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Materiales de Descartes

Materiales de Descartes
0.- Del pensamiento griego a la modernidad
1.- Contexto
2.- Nueva filosofía resumida. Descartes, el triunfo de la tradición pitagórica
1.- Antecedentes de la filosofía Cartesiana
1.1.- Descartes frente al escepticismo renacentista
1.2.- La nueva ciencia y sus consecuencias filosóficas
1.3.- Reflexión sobre la necesidad del método
2.- Filosofía cartesiana
Breve resumen de la argumentación cartesiana:
El proyecto cartesiano y sus dos primeros supuestos
Modos de conocimiento de la razón: intuición y deducción
Tercer supuesto: la unidad de método
El método Cartesiano
Duda metódica:
Primera verdad:
Criterio de verdad:
Teoría de las ideas
Demostración de la existencia de Dios
Dios garante de criterio de verdad
Demostración de la existencia de la sustancia extensa
Estructura de la realidad: las tres sustancias
3.- Textos Selecionados de Descartes
SEGUNDA PARTE
CUARTA PARTE
4.- Guía de lectura del Discurso del Método
Parte II
Parte IV
5.- Exámenes de Descartes en los últimos 8 años
6.- Vocabulario cartesiano
7.- Actualidad de los temas de la filosofía cartesiana
8.- Otro autor (Relación del tema propuesto con otra posición filosófica)

0.- Del pensamiento griego a la modernidad

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La filosofía helenística había dado una orientación práctica al saber, dirigiéndolo hacia la felicidad
del hombre. Es el caso del estoicismo y del epicureismo, que habían colocado a la ética en el vértice
del saber. A lo largo de los primeros siglos de nuestra era, la progresiva expansión del cristianismo
y otras religiones mistéricas irá provocando la aparición de otros modelos de felicidad o “salvación
individual”, que competirán con los modelos filosóficos. Frente a la inicial hostilidad hacia la filosofía
manifestada por algunos de los primeros padres apologistas cristianos, sus continuadores
encontrarán en la filosofía, especialmente a partir del desarrollo del neoplatonismo de Plotino, un
instrumento útil, no sólo para combatir otras religiones o sistemas filosóficos, sino también para
comprender, o intentar comprender, los misterios revelados. Surge de ahí una asociación entre
filosofía y cristianismo o, más en general, entre filosofía y religión, que pondrá las bases de la futura
filosofía medieval.
LA EDAD MEDIA
De acuerdo con los criterios historiográficos usuales, la Edad Media comienza a partir del hundimiento
del imperio romano, a finales del siglo V, y se prolonga hasta el siglo XIV.
La destrucción del imperio romano trajo como consecuencia inmediata una decadencia generalizada y
la pérdida de muchos logros de la civilización romana, especialmente en el ámbito de las
comunicaciones (correos, rutas terrestres y marítimas).
El sistema socioeconómico correspondiente a esta situación es el feudalismo, que divide las
poblaciones en dos clases, la de los señores y la de los vasallos, que cultivan las tierras de aquellos.
Ya a partir del siglo XII comenzó a cambiar la situación, iniciándose un proceso ininterrumpido de
recuperación en todos los aspectos. Se produjo un crecimiento notable de la agricultura y un
aumento de la población. Gracias a esto se inició una cierta economía de mercado y las
ciudades crecieron, aumentando su peso e importancia. De este modo se inició la ruptura del
sistema feudal.
El proceso de crecimiento y de transformación se acentuó en el sigo XIII. En este siglo, floreció el
arte gótico, se fundaron nuevas órdenes religiosas (como los dominicos y los franciscanos) y se
crearon las primeras universidades (París, Oxford). Las consecuencias de este proceso se dejaron
notar ampliamente en el siglo XIV.
La política general en la Edad Media cristiana se articulaba en torno a dos poderes: el religioso (el
papa) y el político (el emperador).
En el aspecto cultural, la Edad Media se caracteriza, en fin, por el predomino de la religión en todos
los ámbitos (formas de vida, arte, literatura, pensamiento). La filosofía se puso al servicio de las
creencias religiosas. El tema fundamental de reflexión pasará a ser la divinidad, quedando
subordinada la comprensión e interpretación del mundo, del hombre, de la sociedad, etc. al
conocimiento que se pueda obtener de lo divino. La fe, que suministra las creencias a las que no
se puede renunciar, tratará de entrar en diálogo con la razón. La inicial sumisión de la razón exigida
por la fe, dejará paso a una mayor autonomía propugnada, entre otros, por Santo Tomás de Aquino.
RENACIMIENTO
A la Edad Media le sigue el Renacimiento (siglos XV y XVI), que conducirá, tras la crisis de la
Escolástica (nombre con el que genéricamente se conoce a la filosofía medieval), a la exigencia de la
independencia de la razón con la que se iniciará la filosofía moderna (siglo XVII).
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Características del Renacimiento
El humanismo y el avance de la ciencia son, sin duda, elementos de indiscutible importancia
durante este periodo.
El primero volvío su atención a la cultura grecolatina, generandose un notable interés por los
grandes filósofos griegos -muy especialmente Platón y Aristóteles- que fueron traducidos, comentados
y asimilados por los filósofos humanistas, que buscaban en sus escritos un modelo de educación
capaz de hacer a los seres humanos más cultos y más libres.
Pero fué sin duda el avance de la ciencia (particularmente en los ámbitos de la Matemática, la Física
y la Astronomía) lo que impulsó en mayor medida el pensamiento europeo hacia la modernidad y
propició una nueva imagen del universo, diferente a la aristotélica predominante durante la Edad
Media. Bacon, Copérnico, Galileo, Kepler, son figuras centrales en el desarrollo de la ciencia, que
supondrá la destrucción de la imagen ptolomeica del mundo, inspirada en el universo cerrado y
geocéntrico de las dos esferas; la creciente y progresiva matematización de la naturaleza y el
desarrollo del método experimental serán dos de las bazas más significativas de su triunfo.
Una de las características filosóficas más notables del Renacimiento es el antropocentrismo, lo que
supone una valoración no sólo de la personalidad del ser humano, sino también de su individualidad.
También el naturalismo irá asociado al desarrollo del Renacimiento. Se destacan los aspectos
naturales del hombre versus los aspectos sobrenaturales. Es algo de lo que encuentran los
renacentistas que “vuelven” a Aristóteles: la separación del universo y de Dios y la exaltación de la
naturaleza; al igual que los que se “vuelven” hacia Platón, buscando una religiosidad natural y la
exaltación del hombre y de su libertad (el hombre no es malo, es ignorante, no necesita, pues, la
gracia divina para su redención).
El Renacimiento supone, pues, el renacer del espíritu de libertad de un ser humano que se quiere
inserto en la naturaleza y en la historia.
FILOSOFÍA MODERNA
Suele afirmarse que la filosofía moderna tiene su comienzo en el siglo XVII y se extiende hasta el
primer tercio del siglo XIX. De acuerdo con esta cronología, su iniciador fue Descartes y su último
gran representante fue Hegel. La filosofía moderna incluye los siguientes momentos fundamentales:
● Racionalismo (siglo XVII).
● Empirismo (siglo XVII-XVIII).
● Idealismo trascendental de Kant ( siglo XVIII).
● Idealismo absoluto de Hegel (siglos XVIII-XIX)
Características de la filosofía moderna
Podríamos señalar que las características que presenta la filosofía moderna, a grandes rasgos, son:
● Desplazamiento de la cuestión teológica en favor de una mayor centralidad de los problemas
de la naturaleza y el hombre. Este desplazamiento se hace patente por la situación de crisis,
aunque un análisis riguroso nos hace ver que, en el fondo, la mayoría de los pensadores de la
modernidad intentan, de una u otra forma, fundamentar su visión de la realidad en Dios. A
pesar de todo, hay una nueva forma de acercarse a la realidad en esta época de crisis. Ésta
va a venir suministrada por la naciente ciencia (Galileo) que al hacer una interpretación
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mecanicista de la realidad física, le aporta una regularidad tal que de ella es posible un
conocimiento firme, seguro, matemático, indudable. Éste comenzará a ser el paradigma nuevo
del conocimiento y se buscará en todos los ámbitos una seguridad semejante a la aportada
por él.
Insistencia en el sujeto humano como punto de partida del conocimiento. Ello supone el
abandono de la tesis del realismo ingenuo de la Antigüedad y el Medioevo que sostenía que
en el conocimiento se ofrece el objeto o cosa tal como es, y tal como sería aunque yo no lo
conociera.
Primacía de la Gnoseología sobre la Ontología. Al desplazarse el interés de la realidad tal
como es al sujeto. Lo que nos interesa fundamentalmente –y esta afirmación habría que
matizarla mucho- es lo que el sujeto conoce. En consecuencia, la filosofía primera, el saber
fundamental y fundante de los otros, ya no será la Ontología, reflexión sobre el ser, sino la
Gnoseología o Teoría del Conocimiento, reflexión sobre el conocer. De ahí que, quizás, el
primer problema que se plantearán los filósofos de la modernidad será el del alcance o límites
de nuestras facultades cognoscitivas.
El concepto de verdad también varía. La verdad ya no es entendida en el sentido clásico de
“adecuación de la cosa con el intelecto”. Aunque a veces se defina así o de forma parecida lo
que se quiere decir es otra cosa. Las riendas del conocimiento y por tanto de la verdad,
propiedad del conocimiento, ya no estarán en la cosa misma, sino en el propio intelecto del ser
humano. Pero, ¿qué hay en el entendimiento que pueda darme noción de verdad? La certeza.
Es decir, el sentimiento de seguridad que siempre acompaña a la posesión de la verdad. Aquí
estará el punto arquimédico, por eso, habrá que buscar los rasgos de esa certeza que tienen
que ser comunes a todos los seres cognoscentes.

Características del racionalismo
Es común en la historia de la filosofía usar el término racionalismo para designar una cierta forma de
fundamentar el conocimiento: cabe pensar que el conocimiento descansa en la razón, o que descansa
en la experiencia sensible; así, puesto que valoraron más la razón que los sentidos, podemos llamar a
Parménides, Platón y Descartes racionalistas; y podemos decir que Aristóteles, Santo Tomás y, por
supuesto, Hume, tienden al empirismo, dado el valor que dieron a la experiencia sensible o
percepción.
Sin embargo, a pesar de que pueda recibir distintas acepciones y aplicarse en esferas distintas, el
término “racionalismo” se utiliza primordialmente para referirse a la corriente filosófica de la Edad
Moderna que se inicia con Descartes, desarrolla en la Europa continental con Spinoza, Malebranche y
Leibniz, y se opone al empirismo que en esta misma época tiene éxito en las Islas Británicas. Los
rasgos que mejor caracterizan al racionalismo moderno son los siguientes:
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La tesis de que todos nuestros conocimientos relevantes acerca de la realidad proceden no de
los sentidos, sino de la razón, del entendimiento mismo.
El conocimiento puede ser construido deductivamente a partir de unos primeros principios.
Los primeros principios del conocimiento no se pueden extraer de la experiencia empírica sino
que se encuentran ya en el entendimiento: el innatismo de las ideas.
Consideración de la deducción y más aún de la intuición intelectual como los métodos más
adecuados para el ejercicio del pensamiento.
La consideración de la matemática como ciencia ideal.
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Reivindicación del argumento ontológico para la demostración de la existencia de Dios.
La apreciación optimista del poder de la razón, ésta no tiene límites y puede alcanzar a todo lo
real.

