La disfunción social es el factor más importante para medir la gravedad de los síntomas y la necesidad de tratamiento, ya que el rechazo social causa un gran daño a la personalidad. La disfunción social persistente suele crear síntomas como angustia, ansiedad, tristeza y falta de autoestima, así como somatización. Los problemas neurológicos relacionados con la disfunción social pueden ser leves, moderados o graves, alterando el desarrollo individual y requiriendo supervisión o tratamiento.