1. Un lugar llamado DESIDIA
En más de una ocasión he hablado del engendro de plan de estudios de la
Facultad de Medicina de Albacete, a raíz del obligado cambio que supuso la
convergencia europea (el llamado plan Bolonia). Una facultad que había sido
innovadora en el panorama español, tanto en metodología docente como en
contenidos, tiraba todo ese bagaje por la borda para mayor satisfacción de
muchos de sus profesores titulares que vieron una gran oportunidad para
aumentar su área de influencia y su poder. Básicamente estos dependen de los
créditos impartidos (dicho de forma sencilla para quien no sea entendido en
estas cuestiones: horas de formación que dependen de cada jefezuelo).
Así, se gestaron alianzas que permitieran hacerse con el control de los puestos
directivos, de las comisiones correspondientes, y en definitiva del reparto
de créditos. De forma que quienes se pusieron de acuerdo, por
afinidades previas (no ideológicas, porque ahí no había más ideología
que la pura avidez; probablemente ni tan siquiera de amistad),
acapararon contenidos, obviamente en perjuicio de otros. A pesar de
que los contenidos estaban perfectamente identificados en una Orden
Ministerial, como ya expliqué en “Reflexiones acerca de un fracaso”, el
reparto de estos supuso una verdadera batalla.
Una de las nuevas competencias que los estudiantes deben adquirir según esa
Orden Ministerial son las “Habilidades de comunicación”, que, entre otras,
debía incluir las siguientes competencias: conocer los aspectos de la
comunicación con pacientes, familiares y su entorno social; modelos de
relación clínica, entrevista, comunicación verbal, no verbal e interferencias;
dar malas noticias; redactar historias, informes, instrucciones y otros registros,
de forma comprensible a pacientes, familiares y otros profesionales... Se trata
verdaderamente de un tema importantísimo en la formación de los futuros
médicos, que deben estar dotados de habilidades en este campo. Hablo de
habilidades, porque lo verdaderamente importante es la destreza para
aplicarlas en la práctica clínica, no tanto el acúmulo de contenidos teóricos
intrascendentes. Pero en esta materia, como en otras, vieron una gran
oportunidad de “sacar tajada” algunos con gran poder en la facultad en ese
momento. No importa que quien imparte esta asignatura no tenga experiencia
clínica, ni siquiera que sea o no médico... Como dijo el decano en el momento
de la gestión del plan de estudios, frente a la propuesta de incorporar parte de
estos contenidos en la asignatura de Medicina de Familia: “no hace falta tener
experiencia, todo se puede leer en algún libro” (cito, no sé si textualmente, pero
seguro que de forma muy aproximada, lo que oí personalmente, no es que me
lo hayan contado). Hay que decir que si nos ofrecíamos a impartir estos
contenidos es porque se trata de un área de conocimiento que ha tenido un
importantísimo desarrollo precisamente en el entorno de la Medicina de
Familia, y en nuestro país, pero también en nuestra comunidad autónoma, hay
grandes expertos.
Ahora los estudiantes reciben con estupefacción una asignatura llena de
contenidos teóricos intrascendentes, que en muchos casos repiten lo que ya
saben sobre comunicación, porque ya lo han visto en el bachillerato, y sin el
2. más mínimo enfoque clínico. Obviamente quienes imparten esta asignatura no
lo son. Para que los estudiantes puedan ver en qué consiste esto los envían a
hacer prácticas a los centros de salud (¿dónde si no?). Sin haber contactado
previamente con los profesionales de atención primaria (y solo en virtud de la
complicidad del director médico de la gerencia de atención primaria, que
merece una mención especial que abordaré seguidamente), lanzan a los
estudiantes a unas prácticas con unos contenidos poco claros, para que vean a
3 o 4 pacientes. ¿Qué prácticas sobre habilidades de comunicación son esas?
¿Qué papel juega ahí el director médico de la gerencia de atención primaria?
Hablamos de un señor que es licenciado en medicina, pero sin formación
específica en Medicina de Familia (es decir no ha pasado por el MIR).
Actualmente ocupa ese cargo, obviamente por designación “digital”, en virtud
de sus afinidades políticas. Recientemente fue cesado por la UCLM de una
plaza de profesor asociado en virtud de una resolución judicial, pero sin
embargo figura como profesor de prácticas (?) de esa asignatura de
comunicación asistencial. Los cargos gerenciales han sido incompatibles con
los puestos de profesor asociado clínico hasta que con él hicieron una
excepción, a pesar de que la normativa indica claramente que se debe estar
ocupando una plaza asistencial, precisamente para poder ocuparse de la
docencia en el entorno clínico.
¿Qué es pues lo que ocurre? ¿Intercambio de favores?
Ustedes dirán. Lo que es cierto es que en toda esta trama los grandes
perjudicados son los estudiantes. Y, por qué no, a la larga todos los que en el
futuro podamos ser sus pacientes.