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El Discernimiento Ético
Discernir, en sentido amplio, significa buscar, a través de una lectura ética de la realidad, lo mejor
para dicha realidad, con el fin de llevarlo a cabo.
La pregunta central del discernimiento, puede ser formulada de la siguiente manera; ¿Qué es lo
mejor para mi y para los demás?, ¿Qué es lo que me humaniza y nos humaniza más? Detrás de
esto hay una filosofía de la libertad en la historia pues se trata de que el hombre y los seres
humanos buscamos libremente lo mejor para nosotros mismos.
En esto se parece mucho a la pregunta fundamental de la ética : “Qué tengo o debo hacer, en
determinada situación, para ser mejor yo y hacer mejor mi realidad y la de los demás”. Se une de
esta manera a las preguntas fundamentales del ser humano desde que tiene conciencia de si
mismo: “¿Quién soy yo, o quienes somos. ¿A dónde voy y vamos? o ¿qué sentido tiene mí y
nuestra presencia en el mundo?
LIBERTAD Y VOLUNTAD
A) VOLUNTAD
1. Introducción
La VOLUNTAD es la Capacidad de elegir entre caminos distintos de acción y actuar según
la elección tomada, en concreto cuando la acción está dirigida hacia un fin específico o se
inspira por ideales determinados y principios de conducta. La conducta de voluntad
contrasta con la conducta derivada del instinto, impulso, reflejo o hábito, ninguna de las
cuales implica una elección consciente entre distintas alternativas.
Hasta el siglo XX, la mayoría de los filósofos concebían la voluntad como una facultad
distinta con la que toda persona nacía. Discrepaban, sin embargo, sobre el papel de esta
facultad en la composición de la personalidad. Para una escuela de filósofos, notablemente
representados por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer(aunque su antecedente directo
sea Schelling, pero no se le reconozca), una voluntad universal es la realidad esencial y la
voluntad de los individuos forma parte de ella. En su visión, la voluntad domina todos los
demás aspectos de la personalidad del individuo: conocimiento, sentimientos y dirección en
la vida. Una forma contemporánea de la teoría de Schopenhauer se halla implícita en
algunas clases de existencialismo, como el enfoque existencialista expuesto por el filósofo
francés Jean-Paul Sartre, quien considera la personalidad como el producto de opciones, y
los actos como demostraciones de la voluntad encaminadas a conferir sentido al universo.
B) LIBERTAD
1. ¿Somos libres?
Esta pregunta no puede ser contestada con un sí o un no, más bien con un «a veces». Cabe,
por tanto, reformular la pregunta de esta forma: ¿en qué ocasiones somos libres?
Si entendemos por conducta humana todo cambio cuyo sujeto es el hombre, es claro que
nadie se atrevería a calificar de libres los siguientes tipos de conductas humanas:
a) Todas aquellas conductas humanas que están totalmente determinadas por leyes físicas.
Por ejemplo, cuando nos move-mos debido a que hemos sufrido un empujón.
b) Todas aquellas conductas determinadas por leyes bioquí-micas. Por ejemplo, ahora
mismo la médula de nuestros huesos está fabricando eritrocitos.
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c) Todas aquellas conductas reflejas. Si, por ejemplo, cuando estamos leyendo esto, una
nube cubre el sol, nuestro iris se agranda.
d) Casi todos los actos psíquicos, como, por ejemplo, una percepción o un deseo.
Los filósofos llaman involuntarias a todas estas conductas. No está en nuestra mano
llevarlas o no a cabo. No somos libres respecto de ellas y, por consiguiente, no tenemos que
responder por ellas. Al no ser responsables de algunos de nuestros actos, éstos no pueden
recibir calificativos morales (bueno, justo, honesto,... y sus contrarios, malo, injusto,
deshonesto,...).
Todos los actos involuntarios que realiza un hombre reciben el nombre técnico de actos del
hombre. Las conductas volunta-rias, es decir, los actos que el hombre realiza libremente se
denominan actos humanos.
2. ¿Qué significa «ser libre»?
La LIBERTAD es la capacidad de autodeterminación de la voluntad, que permite a los
seres humanos actuar como deseen. En este sentido, suele ser denominada libertad
individual.
Como es lógico, el reconocimiento de una libertad ilimitada haría imposible la convivencia
humana, por lo que son necesarias e inevitables las restricciones a la libertad individual. La
libertad se define como el derecho de la persona a actuar sin restricciones siempre que sus
actos no interfieran con los derechos equivalentes de otras personas.
