Los países desarrollados tienen economías industrializadas con altos estándares de vida, mientras que los países subdesarrollados tienen economías basadas en la agricultura y la extracción de recursos naturales con bajos ingresos. Los países desarrollados suelen tener instituciones democráticas robustas, a diferencia de los países subdesarrollados que enfrentan desafíos como la pobreza, la desigualdad y bajos niveles de educación.