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SEGURIDAD DEMOCRÁTICA:
Continuidades y discontinuidades de la Doctrina de Seguridad Nacional en la
                          Colombia del siglo XXI




                     VIVIAN IVETH VIVAS ALBAN




                      UNIVERSIDAD DEL CAUCA

    FACULTAD DE DERECHO, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES

                  PROGRAMA DE CIENCIA POLÍTICA

                               POPAYÁN

                                   2006




                                                                              1
SEGURIDAD DEMOCRÁTICA:
Continuidades y discontinuidades de la Doctrina de Seguridad Nacional en la
                          Colombia del siglo XXI




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                    Monografía para optar el título de
                              Politóloga




                              Director
                         GILDARDO VANEGAS




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Resumen

      La Doctrina de la Seguridad Nacional es un modelo político y militar, fruto de la
guerra fría, diseñado por Estados Unidos para ser aplicado sobre América Latina con el fin
de detener la consolidación del comunismo en esta parte del globo después del triunfo de la
Revolución Cubana hacia los años 60. Empero pese a la caída del muro de Berlín tal
modelo ha sobrevivido en el sistema político colombiano a lo largo de su historia;
cobrando especial vigencia bajo el signo de la Seguridad Democrática.

    De esta manera el trabajo busca redimensionar las prácticas de violencia actuales en un
marco histórico para lo cual es menester resaltar el origen, la lógica y las características
esenciales de la Doctrina de la Seguridad Nacional.

       la DSN fue no sólo el resultado de una imposición interna, sino de un consenso entre
las élites del poder estadounidenses y las clases dominantes de los países de América Latina
que por su falta de proyección política entregaron a los militares la conducción de los
asuntos del estado y/o el manejo del orden público, entendido como el conjunto de
condiciones económicas, ambientales y sociales que debe garantizar el Estado para que la
sociedad pueda vivir pacíficamente, gozando de sus derechos y libertades.

    Esta doctrina que significó la intervención política y militar de Estados Unidos en los
asuntos domésticos de nuestras sociedades se fundó sobre tres principios: la bipolaridad, la
geopolítica y la guerra generalizada, total y justa.

     Particularmente la guerra se tornó una obligación para justificar los Estados de
Seguridad Nacional, cuya funcionalidad no radicó, a la sazón, en obtener la victoria sobre el
enemigo, tal como lo enseña la teoría clausewitziana, sino en su reproducción infinita para
así mantener intacta la estructura social. De modo que el objetivo principal de la DSN, que
se funda en la guerra contra el enemigo interno, es mantener el statu quo, lo que significa la
profundización de las desigualdades sociales, el resquebrajamiento de los sectores
neurálgicos de la sociedad como la vivienda, la salud, la educación, los espacios de
deliberación política, la producción y el consumo.

     En cuanto a su estructura, la DSN, ha organizado la estrategia nacional en cinco
elementos que, relacionados entre sí, se dirigen al cumplimiento de los propósitos de
seguridad nacional predefinidos por Estados Unidos en cada periodo de reacomodamiento
del capital a nivel internacional, y de aquellos definidos por cada Estado receptor en una
coyuntura especifica. Estos elementos son los objetivos nacionales; la Seguridad nacional; el Poder
nacional; la Estrategia nacional o total, y el concepto estratégico nacional.

     En América Latina la Doctrina se introdujo con La Alianza Para el Progreso, un
programa que pretendió mitigar algunos de los problemas sociales del pueblo
latinoamericano en lo concerniente a vivienda, salubridad e infraestructura para evitar el
florecimiento de un proceso revolucionario. Particularmente en Colombia las dos caras,
militar y social de la DSN, tomaron cuerpo en el Plan Laso (1962-1965) diseñado por
Estados Unidos y dirigido por el general Alberto Ruiz Novoa quien introdujo la ideología
anticomunista en las fuerzas armadas, creó una tendencia conocida como desarrollismo y
desplegó la acción cívico-militar. Así que este esquema de guerra ha advertido en el país
cuatro momentos de redefiniciones tácticas según las presiones de la historia y la acción de


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las fuerzas sociales, siendo el momento actual, iniciado por el presidente Pastrana y
continuado con ahínco por Álvaro Uribe Vélez, quizá el último, dada la fase en que se
encuentra el proceso histórico determinada por la revolución tecnológica -producto del
capitalismo pero que favorece grandemente los nuevos procesos revolucionarios
especialmente en el campo de la comunicación-, el intento de concreción del
neoliberalismo (que hace despertar la conciencia de vastos sectores de población de los
cinco continentes) y la paulatina extinción del Estado-Nación.

      En esta fase se da paso abiertamente, a los objetivos económicos del gran capital.
Entonces Colombia, inserta en esta dinámica, no puede menos que modificar una vez más
sus esquemas, desechar la conformidad con el enemigo interno encarnado en la subversión,
para, ahora sí exterminarlo, de un golpe si es necesario. El mercado no dará espera y la
crisis del capital comandado por Estados Unidos tampoco.




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Introducción

La Doctrina de la Seguridad Nacional, que emergió en los álgidos tiempos de la guerra
entre el capitalismo y el comunismo internacional allende en los años 60; y que como
modelo contrainsurgente diseñado por Estados Unidos para contener los procesos
revolucionarios, sirvió de soporte a las dictaduras militares del Cono Sur; ha sobrevivido en
el sistema político colombiano a lo largo de su historia; cobrando especial vigencia bajo el
signo de la Seguridad Democrática.


Descubrir la lógica de la Doctrina, sus continuidades y discontinuidades desde su
introducción al país hasta nuestros días, constituye el propósito de este estudio.


Podremos entonces identificar, en un primer momento, el contexto político en que
empieza a cocinarse la Doctrina de la Seguridad Nacional, sus presupuestos ideológicos, su
estructura y la forma de organización social que lleva implícita; para luego seguir su
recorrido por Colombia donde habremos de advertir antecedentes importantes de violencia
y conflictividad social en el marco de un sistema integrado de dependencia desde la fundación de
la República y especialmente en la turbia década del 50.


La Doctrina de Seguridad Nacional en Colombia ha experimentado a la actualidad, cuatro
momentos de redefiniciones epidérmicas: el primero de 1960-1980, está signado por la
reestructuración del Estado y las Fuerzas armadas bajo los parámetros de la nueva guerra
irregular asistida por Estados Unidos y la introducción ideológica de la Doctrina. El
segundo, de 1981-1989 en el cual la Doctrina redefine sus tácticas contra el enemigo
interno bajo el nombre de Conflicto de Baja Intensidad (CBI), dado el contexto de
redemocratización que se inicia en aquella época. El tercer momento de 1989/90-1998, en
el cual Estados Unidos promueve una guerra mundial contra el narcotráfico y con base en
ella continúa interviniendo en la política doméstica cuando ha terminado la guerra fría. Y
una última fase que inicia en 1998 hasta nuestros días, donde reviven con fuerza todas las
prácticas doctrinarias de épocas anteriores y aumenta la dependencia política y militar
respecto de Estados Unidos bajo el Plan Colombia y la política de Seguridad Democrática.


En este momento de la Doctrina se busca reestructurar el Estado -volviéndole funcional al
mercado-, y la sociedad imponiendo un modelo de autorregulación por introyección del


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poder y la institucionalización del estado de sitio para neutralizar presentes y futuros
impedimentos a los intereses actuales del capital internacional fincados en la realización de
megaproyectos, y la eliminación de las barreras jurídicas, sociales y arancelarias para la
expansión de los poderes trasnacionales en un contexto de globalización integral.


Conocer la lógica con que opera la Doctrina e intentar descubrir los intereses reales que
subyacen a las prácticas de violencia que ésta consolida, contribuye a preparar la resistencia
frente a tal modelo social y político. Modelo que afecta gravemente los intereses sociales de
grandes grupos, si consideramos que las concepciones y estructuras doctrinarias de la
seguridad no son propias de Colombia o América Latina, sino que se reproducen en gran
parte de los sistemas políticos del mundo occidental pues se encuentran ligadas a los
proceso de expansión del capital en el contexto internacional de la globalización y la
neoliberalización de las sociedades. Este trabajo se presenta entonces como una imputación
frente a la continuidad y fortalecimiento de un esquema de guerra que privilegia el interés
mercantil sobre la destrucción sistemática de la dignidad social, y también como una
contribución política y académica al debate sobre el conflicto, la seguridad del país, y las
posibilidades de construcción democrática de una sociedad efectivamente justa.




                                                                                            7
El Gobernador:

-Vuestro gobernador os saluda y se alegra de veros reunidos como de costumbre en estos
lugares, en medio de las ocupaciones que constituyen la riqueza y la paz de Cádiz. No,
decididamente nada ha cambiado, y eso es bueno. Los cambios me irritan, me gustan mis
costumbres-

Un hombre del pueblo:

-No, gobernador, nada ha cambiado en verdad, y nosotros los pobres podemos
asegurártelo. Los fines de mes son bien apretados. Nos alimentamos de cebolla, pan y
aceitunas, y estamos contentos de saber que otras gentes comen siempre el domingo
puchero de gallina. Esta mañana ha habido ruido en la ciudad y por encima de la ciudad.
En verdad, hemos tenido miedo. Hemos tenido miedo de que algo cambiara y que, de
repente, los miserables se vieran obligados a alimentarse de chocolate. Pero gracias a tus
cuidados, buen gobernador, se nos hizo saber que no ha ocurrido nada y que nuestros
oídos habían oído mal. Otra vez nos sentimos seguros contigo-

El Gobernador:

-El gobernador se alegra mucho. Nada bueno hay en lo nuevo-

Los alcaldes:

-¡Bien habló el gobernador! Nada bueno hay en lo nuevo. Nosotros, alcaldes, con la
sabiduría que confieren los años, queremos creer que nuestros buenos pobres no han
querido adoptar un aire irónico. La ironía es una virtud que destruye. Y un buen
gobernador prefiere los vicios que construyen-

El Gobernador:

-¡Durante la espera, que nadie se mueva! ¡Soy el rey de la inmovilidad!...-




 Tomado de El Estado de Sitio, espectáculo en tres partes, Albert Camus, Alianza Editorial, Madrid,
                                                1972.




                                                                                                      8
Capítulo 1


            El despotismo de la guerra fría y la militarización de los
                                  Estados


                               “La seguridad absoluta tiene su precio que es la inseguridad absoluta de los otros”
                                                                                                 Henry Kissinger



              a permanente crisis de la democracia política de los países latinoamericanos,
          que hoy se discute sobre elementos como la corrupción y la burocracia,
necesariamente remite a las condiciones de dependencia externa recogidas hace algunas
décadas por la Comisión Económica para América Latina (Cepal). Estas cuestiones no
deben ser marginadas del debate político actual pues la ausencia de autodeterminación de
los pueblos, de soberanía política y las interferencias externas en los procesos de
democratización, siguen siendo parte de una realidad palmaria que se impone por sobre
todo credo fundado en el anticomunismo, la lucha contra el terrorismo internacional o
cualquier otra expresión catalogada como amenaza a la seguridad mundial.


     La democracia nominal de los países de capitalismo dependiente y el conjunto de
problemas sociales que ella supone, tiene relación con la existencia de profundas grietas en
las estructuras del poder político y de condiciones de atraso, entendido -ya no desde la
perspectiva teórica del subdesarrollo que propone de manera arbitraria seguir
ineluctablemente las etapas efectuadas por las sociedades de capitalismo avanzado, sino- a
partir de la dimensión dialéctica del término que según Antonio García se remite a “los
factores estructurales y conflictivos que le impiden a un pueblo movilizar su propio
esfuerzo, su energía interna y su potencial de recursos en dirección a un cierto proyecto de
vida”1.




1GARCÍA, Antonio, Dialéctica de la Democracia, Ediciones Cruz del Sur, primera ed. 1971, segunda ed. 1973,
México, p. 16.


                                                                                                                9
Justamente, la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN), formulada y aplicada sobre la
década de 1960, constituye uno de los rasgos más importantes de esa dependencia por
oposición al progreso cualitativo de Latinoamérica y particularmente de Colombia. En
consecuencia, el objeto de esta investigación será advertir al lector no sólo la supervivencia
de la Doctrina a lo largo de los últimos años, sino su fortalecimiento bajo un nuevo
calificativo: “La Seguridad Democrática”.




   1.1 EL COMUNISMO INTERNACIONAL AMENAZA A OCCIDENTE:
EL ORIGEN DE LA DOCTRINA

       La Doctrina de Seguridad Nacional (DSN) surgió como modelo político-militar hacia
los años 60 en un ambiente internacional signado por la Guerra Fría2. Su promotor,
Estados Unidos, buscó establecer una gran alianza anticomunista en Occidente fundada en
la existencia de enemigos internos después del triunfo de la revolución cubana en 1959, la cual
supuso la intervención política, económica y militar en los países del denominado Tercer
Mundo3.


       Algunos trabajos sobre el tema 4 sostienen que la DSN fue una elaboración de los
militares latinoamericanos y agregan que no hubo una doctrina aplicada a los países de
Suramérica indistintamente, sino doctrinas de seguridad nacional con dinámicas propias de
acuerdo al acumulado histórico de cada país. Joseph Comblin hace claridad sobre el asunto
afirmando que:


          La Doctrina de Seguridad Nacional es, sin lugar a dudas, una doctrina norteamericana. Los
    latinoamericanos no han inventado nada. Aún más, han modificado muy poco la doctrina que
    recibieron completamente hecha de los Estados Unidos. A lo más, se podría decir que ellos, la

2 En el campo de la educación Estados Unidos diseñó una estrategia denominada “Renovación Curricular”, la
cual fue aplicada con éxito desde los ministerios de educación de los estados latinoamericanos. Dicha
“Renovación” descontextualizó y minó gran parte de la producción académica ocasionando a largo plazo una
grave crisis en el sector educativo que hoy vemos representada en la ausencia de un saber pedagógico propio,
la desafortunada desconexión entre escuela y sociedad, el analfabetismo político de la gran mayoría de la
población, la deserción escolar, el desempleo, la criminalidad, etc. Todos estos problemas surgen como
consecuencia de implantar políticas foráneas diseñadas por expertos técnicos, las cuales socavan las
posibilidades de creación y producción autónoma de saberes y la derivada búsqueda colectiva de soluciones a
las grandes problemáticas sociales ya en el campo político-militar (lugar de la DSN), ya en el educativo (lugar
de la “Renovación Curricular”).
3 Para un completo análisis de la Doctrina de Seguridad Nacional ver COMBLIN Joseph, El Poder Militar en

América Latina, Ediciones Sígueme, Salamanca - España, 1978.
4 MATTELART, Armand y Michèle, “Información y Estado de Excepción” en Los Medios de Comunicación en

tiempos de Crisis, Siglo XXI Editores, Edición en Español 1981, México.


                                                                                                           10
codificaron, la pusieron en fórmulas y le dieron una especie de rigidez dogmática. Pero la
    doctrina en sí, con todo lo que provoca esta rigidez dogmática, proviene de los Estados Unidos.
    Ella se transmite en las escuelas militares norteamericanas a todos los Ejércitos que son sus
    aliados5.

       Por ello, pese a las diferentes características de orden histórico y social de los países
que conforman América Latina, los conceptos de la ideología fueron adoptados y aplicados
sin sufrir mayores traumatismos en su contenido como tal. La razón de tal éxito es el
propio peso de la Doctrina en cuanto a su origen, a los intereses de orden mundial al cual
obedece, al contexto internacional vigente, a su coherencia doctrinaria, y a la falta de
proyección política de las burguesías nacionales de estos países que decidieron entregar a
los militares la conducción de los asuntos del Estado y/o el manejo del orden público.


       Sin embargo, pese a la homogeneidad doctrinaria, caben diferencias cualitativas en lo
relacionado a los procesos de introducción del modelo así como a los tipos de resistencia
social que provocó en cada sociedad. Mientras en países como Brasil, Chile, Ecuador, Perú,
Bolivia y Argentina, la Doctrina irrumpió de manera espectacular y violenta sobre los
cascos militares; en países como Uruguay y Colombia –este último de vieja tradición
“democrática”-, se incorporó y consolidó gradualmente a la zaga de gobiernos civiles.


       De otra parte, la Doctrina ocasionó tensiones al interior de la misma clase dominante,
y en ella, dentro de la oficialidad de varios países del sub-continente que, para 1968 y 1972,
se encontraba fraccionada en militares nacionalistas de izquierda por un lado, y militares de
derecha portavoces de la doctrina, por el otro. Estos enfrentaron sus proyectos políticos
venciendo “la liga de los doctrinarios” y procurando cierta homogeneidad político-
estratégica sobre el área para 19736.


       Esta nueva doctrina encontraba en el proyecto nacional de Estados Unidos del siglo
XIX un importante antecedente. Las pretensiones protectoras e intervencionistas de
Estados Unidos en Latinoamérica surgieron cuando se presentó la necesidad de romper
con varias décadas de aislacionismo para impugnar las ambiciones de las potencias
europeas sobre estas tierras.



5COMBLIN Joseph, ob.cit., p.15.
6En el presente siglo XXI la democrática República Bolivariana de Venezuela presidida por Hugo Chávez
Frías es la única expresión viva del militarismo nacional de izquierda en el Continente que se enfrenta en los
dos campos del sistema integral de dependencia a la política de Estados Unidos.


                                                                                                           11
Fue así como, bajo la Doctrina Monroe (1823), se inauguró el proceso de colonización
estadounidense que logró, en las primeras décadas del siglo XX, el desplazamiento de la
hegemonía británica y francesa, y la instauración de su dominio económico por la inyección
de capitales y la compra de sectores neurálgicos para América Latina.


     Hacia 1933 el presidente estadounidense Franklin Delano Roosvelt proyectó su
política del “Buen Vecino” por oposición a la estrategia del “Gran Garrote” que había
dominado en los años inmediatamente anteriores y bajo la cual se ocupó militarmente a los
países centroamericanos ubicados con infortunio dentro de los “círculos concéntricos” de
su influencia. En su lugar, la política del “Buen vecino” condujo las relaciones entre
Estados Unidos y Latinoamérica por caminos de hermandad y confianza, obteniendo, de
este modo, una suerte de solidaridad regional tan necesaria en momentos de ascensión del
fascismo y cuando la segunda guerra mundial se hacía tan inminente como la necesidad de
encontrar y consolidar alianzas interestatales. La unión entre las “dos Américas” bajo
dirección de Estados Unidos llegaría a cimentarse, entonces, sobre ideales políticos
comunes como el constitucionalismo, la democracia representativa, las libertades
individuales y todos aquellos valores amenazados dramáticamente por el totalitarismo
europeo.


     En la práctica este propósito se vio reflejado en la constitución del Comité de Enlace
Permanente de las Fuerzas Armadas de todo el continente, que bajo la dirección de los jefes de
Estado Mayor y Operaciones Navales de los Estados Unidos, además de su secretario de
Estado, asignaba a nuestros países las siguientes funciones: a) eliminar la amenaza de
subversión fascista en el interior de cada nación; b) permitir a las naves y los aviones de
guerra de los Estados Unidos un acceso sin trabas a las bases navales y los aeropuertos del
continente; c) garantizar la estabilidad política interna y d) entregar a la industria bélica
norteamericana las materias primas estratégicas que requiriera 7.


     Sin embargo la Segunda Guerra Mundial vendría a cambiar las posiciones dominantes
en el mundo y el tipo de amenaza a la seguridad de Estados Unidos. Atrás quedaba el
peligro representado por las potencias europeas como Francia o Inglaterra -seriamente

7 PIZARRO Leongómez, Eduardo, “La profesionalización militar en Colombia (II): El periodo de La
Violencia”, en revista Análisis Político Nº 2¸ Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales
IEPRI, Universidad Nacional de Colombia, Septiembre-diciembre 1987, p. 25.



                                                                                                        12
afectadas por la conflagración-, y la conspiración fascista -desterrada definitivamente del
escenario mundial-, abriéndose paso, entre los escombros de la guerra, el comunismo
estalinista.


       De este modo, la Guerra Fría -tal como se denominó a este periodo determinado por
el “equilibrio del terror” entre Estados Unidos y la URSS ante la posibilidad mutua de
utilizar la bomba atómica-, embebió todos los espacios políticos y las relaciones entre los
Estados, partiendo al mundo en dos fracciones rivales e irreconciliables: el “mundo libre”
y “comunismo internacional”. Estados Unidos racionalizó su política a partir de los
fundamentos teóricos del realismo, afirmando en la fuerza, la competencia y la defensa del
“interés nacional” las relaciones interestatales del naciente orden mundial y enarbolando la
seguridad nacional como valor supremo y disciplina orientadora de la acción de Estado ante la
necesidad de proteger su nueva posición imperial en el mundo.


       Por esta razón buscó robustecer las alianzas con otros Estados. En el Viejo
Continente dicha búsqueda se vio reflejada en el Plan Marshall destinado a la
reconstrucción y estabilización de las economías europeas, al tiempo que se creaban
organismos militares, políticos y financieros tendientes a la unificación de parte del mundo
bajo la tutoría de Estados Unidos. Estas instituciones respondieron a los desafíos
identificados en la Doctrina Truman, política que dominó esta primera etapa de la
posguerra sobre la idea de una intervención política, económica y militar de la URSS en los
demás países del mundo. En palabras de su artífice, el presidente estadounidense Harry S.
Truman:


          Creo que la norma de los Estados Unidos debe consistir en apoyar a los pueblos que se
    resisten a ser sojuzgados por minorías armadas o por presiones exteriores. Creo que debemos
    auxiliar a los pueblos libres para que tracen, por sí solos, sus destinos correspondientes. Creo
    que nuestra ayuda debe impartirse principalmente por la vía económica y financiera, que
    constituyen renglones esenciales para alcanzar estabilidad monetaria y orden en sus sistemas
    políticos (…) los pueblos libres del mundo se vuelven hacia nosotros en busca de ayuda para
    conservar su libertad. Si vacilamos en asumir la dirección, podemos hacer peligrar la paz del
    mundo y seguramente arriesgaremos el bienestar de nuestra propia nación8.