1.- Contexto
DESCARTES
(Contexto elaborado por el Grupo de Trabajo de Profesores de Filosofía de Almería:
Arturo Bascuñana Soler, Javier Bascuñana Soler, José M. Capillla Gómez, Antonio J. Carrillo
Burgos, Rufino Lecea Blanco, José Rivera Menéndez, María Teresa Solana, Gonzalo
Trespaderne Arnaiz)
1. Contexto histórico
El contexto histórico de Descartes se corresponde con el descrito en la obra de Los Tres Mosqueteros
de Alejandro Dumas. Descartes (1596-1650) es un filósofo del siglo XVII. El contexto histórico en el
que fue escrito el Discurso del Método es el Siglo de Oro francés. Políticamente, Francia, al igual que
el resto de las grandes naciones europeas de la época, se organiza como una Monarquía Absoluta,
que llegará a su apogeo con Luis XIV y la identificación entre el monarca y el estado.
El siglo XVII es también un período de crisis en Europa: La consolidación de los estados modernos,
sus afanes imperialistas y la lucha por la hegemonía entre Francia, España, Holanda e Inglaterra,
provocan grandes enfrentamientos entre ellos. Una buena parte de la vida de Descartes coincide con
la Guerra de los 30 años entre los estados católicos y protestantes del imperio alemán. De hecho, el
capítulo segundo del Discurso del Método se ubica en Alemania donde el propio Descartes afirma que
había ido movido por el “deseo de conocer unas guerras”.
Desde el punto de vista socioeconómico, en el siglo XVII se produjo un fuerte desarrollo de la
burguesía vinculada al capitalismo mercantilista, favorecido a su vez por la expansión del comercio
marítimo y colonial.
2. Contexto cultural
Si desde el punto de vista histórico el tiempo de Descartes es el siglo XVII, desde el punto de vista
cultural su tiempo es el Barroco. Es esta una época cuyo tono general es pesimista. A este
pesimismo contribuye en gran medida la confrontación teológica entre católicos y protestantes de la
que hemos hablado antes y en la que Descartes participó. Sobre esta cuestión opina Bertrand Russell
en su Historia de la Filosofía occidental que el cansancio intelectual que esta interminable guerra
provocó, tuvo el efecto de desviar la atención de las mentes más brillantes (entre ellas la de
Descartes) hacia temas no religiosos, especialmente la ciencia y las matemáticas, afirmación esta que
puede considerarse acertada en el caso de Descartes.
Otro rasgo cultural interesante de esta época es la invención y desarrollo de la imprenta. Este invento
permite, entre otras cosas, que el ámbito de la cultura salga fuera de los círculos eclesiásticos
(Monasterios, catedrales) haciéndose accesible a personas ajenas a la religión. De ahí también que el
latín comience a no ser la lengua culta en exclusiva y se publiquen muchos libros en las lenguas
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nacionales. De hecho, el texto que estamos comentando fue una de las primeras obras escritas en
francés.
Un hecho tuvo singular importancia en la vida intelectual de Descartes: su conocimiento de la
condena de Galileo por el tribunal de la inquisición en Roma. Descartes tuvo miedo de que algunas de
sus ideas pudiesen ser objeto de un juicio parecido y, por ello, decidió no publicar su Tratado del
mundo. Sólo unos años más tarde, en 1637, publicó una parte de su obra científica, Dióptrica,
Meteoros y Geometría, precedida, como introducción metodológica, por el Discurso del Método. Es
probablemente el miedo que tiene a la censura el que le hace publicar esta obra de forma anónima,
aclarando insistentemente en el capítulo segundo, que sus intenciones no son otras que las de
reformar su propio conocimiento y que desaconseja a todo el mundo que haga lo mismo y, en la
cuarta parte, le llevarán a destacar la importancia de Dios como garante de cualquier conocimiento.
Sin duda, lo contrario podría haber sido entendido como una llamada a una especie de revolución
absolutamente inaceptable para las autoridades de la época.
Todas estas “precauciones” le sirvieron de poco. En 1643 el Consejo de la Universidad de Utrecht
condena a Descartes por ateísmo, después será acusado de pelagianismo, y tras su muerte alguna
de sus principales obras serán condenadas por la Iglesia.
3. Contexto filosófico
La vida de Descartes coincide con el final del Renacimiento. Desde el punto de vista filosófico,
podemos decir que ya hacía algún tiempo que Dios había dejado de ser el centro de la preocupación
filosófica como ocurría en la Edad Media. El hombre se convierte en el objeto principal de la filosofía
y, especialmente, los temas relacionados con el conocimiento. Este es el terreno en el que
Descartes es considerado el fundador y principal representante de la corriente racionalista. Esta
corriente toma como referencia la ciencia moderna (Galileo, Bacon, Kepler) y como modelo el método
matemático. Además, como el propio nombre indica, conceden a la razón, el conocimiento teórico,
una importancia radical, aceptando el innatismo de los principios esenciales del conocimiento y
despreciando el conocimiento sensorial como fuente fiable. Leibniz, Spinoza y, por supuesto el propio
Descartes son los principales representantes del Racionalismo. Descartes formuló una teoría sobre el
mundo físico (sustancia extensa) denominada mecanicismo que intenta explicar el mundo como una
gran máquina y que será precursora de las concepciones materialistas posteriores como la de La
Mettrie en su obra El hombre máquina.
Históricamente, el Racionalismo encuentra su oposición en el Empirismo británico de Locke y Hume.
Ellos, y especialmente Hume, representan la oposición radical a la filosofía cartesiana fundando una
corriente que rechaza la existencia de ideas innatas y pone en la información sensorial, la fuente y el
límite del conocimiento humano.
2.- Nueva filosofía resumida. Descartes, el triunfo de la tradición pitagórica
1.- Antecedentes de la filosofía Cartesiana
Descartes nació en la Turena en 1596 y murió en Suecia en 1650, lugar al que se había trasladado
desde Holanda porque había sido invitado a residir por la reina Cristina.
Su vida abarca, por tanto, la primera mitad del siglo XVII. La filosofía de esta época puede
considerarse una continuación y profundización de las corrientes iniciadas en el Renacimiento. De
hecho, la obra de Descartes supone el paso definitivo del Renacimiento a la Edad Moderna. Veamos
dónde se encuentran las raíces de su pensamiento.
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1.1.- Descartes frente al escepticismo renacentista
El Renacimiento se caracterizó, ante todo, por el retorno a los clásicos de la antigüedad
grecorromana. Una de las escuelas antiguas que renace con fuerza un tanto sorprendente, es el
escepticismo (se le llamó también «pirronismo», por su fundador, Pirrón de Elis). El escepticismo del
periodo helenístico buscaba la felicidad y cifraba ésta en la calma y tranquilidad del alma. Para
alcanzar esta imperturbabilidad los seres humanos debían abstenerse de participar en las disputas
que tenían lugar entre los filósofos de la época, debido a la diversidad de opiniones y costumbres El
sabio escéptico debía, entonces, abstenerse de juzgar y suspender el juicio. Para justificar su punto
de vista, los escépticos elaboraron una gran cantidad de argumentos contra los dogmáticos, es decir,
contra quienes pretendían que el hombre puede alcanzar certezas absolutas a través de sus
facultades de conocimiento, sean estas los sentidos o la razón. Descartes se referirá a estos
argumentos en su Discurso del Método cuando halle la primera verdad indudable.
“ Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura
que todas las extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de
hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de
la filosofía que yo indagaba”. R. DESCARTES, Discurso del Método, IV.
Por otra parte, como anticipo de la duda metódica de Descartes podemos considerar al filósofo y
médico portugués Francisco Sánchez (1550-1623), profesor de medicina en Toulouse y autor de la
obra titulada Quod nihil scitur.
“Entonces me encerré dentro de mí mismo y poniéndolo todo en duda y en suspenso,
como si nadie en el mundo hubiese dicho nada jamás, empecé a examinar las cosas
en sí mismas, que es la única manera de saber algo”.
Que nada se sabe. 1581
Sin embargo, tal y como veremos, la duda de Descartes es especial porque es una duda metódica
para alcanzar certezas de las que no se puede dudar.
1.2.- La nueva ciencia y sus consecuencias filosóficas
Durante el medievo la ciencia será postergada y subordinada a la religión y la teología, pero durante
el tiempo comprendido entre los siglos XVI y XVII se va a producir tal auge científico que este periodo
es conocido como la “Revolución científica”.
Suele considerarse que la revolución científica comenzó por la astronomía y más concretamente con
los trabajos de Copérnico (1473-1543), quien introdujo la hipótesis de que la Tierra se mueve en torno
al sol, siendo éste el centro del Universo, y la publicó en su obra De revolutionibus Orbium Coelestium
(1543). La teoría copernicana no fue admitida inmediatamente porque despertaba objeciones,
algunas de las principales eran que no se ajustaba a la letra de las Sagradas Escrituras.
Johannes Kepler (1575-1630) fue un astrónomo a caballo entre la ciencia y la mística. Influido por el
pitagorismo, estaba convencido de que el número es la esencia de todas las cosas, que hay una ley
numérica que gobierna todos los fenómenos de la naturaleza. Para él, Dios es una gran mente
matemática que ha creado el mundo de acuerdo con armonías y proporciones numéricas que la
ciencia tiene que descubrir. Está convencido de que es posible oir la música celestial de la que
hablaban los pitagóricos y lo cierto es que escrutando los cielos para hallar esa música, Kepler
descubrió sus 3 famosas leyes.
Pero fue Galileo Galilei (1564-1642) el que con más empeño intentó demostrar la verdad de la teoría
copernicana, a lo que contribuyó enormemente el descubrimiento del telescopio. Descubrió así los
cráteres de la Luna, las manchas solares, los satélites de Júpiter, las fases de Venus, etc.
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Sin embargo no será propiamente la astronomía, sino la mecánica la que originó la verdadera
revolución científica ya que la contribución de Galileo en este campo será decisiva. En el movimiento
lo único que hay que tener en cuenta son las cualidades cuantificables, medibles: espacios recorridos,
velocidades, magnitudes, etc. Lo que se busca al estudiarlo es su medición, no su esencia o
naturaleza. Así, por ejemplo, al estudiar el movimiento en caída libre, Galileo no se preocupa por cuál
es la causa o esencia de este movimiento. Su mente científica se contenta con probar que es
uniformemente acelerado, esto es, que la distancia recorrida es proporcional al cuadrado del tiempo
transcurrido, lo que le permite hacer los cálculos oportunos y predecir resultados. Será entonces la
matemática y no la observación ingenua la que nos muestre la verdadera realidad.
Algunas de las principales consecuencias filosóficas de lo que acabamos de contar serían estas
cuatro:
1.Renuncia a la búsqueda de causas últimas o esencias al investigar los movimientos. La tarea del
científico es la de reducir lo real a magnitudes.
2.Las matemáticas representan la verdadera y objetiva realidad ya que proporcionan a ésta su
estructura inteligible. Son “el lenguaje en el que está escrito el mundo”
3.Exaltación de la razón humana como fuente de conocimiento capaz de alcanzar certezas absolutas.
Y todo ello sin necesidad de la observación empírica o de acudir a la autoridad de la tradición. Galileo
afirmará que
“El intelecto humano entiende algunas cosas tan perfectamente y con tan absoluta certeza como
pudiera tenerla la sabiduría divina. Y estas son las ciencias matemáticas puras, es decir, la geometría
y la aritmética, de las cuales el intelecto divino conoce infinitas proposiciones más, porque las sabe
todas: pero en aquellas pocas que el intelecto humano conoce, creo que su conocimiento iguala al
divino en certeza objetiva, porque alcanza a comprender su necesidad, más allá de la cual no puede
existir mayor seguridad”.
4.Nueva imagen del mundo y del ser humano. Se tiende a ver el mundo como una gran maquinaria de
relojería cuyo funcionamiento puede ser conocido si se conocen las piezas de que está formado y las
leyes del movimiento según las cuales se transmiten movimientos por presión, choque o contacto.
Descartes es el máximo representante de esta nueva concepción. Explicará el cuerpo humano en
términos mecanicistas, sin embargo el alma, al tratarse de una entidad espiritual, quedará libre de
estas leyes.
1.3.- Reflexión sobre la necesidad del método
El extraordinario desarrollo de la ciencia durante los siglos XVI y XVII traerá consigo la reflexión sobre
el método científico y, coincidiendo con la aparición de estudios dedicados precisamente al análisis y
descubrimiento del método más adecuado para hacer progresar el conocimiento humano (Novum
