1. Día 1: 7 horas de viaje son pocas si el destino merece la pena.<br />Tras meses haciendo la cuenta atrás para que llegase el ansiado 10 de noviembre, nos disponíamos a salir.<br />8:30, un autobús lleno de personas con los ojos pegados por el madrugón, pero muy emocionadas.<br />Las mismas personas que, nada más llegar a la capital, aplauden y gritan al ver un Kentucky Fried Chicken.<br />Al llegar, reparto de habitaciones, “yo paso de ser encargado de la llave”, “¡qué habitación más pequeña !Menudo rollo! La de los de enfrente es más grande”.<br />Tenemos unas horas libres, que algunos aprovechan para descansar en la habitación, otros optan por salir y descubrir la ciudad del Bernabeu y la de la puerta de las campanadas. Tras esas horas de libertad, nos dirigimos hacia el teatro Pavón a ver “El alcalde de Zalamea”. En la cabeza de muchos eso sonaba a “2 horas de aburrimiento en verso”. Al salir del teatro, salimos impactados. Había sido genial. Nos habíamos reído, emocionado…<br />Decidimos esperar a los actores, alentados por Marisa Ron, para intentar que nos dedicasen unos minutos de su tiempo y felicitarlos por su trabajo. Algunos de los protagonistas se paran, agradecidos. Tras sacarnos fotos con ellos, se despiden. Y con ello, toca irse a cenar y a dormir. Había sido un día muy largo…<br />Día 2: Noche y día de teatros.<br />Al día siguiente, visitamos el interior del teatro María Guerrero. Personalmente, me impactó, ya que nunca había estado en el “esqueleto” de un teatro… siempre en el patio de butacas. Por lo que fue una experiencia para recordar.<br />Fue un pequeño orgullo poder distinguir los capiteles del exterior del teatro antes de que lo dijera la guía. Las 4 alumnas de Historia del Arte nos pasamos el día detectando si las columnas serían dóricas, jónicas o corintias… deformación profesional, supongo.<br />Comida en el hotel. Ya se escuchan algunos quejidos y dolores de pies. Y lo que nos quedaba todavía…<br />Por la tarde aprovechamos las horas libres, pedimos un café para llevar y caminamos por la calle con prisas, para sentir que formábamos parte de la ciudad. Otros fueron al Corte Inglés.<br />A la noche tocaba teatro, “La colmena científica o El Café de Negrín” (de José Ramón Fernández), en el María Guerrero, visitado anteriormente. Tras la obra pudimos charlar con los actores y el director, todo un privilegio. Privilegio que supimos valorar ya que estuvimos casi una hora hablando con ellos. Y, en mi opinión, aunque la obra había sido más compleja para el espectador, las preguntas posteriores con los actores equilibraron la balanza. Sus voces eran impresionantes, cada uno con un tono diferente, lo que le aportaba al personaje mucho carisma. Durante la obra pensé en cómo preguntarles acerca de sus voces, seguí pensando en ello durante la charla y al final me atreví a mostrar mi interés y de paso para felicitar a la única actriz que había, Lola Manzano, cuya voz me enamoró desde el minuto 1.<br />Tenía que ser breve, pero concisa. Hablar en un lenguaje culto, pero tampoco alardear. Así que todo se quedó en un “Me impactaron mucho vuestras voces, porque cada personaje tiene un matiz diferenciador que creo que es muy importante…” Bien, lo estaba consiguiendo. Continué: “…por ejemplo cuando Lola cantó, que me quedé loquísima…” Fantástico, lenguaje culto al garete. Intenté arreglarlo: “…así que…me gustaría saber qué métodos utilizáis para cuidar vuestra voz”.<br />Las respuestas fueron muy dispares. Lola se tomó bien mi pregunta y contestó que ella la cuidaba mucho y que siempre estaba pendiente de si las ventanas estaban abiertas, de llevar bufanda… Sin embargo, Iñaki reconoció que él tomaba bebidas frías, fumaba y salía. Lo que provocó una carcajada entre sus compañeros y también en el público.<br />Tras mi pregunta, la guía anuncia el final y todos nos disponemos a salir.