8Aparte de la Doctrina Truman en MORRIS, Richard, Documentos Fundamentales de la Historia de los Estados
Unidos de América, Editorial Limusa S.A, México, 1986, p. 282.



                                                                                                       13
Empero, en 1959 sucedió un hecho que descompuso los proyectos de consolidación
de Estados Unidos por la vía trazada y advirtió sobre la inminencia de la implantación del
comunismo en América, aunque éste no hubiese sido incubado por la ideología rusa. La
revolución cubana significó antes que nada, el rompimiento del orden y la alteración de los
patrones de vida del pueblo cubano. EE.UU. no podía permitir la implantación de
regímenes que escaparan a su control pues, bien sabido es que en un ambiente de
inestabilidad y desorden no es posible el desarrollo de proyecto político y económico
alguno, y Cuba produjo una sensación de permanente incertidumbre acerca de lo que
podría llegar a suceder en ese país y en el resto del continente.


     Las instituciones de poder y control de la nueva potencia asimilaron los hechos en la
isla como la manifestación de un nuevo tipo de estrategia empleada por el comunismo
internacional consistente en lograr el dominio del mundo mediante acciones ideológicas,
políticas y económicas al interior de los Estados y no sólo militares. De forma que la
amenaza exterior armada y directa desde la URSS, cedió el turno a los movimientos
insurgentes de la periferia, y en adelante, toda fuerza promotora de cambio y subversión del
statu quo (ora comunista, ora nacionalista, o de cualquier tendencia distinta) sería
considerada como un desafío a la seguridad nacional de Estados Unidos, cobrando, así,
pleno sentido la idea del enemigo interno.


     En respuesta Estados Unidos adoptó la Doctrina McNamara bajo la administración
Kennedy que consideró indispensable, por un lado, iniciar diálogos con la Unión Soviética
y decretar la distensión de las relaciones interestatales (detente); y por otro, elaborar una
estrategia de contención del comunismo a ser aplicada al interior de cada uno de los países
bajo su influencia.


     El resultado fue la Doctrina de Seguridad Nacional, tejida en los recintos del Consejo
de Seguridad Nacional de Estados Unidos9 sobre el análisis de diversas fuentes; entre ellas
las obras revolucionarias de Ernesto “Ché” Guevara, Mao Tsé-tung, Ho Chi-Minh, entre
otras; los escritos de los generales franceses que sistematizaron las primeras experiencias de
su ejército contra las guerrillas de liberación nacional en Argelia e Indochina y crearon la


9El Consejo de Seguridad Nacional (CNS) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) se crearon mediante el
Acta de Seguridad Nacional (National Security Act) expedida en 1947 en Estados Unidos, como instrumentos
políticos esenciales para el diseño y la aplicación de estrategias militares “anticomunistas” en todo el globo.


                                                                                                           14
teoría de la guerra contrarrevolucionaria; algunas concepciones militaristas de la España de
Franco, y las experiencias recogidas en escenarios de lucha anticomunista como el Vietnam.


        Una vez terminado el esqueleto conceptual y práctico de la estrategia
contrarrevolucionaria, ésta pasó al Pentágono10 encargado de su ajuste y difusión entre
civiles y militares a través de instituciones como el Colegio Nacional de Guerra en
Washington y el Colegio Industrial de las Fuerzas Armadas11.




   1.2     DE CÓMO EL PUEBLO SE TRANSFORMA EN OBJETIVO
ESTRATÉGICO Y EL CONFLICTO POLÍTICO SE VUELVE HOSTILIDAD:
PRINCIPIOS Y ELEMENTOS DOCTRINARIOS

        Entendiendo que el comunismo había cambiado su estrategia y que, en adelante,
actuaría aprovechando la insatisfacción popular para hacerse gradualmente al poder a través
de la acción revolucionaria de hombres y mujeres procedentes del país amenazado, la idea
del enemigo interno y la necesidad de combatirlo en la combinación de todas las formas de
lucha, se constituyeron en el leit motiv de la Doctrina de Seguridad Nacional.


        Los expertos del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense que diseñaron el
modelo se habían nutrido de las ideas revolucionarias y las experiencias en escenarios de
lucha anticomunista por lo cual no resulta extraño que la concepción a la cual nos
estamos refiriendo haya sido compartida por comunistas y anticomunistas. Mao, por
ejemplo realizó el siguiente aporte:


           El nuestro es un Estado de dictadura democrática popular, dirigido por la clase obrera y
     basado en la alianza obrero-campesina. ¿Cuáles son las funciones de esta dictadura? Su primera
     función es reprimir, dentro del país, a las clases y elementos reaccionarios, a los explotadores
     que oponen resistencia a la revolución socialista y a los que sabotean nuestra construcción
     socialista, es decir, resolver las contradicciones entre nosotros y el enemigo interno. Por ejemplo,
     está dentro del marco de nuestra dictadura arrestar, juzgar y condenar a ciertos
     contrarrevolucionarios, lo mismo que privar por determinado tiempo de derechos electorales y
     libertad de expresión a los terratenientes y burgueses burocráticos. Para mantener el orden
     público y defender los intereses de las masas populares, también es necesario ejercer la




10 Nombre dado al Estado Mayor Supremo de las Fuerzas Armadas norteamericanas por la forma pentagonal
del edificio donde se aloja en Washington desde 1942.
11 COMBLIN Joseph, ob.cit.




                                                                                                        15
dictadura sobre los ladrones, estafadores, incendiarios, asesinos, bandas de malhechores y otros
     elementos nocivos que alteran seriamente el orden público12.


        Lo anterior, además de los mecanismos del poder usados para neutralizar los
inconvenientes presentados a un determinado proyecto político, señala las dificultades de
identificar y combatir a ese enemigo enclavado al interior de la sociedad en forma de
subversión. La Doctrina estableció así una ambigua relación entre ciudadano y guerrillero.


        Uno de los teóricos de la guerra moderna, el general Trinquier ofrecía la siguiente
interpretación acerca de esta nueva amenaza:


           En la guerra moderna, el enemigo es más difícil de definir. Ninguna frontera material
     separa los dos campos. El límite entre amigos y enemigos está en el seno mismo de la nación, en
     una misma aldea y a veces incluso en una misma familia. Con frecuencia es una frontera
     ideológica, inmaterial, que sin embargo es imperativo determinar si queremos alcanzar
     certeramente al adversario y vencerlo13.


        Esta idea se generalizó siendo el soporte de la guerra contrarrevolucionaria o irregular
que se libraría como la cruzada más importante de toda la centuria. El enemigo interno era
considerado absoluto en virtud de que, de acuerdo al discurso imperante, su progreso
corría parejo con la decadencia de todo el sistema capitalista, de sus relaciones sociales, de
la forma de vida de las gentes, de la cotidianidad de las familias, de la cristiandad y los
valores morales de su sociedad, en suma, de todo el acumulado del progreso humano.
Estos fueron los argumentos que se utilizaron para combinar y aplicar todas las formas de
lucha en el interior mismo de las sociedades, así como para justificar limitaciones
constitucionales y violaciones a los derechos de los individuos en el marco de una guerra
total y justa.


        En cuanto a los sujetos que debían llevar sobre su espalda los rigores de esta
importante misión, no cabía duda. La protección de la seguridad nacional (de Estados y
sociedades) fue atribuida a las Fuerzas Militares de cada país. Ellas entraron a deliberar en
lo político y en lo social, ya a través de la conducción directa del Estado, ya a través del
diseño y la ejecución de la política militar que cobijó un vasto conjunto de actividades y
fenómenos sociales. Fue de este modo como “la institución militar, al imponer sus formas

12 TSE-TUNG, Mao, “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo” en Obras
Escogidas de Mao Tsé-Tung, ediciones en lenguas extranjeras, Pekín, primera edición 1977, tomo V, p. 422.
13 Citado en MATTELART, Armand y Michèle, ob.cit., p. 226.




                                                                                                      16
de organización del poder, se transformó en el verdadero partido de la clase dominante,
muy contenta de poder proseguir así la expansión del capital”14.


     En favor de esta tendencia al “elitismo” militar del sistema se situó el recordatorio de
permanecer en una guerra fría y permanente contra la subversión y el caos: ninguna otra
fuerza más que la militar se encontraba tan organizada y bien dotada para hacer frente a
semejante situación. Mientras tanto, la sociedad era organizada y compartimentada física e
ideológicamente sin oportunidad de pronunciarse en contra o buscar alternativas diferentes
a las impuestas, pues, según los doctrinarios, “las masas son decididamente incapaces de
comprender la conducción del Estado y conviene mantenerlas cuidadosamente alejadas”15.


     Así, con la ocupación militar del Estado desapareció de la arena del debate político el
pueblo. “Una vez se eliminan los pueblos, ¿qué queda? Masas. Ahora bien, las masas son
totalmente incapaces de concebir o desear los objetivos nacionales. Además son fácilmente
manipuladas por demagogos y excesivamente vulnerables a la subversión”16.


     Como resultado de todo ello se produjo la tecnificación y militarización de los
problemas internos de orden político y social, así como de las resistencias sociales a esa
tecnificación; pues si bien, “los doctrinarios no niegan que en determinados países existan
situaciones de hambre o miseria que puedan exacerbar el inconformismo social, (…)
señalan de manera enfática que la convulsión política por ellas producida es el resultado
fundamentalmente de su hábil utilización por parte de las fuerzas oscuras de oriente que,
dentro de su estrategia de guerra, persiguen la desestabilización de su contrario17.”


     Predominó, de esta suerte, una concepción organicista y piramidal de la sociedad en
donde las Fuerzas Militares, y particularmente el Ejército, se ubicaron en la cúspide de la
estructura jerárquica imprimiendo la disciplina propia de su actividad en la defensa de la
propiedad privada, el culto al orden y a la autoridad.




14 Ibíd., p.236.
15 COMBLIN Joseph, ob.cit., p.12.
16 Ibíd., p.93.
17 GALLÓN, Gustavo, La República de las Armas: Relaciones entre Fuerzas Armadas y Estado en Colombia 1960-

1980, Serie Controversia Nº 109-111, Editorial CINEP, Bogotá, Colombia, p.52.


                                                                                                       17
Pero en el entendido de que toda guerra tiene un final, y las extralimitaciones del
poder obedecen a situaciones excepcionales, los precursores de la Doctrina pusieron el
acento en el carácter “transitorio” de los Estados de Seguridad. Una vez afirmado el orden
social y rehabilitada la democracia que había sido rota debido a la incapacidad de los
gobiernos civiles; sólo entonces, los militares volverían a acantonarse dedicándose de nuevo
a sus tareas “constitucionales”.


     El tipo de democracia antes existente era impugnada por los militares (especialmente
por los que encabezaron las dictaduras del Cono Sur) convocando en su reemplazo una
democracia distinta, “reforzada”, tal como fue presentada la dictadura chilena en cabeza del
general Augusto Pinochet. Hay sin embargo que subrayar que el hecho de que los militares
o civiles militaristas rechazasen en su discurso la democracia y los gobiernos democráticos
precedentes no significó que no trabajasen con la clase política dominante. Fue
precisamente esta clase política la que les embistió de ese poder deliberante, la que les
entregó prerrogativas y un lugar en el Estado, pues su limitada visión del campo de lo social
les hacía ver en las fuerzas del orden el instrumento más adecuado para hacer frente a la
crisis de legitimidad del sistema político.


     En este orden de ideas resulta interesante observar cómo la defensa de la civilización
occidental, de la democracia, de su sistema de valores, de toda su ideología18 fue una
defensa ambigua y nominal pues los gobiernos latinoamericanos de la segunda mitad del
siglo XX no evocaron, ciertamente, los fundamentos ni las razones del Estado moderno y
la democracia liberal, arquetipo de la civilización occidental, en su lucha anticomunista.


     Estos gobiernos militaristas latinoamericanos contradijeron el espíritu de aquello que
pretendían defender, todo el acumulado del liberalismo político: un Estado laico, donde los
asuntos políticos se desvinculan de la religión (Maquiavelo); el pueblo como fuente de la
soberanía nacional (Rousseau); la obligación primera del Estado de proteger los derechos
“naturales” del ser humano -vida, libertad y propiedad- (Locke); la obligada limitación del
poder político mediante la supremacía de la ley y la separación e independencia de poderes
-Legislativo, Ejecutivo y Judicial- a fin de prevenir un poder absoluto (Montesquieu); el


18 Nicos Poulantzas define la ideología como un “sistema de ideas, representaciones, prácticas materiales
(hábitos, costumbres, modo de vida, prácticas políticas y económicas)”. POULANTZAS, Nicos, “Sobre la
Teoría del Estado”, p. 22. s.d.


                                                                                                      18
carácter representativo del gobierno y el consecuente derecho a la resistencia y la
revolución... y en fin, la garantía que debe proporcionar el Estado a la sociedad, de vigencia
y respeto de los derechos fundamentales que agrupan los derechos humanos y los derechos
civiles.


        Ello nos habla del rechazo en estos regímenes, a la teoría política que sustenta la
democracia, de la ausencia de análisis sobre el sistema político al cual se hizo alusión, y así:
“La democracia tiene especialmente un sentido funcional: representa lo que es negado por
el marxismo y debe pues, ser definido de manera absoluta. El valor de la democracia es el
de ser rechazada por el comunismo19.”


        Por el contrario, podría decirse que todo el discurso anticomunista de esta época fría
(pero caliente en el interior de los Estados) estuvo basado en los valores de la conservadora
sociedad feudal y así la familia, la religión, el orden, volvieron como valores inmortales
renaciendo de las cenizas. Entonces, una cuestión paradójica –pero frecuente-, se advierte
en este tipo de sociedad: formas políticas conservadoras dominan la administración de lo
social, en tanto formas políticas liberales son aplicadas a las relaciones económicas.




        1.2.1        De la función ideológica de la bipolaridad, la geopolítica y la guerra
generalizada

        De acuerdo a la obra citada de J. Comblin, la DSN se estructura con base en dos
principios: el de la bipolaridad y el de la guerra generalizada, a propósito del estado
internacional de guerra fría y lucha contra el comunismo internacional. Pero la noción de
bipolaridad que definió las relaciones inter e intra estatales en esta época resultó del
desarrollo de otro concepto más antiguo e incluyente: el de la geopolítica. A partir de este
concepto acuñado por Rudolf Kjellen (1864-1922), e hijo de la geografía política de la
Europa del siglo XIX, los doctrinarios sustrajeron la idea de nación (asumida
indistintamente con el Estado) y posteriormente la de alineamiento.




19   COMBLIN Joseph, ob.cit., p.90.


                                                                                             19
La geopolítica es definida como “la relación entre la geografía y los Estados, su
historia, su destino, sus rivalidades (y) sus luchas”20. Supone, ésta, la existencia de Estados
internamente fuertes y consolidados, perfectamente unificados y capaces de defender sus
intereses nacionales de las amenazas externas. Así que, en el concierto de las luchas
interestatales las conflictividades, diferencias y divergencias al interior de los Estados no
son vistas más que como debilidades a superar.


     Es así como desde la geopolítica los doctrinarios asumen la siguiente tesis al mejor
estilo hobbesiano. La sociedad requiere siempre de una unidad política u orden social
como condición de su existencia (de la existencia del ser humano en comunidad), pero
dado que el conflicto de intereses entre individuos es una posibilidad vigente que puede
desembocar en guerra de unos contra otros, esa unidad corre el riesgo permanente de
quebrantarse. De ahí que deba instituirse el Estado y en él un gobierno con poder soberano
para garantizar el orden político apoyado en la fuerza que le da el pacto de asociación y las
armas. El Estado entonces es el cúmulo de la voluntad de todos los individuos de una
sociedad, siendo nación y sociedad al mismo tiempo, por lo cual resultaría “injusto” que un
individuo o grupo se levantase contra el soberano o sus designios ya que estaría atentando
contra sí mismo y en consecuencia “justo” es que el gobernante le elimine.


     Desde esta perspectiva, los intereses del pueblo se identifican con los intereses del
Estado, el Estado mismo es el pueblo y por tal motivo alcanzar los fines propuestos por él
es alcanzar el bienestar general de la sociedad. Nos encaminamos, pues, en las rutas de un
Estado absolutista y ello nos remite inmediatamente a pensar la forma cómo podría
expresarse el conflicto social en el mismo21. El conflicto social es considerado una amenaza
latente a la unidad política, constituyendo una anomalía o enfermedad que ataca al Estado –
léase sociedad- desde dentro y que muchas veces ha sido comparado con un cáncer ante el
cual se deben preparar los dispositivos de erradicación–eliminación que resulten más
efectivos.




20Ibíd., p.36.
21La cuestión del conflicto social es fundamental puesto que va a ser la visión que se tenga de aquel la
detonante de la violencia y por tal motivo la causal de la reproducción del Estado de guerra o de Seguridad
Nacional.


                                                                                                       20
La contingencia, propia de la pluralidad de la sociedad humana, es desechada por el
ambiguo concepto de nación22 en donde no cabe el análisis de las causas estructurales de los
conflictos internos y no hay asiento para la contingencia política y social que desaparecen
del orden social. Sin embargo, estaremos de acuerdo en que ni el Estado ni la sociedad
pueden considerarse como bloques políticos y sociales unánimes y armónicos.


     Por otro lado, podrían estas definiciones de nación y de conflicto resultar un tanto
extrañas si pensamos que el marco en que se desarrolla la ideología que estamos estudiando
es el de la democracia liberal para la cual disentimiento y oposición constituyen un derecho
adquirido, cuestiones legítimas de la asociación.


     Frente a ello la Doctrina dirá que la nación se encuentra por encima de los derechos
individuales de las personas en el entendido de que sólo en ella el individuo puede
realizarse, y que cuando se presenten peligros internos –los únicos capaces de romper
legítimamente esa unidad nacional-, vale a cada uno sacrificar un poco de la pequeña
libertad concedida por el Estado (generalmente expresada en los derechos civiles: de
asociación, expresión, de voto, oposición, etcétera) para salvarla y poder recobrar la
tranquilidad perdida. De modo que “quien no comparta ese sentimiento dominante estará
en contra de los anhelos naturales y superiores del conglomerado. (Y) quien aspire a ser
tenido en cuenta como miembro de la nación deberá someterse gustoso a las privaciones
que ella demanda y respaldar activamente las empresas que ella acometa 23.”


     En síntesis, la funcionalidad de la nación radicaría en unir Estado y sociedad en un solo
cuerpo abstracto para lograr los fines del primero con cierto grado de legitimidad. Las

22 El sociólogo brasilero L.A. Costa Pinto nos brinda una recapitulación acerca de los orígenes del término y
sus alcances:“El término (nacionalismo) se difundió en el léxico de los tiempos modernos cuando la nación-
Estado se convirtió en la unidad básica de la integración de la comunidad política y fue necesario encontrar
un rótulo que designara el conjunto de obligadas lealtades para con ella, algo distinto, más amplio y más
fuerte, que la solidaridad que unía al hombre con la familia, la tribu o la ciudad. El fundamento
históricamente objetivo del nacionalismo es, así, el florecimiento de la nación como nueva forma de
asociación humana y como principal marco de referencia de la solidaridad social y política. De ahí en
adelante, la nación pasó a ser una estructura cada vez más compleja y unificadora de la vida de cada individuo,
más amplia que las esferas parciales de relaciones directas y primarias que contiene, y más fuerte y presente
que la “conciencia de especie” que liga a cada hombre con todos los demás. En este particular sentido, la
nación surgió en cierta fase de la historia de la asociación humana– fase relativamente reciente y que aún está
lejos de concluirse - como la esfera inmediata más importante entre el hombre y la humanidad. Y la trama de
intereses, valores, lealtades, expectativas y aspiraciones que tienen en común todos los individuos que
integran una misma sociedad nacional es, en el sentido más lato y profundo, lo que se llama nacionalismo,
expresión ideológica de la condición objetiva de poseer igual nacionalidad. El nacionalismo es por tanto la
ideología de la nación. COSTA Pinto, L.A. Nacionalismo y Militarismo, Siglo XXI Editores S.A., México, 1974.
23 GALLÓN, Gustavo, ob.cit., p.53.




                                                                                                            21
afirmaciones anteriores ilustran la forma cómo un uso particular de la geopolítica sustenta
la acción del Estado latinoamericano de seguridad nacional en el ámbito doméstico.


    Miremos ahora cómo la bipolaridad, ramificación de la geopolítica, respalda la idea de
la necesaria dependencia ideológica y política de los países periféricos respecto de los
Estados Unidos.


    Tomando lo anterior podríamos ampliar un poco el concepto de geopolítica anotando
que ésta es la ciencia sobre la cual un país edifica su proyecto nacional teniendo en cuenta
las ventajas explotadas o por explotar dentro de su misma jurisdicción, o en el espacio
territorial o espacial de otros países cuyo manejo estratégico redundaría en su beneficio.
Proyecto que puede desarrollarse en el arte de la guerra o bien en el de la diplomacia -o de
una combinación de ambas según el criterio y los intereses del poder político que le guíe-, y
supondrá -como condición fundamental-, cierto grado de autonomía política del país en
cuestión.


    Con base en esta idea el geógrafo inglés Sir Halford John Mackinder (1861-1947)
desarrolló la teoría bipolar de las relaciones interestatales, según la cual el mundo sería
objeto de disputa entre dos fortalezas contrarias (Alemania e Inglaterra). Cada una de ellas
se vería obligada a formar bloques de poder fundamentalmente militar y batirse en guerra
para conquistar el corazón continental (Eurasia), botín que le daría a la potencia vencedora
el dominio del mundo y el título de imperio.