Organum de Bacon en 1620, Discurso del método de Descartes en 1637), se va a generalizar la
convicción de de que es conveniente aplicar a otros campos del saber el método que en la ciencia
está funcionando con éxito.
Si hacemos un balance de lo ocurrido en estos siglos, podemos distinguir dos aspectos en el
método científico: por una parte la observación de la naturaleza gracias a los sentidos y por otra, la
idealización matemática de estas observaciones, obra de la razón.
No cabe duda que el progreso científico se ha debido en gran parte a que el estudioso renacentista ha
dejado a un lado los textos filosófico-científicos o teológicos del pasado y se ha puesto a observar la
naturaleza por sí mismo con una actitud nueva, ha mejorado sus técnicas de observación mediante el
uso de nuevos aparatos como el telescopio y finalmente ha podido contrastar sus teorías con la
realidad. Pero por otra parte, no es menos cierto que la mera acumulación de datos observacionales
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no hizo posible por sí sola la aparición de teorías científicas. Galileo obtuvo sus conocidos resultados
sobre el movimiento rectilíneo uniforme y sobre el movimiento rectilíneo uniformemente acelerado
(caída libre) cuando pudo abstraer de la realidad empírica los rozamientos, irregularidades del terreno
o resistencias del aire, reduciendo mentalmente la naturaleza a un espacio tridimensional vacío donde
los móviles que circulan en él no son afectados esos defectos. Es decir, eliminó mentalmente todo lo
que no fuera numérico o geométrico, matemátizó e idealizó el espacio para que hacer posibles las
demostraciones matemáticas. La experiecia de la que parte Galileo es una experiencia analizada,
descompuesta en términos matemáticos gracias al uso de la razón.
El primer aspecto, el de la observación minuciosa de la naturaleza, fue desarrollado por Francis
Bacon (1561-1626) en su Novum Organum de 1620. Considera, como Descartes, que la ciencia debe
ser algo útil para el ser humano y que para poder dominar a la naturaleza hay que saber obedecerla,
es decir, hay que conocerla. Propuso para conocer a la naturaleza el método inductivo (método que
parte de experiencias particulares para extraer de ellas conclusiones universales) y desarrolló las
condiciones para hacer buenas inducciones, procurando evitar las inducciones precipitadas a partir de
la observación de pocos casos.
Por el contrario, Galileo destacó, como hemos visto, el aspecto racional, la confección de
esquemas matemáticos a los que sometemos los fenómenos naturales. Su método, que el llamó
“resolutivo-compositivo” -el precedente del actual método científico o método hipotético-deductivoconsta de los siguientes pasos:
● resolución o análisis: análisis o descomposición del fenómeno, dejando fuera de nuestra
consideración aquellos aspectos que no sean matematizables o cuantificables. Se toma en
consideración tan solo aquello que sea susceptible de medición.
● Composición o síntesis. Elaboración de una hipótesis suponiendo una relación entre algunos
de los elementos cuantificables analizados anteriormente y expresando esa relación en
términos matemáticos. Por tanto la relación representa una proporción entre números o figuras
geométricas.
● De estas hipótesis se deducen consecuencias que deberán ser válidas para fenómenos
futuros.
● Verificación de las consecuencias deducidas. Contrastación de las previsiones matemáticas
con la experiencia a través del experimento. Lo que Galileo desdeña es el recurso a la
experiencia ingenua, no al experimento controlado en que el investigador pone a prueba una
hipótesis matemática proyectada por la razón.
La existencia de estos dos aspectos del método científico, el empírico y el racional, hará
posible la aparición de dos formas diferentes de filosofía. Mientras que en Inglaterra, bajo la
influencia de Bacon, se va a desarrollar el Empirismo, en el continente europeo van a surgir
sistemas filosóficos racionalistas que han tomado la matemática como modelo del saber.
Descartes es el fundador del Racionalismo. El Racionalismo se caracteriza por conceder la primacía a
la razón para alcanzar la verdad, y sostiene como principio básico que nuestros conocimientos
verdaderos de la realidad tienen su origen y fundamento en la razón. Siguiendo el modelo de las
matemáticas, los racionalistas establecen como ideal del conocimiento “el sistema deductivo”.
Recordemos que la deducción es un razonamiento que alcanza una conclusión necesaria a partir de
unas proposiciones primeras y generales. Si estas proposiciones son verdaderas, la conclusión
también lo será. La pretensión de los racionalistas será, pues, partir de unos principios universales,
absolutos y evidentes de por sí, y deducir de ellos el resto de verdades, lo cual no significa un rechazo
total de la experiencia.
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El problema que tendrán que resolver será el de establecer el origen de estas ideas y principios.
Como se verá más adelante, el Racionalismo afirmará que el entendimiento posee esos principios en
sí mismo como ideas innatas, aunque con ello no quieren decir que el ser humano nazca ya
consciente de esas ideas, sino que son ideas connaturales a la razón, ya que ésta posee una
predisposición natural a albergarlas.
2.- Filosofía cartesiana
A pesar de haber sido alumno de una de las más célebres escuelas de Europa, Descartes reconoce la
incertidumbre profunda en la que se encontraba al terminar sus estudios
“Me encontré perdido entre tantos errores y dudas, que me parecía que al tratar de instruirme no
había conseguido otro provecho que haber descubierto cada vez más mi ignorancia“. No tenía una
buena opinión precisamente de la filosofía aprendida ya que llega a escribir en el Discurso del Método
“Sería difícil imaginar algo tan extraño y tan increíble como para que no haya sido dicho por algún
filósofo” y , continúa más adelante, aunque “la filosofía haya sido cultivada por los espíritus más
excelentes que hayan vivido, no puede ufanarse de nada que no se discuta y que por ello no sea
dudoso” .
Así, el filósofo que estudiamos ahora, consciente de la importancia de las nuevas conquistas
científicas que hemos analizado más arriba, considera necesario y urgente diseñar una filosofía que
justifique la confianza general en la razón. Ésta deberá estar metafísicamente fundada (asentada
sobre unos principios sólidos racionalmente descritos y justificados) , ser capaz de dirigir la
búsqueda de la verdad y poseer un método universal y fecundo.
La importancia del fundamento metafísico es esencial ya que todo el edificio del saber que pretende
construir deberá descansar sobre él. El filósofo francés no separa la filosofía de la ciencia porque lo
que proyecta es el conocimiento de la totalidad de lo real. Por eso, cuando escribe al sacerdote
Claudio Picot afirma “Así, toda la filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el
tronco es la física, y las ramas que salen de este tronco son todas las demás ciencias, que se
reducen a tres principales: la medicina, la mecánica y la moral”
Breve resumen de la argumentación cartesiana:
Vamos a intentar esquematizar la argumentación cartesiana para que resulte fácil construir la
justificación de la temática.
1. Descartes se propone superar el escepticismos reinante en su época y encontrar la verdad
absoluta, es decir, no esta o aquella verdad, sino la verdad. Le preocupa, sobre todo, asegurarse que
no se equivoca ni toma por verdadero algo que no lo sea. En eso precisamente consiste su proyecto,
en alcanzar la verdad de un modo seguro.
2.- Para alcanzar este proyecto considera necesario dotarse de un método adecuado, un método que
le asegure que si usa la razón bien nunca tomará lo falso por verdadero.
3.- Como sabemos, Descartes se inspirará en las matemáticas (concebidas como un sistema
deductivo que parte de verdades simples y evidentes para deducir nuevas verdades) para construir
su método. Este método consta de varias reglas que luego aplicará a las mismas matemáticas (lo
pondrá a prueba), con excelentes resultados.
4.- Si este método ha dado tan buenos resultados (descubrimiento de la geometría analítica) en
matemáticas, ¿por qué no aplicarlo también a otras ciencias? Si en matemáticas ha habido un
progreso lineal y nada de lo establecido por el mismo Euclides hace siglos ha sido puesto nunca en
duda, ¿por qué no usar su mismo método al resto de las “ramas” del saber.
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5.- Descartes se siente legitimado para hacer lo anterior porque asume determinados supuestos:
a) Unidad de razón (hablar también del funcionamiento de la misma).
b) Unidad de saber
c) Unidad de método
6.- El mismo filósofo racionalista se refiere a estos supuestos mediante la metáfora del árbol de la
ciencia que los relaciona conjuntamente.
7.- La aplicación del método al resto de la ciencias empieza con la metafìsica y conducirá a la
identificación de los tres principios sobre los que descansa el edificio del saber que ha proyectado el
filósofo, las raíces del árbol de la ciencia. Esta empresa la acomete ya en la parte IV del Discurso del
Método.
8.- El proceso de deducción de los tres principios según el método cartesiano requiere una primera
verdad a partir de la cual deducir el resto. Para encontrar esta primera verdad, el autor someterá
todas sus ideas previas a duda para ver cuáles de ellas han sido introducidas por la razón y por tanto
son verdaderas y cuáles no.
9.- Pronto encontrará una primera verdad inmune a toda duda, el cógito.
9.- Analiza esta primera verdad y se da cuenta que en ella puede encontrar el criterio de certeza, el
prototipo de toda verdad futura: toda idea que sea igual de evidente que esta ser igualmente
verdadera. Aunque este criterio no tendrá absoluta garantía hasta que no se demuestre la existencia
de dios.
10.- Llegado a este punto, el autor hace balance de aquello con lo que cuenta y de lo que puede
afirmar sin miedo a equivocarse: un método, una primera verdad (su yo o alma, la sustancia
pensante) y el criterio para descubrir otras verdades (la evidencia), pero no ha demostrado todavía
que exista la realidad extramental, ni siquiera que exista su cuerpo ya que éste es diferente de su yo y
forma parte de lo que denominará sustancia extensa.
11. Para poder salir de simismo (abandonar el solipsismo en el que había caído: solo existe el yo y
sus ideas) el autor racionalista necesita demostrar la existencia de dios para que este se convierta en
el puente hacia la realidad. Esto lo hace mediante tres argumentaciones: la cosmológica o de
causalidad, la gnoseológica y la ontológica.
12.- Una vez demostrada la existencia de este segundo principio, el autor afirmará que de ellos (almayo y dios) tenemos una certeza metafísica muy superior a la simple certeza moral que obtenemos de
nuestros sentidos a través de la imaginación.
13.- Gracias a la teoría de la veracidad divina podemos estar seguros entonces de que cuando
pensamos con absoluta evidencia que algo es verdadero lo es. Dios, que es nuestro creador, no
puede habernos hecho de tal modo que precisamente cuando estamos seguros de algo sea cuando
nos equivocamos. Se descarta la existencia de un genio maligno. Dios se convierte en garante del
criterio de certeza cartesiano.
14.- De modo que cuando percibimos que el mundo existe, este debe existir. ¿Pero qué garantiza la
veracidad divina?. La veracidad divina garantiza la evidencia, el criterio de certeza, pero ¿el criterio de
certeza garantiza cualquier conocimiento del mundo exterior?. No, el criterio de certeza solo garantiza
la veracidad del conocimiento de lo “extenso”, de aquello que puede ser objetivado, matematizado,
medido, pesado. De aquello que tiene anchura, altura, de lo que podemos extraer un conocimiento
matemático. No garantiza la existencia de las cualidades secundarias, porque estas son subjetivas y
no pueden expresarse a través de magnitudes. Dicho de otro modo, la realidad extensa es aquella
que puede ser “entendida”, “pensada” según la más pura tradición pitagórico-platónica que encuentra
también su continuidad en Descartes y Galileo.
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15.- Ahora ya, despejadas todas las dudas y fundamentada la posibilidad del conocimiento
matemático del mundo, tal y como lo entiende la física clásica, el filósofo puede dedicarse a
desarrollar ese conocimiento, su física determinista que constituye el tronco del árbol de la ciencia.
16.- Acaba así la búsqueda y demostración de los tres principios de la metafísica cartesiana, empresa
que había emprendido al principio de la parte cuarta mediante la aplicación del método descubierto en
la parte segunda.
17.- De modo que podemos decir que para el filósofo racionalista la realidad presenta la siguiente
estructura: Sustancia extensa o mundo, sustancia pensante (yo o alma) y sustancia perfecta o infinita
(dios).

