Comprension lectora 6to basico historia tea tea y la bandera rapanui
1. COMPLEJO EDUCACIONAL MAIPÚ
Liderando desafíos, educamos para la vida
Departamento de Historia y Ciencias Sociales
Profesoras: Verónica Pardo – Ximena Aravena
Tea Tea y la bandera de Rapa Nui
Tea Tea era una niña de once años, menuday de cabellolisoatadoen una trenzaque caía
hasta sucintura.Tenía unos ojosnegros,tanmovedizoscomobrillantes,yunrostro que reía al son
de su voz cantarina.
Tea Tea se había sentidotresvecesorgullosaensuvida.La primerafue cuandosu padre le
hablódel abueloyamuerto,yde lorecioynoble quehabíasido.Ese día,pensandoenél,el corazón
de Tea Tea creció.
Según le contó su padre, al abuelo se lo habían llevado encerrado en las bodegas de un
barco, junto a otros pascuenses,paraser vendidocomoesclavoen el Perú.Cuando ya estabanen
alta mar, muy lejos de la costa, los dejaron salir a cubierta para estirar piernas y brazos. Entonces
él, aunque la isla había quedadotan atrás que no se veía en el horizonte, sin dudar un instante se
lanzó al mar. Y nadando durante seis días y seis noches, al séptimo día llegó de regresoa Pascua,
casi muerto, pero libre.
¡Qué hombre magníficohabía sidosuabuelo!Susdescendientesnuncaloolvidarían.
La segundavezque se sintióorgullosafuecuandosumadre lecontóque laislaenque vivían
era la tierramás firme del mundo.Ese día, palpandoel sueloconlas manos,el corazón de Tea Tea
se llenó de reconocimiento. Mucho tiempo atrás, un hombre inmenso llamado Uoke había
construidounagranpalancayconellahabíacomenzadoalevantaryahundirtodaslasislasgrandes
y chicasdel océano.Yasí, pueblosenterosmurieronahogadosyse extinguieron.PerocuandoUoke
llegó a Rapa-Nui, su enorme palanca se había quebrado al tratar de levantarla: no la pudo mover,
tan dura era la tierra de la isla.
Tea Tea,intrigada,había preguntadoasu madre que dónde estaríala palancade Uoke y si
ellale había vistoalgunavez.La mujersólole contestóconunasonrisade susgruesoslabios.
La tercera vez que Tea Tea se sintió orgullosa fue cuando, desprendiéndose de ese
maravillosotesoroque le habíaregaladounamujerblancayque ellaocultabaenunacaverna,hizo
posible que laprimerabanderade laislaflamearajuntoalachilena.Nuncacomoesavezel corazón
de Tea Tea se sintió tan emocionado.
TodocomenzócuandoPolicarpoTorollegóconsunave alaIslade Pascuaa tomarposesión
de ella para Chile.
El padre de Tea Tea, junto a otros nobles de la isla,conversaban día a día, reunidos frente
al enorme hoyo humeante en que se cocía el curanto.
-Ahora que nuestra isla será chilena,la bandera de Chile será nuestra bandera- decía un viejo que
había viajado a Tahití y se sentía muy internacional.
-¡No,no,no!- contestabaelpadre de TeaTea,indignado-.Nosotros seremoschilenos,perotambién
pascuenses. Si se iza la bandera de Chile, izaremos al mismo tiempo la nuestra. ¡Las dos juntas o
nada!
-¡Pero si nunca hemos tenido bandera!- gritaba, burlándose, uno de los nobles.
-¡La inventaremos!-respondíafuriosoel padre de TeaTea,al que todosreconocíancomo jefe-.¡No
nos quedaremos sin bandera!
-Nunca llegaremos a ponernos de acuerdo sobre sus dibujos y colores- murmuraba otro viejo que
ya no tenía dientes.
