estar al lado del trono, procurando llevar adelante la obra de Dios." Daré otra frase de la misma página [55]: "Me di vuelta para mirar a la compañía que seguía postrada delante del trono." Esta compañía que oraba, estaba en es- te estado mortal, en la tierra, y sin embargo me fue representada como postrada delante del trono. Nunca tuve la idea de que esas personas estuviesen realmente en la Nueva Je- rusalén. Tampoco pensé alguna vez que cualquier mortal pudiese suponer que yo creía que Satanás estaba realmente en la Nueva Jerusalén. Pero ¿no vio Juan al gran dragón rojo en el cielo? Por cierto que sí. "También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos." (Apoc. 12:3) ¡Qué monstruo para estar en el cielo! Parecería haber tan buenos motivos para ridiculizar esta interpretación como los que han encontrado algunos para burlarse de mis declaraciones. 7CBA:983. Delante de Juan fueron presentados bajo los símbolos de un gran dra- gón rojo, una bestia semejante a un leopardo y una bestia con cuernos como de cordero, los gobiernos terrenales que especialmente se dedicarían a hollar la ley de Dios y a perseguir a su pueblo. La guerra sigue adelante hasta la terminación del
  • 3. Pág. 3 tiempo. El pueblo de Dios, simbolizado por una mujer pura y sus hijos, fue presentado como una ínfima minoría. En los últimos días sólo existirá un remanente. De los que lo forman Juan habla como de aquellos que "guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo" (ST, 01-11-1899). Versículo 4. “Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó so- bre la tierra. Y el dragón se paró ante la mujer que estaba por dar a luz, a fin de devorar a su Hijo en cuanto naciera”. 3T:114-115. Aún cuando las personas merezcan tanto ser separadas de la iglesia como Satanás mereció ser echado del cielo, habrá quienes simpaticen con ellas. Hay siempre una clase de personas que siente más la influencia de los humanos que la del Espíritu de Dios y de los sanos principios; y dada su falta de consagración, están siempre dispuestas a ponerse de parte del mal y a conceder su compasión y compañía a los que menos las merecen. Estos simpatizantes ejercen una influencia poderosa sobre los demás; ven las cosas en una luz pervertida, hacen mucho daño y muchas almas quedan arruinadas. Sa- tanás, al rebelarse, arrastró consigo a una tercera parte de los ángeles. Estos se apartaron del Padre y del Hijo, y se unieron con el instigador de la rebelión. Te- niendo presentes estos hechos, debemos obrar con la mayor cautela. ¿Qué podemos es- perar sino pruebas y perplejidad en nuestra relación con hombres y mujeres singulares? Debemos soportar esto y evitar la necesidad de arrancar la cizaña, no sea que el trigo sea desarraigado también. 5T:291. Cuando Satanás empezó a sentirse desconforme en el cielo, no presentó su queja delante de Dios y de Cristo; sino que fue entre los ángeles que le creían per- fecto, y les hizo creer que Dios le había hecho una injusticia al preferir a Cristo. El resultado de esa falsa representación fue que por simpatía con él, una tercera parte de los ángeles perdió su inocencia, su elevada condición y su feliz hogar. Satanás es- tá instigando a los hombres a continuar en la tierra la misma obra de celos y malas sos- pechas que él inició en el cielo.... 1SP:28. Satanás se detuvo como atónito de su nueva condición. Su felicidad se le fue. Vio a los ángeles que, juntos con él, fueron una vez tan felices, pero que habían sido echados del cielo junto con él. Antes de su caída, ni una sombra de descontento había manchado su perfecta felicidad. Ahora todo parecía cambiado. Los rostros que ha- bían reflejado la imagen de su Hacedor estaban lúgubres y desesperados. Lucha, discor- dia, y amarga recriminación había entre ellos. Antes de su rebelión estas cosas no se co- nocían en el cielo. Satanás ahora contempla los terribles resultados de su rebelión. Se turbó, y temió afrontar el futuro y contemplar el fin de estas cosas. PP:55. Cuando Satanás fue expulsado del cielo, decidió hacer de la tierra su reino. Cuando sedujo y venció a Adán y a Eva, pensó que había conquistado la posesión de es-
  • 4. Pág. 4 te mundo; "porque me han escogido como su soberano," dijo él, 4ML:85. DTG:707. Cuando Jesús vino al mundo, el poder de Satanás fue dirigido contra él. Desde que apareció como niño en Belén, el usurpador obró para lograr su destruc- ción. De toda manera posible, procuró impedir que Jesús alcanzase una infancia perfecta, una virilidad inmaculada, un ministerio santo, y un sacrificio sin mancha. Pero fue derrotado. No pudo inducir a Jesús a pecar. No pudo desalentarse ni inducirle a apartarse de la obra que había venido a hacer en la tierra. Desde el desierto al Calva- rio, la tempestad de la ira de Satanás le azotó, pero cuanto más despiadada era, tanto más firmemente se aferraba el Hijo de Dios de la mano de su Padre, y avanzaba en la senda ensangrentada. Todos los esfuerzos de Satanás para oprimirle y vencerle no lograron sino hacer resaltar con luz más pura su carácter inmaculado. Versículos 5-6. “Y ella dio a luz un Hijo varón, que había de regir a todas las naciones con vara de hierro. Y su Hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. Y la mujer huyó al desierto, a un lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten durante 1.260 días.” CS:69-70. La fe que por muchos siglos sostuvieron y enseñaron los cristianos val- denses contrastaba notablemente con las doctrinas falsas de Roma. De acuerdo con el sistema verdaderamente cristiano, fundaban su creencia religiosa en la Palabra de Dios escrita. Pero esos humildes campesinos en sus obscuros retiros, alejados del mundo y sujetos a penosísimo trabajo diario entre sus rebaños y viñedos, no habían llegado de por sí al conocimiento de la verdad que se oponía a los dogmas y herejías de la iglesia apóstata. Su fe no era una fe nueva. Su creencia en materia de religión la habían hereda- do de sus padres. Luchaban en pro de la fe de la iglesia apostólica,- "la fe que ha sido una vez dada a los santos." (S. Judas 3.) "La iglesia del desierto," y no la soberbia je- rarquía que ocupaba el trono de la gran capital, era la verdadera iglesia de Cristo, la depositaria de los tesoros de verdad que Dios confiara a su pueblo para que los diera al mundo. CS:351. Veinticinco años después apareció la segunda señal mencionada en la profecía: el obscurecimiento del sol y de la luna. Lo que hacía esto aun más sorprendente, era la circunstancia de que el tiempo de su cumplimiento había sido indicado de un modo pre- ciso. En su conversación con los discípulos en el Monte de los Olivos, después de des- cribir el largo período de prueba por el que debía pasar la iglesia, es decir, los mil dos- cientos sesenta años de la persecución papal, acerca de los cuales había prometido que la tribulación sería acortada, el Salvador mencionó en las siguientes palabras cier- tos acontecimientos que debían preceder su venida y fijó además el tiempo en que se realizaría el primero de éstos: "En aquellos días, después de aquella aflicción, el sol se obscurecerá, y la luna no dará su resplandor." (S. Marcos 13: 24.) Los 1260 días, o años,
  • 5. Pág. 5 terminaron en 1798. La persecución había concluido casi por completo desde hacía casi un cuarto de siglo. Después de esta persecución, según las palabras de Cristo, el sol de- bía obscurecerse. Pues bien, el 19 de Mayo de 1780 se cumplió esta profecía. CS:492. "Le fue dada autoridad para hacer sus obras cuarenta y dos meses." Y dice el profeta: "Vi una de sus cabezas como si hubiese sido herida de muerte." Y además: "Si alguno lleva en cautiverio, al cautiverio irá; si alguno mata con espada, es preciso que él sea muerto a espada." Los cuarenta y dos meses son lo mismo que "un tiempo, y dos tiempos, y la mitad de un tiempo," tres años y medio, o 1.260 días de Daniel 7, el tiempo durante el cual el poder papal debía oprimir al pueblo de Dios. Este perío- do, como fue indicado en capítulos anteriores, empezó con la supremacía del papa- do, en el año 538 de J. C., y terminó en 1798. Entonces, el papa fue hecho prisionero por el ejército francés, el poder papal recibió su golpe mortal y quedó cumplida la pre- dicción: "Si alguno lleva en cautiverio, al cautiverio irá." Versículos 7-8. “Y hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron al dragón, y el dragón y sus ángeles combatieron; pero éstos no prevalecieron, ni se ha- lló más lugar para ellos en el cielo.” 4CBA:1164-1165. Los registros de algunos son similares al del excelso ángel cuya cate- goría seguía a la de Jesucristo en los atrios celestiales. Lucifer, como querubín protec- tor, estaba rodeado de gloria. Sin embargo, este ángel a quien Dios había creado dotado de poder, llegó a sentir deseos de ser como Dios. Lucifer ganó la simpatía de algunos de sus compañeros sugiriéndoles pensamientos de crítica hacia el gobierno de Dios. Esa mala semilla fue esparcida de una manera sumamente seductora; y después de que brotó y se arraigó en la mente de muchos, recogió las ideas que él mismo había sembrado pri- mero en la mente de otros, y las presentó ante las cortes más excelsas de ángeles como los pensamientos de otras mentes contra el gobierno de Dios. Así introdujo Lucifer la rebelión en el cielo mediante hábiles métodos diseñados por él mismo. Dios deseaba que hubiera un cambio y que la obra de Satanás se manifestara tal como era. Pero el excelso ángel que seguía a Cristo en jerarquía se oponía al Hijo de Dios. La acción subversiva era tan sutil que no podía hacérsela aparecer delante de la hueste celestial como lo que en realidad era; y por eso hubo guerra en el cielo y Sa- tanás fue expulsado con todos los que no quisieron ser leales al gobierno de Dios. El Señor Dios se presentó como Soberano supremo. Este estado de cosas existió por largo tiempo antes de que Satanás fuera desenmascarado y se expulsara a los rebeldes (Carta 162, 1906). 4CBA:1183-1185. [Se cita Eze. 28:1-26]. El primer pecador fue uno a quien Dios había ensalzado grandemente. Es representado bajo la figura del príncipe de Tiro, floreciente en poder y magnificencia. Poco a poco Satanás fue complaciendo el deseo de ensalza- miento propio. Las Escrituras dicen: "Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura,
  • 6. Pág. 6 corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor". "Tú que decías en tu corazón:... En lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono... seré semejante al Altísimo". Aunque toda su gloria provenía de Dios, este poderoso ángel llegó a considerarla como algo propio. No contento con su posición, aunque era honrado por encima de la hueste celestial, se atrevió a codiciar un homenaje que sólo corresponde al Creador. En vez de procurar que Dios fuera supremo en el afecto y en la lealtad de todos los seres creados, procuró conseguir para sí mismo ese servicio y esa lealtad. Y al codiciar la gloria que el Padre infinito ha conferido a su Hijo, este príncipe de los ángeles aspiraba a un poder que sólo correspondía a Cristo. El usurpador continuó justificándose a sí mismo hasta el mismo fin del conflicto en el cielo. Cuando se anunció que junto con todos sus simpatizantes debía ser expulsado de las moradas de gloria, entonces el caudillo rebelde atrevidamente expresó su desprecio por la ley del Creador. Condenó los estatutos divinos como una restricción de la libertad de sus seguidores y declaró que tenía el propósito de conseguir que la ley fuera abolida. Unánimemente, Satanás y su hueste echaron toda la culpa de su rebelión a Cristo, decla- rando que si no hubiesen sido reprobados, nunca se hubieran rebelado. La rebelión de Satanás habría de ser una lección para el universo a través de todos los siglos venideros, un testimonio perpetuo de la naturaleza y de los terribles resul- tados del pecado. La actuación del gobierno de Satanás, sus efectos tanto sobre los hombres como sobre los ángeles, demostraría cuál es el inevitable fruto de desechar la autoridad divina. Testificarían que el bienestar de todas las criaturas que Dios ha hecho depende de la existencia del gobierno divino y de su ley. De modo que la historia de este terrible ensayo de rebelión habría de ser una salvaguardia perpetua para todos los seres santos inteligentes, para impedir que fueran engañados en cuanto a la na- turaleza de la transgresión, para librarlos de cometer pecados y sufrir su castigo. Dios puede retirar de los impenitentes las prendas de su maravillosa misericordia y amor en cualquier momento. ¡Ojala los seres humanos pudieran considerar cuál será el resul- tado inevitable de su ingratitud para Dios y de su menosprecio de la Dádiva infinita de Cristo para nuestro mundo! Si continúan amando la transgresión más que la obediencia, las actuales bendiciones y la gran misericordia de Dios que ahora disfrutan, pero que no aprecian, finalmente se convertirán en causa de su ruina eterna. Cuando ya sea dema- siado tarde para que vean y comprendan lo que han menospreciado como algo baladí, sabrán lo que significa estar sin Dios y sin esperanza. Entonces comprenderán lo que han perdido por elegir ser desleales a Dios y mantenerse en rebelión contra sus manda- mientos (MS 125, 1907). Pido a nuestro pueblo que estudie el capítulo 28 de Ezequiel. Lo que allí se representa se refiere principalmente a Lucifer, el ángel caído, y sin embargo tiene un significado más amplio. No se describe a un ser sino a un movimiento general, un movimiento del que seremos testigos. Un Fiel estudio de este capítulo debiera inducir a los que están buscando la verdad a que caminen en toda la luz que Dios ha dado a su pueblo para que no sean entrampados por los engaños de estos últimos días (Special Testimonies, Serie B, Nº 17, p. 30).