«Libre» es un adjetivo ambiguo; posee varios significados distintos. Para nuestra discusión
es esencial comprender tres de estos sentidos.
a) Libertad negativa. Es la ausencia de coacciones. Las coacciones pueden ser externas (un
castigo) o internas (a veces somos esclavos de nuestras pasiones o deseos, o bien nos
sentimos dominados por el sueño o el cansancio).
La coacción nunca determina nuestras acciones. Una persona coaccionada aún es capaz de
obrar en contra de esa coacción.
Cuando se habla de que en ciertos países no hay libertades políticas, por ejemplo, no hay
libertad de manifestación, se está hablando de libertad en sentido negativo. Los ciudadanos
de ese país sufren coacción para no manifestarse (supongamos que la ley castiga con
prisión de tres años a los manifestantes), sin embargo, los súbditos de ese país no están
determinados a no manifestarse. En caso de estar determinados sería imposible que
realizasen lo contrario a lo que están determinados. Pero, en cualquier país en el que estén
prohibidas las manifestaciones, no es imposible que se produzca una, de no ser así, jamás
habría habido una sublevación popular o un motín.
Como la intensidad de la coacción puede ser más o menos fuerte, la falta de libertad
negativa admite grados, puede ser mayor o menor.
b) Libertad positiva exterior. Es la capacidad de poder llevar a cabo lo que hemos elegido
hacer. La libertad positiva exterior puede ser eliminada. Basta atarte de pies y manos para
suprimirte tu libertad positiva exterior de movimiento. Es de sumo interés que comprendas
la diferencia entre libertad negativa y libertad positiva exterior. Si el profesor manda
guardar silencio en clase, te suprime parte de tu libertad negativa, pues te coacciona para
que estés callado. No obstante, aunque el profesor te ha coaccionado para que no hables,
por fuerte que sea el castigo que arrastras si no te mantienes en silencio, todavía tienes
libertad positiva exterior de hablar. Si decidieras hablar, podrías hacerlo. En cambio, si el
profesor te amordaza, pierdes tu libertad positiva exterior de hablar. Aunque decidas hablar,
no puedes hacerlo. Cuando careces de la libertad positiva de hablar, estás determinado a
guardar silencio, esto es, la situación opuesta a hablar (permanecer en silencio) es
físicamente imposible.
Un hombre no sólo puede eliminar la libertad positiva exterior de otro hombre hasta el
punto de que éste no pueda hacer nada (por ejemplo, anestesiándolo), sino que puede
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conse-guir que haga algo en contra de su voluntad. Y esto se puede lograr mediante la
violencia física; una madre agarra de la mano a su hijo y lo lleva donde no quiera ir.
También se consigue mediante medios psicológicos que una persona obre en contra de su
voluntad. Utilizando drogas, mediante la hipnosis o produciendo miedo en una persona, se
puede lograr, por ejemplo, que un individuo confiese aquello que quiere mantener en
secreto.
Hay que notar que obrar en contra de la voluntad propia no es lo mismo que ir contra
nuestros deseos.
Examinemos estos dos casos:
Un soldado no desea ir a la batalla, preferiría tirar las armas y marcharme a casa. Sin
embargo, sabe que a los desertores se les fusila y por esto se queda en el campo de batalla.
Este hombre no obra en contra de su voluntad. Su acto, aunque coaccionado, se realiza con
total libertad exterior. Carece de libertad negativa, pero no de libertad positiva exterior.
El segundo caso también tiene como protagonista a un soldado. Este siente tanto miedo,
cuando comienza la batalla, que se queda paralizado de terror. Aunque lo intenta es incapaz
de mover sus músculos y salir fuera de la trinchera. Este soldado carece de libertad positiva
exterior. Es cierto que ninguna fuerza externa al soldado le impide actuar. No obstante, su
voluntad no es, en ese momento, dueña de las acciones de ese sujeto.
c) Libertad positiva interior. Es una propiedad de nues-tras voliciones. Tenemos libertad
positiva interior cuando no estamos determinados a elegir lo que elegimos, sino que, por el
contrario, está en nuestra mano elegir qué hacer y no sólo hacer lo que hemos elegido (esto
último es la libertad positiva exterior). La libertad positiva interior también se denomina
libre arbitrio o libre albedrío. Es la libertad más fundamental. De carecer de ella, todas las
demás libertades carecerían de sentido.