    La bipolaridad así enunciada se aplicó, pues, con facilidad a las relaciones rivales entre
Estados Unidos y la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría, jugando también un
papel importante la teoría de la interdependencia y defensa hemisférica desarrollada por
Nicholas Spykman sobre la década del 40.


    Por ello, atendiendo a las condiciones de autonomía política sobre las que se
fundamenta un proyecto geopolítico y dada la división del mundo en dos bloques de poder
opuestos, se colige con facilidad, que el proyecto nacional puesto en marcha fue el
correspondiente a los intereses hegemónicos de Estados Unidos por la defensa de su
“espacio vital”. De éste forman parte los Estados latinoamericanos a los cuales les fue
otorgada una participación pasiva en tal empresa. No podía ser de otro modo.


                                                                                           22
Es pues, la concepción geopolítica del mundo y dentro de ella, la bipolaridad de las
relaciones y expresiones políticas lo que produjo que Latinoamérica se integrara en la lucha
mundial del lado de Estados Unidos, sin posibilidad de constituirse por decisión autónoma
en poder independiente y no alineado. Comblin explica dichas relaciones como sigue:


           La visión del mundo fundada en la geopolítica es la de rivalidad de naciones que son
     voluntades de potencia y de poder. Estas naciones están agrupadas en dos potencias opuestas.
     Una representa el bien y la otra el mal. Las naciones del mundo no tienen otra salvación sino en
     el alineamiento de una de las dos potencias mundiales. Es dentro de este alineamiento donde
     pueden realizar su proyecto fundamental. No hay otra salvación para ellas. En lo que concierne
     a América Latina forma parte de occidente. No puede vacilar: debe seguir a la gran potencia que
     dirige occidente en el anticomunismo, los Estados Unidos24.


        El sentido que adquiere la interdependencia y la integración desde este panorama es
bastante revelador de los límites a la integración regional, que en el sistema de organización
capitalista se acepta y promueve sólo militar o económicamente. No se trata pues de una
integración social y política entre los pueblos; y por encima de ello, las sociedades deben
pagar el costo de tal integración. En 1965 un ministro brasileño afirmaba: “Las fronteras
geográficas entre países americanos han sido superadas: el carácter crítico del momento
exige el sacrificio de una parte de nuestra soberanía nacional. La interdependencia debe
reemplazar la dependencia.”25 Quizá podría sostenerse, en contraste con lo anterior, que la
independencia pasa a ser suplantada por la interdependencia o dependencia pues las
aspiraciones nacionalistas de defensa del territorio, de intereses propios, de protección de
mercados internos, y de autodeterminación de los pueblos no son bien vistas por los
doctrinarios.


        Así se llega a la conclusión de que la geopolítica fue útil para fortalecer
conceptualmente la DSN (aunque tal elaboración adolezca de pobreza teórica), y legitimar
sus prácticas por medio de un discurso generalizado de corte anticomunista y sobre todo
anti-reivindicativo tanto en el campo interno: el de los países subordinados para dar
tratamiento delictivo al conflicto social (al cual sirven los conceptos de Estado, nación y
sociedad); así como en el campo de las relaciones internacionales mediadas por la fuerza y la
arbitraria separación ideológica mediante la cual se definieron los amigos y los enemigos de
“nuestra civilización”.


24   Ibíd. p.43.
25   MATTELART, Armand y Michèle, ob.cit., p. 214.


                                                                                                    23
En relación a la guerra como principio sobre el cual se levanta la Doctrina, diremos
que ésta empieza a constituirse en el eje de las relaciones sociales y de poder en el ámbito
inter e intra estatal. La guerra se torna una obligación para justificar los Estados de
Seguridad Nacional razón por la cual los doctrinarios insistirán en su permanencia o
latencia, siendo su propósito (el de la guerra) no ya la victoria sobre el enemigo tal como lo
enseña la teoría clausewitziana, sino su reproducción infinita para así mantener intacta la
estructura social.


        La guerra contrarrevolucionaria, centro de la DSN, fundamentó su acción en tres
principios, a saber: 1. la guerra revolucionaria contra la cual se lucha es la nueva estrategia
del comunismo internacional; 2. detrás de todo fenómeno revolucionario se encuentra el
comunismo; y 3. la guerra revolucionaria es una cuestión técnica.26 Este último principio es
el que más refleja la simplificación de los asuntos públicos anteriormente enunciada pues la
idea de lucha por un orden social distinto (causa de las intervenciones revolucionarias de
los 60), ya nos está hablando de una cuestión política y no militar.


        Para fundamentar dichos principios los doctrinarios buscaron legitimidad en teorías y
presupuestos que darían lugar a entender las guerras como totales y justas en razón de las
nuevas amenazas sociales. Así, de la teoría militar del general alemán Erich von Ludendorff
(vencido en la primera guerra mundial), se sustrajo la idea de guerra total destinada contra
un enemigo que es absoluto e irracional y la idea del pueblo como elemento estratégico
para lograr el parte de victoria. Se invirtió la clásica fórmula de Clausewitz (la guerra es la
continuación de la política por otros medios), y la política se convirtió en la sirvienta de la guerra;
en seguida la política se volvió estrategia.


        Mas la guerra es también total dada la naturaleza del enemigo, las tácticas utilizadas
por éste y los medios empleados para combatirlo. Es total porque:


          …borra la antigua distinción entre civil y militar: en el campo de batalla que se convierte la
     sociedad todo individuo se halla en uno de los dos bandos enfrentados. Es total porque los
     frentes de lucha y las armas utilizadas pertenecen a todos los niveles de la vida individual y
     colectiva, y porque llena todos los resquicios. Las armas son de todo tipo: políticas, económicas,
     psicosociales, militares. Esta guerra es total, porque desaparece la distinción entre tiempo de
     paz y tiempo de guerra y la guerra se vuelve permanente 27.

26   COMBLIN Joseph, ob.cit., p. 56.
27   MATTELART, Armand y Michèle, ob.cit., p. 212.


                                                                                                      24
A esta guerra total contra la subversión también se le atribuyó un imperativo moral
relacionando la amenaza con el sistema de valores de las sociedades occidentales. Ello dio
lugar a que se hablara de una guerra justa. El comunismo visto como fuerza omnipresente
con capacidad de poseer los cuerpos y los espíritus de los pobladores obligándolos a luchar
contra el propio establecimiento que los vio nacer, debía ser enfrentado mediante un
despliegue total de fuerzas dentro del marco de la guerra generalizada, total y justa. Por esta
razón “la nación en armas hace de la guerra un compromiso de todo un pueblo, pues se le
hace creer que lo que está en juego no son ciertos intereses materiales limitados, sino su
supervivencia28.”


        De lo anterior se puede colegir que la guerra justa y la guerra generalizada fueron
herramientas discursivas encaminadas a legitimar entre la opinión pública y entre los
gobiernos y Fuerzas Militares el Estado de Seguridad Nacional. ¿Pero legitimidad sobre
que? Sobre el nuevo dispositivo de guerra dirigido a desarrollar la lucha inevitable del
Estado contra la sociedad.




        1.2.2 De las unidades operativas que forman parte de la Doctrina


        La DSN, ha organizado la estrategia político-militar en cinco elementos que,
relacionados entre sí, se dirigen al cumplimiento de los propósitos de seguridad nacional
predefinidos por Estados Unidos en cada periodo de reacomodamiento del capital a nivel
internacional, y de aquellos definidos por cada Estado receptor en una coyuntura
especifica. Estos elementos son: 1. Objetivos nacionales; 2. Seguridad nacional; 3. Poder
nacional; 4. Estrategia nacional o total, y 5. Concepto estratégico nacional.


        La Doctrina de Seguridad Nacional parte del supuesto de que la sociedad (aquel
conjunto social sobre el cual se impone el modelo) confluye y encamina sus esfuerzos al
logro de unos objetivos nacionales. De ellos, los doctrinarios hacen una no muy clara
diferenciación entre objetivos permanentes y objetivos actuales. Los primeros son
enunciados generales sobre los valores defendidos por toda colectividad humana inscrita




28   COMBLIN Joseph, ob.cit., p.48.


                                                                                            25
dentro del pensamiento occidental. Nombramos como ejemplo la democracia, la paz
social, la justicia, la soberanía, la libertad, el bien común, entre otros.


     Los objetivos actuales, en cambio, se sustraen a ese plano de abstracción apareciendo
como los fines más bien temporales que determinan la seguridad nacional durante una
coyuntura. Es decir, los objetivos permanentes se van logrando a medida que se realicen los
objetivos actuales29 que son los propósitos concretos del Estado de seguridad implícitos en
su proyecto nacional, y deducidos de sus acciones. En la práctica, éstos objetivos conllevan
transformaciones económicas y adecuaciones del sistema social frente a las cuales la
población - y dentro de ella los grupos sociales organizados - no responden tan
positivamente como los doctrinarios desearían, generando choques y oposiciones al
proyecto.


     En correspondencia con lo anterior la seguridad nacional cumple una doble función,
pues, es fin del Estado, al tiempo que constituye una condición de cumplimiento de los
objetivos nacionales predefinidos por él. Amaral Gurgel, doctrinante y jefe del Estado
Mayor del Ejército brasileño contribuye a la comprensión del término con la siguiente
definición: “La seguridad nacional es la garantía dada por el Estado para la conquista o la
defensa de los objetivos nacionales a pesar de los antagonismos y las presiones” 30. Ella no
tiene en cuenta la moralidad o la justicia de los medios si estos han de llevar al logro de los
objetivos nacionales actuales. La seguridad nacional es pues el Estado actuante llevando a
cabo su proyecto político y neutralizando los obstáculos al mismo.


     He aquí otra de las características prominentes de la doctrina: sus medios no son
limitados por la política pues ellos dependen de la estrategia y de su eficacia para superar las
dificultades cualesquiera que sean. Confluyen y se trastocan de este modo medios violentos
y no violentos, represión y prevención, legitimidad e ilegitimidad, lo legal e ilegal, la guerra y
la paz.31 La seguridad nacional constituye, en definitiva, el fin del Estado en nombre del
cual se gobierna y se legisla; recapitula los objetivos nacionales32 y a ella se circunscribe la
estrategia y la política estatal.



29 GALLÓN, Gustavo, ob.cit., p.54.
30 COMBLIN Joseph, ob.cit., p. 67.
31 Ibíd., p.69.
32 Ibíd., p.67.




                                                                                               26
Por ello, puesto que “la seguridad es la fuerza del Estado aplicada a sus adversarios” 33,
se requerirá de la activación y aprovechamiento de un poder nacional. El poder nacional es
definido como el “conjunto de medios de acción del que puede disponer el Estado con
miras a imponer su voluntad (…) El poder es recursos naturales, trabajo, ciencia, técnica,
capital, Ejército, policía, represión, control, censura, ley, costumbre, autoridad, todo ello
yuxtapuesto para formar una sola capacidad de acción”34.


       La nación conformada por los recursos de todo orden, naturales, físicos y humanos, es
susceptible de ser movilizada por el Estado. Se vuelve entonces al fundamento de la guerra
total y el Estado dispone de todo lo que existe en la esfera de su jurisdicción mediante
requisiciones y mandatos pues el poder nacional exige de la sociedad además de sus
libertades, su trabajo, patrimonio y bienes, su fuerza y su espacio cuando el bien común,
definido por los gobernantes, así lo requiera: “El trabajador en su fábrica, el banquero en su
banco, el sabio en su laboratorio, el militar en su campo de maniobra, el profesor en su
escuela, el cura en su iglesia, todos son una parcela del poder del Estado, todos son
susceptibles de ser movilizados al interior del Poder Nacional”35.


       De esta manera, con el fin de hacer más efectiva la disposición del poder nacional los
doctrinantes le han clasificado en cuatro sub-poderes: un poder político, un poder
sicosocial, un poder económico y un poder militar. A cada uno corresponde una estrategia
que guía la acción, y dentro de ellos el poder militar es preponderante.


       El poder político estará integrado por las instituciones políticas y el derecho legítimo
de ejercer la autoridad sobre los gobernados; el poder económico comprenderá la
administración y utilización de los recursos físicos y naturales del país; mientras que el
poder sicosocial, más complejo que los anteriores, será el encargado de hacer que las
personas contribuyan a este tipo de seguridad ya sea de manera activa o pasiva, mediante el
conformismo, el apoliticismo, la atomización o el miedo admitiendo ser organizadas en los
lugares y condiciones determinadas por el Estado. Es en este lugar del poder en que se
desenvuelve el arma más eficaz de la Doctrina: la guerra sicológica. Esta se sirve del “poder de
la moral nacional, el poder de la comunicación social, el poder de la opinión pública, el


33 Ibíd., p.69.
34 Ibíd., p.72.
35 Ibíd., p.73.




                                                                                              27
poder sindical, el poder religioso, etc. Tiene sus factores que son: la educación, la
demografía, la salud, el trabajo y la previsión social, la ética, la religión, la ideología, la
habitación, la participación en la riqueza nacional, la comunicación social, el carácter
nacional, la politización, la organización y eficacia de las estructuras sociales y, en fin, la
polución y los problemas urbanos”36. Por su parte el poder militar monitorea y desarrolla
toda la estrategia de Estado mediante las condiciones que otorga la militarización.


        Todos los componentes del poder esbozados, se organizan para su mejor
administración, en una estrategia de carácter nacional, encargada de trazar las directrices
generales y de dirigir la acción. De modo que el Consejo de Seguridad Nacional en poder
de las Fuerzas Militares (o el organismo que haga sus veces) elabora una estrategia nacional
que integra ordenadamente el poder nacional para cumplir con los objetivos planteados por
la seguridad del país. Esta estrategia política nacional no sólo orientará la acción del Estado
bajo los rigores del tecnicismo, sino que además determinará el rumbo de los conflictos
sociales en su intento por imponer un tipo específico de sociedad regido por la
unanimidad.


        Por último, nos encontramos con el “concepto estratégico nacional” que fija la
estrategia en texto y generalmente es el que permite elaborar los análisis a este tipo de
sistemas: “Este es el instrumento operativo de la estrategia que define los objetivos
nacionales, señala las políticas para conseguirlos, analiza las hipótesis de guerra y las
principales áreas estratégicas, y fija las pautas fundamentales para la adopción de las
políticas gubernamentales destinadas a cada uno de los campos del poder nacional. El
concepto estratégico nacional resume, en términos castizos, el plan de desarrollo de la
política de seguridad nacional”37.


        Concluimos este aparte subrayando que si bien las raíces de la Doctrina de Seguridad
Nacional se encontraron en el ámbito internacional bipolar de la guerra fría, en la lucha
entre el Occidente y el comunismo por el control político-económico del mundo; un
cambio sutil o abrupto de estas condiciones no restó vigencia al modelo que permanece
pues “suponiendo que los jefes militares hayan cesado de creer en la amenaza comunista, la



36   Ibíd., p.75.
37   GALLÓN, Gustavo, ob.cit., p.57.


                                                                                            28
Doctrina de Seguridad Nacional puede proporcionales una base para mantener un Estado
fuerte, el orden social u otros fines políticos”38.


        Estos fines políticos (culturales y económicos), determinados desde fuera y ligados a
intereses de minorías nacionales, a menudo se traducen en la profundización de las
desigualdades sociales y un mayor resquebrajamiento de factores neurálgicos para la
sociedad como la educación, el campo de la producción, el sistema de salud, las
posibilidades de deliberación y participación política, entre otros, generando una serie de
conflictos y oposiciones. De ahí, la necesidad de aplicar un dispositivo efectivo para el
control y eliminación de estas contravenciones posibles o reales provenientes de la
sociedad, pues:


          Para la DSN la consecución de los objetivos nacionales no es algo que pueda lograrse
     mediante el pacífico desenvolvimiento de una competencia política jurídicamente reglamentada,
     sino a través de un enfrentamiento total y definitivo de la oposición política. Es una lucha en
     que no tiene cabida el compromiso ni la negociación, una lucha dirigida a la destrucción de las
     bases materiales y morales del poder adversario. En este sentido dicha guerra interna es una
     guerra total, y en medida importante, permanente, lo que asigna un papel también permanente
     dentro de la sociedad a los profesionales de la violencia, a sus tácticas bélicas, a sus modos
     autoritarios39.

        Este es, a la postre, el andamiaje en el cual se insertan las políticas de seguridad de los
gobiernos y el lugar donde pueden hallarse las respuestas a muchas interrogantes planteadas
sobre la situación social de miseria y violencia de nuestras sociedades.




   1.3  MECANISMOS DE DIFUSIÓN                                          DE      LA      DOCTRINA            Y
ELEMENTOS DE INTERVENCIÓN

        Desde el inicio de la segunda posguerra en 1945, Estados Unidos estuvo interesado en
consolidar un sistema interamericano de defensa contra la agresión extranjera y comunista
liderado por él, en el cual participarían los Ejércitos de todo el continente con
independencia de los gobiernos. Dicha aspiración no logró en ningún momento canalizar



38 COMBLIN Joseph, ob.cit., p.18. Nótese que la obra citada data del año 1978, época en la cual aún no había
visto su fin la disputa este-oeste, aunque sí se hablara ya de multi-polaridad y de la confrontación norte-sur.
39 TAPIA Valdés, Jorge, “La Doctrina de Seguridad Nacional y el rol político de las Fuerzas Armadas” en El

Estado periférico latinoamericano, RUBINSTEIN Juan Carlos, Compilador, Tercer Mundo Editores – Editorial
Universitaria Buenos Aires, 1989, Colombia, p. 245.


                                                                                                           29
debido a la indiscutida oposición de algunos países latinoamericanos –entre ellos Argentina
y México en 1948-, que vieron en ello una amenaza latente.


     Sin embargo sí se instituyeron organismos interamericanos por medio de los cuales
Estados Unidos logró transmitir sus orientaciones en materia política, militar y económica y
facilitar el flujo de información entre los países de esta parte del globo. Así, el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (1947), reglamentó las relaciones entre los
Ejércitos americanos; la Junta Interamericana de Defensa creada por la Unión
Panamericana definió y sugirió medidas de seguridad colectiva a los gobiernos; y el Colegio
Interamericano de Defensa creado en 1962, fue el responsable de la adecuación y estudio
de la Doctrina de Seguridad Nacional. En el campo político la Organización de Estados
Americanos (OEA) creada en Bogotá en 1948, constituyó un importante instrumento para
el control y mantenimiento de los sistemas políticos bajo los lineamientos de Washington.
Y en el ámbito económico se crearon organismos para asegurar el control y vigilancia de las
economías domésticas como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial
(BM), y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)40.


     En cuanto a la divulgación directa de la Doctrina de Seguridad Nacional, entre 1961 y
1962 se crearon o fortalecieron instituciones de transmisión ideológica para Latinoamérica.
Esta función político-militar se logró entonces por medio de tres mecanismos. 1. Los
programas de ayuda militar Military Aid Program (MAP) y de venta de armas que se habían
desarrollados especialmente entre 1952 y 1955, y que se fortificaban bajo los nuevos
parámetros; 2. Las conferencias panamericanas de los jefes de Estado Mayor de los
Ejércitos latinoamericanos celebradas anualmente a partir de 1960 que sirvieron como
espacio de intercambio de experiencias acerca de nuevos métodos y aplicación de la
Doctrina en los respectivos países; y 3. El entrenamiento en la Doctrina a oficiales y
suboficiales latinoamericanos en escuelas creadas para este fin ubicadas especialmente en la
zona del Canal de Panamá (la Escuela de las Américas-USARSA) y en Washington (el
National War College, el Industrial College of the Armed Forces, La Escuela John F. Kennedy de
Asistencia Militar y el Colegio Interamericano de Defensa, entre otros)41. La figura de estos
institutos estadounidenses fue útil a la creación de las escuelas latinoamericanas creadas o

40 MAIRA, Luís, “Intereses político-estratégicos de Estados Unidos en América del Sur” en SOMAVÍA, Juan;
INSULZA, José Miguel (compiladores) Seguridad Democrática Regional: Una concepción Alternativa, Comisión
Sudamericana de Paz, Editorial Nueva Sociedad, Santiago de Chile, primera ed. 1990.
41 COMBLIN Joseph, ob.cit., p.160.




                                                                                                    30
reorientadas bajo la Doctrina en las cuales se realizó el trabajo de apropiación de los
esquemas, conceptos y tácticas que fueron después transmitidos tanto a militares como a
personalidades de la vida pública y económica de estos países.


       Tocado este aspecto es necesario anotar que, debido a que la Doctrina es un modelo
con una concepción particular de ser humano, mundo, relaciones sociales, política y
progreso; todo ello implicó no sólo el traspaso de una metodología de la guerra sino una
intervención decidida en la vida política de los países receptores. De modo que programas
como los de ayuda militar y de venta de armas estuvieron orientados a crear condiciones de
dependencia no sólo militar sino política de Latinoamérica con respecto a los Estados
Unidos:


        Cada entrega de equipo supone el envío de una misión militar, un grupo de Consejeros de
  Asistencia Militar (Military Assistence Advisory Group, MAAG) –que- adquiere rápidamente una
  gran influencia. Se introduce en el ministerio de guerra o bien en el Estado Mayor del Ejército
  que lo recibe y desde ahí dirige las operaciones (…) La importancia de los consejeros militares
  americanos llegó a ser decisiva sobre todo después de 1961 cuando fue adaptada para América
  Latina la estrategia de la guerra revolucionaria y de la acción cívica. Tal guerra era
  eminentemente política y conducía a los militares latinoamericanos a interesarse en la política
  interior de sus países. Lo hicieron bajo la dirección de sus instructores americanos42.