  • 7. Pág. 7 [Se citan 2 Tes. 2:7-8; Eze. 28:2, 6-10]. Se acerca rápidamente el tiempo cuando se cumplirá esta escritura. El mundo y las llamadas iglesias protestantes están, en este nuestro día, colocándose al lado del hombre de pecado... El gran conflicto venidero gira- rá alrededor del día de reposo, del séptimo día (RH, 19-04-1898). El mal se originó con Lucifer, el cual se rebeló contra el gobierno de Dios. Antes de su caída era un querubín cubridor que se distinguía por su excelencia. Dios lo hizo bueno y hermoso, tan semejante a su Creador como fue posible (RH, 24-09-1901). Satanás, el principal de los ángeles caídos, una vez ocupó una excelsa posición en el cie- lo. Seguía a Cristo en jerarquía. El conocimiento que tenía, como también los ángeles que cayeron con él, del carácter de Dios, de su bondad, su misericordia, sabiduría y ex- celsa gloria, hizo imperdonable su culpa. No había esperanza posible de redención para los que habían sido testigos de la inefable gloria del cielo, disfrutado de ella, visto la terrible majestad de Dios, y se habían rebela- do contra él a pesar de toda esa gloria. No había nuevas y maravillosas manifestaciones del excelso poder de Dios que pudieran impresionarlos tan profundamente, como las que ya habían experimentado. Si pudieron rebelarse en la misma presencia de la gloria inefable, no podían ser colocados en una condición más favorable para ser puestos a prueba. No había disponible una fuerza de poder, ni mayores alturas y profundidades de gloria infinita para subyugar sus celosas dudas y sus murmuraciones de rebeldía (Re- demption: The Temptation of Christ, PP:18-19). Hay una gran rebelión en el universo terrenal. ¿No hay un gran caudillo de esa re- belión? ¿No es, acaso, Satanás, la vida y el alma de todas las variedades de rebelión que él mismo ha instigado? ¿No es él el primer gran apóstata que se apartó de Dios? Existe una rebelión. Lucifer renunció a su lealtad y está en guerra contra el gobierno divino. Se le ha confiado a Cristo el sofocar la rebelión. Él hace de este mundo su campo de batalla. Está a la cabeza de la familia humana. Reviste su divini- dad con humanidad y recorre el terreno donde cayó Adán y soporta todos los ataques de las tentaciones de Satanás; pero no se rinde en un solo detalle. La salvación de un mun- do está en juego. El resistió al supremo engañador. Tuvo que vencer como hombre en lugar del hombre, y el hombre de la misma manera debe vencer mediante un "escrito es- tá". Las propias palabras de Cristo, [dichas] bajo la apariencia de la humanidad, serían juzgadas erróneamente, torcidas, falsificadas. [Pero] sus propias palabras, pronunciadas como el divino Hijo de Dios, no podían ser falsificadas. En el último gran día será cuando cada uno recibirá de acuerdo con sus obras; será la condenación final y eterna del diablo, de todos sus simpatizantes y de todos los que han estado sometidos a él y se han identificado con él. ¿Tendrá alguna razón para su rebe- lión? Cuando el juez de todo el mundo lo interrogue: ¿Por qué has hecho así?, ¿qué ra- zón podrá presentar, qué causa podrá alegar? Tened en cuenta que cada lengua está si- lenciosa, cada boca que ha estado tan dispuesta para hablar el mal, tan lista para acusar, tan lista para pronunciar palabras de recriminación y falsedad, está callada; y todo el mundo de rebelión está sin habla delante de Dios; sus lenguas están pegadas a su pala- dar. Se puede especificar el lugar donde entró [comenzó] el pecado.
  • 8. Pág. 8 "Perfecto eras en todos tus caminos..., hasta que se halló en ti maldad... Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor". To- do esto era dádiva de Dios. No se podía acusar a Dios por esto: de haber hecho al que- rubín cubridor bello, noble y bueno. "A causa de la multitud de tus contrataciones ['por la amplitud de tu comercio', BJ] fuiste lleno de iniquidad y pecaste... Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones ['inmoralidad de tu comercio', BJ], profanaste tu santuario". "Contratación" es aquí símbolo de una administración corrup- ta. Señala la introducción del provecho propio en las prácticas espirituales. Nada es aceptable delante de Dios en el servicio espiritual, con excepción de los propósitos y obras que son para el bien del universo. Hacer el bien a otros redundará para la gloria de Dios. Los principios que Satanás puso en práctica en el cielo son los mismos principios con los cuales actúa mediante agentes humanos en este mundo. Cada imperio terre- nal y las iglesias se han corrompido progresivamente por medio de esos principios de corrupción. Satanás engaña y corrompe a todo el mundo desde el principio hasta el fin, poniendo en práctica esos principios. El continúa con su mismo plan de acción comen- zado originalmente en el universo celestial, e infunde su energía en todo el mando con su violencia, con la cual corrompió el mundo en los días de Noé (Carta 156, 1897). 6CBA:1115-1116. La ley de los Diez Mandamientos vive y vivirá por los siglos eternos. La necesidad de las ceremonias de sacrificios y ofrendas cesaron cuando el símbolo y la realidad simbolizada ["tipo" y "antitipo"] se encontraron en la muerte de Cristo. En él [Cristo] la sombra llegó hasta la sustancia. El Cordero de Dios fue la ofrenda completa y perfecta. La ley de Dios mantendrá su carácter supremo mientras perdure el trono de Jehová. Esta ley es la expresión del carácter de Dios. . . Los símbolos y las sombras, las ofrendas y los sacrificios no tuvieron más valor después de la muerte de Cristo en la cruz; pero la ley de Dios no fue crucificada con Cristo. Si lo hubiera sido, Satanás habría ganado todo lo que trató de conquistar en el cielo. Por ese intento fue expulsado de los atrios celestiales. Cayó llevando consigo a los ángeles que había engañado; y hoy día está engañando a los seres humanos en cuanto a la ley de Dios (MS 167, 1898). 6CBA:1119. Hablando de Satanás, el Señor declara que no había verdad en él. Una vez fue hermoso, resplandeciente de luz; pero la Palabra de Dios declara de él: "Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura". Satanás instigó a otros a rebelarse, y después de que fueron expulsados del cielo los reunió en una alianza para hacer todo el mal posible al hombre, como el único me- dio de herir a Dios. Ya excluido del cielo, resolvió vengarse haciendo daño a la hechura de Dios. Malos obreros de todas las generaciones se han reunido alrededor del estandarte de rebelión que él estableció. Los ángeles malos se han unido con hombres malos en una lucha contra el reino de Cristo. El propósito de Satanás ha sido reproducir su propio carácter en los seres humanos. Tan
  • 9. Pág. 9 pronto como fue creado el hombre, Satanás resolvió borrar de él la imagen de Dios y co- locar su sello donde debiera estar el de Dios. Y ha tenido éxito en instalar en el corazón del hombre el espíritu de envidia, de odio, de ambición. En este mundo ha establecido un reino de oscuridad, del cual él es príncipe, el caudillo de los delitos. Deseaba usur- par el trono de Dios. Como ha fracasado en esto, ha actuado a oscuras en la ilegali- dad, en engaño, para usurpar un lugar en los corazones de los hombres. Ha esta- blecido su trono entre Dios y el hombre para apropiarse de la adoración que sólo pertenece a Dios (MS 33, 1911). 7CBA:983-984. La oposición a la ley de Dios comenzó en los atrios celestiales con Lu- cifer, el querubín protector. Satanás decidió ser el primero en los concilios celestiales e igual a Dios. Inició su obra de rebelión con los ángeles que tenía bajo su mando, procurando difundir entre ellos el espíritu de descontento. Y obró en forma tan engañosa, que muchos de los ángeles fueron ganados para su causa antes de que se conocieran plenamente sus propósitos. Aun los ángeles no pudieron discernir plena- mente su carácter, ni ver dónde conducía su obra. Cuando Satanás tuvo éxito en ganar a muchos ángeles para su bando, presentó su causa ante Dios argumentando que el deseo de los ángeles era que él ocupara la posición de Cristo. El mal continuó trabajando hasta que el espíritu de descontento maduró y se trans- formó en una abierta rebelión. Entonces hubo guerra en el cielo, y Satanás y todos los que simpatizaban con él fueron expulsados. Satanás había luchado por el do- minio en el cielo, y perdió la batalla. Dios no podía confiarle honores y supremacía por más tiempo, y éstos, junto con la parte que había desempeñado en el gobierno del cielo, le fueron quitados. Desde ese momento Satanás y la hueste de sus aliados han sido enemigos declarados de Dios en nuestro mundo, y han luchado continuamente contra la causa de la verdad y la justicia. Satanás ha seguido presentando a los hombres, como lo presentara a los ánge- les, su falsa imagen de Cristo y de Dios, y ha conquistado al mundo para su lado. Aun las iglesias que pretenden ser cristianas se han puesto al lado del primer gran apóstata (RH, 28-01-1909). El [Lucifer] actuó en forma tan engañosa, que los sentimientos que inculcó no pudieron ser examinados hasta que se desarrollaron en las mentes de los que los recibieron. CN:164-165. Doquiera vayamos, veremos a niños complacidos, mimados y alabados sin discreción. Esto tiende a hacerlos vanos, osados y presumidos. Las semillas de vanidad son sembradas fácilmente en el corazón humano por padres y tutores poco juiciosos, que alaban y consienten a los jóvenes que están bajo su cuidado sin pensar en el futuro. El capricho y el orgullo son males que convirtieron a los ángeles en demonios y les ce- rraron las puertas del cielo. Y, sin embargo, inconscientemente hay padres que sis- temáticamente preparan a sus hijos para que sean agentes de Satanás (Pacific Health Journal, Enero de 1890).