Tea Tea y sus amiguitas Siki y Uho asistían desde lejos a estas reuniones, y se asustaban
pensando que las discusiones de los mayores sobre colores y tamaños iban a terminar en golpes
violentos.Peronadadeesosucedía:el pollo,laslangostas,el pescado,loscamotes,ñames,plátanos
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y choclos de los curantos preparados por sus mujeres aplacaban los ánimos y los hombres
terminaban comiendo y bebiendo en relativa paz.
Y mientras los fieros nobles de Rapa-Nui discutían acerca de su bandera, en la bahía de
HangaRoa el solitariobarcochilenoesperabapacientementequeellosse pusierande acuerdo.Cada
tarde su capitán venía en una chalupa a la playa acompañado de sus oficiales y, subiendo por la
costa empedrada, se juntaba con el padre de Tea Tea y los otros, a la sombra del gran moai. Pero
cada tarde el capitán tenía que volver al barco sin novedades: la bandera que él había prometido
respetar y hacer flamear junto a la chilena aún no estaba lista.
Pasaban los días y los pascuenses seguían discutiendo.
-¡Tiene que tener un volcán en el centro!- decía un hombre joven.
-¡No! ¡Una tortuga! ¡Una tortuga roja! – insistía otro.
-¡No! ¡Un moai y nada más!- agregaba un viejo.
Y así se lo pasaban cada vez que se reunían, hora tras hora.
Una noche, luego de una tarde más de incesante discusión, la madre de Tea Tea reunió a
todaslas mujeres,viejas,jóvenesyniñas,fuerade lascasasbotesdonde losjefesdormíandespués
del curanto y, en voz muy baja, les dijo:
-Hace ya muchos días que el capitán de la nave chilena espera, y hoy he visto que arrugaba
terriblemente el ceño cuando otra vez le dijeron que aún no teníamos bandera.
-¡Sí, sí!- la apoyouna vieja-.Yotambiénlovi y parecía a puntode estallar.¿Qué seráde nosotrossi
se enfurece? ¿Han visto los cañones de su barco y los fusiles de sus marineros?
-Creoque habráque haceralgoal respecto-agrególamamáde Siki-.Pero…¿cómoapuraralosjefes
sin enojarlos?
-Creo que es casi imposible-le contestó la madre de Tea Tea suspirando.
-¡Tengo una idea!- gritó súbitamente Tea Tea, tan fuerte, que su madre la hizo callar.
-Mientras los jefes se ponen de acuerdo, ¿por qué no hacemos nosotras la bandera?- continuó la
niña, en voz más baja.
-Eres muy pequeña aún para opinar en estos asuntos- le dijo la vieja con voz cortante-. Si a los
hombres no les gusta, no nos permitirán mostrarla a los chilenos.
-Me parece que la sugerencia de Tea Tea no es mala- insinuó la madre de Siki.
-Esto de acuerdo- la apoyó la madrea de Tea Tea-. Y si la hacemos según lo que ellos vayan
conversando día a día, finalmente tendrá algo de cada uno. ¡Y no seguirán discutiendo!
-¡Qué buena idea!- corearon las niñas, entusiasmadas.
-¡Ojalá sea tan fácil!- gruñó la vieja.
Así fue como las mujeres de la Isla de Pascua comenzaron a hacer su bandera.
Algunas quedaron encargadas de ir a buscar la corteza del mahute para fabricar la tela;
otras,de encontrarlastierrasde colorespara teñirla;lasmásancianas,de torcer el hilopara coser.
Tea Tea y sus dos amigas tenían el trabajo más difícil: conseguir plumas de manutara con las que
harían los bordados.