       Se asistía pues a un nuevo tipo de intervención “indirecta” por parte de Estados
Unidos en los asuntos políticos, económicos (con indiscutibles repercusiones sociales) bajo
el código de asesoramiento, acompañamiento o ayuda financiera. Este elemento
acompañará necesariamente todo el curso de las políticas de seguridad nacional de los
países del continente hasta nuestros días, dando el hecho una clara idea sobre qué aspectos
debe ir encaminada una política de Estado fundada en la autonomía política.




42Ibíd.,   p. 164.


                                                                                                31
Capítulo 2


                Inserción de la Doctrina de Seguridad Nacional en
                          Latinoamérica y Colombia


                                              “...A menudo se han causado mayores males imponiendo la paz”
                                                                                           Piotr Kropotkin



             as concepciones sobre la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN) se
       integraron formalmente a la política latinoamericana mediante el golpe de Estado de
1964 en Brasil, por medio del cual se destituyó de la presidencia a Joao Goulart, y se dio
término a un proceso político signado de reformas económicas, políticas y sociales de tinte
nacionalista iniciadas por el anterior presidente Janio Quadros en 1961.


     En el golpe, Estados Unidos43 participó de manera activa a través de apoyo logístico y
financiero a la insurgencia militar, y la promoción de “escuadrones de la muerte” integrados
por policías y militares, cuya función era la de prevenir y reprimir cualquier brote de
inconformismo u oposición cuando la dictadura militar, en cabeza del mariscal Castelo
Branco, se hubo establecido.


     Durante los 20 años que duró formalmente la dictadura (1964-1984), capitaneada por
militares de la “línea dura” brasilera, se hizo política de Estado la represión, la persecución,
el asesinato, la tortura, la censura, el exilio y limitaciones de todo tipo de derechos
ciudadanos en el marco de una “Rehabilitación Moral de Brasil”; mientras por otro lado, se
generaba un clima propicio para la inversión de capital extranjero y la ejecución de
importantes proyectos económicos. Se reformaron las bases del ordenamiento social
existente con el reemplazo parcial de la Constitución Nacional por Actas Institucionales, la
supresión de los partidos y la creación de otros dos tolerables al poder, el fortalecimiento
del Ejecutivo y la instauración de un verdadero Estado de guerra permanente, que se

43Estados Unidos interviene en favor del golpe, a través del entonces embajador de Estados Unidos en
Brasil, el agregado militar, la Oficina Pública de Seguridad, el presidente Lyndon Johnson, la Central de
Inteligencia (CIA) y la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID).


                                                                                                      32
configuró con base en la nueva carta política de 1967 fundada por la presidencia y los
servicios de inteligencia del Estado.


     El país fue militarizado de pies a cabeza en nombre de la soberanía y la seguridad de la
nación amenazadas por el comunismo, haciendo objetivo militar                        a las clases menos
favorecidas como los campesinos, muchos de los cuales fueron torturados y desaparecidos
durante la ofensiva militar contra la guerrilla del Partido Comunista de Brasil. En las
ciudades obreros, políticos, estudiantes, médicos, profesores, intelectuales, artistas y
representantes de la iglesia católica sufrieron también los rigores de esos años lúgubres que
hoy han quedado sepultados por un pacto cívico-militar de olvido colectivo.


     La Escuela Superior de Guerra del Brasil conocida también como la “Sorbona brasileña”
y creada en 1949 a imagen del Colegio Nacional de Guerra de Estados Unidos, fue el
centro de acopio, adecuación y divulgación de la DSN que pronto se difundió a lo largo y
ancho de Suramérica haciendo aparecer Estados de Seguridad Nacional sobre la década del
60 y consolidando el modelo para la segunda mitad de los años 7044. Estados Unidos había
otorgado, así, el sistema ideológico y los elementos técnicos y financieros de la nueva
doctrina de guerra, en tanto que Brasil se había encargado de su sistematización conceptual,
apropiación, ensayo e introducción en América Latina.




   2.1 DE LA GUERRA Y LA PAZ EN TIEMPOS DE “LA VIOLENCIA”:
ALGUNOS ANTECEDENTES

     La DSN encarna un sistema integrado de dependencia45, que organizado y promovido por
Estados Unidos requiere de una clase dominante nacional a fin de garantizar el
mantenimiento del statu quo y la ejecución de tal esquema al interior de cada país. Por esta
razón, la dependencia procede en dos formas complementarias e indisolubles: una
dependencia externa -respecto de los intereses de seguridad de Estados Unidos-, y una


44 La Doctrina se explayó en el siguiente orden: Brasil en 1964 bajo la dirección del mariscal Castelo Branco;
Uruguay en 1971 bajo Jorge Pacheco Areco y José María Bordaberry; Bolivia en 1971 con el general Hugo
Banzer; Chile en 1973 con el general Pinochet; Argentina en 1976 con el general Videla; Ecuador en 1976
bajo la Junta Militar y Colombia en 1978 con Julio César Turbay Ayala y el Estatuto de Seguridad. Para una
descripción detallada de cada uno de estos países hasta 1978 –a excepción de Colombia-, ver COMBLIN
Joseph, ob.cit.
45 Ver la caracterización de la “democracia tradicional” y el sistema integrado de dependencia en GARCÍA,

Antonio, ob.cit., p. 40.


                                                                                                          33
dominación interna -ejercida por la élite “política”, económica y militar, que se articula en
función de los intereses del capital-.


     Para hacer posible el cuadro de la subordinación en estos espacios, el sistema político
se ha hecho a dos reglas: 1. la norma de riesgo marginal en donde las elites políticas amplían el
circuito electoral y de representación a un límite que no comprometa las estructuras de la
sociedad –se trata de relegitimar el régimen político sin producir una efectiva apertura
democrática-; y 2. la sustitución de la acción política por la acción armada a condición de que la
primera estrategia se desborde creando las posibilidades para el avance de un proceso
revolucionario.


     En Colombia el logro de estos propósitos de conservación no dió lugar a la
constitución de un Estado asistencialista que atenuara las luchas sociales, o al aumento del
margen de representatividad en el escenario político46; sin embargo los indultos, amnistías y
procesos de paz adelantados con la insurgencia han sido expresiones de la “norma del
riesgo marginal” que no admiten las transformaciones necesarias en el orden social, lo cual
parece explicar parte de su fracaso47.


     De otro lado, desde la creación de la República en el siglo XIX, la clase dirigente del
país hizo de la sustitución de la acción política por la acción armada una política de Estado,
hallando en ella el mejor mecanismo para mantener sus privilegios y hegemonía en
detrimento del desarrollo jurídico e institucional del Estado. De modo que cuando la
Doctrina de la Seguridad Nacional llegó a las instituciones colombianas, en el país ya se
usaban prácticas políticas violentas coherentes con aquella, de las cuales la más destacada
fue la violación de los derechos humanos de las gentes (el derecho a la vida, al trabajo, a la
dignidad, a la propiedad, el derecho de expresión, oposición y organización, entre otros).


     Comencemos entonces por subrayar la debilidad histórica del Estado colombiano -
regla común a los países dependientes del continente-, haciendo énfasis en el carácter
bipartidista de la dominación política que es ejercida por liberales y conservadores. Estas


46 Con algunas excepciones como la ampliación del derecho del voto a las mujeres en la administración del
general Rojas Pinilla, y la participación de minorías étnicas y grupos insurgentes desmovilizados en la
Asamblea Nacional Constituyente de 1991.
47 A diferencia de Argentina que si forjó un estado asistencialista, y las otras variantes de populismo que

recorrieron la América Latina.


                                                                                                       34
dos asociaciones han ido construyendo el andamiaje estatal bajo una trama de violencia
encarnizada que se complementa con la constitución de “frentes nacionales” 48 cuando esa
misma violencia, extendida sobre el pueblo amenaza la estabilidad de su poder.


     La República se erigió sobre los postulados progresistas de la revolución francesa
(libertad, igualdad, fraternidad), no obstante conservando las estructuras políticas y
económicas heredadas de la colonia y livianamente transfiguradas con el paso del tiempo
como resultado de las luchas políticas49. De ahí que, desde sus inicios, el Estado no haya
logrado en ningún tiempo encarnar el rol de garante de seguridad y bienestar general, de
regulador de conflictos y protector de derechos fundamentales asignado por la democracia
liberal, sino que por el contrario se haya instituido en fuente primaria de inseguridades y
trasgresor permanente de esos derechos, produciendo lo que García llama una
“superposición de planos ideológicos”, en donde las clases dominantes gobiernan
proclamando el discurso liberal de los Estados modernos al tiempo que dan a la
administración y a los conflictos un manejo clientelista, autoritario y violento.


     Este tipo de construcción ha sido posible gracias a un complejo proyecto político, que
con base en un sistema de valores e instituciones jurídicas y materiales garantizan la
dominación política, dentro del cual a la sociedad se le ha asignado un rol pasivo como
“consumidora de gobierno”. De tal suerte que el pueblo no tiene más participación que la
que le organiza la élite en el poder, bien, siendo movilizado como fuerza en periodos
electorales por impulsión del clientelismo o la coacción; como soldado en las guerras civiles
gestadas desde la clase política; o como figura reivindicativa a explotar para derrocar un
gobierno y entronizar otro, tal como lo demostraron las jornadas de mayo de 1957 que
concluyeron con la salida del general Rojas Pinilla y la posterior instauración del Frente
Nacional.


     Todo este régimen precario, injusto, violento, excluyente, clientelista y corrupto ha
ocasionado en la historia del país un sinnúmero de conflictos a los cuales se ha dado curso

48Coalición entre el partido liberal y conservador practicada con intermitencias desde 1854.
49A este respecto consideremos que los Estados nacionales en Latinoamérica no han sido el producto de
guerras de liberación nacional que hayan abocado en la construcción colectiva de una organización política
desde las condiciones materiales y subjetivas de nuestros pueblos, y ése va a ser quizá el factor más
importante que de cuenta de las históricas crisis políticas, económicas y sociales que los afectan. Lo anterior
hace que las sociedades latinoamericanas encaren el problema de un Estado injusto, levantado sobre
cimientos débiles e instituciones precarias que se auto legitima mediante dispositivos ideológico-coactivos
generalizados, pilares de la dominación que caracterizan nuestra cultura política.


                                                                                                           35
mediante la institucionalización de la violencia y la militarización de la política, que
constituyen los componentes gruesos de la Doctrina de Seguridad Nacional.


     La violencia se ha generado desde que empieza a construirse el Estado bajo la forma
de guerras civiles entre federalistas y centralistas, liberales y conservadores, continuando en
las primeras décadas del siglo XX, pues es sobre ella que logra mantenerse y arraigarse la
República Conservadora sustentada en la hacienda, la explotación campesina, el poder
eclesiástico y estatal50. No obstante, la violencia estrictamente oficial -o desde el Estado-
empezó a contarse con la finalización de la progresista República liberal en 1946 y la llegada
del conservador Mariano Ospina Pérez al poder.


     Su gobierno de Unión Nacional y convivencia entre los partidos liberal y conservador
encontró grandes dificultades de orden político y social. En primer lugar Ospina hubo de
gobernar con un parlamento determinado por mayorías liberales y un partido conservador
poco cohesionado en donde anidaron radicales oposiciones al proyecto bipartidista de
gobierno. Por otra parte se vivía una fuerte crisis económica y política como consecuencia
de la Segunda Guerra Mundial y la insatisfacción general de las gentes por la frustrante
segunda administración de López Pumarejo. Sumado a ello, se encontraba la crisis
endémica de los partidos políticos –que salvo momentos específicos no han sido órganos
de canalización de las demandas sociales, ni conductos de comunicación entre sociedad y
Estado-; y el carácter cerrado del sistema bipartidista del cual se excluyeron terceras
apuestas sociales, tal como ocurriría a partir de 1957. Como resultado de estos factores se
gestó un difícil clima social signado por la protesta y el inconformismo de vastos sectores
sociales que fue recogido en las proclamas incendiarias del caudillo popular Jorge Eliécer
Gaitán contra las oligarquías. Se creó, a la sazón, todo un movimiento en torno a esta figura
del liberalismo que fue cobrando fuerza en las plazas y en las calles.


     Ante la inminente alteración del “orden público” y la cada vez mayor cooptación de
las “masas” hacia un discurso reivindicativo frente al poder, la fracción reaccionaria del
conservatismo respondió con la organización de una policía política “chulavita”, llamada a
devolver la tranquilidad a las clases dominantes. Este nuevo agente llevó la violencia estatal


50 Ver ARRUBLA Yepes, Mario, “Síntesis de Historia política contemporánea” en MELO, José Orlando
(compilador), Colombia hoy: Perspectivas hacia el siglo XXI, 1ª ed., 1978, Tercer Mundo S.A., Santafé de Bogotá,
15ª ed., 1995.


                                                                                                            36
a expresiones insospechadas sobre el campo colombiano particularmente en las regiones de
los Llanos Orientales, Santanderes, Tolima, Valle, Quindío y Caldas iniciando lo que se
conoce como el sombrío periodo de “La Violencia”. A lo que se tiene que sumar la acción
de los “pájaros”.


        El conservatismo había perdido toda pretensión de legitimidad, lo cual se vio reflejado
en las elecciones a corporaciones públicas celebradas en 1947 en donde los liberales
obtuvieron un innegable triunfo político sobre sus opositores. Este hecho constituyó un
factor más de violencia política pues el Gobierno y específicamente el partido conservador
en cabeza de su jefe, Laureano Gómez, buscaron y aplicaron mecanismos “alternos” de
terror y amedrentamiento contra los liberales a fin de evitar su avance en la conquista del
poder político. Quedaría en evidencia la formalidad democrática del régimen pues la
voluntad de poder, la legislación o la obligatoriedad del consenso para resolver las
diferencias políticas no significaron una limitante. Al respecto Eduardo Pizarro señala y
concluye:


           La táctica del terror intentó ser contenida mediante múltiples mecanismos de resistencia
     civil, tales como las manifestaciones públicas, los debates parlamentarios, las denuncias
     internacionales y los enjuiciamientos de la prensa al gobierno conservador. El fracaso de esta
     modalidad de resistencia pacífica abrirá el terreno para el desarrollo de la oposición armada; y
     con ello la generalización de la guerra51.


        Nos encontramos entonces frente a un antecedente explícito de la Doctrina de
Seguridad Nacional: la guerra sicológica, mecanismo que se aplicó con ímpetu sobre las
oposiciones al dominio conservador catalogadas como claras manifestaciones comunistas.
Los fines del gobierno constituyen los fines del Estado y los medios de lucha para lograrlos
desbordaron la legalidad y la racionalidad democrática.


        El 9 de abril de 1948 sería asesinado Jorge Eliécer Gaitán en una calle bogotana
causando el desbordamiento del orden social quebrantado con anterioridad. Las gentes del
común promovieron el caos, se amotinaron, protestaron, saquearon, ardieron frente a al
poder opresor de la estatalidad. Entonces, las Fuerzas Militares inauguraron -bajo tutoría
civil- la escena de la guerra interna logrando el control de la insurrección en las principales
ciudades. Liberales y conservadores volvieron a coaligarse reestableciendo su hegemonía y


51   PIZARRO Leongómez, Eduardo, “La profesionalización militar en Colombia (II)..., p. 13


                                                                                                    37
Ospina Pérez aplicó una novedosa fórmula de perdón y olvido entregando a la impunidad los
crímenes cometidos durante este periodo. No obstante, el partido de gobierno continúo
aplicando prácticas delictivas a propósito de las elecciones de 1949 entre las que se destacan
la expedición de cédulas falsas, intimidación a los votantes y anulación de cédulas del
liberalismo, pese a lo cual éste último sostuvo las mayorías en el Congreso.


        Laureano Gómez –conocido como “El Monstruo”-, atribuyó este fracaso electoral a la
falsificación y uso de 1´800.000 cédulas por parte de los liberales después de lo cual
extendió las prácticas violentas sobre esa colectividad creyendo necesaria su anulación del
escenario político, máxime cuando el 9 de abril tuvo lugar un hecho insólito e intolerable:
¡una facción de la policía había participado de la insurrección! ¿Tal vez le habría parecido a
Gómez que estos hechos tenían semejanza con la revolución bolchevique de 1917? En
todo caso el conflicto interno y la adversidad política fueron percibidos como el indicio de
una invasión ideológica desconociendo la naturaleza de la práctica política. Y así se fue
configurando uno de los presupuestos sobre los que se iría fundando el Estado de
Seguridad Nacional en Colombia.


        Para entonces la Unidad Nacional estaba rota, los liberales habían renunciado al
gabinete ministerial y fueron sustituidos por tres militares y tres conservadores. El
Gobierno optaba por la cooptación de las Fuerzas Militares como una de sus tácticas de
guerra en el mantenimiento del poder.


        Con la renuncia del liberal Darío Echandía a la candidatura presidencial (1950-1954),
Laureano Gómez quedó como único postulante en un ambiente enrarecido por la
violencia, situación que fue atendida por el Congreso con la creación de una comisión para
investigar la conducta del presidente Ospina y la propuesta de reformar la Constitución:


          Se aprueba en la comisión primera del Senado el proyecto de acto Legislativo reformatorio
     de la Constitución presentado por el senador Carlos Lleras Restrepo, mediante el cual se
     posponen las elecciones presidenciales próximas y en su defecto se crea una junta de gobierno
     bipartidista para el período 1950-1954, prolongándose igualmente el período de los miembros
     del Congreso, de las asambleas departamentales y de los concejos municipales por los mismos
     cuatro años52.




52   PIZARRO Leongómez, Eduardo, “La profesionalización militar en Colombia (II)..., p. 23.


                                                                                                  38
La respuesta del Gobierno fue inmediata e incisiva. En noviembre de 1949 se clausuró
el Congreso, se decretó el estado de sitio en todo el territorio nacional, se cerraron las
asambleas departamentales y los concejos municipales y se expidieron decretos
complementarios que limitaron derechos civiles y políticos. Asimismo se modificó el
funcionamiento de la Corte Suprema de Justicia en cuanto a las declaratorias de
inconstitucionalidad sobre decretos expedidos por el Ejecutivo.


     En último lugar, se consumó el teatro del pueblo votante y en 1950 arribó al poder el
conservador Laureano Gómez quien se aprestó a modificar la estructura institucional del
Estado considerando que “los lineamientos de la república democrática debían ser por
completo abandonados, ya que este régimen fundado en los perniciosos conceptos de la
soberanía popular y la mitad más uno de las voluntades consagraba el poder del oscuro e
inepto vulgo53.”


     En sus tres años de gobierno (1950-1953) se sistematizaron las prácticas de un
terrorismo generalizado: el ostracismo, la censura, el incendio, la tortura, los asesinatos
selectivos, se extendieron indiscriminadamente sobre la geografía del país, pudiendo
afirmar -junto con Luís Carlos Galán- que “en ese momento la violencia llegó a su máximo
grado y se causaron daños irreparables no sólo desde el punto de vista del número de
muertos y damnificados, sino por el impacto que la barbarie causó en los valores de una
generación entera54.” Entretanto y a la zaga de la violencia oficial, se fueron organizando y
consolidando las guerrillas liberales con apoyo inicial del partido. Las más significativas
fueron la de Norte de Santander con el Mocho Ropero a la cabeza, la de Santander
comandada por Rafael Rangel, las del Llano comandadas por Eduardo Franco Isaza, los
hermanos Bautista, Guadalupe Salcedo, Fonseca, Eliseo Velásquez, Tulio Bayer y otros, de
tipo estacionario; y las del Tolima dirigidas, una, por el viejo Gerardo Loaiza, y la otra por
Juan de la Cruz Varela.


     No obstante el carácter bipartidista de la violencia en este periodo, subyacían a ella
fuertes razones de orden económico, de suerte que al lado del conflicto sectario entre
liberales y conservadores, entre autoridades conservadoras contra el pueblo liberal, entre

53ARRUBLA Yepes, Mario, ob.cit., p. 185.
54 En crónica de Luís Carlos Galán Sarmiento, ALAPE, Arturo, La Paz, la Violencia: Testigos de excepción,
Planeta Colombiana Editorial S.A., Bogotá, 1985, p. 30. Se estima que fueron asesinadas alrededor de 200.000
personas durante el periodo de La Violencia (1948-1965) y 2 millones más fueron desplazadas.


                                                                                                        39
veredas conservadoras contra veredas liberales y viceversa, se tejió un proyecto capitalista
cuyas ambiciones en el transcurso de aquellos años 50 se afincaban sobre el desarrollo
tecnológico de las exportaciones: la mecanización del campo para iniciar la expansión de
los cultivos comerciales (caña de azúcar, arroz, algodón, sorgo). Al respecto, Darío Fajardo
afirma -y con razón-, que la violencia no estancó el desarrollo del capitalismo pues fue a
partir de ella que éste se afianzó en la agricultura 55.


         2.1.1.    La otra cara de la violencia y la resistencia popular campesina en los
         años 50

        Al iniciar la segunda mitad del siglo XX, el movimiento campesino del sur del Tolima
tenía una amplia trayectoria organizativa. Se había conformado en Ligas para vencer
primero los desmanes de hacendados en la compra de la recogida del café hacia los años
30, y al calor de la ley 200 de 1936, cientos de campesinos colonizaron la tierra ociosa de
los latifundios, demostrando una gran creatividad y capacidad de unión alrededor del
tumbe de montaña. En el plano ideológico el proceso de la lucha campesina recibió las
influencias del movimiento indígena de Quintín Lame y el Socialismo Revolucionario. Pero
sobre la década del 50 los latifundistas se sintieron protegidos por el gobierno conservador
y dictatorial de Gómez para iniciar la arremetida contra estos campesinos sembrando el
terror en las regiones y estimulando el fenómeno del desplazamiento56.


