1. Capítulo 9
DECLARACIÓN PROGRAMÁTICA DEL ELN
Desde el momento de su fundación el ELN presentó al pueblo colombiano un programa de
lucha que resume el pensamiento de la Organización acerca de la revolución colombiana. En
ese documento el ELN explica las razones por las cuales ha asumido la lucha político - militar,
manifiesta su voluntad de desarrollar ofensiva frontal contra las clases dominantes y establecer
en el país un gobierno popular y democrático de liberación nacional. Como organización político
militar se propone la creación de un frente democrático y revolucionario de obreros, campesinos,
intelectuales comprometidos, estudiantes y sectores progresistas de las capas medias.
El ELN planteó correctamente el problema de la vigencia y urgencia de la revolución en
Colombia; no sólo mostró el camino para avanzar hacia propósitos superiores al alcance de las
clases dominadas sino que rescató categorías y memorias históricas del bien común, como la
dignidad, la rebelión, el sentido de pertenencia y la organización popular.
La toma del poder se fijó como el gran objetivo estratégico en pos del cual debían
organizarse todas las acciones revolucionarias y la lucha armada. El conjunto de propósitos
políticos, sociales, económicos y revolucionarios planteados en 1965 cobran enorme vigencia en
la Colombia de hoy, donde seguimos batallando, para que los seres humanos excluidos y
marginados puedan vivir en forma digna, atender sus necesidades materiales y espirituales y
2. Frente Nacional y para seguir llamando a la reconciliación a los pocos grupos de campesinos
que, como Efraín González12, trataban de mantenerse o para prometer que Colombia sería lo
más parecido en la Tierra a un nuevo paraíso con las ayudas de los Estados Unidos por medio
de la “Alianza para el Progreso”.
Tampoco se oyó la no muy bien timbrada voz del general Alberto Ruiz Novoa, ministro de
Guerra, para proclamar, como solía hacerlo a diario, la muerte del bandido “Tirofijo” y su grupo
de maleantes refugiados en Riochiquito después de combatir contra el Ejército. O para
amenazar, desde aquella época –hoy es lo mismo-, que las fuerzas de la anarquía y la
disolución no podrán intentar destruir el orden constitucional porque encontrarán en el Ejército
nacional una barrera que se opondrá resueltamente a tales propósitos y designios
antinacionales, anticonstitucionales y antidemocrático. Siempre han hablado así los militares
aunque nadie les crea y a muy pocos atemoricen. Por el contrario, aquella mañana del 8 de
enero de 1965, cuando la noticia era portentosa, entre sudoroso y con la cara descompuesta por
tan ingrato nacimiento, reconoció públicamente que se trataba de un nuevo tipo de violencia con
características políticas y revolucionarias.
Tan grave fue en realidad el “nuevo peligro del resurgimiento de la subversión comunista”
que el gobierno implantó inmediatamente el estado de sitio, suspendido temporalmente por unos
pocos años y revivió el llamado “Plan LASO” (Latin America Security Operation, “Operación
Seguridad para América Latina”), mediante el cual el Ejército colombiano recibía todo tipo de
3. ayudas materiales y apoyo logístico de parte del Ejército gringo para reprimir a sus propios
ciudadanos.
El llamado a la insurrección y al desarrollo de la guerra revolucionaria, proclamado por el
ELN en Simacota, marca un momento culminante en la agitación revolucionaria en el país. Por
primera vez, desde el “Bogotazo” reaparece ante la clase dominante el espectro de la revolución
social.
La ideología desarrollista de “Alianza para el Progreso” no tardó en repercutir sobre la
estrategia de contrainsurgencia, en plena marcha desde el ataque de Marquetalia, Riochiquito,
El Pato, Guayabero, y los supuestos planes de las acciones sociales de la “Alianza para el
Progreso” se transformaron en una línea de acción definitivamente antipopular y
contraguerrillera.