  • 10. Pág. 10 PVGM:50-51. Existe otra lección en las palabras del Salvador, una lección de maravillo- sa clemencia y tierno amor. Así como la cizaña tiene sus raíces estrechamente entrela- zadas con las del buen grano, los falsos cristianos en la iglesia pueden estar estrecha- mente unidos con los verdaderos discípulos. El verdadero carácter de estos fingidos creyentes no es plenamente manifiesto. Si se los separase de la iglesia, se haría tropezar a otros que, de no mediar esto, habrían permanecido firmes. La enseñanza de esta parábola queda ilustrada en el propio trato de Dios con los hom- bres y los ángeles. Satanás es un engañador. Cuando él pecó en el cielo, aun los ánge- les leales no discernieron plenamente su carácter. Esta es la razón por la cual Dios no destruyó en el acto a Satanás. Si lo hubiese hecho, los santos ángeles no hubie- ran percibido la justicia y el amor de Dios. Una duda acerca de la bondad de Dios habría sido una mala semilla productora de amargos frutos de pecado y dolor. Por lo tanto, el autor del mal fue dejado con vida hasta que desarrollase plenamente su carácter. A través de las largas edades, Dios ha soportado la angustia de contemplar la obra del mal, y otorgó el infinito Don del Calvario antes de permitir que alguien fuese engañado por las falsas interpretaciones del maligno; pues la cizaña no podía ser extirpada sin pe- ligro de desarraigar también el grano precioso. ¿Y no seremos nosotros tan tolerantes pa- ra con nuestros semejantes como el Señor del cielo y de la tierra lo es con Satanás? CM:196-197. Puede ser que algunos pregunten: ¿Cómo se han de establecer tales escue- las? No somos un pueblo rico, pero si oramos con fe, y permitimos al Señor que obre en nuestro favor, él abrirá delante de nosotros caminos para establecer en lugares retraídos pequeñas escuelas para la educación de nuestros jóvenes, no sólo en las Escrituras y el saber que se obtiene de los libros, sino en muchos ramos de trabajo manual. Se me ha presentado con enérgica insistencia la necesidad de establecer tales escuelas, a causa de la cruel negligencia de muchos padres en cuanto a educar debidamente a sus hi- jos en el hogar. Muchos padres y madres han parecido creer que si ponían en las manos de sus hijos las riendas del dominio, se desarrollarían en jóvenes y señoritas útiles. Pero el Señor me ha instruido acerca de este asunto. En visiones de la noche, he visto al la- do de esos hijos descuidados al que fue arrojado de los atrios celestiales porque ori- ginó el pecado. El enemigo de las almas estaba alerta para ver las oportunidades de ganar el dominio de la mente de todo niño cuyos padres no le habían dado ins- trucción fiel acerca de las trampas de Satanás. CM:255. Debe manifestarse mucho cuidado en la expulsión de estudiantes. A veces hay que hacerlo. Es una tarea dolorosa separar de la escuela a una persona que incita a otros a la desobediencia y deslealtad; pero, por amor de los otros estudiantes, a veces es nece- sario. Dios vio que si Satanás no era expulsado del cielo, la hueste angélica estaría en constante peligro; y cuando los maestros temerosos de Dios ven que retener a un alumno es exponer a los demás a malas influencias, deben separarlo de la escuela. Pero debe ser una falta muy grave la que exija esta disciplina.
  • 11. Pág. 11 CM:426. Al adquirir conocimiento terrenal, los hombres han pensado ganarse un tesoro; y han puesto a un lado la Biblia, ignorando que ella contiene un tesoro que supera todo lo demás. El no estudiar ni obedecer la Palabra de Dios ha traído confusión al mundo. Los hombres han abandonado la custodia de Cristo por la custodia del gran rebel- de, el príncipe de las tinieblas. El fuego extraño se ha mezclado con el sagrado. La acumulación de cosas que favorecen la concupiscencia y la ambición ha traído el juicio del cielo sobre el mundo. DTG:94. Cuando Satanás y el Hijo de Dios se encontraron por primera vez en con- flicto, Cristo era el generalísimo de las huestes celestiales; y Satanás, el caudillo de la rebelión del cielo, fue echado fuera. Ahora su condición está aparentemente inverti- da, y Satanás se aprovecha de su supuesta ventaja. Uno de los ángeles más poderosos, dijo, ha sido desterrado del cielo. El aspecto de Jesús indica que él es aquel ángel caído, abandonado de Dios y de los hombres. Un ser divino podría sostener su pretensión reali- zando un milagro: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se hagan pan." Un acto tal de poder creador, insistía el tentador, sería evidencia concluyente de su divinidad. Pon- dría término a la controversia. DTG:454-455. A semejanza de los apóstoles, los setenta habían recibido dones sobrena- turales como sello de su misión. Cuando terminaron su obra, volvieron con gozo, di- ciendo: "Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre." Jesús respondió: "Yo veía a Satanás, como un rayo, que caía del cielo." Escenas pasadas y futuras se presentaron a la mente de Jesús. Vio a Lucifer cuando fue arrojado por primera vez de los lugares celestiales. Miró hacia adelante a las esce- nas de su propia agonía, cuando el carácter del engañador sería expuesto a todos los mundos. Oyó el clamor: "Consumado es,"* el cual anunciaba que la redención de la raza caída quedaba asegurada para siempre, que el cielo estaba eternamente seguro contra las acusaciones, los engaños y las pretensiones de Satanás. Más allá de la cruz del Calvario, con su agonía y vergüenza, Jesús miró hacia el gran día final, cuando el príncipe de las potestades del aire será destruido en la tierra durante tan- to tiempo mancillada por su rebelión. Contempló la obra del mal terminada para siem- pre, y la paz de Dios llenando el cielo y la tierra. En lo venidero, los seguidores de Cristo habían de mirar a Satanás como a un enemigo vencido. En la cruz, Cristo iba a ganar la victoria para ellos; deseaba que se apropiasen de esa victoria. "He aquí --dijo él-- os doy potestad de hollar sobre las serpientes y sobre los escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará." El poder omnipotente del Espíritu Santo es la defensa de toda alma contrita. Cristo no permitirá que pase bajo el dominio del enemigo quien haya pedido su protección con fe y arrepentimiento. El Salvador está junto a los suyos que son tentados y probados. Con él no puede haber fracaso, pérdida, imposibilidad o derrota; podemos hacer todas las co- sas mediante Aquel que nos fortalece. Cuando vengan las tentaciones y las pruebas, no esperéis arreglar todas las dificultades, sino mirad a Jesús, vuestro ayudador.
  • 12. Pág. 12 Hay cristianos que piensan y hablan demasiado del poder de Satanás. Piensan en su ad- versario, oran acerca de él, hablan de él y parece agrandarse más y más en su imagina- ción. Es verdad que Satanás es un ser fuerte; pero, gracias a Dios, tenemos un Sal- vador poderoso que arrojó del cielo al maligno. Satanás se goza cuando engrande- cemos su poder. ¿Por qué no hablamos de Jesús? ¿Por qué no magnificamos su po- der y su amor? DTG:709-710. Al principio de la gran controversia, Satanás había declarado que la ley de Dios no podía ser obedecida, que la justicia no concordaba con la misericordia y que, si la ley había sido violada, era imposible que el pecador fuese perdonado. Cada pecado debía recibir su castigo, sostenía insistentemente Satanás; y si Dios remitía el castigo del pecado, no era un Dios de verdad y justicia. Cuando los hombres violaban la ley de Dios y desafiaban su voluntad, Satanás se regocijaba. Declaraba que ello demostraba que la ley de Dios no podía ser obedecida; el hombre no podía ser perdonado. Por cuanto él mismo, después de su rebelión, había sido desterrado del cielo, Satanás sostenía que la familia humana debía quedar privada para siempre del favor de Dios. Insistía en que Dios no podía ser justo y, al mismo tiempo, mostrar miseri- cordia al pecador. Pero aunque pecador, el hombre estaba en una situación diferente de la de Satanás. Lu- cifer había pecado en el cielo en la luz de la gloria de Dios. A él como a ningún otro ser creado había sido dada una revelación del amor de Dios. Comprendiendo el carácter de Dios y conociendo su bondad, Satanás decidió seguir su propia voluntad egoísta e inde- pendiente. Su elección fue final. No había ya nada que Dios pudiese hacer para salvar- le. Pero el hombre fue engañado; su mente fue entenebrecida por el sofisma de Satanás. No conocía la altura y la profundidad del amor de Dios. Para él había esperanza en el conocimiento del amor de Dios. Contemplando su carácter, podía ser atraído de vuelta a Dios. PE:145-147. Satanás fue una vez un ángel a quien se honraba en el cielo, el que seguía en orden a Cristo. Su semblante, como el de otros ángeles, era benigno y denotaba feli- cidad. Su frente, alta y espaciosa, indicaba poderosa inteligencia. Su figura era perfecta, y su porte noble y majestuoso. Pero cuando Dios dijo a su Hijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen," Satanás sintió celos de Jesús. Deseó que se le consultase acerca de la formación del hombre, y porque esto no se hizo, se llenó de envidia, celos y odio. Deseó recibir los más altos honores después de Dios, en el cielo. Hasta entonces todo el cielo había estado en orden, armonía y perfecta sumisión al go- bierno de Dios. Rebelarse contra su orden y voluntad era el mayor pecado. Todo el cie- lo parecía estar en conmoción. Los ángeles fueron reunidos en compañías, teniendo ca- da división a su cabeza un ángel superior que la comandaba. Satanás, deseoso de exal- tarse, no queriendo someterse a la autoridad de Jesús, sembraba insinuaciones contra el gobierno de Dios. Algunos de los ángeles simpatizaban con Satanás en su rebelión, y otros contendían esforzadamente por el honor y la sabiduría de Dios al dar autoridad a
  • 13. Pág. 13 su Hijo. Hubo contienda entre los ángeles. Satanás y los que simpatizaban con él lu- chaban por reformar el gobierno de Dios. Querían escudriñar su insondable sabiduría, y averiguar cuál era su propósito al ensalzar a Jesús y dotarle de tan ilimitado poder y co- mando. Se rebelaron contra la autoridad del Hijo. Toda la hueste celestial fue convo- cada para que compareciese ante el Padre a fin de que se decidiese cada caso. Se determinó allí que Satanás fuese expulsado del cielo, con todos los ángeles que se le habían unido en la rebelión. Hubo entonces guerra en el cielo. Los ángeles se em- peñaron en batalla; Satanás quiso vencer al Hijo de Dios y a aquellos que se some- tían a su voluntad. Pero prevalecieron los ángeles buenos y fieles, y Satanás, con sus secuaces, fue expulsado del cielo. Después que Satanás y los que cayeron con él fueron echados del cielo, y él se dio cuen- ta de que había perdido para siempre toda la pureza y gloria de aquel lugar, se arrepintió, y quiso ser reintegrado allí. Estaba dispuesto a ocupar su propio lugar, o cualquier pues- to que se le asignase. Pero no; el cielo no debía ser puesto en peligro. Todo el cielo po- dría contaminarse si se le recibía de vuelta; pues el pecado había comenzado con él, y la semilla de la rebelión estaba en su fuero interno. Tanto él como sus secuaces lloraron, e imploraron que se los volviese a recibir en el favor de Dios. Pero su pecado -su odio, su envidia y sus celos- habían sido tan grandes que Dios no podía borrarlos. Ese pecado había de subsistir para recibir su castigo final. Cuando Satanás se dio plena cuenta de que no había posibilidad de que regresase al fa- vor de Dios, su malicia y su odio comenzaron a manifestarse. Consultó a sus ángeles, y trazó un plan para seguir obrando contra el gobierno de Dios. Cuando Adán y Eva fue- ron puestos en el hermoso huerto, Satanás estaba naciendo planes para destruirlos. De ningún modo podía verse privada de su felicidad esa pareja dichosa si obedecía a Dios. Satanás no podía ejercer su poder contra ella a menos que primero desobedeciesen a Dios y perdiesen su derecho al favor divino. Había que idear algún plan para inducirles a desobedecer a fin de que incurriesen en la desaprobación de Dios y fuesen puestos ba- jo la influencia más directa de Satanás y sus ángeles. Se decidió que Satanás asumiría otra forma y manifestaría interés en el hombre. Tenia que hacerle insinuaciones contra la veracidad de Dios y crear dudas acerca de si Dios quería decir precisamente lo que decía; luego, excitar la curiosidad de la pareja e inducirla a tratar de inmiscuirse en los planes insondables de Dios -es decir cometer el mismo pecado del cual Satanás se había hecho culpable- y razonar acerca de la causa de sus restricciones con respecto al árbol del conocimiento. 3T:418-419. 6T:456. TM:12. Satanás tiene una gran confederación, su iglesia. Cristo la llama la sinagoga de Satanás, porque sus miembros son los hijos del pecado. Los miembros de la iglesia de Satanás han estado constantemente trabajando para desechar la ley divina, y confundir la