¡Conqué orgulloTeaTea subióconSiki y Uho haciael gran volcánRano Kaudonde anidaba
el manutara!¡Con qué seguridaddescendieronporel cráterhacia el ojoinmensodel fondo,donde
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azuleaban las lagunas y verdeaban los juncos! ¡Con qué vista de lince fueron descubriendo en la
espesuralosgrandesnidos!¡Quésilenciosasse arrastraronporlosmusgosylastotorashastameter
las manos entre los huevos y sacar las plumas blancas, azules y negras! ¡Con qué alegría
descendieronal finde volcáncon sus puñadosde plumaspreciosas,másbellasque cualquier joya!
¡Y con qué rapidez las escondieron cuando les salió al paso un joven, al ir llegando a Hanga Roa!
Cuando las mujeres de Rapa Nui reunieron todo lo necesario para hacer la bandera,
esperaron que los jefes y demás hombres se echaran a dormir despuésde comer el curanto, y se
juntarona laluz de unafogata,Allícomenzaronsutarea secreta.Y desde ese momento,noche tras
noche tiñeron,cosieronybordaronla banderade la isla,segúnloque los jefesibanconversandoy
precisando cada día.
¡Pero, cuántas veces trabajaron de más!
-Hoydecidieronponerdoshombrespájarosenvezde unoal centro.¡Tenderemosquevolverateñir
y bordar! – se lamentaban.
-¡No lo decía yo!- refunfuñaba la vieja escéptica.
-¡Hoyquitaronel moai,ese que todoshabíanestadode acuerdoenponer! – lloriqueabaunamujer
que se había pasado horas escondida entre los matorrales bordando la figura de la gran estatua.
Y la noche de la isla, templada y luminosa, se llenaba de suspiros.
Hasta Tea Tea y sus amiguitas,chicascomo eran,se dabancuenta de que urgía terminarla
bandera. La cara del capitán del barco chileno era ya tempestuosa, aunque los jefes y nobles
parecían no darse cuenta y seguían enfrascados en su interminable discusión diaria, no dando
muestras ni de la más mínima preocupación.
-¡Aúnno estamoslistosparala ceremonia!¡Haymucho que resolveracerca de nuestrabandera! –
decía el padre de Tea Tea a PolicarpoToro,sinentenderqué apuropodíatener el capitán chileno.
Llegóasí el día enque la chalupaque todas lastardesiba desde lanave ancladaen labahía
hasta laplaya,llevandoenellaal paciente capitán,varóenlaarenasinPolicarpoToro,perocon un
enorme mástil negro.Y susmarineros,sinpreguntarnadaa nadie,llevaronel mástil tierraadentro
y,haciendounhoyoprofundo,loplantaronenloaltode HangaRoa.Hechoesto,cargaronsus palas
y chuzos en la chalupa y se volvieron al barco.
-¿Qué es esto?-preguntó uno de los nobles, indignado.
-Es el asta de una bandera- le contestóel viejoque habíaestadoenTahití-.En ese poste y por esos
ganchosse pasa unacuerda a la que se amarra la bandera para izarla hasta la punta. Y allí flamea.
-¿Será para nuestra bandera?- inquirió otro.
-¡No!¡Espara labanderade Chile!¡Esunaamenaza!- gritóel padre de TeaTeafuriosoyblandiendo
los puños.
-Quizásestáncansadosde esperar- se atrevióa decirla mujermás viejade la isla,escondidaentre
otras.
-¡Está loca! – gritaron a una voz todos los hombres-. ¡Si no hemos hecho otra cosa que pensar en
nuestra bandera desde que ellos llegaron!
-Perocomo la de elloslatraían lista,esposible que se hayanolvidadode cuánto lescostó hacerla,
allá en Chile- volvió a hablar la vieja.
-Sí, esposible –contestóel padre de Tea Tea-.Además…¡somostan distintosnosotroslosde Rapa
Nui! –y movió la cabeza, pensativo.
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Peroal día siguiente,peseaesta conversación sobre el astanegrade labandera,el consejo
de losjefesse volvióa reunir como si nada hubiese sucedido,ycontinuaronigual que si el tiempo
no existiera.