El proyecto cartesiano y sus dos primeros supuestos
El proyecto cartesiano de unificación y fundamentación metafísica del saber parte de dos supuestos
fundamentales:
1.Las diversas ciencias son partes de un conjunto que podríamos llamar la sabiduría humana o
conocimiento humano. Las diversas ciencias (mates, física, medicina) son pues manifestaciones de
un saber único.
2.Esta concepción unitaria del saber procede de otra convicción anterior: la razón es única, se aplique
al objeto que se aplique. La razón que distingue lo verdadero de lo falso es la misma en todos los
seres humanos y funciona del mismo modo cuando se aplica a la filosofía o a las matemáticas.
Modos de conocimiento de la razón: intuición y deducción
La razón a la que alude el filósofo conoce según dos modos distintos y complementarios, la intuición y
la deducción. La intuición es una especie de “luz natural” por medio de la cual captamos de manera
inmediata y sin posibilidad alguna de duda o error, ideas simples, absolutamente verdaderas, porque
son evidentes de por sí. Estas ideas simples son las ideas claras y distintas, a las que también
denomina naturalezas simples. A partir de las naturalezas simples o ideas claras y distintas se
desarrolla todo el conocimiento gracias al segundo modo de conocer, la deducción. La deducción es
“toda inferencia necesaria a partir de otros hechos conocidos con certeza”.
Como se ve, la inspiración cartesiana es claramente matemática pues considerará que la forma de
proceder de los geómetras posee las características necesarias para hacer avanzar el conocimiento
en filosofía.
“Esas largas cadenas de razones, todas simples y fáciles, de las que los geómetras tienen la
costumbre de servirse, para llegar a sus más difíciles demostraciones,vme habían dado la
ocasión de imaginar que todas las cosas, que pueden caer bajo elvconocimiento de los
hombres, se siguen unas a otras en la misma manera, y que, solamente con tal de abstenerse
de admitir alguna como verdadera sin que lo sea y guardar siempre el orden necesario para
deducir las unas de las otras, no puede haberlas tan alejadas a las que finalmente no se
llegue, ni tan escondidas que no se descubran. (Discurso del Método.II).
Efectivamente, el filósofo racionalista considera que esta certeza de las matemáticas se ha alcanzado
gracias a su modo de proceder: a partir de principios evidentes o axiomas la razón va mostrando otras
proposiciones más complejas y oscuras mediante cadenas trabadas deductivamente. A estas
proposiciones se les da el nombre de teoremas, y llegamos a su verdad mediante el acto de la razón
que denomina deducción.
Tercer supuesto: la unidad de método
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Además, si aceptamos los dos supuestos anteriores, a saber, que la razón es única y el saber
también, no hay ningún inconveniente en admitir un tercero: el de la unidad de método. Así, es
necesario que la filosofía siga este mismo estilo argumentativo: partiendo de la intuición de verdades
absolutamente evidentes, deducir el resto de verdades que la mente no ve con inmediatez que son
ciertas. De igual modo que la verdad matemática, la verdad filosófica sólo será alcanzable si
renunciamos al engaño de nuestros sentidos, si prescindimos de lo sensible y recurrimos a lo
inteligible: sólo el entendimiento es capaz de alcanzar la verdad.
“En fin, despiertos o dormidos no debemos dejarnos persuadir nunca si no es por la evidencia de la
razón. Y adviértase que digo de la razón, no de la imaginación o de los sentidos”. (Discurso del
Método., IV)