  • 14. Pág. 14 distinción entre el bien y el mal. Satanás está trabajando con gran poder en los hijos de desobediencia y por medio de ellos para exaltar la traición y la apostasía como verdad y lealtad. Y en este tiempo el poder de su inspiración satánica se mueve en instru- mentos vivientes para llevar a efecto la gran rebelión que comenzó en el cielo con- tra Dios. 3T:328. 1T:293-294. 1T:342. Todos debieran entender que Satanás fue una vez un ángel muy exaltado. Su rebelión hizo que fuera echado del cielo, pero no destruyó sus facultades ni hizo de él una bestia. Desde su caída volvió su poderosa fuerza contra el gobierno del cielo. Se ha estado volviendo más astuto, y ha aprendido de qué manera puede triunfar más completamente al presentar sus tentaciones a los hijos de los hombres. Satanás ha inventado fábulas a fin de engañar. Principió en el cielo a guerrear con- tra el fundamento del gobierno de Dios, y desde su caída ha persistido en su rebe- lión contra la ley de Dios, y ha inducido a la mayoría de los que profesan, el cristia- nismo a hollar el cuarto mandamiento, que presenta al Dios viviente. Arrancó el sá- bado original del Decálogo, y puso en su lugar uno de los días hábiles de la semana. 1MS:260-261. El mundo está comprobando ahora los resultados inevitables de la trans- gresión de la ley de Dios. Habiendo completado su obra creadora, el Señor descansó el séptimo día y lo santificó como el día de su reposo, apartándolo como el día que el hom- bre debía dedicar para el culto divino. Pero actualmente, por regla general, el mundo desdeña por completo la ley de Jehová. Se ha instituido otro día en lugar del día de repo- so de Dios. El instrumento humano ha opuesto su conducta y su voluntad a las enseñan- zas positivas de la Palabra, y el mundo está sumergido en rebelión y pecado. Esta obra de oposición a la ley de Dios tuvo su comienzo en las cortes celestiales con Lucifer, el querubín cubridor. Satanás se propuso ser primero en los concilios celestiales, e igual a Dios. Comenzó su obra de rebelión con los ángeles que estaban a sus órde- nes, procurando difundir entre ellos el espíritu de descontento. Y trabajó en una forma tan engañosa que muchos de los ángeles se decidieron por su causa antes de que se conocieran plenamente sus propósitos. Aun los ángeles leales no pudieron dis- cernir plenamente su carácter ni ver dónde llevaba su obra. Cuando Satanás consiguió ganar a muchos ángeles para su bando, llevó su causa a Dios, pretendiendo que era el deseo de los ángeles que él ocupara el puesto que tenía Cristo. El mal continuó obrando hasta que el espíritu de descontento se tradujo en una re- vuelta activa. Entonces hubo guerra en el cielo y Satanás, con todos sus simpatizan- tes, fue expulsado. Satanás había lidiado en procura del dominio en el cielo, y había perdido la batalla. Dios no podía dispensarle más honor y supremacía, y éstos le fueron quitados junto con la parte que había tenido en el gobierno del cielo.
  • 15. Pág. 15 Desde entonces Satanás y su ejército aliado han sido los enemigos declarados de Dios en nuestro mundo, y han luchado siempre contra la causa de la verdad y la justicia. Satanás ha continuado presentando a los hombres, así como lo hizo a los ángeles, sus falsas des- cripciones de Cristo y de Dios, y ha ganado al mundo para su bando. Aun las iglesias que profesan ser cristianas se han puesto del lado del primer gran apóstata. PE:215. Vi que muchos cedían fácilmente a este engaño de Satanás. El cielo entero se indignó al ver pisoteada la sacrosanta ley de Dios. Jesús y toda la hueste celestial cono- cían la índole de la ley de Dios, y sabían que no era posible alterarla ni abrogarla. La condición desesperada del hombre después de la caída había causado en el cielo profun- dísima tristeza, y movió a Cristo a ofrecerse para morir por los transgresores de la santa ley de Dios. Pero de haberse podido abrogar la ley, el hombre se hubiese salvado sin necesidad de la muerte de Jesús. Por lo tanto, esa muerte no destruyó la ley del Padre, sino que la magnificó y honró, e impuso a todos el acatamiento de todos sus santos pre- ceptos. Si la iglesia hubiese permanecido pura y firme, no habría podido Satanás engañarla ni inducirla a que pisotease la ley de Dios. En ese plan descarado Satanás ataca direc- tamente el fundamento del gobierno de Dios en el cielo y en la tierra. Por su rebe- lión fue expulsado del cielo, y después quiso salvarse pretendiendo que Dios altera- se su ley; pero ante la hueste del cielo se le manifestó que la ley de Dios era inalterable. Satanás sabe que induciendo a otros a quebrantar la ley de Dios los gana para su causa, porque todo transgresor de la ley debe morir. CS:553-554. La rebeldía de Satanás, cual testimonio perpetuo de la naturaleza y de los resultados terribles del pecado, debía servir de lección al universo en todo el curso de las edades futuras. La obra del gobierno de Satanás, sus efectos sobre los hombres y los ángeles, harían patentes los resultados del desprecio de la autoridad divi- na. Demostrarían que de la existencia del gobierno de Dios y de su ley depende el bie- nestar de todas las criaturas que él ha formado. De este modo la historia del terrible ex- perimento de la rebeldía, seria para todos los seres santos una salvaguardia eterna desti- nada a precaverlos contra todo engaño respecto a la índole de la transgresión, y a guar- darlos de cometer pecado y de sufrir el castigo consiguiente. El gran usurpador siguió justificándose hasta el fin mismo de la controversia en el cielo. Cuando se dio a saber que, con todos sus secuaces, iba a ser expulsado de las moradas de la dicha, el jefe rebelde declaró audazmente su desprecio de la ley del Creador. Reiteró su aserto de que los ángeles no necesitaban sujeción, sino que debía dejárselas seguir su propia voluntad, que los dirigiría siempre bien. Denunció los estatu- tos divinos como restricción de su libertad y declaró que el objeto que él perseguía era asegurar la abolición de la ley para que, libres de esta traba, las huestes del cielo pudie- sen alcanzar un grado de existencia más elevado y glorioso. De común acuerdo Satanás y su hueste culparon a Cristo de su rebelión, declaran- do que si no hubiesen sido censurados, no se habrían rebelado. Así obstinados y
  • 16. Pág. 16 arrogantes en su deslealtad, vanamente empezados en trastornar el gobierno de Dios, al mismo tiempo que en son de blasfemia decían ser ellos mismos víctimas inocentes de un poder opresivo, el gran rebelde y todos sus secuaces fueron al fin echados del cielo. El mismo espíritu que fomentara la rebelión en el cielo continúa inspirándole en la tierra. Satanás ha seguido con los hombres la misma política que siguiera con los ángeles. Su espíritu impera ahora en los hijos de desobediencia. Como él, tratan éstos de romper el freno de la ley de Dios, y prometen a los hombres la libertad mediante la transgresión de los preceptos de aquélla. La reprensión del pecado des- pierta aún el espíritu de odio y resistencia. Cuando los mensajeros que Dios envía para amonestar tocan a la conciencia, Satanás induce a los hombres a que se justifiquen y a que busquen la simpatía de otros en su camino de pecado. En lugar de enmendar sus errores, despiertan la indignación contra el que los reprende, como si éste fuera la única causa de la dificultad. Desde los días del justo Abel hasta los nuestros, tal ha sido el es- píritu que se ha manifestado contra quienes osaron condenar el pecado. 3SG:38. 2SG:15. PE:164. Moisés pasó por la muerte, pero Miguel bajó y le dio vida antes que su cuerpo viese la corrupción. Satanás trató de retener ese cuerpo, reclamándolo co- mo suyo; pero Miguel resucitó a Moisés y lo llevó al cielo, Satanás protestó acerba- mente contra Dios, llamándolo injusto por permitir que se le arrancase su presa; pero Cristo no reprendió a su adversario, aunque era por la tentación de éste como el siervo de Dios había caído. Le remitió a su Padre diciendo: "Jehová te reprenda." 11ML:248. Versículo 9. “Y fue lanzado fuera ese gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, que engaña a todo el mundo. Fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.” CS:491. La ilación profética en la que se encuentran estos símbolos empieza en el capítulo 12 del Apocalipsis, con el dragón que trató de destruir a Cristo cuando na- ció. En dicho capítulo vemos que el dragón es Satanás (Apoc. 12:9); fue él quien in- dujo a Herodes a procurar la muerte del Salvador. Pero el agente principal de Sata- nás al guerrear contra Cristo y su pueblo durante los primeros siglos de la era cristiana, fue el Imperio Romano, en el cual prevalecía la religión pagana. Así que si bien el dra- gón representa primero a Satanás, en sentido derivado es un símbolo de la Roma pagana. PP:458. "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que
  • 17. Pág. 17 tenga vida eterna." (Juan 3: 14, 15.) Todos los que hayan existido alguna vez en la tie- rra han sentido la mordedura mortal de "la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás." (Apoc. 12: 9.) Los efectos fatales del pecado pueden eliminarse tan sólo mediante lo provisto por Dios. Los israelitas salvaban su vida mirando la serpiente le- vantada en el desierto. Aquella mirada implicaba fe. Vivían porque creían la palabra de Dios, y confiaban en los medios provistos para su restablecimiento. Así también puede el pecador mirar a Cristo, y vivir. Recibe el perdón por medio de la fe en el sacrificio expiatorio. En contraste con el símbolo inerte e inanimado, Cristo tiene poder y virtud en sí para curar al pecador arrepentido. HHD:224. El Señor Jesús había protegido a los hijos de Israel de las serpientes veneno- sas del desierto, pero ellos no conocían este aspecto de su historia. Los ángeles del cielo los habían acompañado, y en la columna de nube de día y de fuego de noche Cristo ha- bía sido su protección durante todo el viaje. Pero se habían convertido en egoístas y descontentos, y a fin de que no pudieran olvidar el gran cuidado que había ejercido sobre ellos, el Señor les dio una amarga lección. Permitió que los mordieran serpientes vene- nosas, pero en su gran misericordia no dejo que perecieran. Se ordenó a Moisés que le- vantara la serpiente de bronce en el asta de la bandera, y que proclamara que los que mi- raran, vivirían. Y todos los que lo hicieron, vivieron. Recuperaron la salud inmediata- mente... Qué extraño símbolo de Cristo era la semejanza de la serpiente que los había mordido. Este símbolo debía ser levantado en el asta, y ellos debían mirarlo para sanar. De la misma manera Jesús fue hecho semejante a carne de pecado. Vino como el que lleva el pecado... El mismo mensaje sanador y vivificador resuena hoy. Señala al Salvador levantado en el árbol de la vergüenza. Se intima a los que han sido mordidos por la serpiente antigua, el diablo, a que miren y vivan . . . Considerad a Jesús, vuestra única justi- cia y vuestro sacrificio. Al ser justificados por la fe, la picadura mortal de la ser- piente sanará. Carta 55, 1891. 1T:377. PP:510-512. Si la vida de Moisés no se hubiera manchado con aquel único pecado que cometió al no dar a Dios la gloria de sacar agua de la roca en Cades, él habría entrado en la tierra prometida y habría sido trasladado al ciclo sin ver la muerte. Pero no hubo de permanecer mucho tiempo en la tumba. Cristo mismo, acompañado de los ángeles que enterraron a Moisés, descendió del cielo para llamar al santo que dormía. Satanás se ha- bía regocijado por el éxito que obtuviera al inducir a Moisés a pecar contra Dios y a caer así bajo el dominio de la muerte. El gran adversario sostenía que la sentencia divina: "Polvo eres, y al polvo serás tornado" (Gén. 3: 19), le daba posesión de los muertos. Nunca había sido quebrantado el poder de la tumba, y él reclamaba a todos los que esta- ban en ella como cautivos suyos que nunca habían de ser libertados de su lóbrega pri- sión.
