1. Viaje a Roma 2015.
La impaciencia se hacía notar. Era 25 de dicciembre y todos teníamos en mente nuestro viaje a
Roma. Pocas veces hemos querido que pasaran las vacaciones de navidad tan pronto. Queríamos
irnos, disfrutar, desconectar durante una semana de padres, exámenes, deberes....El viaje estaba
programado justo a la vuelta de las vacaciones de navidad. Los días previos se caracterizaron por el
nerviosismo, las compras de último momento, la famosa organización de la maleta...estábamos muy
ilusionados por pasar una semana entre amigos en un lugar que para muchos era desconocido. Era
nuestro viaje, nos lo habíamos ganado tras tres meses de esfuerzo durante la primera evaluaciónn
del curso. El esperado domingo11 de enero al fin llegó. Lucía un sol espléndido en el Alto
Conquero. Estábamos todos allí; abrazos, besos, saltos, risas, llantos...la euforia casi podía olerse.
Nuestros padres nos abrazaban, nos “leían la cartilla”, nos acicalaban y nos decían que nos iban a
echar de menos. He de confesar que sí, que a los padres también se les echa de menos, pero que
muchos de nosotros deseaban alejarse de ellos un poco. Los autobuses nos esperaban, así que
subimos sin pensarlo. A través del cristal se veían los llantos de algunas madres y los saludos de
algunos padres, por lo que nos despedimos y marchamos hacia el aeropuerto. Cuando llevábamos
unos 30 metros recorridos en el autobús, todos aplaudimos (algunos porque era el inicio del viaje y
otros por dejar a sus padres en Huelva). El viaje fue muy divertido, nadie quería dormir (tampoco lo
íbamos a dejar la verdad). Se hizo corto el trayecto hasta el aeropuerto de Sevilla, donde nos
esperaba nuestro avión directo hacia Roma. Pasamos los famosos controles de seguridad, y nos
resultó graciosos vernos descalzos por el aeropuerto a la mayoría de nosotros. Una vez pasados, era
la hora de comer, por lo que decidimos dividirnos y sentarnos en las distintas mesas que había en el
aeropuerto. Allí comimos los bocadillos que muchos de nuestros padres nos habían preparado con
cariño. Después de comer, nos sobró tiempo para hablar sobre lo que íbamos a hacer cada día en
Roma, incluso pudimos organizar las habitaciones del hotel sin problema.
La hora del vuelo se acercaba, debíamos embarcar. En la puerta de embarque vimos como nuestras
maletas llegaban al avión (más de una recibió un golpe inmerecido). Entregamos la documentación
necesaria y entramos en el túnel de embarque. Con cada paso que dábamos estábamos más lejos de
nuestra casa, de nuestros padres, de nuestros hermanos y hermanas, incluso de España. Estábamos
muy emocionados, todo eran risas e ilusión cuando nos montamos en el avión. Para muchos volar
en un avión era una experiencia nueva, que sería inolvidable por vivirla junto a sus amigos. El vuelo
comenzó sin problema alguno, todos estábamos sentados, hablando con nuestros compañeros de mil
cosas. Algunos aprovecharon el vuelo para descansar, otros solo pudieron intentarlo (tantas bromas
y risas a veces no te dejaban dormir). Al fin llegamos. Por fin en Roma, en “nuestra Roma querida”.
En el aeropuerto vivimos nuestra primera odisea: no sabíamos donde recoger nuestras maletas.
Dimos varias caminatas por las terminales hasta llegar al punto donde estaban nuestras maletas (que
tuvimos que pasar de nuevo por los odiosos controles de seguridad). Allí estaban, menos mal (la
verdad es que muchos de nosotros pensábamos que las habíamos perdido). Tras recuperar las
maletas, nos dirigimos a los autobuses que nos llevaban hacia el hotel. Nos subimos, y
aprovechando los últimos minutos de WiFi que teníamos, nos despedimos de nuestros padres,
amigos...y marchamos al hotel.
Nuestro hotel, el hotel “Archimede” se encontraba cercano al centro de la ciudad. Tras el reparto de
las habitaciones (que nos llevó bastante tiempo), salimos corriendo todos a ver cómo eran nuestras
habitaciones.
