revelación de los mayores escándalos políticos de EE UU, el periodista, de cuyo nacimiento se cumplen cien años, logró que los diarios narraran las transformaciones de la vida cotidiana
1. Watergate, los papeles del Pentágono y
ese Pulitzer que tuvo que devolver: la
vida de Ben Bradlee, mítico director de
‘The Washington Post’
Además de participar en la revelaciónde los mayores
escándalos políticos de EE UU, el periodista, de cuyo
nacimiento se cumplen cienaños, logró que los diarios
narraran las transformaciones de la vida cotidiana
Ben Bradlee, director
de 'The Washington Post' y responsable de la investigación del ‘caso Watergate’, que
acabaría forzando la dimisión del presidente Richard Nixon.DAVID R. LEGGE
GONZALO CACHERO
Madrid - 30 AGO 2021 - 21:04 COT
1
Pocas personas han tenido la suerte de Ben Bradlee (Boston, 1921-Washington,
2014) para toparse con el curso de una época. Al legendario director de The
Washington Post entre 1968 y 1991, una de las figuras más representativas del
periodismo del siglo XX y de cuyo nacimiento se cumplieron cien años el pasado 26
de agosto, le ocurrió en varias ocasiones. La Segunda Guerra Mundial, en la que
participó; los motines raciales por los derechos civiles, varios de los cuales narró
como reportero; o la entrada del glamur en la política con la llegada a la Casa
Blanca de los Kennedy, de quienes era amigo, fueron algunos de los
acontecimientos de los que fue un privilegiado espectador.
2. Bajo su liderazgo, el Post destapó los dos mayores escándalos políticos de Estados
Unidos -las mentiras de varios presidentes sobre Vietnam, gracias a los Papeles del
Pentágono; y el espionaje del caso Watergate que acabaría con la presidencia de
Richard Nixon-, pero parte de la fama que Bradlee alcanzó es debida al cine. Su
imagen de grandullón enérgico y algo malhumorado, enfundado en camisas a rayas
de cuello blanco de la marca londinense Turnbull & Asser, es inseparable del éxito
que, contra su criterio, alcanzó el director Alan J. Pakula con Todos los hombres del
presidente (1976), película en la que Robert Redford y Dustin Hoffman interpretan
a Bob Woodward y Carl Bernstein, los dos reporteros a los que Bradlee (Jason
Robards) y otros guiaron en la revelación del Watergate. Pero más allá de los hitos
informativos a los que contribuyó, su mayor legado procede de la relevancia que
concedió a que la prensa diaria contara las transformaciones cotidianas, un interés
que procedía del intenso cambio social generado por la contracultura de los
sesenta.
Desde muy pronto, Bradlee tuvo ocasión de medirse con los acontecimientos.
Había nacido en una familia de Boston lo suficientemente acomodada como para
soportar cualquier envite económico, pero no la Gran Depresión, de la que él y los
suyos salieron esquilmados (el padre era inversor bancario) y que el entonces
pequeño Ben percibió como la primera experiencia que verdaderamente estaba
cambiando su vida, según reconoció el periodista en su libro de memorias, A Good
Life (en español publicadas por Aguilar bajo el título La vida de un periodista).
Con el apoyo de varios parientes, la familia se recuperó y Ben ingresó en el
internado masculino de St. Marks, donde recibió la educación que se esperaba de
un joven wasp de su clase social y que más tarde describió como la propia “de un
mundo que ya no existía”. “Las enseñanzas impartidas eran de lo mejor”, ironizaba,
“pero las no impartidas -sobre pobreza, antisemitismo, delincuencia o cualquier
cosa remotamente contracultural- eran extensas”. En cualquier caso, todavía le
gustaba “ser un integrado”: “Faltaba mucho para que encontrara el coraje para
tolerar, explorar y disfrutar con los marginales”.
Ben Bradlee en su
escritorio en 1971, un año antes de destapar el ‘caso Watergate’.MIKELIEN
Su próxima parada iba a ser Harvard, última estación en la que los bostonianos de
bien culminaban su educación sin haber salido del estado de Massachusetts, pero
primero tuvo que permanecer varios meses postrado en una cama tras contraer la
polio. Al poco de recuperarse, trabajó por primera vez en un periódico, el Beverly
3. Evening Times, aunque esto no influyó tanto en su posterior carrera. Sí lo hizo el
verse, con 21 años, a bordo del destructor Philip luchando en el Pacífico contra los
japoneses.
Allí descubrió que le gustaba “calibrar a los hombres” y “sentir la responsabilidad
de no poder fallarles”. Eran tiempos en los que todo iba muy rápido: antes de
combatir en la Segunda Guerra Mundial, Bradlee, que se alistó voluntariamente, se
graduó de Griego e Inglés y de la escuela naval. Todo ello, el mismo día que se casó
con Jean Saltonstall, una joven del mismo entorno social que él y que sería la
madre de su primer hijo. De regreso en Estados Unidos, en 1944, era un veterano
de guerra de 23 años.
