Ve y haz tú lo mismo la parabola del buen samaritano».pptx
1. «Ve y haz tú lo mismo»
Lc 10, 37
El prójimo cuida a su hermano
herido y abandonado en el camino
LECTIO DIVINA
CURSO TALLER PROVINCIAL 2023
Provincia Eclesiástica de Xalapa
Pbro. Adán Cruz Hipólito
Orizaba, Ver., a 21 de Septiembre de 2023
2. ORACIÓN INICIAL
Señor Jesús, haz que mi mente se abra a tu Palabra. Hazme
comprender que la fe germina en el alma con la meditación
constante de tu Palabra, que florece en la humildad y el silencio,
y que fructifica con la oración.
Crea, Señor, en mí la convicción de que todo es posible para
quien cree, que la fe vence al mundo, que por la fe cada una de
mis acciones se vuelven sobrenaturales y de valor infinito. Señor,
haz que crea mejor.
Señor, dame una fe capaz de transportar montañas. Dame una
fe digna de ti. Dame una fe que no se quede en la mente, sino que
baje a mi corazón para que se transforme en vida. Vida de fe
necesito de Ti. Señor, dame la fe de los mártires, la fe de los
santos, la fe de los buenos. Amén.
5. La parábola del buen samaritano está
precedida por el retorno de los 72
discípulos, donde sobresale la
exclamación de Jesús:
«Yo te bendigo Padre, Señor del cielo y
de la tierra, porque has ocultado estas
cosas a los sabios y entendidos y las has
revelado a los menores de edad.
Sí, Padre, porque así te agradó delante
de ti. Mi Padre me ha entregado todo, y
nadie conoce quién es el Hijo sino el
Padre; y quien es el Padre sino el Hijo y
aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar
(Lc 10,21)»
6. Así como la expresión:
«Bienaventurados los ojos que ven
lo que ustedes ven. Porque les digo
que muchos profetas y reyes
quisieron ver lo que ustedes ven,
pero no lo vieron y, escuchar lo
que ustedes oyen, pero no lo
oyeron (Lc 10,23)».
Por consiguiente, la parábola no
está dirigida a los opositores de
Jesús, sino a sus propios discípulos
que ya han experimentado los retos
y los gozos de la misión.
7. De esta comunidad integrada por los discípulos,
un experto en la Ley se levantó para preguntar:
«Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la
vida eterna? (Lc 10,25)».
Es muy probable que este discípulo
pertenecía al grupo de los fariseos, pues era
experto en la interpretación de la Ley de
Moisés y creía en la vida eterna, pero, como
ávido investigador, quería poner a prueba la
sabiduría de Jesús confrontando su enseñanza
con la tradición judía.
El diálogo entre el discípulo y su maestro era
un recurso didáctico de las escuelas hebreas
y, también había sido empleado en la
filosofía griega.
8. Jesús responde con otra pregunta: «¿Qué está escrito en
la Ley? ¿Cómo lees públicamente? (Lc 10,26)».
Y éste responde: «Amarás al Señor, tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con
toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo (Lc
10,27)».
Y Jesús concluye el debate diciendo: «Has respondido
bien. Haz eso y vivirás (Lc 10,28)».
Pero, el discípulo no se da por vencido e intenta
justificarse con otra pregunta: «Y ¿quién es mi prójimo?
(Lc 10,29)».
Jesús viendo la astucia de su discípulo suspende el
diálogo y la suple magistralmente con una parábola.
9. La parábola es provocativa desde su
planteamiento. Describe un riesgo común que
enfrentaban todos los viajeros que recorrían los
aproximadamente 36.5 km de distancia entre
Jerusalén y Jericó. Este camino descendía los
acogedores bosques de Jerusalén para adentrarse
cada vez más al desolado desierto de Judea,
siguiendo un camino escarpado y desolado,
siguiendo el curso de un riachuelo que tendía a
secarse en las estaciones más calurosas del año.
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13. En este camino se encontraban muchas
grutas que servían para resguardar al
ganado del sol, así como muchas rocas y
grietas entre las montañas que eran
empleados por los ladrones y asesinos para
cometer sus crímenes.