Por último, ha de señalarse que los adjetivos «negativo» y «positivo» aplicados al
sustantivo libertad no implican en absoluto un matiz peyorativo. Hemos llamado a la
primera de las libertades distinguida «negativa» para indicar que se da cuando se presenta
una carencia o falta. Somos libres en sentido negativo cuando no hay sobre nosotros
coacciones. En cambio, la libertad positiva es una capacidad o facultad. Nuestras acciones
son libres cuando son determinadas únicamente por nuestra voluntad, y nuestra voluntad es
libre cuando ella sola se determina a sí misma.
3. De nuevo los actos humanos y los actos del hombre
Para que exista un acto humano, tienen que darse dos condiciones: nuestra voluntad ha de
dominar nuestros movi-mientos corporales y hemos de conocer perfectamente las
cir-cunstancias de la acción que estamos emprendiendo.
Reflexionemos sobre los dos casos siguientes:
Un coche atropella a un peatón que cruzaba la calle con el semáforo «en verde». El
conductor se encontraba en estado de embriaguez y, por ello, no observó el semáforo ni
tuvo suficiente rapidez en sus movimientos corporales para frenar a tiempo.
Invito a mi amigo a comer las setas que recogí ayer en un paseo campestre. Creo que son
comestibles, pero resultar: venenosas. Los dos terminamos en una clínica con una grave
intoxicación.
Ni el atropello ni el envenenamiento son actos humanos. En el primer caso la voluntad no
domina los movimientos de cuerpo; en el segundo, se desconoce una circunstancia esencia
para la acción: la toxicidad de las setas.
Ciertamente no somos moralmente responsables (puede, en cambio, que tengamos
responsabilidad legal) de los actos de hombre que realizamos. Pero podemos ser
responsables de que se dieran las condiciones que convirtieron una conducta que
nor-malmente es un acto humano en un acto del hombre. Dicho en otras palabras, podemos
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ser responsables de la incapacidad de nuestra voluntad para dominar nuestro cuerpo o de
nuestra ignorancia. Un farmacéutico prepara mal un medicamento porque lee sin prestar
suficiente atención la receta del médico. El paciente toma el medicamento y muere. El
farmacéutico no ha asesinado al enfermo. Su acto de darle el veneno no fue un acto humano
porque desconocía la naturaleza de la pócima que le suministraba. Desde el punto de vista
moral, no es responsable de su muerte. En cambio, es moralmente responsable de preparar
descuidadamente el remedio. Si esto te extraña, recapacita sobre este otro ejemplo. De la
misma forma, otro farmacéutico lee sin atención una receta y comete el mismo error que el
primer farmacéutico, sin embargo, el paciente no fallece porque pierde: el medicamento
antes de tomárselo, ¿acaso podemos decir que el primer farmacéutico tiene más culpa moral
que el segundo? Evidentemente no. Ambos son únicamente culpables de ignorar algo que,
por su profesión, deberían saber. Y esta ignorancia es la causa de que un acto que debería
ser humano se convierta en un acto del hombre.
Las mismas reflexiones pueden trasladarse al caso del conductor ebrio.
En otras muchas ocasiones no somos responsables de nuestra ignorancia o de que la
voluntad no domine los movimientos: corporales. Por ejemplo, el soldado que pisa una
mina oculta y muere no se ha suicidado (que es siempre un acto humano) aunque su acción
sea la causa de su propia muerte, porque ignoraba la existencia de la mina, su acción es un
acto del hombre y, además, tampoco tiene responsabilidad por ignorar la posición de la
mina, siempre y cuando no la haya pisado por una imprudencia. Tampoco es moralmente
responsable el soldado que, estando tres días y sus noches de guardia sin interrupción, por
necesidades de servicio, es vencido por el sueño y se duerme. En este caso él no es culpable
de que su voluntad pierda el dominio sobre sus acciones.
4. EL DETERMINISMO
Puede definirse al determinismo como la doctrina o la teoría que
afirma que todos los fenómenos o acontecimientos están
determinados por algún motivo. Esto implica entender la realidad
como la consecuencia directa de una causa.
Se puede aplicar la idea de determinismo en distintos ámbitos.
En la biología, la idea de determinismo hace referencia a la
explicación de la conducta de los organismos vivos según las características de sus genes. Esto
quiere decir que los seres humanos y los animales actúan de acuerdo a su adaptación evolutiva y a
lo que dicta la genética.
El determinismo biológico, en última instancia, supondría que las personas no son libres, ya que se
comportan según características innatas y hereditarias. Por lo tanto, hay individuos que tendrían
conductas reprobables que no podrían modificarse aunque la sociedad se esfuerce por su
readaptación.
