Estamos en el umbral de una nueva edición de la denominada “Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos” que este año se celebrará entre el 18 y el 25 de enero
Santa Luisa de Marillac nos muestra: Los escollos a evitar
Semana de oración por la unidad de los cristianos 2019
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SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS 2019
Estamos en el umbral de una nueva edición de la denominada “Semana de
Oración por la Unidad de los Cristianos” que este año se celebrará entre el 18 y el 25
de enero bajo el lema “Actúa siempre con toda justicia” (Dt 16, 18-20) que se vienen
preparando de forma concordada entre el Consejo Ecuménico de las Iglesias (por parte
de las Iglesias reformadas) y el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos (por
parte Católica), elaborando unos textos litúrgicos para la oración y celebración común.
El ecumenismo es en la actualidad un movimiento mundial por la unidad de los
cristianos. Nació en ambientes protestantes en el siglo XIX. La Iglesia católica también
está trabajando con decisión y firmeza en él, particularmente a partir del Concilio
Vaticano II (1962 – 1965), así como otros documentos, entre los que hay que
mencionar por su importancia el denominado “Unitatis redintegratio”, o las cartas
apostólicas “Tertio millennio adveniente” y “Orientale lumen”; y la encíclica “Ut unum
sint”.
El diálogo entre los hombres es un imperativo ético y de convivencia social para
el buen entendimiento y arreglo de diferencias y disputas que eviten reprobables
actitudes de violencia, rechazo y exclusión de unos frente a otros. Y en este ámbito,
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cabe reflexionar desde el ámbito creyente en la necesidad de diálogo entre los
creyentes de distintas religiones (diálogo interreligioso), e incluso con mayor
imperativo moral entre los propios cristianos, como el papa Francisco recordó
recientemente en su visita al Consejo Mundial de las Iglesias con sede en Ginebra en
junio de 2018 ("nuestra falta de unidad es abiertamente contraria a la voluntad de
Cristo, pero es también un escándalo para el mundo").
Esta actitud de diálogo, la búsqueda del encuentro con el prójimo, respetarle,
acompañarle y asistirle, no sólo está en la esencia del mensaje evangélico de Jesús,
sino que también forma parte de la actitud de S. Francisco en su vivencia evangélica
como viene puesto de relieve en las crónicas de su vida (Celano subrayaba la unidad y
armonía en el trato entre los hermanos), siendo reseñable el episodio en que Francisco
se entrevistó con el Sultán Melek-el-Hamel; en el que arriesgando su vida, dada la
situación de confrontación y conflicto, Francisco llegó a lograr un inicial acercamiento
al Sultán con el que logró entablar un diálogo que la convivencia y la paz tanto
precisaba.
El “humanismo franciscano” facilita el encuentro intercultural para dar
respuesta de esperanza posibilitando una “cultura de cercanía”, una “cultura ecológica
y cósmica”, en definitiva, una “cultura del diálogo, que favorece la inculturación del
Evangelio. Y en esa línea se recoge dicha actitud como orientación vital en los
franciscanos seglares:
“Como portadores de paz y conscientes de que la paz ha de construirse
incesantemente, indaguen los caminos de la unidad y de la inteligencia fraterna
mediante el diálogo, confiado en la presencia del germen divino, que hay en el hombre
y en la fuerza transformadora del amor y del perdón.
Mensajeros de la perfecta alegría, esfuércense permanentemente en llevar a los
demás el gozo y la esperanza…” (art. 19 de la Regla OFS).
En ese contexto, habría de entenderse la invitación del papa Juan Pablo II para
reunirse en Asís con los líderes religiosos del mundo y rezar por la paz, el 27 de octubre
de 1986, en lo que se dio en llamar el “Espíritu de Asís” (puente de encuentro, oración,
diálogo y paz), que se ha ido abriendo paso y promovido posteriormente como punto
referencial de encuentro, conocimiento y respeto mutuo que propicia la paz.