Si un desafortunado caía en manos de estos
criminales no tenía ninguna posibilidad de
sobrevivir ni recibir auxilio y justicia. Era
un camino que conducía a la muerte.
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15. El protagonista de la parábola es un hombre que permanece en el
anonimato, nadie conoce su identidad, pero puede ser identificado con
cualquier ser humano que sufre los peligros del camino a Jericó. Es
brutalmente atacado por unos ladrones quienes lo desnudaron y lo golpearon
hasta casi matarlo. Los ladrones no sólo lo despojaron de sus bienes, sino que
se propusieron asesinarlo para que su víctima no reclamara justicia. Los
criminales lo golpearon hasta que se convencieron de que ya estaba muerto y
lo desnudaron para que el desierto concluyera su delito.
16. Casualmente, por el mismo camino
pasó un sacerdote, un hombre al
consagrado a Dios, conocedor de
la Ley de Moisés, que había
concluido su servicio en el Templo
de Jerusalén, quien vio al hombre
abandonado en el camino, lo
examinó dando vueltas alrededor de
la víctima, pero se retiró sin prestarle
alguna ayuda.
17. Al poco rato, pasó por el mismo
lugar un levita, servidor del
Templo de Dios, que actúo como
el sacerdote, examinó a la víctima
y se alejó de ella sin brindarle
auxilio.
18. Las figuras del sacerdote y del levita no son
casuales, son expresión del reclamo de las
comunidades lucanas contra el Sanedrín y
los sacerdotes de Jerusalén, que se
convirtieron en cómplices de los opresores
del pueblo de Dios callando las injusticias
por temor o conveniencia, pactando alianza
con la familia de Herodes y los romanos para
eliminar las comunidades cristianas.
19. No obstante, la salvación del hombre
abandonado en el camino proviene de un
samaritano, de un hombre despreciado por
los judíos por sus orígenes étnicos y por
viejos resentimientos históricos.
Los samaritanos eran los descendientes de
los israelitas que no fueron llevados al exilio
en Babilonia y se mezclaron con los
extranjeros que llegaron a habitar Palestina
del que surgió un mestizaje. Los samaritanos
creían en Yahvé, observaban la Ley de
Moisés y ofrecían sacrificios en los
santuarios del Norte.
20. Pero, los judíos los identificaban como
herejes e impuros (cfr. Jn 4, 9), porque se
habían separado del judaísmo oficial y
practicaban el sincretismo religioso.
Además, conviene agregar que los judíos
odiaban a los samaritanos por los diversos
conflictos que enfrentaron con ellos
después del retorno de Babilonia, pues los
mismos samaritanos se opusieron a la
reconstrucción del Templo y las murallas
de Jerusalén y, hasta conspiraron con los
pueblos vecinos la destrucción del reino de
Judá.
21. Sin embargo, Jesús describe que fue un samaritano el
que se compadeció del hombre abandonado en el
camino, al que se le conmovieron las entrañas al
contemplar su dolor.
El samaritano se acercó al hombre, vendó sus heridas
curándolas con aceite y vino, lo montó en su propia
cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él.
Y, aunque tuvo que retirarse de la posada, lo dejó bajo
las atenciones del posadero, comprometiéndose a pagar
sus deudas cuando volviera por el mismo camino.
Jesús concluye la parábola con una pregunta retórica:
«¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del
que cayó en manos de los ladrones? (Lc 10,36)».
A lo que el discípulo responde: «El que practicó la
misericordia con él (Lc 10,36)». Y Jesús sentencia
magistralmente: «Ve y haz tú lo mismo (Lc 10,37)».
23. Lucas emplea el adverbio «plēsíon» (cerca
de/ junto a) para referirse al «prójimo», el
cual fue traducida por la Vulgata como
«proximus». Por lo tanto, ser prójimo no es
una identidad en sí misma, sino una
ubicación y una actitud. La pregunta
correcta no es ¿quién es mi prójimo?, sino
¿de quién soy prójimo?