Pocos podían presumir de tener una habitación grande, pero bueno, nos conformamos con lo que
teníamos, pues lo importante era disfrutar en compañía. Las habitaciones eran de un estilo clásico-
regio...un poco antiguo la verdad. Las camas no eran las mejores del mundo, pero servían para pasar
las noches que teníamos reservadas. El hotel era “aceptable”. Lo que no nos gustó fue el
recepcionista: era un italiano orondo, de malos humos, que no consiguió ganarse la buena impresión
de ninguno de nosotros.
Nuestra primera noche en Roma comenzó de muy buena manera: nos reuníamos en las distintas
2. habitaciones para jugar a las cartas, charlar, planear....otros compañeros decidieron salir por los
alrededores del hotel para conocer la ciudad. Todos estábamos cansados del viaje, y debíamos estar
descansados para aguantar sin problema al día siguiente.
El primer día llegó. Teniamos prevista la visita al Vaticano. Desayunamos en el buffet libre que nos
proporcionó el hotel, y caminamos hacia la estación de metro para llegar al Vaticano (que estaba
bastante lejos al parecer). El metro estaba lleno, por lo que fue un poco difícil meter a 80
estudiantes de golpe, pero al final lo conseguimos. Llegamos al vaticano y nos reunimos con las
guías turísticas que nos iban a acompañar durante toda la visita. En ese lugar de reunión
comenzaron a vendernos los conocidos “palos de selfie”, y muchos de nosotros decidieron
comprarlo. Nos repartieron los aparatos para escuchar la visita turística y entramos. Comenzamos la
visita por el museo vaticano, que nos sorprendió y gustó a muchos de nosotros. La visita fue larga
pero mereció la pena, sobretodo por la Capilla Sixtina, que fue la guinda del pastel que coronó
nuestra visita. Salimos a la plaza de San Pedro, donde nos organizamos para ir a comer. Nos
recomendaron una calle en la que íbamos a encontrar buena comida a buen precio (que es todo lo
que quiere un estudiante). Nos dividimos en grupos para comer y comimos bastante bien y a muy
buen precio. Las pizzas que nos sirvieron no tenían nada que ver con las pizzas que estamos
acostumbrados a comer en España, al igual que la pasta. Tras comer, triunfaron los helados, que,
pese a ser enero, se podían comer perfectamente (la verdad es que hacía hasta calorcito).
Nos reunimos todos de nuevo en la Plaza de San Pedro para pasar a visitar las iglesias y basílicas
más cercanas. El paseo fue muy agradable; la temperatura acompañaba y todos estábamos felices e
ilusinados por seguir con el viaje. Como dato anecdótico, nos dimos cuenta de que los “palos de
selfie” eran populares entre los vendedores ambulantes, los cuales nos perseguían para que le
comprasemos un palito (algunos regateaban descaradamente para llevarse el palo por una cantidad
mínima de dinero, pero sobretodo para que lo dejara en paz). Visitamos plazas, iglesias y basílicas,
y recorrimos las preciosas calles de la ciudad, repletas de gente. Volvimos al hotel y nos preparamos
para ir a cenar al restaurante que teníamos reservado. Estaba a unos 10 minutos andando. La
primera impresión nos gustó, era un sitio tranquilo. Comenzaron a servirnos la comida: pollo con
patatas (la verdad es que nos esperabamos una pizza, para qué nos vamos a engañar). Desde luego
que el pollo no triunfó (estaba muy muy seco, se notaba que no era español..) pero bueno, las
patatas no estaban mal (eran patatas fritas congeladas, no se complicaron mucho). Nos pusieron
pasta como segundo plato (que para algunos estaba muy salada) y después el postre. La comida, al
igual que el hotel era “aceptable” (al menos el primer día). Volvimos al hotel y algunos
aprovecharon para ir de discotecas, mientras que otros muchos se quedaron en el hotel descansando.