  • 18. Pág. 18 Por primera vez Cristo iba a dar vida a uno de los muertos. Cuando el Príncipe de la vi- da y los ángeles resplandecientes se aproximaron a la tumba, Satanás temió perder su hegemonía. Con sus ángeles malos, se aprestó a disputar la invasión del territorio que llamaba suyo. Se jactó de que el siervo de Dios había llegado a ser su prisionero. Declaró que ni siquiera Moisés había podido guardar la ley de Dios; que se había atribuido la gloria que pertenecía a Jehová -decir que había cometido el mismo pe- cado que hiciera desterrar a Satanás del cielo,- y por su transgresión había caído bajo el dominio de Satanás. El gran traidor reiteró los cargos originales que había lan- zado contra el gobierno divino, y repitió sus quejas de que Dios había sido injusto con él. Cristo no se rebajó a entrar en controversia con Satanás. Podría haber presentado contra él la obra cruel que sus engaños, habían realizado en el cielo, al ocasionar la ruina de un gran número de sus habitantes. Podría haber señalado las mentiras que había dicho en el Edén y que habían hecho pecar a Adán e introducido la muerte entre el género humano. Podría haberle recordado a Satanás que él era quien había inducido a Israel: a murmurar y a rebelarse hasta agotar la paciencia longánime de su jefe, y sorprendiéndolo en un momento de descuido, le había arrastrado a cometer el pecado que lo había puesto en las garras de la muerte. Pero Cristo lo confió todo a su Padre, diciendo: "¡El Señor te re- prenda" (Judas 9.) El Salvador no entró en disputa con su adversario, sino que en ese mismo momento y lugar comenzó a quebrantar el poder del enemigo caído y a dar la vi- da a los muertos. Satanás tuvo allí una evidencia incontrovertible de la supremacía del Hijo de Dios. La resurrección quedó asegurada para siempre. Satanás fue despojado de su presa; los justos muertos volverían a vivir. 7CBA:984. La influencia de una mente sobre otra, que es un poder tan grande para el bien cuando está santificada, es igualmente fuerte para el mal en las manos de los que se oponen a Dios. Satanás ha usado este poder en su obra de inculcar el mal en las mentes de los ángeles, dando a entender que estaba buscando el bien del universo. Lucifer ha- bía sido sumamente ensalzado como querubín ungido; era muy amado por los seres ce- lestiales, y su influencia era poderosa sobre ellos. Muchos de ellos escucharon sus su- gestiones y creyeron sus palabras. "Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no pre- valecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo". Satanás fue arrojado y estableció su reino en este mundo, y a partir de entonces siempre ha estado luchando incansablemente para apartar a los seres humanos de su lealtad a Dios mediante engaños. Usa el mismo poder que utilizó en el cielo: la influencia de una mente sobre otra. Los hombres se convierten en tentadores de sus prójimos. Los poderosos y corruptos conceptos de Satanás son albergados, y ejercen un poder dominante y compulsivo. Los hombres, bajo la influencia de esos conceptos, se unen entre sí en alianzas malignas (Carta 114, 1903). El [Satanás] declara que no puede someterse para estar bajo las órdenes de Cristo, que sólo obedecerá las órdenes de Dios. Los ángeles buenos lloran al oír las palabras de Sa-
  • 19. Pág. 19 tanás, y al ver cómo desprecia seguir la dirección de Cristo, el supremo y amado Co- mandante de los ángeles. El Padre decide el caso de Satanás, y declara que debe ser expulsado del cielo por su atrevida rebelión, y que todos los que se unieron con él en su rebelión deben ser expul- sados con él. Entonces hubo guerra en el cielo. Cristo y sus ángeles lucharon contra Sa- tanás y sus ángeles, pues éstos estaban decididos a permanecer en el cielo con toda su rebelión; pero no prevalecieron. Cristo y los ángeles leales triunfaron, y arrojaron del cielo a Satanás y a sus rebeldes simpatizantes (3SG 38). Cuando Satanás se rebeló, hubo guerra en el cielo y fue expulsado él con todos sus simpatizantes. Su puesto en el cielo había sido muy encumbrado. Disponía de un trono radiante de luz; pero se desvió de su lealtad al bendito y único Soberano, y cayó de su condición original. Todos los que simpatizaban con él fueron expulsa- dos de la presencia de Dios, condenados a no ser reconocidos más en los atrios ce- lestiales como si tuvieran derecho a ellos. Satanás se convirtió en el antagonista decla- rado de Cristo. Plantó el estandarte de la rebelión en la tierra, y alrededor de él se agru- paron sus simpatizantes (MS 78, 1905). 7CBA:985. Satanás se separó de raíz de los afectos del universo cuando consumó su enemistad contra Cristo, hasta el extremo de hacerlo colgar de la cruz del Calvario con el cuerpo herido y magullado y el corazón quebrantado. Entonces se vio que Dios había procedido con abnegación entregándose en su Hijo por los pecados del mun- do, porque amaba a la humanidad. El Creador fue revelado en el Hijo del Dios infinito. Aquí se contestó para siempre la pregunta: "¿Puede Dios ser abnegado?" Cristo era Dios, y condescendió en hacerse carne; tomó la humanidad y se hizo obediente hasta la muerte para poder ser sometido al sacrificio infinito (MS 50, 1900). PP:342-343. El primer intento por derribar la ley de Dios, hecho entre los inmacu- lados habitantes del cielo pareció por algún tiempo coronado de éxito. Un inmenso número de ángeles fue seducido; pero el aparente triunfo de Satanás se convirtió en derrota y pérdida, y determinó su separación de Dios y su destierro del cielo. Cuando se renovó el conflicto en la tierra, Satanás volvió a ganar una aparente ventaja. Por la transgresión, el hombre llegó a ser su cautivo, y el reino del hombre cayó en ma- nos del jefe de los rebeldes. Pareció que Satanás tendría libertad para establecer un reino independiente y para desafiar la autoridad de Dios y de su Hijo. Pero el plan de la redención hizo posible que el hombre volviera a la armonía con Dios y a acatar su ley; y que tanto la tierra como el hombre pudieran ser finalmente redimidos del poder del dia- blo. Otra vez quedaba derrotado Satanás, y otra vez recurrió al engaño, esperando transformar su derrota en victoria. Para incitar la rebelión de la raza caída, hizo aparecer a Dios como injusto por haber permitido que el hombre violara su ley. Dijo el artero tentador: "Si Dios sabía cuál iba a ser el resultado, ¿por qué permitió que el hombre fuese probado, que pecara, e introdujera la desgracia y la muerte?" Y los hijos
  • 20. Pág. 20 de Adán, olvidando la paciente misericordia, gracias a la cual se le ha otorgado al hom- bre otra oportunidad, sin pensar en el tremendo y asombroso sacrificio que su rebelión costaba al Rey del cielo, prestaron oídos al tentador y murmuraron contra el único Ser que podría salvarlos del poder de Satanás. Millares de personas repiten hoy la misma rebelde queja contra Dios. No com- prenden que al quitarle al hombre la libertad de elegir, le roban su prerrogativa como ser racional y le convierten en un mero autómata. No es el propósito de Dios forzar la voluntad de nadie. El hombre fue creado moralmente libre. Como los habitan- tes de todos los otros mundos, debe ser sometido a la prueba de la obediencia; pero nun- ca se le coloca en una situación en la cual se halle obligado a ceder al mal. No puede sobrevenirle tentación o prueba alguna que no sea capaz de resistir. Dios tomó medidas tales, que nunca tuvo el hombre que ser necesariamente derrotado en su conflicto con Satanás. CS:567. Los espíritus malos, creados en un principio sin pecado, eran iguales, por natu- raleza, poder y gloria, a los seres santos que son ahora mensajeros de Dios. Pero una vez caídos por el pecado, se coligaron para deshonrar a Dios y acabar, con los hombres. Unidos con Satanás en su rebeldía y arrojados del cielo con él, han sido desde entonces, en el curso de los siglos, sus cómplices en la guerra empezada con- tra la autoridad divina. Las Sagradas Escrituras nos hablan de su unión y de su go- bierno de sus diversas órdenes, de su inteligencia y astucia, como también de sus pro- pósitos malévolos contra la paz y la felicidad de los hombres. CS:639. Desde el origen de la gran controversia en el cielo, el propósito de Satanás ha consistido en destruir la ley de Dios. Para realizarlo se rebeló contra el Creador y, aunque expulsado del cielo, continuó la misma lucha en la tierra. Engañar a los hombres para inducirlos luego a transgredir la ley de Dios, tal fue el objeto que persiguió sin cejar. Sea esto conseguido haciendo a un lado toda la ley o descuidando uno de sus preceptos, el resultado será finalmente el mismo. El que peca "en un solo punto" manifiesta menosprecio por toda la ley; su influencia y su ejemplo están del lado de la transgresión; y viene a ser "culpado de todos" los puntos de la ley. (Santiago 2: 10.) En su afán por desacreditar los preceptos divinos, Satanás pervirtió las doctrinas de la Biblia, de suerte que se incorporaron errores en la fe de millares de personas que profe- san creer en las Santas Escrituras. El último gran conflicto entre la verdad y el error no es más que la última batalla de la controversia que se viene desarrollando desde hace tanto tiempo con respecto a la ley de Dios. En esta batalla estamos entrando ahora; es la que se libra entre las leyes de los hombres y los preceptos de Jehová, entre la religión de la Biblia y la religión de las fábulas y de la tradición. CM:32-33. En el cielo, Lucifer deseó ser el primero en poder y autoridad; quiso ser Dios, tener el dominio del cielo; y con ese fin ganó a muchos ángeles para su bando. Cuando esta hueste rebelde fue echada de los atrios de Dios, la obra de la rebelión y del
  • 21. Pág. 21 egoísmo continuó en la tierra. Tentando a nuestros primeros padres para que se en- tregasen a la complacencia propia y la ambición, Satanás consiguió su caída; y des- de entonces hasta el momento presente, la satisfacción de las ambiciones humanas y de las esperanzas y deseos egoístas ha reportado ruina a la humanidad. 1T:534. 1T:626. TM:142-143. Hay pecadores entre los ministros. No están agonizando por entrar por la puerta estrecha. Dios no obra con ellos, porque no puede soportar la presencia del peca- do. Esto es lo que su alma odia. Aun a los ángeles que estaban cerca de su trono, a los cuales él amaba, pero que no guardaron su prístino estado de lealtad, Dios arro- jó del cielo con su rebelde dirigente. La santidad es el fundamento del trono de Dios; el pecado es lo opuesto a la santidad; el pecado crucificó al Hijo de Dios. Si los hom- bres pudieran ver cuán odioso es el pecado, no lo tolerarían, no se educarían en él. Lo- grarían una reforma en la vida y el carácter. Las faltas secretas serían vencidas. Si ha- béis de ser santos en el cielo, debéis en primer lugar ser santos en la tierra. 3T:114-115. 4T:346. 5T:294. El enemigo se está preparando para su última campaña contra la iglesia. Está de tal manera oculto de la vista que para muchos es difícil creer que existe, y mu- cho menos pueden ser convencidos de su asombrosa actividad y poder. Han olvi- dado mayormente su pasado, y cuando da otro paso adelante, no le reconocen como su enemigo, la serpiente antigua, sino que le consideran como un amigo que está haciendo una buena obra. Jactándose de su independencia, bajo la influencia espacio- sa y hechicera de Satanás, obedecen a los peores impulsos del corazón humano, y sin embargo creen que Dios los está conduciendo. Si sus ojos pudiesen abrirse para distin- guir a su capitán, verían que no están sirviendo a Dios, sino al enemigo de toda justicia. Verían que la independencia de que se jactan es una de las más pesadas cadenas que Sa- tanás pueda forjar en torno de las mentes desequilibradas. 5T:383-384. Versículo 10. “Entonces oí una gran voz en el cielo que decía: "¡Ahora ha llegado la sal- vación, el poder y el reinado de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo! Porque ha si- do arrojado el acusador de nuestros hermanos, que los acusaba día y noche ante nuestro Dios.”