Por consiguiente, nuestra primera acción
consiste en identificar para quienes somos
los más cercanos en este preciso tiempo y
espacio. Una vez que nos hemos ubicado,
nos preguntamos: ¿Estoy actuando como
prójimo de mi hermano?
24. El camino es un tema central en la teología
lucana, pues el camino que recorre Jesús
desde Nazaret hasta Jerusalén es el espacio
donde predica sus más importantes
enseñanzas (cfr. Lc 9,51-19,28), incluso,
después de la resurrección, los discípulos de
Jesús fueron conocidos como los seguidores
del Camino (cfr. Hch 9,2).
El camino de Nazaret a Jerusalén es el
camino pascual de Jesús, mientras que el
camino de Jerusalén a Jericó es el camino
pascual de la comunidad cristiana.
25. La misión de Jesús comenzó en
Cafarnaúm de Galilea y alcanzó su
plenitud en el Monte Calvario en
Jerusalén.
La misión de la comunidad cristiana
comienza en el Cenáculo de
Jerusalén y continúa extendiéndose
hasta el fin del mundo (cfr. Hch 1,8).
26. Los santos padres de la Iglesia
descubrieron en la figura del hombre
agredido en el camino de Jerusalén a
Jericó, la imagen de Jesucristo
crucificado que fue golpeado,
despojado de sus vestiduras, herido
hasta la muerte y abandonado por
los suyos.
27. Por lo tanto, el camino de Jerusalén
a Jericó es el camino pascual de la
comunidad cristiana que está
marcado por los peligros, la
incertidumbre y los dinamismos
históricos.
Sin embargo, en lo más escarpado
de este camino nos encontramos
nuevamente con Jesucristo que
sale a nuestro encuentro en la
figura del hombre herido, desnudo
y abandonado por sus agresores.
28. El marco de realidad que se percibe
en nuestra Provincia Eclesiástica de
Xalapa y en todo nuestro territorio
nacional nos convoca a actuar como
prójimos de nuestros hermanos.
El camino de la Iglesia Católica en
México está marcado por la violencia,
el narcotráfico, la delincuencia
organizada, la trata de personas, la
corrupción, el desempleo, la pobreza
extrema, el derroche de recursos
públicos, la impunidad y el cinismo.
29. En este camino de Jerusalén a
México encontramos a muchos
“Cristos” heridos y abandonados en
el camino por sus agresores: madres
buscadoras, niños con cáncer,
migrantes, desempleados, personas
desaparecidas, víctimas del secuestro,
del robo, del homicidio, de la extorsión
y de la corrupción.
30. A estos “Cristos” se les ha despojado
de su dignidad, los han agredido física,
moral y psicológicamente; les han
prohibido todo apoyo legal, moral y
económico; se les ha desnudado de sus
derechos humanos y garantías
individuales para que las circunstancias
dolorosas de su vida concluyan el
crimen que perpetraron sus agresores.
31. Ante estas situaciones que
interpelan nuestra identidad y
misión como agentes de pastoral
conviene cuestionarnos si
estamos actuando como el
sacerdote o el levita, o estamos
asumiendo las actitudes
misericordiosas del buen
samaritano.
32. El sacerdote y el levita
contemplaron y examinaron
cuidadosamente el estado crítico
del hombre abandonado en el
camino.
Analizaron la causa de su
sufrimiento, sopesaron su estado de
salud, pronosticaron sus
posibilidades de supervivencia,
evaluaron su capacidad de respuesta
y los inevitables riesgos que
asumirían en su rescate.
33. Y, después de un serio análisis de la realidad,
un cotejo de los costos políticos, económicos y
de la propia seguridad personal, llegaron a la
conclusión de que no era viable auxiliarlo.
Lo abandonaron en el camino, esperando
que otro más realizara el rescate, o bien, que
la naturaleza de las circunstancias acabaran
con su vida convirtiéndose en cómplices de
sus victimarios.