El método Cartesiano
Teniendo muy presentes los supuestos anteriores, Descartes procede a elaborar su método, que
define como
“…entiendo por método reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el que las observe
exactamente no tomará nunca nada falso por verdadero, y, no empleando inútilmente ningún
esfuerzo de la mente; sino aumentando siempre gradualmente su ciencia, llegará al
conocimiento verdadero de todo aquello que es capaz”. (Reglas para la dirección del espíritu)
Como es conocido, las reglas que formula Descartes son las siguientes:
● Evidencia: Es la primera y más importante de las reglas del método. Consiste en aceptar como
verdadero sólo aquello que se presente con “claridad y distinción”, es decir, con evidencia. Es
el ejercicio de la intuición.
● El análisis (“resolución”): es el método de investigación consistente en dividir cada una de las
dificultades que encontramos en tantas partes como se pueda hasta llegar a los elementos
más simples, elementos cuya verdad es posible establecer mediante un acto de intuición.
● Síntesis o método de la composición: consiste en proceder con orden en nuestros
pensamientos, pasando desde los objetos más simples y fáciles de conocer hasta el
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conocimiento de los más complejos y oscuros.Recomienda comenzar por los primeros
principios o proposiciones más simples percibidas intuitivamente (a las que se llega mediante
el análisis) y proceder a deducir de una manera ordenada otras proposiciones, asegurándonos
de no omitir ningún paso y de que cada nueva proposición se siga realmente de la precedente.
● Enumeración: Consiste en revisar cuidadosamente cada uno de los pasos de los que consta
nuestra investigación hasta estar seguros de no omitir nada y de no haber cometido ningún
error en la deducción.
Los dos procesos del conocimiento, el análisis y la síntesis, se corresponden respectivamente con los
dos modos de conocer del entendimiento a los que antes nos hemos referido: la intuición, que nos
proporciona las ideas claras y distintas, y por tanto evidentes, y la deducción, que nos permite ampliar
esta evidencia hasta lo inicialmente desconocido.
Duda metódica:
El primer problema que se le plantea es cómo encontrar las verdades absolutamente ciertas sobre las
cuales no sea posible dudar en absoluto, que permitan fundamentar el edificio del conocimiento
verdadero con absoluta garantía. El primer momento de este proceso de búsqueda del conocimiento
verdadero y de su método consiste en la llamada duda metódica que supone revisar todo lo que
creemos y rechazar todo aquello de lo que inicialmente sea posible dudar.
Descartes nos propone tres motivos para dudar:
1.Poca fiabilidad de los sentidos: Si a veces los sentidos nos engañan, ¿qué seguridad tenemos,
entonces, de que no nos engañan siempre?. El conocimiento ofrecido por los sentidos no es
absolutamente verdadero.
2.La dificultad para distinguir la vigilia del sueño: En ocasiones tenemos sueños tan reales que los
tomamos por efectivamente reales y solo al despertar nos damos cuenta que eran sueños. Si el
motivo anterior nos hacía dudar de que las cosas fueran como las percibimos, este nuevo motivo nos
permite dudar incluso de la existencia de las cosas mismas.
3.Hipótesis del genio maligno engañador. El tercer motivo de la duda es aún más radical y extremo,
tanto que el propio filósofo le llama “duda hiperbólica”. Consiste en suponer que no hay un verdadero
Dios fuente de toda verdad sino cierto genio maligno, que pone todo su interés en engañarme. Este
tercer motivo de duda afecta a las verdades matemáticas mismas ya que éstas tampoco resisten la
duda generada por esta hipótesis.
En cualquier caso, los rasgos básicos de la duda metódica son los siguientes:
Es metódica y no escéptica: con ello se quiere decir que no hay que confundirla con las dudas del
escepticismo como movimiento filosófico al que nos referíamos más arriba. Incluso, en su época
había en Francia escépticos que creían imposible el conocimiento. Sin embargo Descartes emplea la
duda precisamente para superar este escepticismo y tiene como objetivo encontrar una proposición
que resista absolutamente cualquier duda imaginable. Además, la duda es una consecuencia de la
primera regla del método: debo admitir como verdadero sólo aquello que no ofrezca duda, que se
presente ante mi mente con absoluta claridad y distinción y por lo tanto con evidencia.
Es universal: pone en cuestión absolutamente todos los conocimientos, tanto los de sentido común y
los basados en la percepción como los que tienen su origen en la investigación científica, incluida la
propia matemática. El único tipo de creencias que no cuestiona expresamente es el relativo a las
verdades religiosas: cuestiona la legitimidad de los sentidos y de la razón pero no trata explícitamente
de la legitimidad de la fe y la revelación.
La duda propiamente no descubre verdades nuevas, verdades en las que no creyese al principio,
antes de usar la duda metódica; antes de la duda creía en la veracidad de la matemática, de los
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sentidos, creía en la existencia de Dios, en la existencia del alma y de su inmortalidad; después de la
duda cree también en estas proposiciones. ¿Qué ha ganado? Ha ganado evidencia. Antes creía en
esos temas sin tener propiamente conocimiento.
Es teorética, no práctica: pone en cuestión los conocimientos y tiene como objetivo encontrar un
conocimiento firme, pero no debe extenderse a la vida práctica, a la conducta. En la vida práctica es
inevitable seguir opiniones que son solamente probables. En la tercera parte del Discurso.
Descartes propone una serie de normas morales que han de seguirse mientras la inteligencia esté
sumida en la duda. La reduce a cuatro reglas:
1. Ajustarse a las leyes y costumbres del país.
2. Actuar con resolución, aunque las acciones no sean correctas.
3. Practicar el autodominio para aceptar el destino o los hechos y acontecimientos.
4. Emplear toda la vida en el cultivo de la razón.
Primera verdad:
La duda metódica no lleva a Descartes al escepticismo como hemos dicho. Por el contrario, será de la
duda radical, precisamente, de donde extraerá la primera certeza absoluta: la existencia del sujeto
que piensa, verdad que expresa en su célebre formulación: “Pienso, luego existo”.
El cogito (“cogito ergo sum”) es la primera verdad en el orden del conocimiento en dos sentidos: por
una parte porque es la primera verdad a la que llegamos cuando hacemos uso de la duda metódica, y
en segundo lugar porque a partir de ella podemos fundamentar todas las demás. Viene a ser el
axioma básico a partir del cual desarrollar toda la filosofía como un sistema de conocimiento
absolutamente fundamentado.
Es conveniente tener presente las siguientes aclaraciones:
Aunque el filósofo francés presenta este conocimiento en forma inferencial (“luego…”) no hay que
creer que llega a esta verdad a partir de una argumentación o demostración. El “cogito, ergo sum” es
una intuición, es decir, una evidencia intuitiva, un acto mental que capta una realidad (idea) con
claridad y distinción. Descartes entiende por intuición “un concepto de la mente pura y atenta, tan fácil
y distinto que no queda duda ninguna sobre lo que pensamos” o también “ Si fuese el resultado de
una demostración no sería la primera verdad.
Una idea es clara cuando está presente y manifiesta a una mente atenta. Si sólo aceptásemos como
verdadero aquello que se presenta con claridad, nunca nos equivocaríamos. Distinta es aquella idea
que aparece en mi consciencia bien delimitada en sus contornos, sin mezclar con ninguna otra.
Por otra parte, es preciso tener cuidado con la palabra “pienso” que para Descartes tiene un
significado muy genérico y viene a ser sinónima de acto mental, o vivencia o estado mental o
contenido psíquico. Todo acto mental como tal presenta la característica de ser indudable, ninguno de
ellos puede ser falso, aunque lo sea su contenido. Por tanto igual valdría decir “recuerdo, luego
existo”, “imagino, luego existo”, “deseo, luego existo”, “sufro, luego existo”, que decir “pienso luego
existo”.
Criterio de verdad:
Pero el cogito es algo más que la primera verdad: es también el modelo o prototipo de toda futura
verdad. O lo que es lo mismo, con el cogito descubre la primera verdad y también el criterio general
de certeza. En la proposición “pienso, luego existo” no hay nada que asegure su verdad excepto que
se ve con claridad que para pensar es necesario existir. Por eso podemos tomar como regla general
que “las cosas que concebimos más claras y más distintamente son todas verdaderas”.
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Teoría de las ideas
De todos modos este “criterio de verdad” no tiene total garantía hasta que no se demuestra la
existencia de Dios y su bondad. Hasta ahora nuestro autor solo ha demostrado la existencia del sujeto
pensante, pero no de los cuerpos, ni tampoco de Dios. Esto es lo que se propone a continuación. Este
proceso debe concluir con la demostración de la existencia de la realidad extramental partiendo
exclusivamente de la existencia del pensamiento.
Si para Platón las Ideas eran realidades inmediatamente conocidas por el alma racional gracias a la
luz que brillaba en ellas procedente de la Idea del Bien, para Descartes las ideas son
representaciones (contenidos) mentales. Así que el hecho de tener una idea no significa nada más
que estamos seguros de tener una idea, pero no de que lo que esa idea representa exista.
Para dar respuesta a este difícil problema nuestro filósofo recurre al análisis de la naturaleza de las
ideas, ya que lo único que podemos afirmar hasta ahora es que el pensamiento piensa ideas.
En primer lugar, distingue en ellas un doble aspecto: en cuanto que son actos de pensamiento, por
ejemplo desear, recordar, temer, etc, y en cuanto que son imágenes que representan algo: cuando
deseo, deseo algo, cuando recuerdo, recuerdo algo, etc. A este segundo aspecto el filósofo lo
denomina “realidad objetiva de las ideas”.
En segundo lugar distingue tres tipos de ideas:
● Adventicias: Son las ideas que parecen provenir del exterior y son la causa de la percepción
sensible. De existir el mundo, algo que todavía no ha demostrado, serían copias más o menos
fieles de la realidad alojadas en la mente (las sensaciones, imágenes) que han sido obtenidas
a través de la percepción del mundo.
● Facticias: Aquellas ideas producto de nuestra imaginación. Las construye la mente a partir de
otras ideas. Ejemplo el ser mítico Pegaso.
● Innatas: son aquellas que poseemos antes de cualquier experiencia o contacto con el mundo.
De alguna forma nacemos con una lógica básica que nos permite aprender y conocer el
universo y a Dios. Brotan de manera natural, espontánea e inmediata de nuestro pensamiento,
ideas cuya existencia corresponde a nuestra naturaleza. Ejemplos de ideas innatas son el
pensamiento, la existencia, la idea de infinito, etc. que son conocidas por una percepción
inmediata de la intuición.
Demostración de la existencia de Dios
Las argumentaciones que desarrolla Descartes para demostrar la existencia de Dios son de las más
farragosas y difíciles de entender para aquellas personas que no estén familiarizadas, con lo que el
propio autor, denomina “ los términos de la escuela”. Basicamente todas menos una (argumento
ontológico) siguen el mismo esquema. En las Meditaciones metafísicas parte de la idea de Infinito
como acto mental y concluye que debe haber una realidad objetiva de esa idea que sea la causa
proporcionada de que yo la tenga. En resumidas cuentas, si yo poseo la idea de infinito y no soy
infinito, debe haber algo infinito (realidad objetiva) que es la causa de que yo la tenga (acto mental).
En la parte cuarta del Discurso del Método recurre a una argumentación similar apoyada ahora en la
idea de perfección: tras demostrar que la idea de perfección no ha sido producida por mí porque yo no
soy perfecto concluye dos cosas:
1. debe haber sido producida por una naturaleza perfecta que es la realidad objetiva del acto
mental que yo poseo. (Argumento gnoseológico)
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2. ya que yo no soy perfecto, debo haber sido creado por alguien que es, además de la realidad
objetiva de la idea de perfección que hay en mí, también la causa de mi ser compuesto.
(Argumento cosmológico)
Con las argumentaciones anteriores se llega a la conclusión de que la naturaleza de Dios incluye
todas las perfecciones de las que yo carezco y que, por tanto, este ser debe existir. Si no existiera no
sería tan perfecto, ya que le faltaría la existencia. Este es el conocido argumento ontológico. En lo
esencial, este argumento mantiene que concebir a Dios es casi la misma cosa que concebir que
existe ya que en la idea de Dios está concebida su existencia, del mismo modo que en la en la idea
de triángulo está el que la suma de los tres ángulos internos sea igual a dos rectos.
“…mientras que, volviendo a examinar la idea que yo tenía de un ser perfecto, encontraba que
la existencia estaba comprendida en ella, del mismo modo que está en la del triángulo que sus
tres lados sean iguales a dos rectos, o en la de una esfera que todas sus partes son
igualmente distantes de su centro, o aún más evidentemente; y que, por consiguiente, es por
lo menos tan cierto que Dios, que es ese ser perfecto, es o existe, como cualquier
demostración de la geometría lo pueda ser”. (Discurso del Método, IV)
Dios garante de criterio de verdad
Una vez demostrada la existencia de Dios y reconocida su naturaleza como la suma de todas las
perfecciones, puede afirmarse su bondad y veracidad, y proceder a rechazar la hipótesis del genio
maligno engañador. La veracidad divina garantiza que no me engaño al pensar que son verdaderas
aquellas proposiciones que concibo clara y distintamente.
Demostración de la existencia de la sustancia extensa
Una vez que contamos con un criterio y que éste está garantizado por Dios, lo que de hecho significa
que la sustancia infinita garantiza la capacidad de la razón humana para encontrar la verdad, siempre
que utilice el método racional adecuadamente, el filósofo puede abordar la existencia de las
realidades corpóreas. Está fuera de toda duda que yo poseo ideas sobre realidades exteriores a mi
pensamiento. No es probable que mi pensamiento sea la causa de ellas, ni tampoco que Dios
pretenda engañarme poniendo en mi tales ideas como provenientes de las cosas. Por tanto deben
existir las realidades materiales, o cuerpos que producen en mi dichas ideas. Ahora bien, el criterio de
claridad y distinción no me garantiza nada más que aquellas cualidades objetivas de los cuerpos
como son su extensión, movimiento, figura, situación, duración o número, pero no aquellas cualidades
secundarias o subjetivas como son el sabor, o el olor.
¿Qué función asigna, entonces, a las cualidades secundarias o sensaciones subjetivas? ¿Qué utilidad
tienen nuestros sentidos? Para el filósofo poseen una función estrictamente utilitaria para la vida, pero
no tienen nada que ver con la búsqueda de la verdad. Las sensaciones nos enseñan lo que nos
conviene y lo que nos perjudica ( el fuego quema, el agua calma la sed), pero no nos enseñan
nada sobre la verdad de las cosas, ya que este cometido es exclusivo de la razón y no tiene
nada que ver con los sentidos.
¿Y qué ocurre cuando nos equivocamos?. Si nos equivocamos, el error no será atribuíble obviamente
a Dios, ni tampoco a nuestra razón, ya que ésta bien dirigida llegará a la verdad, sino a nuestro juicios
precipitados sobre la realidad. No es cierto que nuestros sentidos nos proporcionen información falsa
sobre la realidad, nos engañamos nosotros al interpretar erróneamente, ya sea por precipitación ya
sea por prevención, los datos que nos proporcionan.
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En definitiva, los sentidos ni nos engañan ni nos enseñan nada sobre la verdad. Es necesaria la razón
para captar la estructura inteligible de la realidad de un modo muy parecido a como afirmara Galileo.
Estructura de la realidad: las tres sustancias
El concepto de sustancia es el pilar fundamental de la metafísica Cartesiana. De acuerdo como
entiende el racionalismo y el propio Descartes el concepto de sustancia (aquello que no necesita de
otra cosa para existir) sólo Dios podría ser considerado sustancia porque el resto de los seres le
necesitan para existir. Sin embargo Descartes distingue tres sustancias: Dios o la sustancia infinita o
divina, la sustancia pensante (res cogitans) y la sustancia extensa (res extensa). Ahora bien, lo que
percibimos no son las sustancias como tales, sino atributos de sustancias. Un atributo es aquello por
lo cual una sustancia se distingue de otra y es pensada por sí misma. Los atributos dependen de la
sustancia y son inmutables. El atributo esencial constituye la naturaleza de una sustancia. Cada
sustancia tiene un atributo esencial: pensamiento (res cogitans), perfección (Dios), extensión (res
extensa). Los atributos esenciales se identifican con la sustancia. Todas las demás propiedades son
modificaciones de este rasgo esencial (la figura y el movimiento en el caso de los cuerpos de los
cuerpos, los diferentes modos de pensar como la imaginación, el sentimiento y la voluntad en el caso
de las mentes).
El pensamiento cartesiano se incluye en el contexto mecanicista: admisión exclusiva de la cantidad, el
número, el movimiento local. Se excluye cualquier otro tipo de fuerzas que no sean las mecánicas, es
decir, las productoras del movimiento, así como se niega la finalidad. Descartes aplica el mecanicismo
a la vida de los vegetales y animales, a los que considera como meros autómatas sin conciencia A
ello se ve abocado por su estricta separación entre la res cogitans y la res extensa. De modo que, en
el caso del hombre no se da unión sustancial, porque los atributos de las dos sustancias que lo
componen son distintos entre sí. El hombre no es una sustancia compuesta de otras dos incompletas,
sino completas. Al tratarse de dos sustancias separadas, el cuerpo no es más que una máquina
acoplada y guiada por el espíritu, que guarda la misma relación con el cuerpo que la que existe entre
piloto y nave.