En relación con la “Semana de oración por la unidad de los Cristianos”, la
Iglesia nos invita a rezar por la Unidad de los Cristianos, como lo hace el Consejo
Mundial de Iglesias para que el Espíritu Santo propicie esa unidad que restañe viejas
heridas y malentendidos, que nos haga más consecuentes con el mensaje evangélico
(Jn. 17), que nos haga sentirnos hermanos en Cristo y nos muestre unidos ante Dios y
ante el mundo, por encima de diferencias puntuales, pues es más lo que nos une que
lo que nos separa, como decía el papa Juan XXIII.
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Y como fruto de esa oración por la unidad sea el desarrollo ecuménico, en la
línea señalada por el papa Benedicto XVI, en su Exhortación Apostólica Verbum
Domini, expresa:
“Por tanto, conviene incrementar el estudio, la confrontación y las celebraciones
ecuménicas de la Palabra de Dios, respetando las normas vigentes y las diferentes
tradiciones” (N° 46)
Y el papa Francisco, en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, declara:
“Si nos concentramos en las convicciones que nos unen y recordamos el
principio de la jerarquía de verdades, podremos caminar decididamente hacia
expresiones comunes de anuncio, de servicio y de testimonio” (N° 246)
Así conviene señalar que se trata de una actitud superior a la mera tolerancia,
según ha indicado el Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los
cristianos describe con los siguientes términos las características del diálogo
ecuménico (No. 172):
• El diálogo está en el corazón mismo de la colaboración ecuménica y la
acompaña en todas sus formas.
• Este diálogo pide que se escuche y se responda, que se trate de comprender y
de hacerse comprender.
• Es estar dispuesto a plantear cuestiones y a ser, a su vez, interrogado.
• Es comunicar algo propio y tener confianza en lo que los demás dicen de sí
mismos.
• Cada interlocutor debe estar dispuesto a dar siempre más aclaraciones y a
modificar sus puntos de vista personales y sus modos de vivir y de actuar, que se deje
guiar por el amor auténtico de la verdad.
• La reciprocidad y el compromiso mutuo, así como el sentimiento de que los
interlocutores están todos en pie de igualdad, son elementos esenciales del diálogo.
• El diálogo ecuménico permite a los miembros de las diversas iglesias y
comunidades eclesiales llegar a conocerse entre sí, a identificar los temas de fe
y de práctica que tienen en común y los puntos en que difieren.
• Tratan de comprender las raíces de estas diferencias y valorar en qué medida
constituyen un obstáculo real a una fe común.
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• Cuando reconocen que las diferencias constituyen una barrera real a la
comunión, tratan de hallar los medios para superarlas a la luz de esos puntos de la fe
que tienen ya en común.
Juntarnos ecuménicamente conlleva saber que los demás nos pueden enseñar,
ayudar, descubrir algo que quizás ni lo habíamos pensado encerrados en nuestro
nidal.
El eje principal del diálogo ecuménico es lograr la valiosa y delicada confianza entre
las iglesias y de éstas con los diferentes actores de la sociedad, que haga posible una
acción que refleje una verdadera espiritualidad de la paz. Esta confianza es fruto del
encuentro personal con hombres y mujeres de diversas iglesias; es el resultado de un
tiempo prudente de acercamiento, trabajo en común y una enorme dosis de respeto,
comprensión, de visitas, de celebración conjunta y cariño, es decir, confianza es
sinónimo de fraternidad. Es verdad que en el ámbito doctrinal o de costumbres nunca
llegaremos a acuerdos; intentar hacerlo es una empresa inútil ya que la riqueza de
cada tradición es un valioso tesoro para ser compartido en la diversidad. El único
camino viable es el amor y el trabajo conjunto en favor de la dignificación de la vida en
todas sus etapas, comenzando por el cuidado de los más pequeños y vulnerables.
El amor tiene su modelo en Cristo “Ámense los unos a los otros como yo los he
amado” (Jn 15,12) y se hace creíble en el testimonio de hermandad en la que nos
reconocerán como sus discípulos (Jn 13,34). Lo contrario al amor entre los cristianos es
el más grande escándalo y la causa que el mundo no crea.
Domingo Delgado Peralta (OFS)