34. Como agentes de pastoral, es muy cómodo
dedicarnos sólo a las tareas que resultan más
cómodas y seguras, a los apostolados que no
implican sacrificios ni riesgos. A veces,
podemos ser tentados a convertimos en
agentes de promoción humana y justicia
social sólo de escritorio, negando nuestra
vocación de testigos de Cristo en los
diferentes ámbitos sociales que nos
interpelan.
35. Sin una sólida espiritualidad que nos
configure a Cristo, Buen Pastor, corremos
el peligro de convertirnos en una triste
caricatura de analistas políticos,
investigadores sociales, economistas e
ideólogos materialistas. Pues, el agente de
pastoral que abandona a su hermano
herido en el camino se vuelve cómplice de
sus agresores.
36. El buen samaritano, superó sus
prejuicios, su odio a los judíos, sus
resentimientos históricos, se
identificó con el sufrimiento y la
soledad del hombre abandonado en el
camino y actuó con misericordia.
No le importó la identidad del
hombre caído, ni evaluó las
ganancias o las pérdidas por esta
acción misericordiosa.
37. Como “Cristo en la cruz”, ofreció lo
que tenía para rescatar la vida de su
hermano convirtiéndose en su
redentor, su go’el. Le ofreció su aceite,
su vino, su cabalgadura, incluso, su
propia vida que puso en grave peligro
para rescatar la vida de su hermano. El
buen samaritano superó sus prejuicios,
resentimientos históricos, deseos de
venganza e intereses mezquinos ante un
bien mayor: rescatar la vida de su
hermano.
38. Como el buen samaritano, en el
contexto socio político de nuestro
país, nos urge superar nuestros
prejuicios, los resentimientos y los
discursos de odio que están
polarizando radicalmente a la
población mexicana.
Urge superar los intereses mezquinos,
los temores y las ambiciones que
impiden asumir con objetividad y
eficacia los desafíos de nuestra
realidad con la participación de todos
los miembros de nuestra sociedad.
39. Desde nuestra misión evangelizadora,
urge formar a nuestras comunidades
cristianas en un auténtico compromiso
social que construya la civilización del
amor, superando la simulación y el
fanatismo ideológico político que hace
fértil la cultura de la muerte y la
ruptura del tejido social.
El imperativo de Jesús es
incuestionable: «Ve y haz tú lo
mismo (Lc 10,37)».
40. 4. ORACIÓN
Señor haz que seamos tus testigos, para comu-
nicar tu enseñanza y tu amor. Concédenos
poder cumplir la misión con humildad y
profunda confianza. Que nuestro servicio sea
de una entrega gozosa y viva en el Evangelio.
Recuérdanos continuamente que la fe que de-
seamos irradiar la hemos recibido de ti como
don gratuito. Haznos verdaderos discípulos-
misioneros de la fe, atentos a la voz de tu
Palabra, amigos leales y sinceros de los demás.
41. Que sea el Espíritu Santo
quien conduzca nuestra vida;
para que no dejemos de
buscarte y quererte, para que
no nos venza la pereza y el
egoísmo y podamos combatir
la tristeza.
Señor, te servimos a ti y a la
Iglesia unidos a nuestra Madre
Santísima, que, como ella,
sepamos guardar tu Palabra y
ponerla siempre al servicio del
mundo. Amén.
42. 5. ACCIÓN
Formular un compromiso después de reflexionar las siguientes preguntas:
¿Cómo describo el camino histórico por el que actualmente transita
mi Diócesis, decanato o parroquia?
¿Cuáles son los peligros que encuentro en mi camino?
¿Quién puede ser el hombre que baja por el camino de Jerusalén a
Jericó en mi Diócesis, decanato o comunidad?
¿Quiénes son los ladrones que golpean, hieren, despojan y desnudan
a quienes viven y transitan por nuestra Diócesis, decanato o
parroquia?
43. ¿De quién soy prójimo?
¿Actúo como prójimo en la comunidad donde me encuentro?
¿Quiénes son los “Cristos” que encuentro heridos y
abandonados en mi comunidad y misión?
¿He actuado como el sacerdote o el levita abandonando al
hombre golpeado y abandonado en el camino? ¿Cómo y en qué
momentos?