  • 22. Pág. 22 PVGM:89. No podemos ganar la salvación, pero debemos buscarla con tanto interés y perseverancia como si abandonáramos todas las cosas del mundo por ella. 6CBA:1112. En la cruz de Cristo contemplamos nuestra eficiencia, nuestra inextinguible fuente de poder (Carta 129, 1898). 3CBA:1181. Hay hermanos que a veces se relacionan durante años, y piensan que pue- den confiar en quienes conocen tan bien, como confiaríais en los miembros de su propia familia. Hay una libertad y una confianza en esta asociación que no podría existir entre los que no son de la misma fe. Esto es muy agradable mientras duren la fe mutua y el amor fraternal; pero permítase que "el acusador de nuestros herma- nos" logre penetrar en el corazón de uno de esos hombres, que controle la mente y la imaginación, y se crearan recelos, se albergarán malicias y envidias; y el que se creía seguro del amor y de la amistad de su hermano será objeto de desconfianza y se tergiversarán sus motivos. El falso hermano olvida sus propias flaquezas humanas, ol- vida su obligación de no hablar ni pensar nada malo para que no se desilusione a Dios ni se hiera a Cristo en la persona de sus santos. Se comenta despiadadamente cada defecto del cual se pueda pensar o imaginar, y se describe como oscuro y dudoso el carácter de un hermano. 4CBA:1199. Los que honran a Dios y guardan sus mandamientos están sometidos a las acusaciones de Satanás. El enemigo obra con toda su energía para inducir a las personas al pecado. Entonces alega que debido a los pecados pasados de éstas, se le debe permitir que ejerza su crueldad infernal en ellas como súbditos suyos. De esta obra ha escrito Zacarías: "Me mostró al sumo sacerdote Josué -representante de los que guar- dan los mandamientos de Dios- el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás es- taba a su mano derecha para acusarle". Cristo es nuestro Sumo Sacerdote. Satanás está frente a él noche y día como acusa- dor de los hermanos. Con su poder magistral presenta cada rasgo objetable de ca- rácter como razón suficiente para que se retire el poder protector de Cristo, permi- tiendo así a Satanás que desanime y destruya a aquellos que ha hecho pecar. Pero Cristo ha hecho expiación por cada pecador. ¿Podemos, por fe, oír a nuestro Abogado, que dice: "Jehová te reprenda, oh Satanás: Jehová que ha escogido a Jerusalén te repren- da? ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?" 7CBA:984-985. La expulsión del cielo de Satanás como acusador de sus hermanos fue llevada a cabo por la gran obra de Cristo al dar su vida. El plan de redención siguió ade- lante a pesar de la persistente oposición de Satanás. El hombre fue estimado de suficien- te valor para que Cristo sacrificara su vida por él. Como Satanás sabía que el imperio que había 985 usurpado al fin le sería arrebatado, resolvió no ahorrar esfuerzos para des- truir al mayor número posible de las criaturas que Dios había hecho a su imagen. Odia- ba al hombre porque Cristo había manifestado por él tal amor perdonador y tal compa-
  • 23. Pág. 23 sión, y se preparó ahora para hacerlo objeto de toda clase de engaños por los cuales pu- diera perderse; se entregó a su obra con más energía debido a que su propia condición era desesperada (3SP:194-195). Satanás se separó de raíz de los afectos del universo cuando consumó su enemistad con- tra Cristo, hasta el extremo de hacerlo colgar de la cruz del Calvario con el cuerpo heri- do y magullado y el corazón quebrantado. Entonces se vio que Dios había procedido con abnegación entregándose en su Hijo por los pecados del mundo, porque amaba a la humanidad. El Creador fue revelado en el Hijo del Dios infinito. Aquí se contestó para siempre la pregunta: "¿Puede Dios ser abnegado?" Cristo era Dios, y condescendió en hacerse carne; tomó la humanidad y se hizo obediente hasta la muerte para poder ser sometido al sacrificio infinito (MS 50, 1900). Cristo en la cruz no sólo atrae a los hombres para que se arrepientan delante de Dios por las transgresiones de su ley -pues Dios a quienes perdona hace que primero se arrepien- tan-, sino que Cristo ha satisfecho la justicia; se ha ofrecido a sí mismo como expiación. Su sangre derramada, su cuerpo quebrantado, satisfacen las demandas de la ley transgre- dida, y así salva con un puente el abismo que ha hecho el pecado. Sufrió en la carne para que con su cuerpo magullado y quebrantado pudiera amparar al pecador indefenso. La victoria obtenida por su muerte en el Calvario quebrantó para siempre el poder acusador de Satanás sobre el universo, y silenció su acusación de que la abnegación era imposible en Dios y que, por lo tanto, no es esencial en la familia humana (MS 50, 1900). PVGM:148-149. Los rabinos tenían el dicho de que hay regocijo en el cielo cuando es destruido uno que ha pecado contra Dios; pero Jesús enseñó que la obra de destrucción es una obra extraña; aquello en lo cual todo el cielo se deleita es la restauración de la imagen de Dios en las almas que él ha hecho. Cuando alguien que se haya extraviado grandemente en el pecado trate de volver a Dios, encontrará crítica y desconfianza. Habrá quienes pongan en duda la veraci- dad de su arrepentimiento, o que murmurarán: "No es firme; no creo que se man- tendrá". Tales personas no están haciendo la obra de Dios sino la de Satanás, que es el acusador de los hermanos. Mediante sus críticas, el maligno trata de desanimar a aquella alma, y llevarla aún más lejos de la esperanza y de Dios. Contemple el pecador arrepentido el regocijo del cielo por su regreso. Descanse en el amor de Dios, y en nin- gún caso se descorazone por las burlas y las sospechas de los fariseos. PVGM:238-239. Satanás trata de obstruir la obra de Dios, e insta constantemente a los hombres a aceptar sus principios. Presenta al pueblo escogido de Dios como a gente engañada. Es un acusador de los hermanos, y su poder de acusar lo emplea contra los que obran justicia. El Señor desea, mediante su pueblo, contestar las acusaciones de Satanás mostrando los resultados de la obediencia a los principios rectos. Esos principios se han de manifestar en el cristiano individualmente, en la familia, en la iglesia, y en cada institución establecida para el servicio de Dios. Todos éstos han de ser símbolos de lo que se puede hacer para el mundo. Han de ser representaciones del poder
  • 24. Pág. 24 salvador de las verdades del Evangelio. Todos son agentes en el cumplimiento del gran propósito de Dios para la especie humana. DTG:280-281. "No juzguéis, para que no seáis juzgados." No os estiméis mejores que los demás ni os erijáis en sus jueces. Ya que no podéis discernir los motivos, no po- déis juzgar a otro. Si le criticáis, estáis fallando sobre vuestro propio caso; porque demostráis ser partícipes con Satanás, el acusador de los hermanos. El Señor dice: "Examinaos a vosotros mismos si estáis en fe; probaos a vosotros mismos." Tal es nues- tra obra. "Que si nos examinásemos a nosotros mismos, cierto no seríamos juzgados." DTG:579. "Ahora es el juicio de este mundo --continuó Cristo;-- ahora el príncipe de es- te mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo. Y esto decía dando a entender de qué muerte había de morir." Esta es la crisis del mundo. Si soy hecho propiciación por los pecados de los hombres, el mundo será iluminado. El dominio de Satanás sobre las almas de los hombres será quebrantado. La imagen de Dios que fue borrada será restaurada en la humanidad, y una familia de san- tos creyentes heredará finalmente la patria celestial. Tal es el resultado de la muerte de Cristo. El Salvador se pierde en la contemplación de la escena de triunfo evocada delan- te de él. Ve la cruz, la cruel e ignominiosa cruz, con todos sus horrores, esplendorosa de gloria. Pero la obra de la redención humana no es todo lo que ha de lograrse por la cruz. El amor de Dios se manifiesta al universo. El príncipe de este mundo es echado fuera. Las acusaciones que Satanás había presentado contra Dios son refutadas. El opro- bio que había arrojado contra el Cielo queda para siempre eliminado. Los ángeles tanto como los hombres son atraídos al Redentor. "Yo, si fuere levantado de la tie- rra --dijo él,-- a todos traeré a mí mismo." DTG:709. Si se hubiese podido encontrar un pecado en Cristo, si en un detalle hubiese cedido a Satanás para escapar a la terrible tortura, el enemigo de Dios y del hombre ha- bría triunfado. Cristo inclinó la cabeza y murió, pero mantuvo firme su fe y su sumisión a Dios. "Y oí una grande voz en el cielo que decía: Ahora ha venido la salvación, y la virtud, y el reino de nuestro Dios, y el poder de su Cristo; porque el acusador de nuestros hermanos ha sido arrojado, el cual los acusaba delante de nuestro Dios día y noche." Satanás vio que su disfraz le había sido arrancado. Su administración quedaba desen- mascarada delante de los ángeles que no habían caído y delante del universo celestial. Se había revelado como homicida. Al derramar la sangre del Hijo de Dios, había perdi- do la simpatía de los seres celestiales. Desde entonces su obra sería restringida. Cual- quiera que fuese la actitud que asumiese, no podría ya acechar a los ángeles mien- tras salían de los atrios celestiales, ni acusar ante ellos a los hermanos de Cristo de estar revestidos de ropas de negrura y contaminación de pecado. Estaba roto el úl- timo vínculo de simpatía entre Satanás y el mundo celestial.