-¿Cuánto medirá? ¡Propongo que sea dos veces más grande que la de Chile!
-¡No! Tiene que ser del mismo tamaño.
-Sólo un poco más ancha, creo yo.
Y así siguieronhastatarde,peroese díael capitánchilenodesembarcóenlaislaantesde la
hora acostumbrada.Se acercó al grupode hombresnobles,caminópor entre la muchedumbre de
pascuenses que los rodeaba sentados en el suelo, y los interrumpió con voz potente:
-Jefesde RapaNui:mañanaal salirel sol vendré a izar,en ese mástil,labanderade Chile,tengáiso
no lista la vuestra. ¡No aguardaré ni un día más! ¡Ni un día más!
Y sinesperarrespuestadio mediavueltay,rodeadoporsus oficiales ymarinerosarmados,
se fue a embarcar al bote que lo llevó de vuelta a la nave.
¡Qué escándalo se armó entonces entre los pascuenses!
Tea Tea,acurrucada al ladode su madre,vioerguirse asu padre con una expresiónferozenlacara
y lo oyó gritar:
-¡Seremos chilenos, pero no dejaremos de ser pascuenses!¡Esperarás a que nuestra bandera esté
lista, capitán, o tendrás que resguardar la tuya día y noche por el resto de tu vida!
PeroPolicarpoToro,que ya se había subidoa la chalupacon susmarinerosno lo había escuchado.
Esa noche, como todas las otras noches, las mujeres se reunieron después de curanto, cuando los
hombres ya estaban durmiendo.
-¿Qué haremos? – preguntó con angustia una joven recién casada, aterrada de que su marido se
pusiera a pelear con los marineros de la nave chilena y muriese.
-¡Hay que terminar la bandera! – exclamó Tea Tea con su voz cantarina.
-¡Exacto! – contestó su madre-. Y para ello puse en el curanto una hierba que hará dormir
profundamenteanuestroshombres.Trabajaremossinpararymañanatendremoslistaunabandera
tan linda, que todos los nobles se quedarán admirados y la aceptarán.
-¡Sí! ¡Eso es! ¡Tenemos que hacerlo! – susurraron las mujeres.
Y esa noche,bajoel cielollenode estrellas,lasplumasde manutaraque TeaTea,Siki yUho
habíanidoabuscar al grancráterfueroncoloreando,unaauna,lasfigurasenquelosjefessehabían
idoponiendode acuerdo,casi sindarse cuenta. Doscollaresanaranjados –que llamabanreimiros-,
dos bastonesde mando – que parecíanremosnegros-,y doshombrespájaroazulesvolandoenlas
esquinasde latelaformaronlabanderade Rapa-Nui,quecomenzóalucirsubellezaconlasprimeras
lucesde laaurora.Entonces,unade lasniñasde Pascua,ayudadaporTeaTea,Siki yUho,yalentada
por todas las otras mujeres que la rodeaban, subió hasta la punta del mástil allí enterrado por los
chilenos y clavó, con dos espinas de atún, las esquinas del género que llevaban con ella.
Y cuandoya entradala mañana losnoblesde Rapa-Nui se despertaronde supesadosueño
y salieronde sus casas botes,vieroncon indescriptible sorpresaque enloalto del mástil flameaba
labanderaque lostantohabíandiscutidoensuslargasnochesjuntoal curantoyal fuego.Ymiraron
asombradoscómo sus mujeres,madres,esposase hijassonreíanembobadasmirándola,al pie del
asta, junto al capitán Policarpo Toro y sus hombres.
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Se produjo un largo silencio, sólo interrumpidopor el grito de las gaviotas, hasta que de pronto la
voz aguda del viejo sin dientes gritó:
-¡No hay sol rojo! ¡No tiene rojo!
-¡Sí! ¡Sí! ¡Le falta el sol rojo! - lo apoyó otro anciano noble.