          Enfrentamientos entre veredas y pueblos como los ocurridos en las vertientes de la
     cordillera central, ya hacia el Tolima, ya hacia el Valle, en particular en zonas de organización
     campesina, simplemente sirvieron para “limpiar” las áreas de colonos, dando cabida luego a la
     formación de haciendas57.


        El general José Joaquín Matallana, encargado de la pacificación del Llano en 1950 y de
llevar a feliz término para las autoridades el Plan Laso en 1965, explica mediante la
siguiente afirmación el origen de la violencia a cargo de la policía conservadora:


          Los oficiales tuvieron represalias contra gentes por el sólo hecho de ser liberales y muchos
     ganaderos importantes fueron desterrados dejando todo abandonado. Los finqueros
     conservadores cayeron sobre esas propiedades y a precios irrisorios las adquirieron. Hubo
     torturas, desapariciones, asesinatos y gente arrojada al río a medianoche58.

55 ALAPE, Arturo, ob.cit., p. 56.
56 Ibíd., p. 170.
57 Ibíd., p. 64.
58 Crónica de José Joaquín Matallana, general del Ejército de Colombia durante los años 50, en BEHAR, Las

Guerras de la paz, Planeta Colombiana Editorial, 6ª edición, p. 27.


                                                                                                     40
Seguridad Democrática: Continuidades y discontinuidades de la Doctrina de Seguridad Nacional en la Colombia del siglo XXI
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Seguridad Democrática: Continuidades y discontinuidades de la Doctrina de Seguridad Nacional en la Colombia del siglo XXI