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3.- Textos Selecionados de Descartes
5.4. DESCARTES:
Discurso del Método. II, IV (Trad. G. Quintas Alonso). Ed. Alfaguara.
Madrid. 1981, pp. 14-18, 24-30.

SEGUNDA PARTE
Pero al igual que un hombre que camina solo y en la oscuridad, tomé la resolución de avanzar tan
lentamente y de usar tal circunspección en todas las cosas que aunque avanzase muy poco, al menos
me cuidaría al máximo de caer. Por otra parte, no quise comenzar a rechazar por completo algunas
de las opiniones que hubiesen podido deslizarse durante otra etapa de mi vida en mis creencias sin
haber sido asimiladas en la virtud de la razón, hasta que no hubiese empleado el tiempo suficiente
para completar el proyecto emprendido e indagar el verdadero método con el fin de conseguir el
conocimiento de todas las cosas de las que mi espíritu fuera capaz.
Había estudiado un poco, siendo más joven, la lógica de entre las partes de la filosofía; de las
matemáticas el análisis de los geómetras y el álgebra. Tres artes o ciencias que debían contribuir en
algo a mi propósito. Pero habiéndolas examinado, me percaté que en relación con la lógica, sus
silogismos y la mayor parte de sus reglas sirven más para explicar a otro cuestiones ya conocidas o,
también, como sucede con el arte de Lulio, para hablar sin juicio de aquellas que se ignoran que para
llegar a conocerlas. Y si bien la lógica contiene muchos preceptos verdaderos y muy adecuados, hay,
sin embargo, mezclados con estos otros muchos que o bien son perjudiciales o bien superfluos, de
modo que es tan difícil separarlos como sacar una Diana o una Minerva de un bloque de mármol aún
no trabajado. Igualmente, en relación con el análisis de los antiguos o el álgebra de los modernos,
además de que no se refieren sino a muy abstractas materias que parecen carecer de todo uso, el
primero está tan circunscrito a la consideración de las figuras que no permite ejercer el entendimiento
sin fatigar excesivamente la imaginación. La segunda está tan sometida a ciertas reglas y cifras que
se ha convertido en un arte confuso y oscuro capaz de distorsionar el ingenio en vez de ser una
ciencia que favorezca su desarrollo. Todo esto fue la causa por la que pensaba que era preciso
indagar otro método que, asimilando las ventajas de estos tres, estuviera exento de sus defectos. Y
como la multiplicidad de leyes frecuentemente sirve para los vicios de tal forma que un Estado está
mejor regido cuando no existen más que unas pocas leyes que son minuciosamente observadas, de
la misma forma, en lugar del gran número de preceptos del cual está compuesta la lógica, estimé que
tendría suficiente con los cuatro siguientes con tal de que tomase la firme y constante resolución de
no incumplir ni una sola vez su observancia.
El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la había conocido
evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la precipitación y la prevención,
admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se presentara tan clara y distintamente a mi
espíritu que no tuviera motivo alguno para ponerlo en duda.
El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar en tantas parcelas como
fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente.
El tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando por los objetos más simples y más
fácilmente cognoscibles, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más
complejos, suponiendo inclusive un orden entre aquellos que no se preceden naturalmente los unos a
los otros.
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Según el último de estos preceptos debería realizar recuentos tan completos y revisiones tan amplias
que pudiese estar seguro de no omitir nada.
Las largas cadenas de razones simples y fáciles, por medio de las cuales generalmente los
geómetras llegan a alcanzar las demostraciones más difíciles, me habían proporcionado la
ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden ser objeto del conocimiento de los
hombres se entrelazan de igual forma y que, absteniéndose de admitir como verdadera alguna
que no lo sea y guardando siempre el orden necesario para deducir unas de otras, no puede
haber algunas tan alejadas de nuestro conocimiento que no podamos, finalmente, conocer ni
tan ocultas que no podamos llegar a descubrir. No supuso para mi una gran dificultad el decidir
por cuales era necesario iniciar el estudio: previamente sabía que debía ser por las más simples y las
más fácilmente cognoscibles. Y considerando que entre todos aquellos que han intentado buscar la
verdad en el campo de las ciencias, solamente los matemáticos han establecido algunas
demostraciones, es decir, algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba que debía comenzar por
las mismas que ellos habían examinado. No esperaba alcanzar alguna unidad si exceptuamos el que
habituarían mi ingenio a considerar atentamente la verdad y a no contentarse con falsas razones.
Pero, por ello, no llegué a tener el deseo de conocer todas las ciencias particulares que comúnmente
se conocen como matemáticas, pues viendo que aunque sus objetos son diferentes, sin embargo, no
dejan de tener en común el que no consideran otra cosa, sino las diversas relaciones y posibles
proporciones que entre los mismos se dan, pensaba que poseían un mayor interés que examinase
solamente las proporciones en general y en relación con aquellos sujetos que servirían para hacer
más cómodo el conocimiento. Es más, sin vincularlas en forma alguna a ellos para poder aplicarlas
tanto mejor a todos aquellos que conviniera. Posteriormente, habiendo advertido que para analizar
tales proporciones tendría necesidad en alguna ocasión de considerar a cada una en particular y en
otras ocasiones solamente debería retener o comprender varias conjuntamente en mi memoria,
opinaba que para mejor analizarlas en particular, debía suponer que se daban entre líneas puesto que
no encontraba nada más simple ni que pudiera representar con mayor distinción ante mi imaginación
y sentidos; pero para retener o considerar varias conjuntamente, era preciso que las diera a conocer
mediante algunas cifras, lo más breves que fuera posible. Por este medio recogería lo mejor que se
da en el análisis geométrico y en el álgebra, corrigiendo, a la vez, los defectos de una mediante los
procedimientos de la otra.
Y como, en efecto, la exacta observancia de estos escasos preceptos que había escogido, me
proporcionó tal facilidad para resolver todas las cuestiones, tratadas por estas dos ciencias,
que en dos o tres meses que empleé en su examen, habiendo comenzado por las más simples
y más generales, siendo, a la vez, cada verdad que encontraba una regla útil con vistas a
alcanzar otras verdades, no solamente llegué a concluir el análisis de cuestiones que en otra
ocasión había juzgado de gran dificultad, sino que también me pareció, cuando concluía este
trabajo, que podía determinar en tales cuestiones en qué medios y hasta dónde era posible
alcanzar soluciones de lo que ignoraba. En lo cual no pareceré ser excesivamente vanidoso si
se considera que no habiendo más que un conocimiento verdadero de cada cosa, aquel que lo
posee conoce cuanto se puede saber. Así un niño instruido en aritmética, habiendo realizado una
suma según las reglas pertinentes puede estar seguro de haber alcanzado todo aquello de que es
capaz el ingenio humano en lo relacionado con la suma que él examina. Pues el método que nos
enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar verdaderamente todas las circunstancias de lo que
se investiga, contiene todo lo que confiere certeza a las reglas de la Aritmética.
Pero lo que me producía más agrado de este método era que siguiéndolo estaba seguro de
utilizar en todo mi razón, si no de un modo absolutamente perfecto, al menos de la mejor forma
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que me fue posible. Por otra parte, me daba cuenta de que la práctica del mismo habituaba
progresivamente mi ingenio a concebir de forma más clara y distinta sus objetos y puesto que
no lo había limitado a materia alguna en particular, me prometía aplicarlo con igual utilidad a
dificultades propias de otras ciencias al igual que lo había realizado con las del Álgebra. Con
esto no quiero decir que pretendiese examinar todas aquellas dificultades que se presentasen en un
primer momento, pues esto hubiera sido contrario al orden que el método prescribe. Pero habiéndome
prevenido de que sus principios deberían estar tomados de la filosofía, en la cual no encontraba
alguno cierto, pensaba que era necesario ante todo que tratase de establecerlos. Y puesto que era lo
más importante en el mundo y se trataba de un tema en el que la precipitación y la prevención eran
los defectos que más se debían temer, juzgué que no debía intentar tal tarea hasta que no tuviese
una madurez superior a la que se posee a los veintitrés años, que era mi edad, y hasta que no
hubiese empleado con anterioridad mucho tiempo en prepararme, tanto desarraigando de mi espíritu
todas las malas opiniones y realizando un acopio de experiencias que deberían constituir la materia
de mis razonamientos, como ejercitándome siempre en el método que me había prescrito con el fin de
afianzarme en su uso cada vez más.