En el contexto de la religión, el determinismo afirma que las acciones de las personas son
determinadas por la voluntad de Dios. La gente, en definitiva, no podría actuar de acuerdo al libre
albedrío, sino que estaría sometida a la predestinación.
A nivel económico, por último, el determinismo se basa en la creencia que la sociedad evoluciona
según las condiciones económicas. Cualquier estructura o sistema depende de la propiedad de los
medios de producción y de las características de las fuerzas productivas.
El determinismo económico puede apreciarse en el marxismo, que divide la estructura social en
una superestructura (formada por la política, la ideología, la legislación, etc.) y una infraestructura
(las condiciones materiales y económicas) que la determina.
Creemos que no estamos determinados a elegir lo que hemos elegido. Tenemos conciencia
de que somos libres para querer esto o aquello. Conocemos, mediante una intuición, nuestra
libertad positiva interior. Sin embargo, algunos filósofos han negado que tengamos libre
albedrío y han tachado de ilusoria nuestra intuición de él. Se denomina determinismo la
posición filosófica que niega que poseamos libre albedrío. Según sean las razones que se
arguyan para sostener el determinismo, nos hallaremos ante un determinismo psicológico,
físico, etc.
4.1 Determinismo teológico:
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Si Dios lo sabe todo será porque él mismo ha determinado todas las cosas según su criterio,
por lo que Dios es la causa de las acciones humanas. El protestantismo calvinista mantiene
que el ser humano carece de libre albedrío y está predestinado. En contraste, el
protestantismo en general se opone al determinismo, diciendo que si Dios es omnipotente
también puede hacer al ser humano libre aunque sepa lo que vamos a hacer. Es decir, Dios
y el hombre son conjuntamente los autores de los actos humanos.
4.2. El determinismo físico
El determinismo físico consta de dos tesis:
1. El materialismo o conductismo radical. Según esta posición el universo realmente
está compuesto de átomos físicos, es decir, de diminutas partículas permanentes,
inmutables, impe-netrables, dotadas de una cierta masa y todas ellas cualitativamen-te
iguales. Estas partículas sólo difieren en la posición que ocupan y en su velocidad.
2. La mecánica newtoniana o una teoría física similar. De ser cierta la teoría física
propugnada por Newton, el estado de universo en un momento dado —esto es, la posición
y la velocidad de todas las partículas que lo componen— está deter-minado por el estado
del universo en cualquier otro momento. Por consiguiente, si dispusiéramos de una
información completa del estado del universo en un momento dado, aplicando las leyes de
Newton, podríamos predecir el estado del universo e cualquier otro instante. Al decir que
podríamos predecir, no nos referimos necesariamente a que esta predicción sea
técnicamente posible (pudiera darse el caso de que los cálculos sean de tal complejidad que
no haya computador en el mundo capaz de realizarlos), sino a que esta predicción sea
físicamente posible.
De ser cierto el determinismo físico, tal y como aquí lo hemos expuesto, evidentemente el
libre albedrío sería una mera ilusión, pues el acto de querer sería un proceso físico y estaría
totalmente determinado, como los demás procesos físicos.
El determinismo físico ha sido atacado desde dos frentes diferentes. Por un lado, se ha
señalado que la primera de las tesis, el materialismo, es falsa. Todo lo que ocurre en el
hombre no puede reducirse al movimiento de ciertos átomos. Los seres humanos no son
meras máquinas más o menos complejas.
Por otro lado, algunos pensadores han sostenido que, aun aceptado la primera de las tesis de
que consta el determinismo psicológico, no hemos de negar el libre albedrío. Alegan que
las leyes de la física no son deterministas. La mayoría de los físicos actuales, teniendo en
cuenta el principio de Heisenberg, sostie-nen que las leyes de la física cuántica (de las que
las leyes de Newton son aproximaciones groseras) no presuponen un uni-verso físico
determinista. En el fondo, si esta concepción del universo fuese acertada, todo ocurriría al
azar. A nosotros nos parece que no es así, simplemente porque observamos única-mente los
procesos macroscópicos, en los que intervienen un gran número de partículas, cuyo
comportamiento individual es aleatorio pero cuyo comportamiento global obedece a leyes
estadísticas.