<br />Ya en la puerta de entrada del teatro, esperamos a los actores. Yo me había quedado con las ganas de darle la enhorabuena a Lola sin un lenguaje tan coloquial y, cuando sale, se acerca a saludarme, le digo que me habría quedado a escucharla 2 ó 3 horas más sin ningún problema.<br />Alguien dice de sacarnos una foto todos juntos y los actores y el director acceden encantados.<br />Tras despedirnos de ellos, nos vamos a cenar y a las habitaciones… al día siguiente tocaba madrugar.<br />Día 3: Última noche, comienza la cuenta atrás.<br />Ya es viernes, última noche en la capital. Visita a la Bolsa de los alumnos de Economía y de no-Economía, pero interesados en el tema. La guía nos lleva por todo el edificio, dándonos datos sobre el arquitecto, todas las operaciones que se desarrollaban allí… eso sí, el tipo de columnas no lo sabía. Luego las de Historia del Arte nos informamos y, para nuestra sorpresa, el estilo del edificio era Neoclásico.<br />Fue una visita entretenida, pero nos habría hecho mucha ilusión ver dentro a gente trajeada y estresada corriendo con papeles en la mano y gritando “¡no! ¡vende, Mike, por el amor de Dios!”.<br />Atravesamos el Paseo del Prado, la calle azul oscuro del Monopoly, para visitar el reconocido Museo del Prado. Esperamos a que salieran los compañeros que no habían ido a la Bolsa y se acercan muy emocionados diciendo que hay cuadros de “un señor que tenía el pene descomunal”. Nos toca entrar, nuestro guía nos enseña cuadros de Goya, y cuando pasamos por la sala de Velázquez, detectamos dónde están las Meninas por el gran cúmulo de gente que hay. El guía nos pregunta si tenemos espejos en el bolso, ya que el cuadro era una representación de lo que Velázquez vio a través de uno. Algo que yo, personalmente, no sabía y que otros muchos tampoco, pues se sorprendieron.<br />Después de la visita, volvemos a Alcalá, para comer en nuestro Hotel Asturias. Por la tarde teníamos tiempo libre, algunos hicieron compras, otros durmieron la siesta y otros callejearon por Madrid, la mejor forma de conocer la ciudad. Fuimos al Retiro y luego a Malasaña. Un guiri me pregunta por dónde queda la puerta del Sol y le indico el camino en spanglish, con gestos y con mucho arte. Sonrío y me siento, por unos minutos, una más en esa ciudad.<br />Por la noche fuimos a ver “Por el placer de volver a verla”, una obra que insistió en ver Marisa y que todos pensábamos que no sería para tanto. Pues lo fue. La historia emociona a cualquiera. Cuando habían transcurrido escasos 30 minutos, Clara me pregunta con los ojos vidriosos “¿estás llorando?” y yo, con lagrimones, le contesto que no, que se me había metido algo en el ojo.<br />La obra, una gozada, fue algo muy bonito ver, al terminar, a la mayor parte del público con la nariz colorada y con un pañuelo en la mano. Nos levantamos para aplaudir, para mostrar nuestra enhorabuena y lo muchísimo que nos había gustado.<br />Ya fuera del teatro y todavía con los ojos vidriosos, nos fuimos a cenar y a vivir la noche madrileña, volviendo a las 3.30 al hotel. Que aprovechamos el tiempo aunque, como dijo Arturo, “las 3.30 es la hora del Noitebús de los pringadillos”.<br />Día 4: Se acaba la aventura madrileña.<br />Sábado, había llegado el día. Se notaba un ambiente triste por volver y todo lo que conllevaba. Alguna última compra, visita relámpago a lugares cercanos al hotel… Vamos a Plaza de España, tienen puesto un mercadillo y, como apunta Andrea “esto en Sada lo tienes igual pero con otro acento”. Último café en la ciudad de la puerta de Alcalá y al hotel a comer. Nada más terminar, llevamos las maletas al autobús y partimos rumbo a Oleiros.<br />Viaje corto, pero muy intenso. Lleno de anécdotas, fotos y experiencias difíciles de olvidar. El último viaje todos juntos… se acerca el final de una etapa y el principio de otra. Nosotros estamos preparados.<br />Carolina Iglesias Mosquera, 2ºB<br />