CUARTA PARTE
No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones allí realizadas, pues son tan metafísicas y
tan poco comunes, que no serán del gusto de todos. Y sin embargo, con el fin de que se pueda opinar
sobre la solidez de los fundamentos que he establecido, me encuentro en cierto modo obligado a
referirme a ellas. Hacía tiempo que había advertido que, en relación con las costumbres, es necesario
en algunas ocasiones opiniones muy inciertas tal como si fuesen indudables, según he advertido
anteriormente. Pero puesto que deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba
que era preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como absolutamente falso todo aquello
en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de hacer esto, no
quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable. Así pues, considerando que nuestros
sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que
fuese tal como nos la hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en
cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que incurren en
paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro estaba sujeto a error, rechazaba como falsas
todas las razones que hasta entonces había admitido como demostraciones. Y, finalmente,
considerado que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos
cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las
cosas que hasta entonces habían alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de
mis sueños. Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este
modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna
cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura que
todas las extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear,
juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo
indagaba.
Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía fingir que carecía de
cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me encontrase, pero que, por ello, no
podía fingir que yo no era, sino que por el contrario, sólo a partir de que pensaba dudar acerca de
la verdad de otras cosas, se seguía muy evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con
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sólo que hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido
verdadero, no tenía razón alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a conocer a partir de
todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no reside sino en pensar y que tal
sustancia, para existir, no tiene necesidad de lugar alguno ni depende de cosa alguna material.
De suerte que este yo, es decir, el alma, en virtud de la cual yo soy lo que soy, es enteramente
distinta del cuerpo, más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de
ser todo lo que es.
Analizadas estas cuestiones, reflexionaba en general sobre todo lo que se requiere para
afirmar que una proposición es verdadera y cierta, pues, dado que acababa de identificar una
que cumplía tal condición, pensaba que también debía conocer en qué consiste esta certeza. Y
habiéndome percatado que nada hay en pienso, luego soy que me asegure que digo la verdad,
a no ser que yo veo muy claramente que para pensar es necesario ser, juzgaba que podía
admitir como regla general que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas
verdaderas; no obstante, hay solamente cierta dificultad en identificar correctamente cuáles
son aquellas que concebimos distintamente.
A continuación, reflexionando sobre que yo dudaba y que, en consecuencia, mi ser no era
omniperfecto pues claramente comprendía que era una perfección mayor el conocer que el dudar,
comencé a indagar de dónde había aprendido a pensar en alguna cosa más perfecta de lo que yo era;
conocí con evidencia que debía ser en virtud de alguna naturaleza que realmente fuese más perfecta.
En relación con los pensamientos que poseía de seres que existen fuera de mi, tales como el cielo, la
tierra, la luz, el calor y otros mil, no encontraba dificultad alguna en conocer de dónde provenían pues
no constatando nada en tales pensamientos que me pareciera hacerlos superiores a mi, podía estimar
que si eran verdaderos, fueran dependientes de mi naturaleza, en tanto que posee alguna perfección;
si no lo eran, que procedían de la nada, es decir, que los tenía porque había defecto en mi. Pero no
podía opinar lo mismo acerca de la idea de un ser más perfecto que el mío, pues que
procediese de la nada era algo manifiestamente imposible y puesto que no hay una
repugnancia menor en que lo más perfecto sea una consecuencia y esté en dependencia de lo
menos perfecto, que la existencia en que algo proceda de la nada, concluí que tal idea no podía
provenir de mí mismo. De forma que únicamente restaba la alternativa de que hubiese sido
inducida en mí por una naturaleza que realmente fuese más perfecta de lo que era la mía y,
también, que tuviese en sí todas las perfecciones de las cuales yo podía tener alguna idea, es
decir, para explicarlo con una palabra que fuese Dios. A esto añadía que, puesto que conocía
algunas perfecciones que en absoluto poseía, no era el único ser que existía (permitidme que use con
libertad los términos de la escuela), sino que era necesariamente preciso que existiese otro ser más
perfecto del cual dependiese y del que yo hubiese adquirido todo lo que tenía. Pues si hubiese
existido solo y con independencia de todo otro ser, de suerte que hubiese tenido por mi mismo todo lo
poco que participaba del ser perfecto, hubiese podido, por la misma razón, tener por mi mismo cuanto
sabía que me faltaba y, de esta forma, ser infinito, eterno, inmutable, omnisciente, todopoderoso y, en
fin, poseer todas las perfecciones que podía comprender que se daban en Dios. Pues siguiendo los
razonamientos que acabo de realizar, para conocer la naturaleza de Dios en la medida en que es
posible a la mía, solamente debía considerar todas aquellas cosas de las que encontraba en mí
alguna idea y si poseerlas o no suponía perfección; estaba seguro de que ninguna de aquellas ideas
que indican imperfección estaban en él, pero sí todas las otras. De este modo me percataba de que la
duda, la inconstancia, la tristeza y cosas semejantes no pueden estar en Dios, puesto que a mi mismo
me hubiese complacido en alto grado el verme libre de ellas. Además de esto, tenía idea de varias
cosas sensibles y corporales; pues, aunque supusiese que soñaba y que todo lo que veía o
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imaginaba era falso, sin embargo, no podía negar que esas ideas estuvieran verdaderamente en mi
pensamiento. Pero puesto que había conocido en mí muy claramente que la naturaleza
inteligente es distinta de la corporal, considerando que toda composición indica dependencia y
que ésta es manifiestamente un defecto, juzgaba por ello que no podía ser una perfección de
Dios al estar compuesto de estas dos naturalezas y que, por consiguiente, no lo estaba; por el
contrario, pensaba que si existían cuerpos en el mundo o bien algunas inteligencias u otras
naturalezas que no fueran totalmente perfectas, su ser debía depender de su poder de forma
tal que tales naturalezas no podrían subsistir sin él ni un solo momento.
Posteriormente quise indagar otras verdades y habiéndome propuesto el objeto de los geómetras, que
concebía como un cuerpo continuo o un espacio indefinidamente extenso en longitud, anchura y
altura o profundidad, divisible en diversas partes, que podían poner diversas figuras y magnitudes, así
como ser movidas y trasladadas en todas las direcciones, pues los geómetras suponen esto en su
objeto, repasé algunas de las demostraciones más simples. Y habiendo advertido que esta gran
certeza que todo el mundo les atribuye, no está fundada sino que se las concibe con evidencia,
siguiendo la regla que anteriormente he expuesto, advertí que nada había en ellas que me asegurase
de la existencia de su objeto. Así, por ejemplo, estimaba correcto que, suponiendo un triángulo,
entonces era preciso que sus tres ángulos fuesen iguales a dos rectos; pero tal razonamiento
no me aseguraba que existiese triángulo alguno en el mundo. Por el contrario, examinando de
nuevo la idea que tenía de un Ser Perfecto, encontraba que la existencia estaba comprendida
en la misma de igual forma que en la del triángulo está comprendida la de que sus tres ángulos
sean iguales a dos rectos o en la de una esfera que todas sus partes equidisten del centro e
incluso con mayor evidencia. Y, en consecuencia, es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser
Perfecto, es o existe como lo pueda ser cualquier demostración de la geometría.
Pero lo que motiva que existan muchas personas persuadidas de que hay una gran dificultad en
conocerle y, también, en conocer la naturaleza de su alma, es el que jamás elevan su pensamiento
sobre las cosas sensibles y que están hasta tal punto habituados a no considerar cuestión alguna que
no sean capaces de imaginar (como de pensar propiamente relacionado con las cosas materiales),
que todo aquello que no es imaginable, les parece ininteligible. Lo cual es bastante manifiesto en la
máxima que los mismos filósofos defienden como verdadera en las escuelas, según la cual nada hay
en el entendimiento que previamente no haya impresionado los sentidos. En efecto, las ideas de Dios
y el alma nunca han impresionado los sentidos y me parece que los que desean emplear su
imaginación para comprenderlas, hacen lo mismo que si quisieran servirse de sus ojos para oír los
sonidos o sentir los olores. Existe aún otra diferencia: que el sentido de la vista no nos asegura menos
de la verdad de sus objetos que lo hacen los del olfato u oído, mientras que ni nuestra imaginación ni
nuestros sentidos podrían asegurarnos cosa alguna si nuestro entendimiento no interviniese.
En fin, si aún hay hombres que no están suficientemente persuadidos de la existencia de Dios
y de su alma en virtud de las razones aducidas por mí, deseo que sepan que todas las otras
cosas, sobre las cuales piensan estar seguros, como de tener un cuerpo, de la existencia de
astros, de una tierra y cosas semejantes, son menos ciertas. Pues, aunque se tenga una
seguridad moral de la existencia de tales cosas, que es tal que, a no ser que se peque de
extravagancia, no se puede dudar de las mismas, sin embargo, a no ser que se peque de falta
de razón, cuando se trata de una certeza metafísica, no se puede negar que sea razón
suficiente para no estar enteramente seguro el haber constatado que es posible imaginarse de
igual forma, estando dormido, que se tiene otro cuerpo, que se ven otros astros y otra tierra,
sin que exista ninguno de tales seres. Pues ¿cómo podemos saber que los pensamientos tenidos
en el sueño son más falsos que los otros, dado que frecuentemente no tienen vivacidad y claridad
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menor? Y aunque los ingenios más capaces estudien esta cuestión cuanto les plazca, no creo
puedan dar razón alguna que sea suficiente para disipar esta duda, si no presuponen la
existencia de Dios. Pues, en primer lugar, incluso lo que anteriormente he considerado como
una regla (a saber: que lo concebido clara y distintamente es verdadero) no es válido más que
si Dios existe, es un ser perfecto y todo lo que hay en nosotros procede de él. De donde se
sigue que nuestras ideas o nociones, siendo seres reales, que provienen de Dios, en todo
aquello en lo que son claras y distintas, no pueden ser sino verdaderas. De modo que, si bien
frecuentemente poseemos algunas que encierran falsedad, esto no puede provenir sino de
aquellas en las que algo es confuso y oscuro, pues en esto participan de la nada, es decir, que
no se dan en nosotros sino porque no somos totalmente perfectos. Es evidente que no existe
una repugnancia menor en defender que la falsedad o la imperfección, en tanto que tal, procedan de
Dios, que existe en defender que la verdad o perfección proceda de la nada. Pero si no conocemos
que todo lo que existe en nosotros de real y verdadero procede de un ser perfecto e infinito, por claras
y distintas que fuesen nuestras ideas, no tendríamos razón alguna que nos asegurara de que tales
ideas tuviesen la perfección de ser verdaderas.
Por tanto, después de que el conocimiento de Dios y el alma nos han convencido de la certeza de
esta regla, es fácil conocer que los sueños que imaginamos cuando dormimos, no deben en forma
alguna hacernos dudar de la verdad de los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos.
Pues, si sucediese, inclusive durmiendo, que se tuviese alguna idea muy distinta como, por ejemplo,
que algún geómetra lograse alguna nueva demostración, su sueño no impediría que fuese verdad. Y
en relación con el error más común de nuestros sueños, consistente en representamos
diversos objetos de la misma forma que la obtenida por los sentidos exteriores, carece de
importancia el que nos dé ocasión para desconfiar de la verdad de tales ideas, pues pueden
inducirnos a error frecuentemente sin que durmamos como sucede a aquellos que padecen de
ictericia que todo lo ven de color amarillo o cuando los astros u otros cuerpos demasiado
alejados nos parecen de tamaño mucho menor del que en realidad poseen. <> Pues, bien,
estemos en estado de vigilia o bien durmamos, jamás debemos dejarnos persuadir sino por la
evidencia de nuestra razón. Y es preciso señalar, que yo afirmo, de nuestra razón y no de
nuestra imaginación o de nuestros sentidos, pues aunque vemos el sol muy claramente no
debemos juzgar por ello que no posea sino el tamaño con que lo vemos y fácilmente podemos
imaginar con cierta claridad una cabeza de león unida al cuerpo de una cabra sin que sea
preciso concluir que exista en el mundo una quimera, pues la razón no nos dicta que lo que
vemos o imaginamos de este modo, sea verdadero. Por el contrario nos dicta que todas
nuestras ideas o nociones deben tener algún fundamento de verdad, pues no sería posible que
Dios, que es sumamente perfecto y veraz, las haya puesto en nosotros careciendo del mismo.
Y puesto que nuestros razonamientos no son jamás tan evidentes ni completos durante el sueño
como durante la vigilia, aunque algunas veces nuestras imágenes sean tanto o más vivas y claras, la
razón nos dicta igualmente que no pudiendo nuestros pensamientos ser todos verdaderos, ya que
nosotros no somos omniperfectos, lo que existe de verdad debe encontrarse infaliblemente en
aquellos que tenemos estando despiertos más bien que en los que tenemos mientras soñamos.
4.- Guía de lectura del Discurso del Método

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Parte II
Nos habla de su método, inspirado en las matemáticas, de los supuestos del proyecto
emprendido de encontrar la verdad y de la aplicación de las reglas de su método a las
matemáticas.
Descartes pretende analizar todas la opiniones y creencias que hasta ahora ha recibido para
comprobar mediante su razón si son o no verdaderas. Esto exige actuar con mucha prudencia y
contar con un método que le ayude al determinar si sus opiniones son ciertas. Hasta lograrlo nuestro
autor no rechazará ninguna opinión ni admitirá nuevos conocimientos.
Descartes elabora su método utilizando elementos de la lógica y las matemáticas. En todas ellas
encuentra defectos y dificultades por eso se propone encontrar un método que “asimilando las
ventajas de estos tres, estuviera exento de sus defectos”
Este método constará sólo de cuatro reglas. Mejor pocas y tomar la determinación de seguirlas
siempre.
La primera regla es la evidencia. La razón encuentra la evidencia cuando percibe con claridad y
distinción.
Cuando nos encontramos ante una cuestión compleja cuya verdad no sea evidente deberemos usar
la segunda regla a, a saber, el análisis. Esto supone dividir la dificultad en tantas cuestiones simples
como sea necesario para que puedan ser intuidas.
25
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La tercera regla o regla de la síntesis permite a la razón ascender desde los elementos simples a
otros elementos cuya verdad depende de los primeros. En definitiva esta regla nos permite descifrar lo
no evidente de modo inmediato y finalmente conocerlo.
Por último, la enumeración impone un repaso y recuento de los pasos dados en el análisis y en la
síntesis.
Las reglas del análisis, de la síntesis y de la enumeración regulan el funcionamiento de la deducción,
mientras que la evidencia regula el funcionamiento de la intuición.
A continuación se refiere a los supuestos del proyecto que ha emprendido y que no es otro que la
búsqueda de la verdad a través de un método adecuado. Los supuestos a los que nos referimos son
la unidad de la razón ( ya que es la misma en todos nosotros y única, se aplique a la materia que se
aplique) y la unidad del saber o conocimiento adquirido a través de ella. Según este segundo
supuesto, todas las ciencias no son sino manifestaciones de un saber único. Por último, si tenemos en
cuenta los dos supuestos anteriores, podemos afirmar que el método utilizado en todas las ciencias
puede ser el mismo. Este método será, precísamente, aquel que ha obtenido tan buenos resultados,
el matemático o deductivo.
nº 1. Unidad de razón y de saber
Inspirado en el método geométrico que procede de modo deductivo a partir de unos
principios evidentes, el autor supone la unidad del conocimiento a partir de la unidad de
razón: existe el mismo encadenamiento lógico-deductivo en todos los campos del saber.