Sobre este asunto hemos de decir lo siguiente. Desde el momento que hemos aceptado la
primera tesis, el materialismo, la segunda carece de importancia. Es indiferente para el
problema de la libertad humana que los cuerpos físicos se comporten según leyes
deterministas o indeterministas. Cuando se dice que el hombre es libre no se pretende
sostener, ni mucho menos, que tenga la misma libertad que los restantes cuerpos físicos. Si
la libertad humana existe, entonces no es una propiedad que posean también las piedras, los
planetas o las estrellas.
4.3. El determinismo psicológico
Aceptamos, aunque sólo sea a modo de hipótesis, que el materialismo es falso, esto es, que
en el hombre, además de procesos físicos, ocurren hechos psíquicos no reductibles a
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fenó-menos fisiológicos. En este caso, ¿podemos todavía mantener que en el hombre no
haya libre albedrío? Algunos filósofos han respondido que sí.
«Se puede, pues, admitir la verdad de la afirmación según la cual podríamos calcular de
antemano y con certeza —como lo hacemos con los eclipses lunares o solares— el
comportamiento futuro de cualquier hombre, si tuviéramos un conoci-miento tan profundo
de sus modos de pensar como para conocer todas sus fuentes de acción más íntimas y
también todas las circunstancias externas pertinentes.»
(KANT, Crítica de la Razón Práctica, Primera Parte, Libro I, cap. III.)
Los deterministas psicológicos argumentan del siguiente modo. En toda volición existe un
motivo. Para elegir entre la opción A y la opción B, antes hemos de examinar ambas y
sopesar sus respectivos atractivos. Ahora bien, la conexión entre el atractivo (el motivo)
que presenta una situación y nuestra decisión de hacerlo real obedece a leyes rígidas.
«Parece que la conexión entre motivos y acciones volunta-rias es tan regular y uniforme
como en cualquier otra forma de la naturaleza.»
(HUME, Tratado de la Naturaleza Humana, Libro II, Parte III.)
De la misma manera que, si se dan ciertas circunstancias, una piedra no puede no caer,
cuando se dan otras ciertas circunstan-cias (una determinada personalidad, un cierto estado
fisiológico, la representación de un acontecimiento posible, etc.), un indivi-duo no puede no
querer lo que quiere. Está tan determinado a querer lo que ha querido como la piedra a caer.
Ciertamente la conexión entre los motivos y las voliciones es muy compleja. Para
establecer la ley psicológica que describa dicha relación habrán de tenerse en cuenta
muchísimos más factores que los que es necesario observar para establecer cual-quier ley
física. Por eso la psicología todavía no ha logrado realizar predicciones tan precisas como
las de la física, pero, en la medida en que progrese el conocimiento psicológico, se irán
logrando dichas predicciones. Al fin y al cabo, la psicología actual ya consigue realizar
algunas predicciones. Por ejemplo, de un neurótico puede decirse que es probable que
realice tales y cuales actos.
Los críticos del determinismo psicológico no están de acuerdo con esta argumentación. En
primer lugar señalan que las condi-ciones de la psicología no son en absoluto equiparables
a las de la física. Los psicólogos nos pueden llegar a decir que una persona por padecer una
determinada enfermedad psíquica, intentar suicidarse. Aparte de que las predicciones de
este tipo suele fallar, son, en todo caso, predicciones muy vagas. Una predicción para
merecer el calificativo de científica ha de poseer mucha mayor precisión. Sería científica la
predicción que anunciase que un determinado enfermo intentará suicidarse tirándose por la
ventana a las diez de la mañana del día 22 de abril del próximo año. No hay psicólogo que
se atreva a semejante predicción. Y lo que es aún peor ni siquiera saben los psicólogos qué
datos deberían conocer para poder realizar una predicción con esa exactitud.
En segundo lugar, prosiguen los críticos del determinismo psicológico, para sostener este
género de determinismo no sólo hay que admitir que la psicología puede ser matematizada
(la matematización de una ciencia es condición indispensable para poder realizar
predicciones exactas), esto es, que, por ejemplo, el dolor o el miedo pueden ser medidos,
sino que hemos de suponer que los seres humanos no son únicos.
Para obtener leyes naturales tenemos que experimentar numerosas veces. Para establecer
como válida una ley como la de Boyle (en todos los gases se cumple que PV = RT), hemos
tenido que medir la presión, el volumen y la temperatura del mismo gas en distintas
condicio-nes. No se puede hacer lo mismo en psicología. No podemos repetir un
experimento, porque si utilizamos dos o más sujetos, éstos no serán iguales (y en caso de
que lo fueran, al menos respecto de los factores relevantes para la situación, no podríamos
saberlo) y si utilizamos siempre la misma persona,- el sujeto del experimento no sería
idéntico, pues una persona cambia según las experiencias recibidas. Cada vez que hagamos
el mismo experi-mento con la misma persona, ésta lo hará o mejor o más aburrido, pero
jamás conseguiremos que lo realice dos veces en las mismas condiciones.