  • 25. Pág. 25 CS:573-574. Bien sabe Satanás que todos aquellos a quienes pueda inducir a descuidar la oración y el estudio de las Sagradas Escrituras serán vencidos por sus ataques. De aquí que invente cuanta estratagema le es posible para tener las mentes distraídas. Siem- pre ha habido una categoría de personas que profesan santidad, y que en lugar de procu- rar crecer en el conocimiento de la verdad, hacen consistir su religión en buscar alguna falta en el carácter de aquellos con quienes no están de acuerdo, o algún error en su cre- do. Son los mejores agentes de Satanás. Los acusadores de los hermanos no son po- cos; siempre son diligentes cuando Dios está obrando y cuando sus hijos le rinden verdadero homenaje. Son ellos los que dan falsa interpretación a las palabras y ac- ciones de los que aman la verdad y la obedecen. Hacen pasar a los más serios, celo- sos y desinteresados siervos de Cristo por engañados o engañadores. Su obra con- siste en desnaturalizar los móviles de toda acción buena y noble, en hacer circular insinuaciones malévolas y despertar sospechas en las mentes poco experimentadas. Harán cuanto sea imaginable porque aparezca lo que es puro y recto como corrup- to y de mala fe. Pero nadie necesita dejarse engañar por ellos. Fácil es ver la filiación que tienen, el ejemplo que siguen y la obra que realizan. " Por sus frutos los conoceréis." (S. Mateo 7: 16.) Su conducta se parece a la de Satanás, el odioso calumniador, "el acusador de nues- tros hermanos". (Apoc. 12:10). CS:675-677. Satanás había acusado a Jacob ante los ángeles de Dios y pretendía tener derecho a destruirle por causa de su pecado; había inducido a Esaú a que marchase contra él, y durante la larga noche de lucha del patriarca, Satanás pro- curó embargarle con el sentimiento de su culpabilidad para desanimarlo y apartar- lo de Dios. Jacob fue casi empujado a la desesperación; pero sabía que sin la ayuda de Dios perecería. Se había arrepentido sinceramente de su gran pecado, y apelaba a la mi- sericordia de Dios. No se dejó desviar de su propósito, sino que se adhirió firmemente al ángel e hizo su petición con ardientes clamores de agonía, hasta que prevaleció. Así como Satanás influyó en Esaú para que marchase contra Jacob, así también instigará a los malos para que destruyan al pueblo de Dios en el tiempo de angustia. Como acusó a Jacob, acusará también al pueblo de Dios. Cuenta a las multitudes del mundo en- tre sus súbditos, pero la pequeña compañía de los que guardan los mandamientos de Dios resiste a su pretensión a la supremacía. Si pudiese hacerlos desaparecer de la tierra, su triunfo sería completo. Ve que los ángeles protegen a los que guardan los man- damientos e infiere que sus pecados les han sido perdonados; pero no sabe que la suerte de cada uno de ellos ha sido resuelta en el santuario celestial. Tiene conocimiento exacto de los pecados que les ha hecho cometer y los presenta ante Dios con la mayor exagera- ción y asegurando que esa gente es tan merecedora como él mismo de ser excluida del favor de Dios. Declara que en justicia el Señor no puede perdonar los pecados de ellos y destruirle al mismo tiempo a él y a sus ángeles. Los reclama como presa suya y pide que le sean entregados para destruirlos. Mientras Satanás acusa al pueblo de Dios haciendo hincapié en sus pecados, el Se-
  • 26. Pág. 26 ñor le permite probarlos hasta el extremo. La confianza de ellos en Dios, su fe y su firmeza serán rigurosamente probadas. El recuerdo de su pasado hará decaer sus espe- ranzas; pues es poco el bien que pueden ver en toda su vida. Reconocen plenamente su debilidad e indignidad. Satanás trata de aterrorizarlos con la idea de que su caso es de- sesperado, de que las manchas de su impureza no serán jamás lavadas. Espera así aniqui- lar su fe, hacerles ceder a sus tentaciones y alejarlos de Dios. DMJ:52. "¿Quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿Por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?" "¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio Señor está en pie, o cae". "Cualquiera que le diga [a su hermano]: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego". En el Antiguo Testamento la palabra fatuo se usa para describir a un apóstata o al que se entregó a la iniquidad. Dice Jesús que quienquiera que considere a su hermano como apóstata, o como despreciador de Dios, muestra que él mismo merece semejante conde- nación. El mismo Cristo, cuando contendía con Satanás sobre el cuerpo de Moisés, "no se atre- vió a proferir juicio de maldición contra él". Si lo hubiera hecho, le habría dado una ventaja a Satanás, porque las acusaciones son armas del diablo. En las Sagradas Escritu- ras se lo llama "el acusador de nuestros hermanos". Jesús no empleó ninguno de los mé- todos de Satanás. Le respondió con las palabras: "El Señor te reprenda". Su ejemplo es para nosotros. Cuando nos vemos en conflicto con los enemigos de Cristo, no debemos hablar con espíritu de desquite, ni deben nuestras palabras asemejarse a una acusación burlona. El que vive como vocero de Dios no debe decir palabras que aun la Majestad de los cielos se negó a usar cuando contendía con Satanás. Debemos dejar a Dios la obra de juzgar y condenar. MM:187. PR:428. Pero en esa crisis el Señor fortaleció a su pueblo con "buenas palabras, palabras consolatorias." (Zac. 1:13). Mediante una ilustración impresionante de la obra de Satanás y la de Cristo, reveló el poder de su Mediador para vencer al acusador de su pueblo. En una visión, el profeta contempla a "Josué, el gran sacerdote, . . . vestido de vestimen- tas viles" (Zac. 3:1-3), en pie delante del Ángel de Jehová, impetrando la misericordia de Dios en favor de su pueblo afligido. Mientras suplica a Dios que cumpla sus promesas, Satanás se levanta osadamente para resistirle. Señala las transgresiones de los hijos de Israel como razón por la cual no se les podía devolver el favor de Dios. Los reclama co- mo su presa y exige que sean entregados en sus manos. El sumo sacerdote no puede defenderse a sí mismo ni a su pueblo de las acusaciones de Satanás. No sostiene que Israel esté libre de culpas. En sus andrajos sucios, que simboli- zan los pecados del pueblo, que él lleva como su representante, está delante del Ángel,
  • 27. Pág. 27 confesando su culpa, aunque señalando su arrepentimiento y humillación y fiando en la misericordia de un Redentor que perdona el pecado. Con fe se aferra a las promesas de Dios. Entonces el Ángel, que es Cristo mismo, el Salvador de los pecadores, hace callar al acusador de su pueblo declarando: "Jehová te reprenda, oh Satán; Jehová, que ha escogido a Jerusalén, te reprenda. ¿No es éste tizón arrebatado del incendio?" (Ver- so 2.) Israel había estado durante largo tiempo en el horno de la aflicción. A causa de sus pecados, había sido casi consumido en la llama encendida por Satanás y sus agentes para destruirlo; pero Dios había intervenido ahora para librarle. PR:429-431. Así como Satanás acusaba a Josué y a su pueblo, en todas las edades ha acusado a los que buscaban la misericordia y el favor de Dios. Es "el acusador de nuestros hermanos,.. el cual los acusaba delante de nuestro Dios día y noche." (Apoc. 12:10). La controversia se repite acerca de cada alma rescatada del poder del mal, y cuyo nombre se registra en el libro de la vida del Cordero. Nunca se reci- be a alguno en la familia de Dios sin que ello excite la resuelta resistencia del enemigo. Pero el que era entonces la esperanza de Israel, así como su defensa, justificación y re- dención, es hoy también la esperanza de la iglesia. Las acusaciones de Satanás contra aquellos que buscan al Señor no son provocadas por el desagrado que le causen sus pecados. El carácter deficiente de ellos le causa regocijo porque sabe que sólo si violan la ley de Dios puede él dominarlos. Sus acu- saciones provienen únicamente de su enemistad hacia Cristo. Por el plan de salva- ción, Jesús está quebrantando el dominio de Satanás sobre la familia humana y rescatan- do almas de su poder. Todo el odio y la malicia del jefe de los rebeldes se encienden cuando contempla la evidencia de la supremacía de Cristo, y con poder y astucia infer- nales obra para arrebatarle los hijos de los hombres que han aceptado la salvación. Indu- ce a los hombres al escepticismo, haciéndoles perder la confianza en Dios y separarse de su amor; los tienta a violar su ley, luego los reclama como cautivos suyos y disputa el derecho de Cristo a quitárselos. Satanás sabe que aquellos que buscan a Dios fervientemente para alcanzar perdón y gra- cia los obtendrán; por lo tanto les recuerda sus pecados para desanimarlos. Constante- mente busca motivos de queja contra los que procuran obedecer a Dios. Trata de hacer aparecer como corrompido aun su servicio mejor y más aceptable. Mediante estratagemas incontables y de las más sutiles y crueles, intenta obtener su condena- ción. El hombre no puede por sí mismo hacer frente a estas acusaciones del enemigo. Con sus ropas manchadas de pecado, confiesa su culpabilidad delante de Dios. Pero Jesús, nuestro Abogado, presenta una súplica eficaz en favor de todos los que me- diante el arrepentimiento y la fe le han confiado la guarda de sus almas. Intercede por su causa y vence a su acusador con los poderosos argumentos del Calvario. Su perfecta obediencia a la ley de Dios le ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra, y él solicita a su Padre misericordia y reconciliación para el hombre culpable. Al acusador
