Publicidad
Publicidad

Más contenido relacionado

Publicidad
Publicidad

Antología de romances

  1. CARACTERISTICAS FORMALES Los rasgos formales y estructurales vienen condicionados po r el secular modo de transmisión oral y el público al que van destinados . Este rasgo provoca que con el paso del tiempo los romances presentes nuevas variantes adaptadas al gusto, pensamiento o cultura del receptor. Los romances estilísticamente presentan una gran sencillez y sobriedad de recursos : descripciones parcas y realistas, escasez de adjetivos y metáforas … A pesar de ello consiguen una extraordinaria viveza narrativa y los más variados efectos poéticos a base de : repeticiones, enumeraciones, antítesis, la alternancia de las formas verbales, el uso de fórmulas y epítetos épicos, el lenguaje arcaizante, la actualización de la acción mediante el adverbio ya   o el presente histórico, las llamadas al oyente, los diálogos frecuentes, la sencillez sintáctica, la ausencia de símiles y metáforas complejas.   El poder expresivo de los romances no reside , pues, en la elaboración centrada en los adornos retóricos como en la poesía culta, sino en el poder expresivo y dramático conseguido mediante la concentración, concisión, la comprensión estilística y la sugerencia emocional . De ahí que el romance se centra en un momento determinado de la acción y en el uso d el fragmentarismo : la acción se inicia y/o finaliza abruptamente.
  2. En Santa Gadea de Burgos do juran los hijosdalgo, allí toma juramento el Cid al rey castellano, sobre un cerrojo de hierro y una ballesta de palo. Las juras eran tan recias que al buen rey ponen espanto.   — Villanos te maten, rey, villanos, que no hidalgos; abarcas traigan calzadas, que no zapatos con lazo; traigan capas aguaderas, no capuces ni tabardos; con camisones de estopa, no de holanda ni labrados; cabalguen en sendas burras, que no en mulas ni en caballos, las riendas traigan de cuerda, no de cueros fogueados; mátente por las aradas, no en camino ni en poblado; con cuchillos cachicuernos, no con puñales dorados; sáquente el corazón vivo, por el derecho costado, si no dices la verdad de lo que te es preguntado: si tú fuiste o consentiste en la muerte de tu hermano. ROMANCE   DE LA JURA DE SANTA GADEA 
  3. Abenámar, Abenámar, moro de la morería, el día que tú naciste grandes señales había: estaba la mar en calma, la luna estaba crecida. Moro que en tal signo nace no debe decir mentira. Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que diría: - Yo te la diré, señor, aunque me cueste la vida, porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva; siendo yo niño y muchacho mi madre me lo decía, que mentira no dijese, que era grande villanía. Por tanto, pregunta, rey que la verdad te diría.   - Yo te agradezco, Abenámar, aquesa tu cortesía ¿Qué castillos son aquellos?; altos son y relucían. - El Alambra era, señor y la otra la mezquita; los otros, los Alijares, labrados a maravilla: el moro que los labraba cien doblas ganaba al día, y el día que no los labra otras tantas e perdía. El otro, es Generalife, huerta que par no tenía; el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía. Allí habló el rey don Juan, bien oiréis lo que decía: - Si tú quisieses, Granada, contigo me casaría; te daré en arras y dote a Córdoba y a Sevilla. - Casada soy, rey don Juan, casada, que no viuda; el moro que a mí me tiene muy grande bien me quería. ABENAMAR, ABENAMAR
  4. Escucha el romance: Amancio Prada,   Paco Ibañez,   Madrigal   Que por mayo, era por mayo cuando hace el calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor, cuando los enamorados van a servir al amor; sino yo triste y cuitado, que vivo en esta prisión que ni sé cuando es día ni cuando las noches son, sino por una avecilla que me cantaba al albor. Matómela un ballestero dele Dios mal galardón. ROMANCE DEL PRISIONERO
  5. que la mar ponía en calma, los vientos hace amainar; las aves que van volando al mástil vienen posar; los peces que andan al fondo arriba los hace andar.    Allí habló el infante Arnaldos bien oiréis lo que dirá _ Por tu vida el marinero dígasme ahora ese cantar”    Respondióle el marinero tal respuesta le fue a dar _ Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va”      ¡ Quién hubiera tal ventura sobre las aguas del mar, como hubo el conde Arnaldos la mañana de san Juan! Andando a buscar la caza para su falcón cebar, vio venir una galera que a tierra quiere llegar las velas trae de seda jarcias de oro torzal áncoras tiene de plata tablas de fino coral. Marinero que la guía diciendo viene un cantar ROMANCE DEL CONDE  ARNALDOS
  6. 6. ROMANCE DEL CONDE NIÑO Conde Niño por amores es niño y pasó a la mar va a dar agua a su caballo la mañana de San Juan. Mientras su caballo bebe, él canta dulce cantar : todas las aves del cielo se paraban a escuchar. La reina estaba labrando, la hija durmiendo está : - Levantáos Albaniña, de vuestro dulce folgar, sentiréis cantar hermoso la sirenita del mar, - No es la sirenita, madre, la de tan bello cantar, sino es el Conde Niño que por mi quiere finar. - Si por tus amores pena, ¡oh, mal haya su cantar! y porque nunca los goce, yo le mandaré matar. - Si le manda matar madre, juntos nos han de enterrar .    El murió a la medianoche, ella a los gallos cantar ; a ella, como hija de reyes, la entierran en el altar ; a él, como hijo de conde unos pasos más atrás. De ella nació una rosal blanco, de él nació un espino albar ; crece el uno, crece el otro, los dos se van a juntar. La reina llena de envidia ambos los mandó cortar ; el galán que los cortaba no cesaba de llorar. De ella naciera una garza de él un fuerte gavilán, juntos vuelan por el cielo, juntos vuelan par a par. Otra versión