Algunos psicólogos deterministas admiten estas objeciones y, sin embargo, mantienen su
determinismo psicológico. Induda-blemente —afirman nunca seremos capaces de predecir
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la conducta de una persona. No obstante, siempre que elegimos, se nos presentan como
mínimo dos alternativas. ¿Cuál elegiremos? Sin duda alguna, aquella que nos presente el
motivo más fuerte (el más atractivo). Para cada hombre será un motivo distinto y jamás
podremos predecir cuál será para un hombre concreto el motivo más fuerte en una situación
dada. Pero, como no está en nuestro poder que una situación nos motive más que otra, pues
eso es algo que nos encontramos dado, siempre estamos determi-nados a elegir lo que
hemos elegido.
Expuesta así la tesis del determinismo psicológico, deja de ser científica porque no puede
ser contrastada por la experiencia. Pase lo que pase el determinista puede seguir
sosteniendo que lleva razón.
Que una tesis no sea científica no significa que carezca de sentido. El determinismo
psicológico en su versión no científica representa un problema de primera magnitud para
aquellos que quieran afirmar la existencia del libre albedrío.
Fatalismo
Es la Doctrina que afirma que todos los acontecimientos ocurren de acuerdo con un destino
fijo e inexorable que no está ni controlado ni influido por la voluntad de los individuos.
Suele confundirse con frecuencia con el determinismo, doctrina que afirma que los hechos
están determinados por otros acontecimientos precedentes. Para el fatalismo los
precedentes no guardan una conexión causal con los sucesos subsiguientes. Un hecho
predeterminado no ocurre de acuerdo con una concreta ley natural, sino de acuerdo con
algún enigmático designio proveniente de algún misterioso poder que hasta puede ser de
otros tiempos. El determinismo sostiene que cualquier acontecimiento se da en unas
condiciones determinadas por sus antecedentes inmediatos, y éstos pueden incluir la
voluntad humana; esta teoría cree en la eficacia de la voluntad de los individuos en la que el
fatalismo, como es lógico, no cree.
En cualquier caso, tanto el fatalismo como el determinismo tienen en común su rechazo de
la predestinación. Quienes creen en la predestinación creen al mismo tiempo en un poder
sobrenatural que ha establecido una determinada secuencia de causas. El fatalismo acepta
un poder sobrenatural preexistente, pero sin tener que recurrir a ningún orden natural.
Una Posible respuesta contra el determinismo y el fatalismo
Libertad y Compromiso.-
El hombre está condenado a ser libre. Pero para encontrar sus valores fundamentales, debe
asumir acciones de compromiso y responsabilidad. Ser, es escogerse en libertad para un
compromiso. La actividad humana es libre y esa autonomía de elección que le otorga su
libertad no depende de leyes objetivas por lo que entonces, como lo afirma Sartre, el
hombre es lo que él hace de sí mismo, o mejor aún, para la realidad humana ser es elegirse,
siendo el hombre, él mismo, el único responsable de su ser. Lo que Sartre proponía era que,
al elegirse el hombre a sí mismo dentro de la libertad, estaba implicada en esa elección la
libertad de todos los hombres, y que la libertad individual es también un compromiso
social. Sartre racionaliza la libertad individual a través del compromiso. Una vida sin
compromiso es una vida desarraigada, afirma, lo que le permitiría al hombre convertirse en
ser histórico y, de paso, así lo quiso, no solamente haría del existencialismo un humanismo,
sino que eventualmente podría llegar a fusionarlo con el marxismo, como se lo propuso en
la Crítica de la Razón Dialéctica. Como dice Sartre en El Existencialismo es un
Humanismo: “No se nace héroe o cobarde, al héroe siempre le es posible dejar de serlo,
como al cobarde superar su condición. Estamos condenados a ser libres: condenados
porque no nos hemos dado a nosotros mismos la libertad, no nos hemos creado, no somos
libres de dejar de ser libres”. Aunque todo hombre está en una situación, nunca ella le
determina, antes bien, la libertad se presenta como el modo de enfrentarse a la situación (al
entorno, el prójimo, el pasado). Esta idea sartreana tiene dos importantes consecuencias:
hace al hombre radicalmente responsable y hace del Existencialismo una Filosofía de la
Acción.-