El segundo día llegó. Era el día en el que íbamos a visitar el Coliseo y el Foro Romano. El hotel
estaba muy cerca, por lo que no hizo falta coger el metro. El Coliseo, desde fuera, era alucinante, al
igual que sus alrededores. A muchos se les notaba la cara de dormir poco (es lo normal en estos
viajes). Nos volvimos a reunir de nuevo con las guías turísticas que nos acompañaron en la visita al
Vaticano, que nos llevaron hasta la entrada al Coliseo. La primera impresión fue alucinante: era
enorme por dentro, sobrecogedor. Nos gustó a todos, por lo que aprovechamos el tiempo libre que
nos dieron para hacernos fotos de recuerdo. Al salir del Coliseo fuimos al Foro Romano. Durante el
camino nos vimos acosados varias veces por los vendedores ambulantes, que cariñosamente
decidimos llamarlos “umpa lumpas”. En la visita al Foro Romano muchos estaban cansados, y
aprovechaban cualquier lugar para sentarse y descansar los pies. Tras visitar el Foro Romano, nos
dejaron tiempo libre para disfrutar de la ciudad (y comprar los típicos recuerditos). Algunos
aprovecharon y siguieron a los profesores para seguir viendo iglesias y otros lugares de interés.
Cuando llegó la hora volvimos al hotel para prepararnos y salir a cenar a nuestro restaurante querido
“Archi Romani”. Cuando llegamos y nos sentamos, nos sirvieron de nuevo pasta (para muchos
salada de nuevo) y, como segundo plato, una ensalada y un poco de carne con tomate (la verdad es
que eso no estaba nada mal). Nos sirvieron el postre y salimos. De nuevo, algunos aprovecharon y
3. fueron a la discoteca, otros pasearon por la ciudad, y otros se quedaron en el hotel de risas. La
verdad es que en la segunda noche muchos se enemistaron con el recepcionista (las cosas como son,
fue un poco prepotente con nosotros). Pero bueno, salvando eso, la noche fue inolvidable por los
buenos momentos que vivimos.
El madrugón del tercer día nos hizo mella a todos. Teníamos que estar despiertos a eso de las 6 de la
mañana para desayunar temprano, pues era el día en el que íbamos a ir a Nápoles (que estaba
bastante lejos) y debíamos coger el autobús bien temprano. Durante el desayuno todos teníamos
cara de zombie, pero nada en comparación al autobús: todos, nada más sentarnos, no dudamos un
segundo en aprovechar y dormir. Fue muy gracioso porque entre sueño y sueño veías a los demás
dormidos, apoyados en cualquier sitio y claro, todos terminamos con la foto típica que te hace tu
amigo cuando estás dormido (más de una foto se hizo con maldad). El viaje duró unas horas y la
verdad es que cuando llegamos a Pompeya muchos no querían bajarse del autobús para seguir
durmiendo (fue un viajito muy silencioso la verdad).
Llegamos a Pompeya, donde nos recibieron dos nuevos guías turísticos. Visitamos las ruinas de la
ciudad de Pompeya, arrasada por el volcán del Vesubio, la verdad es que bastante bonitas. Hicimos
fotos y nos llevamos un buen recuerdo de esa visita. Volvimos a subir al bus, que nos llevaba hacia
el centro de Nápoles, pero por desgracia (o suerte para muchos) había caravana. Por supuesto,
aprovechamos para dormir un poco más durante todo el trayecto (incluso una vez superada la
caravana). El autobús nos dejó en la zona baja de Nápoles a la hora de comer. La verdad es que en
Nápoles se come muy bien y a muy buen precio. Todos estabamos derrotados, y se agradeció
muchísimo la comida ese día. De nuevo nos montamos en el autobús para volver a Roma (está claro
que nos volvimos a quedar la gran mayoría dormidos). La verdad es que llegamos cansados de tanto
autobús, pero no era motivo para no disfrutar de la noche. Antes había que cenar. De nuevo pasta
(salada otra vez para muchos).Y de nuevo volvimos al hotel. Algunos salieron y otros se quedaron
en el hotel descansando (que hacía mucha falta).
Llegó el siguiente día. Aunque no teníamos ninguna visita guiada organizada para la mañana de ese
día, nos tuvimos que levantar temprano igualmente (algunos refunfuñaron, claro está).
