El documento describe la vida de la comunidad beduina que vive en Wadi Al-Naam, Israel. La comunidad vive en medio de torres eléctricas de alta tensión que contaminan el aire, pero no tienen acceso a la electricidad. Ellos enfrentan dificultades para acceder a vivienda, trabajo agrícola, agua potable y servicios médicos e educativos. A pesar de haber vivido en la región por generaciones, el estado israelí no reconoce sus asentamientos y los margina social y económicamente.
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La cara oculta de la luna
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LA CARA OCULTA
DE LA LUNA
Por Moshé Rozén
Desde Kibutz Nir Itzjak, Israel,
Para NUEVA SION, Buenos Aires.
No, no es la luna: no hay viento en la luna. Es Wadi Al-Naam y, antes de subir a la colina, nos recibe una
tormenta de arena. Pero el paisaje de piedra blanca y oscuro cráter, se pinta como un desierto lunar. No
hay ruta ni señal para ascender, pero sí, huellas que permiten transitar. Fuimos invitados por la
comunidad beduina que habita el lugar, aunque, tal vez, equivocamos de lugar. Nos arriesgamos y
seguimos. No hay signos de vida, pero, de pronto, aparece ante nosotros una enorme torre de alta
tensión. Continuamos el rumbo de sus cables y estamos, ahora, ante una especie de jungla. El zumbido es
de decenas de torres eléctricas. Es lo único que se ve: un bosque de torres de acero y cemento cubre la
colina. En este infernal desierto, que pareciera tomado de una película de ciencia ficción, no puede haber
vida. Desplegamos, bajo una de las torres, nuestro mapa, decididos a regresar a la carretera que –
simbolicamente- atraviesa la bíblica Sodoma.
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En ese momento, entre torres y cráteres, surge una figura humana. Es nuestro anfitrión, el jeque de Wadi Al-
Naam, que se ríe adivinando nuestra desazón: nos da la bienvenida y nos indica el camino a su casa, entre
las carpas ocultas por las torres.
Estamos cubiertos de polvo pero la taza de café, caliente pero amargo, es reconfortante.
Ustedes se confundieron, nos dice el jeque, pero acertaron el lugar. Ustedes, como todos los que llegan
aquí, creen que erraron el camino, les parece imposible vivir en esta colina de torres de alta tensión. Pero
hay otra confusión más, añade con un guiño: seguramente pensaron ustedes que, por lo menos, tenemos
luz; se equivocaron. Los cables bajo nuestros pies y sobre nuestras cabezas sólo contribuyen a matarnos
lentamente, a contaminar el poco aire que nos quedaba luego de la instalación de deshechos en la vecina
zona industrial de Hobab.
Las comunidades beduinas de Israel, concentradas mayoritariamente en la región meridional –Neguev y
Aravá- tienen una población de aproxmiadamente 285 mil almas, de los cuales más de la mitad son menores
de 18 años; no se trata de cifras oficiales pues, en gran parte, son habitantes de poblados no reconocidos
como tales por el estado y por lo tanto no incluidoas en censos oficiales. Las estimaciones demográficas las
tomé de de los estudios efectuados recientemente por la Universidad Ben Gurión.
Los núcleos beduinos se encuentran en once aldeas, siete ciudades programadas por el estado y treina y
cinco poblados "ilegales", lugares no reconocidos como espacio habitacional. La franja mayotitaria de la
población beduina de Israel está ubicada en los sectores de menor ingreso económico y de mayor índice de
desocupación.
Cuando David en Gurión declaró la independencia de Israel, residían alreedor de setenta y siete mil
beduinos. Durante la Guera de Liberación, una gruesa porción de estos árabes, al igual que otros sectores de
la población palestina, huyó o fue expulsada, principalmente rumbo a la Franja de gaza y el norte de la
península de Sinaí. Unos diez mil beduinos quedaron en el Neguev. Al finalizar la contienda bélica, Israel
accedió a recibir, de regreso, a una parte de las familias que abandonaron el país. Las autoridades
resolvieron erradicar a los beduinos de sus localidades y agruparlos en zonas de residencia demarcadas.
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En 1965, tierras pobladas por beduinos fueron declaradas territorio militar o reserva natural, agravando la
carencia habitacional.
El incremento demográfico beduino –notariamente mayor al promedio israelí- agravó, con el transcurso de
los años, la búsqueda de vivienda. Esta urgencia se complicó por factores propios de la cultura beduina,
patriarcal, arraigada a tradiciones agrarias, opuestas al modo urbano de modernización que prima en los
planes estatales israelíes.
Los pobladores de Wadi Al Naam ven dificultado el acceso a actividades campesinas. Ellos, como en otras
aldeas no reconocidas, se encuentran asediados por zonas industriales, percepción agudizada por la falta de
agua potable, de asistencia médica, de instancias educativas y culturales. Wadi Al Naam, en las márgenes
de la periferia, rodeada de torres de alta tensión pero sin corriente eléctrica, cruzada por tuberías de agua
para centros urbanos pero carente de ese servicio, acumula hostiles protestas hacia el estado.
Ultimamente, graves incidentes, algunos de corte criminal y otros de terror nacionalista, promovidos por
ciudadanos beduinos en Beer Sheva y otras ciudades, atraen el foco periodístico israelí. Crece, así, la
estigmatización colonialista del conjunto del colectivo beduino: tribus nómades, caracteriza la derecha,
amigas de lo ajeno, que ocupan tierras y no respetan el órden y no reconocen a la autoridad.
Llama la atención: un país como el nuestro, que se opone a ser catalogado, en el exterior, como un estado
de segregación étnica y reclama ser observado en el complejo marco de las condiciones geopolíticas de
Oriente Medio, no tiene –o no quiere tener- igual paciencia intelectual para inscribir el clima de "violencia
beduina" en el contexto de marginación social, demolición de villorios "ilegales" y reiterada represión de
una minoría que –hace un siglo- era visualizada, por los pioneros labradores sionistas, como un modelo
digno de imitación.
Noviembre de2021
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