Es una breve añoranza de los personajes que transitaron o vivieron en los alrededores de la Plaza de Armas de Cabana. En la actualidad, "la modernidad" ha cambiado un tanto este relato.
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Recorrido por la Plaza de Cabana y sus personajes
1. EN LA PLAZA DE CABANA
ENRIQUE VÁSQUEZ SIFUENTES
Quienes hemos vivido por buen tiempo en Cabana y ahora nos encontramos lejos de ella,
supimos admirar y respetar a muchos personajes cuyas actitudes nos llamaron, de alguna
manera, la atención. Ellos habitaron tanto en los barrios de San Jerónimo, Huayumaca,
Pacchamaca y Trujillo. Con el correr del tiempo, aún los tenemos presentes. Vamos a dar cuenta
de ellos.
Ahora, vísperas de Año Nuevo, nos encontramos en la plaza del pueblo. En la esquina de las
calles Porvenir y San Jerónimo, tenía su tienda don César Loli un próspero ganadero, convertido
luego en comerciante. En este ambiente, se reunían hasta muy entrada la noche, muchos
jugadores de rocambor y de póker, en cuyas apuestas corría abundante dinero.
Al otro lado, destacaba la tienda del panadero Pedro Oré, cuyos panes, cachitos y rosquitas eran
las delicias de la población; así como sus riquísimas melcochas que apetecían a numerosos
colegiales. En el otro extremo, junto a la subprefectura, encontramos la tienda de Severo. Este
era un refugio especial. Al mediodía, allí, se congregaban empleados públicos, maestros,
policías y parroquianos en general para brindar un rebosante vaso de cerveza negra antes de irse
a almorzar. En este lugar se hizo famoso el popular “ceveraso” que al más experto bebedor lo
dejaba embriagado.
Caminamos luego en dirección a la calle Trujillo. A tres puertas del panadero Pedro, nos
topamos con el “Bar Calidad”, de Guillermo Vivar, quien, por aquellos años, innovó la atención
a sus clientes. Una puerta más al costado, nos sorprende la casa comercial de Mauro Azaña, en
2. cuyos andamios, mostradores y vitrinas exhibía productos obsoletos y raros que solo los
adquirían compradores venidos de las estancias y distritos vecinos. Con su carácter alegre, don
Mauro, no permitía, jamás, que sus clientes se regresen con las manos vacías.
Salimos de allí y nuestra mirada se detiene para contemplar y aquilatar una impresionante
casona Entramos en ella, encontramos a su propietario don Roberto Chavarri. Un hombre
tranquilo, de mediana estatura, tez blanca, pelo rubio y ojos zarcos. Nos atiende y nos cuenta
que se desempeñó por varios años como Secretario de la Municipalidad.
Nos despedimos y en la esquina de la calle Libertad se ubica la Casa Cano, la mejor de la época
y que administraba don Jacinto, poco después que lo hizo su hermano Gustavo. Ambos,
ciudadanos probos y desprendidos para obras del bien común.
Seguimos con nuestros recuerdos y subiendo a Huayumaca aparece en la puerta de su tienda
Renán Reyes, administrador de la Casa Reyes, otrora importante ganadero y comerciante a la
vez. Ahora se ha construido un edificio de cuatro pisos que ha quebrado la estética andina de
nuestro pueblo.
Al finalizar esta cuadra, sobresalía una casa muy modesta, en la cual la tía María Vega expendía
su sabrosísima chicha; además ricos bizcochos y semitas. Nos refrescamos con ella y
proseguimos nuestro recorrido.
Al comenzar la calle Siete Caídas destacaba una pequeña tienda cuya propietaria era doña Juana,
cariñosamente conocida con el apelativo de “Rocota”. Al frente, sobresale, hasta ahora, el Hotel
Comercio que administraba doña Luz Hidalgo. Esfuerzo y cariño por sus hijos distinguieron a
esta madre cabanista. La tienda del primer piso y la sala extensa de dicho hotel guardan la
historia de muchos personajes que lo visitaron.
Ya para terminar nuestra caminata, estamos junto al chorro, distinguimos el Palacio Municipal.
En la primera planta apreciamos la Botica Gloria, administrada por don Pancho Romero. Hasta
aquí acudían diariamente las personas para mitigar sus dolencias y enfermedades. Así mismo,
don Panchito, administraba Radio Gloria de Cabana. En esos tiempos las noticias del acontecer
nacional las escuchábamos a través de parlantes que instaló para informar al pueblo. En el
ambiente contiguo, atendía el inolvidable cocinero, Eleuterio, “Llute” para los cabanistas. Sus
churrascos encebollados eran el plato preferido de sus comensales.
Finalmente, en la Esquina de la calle Lima, un señor de piel blanca, ojos celestes, muy alegre y
de hábitos comerciales, despachaba en una tienda repleta de mercaderías traídas de la Costa, o
como él mismo afirmaba, desde el Ecuador. Era don Salatiel Alvarado, don “Shala”. Un
“Shilico” que asentó sus reales en Cabana; así como lo hicieron otros personajes de quienes nos
ocuparemos más adelante.
El tiempo ha pasado y las huellas de aquellas personas aún permanecen en nuestros recuerdos.
Ellos se desenvolvieron como ciudadanos honestos, responsables, plenos de valores y
dispuestos a colaborar con el desarrollo y progreso de Cabana.