3. Al terminar su período escolar, que
duró ocho años, en compañía de
su papá, se dedicó con verdadera
alegría al trabajo del campo.
La Sierva de Dios es una “suiza de
pura sangre”, delicada y valerosa.
Es una humilde y simple hija
de campesinos; de carácter vivaz y
sencillo; inteligente fuera de lo
normal; amante de la naturaleza y
sensible a las cosas bellas.
4. Después de una infancia
serena y vivaz, organizada
entre los juegos infantiles y la
escuela, comienza a sentir la
llamada siempre más fuerte a
la oración, tanto que, resultó
un verdadero don de Dios,
como ella misma lo afirma.
Jesús la transformaba y la
atraía a sí, con una fuerza
extraordinaria.
5. Su espiritualidad es marcadamente
franciscana. Contemplativa por
vocación. Fiel hija de la Iglesia. Se
convierte en ardiente anunciadora del
Evangelio y testigo de la caridad de
Cristo, para aquellos hermanos
lejanos.
La intensa vida espiritual y la sabia
dirección de maestros del espíritu,
pusieron bien pronto en evidencia, el
vivo deseo que Verena tenía de
consagrarse a Dios, en la vida religiosa.
6. Su personalidad
es simple pero
decidida. Es una
de las pequeñas
almas, en quién
Dios se complace,
en manifestar sus
maravillas.
7. Tenía un carácter vivaz, pero
era reflexiva y modesta.
Siguiendo las inspiraciones
del Señor, profundizó la vida
interior y la comunión con
Dios, alimentada con la
oración, la penitencia y la
mortificación. Su vida fue
muy probada por Dios con
dolores, sufrimientos
interiores, desolación de
espíritu. Todo lo soportó por
amor a Dios.
8. Eximia misionera, se hizo “toda para
todos”. Supo conjugar en su vida:
trabajo y oración, contemplación y acción,
vida en Dios y vida con los hermanos.
Puso como
fundamento de su
obra misional, la
pobreza y la
fidelidad para con
la Iglesia.
9. Reformadora del Monasterio de
María Hilf. Vivió la perfecta pobreza
franciscana. Hizo progresos en el
ejercicio de las virtudes cristianas y
consiguió un alto grado de
perfección. La fe, la esperanza y la
caridad, fueron la luz de su vida, de
sus palabras y obra.
Asumió con serenidad las
incomodidades y trabajos.
Se
abandonó confiadamente a la
Divina Providencia.
10. Cultivó una intensa vida
interior, alimentada por la
continua unión con Dios, la
oración, la perfecta
obediencia a la voluntad de
Dios, diligente observancia
de la Regla y de los Votos
Religiosos y la huída del
pecado.
11. Su ejemplo de austeridad, mortificación,
caridad y espíritu de sacrificio, impresionaban.
De noche oraba horas enteras en el coro,
para arrancar de Dios su bendición.
Cultivó una fervorosa
piedad en el Misterio de la
Santísima Trinidad, la
Eucaristía, la Pasión de
Cristo y la Virgen María. Y
amó profundamente a la
Iglesia.
12. Desde el Monasterio de María Hilf demostró
ser una sabia administradora, deseosa de un
radicalismo evangélico en el campo de la
pobreza y de la vida religiosa.
Hizo amplio uso de la virtud de la
prudencia para introducir la reforma.
Trabajaba todo el día en el campo. Era un
ejemplo de austeridad, mortificación,
caridad, espíritu de oración y sacrificio.
13. La sierva de Dios tuvo una
inteligencia innata y aunque de muy
escasa instrucción, era abierta y
vivaz, con una sabiduría y
experiencia espiritual que hicieron
de ella: la Madre, la Maestra, el
Modelo y el constante y seguro
punto de referencia de sus co-
hermanas - hijas espirituales.
14. Mujer simple, humilde,
laboriosa, habituada desde la
familia a las duras faenas del
campo, que maduraron su
vocación sorteando muchas
dificultades.
Asimila del ambiente familiar,
el amor al pobre, lo cual será
posteriormente una
característica específica de su
servicio apostólico.
15. Mujer enérgica y seria en
su modo de ser y de
trabajar, consciente de los
detalles más mínimos;
vigilante e incansable en
el cumplimiento de su
deber; pero sobre todo,
muy bondadosa y dada a
la oración.
16. Mujer sabia y mesurada, de carácter
fuerte, no descuidaba ningún medio para
alcanzar el camino de la reforma del
monasterio.
Actuaba siempre con bondad y firmeza.
Siempre obediente al Obispo.
Sabia defensora de los derechos del
Monasterio.
17. Mujer bíblica, fuerte, prudente, sabia
y buena.
Supo unir contemplación y
apostolado, llevando a Dios a los
pobres y los pobres a Dios.
Mujer de gran espíritu
ascético, mística, amante del
silencio y del trabajo oculto.
18. Mujer simple, humilde, laboriosa;
constantemente preocupada por la
búsqueda vocacional, que como hija de
la obediencia perfecta, vive en
radicalismo evangélico, en un justo e
invariable equilibrio moral, en serena y
ejemplar firmeza de carácter, fundada
sobre la más estricta coherencia entre
los principios inspiradores y la puesta en
marcha en el actuar cotidiano.
19. Mediante la oración,
espiritualizaba su trabajo físico.
Su oración continua era por la
conversión de los pecadores, por
los Sacerdotes y por las almas
del purgatorio.
Su vida se puede sintetizar en tres
palabras: trabajar, sufrir, orar.
21. Demuestra una admirable fortaleza
para soportar las pruebas más duras
y los disgustos, infaliblemente
ligados a su arduo compromiso
misionero, desarrollado en un estilo
de vida desplegado en simplicidad,
silencio y ocultamiento en Dios .
22. María Bernarda sobresale: por su
gran inspiración eclesial, por su
obediencia a la Iglesia y al Papa,
como modelo de fe
verdaderamente católica; lo que
constituye, un eficaz llamado al
respeto y amor a la Iglesia.
23. Recorrió hasta el último término, un
intenso y sufrido itinerario
espiritual, en silencio, en perenne
ofrecimiento por amor a la Madre
Iglesia, a Cristo y a las almas.
La fama de santidad segura y
luminosa, tuvo su esplendor, el día
de sus funerales y ha durado
ininterrumpidamente hasta hoy.
24. La figura de María
Bernarda Butler se
impone a la admiración
del Pueblo de Dios,
sobre todo, por su amor
a los pobres, y su
espiritualidad eclesial.