El mérito de haber participado en la guerra no le sirvió, sin embargo, para
encontrar trabajo a la vuelta. Acabó optando por cofundar un periódico dominical
en New Hampshire en el que trabajó dos años y medio. Después, recaló, gracias a
una de esas carambolas de las que tanto se enorgullecía (un día de lluvia le hizo
desistir de una entrevista de trabajo en Baltimore y continuar en el tren hasta
Washington), en el Post. Se acercaban los años más enconados de la Guerra Fría,
como demostraría el auge del macartismo, pero para el redactor de un periódico
local que escribía de sucesos y reconocía no haber visto a un negro hasta pasada la
adolescencia, lo determinante fue aquel “primer encuentro real con la
segregación”.
A ese periodo se remonta un propósito que desplegó tiempo después: la creación
de la primera sección de un gran medio escrito preocupada por las tendencias
sociales. “Queríamos tratar la cultura de América, que estaba cambiando ante
nuestras narices. La revolución sexual, la cultura de la droga, el movimiento de
mujeres. Y queríamos que fuera interesante, excitante, diferente”. Bradlee
denominó “Estilo” al área encargada de esos contenidos, un movimiento replicado
ampliamente en la prensa escrita y que él promocionó desde el ingenio y la
irreverencia. Esta quizá haya sido su obra más destacada, entre otras razones
porque, como él mismo argumenta en sus memorias, la ofensiva de Nixon que hizo
que los papeles del Pentágono generaran tanto impacto no puede explicarse sin la
Guerra Fría; y el Watergate, según Bradlee, cambió más el periodismo que la
política -los funcionarios federales condenados porcrímenes federales se
incrementaron exponencialmente a partir de entonces.
4. Katharine Graham
junto a Ben Bradlee.REUTERS
Todo ello ocurrió durante su segunda etapa en el Post. Antes, pasó seis años en
París trabajando primero en la embajada estadounidense como agregado de
prensa y después como corresponsal europeo del semanario Newsweek. Allí
conoció también a su segunda esposa, Antoinette Pinchot, con quien tendría dos
hijos —Bradlee vivió parte de esos años entre la capital francesa y el Norte de
África, adonde se desplazaba para cubrir las luchas por la independencia— y junto
a quien después se convertiría en pareja de huéspedes predilectos de Jack y Jackie
Kennedy, que se habían convertido en vecinos cuando el entonces senador
demócrata y su mujer se mudaron a una casa contigua en el barrio de Georgetown,
en Washington.
Con el presidente llegó a registrar 125 conversaciones en cinco años (hasta su
asesinato en 1963). Kennedy sabía que Bradlee tomaba notas tras cada encuentro
y, según el relato del periodista, el asunto no le generaba demasiadas
preocupaciones. Se trataba de una relación que hoy desafiaría el convencimiento
de que existe una frontera para las relaciones entre política y periodismo. Los
Kennedy, en cualquier caso, parecían conocer eso mejor que los Bradlee, como
demostró el encuentro que estos mantuvieron con la primera dama horas después
del asesinato del presidente. Esta se echó en los brazos de la pareja, pero no sin
recordarles que nada de aquello debía publicarse. “El corazón se me hundió al
darme cuenta de que, a pesar de su dolor, ella sentía que no podía confiar en mí,
que yo era a la vez un amigo y un extraño”, rememoraba al final de su vida el
periodista.
Bradlee regresó al Post después de que el periódico comprara Newsweek. A partir
de entonces forjó una estrecha relación durante con Katherine Graham, que se
había puesto al mando de la compañía tras el suicidio de su marido, a quien el
padre de ella había preferido legar la mayor parte de la compañía en su
detrimiento. La película The Post (2017), de Steven Spielberg, en la que Tom Hanks
interpreta a Bradlee, narra los riesgos económicos y judiciales que encerraba la
publicación de los Papeles del Pentágono, a la que Graham, con arrojo y acierto,
accedió finalmente. De su relación con ella extrajo Bradlee la conclusión, según
declaró en varias ocasiones, de que “lo único que necesita un director de periódico
para tener éxito es un buen propietario”.
5. Bradlee aún se casaría una tercera vez, con Sally Quinn, joven reportera estrella de
la sección de estilo, con quien tuvo a su cuarto hijo. Eran los años en los que el
diario acaparaba premios Pulitzer y ensanchaba su leyenda, pero también fue
entonces cuando el ya mítico director vivió su momento profesional más bajo,
resultado de la publicación de un artículo falso de la periodista Janet Cooke sobre
un adicto a la heroína de ocho años al que el amante de su madre inyectaba con
regularidad. Los datos más superficiales ya apuntaban a la falta de veracidad de la
historia, pero ello no evitó que ganara el premio Pulitzer de 1981 a reportaje de
fondo (que el Post habría de devolver).
A raíz de aquel escándalo, Bradlee presentó su dimisión, aunque no fue aceptada y
permaneció como director del diario hasta 1991, cuando cumplió 70 años. Durante
sus últimos tiempos, no alcanzó a comprender que el futuro de la prensa fuera
digital y llegó a manifestar a varios amigos que el negocio había dejado de
divertirle incluso antes. Su periodismo, sin embargo, como resaltó el Post tras
el fallecimiento de Bradlee 2014, era de su época y de cualquier otra. “Combinó
historias basadas en la reportería agresiva con reportajes que tradicionalmente
aparecían en revistas, dirigiendo a sus periodistas con una mezcla de víscera e
intelecto”, le agradeció entonces el diario.