  • 1. SEGURIDAD DEMOCRÁTICA: Continuidades y discontinuidades de la Doctrina de Seguridad Nacional en la Colombia del siglo XXI VIVIAN IVETH VIVAS ALBAN UNIVERSIDAD DEL CAUCA FACULTAD DE DERECHO, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES PROGRAMA DE CIENCIA POLÍTICA POPAYÁN 2006 1
  • 2. SEGURIDAD DEMOCRÁTICA: Continuidades y discontinuidades de la Doctrina de Seguridad Nacional en la Colombia del siglo XXI VIVIAN IVETH VIVAS ALBAN UNIVERSIDAD DEL CAUCA FACULTAD DE DERECHO, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES PROGRAMA DE CIENCIA POLÍTICA POPAYÁN 2006 2
  • 3. SEGURIDAD DEMOCRÁTICA: Continuidades y discontinuidades de la Doctrina de Seguridad Nacional en la Colombia del siglo XXI VIVIAN IVETH VIVAS ALBAN Monografía para optar el título de Politóloga Director GILDARDO VANEGAS UNIVERSIDAD DEL CAUCA FACULTAD DE DERECHO, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES PROGRAMA DE CIENCIA POLÍTICA POPAYÁN 2006 3
  • 4. Resumen La Doctrina de la Seguridad Nacional es un modelo político y militar, fruto de la guerra fría, diseñado por Estados Unidos para ser aplicado sobre América Latina con el fin de detener la consolidación del comunismo en esta parte del globo después del triunfo de la Revolución Cubana hacia los años 60. Empero pese a la caída del muro de Berlín tal modelo ha sobrevivido en el sistema político colombiano a lo largo de su historia; cobrando especial vigencia bajo el signo de la Seguridad Democrática. De esta manera el trabajo busca redimensionar las prácticas de violencia actuales en un marco histórico para lo cual es menester resaltar el origen, la lógica y las características esenciales de la Doctrina de la Seguridad Nacional. la DSN fue no sólo el resultado de una imposición interna, sino de un consenso entre las élites del poder estadounidenses y las clases dominantes de los países de América Latina que por su falta de proyección política entregaron a los militares la conducción de los asuntos del estado y/o el manejo del orden público, entendido como el conjunto de condiciones económicas, ambientales y sociales que debe garantizar el Estado para que la sociedad pueda vivir pacíficamente, gozando de sus derechos y libertades. Esta doctrina que significó la intervención política y militar de Estados Unidos en los asuntos domésticos de nuestras sociedades se fundó sobre tres principios: la bipolaridad, la geopolítica y la guerra generalizada, total y justa. Particularmente la guerra se tornó una obligación para justificar los Estados de Seguridad Nacional, cuya funcionalidad no radicó, a la sazón, en obtener la victoria sobre el enemigo, tal como lo enseña la teoría clausewitziana, sino en su reproducción infinita para así mantener intacta la estructura social. De modo que el objetivo principal de la DSN, que se funda en la guerra contra el enemigo interno, es mantener el statu quo, lo que significa la profundización de las desigualdades sociales, el resquebrajamiento de los sectores neurálgicos de la sociedad como la vivienda, la salud, la educación, los espacios de deliberación política, la producción y el consumo. En cuanto a su estructura, la DSN, ha organizado la estrategia nacional en cinco elementos que, relacionados entre sí, se dirigen al cumplimiento de los propósitos de seguridad nacional predefinidos por Estados Unidos en cada periodo de reacomodamiento del capital a nivel internacional, y de aquellos definidos por cada Estado receptor en una coyuntura especifica. Estos elementos son los objetivos nacionales; la Seguridad nacional; el Poder nacional; la Estrategia nacional o total, y el concepto estratégico nacional. En América Latina la Doctrina se introdujo con La Alianza Para el Progreso, un programa que pretendió mitigar algunos de los problemas sociales del pueblo latinoamericano en lo concerniente a vivienda, salubridad e infraestructura para evitar el florecimiento de un proceso revolucionario. Particularmente en Colombia las dos caras, militar y social de la DSN, tomaron cuerpo en el Plan Laso (1962-1965) diseñado por Estados Unidos y dirigido por el general Alberto Ruiz Novoa quien introdujo la ideología anticomunista en las fuerzas armadas, creó una tendencia conocida como desarrollismo y desplegó la acción cívico-militar. Así que este esquema de guerra ha advertido en el país cuatro momentos de redefiniciones tácticas según las presiones de la historia y la acción de 4
  • 5. las fuerzas sociales, siendo el momento actual, iniciado por el presidente Pastrana y continuado con ahínco por Álvaro Uribe Vélez, quizá el último, dada la fase en que se encuentra el proceso histórico determinada por la revolución tecnológica -producto del capitalismo pero que favorece grandemente los nuevos procesos revolucionarios especialmente en el campo de la comunicación-, el intento de concreción del neoliberalismo (que hace despertar la conciencia de vastos sectores de población de los cinco continentes) y la paulatina extinción del Estado-Nación. En esta fase se da paso abiertamente, a los objetivos económicos del gran capital. Entonces Colombia, inserta en esta dinámica, no puede menos que modificar una vez más sus esquemas, desechar la conformidad con el enemigo interno encarnado en la subversión, para, ahora sí exterminarlo, de un golpe si es necesario. El mercado no dará espera y la crisis del capital comandado por Estados Unidos tampoco. 5
  • 6. Introducción La Doctrina de la Seguridad Nacional, que emergió en los álgidos tiempos de la guerra entre el capitalismo y el comunismo internacional allende en los años 60; y que como modelo contrainsurgente diseñado por Estados Unidos para contener los procesos revolucionarios, sirvió de soporte a las dictaduras militares del Cono Sur; ha sobrevivido en el sistema político colombiano a lo largo de su historia; cobrando especial vigencia bajo el signo de la Seguridad Democrática. Descubrir la lógica de la Doctrina, sus continuidades y discontinuidades desde su introducción al país hasta nuestros días, constituye el propósito de este estudio. Podremos entonces identificar, en un primer momento, el contexto político en que empieza a cocinarse la Doctrina de la Seguridad Nacional, sus presupuestos ideológicos, su estructura y la forma de organización social que lleva implícita; para luego seguir su recorrido por Colombia donde habremos de advertir antecedentes importantes de violencia y conflictividad social en el marco de un sistema integrado de dependencia desde la fundación de la República y especialmente en la turbia década del 50. La Doctrina de Seguridad Nacional en Colombia ha experimentado a la actualidad, cuatro momentos de redefiniciones epidérmicas: el primero de 1960-1980, está signado por la reestructuración del Estado y las Fuerzas armadas bajo los parámetros de la nueva guerra irregular asistida por Estados Unidos y la introducción ideológica de la Doctrina. El segundo, de 1981-1989 en el cual la Doctrina redefine sus tácticas contra el enemigo interno bajo el nombre de Conflicto de Baja Intensidad (CBI), dado el contexto de redemocratización que se inicia en aquella época. El tercer momento de 1989/90-1998, en el cual Estados Unidos promueve una guerra mundial contra el narcotráfico y con base en ella continúa interviniendo en la política doméstica cuando ha terminado la guerra fría. Y una última fase que inicia en 1998 hasta nuestros días, donde reviven con fuerza todas las prácticas doctrinarias de épocas anteriores y aumenta la dependencia política y militar respecto de Estados Unidos bajo el Plan Colombia y la política de Seguridad Democrática. En este momento de la Doctrina se busca reestructurar el Estado -volviéndole funcional al mercado-, y la sociedad imponiendo un modelo de autorregulación por introyección del 6
  • 7. poder y la institucionalización del estado de sitio para neutralizar presentes y futuros impedimentos a los intereses actuales del capital internacional fincados en la realización de megaproyectos, y la eliminación de las barreras jurídicas, sociales y arancelarias para la expansión de los poderes trasnacionales en un contexto de globalización integral. Conocer la lógica con que opera la Doctrina e intentar descubrir los intereses reales que subyacen a las prácticas de violencia que ésta consolida, contribuye a preparar la resistencia frente a tal modelo social y político. Modelo que afecta gravemente los intereses sociales de grandes grupos, si consideramos que las concepciones y estructuras doctrinarias de la seguridad no son propias de Colombia o América Latina, sino que se reproducen en gran parte de los sistemas políticos del mundo occidental pues se encuentran ligadas a los proceso de expansión del capital en el contexto internacional de la globalización y la neoliberalización de las sociedades. Este trabajo se presenta entonces como una imputación frente a la continuidad y fortalecimiento de un esquema de guerra que privilegia el interés mercantil sobre la destrucción sistemática de la dignidad social, y también como una contribución política y académica al debate sobre el conflicto, la seguridad del país, y las posibilidades de construcción democrática de una sociedad efectivamente justa. 7
  • 8. El Gobernador: -Vuestro gobernador os saluda y se alegra de veros reunidos como de costumbre en estos lugares, en medio de las ocupaciones que constituyen la riqueza y la paz de Cádiz. No, decididamente nada ha cambiado, y eso es bueno. Los cambios me irritan, me gustan mis costumbres- Un hombre del pueblo: -No, gobernador, nada ha cambiado en verdad, y nosotros los pobres podemos asegurártelo. Los fines de mes son bien apretados. Nos alimentamos de cebolla, pan y aceitunas, y estamos contentos de saber que otras gentes comen siempre el domingo puchero de gallina. Esta mañana ha habido ruido en la ciudad y por encima de la ciudad. En verdad, hemos tenido miedo. Hemos tenido miedo de que algo cambiara y que, de repente, los miserables se vieran obligados a alimentarse de chocolate. Pero gracias a tus cuidados, buen gobernador, se nos hizo saber que no ha ocurrido nada y que nuestros oídos habían oído mal. Otra vez nos sentimos seguros contigo- El Gobernador: -El gobernador se alegra mucho. Nada bueno hay en lo nuevo- Los alcaldes: -¡Bien habló el gobernador! Nada bueno hay en lo nuevo. Nosotros, alcaldes, con la sabiduría que confieren los años, queremos creer que nuestros buenos pobres no han querido adoptar un aire irónico. La ironía es una virtud que destruye. Y un buen gobernador prefiere los vicios que construyen- El Gobernador: -¡Durante la espera, que nadie se mueva! ¡Soy el rey de la inmovilidad!...- Tomado de El Estado de Sitio, espectáculo en tres partes, Albert Camus, Alianza Editorial, Madrid, 1972. 8
  • 9. Capítulo 1 El despotismo de la guerra fría y la militarización de los Estados “La seguridad absoluta tiene su precio que es la inseguridad absoluta de los otros” Henry Kissinger a permanente crisis de la democracia política de los países latinoamericanos, que hoy se discute sobre elementos como la corrupción y la burocracia, necesariamente remite a las condiciones de dependencia externa recogidas hace algunas décadas por la Comisión Económica para América Latina (Cepal). Estas cuestiones no deben ser marginadas del debate político actual pues la ausencia de autodeterminación de los pueblos, de soberanía política y las interferencias externas en los procesos de democratización, siguen siendo parte de una realidad palmaria que se impone por sobre todo credo fundado en el anticomunismo, la lucha contra el terrorismo internacional o cualquier otra expresión catalogada como amenaza a la seguridad mundial. La democracia nominal de los países de capitalismo dependiente y el conjunto de problemas sociales que ella supone, tiene relación con la existencia de profundas grietas en las estructuras del poder político y de condiciones de atraso, entendido -ya no desde la perspectiva teórica del subdesarrollo que propone de manera arbitraria seguir ineluctablemente las etapas efectuadas por las sociedades de capitalismo avanzado, sino- a partir de la dimensión dialéctica del término que según Antonio García se remite a “los factores estructurales y conflictivos que le impiden a un pueblo movilizar su propio esfuerzo, su energía interna y su potencial de recursos en dirección a un cierto proyecto de vida”1. 1GARCÍA, Antonio, Dialéctica de la Democracia, Ediciones Cruz del Sur, primera ed. 1971, segunda ed. 1973, México, p. 16. 9
  • 10. Justamente, la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN), formulada y aplicada sobre la década de 1960, constituye uno de los rasgos más importantes de esa dependencia por oposición al progreso cualitativo de Latinoamérica y particularmente de Colombia. En consecuencia, el objeto de esta investigación será advertir al lector no sólo la supervivencia de la Doctrina a lo largo de los últimos años, sino su fortalecimiento bajo un nuevo calificativo: “La Seguridad Democrática”. 1.1 EL COMUNISMO INTERNACIONAL AMENAZA A OCCIDENTE: EL ORIGEN DE LA DOCTRINA La Doctrina de Seguridad Nacional (DSN) surgió como modelo político-militar hacia los años 60 en un ambiente internacional signado por la Guerra Fría2. Su promotor, Estados Unidos, buscó establecer una gran alianza anticomunista en Occidente fundada en la existencia de enemigos internos después del triunfo de la revolución cubana en 1959, la cual supuso la intervención política, económica y militar en los países del denominado Tercer Mundo3. Algunos trabajos sobre el tema 4 sostienen que la DSN fue una elaboración de los militares latinoamericanos y agregan que no hubo una doctrina aplicada a los países de Suramérica indistintamente, sino doctrinas de seguridad nacional con dinámicas propias de acuerdo al acumulado histórico de cada país. Joseph Comblin hace claridad sobre el asunto afirmando que: La Doctrina de Seguridad Nacional es, sin lugar a dudas, una doctrina norteamericana. Los latinoamericanos no han inventado nada. Aún más, han modificado muy poco la doctrina que recibieron completamente hecha de los Estados Unidos. A lo más, se podría decir que ellos, la 2 En el campo de la educación Estados Unidos diseñó una estrategia denominada “Renovación Curricular”, la cual fue aplicada con éxito desde los ministerios de educación de los estados latinoamericanos. Dicha “Renovación” descontextualizó y minó gran parte de la producción académica ocasionando a largo plazo una grave crisis en el sector educativo que hoy vemos representada en la ausencia de un saber pedagógico propio, la desafortunada desconexión entre escuela y sociedad, el analfabetismo político de la gran mayoría de la población, la deserción escolar, el desempleo, la criminalidad, etc. Todos estos problemas surgen como consecuencia de implantar políticas foráneas diseñadas por expertos técnicos, las cuales socavan las posibilidades de creación y producción autónoma de saberes y la derivada búsqueda colectiva de soluciones a las grandes problemáticas sociales ya en el campo político-militar (lugar de la DSN), ya en el educativo (lugar de la “Renovación Curricular”). 3 Para un completo análisis de la Doctrina de Seguridad Nacional ver COMBLIN Joseph, El Poder Militar en América Latina, Ediciones Sígueme, Salamanca - España, 1978. 4 MATTELART, Armand y Michèle, “Información y Estado de Excepción” en Los Medios de Comunicación en tiempos de Crisis, Siglo XXI Editores, Edición en Español 1981, México. 10
  • 11. codificaron, la pusieron en fórmulas y le dieron una especie de rigidez dogmática. Pero la doctrina en sí, con todo lo que provoca esta rigidez dogmática, proviene de los Estados Unidos. Ella se transmite en las escuelas militares norteamericanas a todos los Ejércitos que son sus aliados5. Por ello, pese a las diferentes características de orden histórico y social de los países que conforman América Latina, los conceptos de la ideología fueron adoptados y aplicados sin sufrir mayores traumatismos en su contenido como tal. La razón de tal éxito es el propio peso de la Doctrina en cuanto a su origen, a los intereses de orden mundial al cual obedece, al contexto internacional vigente, a su coherencia doctrinaria, y a la falta de proyección política de las burguesías nacionales de estos países que decidieron entregar a los militares la conducción de los asuntos del Estado y/o el manejo del orden público. Sin embargo, pese a la homogeneidad doctrinaria, caben diferencias cualitativas en lo relacionado a los procesos de introducción del modelo así como a los tipos de resistencia social que provocó en cada sociedad. Mientras en países como Brasil, Chile, Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina, la Doctrina irrumpió de manera espectacular y violenta sobre los cascos militares; en países como Uruguay y Colombia –este último de vieja tradición “democrática”-, se incorporó y consolidó gradualmente a la zaga de gobiernos civiles. De otra parte, la Doctrina ocasionó tensiones al interior de la misma clase dominante, y en ella, dentro de la oficialidad de varios países del sub-continente que, para 1968 y 1972, se encontraba fraccionada en militares nacionalistas de izquierda por un lado, y militares de derecha portavoces de la doctrina, por el otro. Estos enfrentaron sus proyectos políticos venciendo “la liga de los doctrinarios” y procurando cierta homogeneidad político- estratégica sobre el área para 19736. Esta nueva doctrina encontraba en el proyecto nacional de Estados Unidos del siglo XIX un importante antecedente. Las pretensiones protectoras e intervencionistas de Estados Unidos en Latinoamérica surgieron cuando se presentó la necesidad de romper con varias décadas de aislacionismo para impugnar las ambiciones de las potencias europeas sobre estas tierras. 5COMBLIN Joseph, ob.cit., p.15. 6En el presente siglo XXI la democrática República Bolivariana de Venezuela presidida por Hugo Chávez Frías es la única expresión viva del militarismo nacional de izquierda en el Continente que se enfrenta en los dos campos del sistema integral de dependencia a la política de Estados Unidos. 11
  • 12. Fue así como, bajo la Doctrina Monroe (1823), se inauguró el proceso de colonización estadounidense que logró, en las primeras décadas del siglo XX, el desplazamiento de la hegemonía británica y francesa, y la instauración de su dominio económico por la inyección de capitales y la compra de sectores neurálgicos para América Latina. Hacia 1933 el presidente estadounidense Franklin Delano Roosvelt proyectó su política del “Buen Vecino” por oposición a la estrategia del “Gran Garrote” que había dominado en los años inmediatamente anteriores y bajo la cual se ocupó militarmente a los países centroamericanos ubicados con infortunio dentro de los “círculos concéntricos” de su influencia. En su lugar, la política del “Buen vecino” condujo las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica por caminos de hermandad y confianza, obteniendo, de este modo, una suerte de solidaridad regional tan necesaria en momentos de ascensión del fascismo y cuando la segunda guerra mundial se hacía tan inminente como la necesidad de encontrar y consolidar alianzas interestatales. La unión entre las “dos Américas” bajo dirección de Estados Unidos llegaría a cimentarse, entonces, sobre ideales políticos comunes como el constitucionalismo, la democracia representativa, las libertades individuales y todos aquellos valores amenazados dramáticamente por el totalitarismo europeo. En la práctica este propósito se vio reflejado en la constitución del Comité de Enlace Permanente de las Fuerzas Armadas de todo el continente, que bajo la dirección de los jefes de Estado Mayor y Operaciones Navales de los Estados Unidos, además de su secretario de Estado, asignaba a nuestros países las siguientes funciones: a) eliminar la amenaza de subversión fascista en el interior de cada nación; b) permitir a las naves y los aviones de guerra de los Estados Unidos un acceso sin trabas a las bases navales y los aeropuertos del continente; c) garantizar la estabilidad política interna y d) entregar a la industria bélica norteamericana las materias primas estratégicas que requiriera 7. Sin embargo la Segunda Guerra Mundial vendría a cambiar las posiciones dominantes en el mundo y el tipo de amenaza a la seguridad de Estados Unidos. Atrás quedaba el peligro representado por las potencias europeas como Francia o Inglaterra -seriamente 7 PIZARRO Leongómez, Eduardo, “La profesionalización militar en Colombia (II): El periodo de La Violencia”, en revista Análisis Político Nº 2¸ Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales IEPRI, Universidad Nacional de Colombia, Septiembre-diciembre 1987, p. 25. 12
  • 13. afectadas por la conflagración-, y la conspiración fascista -desterrada definitivamente del escenario mundial-, abriéndose paso, entre los escombros de la guerra, el comunismo estalinista. De este modo, la Guerra Fría -tal como se denominó a este periodo determinado por el “equilibrio del terror” entre Estados Unidos y la URSS ante la posibilidad mutua de utilizar la bomba atómica-, embebió todos los espacios políticos y las relaciones entre los Estados, partiendo al mundo en dos fracciones rivales e irreconciliables: el “mundo libre” y “comunismo internacional”. Estados Unidos racionalizó su política a partir de los fundamentos teóricos del realismo, afirmando en la fuerza, la competencia y la defensa del “interés nacional” las relaciones interestatales del naciente orden mundial y enarbolando la seguridad nacional como valor supremo y disciplina orientadora de la acción de Estado ante la necesidad de proteger su nueva posición imperial en el mundo. Por esta razón buscó robustecer las alianzas con otros Estados. En el Viejo Continente dicha búsqueda se vio reflejada en el Plan Marshall destinado a la reconstrucción y estabilización de las economías europeas, al tiempo que se creaban organismos militares, políticos y financieros tendientes a la unificación de parte del mundo bajo la tutoría de Estados Unidos. Estas instituciones respondieron a los desafíos identificados en la Doctrina Truman, política que dominó esta primera etapa de la posguerra sobre la idea de una intervención política, económica y militar de la URSS en los demás países del mundo. En palabras de su artífice, el presidente estadounidense Harry S. Truman: Creo que la norma de los Estados Unidos debe consistir en apoyar a los pueblos que se resisten a ser sojuzgados por minorías armadas o por presiones exteriores. Creo que debemos auxiliar a los pueblos libres para que tracen, por sí solos, sus destinos correspondientes. Creo que nuestra ayuda debe impartirse principalmente por la vía económica y financiera, que constituyen renglones esenciales para alcanzar estabilidad monetaria y orden en sus sistemas políticos (…) los pueblos libres del mundo se vuelven hacia nosotros en busca de ayuda para conservar su libertad. Si vacilamos en asumir la dirección, podemos hacer peligrar la paz del mundo y seguramente arriesgaremos el bienestar de nuestra propia nación8. 8Aparte de la Doctrina Truman en MORRIS, Richard, Documentos Fundamentales de la Historia de los Estados Unidos de América, Editorial Limusa S.A, México, 1986, p. 282. 13
  • 14. Empero, en 1959 sucedió un hecho que descompuso los proyectos de consolidación de Estados Unidos por la vía trazada y advirtió sobre la inminencia de la implantación del comunismo en América, aunque éste no hubiese sido incubado por la ideología rusa. La revolución cubana significó antes que nada, el rompimiento del orden y la alteración de los patrones de vida del pueblo cubano. EE.UU. no podía permitir la implantación de regímenes que escaparan a su control pues, bien sabido es que en un ambiente de inestabilidad y desorden no es posible el desarrollo de proyecto político y económico alguno, y Cuba produjo una sensación de permanente incertidumbre acerca de lo que podría llegar a suceder en ese país y en el resto del continente. Las instituciones de poder y control de la nueva potencia asimilaron los hechos en la isla como la manifestación de un nuevo tipo de estrategia empleada por el comunismo internacional consistente en lograr el dominio del mundo mediante acciones ideológicas, políticas y económicas al interior de los Estados y no sólo militares. De forma que la amenaza exterior armada y directa desde la URSS, cedió el turno a los movimientos insurgentes de la periferia, y en adelante, toda fuerza promotora de cambio y subversión del statu quo (ora comunista, ora nacionalista, o de cualquier tendencia distinta) sería considerada como un desafío a la seguridad nacional de Estados Unidos, cobrando, así, pleno sentido la idea del enemigo interno. En respuesta Estados Unidos adoptó la Doctrina McNamara bajo la administración Kennedy que consideró indispensable, por un lado, iniciar diálogos con la Unión Soviética y decretar la distensión de las relaciones interestatales (detente); y por otro, elaborar una estrategia de contención del comunismo a ser aplicada al interior de cada uno de los países bajo su influencia. El resultado fue la Doctrina de Seguridad Nacional, tejida en los recintos del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos9 sobre el análisis de diversas fuentes; entre ellas las obras revolucionarias de Ernesto “Ché” Guevara, Mao Tsé-tung, Ho Chi-Minh, entre otras; los escritos de los generales franceses que sistematizaron las primeras experiencias de su ejército contra las guerrillas de liberación nacional en Argelia e Indochina y crearon la 9El Consejo de Seguridad Nacional (CNS) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) se crearon mediante el Acta de Seguridad Nacional (National Security Act) expedida en 1947 en Estados Unidos, como instrumentos políticos esenciales para el diseño y la aplicación de estrategias militares “anticomunistas” en todo el globo. 14
  • 15. teoría de la guerra contrarrevolucionaria; algunas concepciones militaristas de la España de Franco, y las experiencias recogidas en escenarios de lucha anticomunista como el Vietnam. Una vez terminado el esqueleto conceptual y práctico de la estrategia contrarrevolucionaria, ésta pasó al Pentágono10 encargado de su ajuste y difusión entre civiles y militares a través de instituciones como el Colegio Nacional de Guerra en Washington y el Colegio Industrial de las Fuerzas Armadas11. 1.2 DE CÓMO EL PUEBLO SE TRANSFORMA EN OBJETIVO ESTRATÉGICO Y EL CONFLICTO POLÍTICO SE VUELVE HOSTILIDAD: PRINCIPIOS Y ELEMENTOS DOCTRINARIOS Entendiendo que el comunismo había cambiado su estrategia y que, en adelante, actuaría aprovechando la insatisfacción popular para hacerse gradualmente al poder a través de la acción revolucionaria de hombres y mujeres procedentes del país amenazado, la idea del enemigo interno y la necesidad de combatirlo en la combinación de todas las formas de lucha, se constituyeron en el leit motiv de la Doctrina de Seguridad Nacional. Los expertos del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense que diseñaron el modelo se habían nutrido de las ideas revolucionarias y las experiencias en escenarios de lucha anticomunista por lo cual no resulta extraño que la concepción a la cual nos estamos refiriendo haya sido compartida por comunistas y anticomunistas. Mao, por ejemplo realizó el siguiente aporte: El nuestro es un Estado de dictadura democrática popular, dirigido por la clase obrera y basado en la alianza obrero-campesina. ¿Cuáles son las funciones de esta dictadura? Su primera función es reprimir, dentro del país, a las clases y elementos reaccionarios, a los explotadores que oponen resistencia a la revolución socialista y a los que sabotean nuestra construcción socialista, es decir, resolver las contradicciones entre nosotros y el enemigo interno. Por ejemplo, está dentro del marco de nuestra dictadura arrestar, juzgar y condenar a ciertos contrarrevolucionarios, lo mismo que privar por determinado tiempo de derechos electorales y libertad de expresión a los terratenientes y burgueses burocráticos. Para mantener el orden público y defender los intereses de las masas populares, también es necesario ejercer la 10 Nombre dado al Estado Mayor Supremo de las Fuerzas Armadas norteamericanas por la forma pentagonal del edificio donde se aloja en Washington desde 1942. 11 COMBLIN Joseph, ob.cit. 15
  • 16. dictadura sobre los ladrones, estafadores, incendiarios, asesinos, bandas de malhechores y otros elementos nocivos que alteran seriamente el orden público12. Lo anterior, además de los mecanismos del poder usados para neutralizar los inconvenientes presentados a un determinado proyecto político, señala las dificultades de identificar y combatir a ese enemigo enclavado al interior de la sociedad en forma de subversión. La Doctrina estableció así una ambigua relación entre ciudadano y guerrillero. Uno de los teóricos de la guerra moderna, el general Trinquier ofrecía la siguiente interpretación acerca de esta nueva amenaza: En la guerra moderna, el enemigo es más difícil de definir. Ninguna frontera material separa los dos campos. El límite entre amigos y enemigos está en el seno mismo de la nación, en una misma aldea y a veces incluso en una misma familia. Con frecuencia es una frontera ideológica, inmaterial, que sin embargo es imperativo determinar si queremos alcanzar certeramente al adversario y vencerlo13. Esta idea se generalizó siendo el soporte de la guerra contrarrevolucionaria o irregular que se libraría como la cruzada más importante de toda la centuria. El enemigo interno era considerado absoluto en virtud de que, de acuerdo al discurso imperante, su progreso corría parejo con la decadencia de todo el sistema capitalista, de sus relaciones sociales, de la forma de vida de las gentes, de la cotidianidad de las familias, de la cristiandad y los valores morales de su sociedad, en suma, de todo el acumulado del progreso humano. Estos fueron los argumentos que se utilizaron para combinar y aplicar todas las formas de lucha en el interior mismo de las sociedades, así como para justificar limitaciones constitucionales y violaciones a los derechos de los individuos en el marco de una guerra total y justa. En cuanto a los sujetos que debían llevar sobre su espalda los rigores de esta importante misión, no cabía duda. La protección de la seguridad nacional (de Estados y sociedades) fue atribuida a las Fuerzas Militares de cada país. Ellas entraron a deliberar en lo político y en lo social, ya a través de la conducción directa del Estado, ya a través del diseño y la ejecución de la política militar que cobijó un vasto conjunto de actividades y fenómenos sociales. Fue de este modo como “la institución militar, al imponer sus formas 12 TSE-TUNG, Mao, “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo” en Obras Escogidas de Mao Tsé-Tung, ediciones en lenguas extranjeras, Pekín, primera edición 1977, tomo V, p. 422. 13 Citado en MATTELART, Armand y Michèle, ob.cit., p. 226. 16
