1. Qué podría conllevar el
accidente nuclear de Japón?
Estamos profundamente preocupados
por las posibles consecuencias que el
terremoto y el tsunami puedan tener
sobre la seguridad de las instalaciones
nucleares de Japón, así como de otras
industrias peligrosas como las refinerías
de petróleo o fábricas de productos químicos, y sobre sus potenciales
efectos sobre la salud pública y el medio ambiente.
La situación en varias centrales nucleares, en especial en la de Fukushima-1, es
muy preocupante. Catorce centrales nucleares situadas en la costa noreste de
Honsu, la isla principal de Japón, están cerradas, probablemente muy dañadas
todas ellas, como consecuencia del terremoto de ayer, de magnitud 8,9 en la
escala de Richter.
Las centrales japonesas, un país con requerimientos muy estrictos en cuanto a
resistencia a riesgos sísmicos, estaban diseñadas para soportar como máximo
terremotos de intensidad 7,5. La fuerza del que asoló ayer Japón es más de
10 veces superior.
Al iniciarse el terremoto, esas centrales nucleares fueron llevadas a situación
de parada. Pero, y este es uno de los inconvenientes de una tecnología tan
peligrosa como la nuclear, el riesgo de sufrir un accidente no acaba ahí, puesto
que incluso con la central parada, el combustible nuclear sigue activo, sigue
2. habiendo reacciones nucleares que, además de radiactividad, generan mucho
calor. Aún en situación de parada, es necesario seguir refrigerando el núcleo
del reactor, el combustible nuclear, durante muchas horas, para evitar un
accidente nuclear.
Los sistemas de refrigeración de emergencia del núcleo del reactor funcionan
con electricidad. Pero el terremoto afectó al suministro eléctrico externo de
las centrales de Fukushima-1 y 2 (al menos, de estas dos), dejando a éstas sin
aporte eléctrico, lo que se llama en la jerga nuclear un station black-out. En ese
caso, tendrían que haber entrado en funcionamiento inmediatamente los
generadores diesel de emergencia de la central. Pero estos, quizá por efecto
del terremoto, no funcionaron. Entonces, empezó la cuenta atrás.
El combustible nuclear, sin ser refrigerado activamente, empezó a
sobrecalentarse. El agua en el interior de la vasija del reactor empezó a
evaporarse, el vapor a aumentar la presión del interior de la vasija, el
combustible a quedarse al descubierto, sin agua que lo enfriase. Es el principio
de un LOCA (Loss of Coolant Accident), el accidente por pérdida de
refrigerante, el peor que se puede dar en una central nuclear. De esos que,
según la industria nuclear, nunca pueden ocurrir.
Primeras horas críticas
Las primeras horas son críticas, si
no se actúa se puede llegar a una
situación de fusión del núcleo
(cuando las varillas metálicas que
3. encierran las pastillas de combustible de uranio se derriten, funden y se
mezcla todo con el altamente radiactivo combustible nuclear) y entonces se
liberan en gran cantidad los isótopos radiactivos que hay en el combustible.
Fukushima-1 es un reactor como el de Garoña (Burgos), con un pésimo sistema
de contención. Ante la ausencia de suministro eléctrico externo queda algún
sistema de mucha menor capacidad que funciona con aporte de baterías
propias. Con ello, por ejemplo, tratarían de usar el agua del condensador para
refrigerar el núcleo, para ganar algo de tiempo, mientras esperaban
generadores diesel que iban a traer los militares norteamericanos. Pero esa
maniobra tiene un efecto muy limitado y no logró revertir la situación. Las
horas pasaban y el combustible nuclear se estaba quedando al descubierto, al
menos parcialmente, sin agua a su alrededor: la temida fusión del núcleo.
Al aumentar la temperatura, se incrementaba la presión en el interior de la
vasija. Así los responsables de la central y, se supone, las autoridades niponas,
decidieron abrir las válvulas de alivio y soltar vapor radiactivo al la atmósfera
exterior para rebajar la presión, con idea de evitar un desastre mayor.
De estos hechos ya no cabe duda. Hasta el Consejo de Seguridad Nuclear
español (CSN) ha reconocido hoy que en la central nuclear de Fukushima-1 se
forzó deliberadamente el escape a la atmósfera de gases contaminados
radiactivamente procedentes del reactor. Los niveles de radiación en la zona se
han elevado, según fuentes, entre 300 y 1.000 veces por encima de lo
permitido. Hubo que ordenar evacuar a la población, 45.000 personas.
Evidentemente, cualquier cantidad de radiación que se libere a la atmósfera
pone en riesgo la salud de las personas de la zona, la salud pública y el medio
4. ambiente. Lo que ya está claro es que en Fukushima-1 han fallado claramente
las medidas de protección física diseñadas para aislar la radiactividad del
medio ambiente.
Además, una explosión en la mañana del sábado (hora española) en la central
parece haber dañado seriamente la estructura de la contención secundaria y
hay informaciones contradictorias sobre si alguna parte de la estructura se
ha derrumbado.
Situación no controlada
La situación del reactor es crítica y aún no está controlada, a la hora de
escribir estas líneas. La magnitud final del escape radiactivo dependerá, por
supuesto, de que se pueda estabilizar el reactor, y se pueda refrigerar el
núcleo. En estos momentos, parece ya claro que el accidente podría ser ya de la
gravedad del que ocurrió en Three Mile Island (EE.UU.) en 1979, el segundo
más grave en la historia de la industria nuclear, sólo después de la catástrofe
de Chernobyl.
A pesar de todas las incertidumbres causadas por la falta de información,
causada en parte por el lógico caos que vive el país pero también por el
secretismo nuclear de las autoridades, nos enfrentamos a un escenario en el
que podría ocurrir una liberación ingente de radiactividad del reactor
Fukushima-1.
De momento, no se puede descartar que la situación pueda avanzar hacia una
fusión total del núcleo de la central, como se dio en Chernobyl. Todo este
proceso podría ir muy rápido o tardar varios días, dependiendo del estado del
5. sistema de refrigeración. Las consecuencias de tal accidente sería tremendas,
como ya se comprobó en el de Chernobyl.
De hecho, según parece el Gobierno japonés está ampliando la zona de
evacuación hasta un diámetro de 40 kms. alrededor del complejo nuclear
Fukushima Daiichi (donde está el reactor Fukushima-1 y otros 5 más), así como
ha establecido una zona de exclusión de 20 km alrededor de la instalación
Fukushima-Daini (con 4 reactores). Esto indica que hay una amenaza inmediata
no sólo entorno al reactor Fukushima-1, sino que la situación no está del todo
bajo control en los demás reactores y que podrían llegar a darse más
accidentes allí también.
La incertidumbre sobre lo que está ocurriendo en las centrales nucleares de
Japón impone cierta prudencia a la hora de plantearse escenarios futuros. Sin
embargo, una conclusión es clara: los reactores nucleares son intrínsecamente
peligrosos. La industria nuclear nos dice que accidentes como este no pueden
pasar con reactores modernos, pero hoy Japón está en medio de una crisis de
consecuencias potencialmente devastadoras por culpa de la energía nuclear.
Las energías limpias de verdad, las renovables, no crean problemas de
seguridad nacional. Y en caso de desastres naturales no añaden un problema
más a una población ya fuertemente afectada por la fuerza de la naturaleza. La
nuclear no se puede incluir, como muchos pretenden, en un modelo energético
limpio, seguro y sostenible.