  • 28. Pág. 28 de sus hijos declara: ¡Jehová te reprenda, oh Satanás! Estos son la compra de mi sangre, tizones arrancados del fuego. Y los que confían en él con fe reciben la consoladora pro- mesa: "Mira que he hecho pasar tu pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala." (Zac. 3:4). PR:431. La visión de Zacarías con referencia a Josué y el Ángel se aplica con fuerza es- pecial a la experiencia del pueblo de Dios durante las escenas finales del gran día de ex- piación. La iglesia remanente será puesta entonces en grave prueba y angustia. Los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús sentirán la ira del dragón y de su hueste. Satanás considera a los habitantes del mundo súbditos suyos; ha obtenido el dominio de muchos cristianos profesos; pero allí está ese pequeño grupo que resiste su supremacía. Si él pudiese borrarlo de la tierra, su triunfo sería completo. Así como in- fluyó en las naciones paganas para que destruyesen a Israel, pronto incitará a las potes- tades malignas de la tierra a destruir al pueblo de Dios. Se requerirá de los hombres que rindan obediencia a los edictos humanos en violación de la ley divina. 1MS:408-409. En esta elección, se manifestaron los principios de Satanás, y las huestes del cielo y todos los mundos que Dios había creado juzgaron que Satanás era acusador de los hermanos, mentiroso y asesino. En el cielo y en los mundos no caídos se definió la cuestión del poder engañoso de Satanás, de sus principios ma- lignos y para siempre se demostró la perfecta pureza y santidad de Cristo, que es- taba soportando el examen y la prueba en favor del hombre caído. Mediante el desa- rrollo del carácter y de los principios de Satanás, éste fue para siempre desarraigado del afecto de los mundos no caídos, y en el cielo se definió para siempre el conflicto acerca de sus demandas y de las demandas de Cristo. La justicia manifestada en el carácter de Cristo había de ser para siempre el ancla, la esperanza salvadora del mundo. Cada alma que elige a Cristo puede decir con fe: "El Señor es mi justicia". 2T:106. 3T:451. 4T:623. Satanás, el archiengañador, se transforma en ángel de luz y se presenta a los jóvenes con sus engañosas tentaciones, y consigue apartarlos, paso a paso, de la senda del deber. Se lo describe como acusador, engañador, mentiroso, atormenta- dor, asesino. "El que hace pecado, es del diablo". Cada transgresión acarrea condena- ción sobre el alma y provoca el desagrado divino. Dios discierne los pensamientos del corazón. Cuando se acarician pensamientos impuros, no es necesario expresarlos por pa- labras o hechos para consumar el pecado y acarrear la condenación sobre el alma. Su pu- reza ya está contaminada, y el tentador ha triunfado. 5T:34. Hay una gran obra que hacer en nuestro colegio, una obra que exige la
  • 29. Pág. 29 cooperación de todo maestro; y desagrada a Dios que uno desaliente al otro. Pero casi todos parecen olvidarse que Satanás es el acusador de los hermanos, y se unen con el enemigo en su trabajo. Mientras los que profesan ser cristianos están conten- diendo, Satanás está colocando sus trampas para los pies inexpertos de los niños y jóve- nes. Los que han tenido experiencia religiosa deben procurar escudar a los jóvenes de las asechanzas del diablo. Nunca debieran olvidar que ellos mismos estuvieron una vez bajo el ensalmo de los placeres del pecado. Necesitamos la misericordia y tolerancia de Dios en cada hora, y ¡cuán inconveniente es que seamos impacientes con los errores de los jóvenes inexpertos! Mientras Dios los tolera, ¿nos atreveremos nosotros, compañe- ros suyos en el pecado, a desecharlos? 5T:95. ¿No hay que observar ninguna ley de bondad? ¿Han sido los cristianos au- torizados por Dios para criticarse y condenarse unos a otros? ¿Es honroso, o aun honrado, arrancar de los labios de otro, bajo disfraz de amistad, secretos que le han sido confiados, y luego perjudicarle por medio del conocimiento así adquirido? ¿Es acaso ca- ridad cristiana recoger todo informe que flota, desenterrar todo lo que arrojaría sospecha sobre el carácter de otro, y luego deleitarse en emplearlo para perjudicarle? Satanás se regocija cuando puede difamar o herir a quien sigue a Cristo. Él es "el acusador de nuestros hermanos." (Apoc. 12: 10.) ¿Le ayudarán en su obra los cristianos? 5T:137. Satanás emplea a hombres y mujeres como agentes para inducir al pecado y ha- cerlo atractivo. A estos agentes los educa fielmente para disfrazar el pecado a fin de po- der destruir con más éxito a las almas y despojar a Cristo de su gloria. Satanás es el gran enemigo de Dios y del hombre. Se transforma por sus agentes en ángel de luz. En las Escrituras es llamado destructor, acusador de los hermanos, engañador, menti- roso, atormentador y homicida. Satanás tiene muchos servidores, pero tiene más éxito cuando puede emplear a los que profesan ser cristianos para realizar su obra satánica. Y cuanto mayor sea la influencia, más elevada la posición que ocupen, y mayor conoci- miento profesen de Dios y de su servicio, tanto mayor será el éxito con que podrá em- plearlos. Quienquiera que induzca a otro al pecado es su agente.... 5T:285-286. 5T:373-374. 5T:619-620. Profesamos ser depositarios de la ley de Dios; aseveramos tener mayor luz, y procuramos una norma más alta que la de cualquiera de los otros pueblos de esta tie- rra; por lo tanto debemos manifestar mayor perfección de carácter y más fervorosa de- voción. Un mensaje muy solemne ha sido confiado a los que han recibido la luz de la verdad presente. Nuestra luz debe resplandecer para iluminar la senda de los que están en tinieblas. Como miembros de la iglesia visible y obreros en la viña del Señor, todos los que profesan el cristianismo deben hacer cuanto pueden para conservar la paz, la ar-
  • 30. Pág. 30 monía y el amor en la iglesia. Tomemos nota de la oración de Cristo: "Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste." (Juan 17: 21.) La unidad de la iglesia es la evidencia convincente de que Dios ha enviado al mundo a Jesús como su Redentor. Este es un argumento que los mundanos no pueden controvertir. Por lo tanto, Satanás está obrando constantemente para impedir esta unión y armonía, a fin de que los incrédulos, al presenciar la apostasía, la disensión y la contienda entre los que profesan ser cristianos, se disgusten con la religión y sean confirmados en su impenitencia. Dios queda deshonrado por aquellos que profesan la verdad, mien- tras están en divergencia y enemistad unos con otros. Satanás es el gran acusador de los hermanos y todos los que participan de esta obra se hallan alistados en su servicio. TM:33-34. Durante años he dado mi testimonio para afirmar que cuando alguien se le- vanta pretendiendo tener gran luz, y no obstante sostiene que debe destruirse lo que el Señor ha estado edificando por medio de sus agentes humanos, el que esto hace está grandemente engañado, y no trabaja en forma paralela con Cristo. Los que aseveran que las iglesias adventistas del séptimo día constituyen Babilonia, o alguna parte de Babilo- nia, harían mejor en quedar en casa. Deténganse y consideren cuál es el mensaje que debe ser proclamado en este tiempo. En vez de trabajar con los agentes divinos para preparar a un pueblo que esté en pie en el día del Señor, han tomado su posición con aquel que se ha constituido en acusador de los hermanos, que los acusa delante de Dios día y noche. Las agencias satánicas han sido incitadas desde lo bajo, y ellas han inspirado a hombres a unirse en una confederación de mal, para llevar perple- jidad, vejamen y gran angustia al pueblo de Dios. El mundo entero ha de ser conmo- vido por la enemistad contra los adventistas del séptimo día, porque ellos no rendirán pleitesía al papado, honrando el domingo, la institución del poder anticristiano. Es el propósito de Satanás hacer que sean extirpados de la tierra, a fin de que la supremacía de ese poder en el mundo no sea disputada. PP:744-745. Satanás estaba resuelto a seguir dominando la tierra de Canaán, y cuando ella fue hecha morada de los hijos de Israel, y la ley de Dios fue hecha la norma de esa tierra, aborreció a Israel con un odio cruel y maligno, y tramó su destrucción. Por me- dio de los espíritus malignos, se introdujeron dioses extraños; y a causa de la trans- gresión, el pueblo escogido fue finalmente echado de la tierra prometida y disper- sado. Hoy procura Satanás repetir esta historia. Dios está apartando a sus hijos de las abominaciones del mundo, para que puedan guardar su ley; y a causa de esto, la ira del "acusador de nuestros hermanos" no tiene límite. "Porque el diablo ha des- cendido a vosotros, teniendo grande ira, sabiendo que tiene poco tiempo." (Apoc. 12: 10, 12.) La verdadera tierra de promisión está delante de nosotros, y Satanás está resuelto a destruir al pueblo de Dios, y privarlo de su herencia. Nunca fue más necesario que hoy
  • 31. Pág. 31 oír la advertencia: "Velad y orad, para que no entréis en tentación." (Mar. 14:38). TM:36-37. Satanás está a la cabeza de todos los acusadores de los hermanos; pero cuando él presenta los pecados del pueblo de Dios, ¿qué contesta el Señor? Dice: "Jehová te reprenda, oh Satán; Jehová, que ha escogido a Jerusalén, te reprenda. ¿No es éste tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestimentas vi- les, y estaba delante del ángel". Satanás ha presentado a los escogidos y leales hijos de Dios como llenos de contaminación y pecado. El podía describir los pecados particula- res de que habían sido culpables. ¿No había colocado en marcha él toda la confederación del mal para inducirlos, por sus artes seductoras, a estos mismos pecados? Pero ellos se han arrepentido; han aceptado la justicia de Cristo. Estaba por lo tanto ante Dios vesti- dos del manto de la justicia de Cristo, y "habló el ángel, e intimó a los que estaban de- lante de sí, diciendo: Quitadle esas vestimentas viles. Y a él dijo: Mira que he hecho pa- sar tu pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala". Todo pecado del cual habían sido culpados fue perdonado, y estaban en pie ante el Señor como escogidos y fieles, como inocentes, como perfectos, como si nunca hubieran pecado. TM:38. Dios tiene un pueblo en el cual todo el cielo se halla interesado, y éste constitu- ye el gran objeto que sobre la tierra es caro al corazón de Dios. Preste cada uno de los que lean estas palabras, cabal consideración a las mismas, porque en el nombre de Jesús quiero grabarlas en cada alma. Cuando se levanta alguien que, ora sea entre nosotros o fuera de nuestro número, sienta la carga de un mensaje que declare que el pueblo de Dios se cuenta con Babilonia, y pretenda que el fuerte clamor es un llamamiento a salir de ella, podéis saber que no está llevando el mensaje de verdad. No lo recibáis, ni le deseéis buena suerte; porque Dios no le ha hablado, ni le ha dado un mensaje, sino que ha corrido antes de ser enviado. El mensaje contenido en el folleto titulado El Fuerte Clamor es un engaño. Tales mensajes surgirán, y se pretenderá que son enviados de Dios, pero la pretensión será falsa; porque no están llenos de luz, sino de tinieblas. Ha- brá mensajes de acusación contra el pueblo de Dios, similares a la obra hecha por Satanás al acusar al pueblo de Dios, y estos mensajes estarán resonando en el mis- mo tiempo en que Dios esté diciéndole a su pueblo: "Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que ti- nieblas cubrirán la tierra, y oscuridad los pueblos: mas sobre ti nacerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria". TM:47-48. Dios tiene una iglesia en la tierra que está elevando en alto su ley piso- teada, y presentando al mundo el Cordero de Dios que quita los pecados de la hu- manidad. La iglesia es la depositaria del tesoro de las riquezas de la gracia de Cris- to, y por medio de ella finalmente se hará manifiesta la revelación postrera y plena del amor de Dios al mundo que ha de ser iluminado con su gloria. La oración de Cristo de que su iglesia fuera una como él y el Padre, finalmente será contestada. La rica dote del Espíritu Santo será dada, y mediante su influencia constante a los