  • 17. de organización del poder, se transformó en el verdadero partido de la clase dominante, muy contenta de poder proseguir así la expansión del capital”14. En favor de esta tendencia al “elitismo” militar del sistema se situó el recordatorio de permanecer en una guerra fría y permanente contra la subversión y el caos: ninguna otra fuerza más que la militar se encontraba tan organizada y bien dotada para hacer frente a semejante situación. Mientras tanto, la sociedad era organizada y compartimentada física e ideológicamente sin oportunidad de pronunciarse en contra o buscar alternativas diferentes a las impuestas, pues, según los doctrinarios, “las masas son decididamente incapaces de comprender la conducción del Estado y conviene mantenerlas cuidadosamente alejadas”15. Así, con la ocupación militar del Estado desapareció de la arena del debate político el pueblo. “Una vez se eliminan los pueblos, ¿qué queda? Masas. Ahora bien, las masas son totalmente incapaces de concebir o desear los objetivos nacionales. Además son fácilmente manipuladas por demagogos y excesivamente vulnerables a la subversión”16. Como resultado de todo ello se produjo la tecnificación y militarización de los problemas internos de orden político y social, así como de las resistencias sociales a esa tecnificación; pues si bien, “los doctrinarios no niegan que en determinados países existan situaciones de hambre o miseria que puedan exacerbar el inconformismo social, (…) señalan de manera enfática que la convulsión política por ellas producida es el resultado fundamentalmente de su hábil utilización por parte de las fuerzas oscuras de oriente que, dentro de su estrategia de guerra, persiguen la desestabilización de su contrario17.” Predominó, de esta suerte, una concepción organicista y piramidal de la sociedad en donde las Fuerzas Militares, y particularmente el Ejército, se ubicaron en la cúspide de la estructura jerárquica imprimiendo la disciplina propia de su actividad en la defensa de la propiedad privada, el culto al orden y a la autoridad. 14 Ibíd., p.236. 15 COMBLIN Joseph, ob.cit., p.12. 16 Ibíd., p.93. 17 GALLÓN, Gustavo, La República de las Armas: Relaciones entre Fuerzas Armadas y Estado en Colombia 1960- 1980, Serie Controversia Nº 109-111, Editorial CINEP, Bogotá, Colombia, p.52. 17
  • 18. Pero en el entendido de que toda guerra tiene un final, y las extralimitaciones del poder obedecen a situaciones excepcionales, los precursores de la Doctrina pusieron el acento en el carácter “transitorio” de los Estados de Seguridad. Una vez afirmado el orden social y rehabilitada la democracia que había sido rota debido a la incapacidad de los gobiernos civiles; sólo entonces, los militares volverían a acantonarse dedicándose de nuevo a sus tareas “constitucionales”. El tipo de democracia antes existente era impugnada por los militares (especialmente por los que encabezaron las dictaduras del Cono Sur) convocando en su reemplazo una democracia distinta, “reforzada”, tal como fue presentada la dictadura chilena en cabeza del general Augusto Pinochet. Hay sin embargo que subrayar que el hecho de que los militares o civiles militaristas rechazasen en su discurso la democracia y los gobiernos democráticos precedentes no significó que no trabajasen con la clase política dominante. Fue precisamente esta clase política la que les embistió de ese poder deliberante, la que les entregó prerrogativas y un lugar en el Estado, pues su limitada visión del campo de lo social les hacía ver en las fuerzas del orden el instrumento más adecuado para hacer frente a la crisis de legitimidad del sistema político. En este orden de ideas resulta interesante observar cómo la defensa de la civilización occidental, de la democracia, de su sistema de valores, de toda su ideología18 fue una defensa ambigua y nominal pues los gobiernos latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX no evocaron, ciertamente, los fundamentos ni las razones del Estado moderno y la democracia liberal, arquetipo de la civilización occidental, en su lucha anticomunista. Estos gobiernos militaristas latinoamericanos contradijeron el espíritu de aquello que pretendían defender, todo el acumulado del liberalismo político: un Estado laico, donde los asuntos políticos se desvinculan de la religión (Maquiavelo); el pueblo como fuente de la soberanía nacional (Rousseau); la obligación primera del Estado de proteger los derechos “naturales” del ser humano -vida, libertad y propiedad- (Locke); la obligada limitación del poder político mediante la supremacía de la ley y la separación e independencia de poderes -Legislativo, Ejecutivo y Judicial- a fin de prevenir un poder absoluto (Montesquieu); el 18 Nicos Poulantzas define la ideología como un “sistema de ideas, representaciones, prácticas materiales (hábitos, costumbres, modo de vida, prácticas políticas y económicas)”. POULANTZAS, Nicos, “Sobre la Teoría del Estado”, p. 22. s.d. 18
  • 19. carácter representativo del gobierno y el consecuente derecho a la resistencia y la revolución... y en fin, la garantía que debe proporcionar el Estado a la sociedad, de vigencia y respeto de los derechos fundamentales que agrupan los derechos humanos y los derechos civiles. Ello nos habla del rechazo en estos regímenes, a la teoría política que sustenta la democracia, de la ausencia de análisis sobre el sistema político al cual se hizo alusión, y así: “La democracia tiene especialmente un sentido funcional: representa lo que es negado por el marxismo y debe pues, ser definido de manera absoluta. El valor de la democracia es el de ser rechazada por el comunismo19.” Por el contrario, podría decirse que todo el discurso anticomunista de esta época fría (pero caliente en el interior de los Estados) estuvo basado en los valores de la conservadora sociedad feudal y así la familia, la religión, el orden, volvieron como valores inmortales renaciendo de las cenizas. Entonces, una cuestión paradójica –pero frecuente-, se advierte en este tipo de sociedad: formas políticas conservadoras dominan la administración de lo social, en tanto formas políticas liberales son aplicadas a las relaciones económicas. 1.2.1 De la función ideológica de la bipolaridad, la geopolítica y la guerra generalizada De acuerdo a la obra citada de J. Comblin, la DSN se estructura con base en dos principios: el de la bipolaridad y el de la guerra generalizada, a propósito del estado internacional de guerra fría y lucha contra el comunismo internacional. Pero la noción de bipolaridad que definió las relaciones inter e intra estatales en esta época resultó del desarrollo de otro concepto más antiguo e incluyente: el de la geopolítica. A partir de este concepto acuñado por Rudolf Kjellen (1864-1922), e hijo de la geografía política de la Europa del siglo XIX, los doctrinarios sustrajeron la idea de nación (asumida indistintamente con el Estado) y posteriormente la de alineamiento. 19 COMBLIN Joseph, ob.cit., p.90. 19
  • 20. La geopolítica es definida como “la relación entre la geografía y los Estados, su historia, su destino, sus rivalidades (y) sus luchas”20. Supone, ésta, la existencia de Estados internamente fuertes y consolidados, perfectamente unificados y capaces de defender sus intereses nacionales de las amenazas externas. Así que, en el concierto de las luchas interestatales las conflictividades, diferencias y divergencias al interior de los Estados no son vistas más que como debilidades a superar. Es así como desde la geopolítica los doctrinarios asumen la siguiente tesis al mejor estilo hobbesiano. La sociedad requiere siempre de una unidad política u orden social como condición de su existencia (de la existencia del ser humano en comunidad), pero dado que el conflicto de intereses entre individuos es una posibilidad vigente que puede desembocar en guerra de unos contra otros, esa unidad corre el riesgo permanente de quebrantarse. De ahí que deba instituirse el Estado y en él un gobierno con poder soberano para garantizar el orden político apoyado en la fuerza que le da el pacto de asociación y las armas. El Estado entonces es el cúmulo de la voluntad de todos los individuos de una sociedad, siendo nación y sociedad al mismo tiempo, por lo cual resultaría “injusto” que un individuo o grupo se levantase contra el soberano o sus designios ya que estaría atentando contra sí mismo y en consecuencia “justo” es que el gobernante le elimine. Desde esta perspectiva, los intereses del pueblo se identifican con los intereses del Estado, el Estado mismo es el pueblo y por tal motivo alcanzar los fines propuestos por él es alcanzar el bienestar general de la sociedad. Nos encaminamos, pues, en las rutas de un Estado absolutista y ello nos remite inmediatamente a pensar la forma cómo podría expresarse el conflicto social en el mismo21. El conflicto social es considerado una amenaza latente a la unidad política, constituyendo una anomalía o enfermedad que ataca al Estado – léase sociedad- desde dentro y que muchas veces ha sido comparado con un cáncer ante el cual se deben preparar los dispositivos de erradicación–eliminación que resulten más efectivos. 20Ibíd., p.36. 21La cuestión del conflicto social es fundamental puesto que va a ser la visión que se tenga de aquel la detonante de la violencia y por tal motivo la causal de la reproducción del Estado de guerra o de Seguridad Nacional. 20
  • 21. La contingencia, propia de la pluralidad de la sociedad humana, es desechada por el ambiguo concepto de nación22 en donde no cabe el análisis de las causas estructurales de los conflictos internos y no hay asiento para la contingencia política y social que desaparecen del orden social. Sin embargo, estaremos de acuerdo en que ni el Estado ni la sociedad pueden considerarse como bloques políticos y sociales unánimes y armónicos. Por otro lado, podrían estas definiciones de nación y de conflicto resultar un tanto extrañas si pensamos que el marco en que se desarrolla la ideología que estamos estudiando es el de la democracia liberal para la cual disentimiento y oposición constituyen un derecho adquirido, cuestiones legítimas de la asociación. Frente a ello la Doctrina dirá que la nación se encuentra por encima de los derechos individuales de las personas en el entendido de que sólo en ella el individuo puede realizarse, y que cuando se presenten peligros internos –los únicos capaces de romper legítimamente esa unidad nacional-, vale a cada uno sacrificar un poco de la pequeña libertad concedida por el Estado (generalmente expresada en los derechos civiles: de asociación, expresión, de voto, oposición, etcétera) para salvarla y poder recobrar la tranquilidad perdida. De modo que “quien no comparta ese sentimiento dominante estará en contra de los anhelos naturales y superiores del conglomerado. (Y) quien aspire a ser tenido en cuenta como miembro de la nación deberá someterse gustoso a las privaciones que ella demanda y respaldar activamente las empresas que ella acometa 23.” En síntesis, la funcionalidad de la nación radicaría en unir Estado y sociedad en un solo cuerpo abstracto para lograr los fines del primero con cierto grado de legitimidad. Las 22 El sociólogo brasilero L.A. Costa Pinto nos brinda una recapitulación acerca de los orígenes del término y sus alcances:“El término (nacionalismo) se difundió en el léxico de los tiempos modernos cuando la nación- Estado se convirtió en la unidad básica de la integración de la comunidad política y fue necesario encontrar un rótulo que designara el conjunto de obligadas lealtades para con ella, algo distinto, más amplio y más fuerte, que la solidaridad que unía al hombre con la familia, la tribu o la ciudad. El fundamento históricamente objetivo del nacionalismo es, así, el florecimiento de la nación como nueva forma de asociación humana y como principal marco de referencia de la solidaridad social y política. De ahí en adelante, la nación pasó a ser una estructura cada vez más compleja y unificadora de la vida de cada individuo, más amplia que las esferas parciales de relaciones directas y primarias que contiene, y más fuerte y presente que la “conciencia de especie” que liga a cada hombre con todos los demás. En este particular sentido, la nación surgió en cierta fase de la historia de la asociación humana– fase relativamente reciente y que aún está lejos de concluirse - como la esfera inmediata más importante entre el hombre y la humanidad. Y la trama de intereses, valores, lealtades, expectativas y aspiraciones que tienen en común todos los individuos que integran una misma sociedad nacional es, en el sentido más lato y profundo, lo que se llama nacionalismo, expresión ideológica de la condición objetiva de poseer igual nacionalidad. El nacionalismo es por tanto la ideología de la nación. COSTA Pinto, L.A. Nacionalismo y Militarismo, Siglo XXI Editores S.A., México, 1974. 23 GALLÓN, Gustavo, ob.cit., p.53. 21
  • 22. afirmaciones anteriores ilustran la forma cómo un uso particular de la geopolítica sustenta la acción del Estado latinoamericano de seguridad nacional en el ámbito doméstico. Miremos ahora cómo la bipolaridad, ramificación de la geopolítica, respalda la idea de la necesaria dependencia ideológica y política de los países periféricos respecto de los Estados Unidos. Tomando lo anterior podríamos ampliar un poco el concepto de geopolítica anotando que ésta es la ciencia sobre la cual un país edifica su proyecto nacional teniendo en cuenta las ventajas explotadas o por explotar dentro de su misma jurisdicción, o en el espacio territorial o espacial de otros países cuyo manejo estratégico redundaría en su beneficio. Proyecto que puede desarrollarse en el arte de la guerra o bien en el de la diplomacia -o de una combinación de ambas según el criterio y los intereses del poder político que le guíe-, y supondrá -como condición fundamental-, cierto grado de autonomía política del país en cuestión. Con base en esta idea el geógrafo inglés Sir Halford John Mackinder (1861-1947) desarrolló la teoría bipolar de las relaciones interestatales, según la cual el mundo sería objeto de disputa entre dos fortalezas contrarias (Alemania e Inglaterra). Cada una de ellas se vería obligada a formar bloques de poder fundamentalmente militar y batirse en guerra para conquistar el corazón continental (Eurasia), botín que le daría a la potencia vencedora el dominio del mundo y el título de imperio. La bipolaridad así enunciada se aplicó, pues, con facilidad a las relaciones rivales entre Estados Unidos y la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría, jugando también un papel importante la teoría de la interdependencia y defensa hemisférica desarrollada por Nicholas Spykman sobre la década del 40. Por ello, atendiendo a las condiciones de autonomía política sobre las que se fundamenta un proyecto geopolítico y dada la división del mundo en dos bloques de poder opuestos, se colige con facilidad, que el proyecto nacional puesto en marcha fue el correspondiente a los intereses hegemónicos de Estados Unidos por la defensa de su “espacio vital”. De éste forman parte los Estados latinoamericanos a los cuales les fue otorgada una participación pasiva en tal empresa. No podía ser de otro modo. 22
  • 23. Es pues, la concepción geopolítica del mundo y dentro de ella, la bipolaridad de las relaciones y expresiones políticas lo que produjo que Latinoamérica se integrara en la lucha mundial del lado de Estados Unidos, sin posibilidad de constituirse por decisión autónoma en poder independiente y no alineado. Comblin explica dichas relaciones como sigue: La visión del mundo fundada en la geopolítica es la de rivalidad de naciones que son voluntades de potencia y de poder. Estas naciones están agrupadas en dos potencias opuestas. Una representa el bien y la otra el mal. Las naciones del mundo no tienen otra salvación sino en el alineamiento de una de las dos potencias mundiales. Es dentro de este alineamiento donde pueden realizar su proyecto fundamental. No hay otra salvación para ellas. En lo que concierne a América Latina forma parte de occidente. No puede vacilar: debe seguir a la gran potencia que dirige occidente en el anticomunismo, los Estados Unidos24. El sentido que adquiere la interdependencia y la integración desde este panorama es bastante revelador de los límites a la integración regional, que en el sistema de organización capitalista se acepta y promueve sólo militar o económicamente. No se trata pues de una integración social y política entre los pueblos; y por encima de ello, las sociedades deben pagar el costo de tal integración. En 1965 un ministro brasileño afirmaba: “Las fronteras geográficas entre países americanos han sido superadas: el carácter crítico del momento exige el sacrificio de una parte de nuestra soberanía nacional. La interdependencia debe reemplazar la dependencia.”25 Quizá podría sostenerse, en contraste con lo anterior, que la independencia pasa a ser suplantada por la interdependencia o dependencia pues las aspiraciones nacionalistas de defensa del territorio, de intereses propios, de protección de mercados internos, y de autodeterminación de los pueblos no son bien vistas por los doctrinarios. Así se llega a la conclusión de que la geopolítica fue útil para fortalecer conceptualmente la DSN (aunque tal elaboración adolezca de pobreza teórica), y legitimar sus prácticas por medio de un discurso generalizado de corte anticomunista y sobre todo anti-reivindicativo tanto en el campo interno: el de los países subordinados para dar tratamiento delictivo al conflicto social (al cual sirven los conceptos de Estado, nación y sociedad); así como en el campo de las relaciones internacionales mediadas por la fuerza y la arbitraria separación ideológica mediante la cual se definieron los amigos y los enemigos de “nuestra civilización”. 24 Ibíd. p.43. 25 MATTELART, Armand y Michèle, ob.cit., p. 214. 23
  • 24. En relación a la guerra como principio sobre el cual se levanta la Doctrina, diremos que ésta empieza a constituirse en el eje de las relaciones sociales y de poder en el ámbito inter e intra estatal. La guerra se torna una obligación para justificar los Estados de Seguridad Nacional razón por la cual los doctrinarios insistirán en su permanencia o latencia, siendo su propósito (el de la guerra) no ya la victoria sobre el enemigo tal como lo enseña la teoría clausewitziana, sino su reproducción infinita para así mantener intacta la estructura social. La guerra contrarrevolucionaria, centro de la DSN, fundamentó su acción en tres principios, a saber: 1. la guerra revolucionaria contra la cual se lucha es la nueva estrategia del comunismo internacional; 2. detrás de todo fenómeno revolucionario se encuentra el comunismo; y 3. la guerra revolucionaria es una cuestión técnica.26 Este último principio es el que más refleja la simplificación de los asuntos públicos anteriormente enunciada pues la idea de lucha por un orden social distinto (causa de las intervenciones revolucionarias de los 60), ya nos está hablando de una cuestión política y no militar. Para fundamentar dichos principios los doctrinarios buscaron legitimidad en teorías y presupuestos que darían lugar a entender las guerras como totales y justas en razón de las nuevas amenazas sociales. Así, de la teoría militar del general alemán Erich von Ludendorff (vencido en la primera guerra mundial), se sustrajo la idea de guerra total destinada contra un enemigo que es absoluto e irracional y la idea del pueblo como elemento estratégico para lograr el parte de victoria. Se invirtió la clásica fórmula de Clausewitz (la guerra es la continuación de la política por otros medios), y la política se convirtió en la sirvienta de la guerra; en seguida la política se volvió estrategia. Mas la guerra es también total dada la naturaleza del enemigo, las tácticas utilizadas por éste y los medios empleados para combatirlo. Es total porque: …borra la antigua distinción entre civil y militar: en el campo de batalla que se convierte la sociedad todo individuo se halla en uno de los dos bandos enfrentados. Es total porque los frentes de lucha y las armas utilizadas pertenecen a todos los niveles de la vida individual y colectiva, y porque llena todos los resquicios. Las armas son de todo tipo: políticas, económicas, psicosociales, militares. Esta guerra es total, porque desaparece la distinción entre tiempo de paz y tiempo de guerra y la guerra se vuelve permanente 27. 26 COMBLIN Joseph, ob.cit., p. 56. 27 MATTELART, Armand y Michèle, ob.cit., p. 212. 24
  • 25. A esta guerra total contra la subversión también se le atribuyó un imperativo moral relacionando la amenaza con el sistema de valores de las sociedades occidentales. Ello dio lugar a que se hablara de una guerra justa. El comunismo visto como fuerza omnipresente con capacidad de poseer los cuerpos y los espíritus de los pobladores obligándolos a luchar contra el propio establecimiento que los vio nacer, debía ser enfrentado mediante un despliegue total de fuerzas dentro del marco de la guerra generalizada, total y justa. Por esta razón “la nación en armas hace de la guerra un compromiso de todo un pueblo, pues se le hace creer que lo que está en juego no son ciertos intereses materiales limitados, sino su supervivencia28.” De lo anterior se puede colegir que la guerra justa y la guerra generalizada fueron herramientas discursivas encaminadas a legitimar entre la opinión pública y entre los gobiernos y Fuerzas Militares el Estado de Seguridad Nacional. ¿Pero legitimidad sobre que? Sobre el nuevo dispositivo de guerra dirigido a desarrollar la lucha inevitable del Estado contra la sociedad. 1.2.2 De las unidades operativas que forman parte de la Doctrina La DSN, ha organizado la estrategia político-militar en cinco elementos que, relacionados entre sí, se dirigen al cumplimiento de los propósitos de seguridad nacional predefinidos por Estados Unidos en cada periodo de reacomodamiento del capital a nivel internacional, y de aquellos definidos por cada Estado receptor en una coyuntura especifica. Estos elementos son: 1. Objetivos nacionales; 2. Seguridad nacional; 3. Poder nacional; 4. Estrategia nacional o total, y 5. Concepto estratégico nacional. La Doctrina de Seguridad Nacional parte del supuesto de que la sociedad (aquel conjunto social sobre el cual se impone el modelo) confluye y encamina sus esfuerzos al logro de unos objetivos nacionales. De ellos, los doctrinarios hacen una no muy clara diferenciación entre objetivos permanentes y objetivos actuales. Los primeros son enunciados generales sobre los valores defendidos por toda colectividad humana inscrita 28 COMBLIN Joseph, ob.cit., p.48. 25
  • 26. dentro del pensamiento occidental. Nombramos como ejemplo la democracia, la paz social, la justicia, la soberanía, la libertad, el bien común, entre otros. Los objetivos actuales, en cambio, se sustraen a ese plano de abstracción apareciendo como los fines más bien temporales que determinan la seguridad nacional durante una coyuntura. Es decir, los objetivos permanentes se van logrando a medida que se realicen los objetivos actuales29 que son los propósitos concretos del Estado de seguridad implícitos en su proyecto nacional, y deducidos de sus acciones. En la práctica, éstos objetivos conllevan transformaciones económicas y adecuaciones del sistema social frente a las cuales la población - y dentro de ella los grupos sociales organizados - no responden tan positivamente como los doctrinarios desearían, generando choques y oposiciones al proyecto. En correspondencia con lo anterior la seguridad nacional cumple una doble función, pues, es fin del Estado, al tiempo que constituye una condición de cumplimiento de los objetivos nacionales predefinidos por él. Amaral Gurgel, doctrinante y jefe del Estado Mayor del Ejército brasileño contribuye a la comprensión del término con la siguiente definición: “La seguridad nacional es la garantía dada por el Estado para la conquista o la defensa de los objetivos nacionales a pesar de los antagonismos y las presiones” 30. Ella no tiene en cuenta la moralidad o la justicia de los medios si estos han de llevar al logro de los objetivos nacionales actuales. La seguridad nacional es pues el Estado actuante llevando a cabo su proyecto político y neutralizando los obstáculos al mismo. He aquí otra de las características prominentes de la doctrina: sus medios no son limitados por la política pues ellos dependen de la estrategia y de su eficacia para superar las dificultades cualesquiera que sean. Confluyen y se trastocan de este modo medios violentos y no violentos, represión y prevención, legitimidad e ilegitimidad, lo legal e ilegal, la guerra y la paz.31 La seguridad nacional constituye, en definitiva, el fin del Estado en nombre del cual se gobierna y se legisla; recapitula los objetivos nacionales32 y a ella se circunscribe la estrategia y la política estatal. 29 GALLÓN, Gustavo, ob.cit., p.54. 30 COMBLIN Joseph, ob.cit., p. 67. 31 Ibíd., p.69. 32 Ibíd., p.67. 26
  • 27. Por ello, puesto que “la seguridad es la fuerza del Estado aplicada a sus adversarios” 33, se requerirá de la activación y aprovechamiento de un poder nacional. El poder nacional es definido como el “conjunto de medios de acción del que puede disponer el Estado con miras a imponer su voluntad (…) El poder es recursos naturales, trabajo, ciencia, técnica, capital, Ejército, policía, represión, control, censura, ley, costumbre, autoridad, todo ello yuxtapuesto para formar una sola capacidad de acción”34. La nación conformada por los recursos de todo orden, naturales, físicos y humanos, es susceptible de ser movilizada por el Estado. Se vuelve entonces al fundamento de la guerra total y el Estado dispone de todo lo que existe en la esfera de su jurisdicción mediante requisiciones y mandatos pues el poder nacional exige de la sociedad además de sus libertades, su trabajo, patrimonio y bienes, su fuerza y su espacio cuando el bien común, definido por los gobernantes, así lo requiera: “El trabajador en su fábrica, el banquero en su banco, el sabio en su laboratorio, el militar en su campo de maniobra, el profesor en su escuela, el cura en su iglesia, todos son una parcela del poder del Estado, todos son susceptibles de ser movilizados al interior del Poder Nacional”35. De esta manera, con el fin de hacer más efectiva la disposición del poder nacional los doctrinantes le han clasificado en cuatro sub-poderes: un poder político, un poder sicosocial, un poder económico y un poder militar. A cada uno corresponde una estrategia que guía la acción, y dentro de ellos el poder militar es preponderante. El poder político estará integrado por las instituciones políticas y el derecho legítimo de ejercer la autoridad sobre los gobernados; el poder económico comprenderá la administración y utilización de los recursos físicos y naturales del país; mientras que el poder sicosocial, más complejo que los anteriores, será el encargado de hacer que las personas contribuyan a este tipo de seguridad ya sea de manera activa o pasiva, mediante el conformismo, el apoliticismo, la atomización o el miedo admitiendo ser organizadas en los lugares y condiciones determinadas por el Estado. Es en este lugar del poder en que se desenvuelve el arma más eficaz de la Doctrina: la guerra sicológica. Esta se sirve del “poder de la moral nacional, el poder de la comunicación social, el poder de la opinión pública, el 33 Ibíd., p.69. 34 Ibíd., p.72. 35 Ibíd., p.73. 27
  • 28. poder sindical, el poder religioso, etc. Tiene sus factores que son: la educación, la demografía, la salud, el trabajo y la previsión social, la ética, la religión, la ideología, la habitación, la participación en la riqueza nacional, la comunicación social, el carácter nacional, la politización, la organización y eficacia de las estructuras sociales y, en fin, la polución y los problemas urbanos”36. Por su parte el poder militar monitorea y desarrolla toda la estrategia de Estado mediante las condiciones que otorga la militarización. Todos los componentes del poder esbozados, se organizan para su mejor administración, en una estrategia de carácter nacional, encargada de trazar las directrices generales y de dirigir la acción. De modo que el Consejo de Seguridad Nacional en poder de las Fuerzas Militares (o el organismo que haga sus veces) elabora una estrategia nacional que integra ordenadamente el poder nacional para cumplir con los objetivos planteados por la seguridad del país. Esta estrategia política nacional no sólo orientará la acción del Estado bajo los rigores del tecnicismo, sino que además determinará el rumbo de los conflictos sociales en su intento por imponer un tipo específico de sociedad regido por la unanimidad. Por último, nos encontramos con el “concepto estratégico nacional” que fija la estrategia en texto y generalmente es el que permite elaborar los análisis a este tipo de sistemas: “Este es el instrumento operativo de la estrategia que define los objetivos nacionales, señala las políticas para conseguirlos, analiza las hipótesis de guerra y las principales áreas estratégicas, y fija las pautas fundamentales para la adopción de las políticas gubernamentales destinadas a cada uno de los campos del poder nacional. El concepto estratégico nacional resume, en términos castizos, el plan de desarrollo de la política de seguridad nacional”37. Concluimos este aparte subrayando que si bien las raíces de la Doctrina de Seguridad Nacional se encontraron en el ámbito internacional bipolar de la guerra fría, en la lucha entre el Occidente y el comunismo por el control político-económico del mundo; un cambio sutil o abrupto de estas condiciones no restó vigencia al modelo que permanece pues “suponiendo que los jefes militares hayan cesado de creer en la amenaza comunista, la 36 Ibíd., p.75. 37 GALLÓN, Gustavo, ob.cit., p.57. 28