  7. ROMANCE DEL ENAMORADO Y LA MUERTE (canta Joaquín Díaz) ( canta Amancio Prado)   Yo me estaba reposando anoche como solía, soñaba con mis amores, que en mis brazos se dormían. Vi entrar señora tan blanca muy más que la nieve fría. - ¿Por dónde has entrado, amor? ¿Cómo has entrado, mi vida? Las puertas están cerradas, ventanas y celosías. - No soy el amor, amante: La muerte que Dios te envía . - ¡Hay muerte tan rigurosa, déjame vivir un día! - Un día no puedo darte, una hora tienes de vida. Muy deprisa se levanta, más deprisa se vestía. Ya se va para la calle, en donde su amor vivía. - ¡Ábreme la puerta, blanca, ábreme la puerta niña!      - ¿La puerta cómo he de abrirte si la ocasión no es venida? Mi padre no fue a palacio, mi madre no está dormida. - Si no me abres esta noche, ya nunca más me abrirías; la muerte me anda buscando, junto a ti vida sería. - Vete bajo la ventana donde bordaba y cosía, te echaré cordel de seda para que subas arriba, si la seda no alcanzare, mis trenzas añadiría.    Ya trepa por el cordel, ya toca la barandilla, la fina seda se rompe, él como plomo caía. La Muerte le está esperando abajo en la tierra fría: Vamos, el enamorado, la hora ya está cumplida.
  8. ROMANCE DE LA MORA CAUTIVA             En los montes más oscuros         que tiene la morería         lavaba una mora guapa,         lavaba una mora linda. 5      Lavaba su linda ropa          tendía en las alegrías         y vio en ella un caballero         que estas palabras decía:         — Apártate, mora guapa, 10    apártate, mora linda,         que va a beber mi caballo         agua clara y cristalina .         — No soy mora, caballero,         que soy cristiana cautiva: 15    me cautivaron los moros         el día de Pascua Florida         en el jardín de mi casa         jugando con mis amigas         y de nombre me pusieron 20    Blancaflor de Alejandría.         — ¿Te quieres venir conmigo         a los montes de la Oliva?         — Y mi ropa, caballero,         ¿dónde yo la metería? 25             — La de hilo y la de holanda         en mi caballo vendría         y la demás, inferior,         río abajo la echaría. — Y mi honra, caballero, 30    ¿dónde yo la metería?         — En la punta de mi espada         y en el corazón metida.         Al subir aquellos montes,         la mora llora y sufría. 35    —¿Por qué lloras, mora guapa?         ¿Por qué lloras, mora linda?         — Lloro porque en estos montes         mi padre a cazar venía         y a mi hermano Bernabé 40    de compañero traía .         — ¿Y qué oigo, madre santa?         ¿Y qué oigo, madre mía?         Creyendo traer esposa,         traigo a mi hermana cautiva. 45    Abra usted la puerta, madre,         balcones y galerías,         que aquí le traigo a su hija,         la que usted tanto quería,         la que le quitaba el sueño 50    de noche y también de día.
  9. DELGADINA ( Xuacu Amieva ) Versión RAP ) Un padre tenía tres hijas más hermosas que la playa, y la más chiquirritita Delgadina se llamaba. Un día, estando en el campo, su padre la remiraba: – ¿Por qué me remiras, padre, y tan atento en la cara? – Te remiro, Delgadina, porque has de ser mi enamorada . – No lo querrá Dios del cielo, ni la Virgen Soberana. – ¡ Andad, todos mis criados, a Delgadina a encerrarla, en un cuarto muy oscuro que no tenga ni ventanas! Y no dadla de comer más que sardinas saladas, y no dadla de beber más que zumo de retama. A eso de los ocho días, Dios le abre una ventana; desde allí ve a su madre, que está barriendo la casa: . Ya se mete Delgadina, muy triste y desconsolada. A eso de un mes, Dios la abre otra ventana; desde allí ve a su padre, paseando por la playa: – ¡Por Dios, padrecito mío!, ¡Por Dios, un vaso de agua!, Que el corazón me lo pide, y la vida se me acaba. – Te lo daré, Delgadina, si eres mi enamorada. Ya se mete Delgadina, muy triste y desconsolada. Y a eso de un mes y medio, ya doblaban las campanas. Se preguntaba la gente: – ¿Por quién doblan las campanas? – Doblan por Delgadina, que ha muerto desconsolada. Y debajo de Delgadina hay una fuente que mana; y la Virgen la está guardando con su manto de plata. – ¡Por Dios, madrecita mía!, ¡Por Dios, un vaso de agua!, que el corazón me lo pide, y la vida se me acaba. – Te lo daría, Delgadina, pero de muy buena gana; pero si padre se entera, la cabeza nos cortara: a ti, porque lo bebías, y a mí, porque te lo daba . Ya se mete Delgadina, tan triste y desconsolada. A eso de los quince días, Dios la abre otra ventana. Desde allí ve a su hermana, que está fregando la casa: – ¡Por Dios, hermanita mía!, ¡Por Dios, dame un vaso de agua!, que el corazón me lo pide, y la vida se me acaba. – Te lo daría, Delgadina, pero de muy buena gana; pero si padre se entera, la cabeza nos cortara: a ti, porque lo bebías, y a mí, porque te lo daba
Publicidad