Y el padre de Tea Tea, acercándose al capitán chileno, le dijo con voz grave:
-Lo siento mucho, esa no es nuestra bandera. Le falta el sol rojo. Habrá que arriarla.
La confusiónque se produjo fue espantosa:lasmujeresestallaronenuncorode lamentos;
loshombresgritabanydabanórdenes;losniñoslloraban;yPolicarpoToro,consuvozmáspotente,
trataba de calmar los ánimos sin conseguirlo.
Entonces Tea Tea, con su cara bañada por las lágrimas ante el fracaso de ese enorme y
maravilloso trabajo, tuvo una súbita inspiración: ¡Su tesoro! ¡Ese tesoro que ella guardaba
celosamente en la cueva, al borde del mar, sería la solución!
Y mientras voces, gritos y llantos continuaban en feroz barullo, la niña corrió, más rápida
que una liebre;saltópor entre lasrocas, más ágil que una gacela;y ondulócomouna lombrizpara
penetras,reptandoyatientas,porlaoscurabocade lacavernaquesóloellaconocía.Unossegundos
le bastaronparacoger,de lahendidurade laroca,el sombrerode plumasque undíale regalarauna
hermosa mujer blanca, de paso en la isla.
¡Cuántole gustaba a Tea Tea ese sombrero!¡Cómo había gozado paseandocon él puesto,
las plumas agitadas por el aire marino, imaginando ser una bella señora en un mundo lejano y
desconocido, más allá de las aguas! Había tenido que esconderlo,temerosa de las bromas de sus
amigos que se burlaban de ella cada vez que lo usaba y la amenazaba con romperlo.
Tomó el sombreroconsus manospequeñasymorenas,ydurante un instante acarició,una
a una, las preciosas plumas rojas que lo cubrían. Dejó caer en la arena el fieltro gris y raído, que
ahoraparecíaunpájarodesplumado,ycorriónuevamentehaciaeltumultovociferantequerodeaba
a las banderas. Llevaba el tesoro de color apretado contra su pecho.
Sin que nadie se diera cuenta, Tea Tea se abrazó al mástil negro con pies y manos y,
apretandolasplumasentre susdientes,escalócomoungatoy llegóalapunta,allí donde flameaba
la bandera. Entonces clavó, una tras otra, las plumas en tela, formando un radiante sol rojo sobre
los hombres pájaros, los bastones y los reimiros.
Ya enese momentotodoshabíanvistoaTeaTeayseguíansusmovimientosconlascabezas
alzadas,en mudaexpectación.Ycuando una vez hechasu tarea, descendióconel corazón agitado
y las piernas temblando, su padre, que la esperaba al pie del mástil, le dijo:
-Ahora sí tenemos bandera.
En ese instante, los habitantes de Rapa-Nui y los marinos chilenos mirando hacia lo alto,
vieroncómolosprimerosrayosdel sol parecían prenderfuego,alláarriba,a ese otrosol más chico
que ondulaba con el viento entre los blancos, los anaranjados, los azules y los negros. Y
contemplaron cómo más abajo otra bandera, con su estrella solitaria, se hinchaba con la brisa del
mar.
Esa mañana Tea Tea lloró otra vez, pero ahora de alegría, tan orgullosa estaba.
El 9 de septiembrede1888 se hizo efectivo el acto detoma deposesión deIsla de Pascua para Chile.
Entre el capitán Policarpo Toro y las autoridades de la isla se levantó un acta y se izó la bandera
tricolor chilena en un mástil. El rey pascuense, al verla flamear, dijo al capitán Toro:
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-Tu bandera la puedesponeren el mismo palo de nuestra bandera y en la partebaja.La alta es para
la nuestra.
-Muy bien, así lo haré – contestó el capitán.
BalcellsJacquelineyGüiraldesAnaMaría, Cuentossecretosde la historia de Chile, Editorial Zig-Zag,
Santiago de Chile, 2014.