2. ¡Cuán próximo está uno a Dios cuando
reconoce y acepta su propia abyección y se
arroja en brazos dede Él!.
Aprendemos a conocerle, pero no en la “presencia” que
se encuentra en una consideración abstracta –presencia
en que le revestimos con nuestros atavíos – sino en el
vacío de una esperanza que puede llegar al borde de la
desesperación. Porque la perfecta esperanza es la que se
logra en los linderos de la desesperación cuando, en vez
por la pendiente, se remonta uno por los aires.
3. “Porque cuando flaqueo, entonces soy
fuerte” (II Corintios 12:10)
Nuestra flaqueza nos ha abierto el cielo, porque nos ha
traído misericordia de Dios y nos ha ganado Su amor.
El concepto cristiano de la misericordia es, pues, la
clave de la transformación de todo el universo en el
que parece reinar todavía el pecado. No ha sido
eliminado completamente del mal. Empero, su
vocación es librar a todo el mundo del mal y
transformarlo en Dios: mediante la oración, la
penitencia, la caridad y, sobre todo, la misericordia.
4. *Dios ha dejado el pecado en el mundo a fin de que
pueda haber perdón: no solamente el perdón secreto
por el cual Él purifica nuestra alma, sino el perdón
manifiesto por el cual tenemos misericordia unos de
otros y manifestamos de esta manera que Él vive,
por Su misericordia, en nuestro corazón.
5. “Bienaventurados los que lloran”
Mas es bienaventuranza ser reducido a estas
profundidades, si, en ellas, podemos encontrar a
Dios. Mientras no hayamos llegado al fondo del
abismo hay todavía para nosotros algo que escoger
entre el todo y la nada. Todavía queda algo en el
intermedio. Todavía se puede evadir la decisión.
6. Cuando quedamos reducidos al último extremo, ya
no hay escape posible. La elección es tremenda: se
verifica en la entraña de la tiniebla, pero con una
intuición de que es insoportable por su caridad
angélica. ¡Cuando los que hemos sido destruidos
y parecemos estar en el infierno, elegimos
milagrosamente a Dios!.
7. El poder que se manifiesta en nuestra flaqueza es el poder
que fue la fuerza en la flaqueza de Cristo
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia” (Mateo 5:5).
Podemos alcanzar misericordia de Dios cuantas
veces la deseemos, siempre que tengamos
misericordia de otros: pues es la misericordia de
Dios la que obra en ellos a través de nosotros,
cuando Dios nos guía a tratarlos como Él nos trata
a nosotros.
Su misericordia santifica nuestra pobreza por la
compasión que sintamos de la pobreza de los
otros como si fuera nuestra.
8. Esta es un reflejo creado de Su compasión
divina en nuestra alma. Por consiguiente,
extermina nuestros pecados con el simple acto
por el cual disimulamos y perdonamos los
pecados de otros.
Si queremos conocer a Dios, hemos de aprender a
entender las flaquezas, pecados e imperfecciones de
los prójimos, como si fueran nuestros. Hemos de
sentir su pobreza como Cristo experimentó la
nuestra.
9. ¿Queréis conocer a Dios? Aprended a
entender las flaquezas e imperfecciones
de vuestros semejantes. Mas, ¿cómo
podréis entender las flaquezas ajenas, si
no entendéis las propias vuestra?