En el “Manifiesto de Simacota” el ELN plantea con nitidez el desarrollo de la insurrección y
la guerra revolucionaria, y llama a la unidad a los más amplios sectores sociales del país. Tal
convocatoria es el resultado de una concepción de la lucha amplia, democrática y de profundo
contenido anticapitalista. Hasta entonces nadie en Colombia había plateado la lucha
revolucionaria con el contenido de unidad teórico-práctica como lo hizo el ELN. Nuestra
obligación de revolucionarios es participar en la práctica modificadora de una realidad injusta y
anticuada de la sociedad colombiana. Sabíamos que sólo participando activamente en la
revolución podríamos conocer la teoría y los métodos de la misma. El agitado proceso vivido
4. desde esa fecha nos confirma una gran verdad: la guerra del pueblo es contra sus explotadores
internos y externos.
Simacota es, pues, un nombre estrechamente ligado a los esfuerzos liberadores del pueblo
colombiano.
Es más, significa el paso decisivo en su lucha revolucionaria, y, más aún, allí se produce el
surgimiento de una línea justa para la acción revolucionaria de nuestro pueblo. Se trataba de ir
armando al pueblo a partir de sus enormes reservas ideológicas y morales con una concepción
política que lo orientara en la búsqueda de nuevas alternativas para el desarrollo de sus fuerzas
y que le impregnaran de confianza en el conocimiento de sus propias reservas.
Allí un fecundo proyecto histórico de revolución, determinante en el curso de los hechos
políticos, sociales y militares en nuestra patria. Simacota concita amplias simpatías populares.
En los círculos intelectuales juveniles y universitarios comienzan a organizarse grupos de apoyo
y difusión de aquella tesis. El sacerdote Camilo Torres Restrepo hace suyas aquellas propuestas
por coincidir con sus postulados nacionalistas, de profundo contenido popular, de convergencia
y de no-exclusión por no depender de ningún centro de poder o partido político. La oligarquía
colombiana presiente el inexorable nexo entre el ELN y las prédicas camilistas y comienzan a
fustigarlo. Los más íntimos asesores de Camilo, como Hermías Ruiz, brillante médico de la
Universidad Nacional de Colombia, Julio César Cortés y Jaime Arenas Reyes, se contactan con
la incipiente red urbana en Bogotá y empiezan a trabajar con intensidad al interior del ELN y a
fortalecer los vínculos de los organizadores con el mundo universitario.
5. Simacota marcó un camino de consolidación y desarrollo del ELN, y la historia política de
Colombia de partió en dos: antes de Simacota y después de Simacota.
6. Capítulo 8
ACCIONES POSTERIORES A SIMACOTA
Acción de Papayal. El 3 de febrero de 1965 ocho compañeros realizaron la toma de
Papayal, Santander, con el objetivo de distraer al Ejército del cerco que habían tendido después
de la toma de Simacota a los compañeros que se encontraban al mando de Fabio y se habían
constituido en el Frente José Antonio Galán. La acción la dirigió Lara Parada, se recuperaron
dos armas largas, fueron dados de baja dos agentes de la policía, un auxiliar y el inspector de la
policía. El compañero que más se destacó en la acción fue José Antonio Rico Valero (“El Pollo”),
quien tenía diecisiete años de edad y fue quien recuperó directamente las armas; el compañero
moriría posteriormente en otra acción. También participó Heliodoro Ochoa.
El 22 de marzo de 1965 la red urbana de la ciudad de Bucaramanga activa dos bombas
en el parque Santander. Allí se estaba realizando un acto político presidido por el comandante
de la Quinta Brigada, coronel Álvaro Valencia Tovar. Ese día se conmemoraba un aniversario de
la insurrección comunera.
El 22 de abril de 1965 comandos urbanos dirigidos por Claudio León Mantilla y Carlos
Uribe Gaviria se tomaron el aeropuerto Gómez Niño de Bucaramanga. Dan de baja a un agente
de la policía y recuperan una gruesa suma de dinero. La acción tuvo hondas repercusiones
políticas positivas para el ELN por realizarse en los días en que se llevaba a cabo el consejo
verbal de guerra contra el ELN en la ciudad de Pamplona.