  • 29. Doctrina de Seguridad Nacional puede proporcionales una base para mantener un Estado fuerte, el orden social u otros fines políticos”38. Estos fines políticos (culturales y económicos), determinados desde fuera y ligados a intereses de minorías nacionales, a menudo se traducen en la profundización de las desigualdades sociales y un mayor resquebrajamiento de factores neurálgicos para la sociedad como la educación, el campo de la producción, el sistema de salud, las posibilidades de deliberación y participación política, entre otros, generando una serie de conflictos y oposiciones. De ahí, la necesidad de aplicar un dispositivo efectivo para el control y eliminación de estas contravenciones posibles o reales provenientes de la sociedad, pues: Para la DSN la consecución de los objetivos nacionales no es algo que pueda lograrse mediante el pacífico desenvolvimiento de una competencia política jurídicamente reglamentada, sino a través de un enfrentamiento total y definitivo de la oposición política. Es una lucha en que no tiene cabida el compromiso ni la negociación, una lucha dirigida a la destrucción de las bases materiales y morales del poder adversario. En este sentido dicha guerra interna es una guerra total, y en medida importante, permanente, lo que asigna un papel también permanente dentro de la sociedad a los profesionales de la violencia, a sus tácticas bélicas, a sus modos autoritarios39. Este es, a la postre, el andamiaje en el cual se insertan las políticas de seguridad de los gobiernos y el lugar donde pueden hallarse las respuestas a muchas interrogantes planteadas sobre la situación social de miseria y violencia de nuestras sociedades. 1.3 MECANISMOS DE DIFUSIÓN DE LA DOCTRINA Y ELEMENTOS DE INTERVENCIÓN Desde el inicio de la segunda posguerra en 1945, Estados Unidos estuvo interesado en consolidar un sistema interamericano de defensa contra la agresión extranjera y comunista liderado por él, en el cual participarían los Ejércitos de todo el continente con independencia de los gobiernos. Dicha aspiración no logró en ningún momento canalizar 38 COMBLIN Joseph, ob.cit., p.18. Nótese que la obra citada data del año 1978, época en la cual aún no había visto su fin la disputa este-oeste, aunque sí se hablara ya de multi-polaridad y de la confrontación norte-sur. 39 TAPIA Valdés, Jorge, “La Doctrina de Seguridad Nacional y el rol político de las Fuerzas Armadas” en El Estado periférico latinoamericano, RUBINSTEIN Juan Carlos, Compilador, Tercer Mundo Editores – Editorial Universitaria Buenos Aires, 1989, Colombia, p. 245. 29
  • 30. debido a la indiscutida oposición de algunos países latinoamericanos –entre ellos Argentina y México en 1948-, que vieron en ello una amenaza latente. Sin embargo sí se instituyeron organismos interamericanos por medio de los cuales Estados Unidos logró transmitir sus orientaciones en materia política, militar y económica y facilitar el flujo de información entre los países de esta parte del globo. Así, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (1947), reglamentó las relaciones entre los Ejércitos americanos; la Junta Interamericana de Defensa creada por la Unión Panamericana definió y sugirió medidas de seguridad colectiva a los gobiernos; y el Colegio Interamericano de Defensa creado en 1962, fue el responsable de la adecuación y estudio de la Doctrina de Seguridad Nacional. En el campo político la Organización de Estados Americanos (OEA) creada en Bogotá en 1948, constituyó un importante instrumento para el control y mantenimiento de los sistemas políticos bajo los lineamientos de Washington. Y en el ámbito económico se crearon organismos para asegurar el control y vigilancia de las economías domésticas como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)40. En cuanto a la divulgación directa de la Doctrina de Seguridad Nacional, entre 1961 y 1962 se crearon o fortalecieron instituciones de transmisión ideológica para Latinoamérica. Esta función político-militar se logró entonces por medio de tres mecanismos. 1. Los programas de ayuda militar Military Aid Program (MAP) y de venta de armas que se habían desarrollados especialmente entre 1952 y 1955, y que se fortificaban bajo los nuevos parámetros; 2. Las conferencias panamericanas de los jefes de Estado Mayor de los Ejércitos latinoamericanos celebradas anualmente a partir de 1960 que sirvieron como espacio de intercambio de experiencias acerca de nuevos métodos y aplicación de la Doctrina en los respectivos países; y 3. El entrenamiento en la Doctrina a oficiales y suboficiales latinoamericanos en escuelas creadas para este fin ubicadas especialmente en la zona del Canal de Panamá (la Escuela de las Américas-USARSA) y en Washington (el National War College, el Industrial College of the Armed Forces, La Escuela John F. Kennedy de Asistencia Militar y el Colegio Interamericano de Defensa, entre otros)41. La figura de estos institutos estadounidenses fue útil a la creación de las escuelas latinoamericanas creadas o 40 MAIRA, Luís, “Intereses político-estratégicos de Estados Unidos en América del Sur” en SOMAVÍA, Juan; INSULZA, José Miguel (compiladores) Seguridad Democrática Regional: Una concepción Alternativa, Comisión Sudamericana de Paz, Editorial Nueva Sociedad, Santiago de Chile, primera ed. 1990. 41 COMBLIN Joseph, ob.cit., p.160. 30
  • 31. reorientadas bajo la Doctrina en las cuales se realizó el trabajo de apropiación de los esquemas, conceptos y tácticas que fueron después transmitidos tanto a militares como a personalidades de la vida pública y económica de estos países. Tocado este aspecto es necesario anotar que, debido a que la Doctrina es un modelo con una concepción particular de ser humano, mundo, relaciones sociales, política y progreso; todo ello implicó no sólo el traspaso de una metodología de la guerra sino una intervención decidida en la vida política de los países receptores. De modo que programas como los de ayuda militar y de venta de armas estuvieron orientados a crear condiciones de dependencia no sólo militar sino política de Latinoamérica con respecto a los Estados Unidos: Cada entrega de equipo supone el envío de una misión militar, un grupo de Consejeros de Asistencia Militar (Military Assistence Advisory Group, MAAG) –que- adquiere rápidamente una gran influencia. Se introduce en el ministerio de guerra o bien en el Estado Mayor del Ejército que lo recibe y desde ahí dirige las operaciones (…) La importancia de los consejeros militares americanos llegó a ser decisiva sobre todo después de 1961 cuando fue adaptada para América Latina la estrategia de la guerra revolucionaria y de la acción cívica. Tal guerra era eminentemente política y conducía a los militares latinoamericanos a interesarse en la política interior de sus países. Lo hicieron bajo la dirección de sus instructores americanos42. Se asistía pues a un nuevo tipo de intervención “indirecta” por parte de Estados Unidos en los asuntos políticos, económicos (con indiscutibles repercusiones sociales) bajo el código de asesoramiento, acompañamiento o ayuda financiera. Este elemento acompañará necesariamente todo el curso de las políticas de seguridad nacional de los países del continente hasta nuestros días, dando el hecho una clara idea sobre qué aspectos debe ir encaminada una política de Estado fundada en la autonomía política. 42Ibíd., p. 164. 31
  • 32. Capítulo 2 Inserción de la Doctrina de Seguridad Nacional en Latinoamérica y Colombia “...A menudo se han causado mayores males imponiendo la paz” Piotr Kropotkin as concepciones sobre la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN) se integraron formalmente a la política latinoamericana mediante el golpe de Estado de 1964 en Brasil, por medio del cual se destituyó de la presidencia a Joao Goulart, y se dio término a un proceso político signado de reformas económicas, políticas y sociales de tinte nacionalista iniciadas por el anterior presidente Janio Quadros en 1961. En el golpe, Estados Unidos43 participó de manera activa a través de apoyo logístico y financiero a la insurgencia militar, y la promoción de “escuadrones de la muerte” integrados por policías y militares, cuya función era la de prevenir y reprimir cualquier brote de inconformismo u oposición cuando la dictadura militar, en cabeza del mariscal Castelo Branco, se hubo establecido. Durante los 20 años que duró formalmente la dictadura (1964-1984), capitaneada por militares de la “línea dura” brasilera, se hizo política de Estado la represión, la persecución, el asesinato, la tortura, la censura, el exilio y limitaciones de todo tipo de derechos ciudadanos en el marco de una “Rehabilitación Moral de Brasil”; mientras por otro lado, se generaba un clima propicio para la inversión de capital extranjero y la ejecución de importantes proyectos económicos. Se reformaron las bases del ordenamiento social existente con el reemplazo parcial de la Constitución Nacional por Actas Institucionales, la supresión de los partidos y la creación de otros dos tolerables al poder, el fortalecimiento del Ejecutivo y la instauración de un verdadero Estado de guerra permanente, que se 43Estados Unidos interviene en favor del golpe, a través del entonces embajador de Estados Unidos en Brasil, el agregado militar, la Oficina Pública de Seguridad, el presidente Lyndon Johnson, la Central de Inteligencia (CIA) y la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID). 32
  • 33. configuró con base en la nueva carta política de 1967 fundada por la presidencia y los servicios de inteligencia del Estado. El país fue militarizado de pies a cabeza en nombre de la soberanía y la seguridad de la nación amenazadas por el comunismo, haciendo objetivo militar a las clases menos favorecidas como los campesinos, muchos de los cuales fueron torturados y desaparecidos durante la ofensiva militar contra la guerrilla del Partido Comunista de Brasil. En las ciudades obreros, políticos, estudiantes, médicos, profesores, intelectuales, artistas y representantes de la iglesia católica sufrieron también los rigores de esos años lúgubres que hoy han quedado sepultados por un pacto cívico-militar de olvido colectivo. La Escuela Superior de Guerra del Brasil conocida también como la “Sorbona brasileña” y creada en 1949 a imagen del Colegio Nacional de Guerra de Estados Unidos, fue el centro de acopio, adecuación y divulgación de la DSN que pronto se difundió a lo largo y ancho de Suramérica haciendo aparecer Estados de Seguridad Nacional sobre la década del 60 y consolidando el modelo para la segunda mitad de los años 7044. Estados Unidos había otorgado, así, el sistema ideológico y los elementos técnicos y financieros de la nueva doctrina de guerra, en tanto que Brasil se había encargado de su sistematización conceptual, apropiación, ensayo e introducción en América Latina. 2.1 DE LA GUERRA Y LA PAZ EN TIEMPOS DE “LA VIOLENCIA”: ALGUNOS ANTECEDENTES La DSN encarna un sistema integrado de dependencia45, que organizado y promovido por Estados Unidos requiere de una clase dominante nacional a fin de garantizar el mantenimiento del statu quo y la ejecución de tal esquema al interior de cada país. Por esta razón, la dependencia procede en dos formas complementarias e indisolubles: una dependencia externa -respecto de los intereses de seguridad de Estados Unidos-, y una 44 La Doctrina se explayó en el siguiente orden: Brasil en 1964 bajo la dirección del mariscal Castelo Branco; Uruguay en 1971 bajo Jorge Pacheco Areco y José María Bordaberry; Bolivia en 1971 con el general Hugo Banzer; Chile en 1973 con el general Pinochet; Argentina en 1976 con el general Videla; Ecuador en 1976 bajo la Junta Militar y Colombia en 1978 con Julio César Turbay Ayala y el Estatuto de Seguridad. Para una descripción detallada de cada uno de estos países hasta 1978 –a excepción de Colombia-, ver COMBLIN Joseph, ob.cit. 45 Ver la caracterización de la “democracia tradicional” y el sistema integrado de dependencia en GARCÍA, Antonio, ob.cit., p. 40. 33
  • 34. dominación interna -ejercida por la élite “política”, económica y militar, que se articula en función de los intereses del capital-. Para hacer posible el cuadro de la subordinación en estos espacios, el sistema político se ha hecho a dos reglas: 1. la norma de riesgo marginal en donde las elites políticas amplían el circuito electoral y de representación a un límite que no comprometa las estructuras de la sociedad –se trata de relegitimar el régimen político sin producir una efectiva apertura democrática-; y 2. la sustitución de la acción política por la acción armada a condición de que la primera estrategia se desborde creando las posibilidades para el avance de un proceso revolucionario. En Colombia el logro de estos propósitos de conservación no dió lugar a la constitución de un Estado asistencialista que atenuara las luchas sociales, o al aumento del margen de representatividad en el escenario político46; sin embargo los indultos, amnistías y procesos de paz adelantados con la insurgencia han sido expresiones de la “norma del riesgo marginal” que no admiten las transformaciones necesarias en el orden social, lo cual parece explicar parte de su fracaso47. De otro lado, desde la creación de la República en el siglo XIX, la clase dirigente del país hizo de la sustitución de la acción política por la acción armada una política de Estado, hallando en ella el mejor mecanismo para mantener sus privilegios y hegemonía en detrimento del desarrollo jurídico e institucional del Estado. De modo que cuando la Doctrina de la Seguridad Nacional llegó a las instituciones colombianas, en el país ya se usaban prácticas políticas violentas coherentes con aquella, de las cuales la más destacada fue la violación de los derechos humanos de las gentes (el derecho a la vida, al trabajo, a la dignidad, a la propiedad, el derecho de expresión, oposición y organización, entre otros). Comencemos entonces por subrayar la debilidad histórica del Estado colombiano - regla común a los países dependientes del continente-, haciendo énfasis en el carácter bipartidista de la dominación política que es ejercida por liberales y conservadores. Estas 46 Con algunas excepciones como la ampliación del derecho del voto a las mujeres en la administración del general Rojas Pinilla, y la participación de minorías étnicas y grupos insurgentes desmovilizados en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991. 47 A diferencia de Argentina que si forjó un estado asistencialista, y las otras variantes de populismo que recorrieron la América Latina. 34
  • 35. dos asociaciones han ido construyendo el andamiaje estatal bajo una trama de violencia encarnizada que se complementa con la constitución de “frentes nacionales” 48 cuando esa misma violencia, extendida sobre el pueblo amenaza la estabilidad de su poder. La República se erigió sobre los postulados progresistas de la revolución francesa (libertad, igualdad, fraternidad), no obstante conservando las estructuras políticas y económicas heredadas de la colonia y livianamente transfiguradas con el paso del tiempo como resultado de las luchas políticas49. De ahí que, desde sus inicios, el Estado no haya logrado en ningún tiempo encarnar el rol de garante de seguridad y bienestar general, de regulador de conflictos y protector de derechos fundamentales asignado por la democracia liberal, sino que por el contrario se haya instituido en fuente primaria de inseguridades y trasgresor permanente de esos derechos, produciendo lo que García llama una “superposición de planos ideológicos”, en donde las clases dominantes gobiernan proclamando el discurso liberal de los Estados modernos al tiempo que dan a la administración y a los conflictos un manejo clientelista, autoritario y violento. Este tipo de construcción ha sido posible gracias a un complejo proyecto político, que con base en un sistema de valores e instituciones jurídicas y materiales garantizan la dominación política, dentro del cual a la sociedad se le ha asignado un rol pasivo como “consumidora de gobierno”. De tal suerte que el pueblo no tiene más participación que la que le organiza la élite en el poder, bien, siendo movilizado como fuerza en periodos electorales por impulsión del clientelismo o la coacción; como soldado en las guerras civiles gestadas desde la clase política; o como figura reivindicativa a explotar para derrocar un gobierno y entronizar otro, tal como lo demostraron las jornadas de mayo de 1957 que concluyeron con la salida del general Rojas Pinilla y la posterior instauración del Frente Nacional. Todo este régimen precario, injusto, violento, excluyente, clientelista y corrupto ha ocasionado en la historia del país un sinnúmero de conflictos a los cuales se ha dado curso 48Coalición entre el partido liberal y conservador practicada con intermitencias desde 1854. 49A este respecto consideremos que los Estados nacionales en Latinoamérica no han sido el producto de guerras de liberación nacional que hayan abocado en la construcción colectiva de una organización política desde las condiciones materiales y subjetivas de nuestros pueblos, y ése va a ser quizá el factor más importante que de cuenta de las históricas crisis políticas, económicas y sociales que los afectan. Lo anterior hace que las sociedades latinoamericanas encaren el problema de un Estado injusto, levantado sobre cimientos débiles e instituciones precarias que se auto legitima mediante dispositivos ideológico-coactivos generalizados, pilares de la dominación que caracterizan nuestra cultura política. 35
  • 36. mediante la institucionalización de la violencia y la militarización de la política, que constituyen los componentes gruesos de la Doctrina de Seguridad Nacional. La violencia se ha generado desde que empieza a construirse el Estado bajo la forma de guerras civiles entre federalistas y centralistas, liberales y conservadores, continuando en las primeras décadas del siglo XX, pues es sobre ella que logra mantenerse y arraigarse la República Conservadora sustentada en la hacienda, la explotación campesina, el poder eclesiástico y estatal50. No obstante, la violencia estrictamente oficial -o desde el Estado- empezó a contarse con la finalización de la progresista República liberal en 1946 y la llegada del conservador Mariano Ospina Pérez al poder. Su gobierno de Unión Nacional y convivencia entre los partidos liberal y conservador encontró grandes dificultades de orden político y social. En primer lugar Ospina hubo de gobernar con un parlamento determinado por mayorías liberales y un partido conservador poco cohesionado en donde anidaron radicales oposiciones al proyecto bipartidista de gobierno. Por otra parte se vivía una fuerte crisis económica y política como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y la insatisfacción general de las gentes por la frustrante segunda administración de López Pumarejo. Sumado a ello, se encontraba la crisis endémica de los partidos políticos –que salvo momentos específicos no han sido órganos de canalización de las demandas sociales, ni conductos de comunicación entre sociedad y Estado-; y el carácter cerrado del sistema bipartidista del cual se excluyeron terceras apuestas sociales, tal como ocurriría a partir de 1957. Como resultado de estos factores se gestó un difícil clima social signado por la protesta y el inconformismo de vastos sectores sociales que fue recogido en las proclamas incendiarias del caudillo popular Jorge Eliécer Gaitán contra las oligarquías. Se creó, a la sazón, todo un movimiento en torno a esta figura del liberalismo que fue cobrando fuerza en las plazas y en las calles. Ante la inminente alteración del “orden público” y la cada vez mayor cooptación de las “masas” hacia un discurso reivindicativo frente al poder, la fracción reaccionaria del conservatismo respondió con la organización de una policía política “chulavita”, llamada a devolver la tranquilidad a las clases dominantes. Este nuevo agente llevó la violencia estatal 50 Ver ARRUBLA Yepes, Mario, “Síntesis de Historia política contemporánea” en MELO, José Orlando (compilador), Colombia hoy: Perspectivas hacia el siglo XXI, 1ª ed., 1978, Tercer Mundo S.A., Santafé de Bogotá, 15ª ed., 1995. 36
  • 37. a expresiones insospechadas sobre el campo colombiano particularmente en las regiones de los Llanos Orientales, Santanderes, Tolima, Valle, Quindío y Caldas iniciando lo que se conoce como el sombrío periodo de “La Violencia”. A lo que se tiene que sumar la acción de los “pájaros”. El conservatismo había perdido toda pretensión de legitimidad, lo cual se vio reflejado en las elecciones a corporaciones públicas celebradas en 1947 en donde los liberales obtuvieron un innegable triunfo político sobre sus opositores. Este hecho constituyó un factor más de violencia política pues el Gobierno y específicamente el partido conservador en cabeza de su jefe, Laureano Gómez, buscaron y aplicaron mecanismos “alternos” de terror y amedrentamiento contra los liberales a fin de evitar su avance en la conquista del poder político. Quedaría en evidencia la formalidad democrática del régimen pues la voluntad de poder, la legislación o la obligatoriedad del consenso para resolver las diferencias políticas no significaron una limitante. Al respecto Eduardo Pizarro señala y concluye: La táctica del terror intentó ser contenida mediante múltiples mecanismos de resistencia civil, tales como las manifestaciones públicas, los debates parlamentarios, las denuncias internacionales y los enjuiciamientos de la prensa al gobierno conservador. El fracaso de esta modalidad de resistencia pacífica abrirá el terreno para el desarrollo de la oposición armada; y con ello la generalización de la guerra51. Nos encontramos entonces frente a un antecedente explícito de la Doctrina de Seguridad Nacional: la guerra sicológica, mecanismo que se aplicó con ímpetu sobre las oposiciones al dominio conservador catalogadas como claras manifestaciones comunistas. Los fines del gobierno constituyen los fines del Estado y los medios de lucha para lograrlos desbordaron la legalidad y la racionalidad democrática. El 9 de abril de 1948 sería asesinado Jorge Eliécer Gaitán en una calle bogotana causando el desbordamiento del orden social quebrantado con anterioridad. Las gentes del común promovieron el caos, se amotinaron, protestaron, saquearon, ardieron frente a al poder opresor de la estatalidad. Entonces, las Fuerzas Militares inauguraron -bajo tutoría civil- la escena de la guerra interna logrando el control de la insurrección en las principales ciudades. Liberales y conservadores volvieron a coaligarse reestableciendo su hegemonía y 51 PIZARRO Leongómez, Eduardo, “La profesionalización militar en Colombia (II)..., p. 13 37
  • 38. Ospina Pérez aplicó una novedosa fórmula de perdón y olvido entregando a la impunidad los crímenes cometidos durante este periodo. No obstante, el partido de gobierno continúo aplicando prácticas delictivas a propósito de las elecciones de 1949 entre las que se destacan la expedición de cédulas falsas, intimidación a los votantes y anulación de cédulas del liberalismo, pese a lo cual éste último sostuvo las mayorías en el Congreso. Laureano Gómez –conocido como “El Monstruo”-, atribuyó este fracaso electoral a la falsificación y uso de 1´800.000 cédulas por parte de los liberales después de lo cual extendió las prácticas violentas sobre esa colectividad creyendo necesaria su anulación del escenario político, máxime cuando el 9 de abril tuvo lugar un hecho insólito e intolerable: ¡una facción de la policía había participado de la insurrección! ¿Tal vez le habría parecido a Gómez que estos hechos tenían semejanza con la revolución bolchevique de 1917? En todo caso el conflicto interno y la adversidad política fueron percibidos como el indicio de una invasión ideológica desconociendo la naturaleza de la práctica política. Y así se fue configurando uno de los presupuestos sobre los que se iría fundando el Estado de Seguridad Nacional en Colombia. Para entonces la Unidad Nacional estaba rota, los liberales habían renunciado al gabinete ministerial y fueron sustituidos por tres militares y tres conservadores. El Gobierno optaba por la cooptación de las Fuerzas Militares como una de sus tácticas de guerra en el mantenimiento del poder. Con la renuncia del liberal Darío Echandía a la candidatura presidencial (1950-1954), Laureano Gómez quedó como único postulante en un ambiente enrarecido por la violencia, situación que fue atendida por el Congreso con la creación de una comisión para investigar la conducta del presidente Ospina y la propuesta de reformar la Constitución: Se aprueba en la comisión primera del Senado el proyecto de acto Legislativo reformatorio de la Constitución presentado por el senador Carlos Lleras Restrepo, mediante el cual se posponen las elecciones presidenciales próximas y en su defecto se crea una junta de gobierno bipartidista para el período 1950-1954, prolongándose igualmente el período de los miembros del Congreso, de las asambleas departamentales y de los concejos municipales por los mismos cuatro años52. 52 PIZARRO Leongómez, Eduardo, “La profesionalización militar en Colombia (II)..., p. 23. 38
  • 39. La respuesta del Gobierno fue inmediata e incisiva. En noviembre de 1949 se clausuró el Congreso, se decretó el estado de sitio en todo el territorio nacional, se cerraron las asambleas departamentales y los concejos municipales y se expidieron decretos complementarios que limitaron derechos civiles y políticos. Asimismo se modificó el funcionamiento de la Corte Suprema de Justicia en cuanto a las declaratorias de inconstitucionalidad sobre decretos expedidos por el Ejecutivo. En último lugar, se consumó el teatro del pueblo votante y en 1950 arribó al poder el conservador Laureano Gómez quien se aprestó a modificar la estructura institucional del Estado considerando que “los lineamientos de la república democrática debían ser por completo abandonados, ya que este régimen fundado en los perniciosos conceptos de la soberanía popular y la mitad más uno de las voluntades consagraba el poder del oscuro e inepto vulgo53.” En sus tres años de gobierno (1950-1953) se sistematizaron las prácticas de un terrorismo generalizado: el ostracismo, la censura, el incendio, la tortura, los asesinatos selectivos, se extendieron indiscriminadamente sobre la geografía del país, pudiendo afirmar -junto con Luís Carlos Galán- que “en ese momento la violencia llegó a su máximo grado y se causaron daños irreparables no sólo desde el punto de vista del número de muertos y damnificados, sino por el impacto que la barbarie causó en los valores de una generación entera54.” Entretanto y a la zaga de la violencia oficial, se fueron organizando y consolidando las guerrillas liberales con apoyo inicial del partido. Las más significativas fueron la de Norte de Santander con el Mocho Ropero a la cabeza, la de Santander comandada por Rafael Rangel, las del Llano comandadas por Eduardo Franco Isaza, los hermanos Bautista, Guadalupe Salcedo, Fonseca, Eliseo Velásquez, Tulio Bayer y otros, de tipo estacionario; y las del Tolima dirigidas, una, por el viejo Gerardo Loaiza, y la otra por Juan de la Cruz Varela. No obstante el carácter bipartidista de la violencia en este periodo, subyacían a ella fuertes razones de orden económico, de suerte que al lado del conflicto sectario entre liberales y conservadores, entre autoridades conservadoras contra el pueblo liberal, entre 53ARRUBLA Yepes, Mario, ob.cit., p. 185. 54 En crónica de Luís Carlos Galán Sarmiento, ALAPE, Arturo, La Paz, la Violencia: Testigos de excepción, Planeta Colombiana Editorial S.A., Bogotá, 1985, p. 30. Se estima que fueron asesinadas alrededor de 200.000 personas durante el periodo de La Violencia (1948-1965) y 2 millones más fueron desplazadas. 39
  • 40. veredas conservadoras contra veredas liberales y viceversa, se tejió un proyecto capitalista cuyas ambiciones en el transcurso de aquellos años 50 se afincaban sobre el desarrollo tecnológico de las exportaciones: la mecanización del campo para iniciar la expansión de los cultivos comerciales (caña de azúcar, arroz, algodón, sorgo). Al respecto, Darío Fajardo afirma -y con razón-, que la violencia no estancó el desarrollo del capitalismo pues fue a partir de ella que éste se afianzó en la agricultura 55. 2.1.1. La otra cara de la violencia y la resistencia popular campesina en los años 50 Al iniciar la segunda mitad del siglo XX, el movimiento campesino del sur del Tolima tenía una amplia trayectoria organizativa. Se había conformado en Ligas para vencer primero los desmanes de hacendados en la compra de la recogida del café hacia los años 30, y al calor de la ley 200 de 1936, cientos de campesinos colonizaron la tierra ociosa de los latifundios, demostrando una gran creatividad y capacidad de unión alrededor del tumbe de montaña. En el plano ideológico el proceso de la lucha campesina recibió las influencias del movimiento indígena de Quintín Lame y el Socialismo Revolucionario. Pero sobre la década del 50 los latifundistas se sintieron protegidos por el gobierno conservador y dictatorial de Gómez para iniciar la arremetida contra estos campesinos sembrando el terror en las regiones y estimulando el fenómeno del desplazamiento56. Enfrentamientos entre veredas y pueblos como los ocurridos en las vertientes de la cordillera central, ya hacia el Tolima, ya hacia el Valle, en particular en zonas de organización campesina, simplemente sirvieron para “limpiar” las áreas de colonos, dando cabida luego a la formación de haciendas57. El general José Joaquín Matallana, encargado de la pacificación del Llano en 1950 y de llevar a feliz término para las autoridades el Plan Laso en 1965, explica mediante la siguiente afirmación el origen de la violencia a cargo de la policía conservadora: Los oficiales tuvieron represalias contra gentes por el sólo hecho de ser liberales y muchos ganaderos importantes fueron desterrados dejando todo abandonado. Los finqueros conservadores cayeron sobre esas propiedades y a precios irrisorios las adquirieron. Hubo torturas, desapariciones, asesinatos y gente arrojada al río a medianoche58. 55 ALAPE, Arturo, ob.cit., p. 56. 56 Ibíd., p. 170. 57 Ibíd., p. 64. 58 Crónica de José Joaquín Matallana, general del Ejército de Colombia durante los años 50, en BEHAR, Las Guerras de la paz, Planeta Colombiana Editorial, 6ª edición, p. 27. 40