Decidimos seguir visitando Roma, comprar, hacernos fotos, perseguir palomas.....lo típico que
haces por Roma un 15 de enero. Después de comer (muy bien y a buen precio), volvimos a quedar
todo el grupo para visitar la Galería Borghese. Fue bastante curioso, porque nos dividimos en dos
grupos, y el primero entró antes que el segundo. Pues bien, cuando entró el segundo, muchos del
primer grupo aprovecharon los bancos de la entrada para dormir un ratito (podéis imaginar lo
cansados que estábamos). El cansancio llegó a tal punto en el que una gran parte del grupo decidió
abandonar el parque en el que se encontaba la Galería Borghese en un tren turístico. La otra parte
del grupo volvió al hotel andando tranquilamente. Era la hora de cenar, por lo que fuimos
directamente al restaurante. Nada había cambiado, otra vez pasta como primer plato. Pero lo que
más nos gustó fue el segundo plato. Según los rumores nos iban a poner albóndigas, pero cuando
vimos ese plato.....desde lejos parecía carne (con buena pinta incluso) pero de lejos, claro. Cuando
nos pusieron el plato por delante...eso no era carne. Era pan relleno de jamón y queso empapado en
salsa de albóndigas. Todos nos empezamos a reír. Nos esperábamos pasta (que no faltó ningún día
eh), pizza.....pero no un pan mojado en salsa. Muchos no se atrevieron a comerlo al saber que era
pan (o eso parecía). Nos dieron el postre (que con eso sí que acertaron). La verdad es que se
superaron con la cena del último día (nótese la ironía).
Por ser la última noche de Roma, salimos por la noche con más fuerza que nunca, dejando el
cansancio a un lado. Fue una noche épica.
No nos lo podíamos creer, pero el último día llegó. Desayunamos en el hotel, y a muchos se nos
notaba la cara de pena; no queríamos irnos. Volvimos a las habitaciones para rehacer la maleta,
recordando todas las anécdotas del viaje, todas las conversaciones...todo. Dejamos las habitaciones
llenas de calcetines (es algo que todos hemos olvidado allí, no se sabe por qué). Nos dio mucha
4. pena despedirnos de esa pequeña habitación, que nos había regalado grandes momentos.
Nuestro querido recepcionista (nótese la ironía de nuevo) nos habilitó un cuarto para dejar todas las
maletas allí. Después de eso visitamos los últimos sitios de interés, y tuvimos tiempo libre para
despedirnos de la ciudad que nos cautivó a todos. Muchos visitaron los alrededores del Coliseo, los
parques de Roma, las largas y preciosas calles.....no habia mejor manera de despedirse de esa ciudad
. Después de comer, volvimos al hotel para recoger las maletas y dirigirnos al aeropuerto. Los del
segundo grupo estuvimos esperando bastante tiempo el autobús, y la espera se nos hizo eterna
porque estábamos derrotados ya. Por fin llegó y nos llevó al aeropuerto, donde nos enteramos de
que los controladores estaban en huelga, por lo que nuestro vuelo se iba a retrasar. Aprovechamos el
WiFi del aeropuerto para avisar a nuestras familias, que no recibieron bien la noticia pues nos
echaban mucho de menos. La verdad es que a todos nos costaba mantenernos despiertos, pero no
nos importaba quedarnos más horas en Roma, estabamos en buenísima compañía.
Gran parte del grupo no pudo comer la mañana de ese día, por lo que no le quedaba otra que pagar
el altísimo precio de las comidas que ofertaba el aeropuerto (muy sosas la verdad). Tras el
“almuerzo”, nos acomodamos en los asientos que había en el aeropuerto, esperando el vuelo.
Finalmente el vuelo solo se retrasó una hora. Embarcamos sin problema alguno, y el vuelo, de
nuevo, fue perfecto. El avión se llenó de nuestras risas al recordar momentos vividos durante el
viaje, comos los “umpa lumpas”, el famoso “pan albondigado”, el “no foto, no video”....todo nos
hacía reír y a la vez nos daba pena. Sin duda, una experiencia inolvidable cargada de buenos
momentos.
Roma 2015, segundo de bachilllerato del I.E.S Alto Conquero de Huelva, irrepetible e inmejorable.
Gracias.
Ana Victoria Rodríguez Rodríguez, alummna de segundo de Bachillerato D.