7. El accionar de la columna guerrillera sobre Simacota y Papayal abrió importantes
expectativas en el aspecto urbano.
Los centros universitarios del país, principalmente la Universidad Industrial de Santander,
la Universidad Nacional de Colombia (UN) y la Universidad de Antioquia se convierten en
terrenos fecundos para la incorporación activa de nuevos militantes urbanos que aporten
conocimientos científicos y disponibilidad combativa. Empieza a editarse el periódico
Insurrección y se distribuye masivamente en todas las áreas de operaciones del ELN, sobre todo
en Bucaramanga, Barrancabermeja, Bogotá, Medellín, San Vicente de Chucurí y zonas
exploradas por la columna.
El 3 de julio de 1965 la red urbana de Barrancabermeja cumplió una misión de alto riesgo
al ajusticiar, en la clínica de Bucaramanga, a Florencio Amaya, primer desertor del ELN. Esta
misión la dirigió con gran acierto Claudio León Mantilla. Amaya se había presentado al puesto
militar de San Vicente de Chucurí, entregó a la inteligencia militar toda la información sobre la
columna guerrillera, armamento, número de combatientes, medidas de seguridad, bases de
apoyo, colaboradores, áreas de operación; esta acción se reivindica para aumentar la fidelidad a
la Organización y dejar el primer precedente ante el país de la seriedad del ELN. La traición de
Amaya y la valiosa colaboración prestada al enemigo trajeron consigo la detención de muchas
personas cercanas, juzgadas después en 1966 en el primer consejo verbal de guerra contra el
ELN en Pamplona.
8. Ante la urgencia de adquirir armamento, Heliodoro Ochoa ejecuta en Bucaramanga el
28 de julio de 1965 la primera recuperación urbana de un arma. Después de seguir durante
varios días a un policía, el comando urbano lo abordó en un bus, le dio muerte y le expropió una
subametralladora Madsen con sus proveedores.
Mientras tanto, la columna guerrillera José Antonio Galán, moralizada por los últimos
triunfos, busca al enemigo para confrontarlo; con ese espíritu se tendió una emboscada a la
tropa sobre la carretera que de San Vicente de Chucurí conduce a Barrancabermeja en
jurisdicción de La Yarima, en un punto conocido como Cruz de Mayo. El parte de guerra informa
de siete bajas al enemigo (cuatro muertos y tres heridos). Entre las filas elenas cayó el
guerrillero Hernán Moreno Sánchez, llamado cariñosamente “El Chiquitín”. Además, resultó con
heridas graves Luis José Solano Sepúlveda, quien recibió atención en un centro urbano y se
reincorporó de nuevo a la guerrilla.
En ese mismo año, en el segundo semestre, Ricardo Lara Parada salió hacia la zona
noroeste del departamento para desarrollar trabajos relacionados con la implantación de otro
Frente guerrillero.
Se realizan acciones militares urbanas, como las voladuras de los oleoductos
pertenecientes a la Texas Petroleum Company y a la Cities Service, cerca de Barrancabermeja.
Estas acciones se llevan a cabo el 17 de agosto de 1965.
Se recupera un lote de armas en Barrancabermeja. Esta acción la dirigió Juan de Dios
Aguilera, quien pasó a la clandestinidad a partir de entonces al ser reconocido por testigos.
9. Se expropia a Cementos Diamante, incautando varios kilos de dinamita. A su vez, se
ataca al puesto de policía del barrio Caldas, en Bucaramanga.
Dos acontecimientos tuvieron honda repercusión política para el ELN en 1965. las capturas
de José Dolocio Durán Novoa, estafeta de la guerrilla y de varios miembros y colaboradores de
la red urbana el 23 de agosto. Estas capturas llevaron al decomiso de numerosa
correspondencia interna y valiosa información que facilitaron los futuros planes contraguerrilleros
y el desvertebramiento temporal de la red urbana de Bucaramanga, la más activa entre todas. El
otro hecho de gran trascendencia política fue la incorporación de Camilo Torres Restrepo a las
filas del Frente José Antonio Galán el 1º de octubre de 1965.