Es necesario empezar a aplicar estos principios a las ciencias y decide hacerlo en aquel campo que
ha “logrado establecer algunas demostraciones”, las matemáticas. Para el estudio de las mismas,
tiene en cuenta que todas tienen algo de particular, pero que también todas tienen algo en común. Por
eso decide centrarse en esto segundo, es decir, en lo que tienen en común. A continuación afirma que
lo que todas tienen en común es la consideración de “las diversas relaciones y posibles proporciones”
sin tomar en cuenta los objetos a los que se aplican, es decir, sin vincular o interpretar estas
relaciones y proporciones. En definitiva, lo que se propone el filósofo-matemático es estudiar las
proporciones y relaciones entre magnitudes independientemente de los objetos a los que pertenezcan
esas magnitudes.
“Es más, sin vincularlas en forma alguna a ellos para poder aplicarlas tanto mejor a todos
aquellos que conviniera”.
Posteriormente, para analizar tales proporciones decide
“darlas a conocer mediante algunas cifras lo más breves que fuera posible”,
es decir numericamente. Esto, obviamente debe traducirse en una matematización de la realidad y en
una idealización de la misma al estilo de Galileo.
Descartes describe como supo unir la geometría y el álgebra extrayendo lo positivo de ambas ramas
de la matemática y eliminando lo negativo. Lo mejor del análisis geométrico es su capacidad de
representación gráfica. Lo positivo que ha tomado su método del álgebra es el uso de símbolos que
26
Materiales de Descartes

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permiten representar y simplificar relaciones entre dimensiones. Uniendo ambas cosas Descartes
descubre la Geometría Analítica que dota a la geometría de procedimientos algebráicos y otorga un
significado a las operaciones de álgebra a través de una interpretación geométrica.
nº 2. Aplicación del método a las matemáticas
La aplicación de su método a las matemáticas (geometría y análisis o álgebra) le permite
alcanzar una certeza absoluta en cuestiones que antes mostraban alguna dificultad gracias a
que ha sido capaz de partir de lo más simple y seguir un proceso deductivo.

Los éxitos obtenidos con la geometría y el álgebra demuestran que el método es bueno y fecundo y
por tanto se propone aplicarlo para resolver las dificultades de otras ciencias.
nº 3. Supuesto de la unidad de método
El proceso deductivo (en que consiste su método) puede ser de utilidad en otras ciencias
porque facilita la adquisición de evidencias y garantiza el uso correcto de la razón.

Antes de la aplicación a otras ciencias el autor considera necesario establecer los principios de
todas ellas, principios que deberán ser tomados de la filosofía, entendida ahora como metafísica
(fundante) o ciencia de los primeros principios. Esto es lo que hará en la parte IV

Parte IV
Se propone fundamentar el edificio del conocimiento, el arbol de la ciencia, encontrando o
identificando sus primeros principios, sus primeras certezas. Descartes es consciente de que
este empeño es difícil y de carácter metafísico.
Aunque propiamente hablando el primer principio (“la primera verdad que buscaba”, dirá) es el
cógito o yo, ya que los otros se deducen de él, es corriente considerar al yo, Dios y mundo
como los primeros principios.
Descartes aplica el método inicialmente sólo a lo teórico y no a las costumbres o ámbito moral porque
mientras encuentra las verdades que busca no puede dejar de vivir y tal vez, aunque no lo reconoce
así, por miedo a las presiones de la
iglesiahttps://docs.google.com/document/d/1U9GbieoNTB5BnYe4QVOXy9EJGRt1TAGAY9yf6NkV_Y/edit#https://docs.google.com/document/d/1U9GbieoNTB5BnYe4QVOXy9EJGRt1TAGAY9yf6NkV_Y/edit# católica.
Decide buscar la verdad poniendo a duda todos los conocimientos para ver si así encuentra alguno
inmune a toda duda, es decir, indudable.
Siguiendo este procedimiento encuentra diferentes motivos para dudar o diferentes niveles de duda:
● falacia de los sentidos
● errores de la razón (paralogismos)
● Imposibilidad de distinción entre la vigilia y el sueño
27
Materiales de Descartes

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nº 4. Primera verdad
Inmediatamente aparece la primera verdad, el yo, concebida con claridad y distinción y por
tanto evidente, cierta. Esta primera verdad es asumida como el primer principio de la
filosofía.

nº 5. Análisis del “yo” y dualismo antropológico
A continuación el filósofo analiza la naturaleza del yo, este primer principio encontrado, y
concluye que su naturaleza consiste en pensar, que es distinta del cuerpo y más fácil de
conocer que él. Dualismo antropológico, aunque todavía no ha demostrado que exista su
cuerpo.

nº 6. El criterio de certeza
Una vez que ha encontrado una primera verdad, se propone usarla para descubrir otras:
como regla general, considerará verdad lo que conciba con la misma claridad y ditinción que
esta primera, el cógito.

Ahora se dispone a demostrar la verdad del segundo principio, Dios, mediante tres argumentos y
el recurso a la idea de perfección.
nº 7 Primera demostración de la existencia de Dios. Argumento gnoseológico.
● El ser perfecto, Dios, es la causa de la idea de perfección que hay en mi:

1.- Si dudo no soy completamente perfecto porque dudar es una perfección
menor que conocer.
2·- Sin embargo, poseo la idea de un ser perfecto.
a) Esta idea no puede proceder de la nada porque esto es imposible.
b) Tampoco puede proceder de lo imperfecto (de mi): por tanto, la idea
de perfección no puede proceder de mi mismo.
3.- La idea de perfección ha sido inducida en mí por una naturaleza más
perfecta que la mía, es decir, Dios. Dios es la realidad objetiva de la idea de
perfección que yo poseo

nº 8 Segunda demostración de la existencia de Dios. ARGUMENTO COSMOLÓGICO.
● La idea central de esta argumentación da por supuestos que el ser contingente

necesita un ser necesario para una explicación suficiente de su existencia. En
28
Materiales de Descartes

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Descartes: Dios es la causa de las naturalezas compuestas e imperfectas
entre las que me encuentro yo.
1.- Descartes se propone considerar “ todas aquellas cosas de las que
encontraba en mi alguna idea y si poseerlas o no suponía perfección”.
2.- Siguiendo este proceso percibe con evidencia (o más bien retoma
esta evidencia porque ya la había demostrado) que existe una
composición sustancial (composición de "dos naturalezas") en el ser
humano.
3.- De lo anterior se desprende que:
a) la composición indica dependencia.
b) la composición supone un defecto.
4.- Por tanto:
a) Dios, como ser perfecto que es, no puede estar compuesto.
b) Las naturalezas imperfectas (compuestas) han adquirido de Él
las perfecciones que poseen.
c) De no ser así, habrían adquirido de sí mismas sus propias
perfecciones y entonces serían omniperfectas (quien parte y
reparte se lleva la mejor parte) y eso es evidente que no es así
porque yo percibo con claridad que soy imperfecto y compuesto.
5.- Conclusión: Dios es la causa de la existencia de las naturalezas
compuestas e imperfectas y lo necesitan (a Dios) para existir.

nº 9 Demostración de la existencia de dios a través del argumento ontológico.

● Las pruebas ontológicas de la existencia de un Dios pretenden mostrar que
por coherencia lógica basta con pensar la noción de un Dios para que no
podamos negar su existencia real.
1.- La certeza atribuida a las demostraciones de los geómetras se debe
a la evidencia de las mismas.
2.- Sin embargo, esta evidencia no garantiza la existencia del objeto
sobre el que versan esas demostraciones (el triángulo, por ejemplo).
3.- No obstante, en lo que al Ser Perfecto se refiere la cosa es distinta,
su esencia debe contener su existencia: no puede no existir si es
verdad que es perfecto.
4.- La existencia de Dios es, pues, tan cierta como cualquier
demostración de la geometría.
29
Materiales de Descartes

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A pesar de todo, creen algunos (probablemente se refiere a la tradición aristotélico-tomista, de corte
empirista que solo consideran verdadero aquello que pueden percibir) que lo que no se puede
imaginar (representación mental de una experiencia sensible) es ininteligible (imposible de conocer):
nada hay en el entendimiento, afirman , que antes no haya pasado por los sentidos.
Contra ellos presenta dos argumentos:
● El primero viene a afirmar que decir que Dios o el alma no pueden ser inteligibles porque no
son imaginables es algo así como pretender oír con los ojos o ver con los oídos.
● El segundo consiste en afirmar que la imaginación por sí sola no contribuye al conocimiento
cierto y que si contribuye en algo se debe a la intervención posterior del entendimiento. Si yo
saco algo en claro de una experiencia sensible es porque he usado conceptos mentales.
nº 10. Certeza metafísica sobre Dios y Alma
Dirigido a los que después de lo anterior sigan teniendo dudas porque solo den crédito a sus
sentidos, el filósofo afirma que
● del mundo solo podemos tener certeza moral (nos sirve para vivir, su negación es
posible)
● de la existencia del alma (yo) y de Dios tenemos una certeza metafísica (su negación
es imposible sin contradecirse)

nº 11. Dios garante del criterio de certeza
A continuación el filósofo afirma que Dios garantiza el criterio de certeza porque es un ser
perfecto y de él proviene lo que de perfecto hay en nosotros: nuestras ideas claras y distintas.
Así que lo que veamos con claridad y distinción tiene que ser cierto. La falsedad se debe a
nuestra imperfección que hace que en ocasiones poseamos ideas confusas y oscuras.

Una demostración evidente es verdadera aunque el geómetra la descubra durmiendo. Sin embargo, la
viveza de los sueños no debe preocuparnos (nos preocupa porque cuando son muy vivaces parecen
reales, y al despertar y comprobar que no lo son, este hecho nos hace dudar de las percepciones
sensibles que tenemos cuando estamos despiertos) porque ella (la viveza) no es un criterio de verdad
ni siquiera cuando usamos los sentidos estando despiertos.
n º 12. La evidencia de la razón es de fiar aunque estemos dormidos
Así que si la viveza no es criterio de nada despiertos, menos aún cuando estamos dormidos.
En consecuencia, despiertos o dormidos sólo debemos dejarnos persuadir por la evidencia
de la razón (no de los sentidos o la imaginación). Si la razón juzga que algo es verdadero, lo
30
Materiales de Descartes

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es.

n º 13. Demostración de la realidad extramental
Y esto es así ahora, además de porque Dios es perfecto (esto ya lo sabíamos), porque es
veraz (teoría de la veracidad divina). De modo que no puede ser que yo piense que mis ideas
claras y distintas tienen un fundamento objetivo y que no sea así

Por otra parte, los razonamientos más claros los tenemos mientras estamos despiertos.

En conclusión:¿Qué fue de los diversos motivos de la duda?
●

●

●

●

La falacia de los sentidos: aunque seguimos sin poder fiarnos de ellos, afortunadamente
quien decide sobre la verdad de lo que procede de ellos es la razón. Y si ésta considera que
algo es claro y distinto, lo será.
Genio maligno engañador: descartado gracias a la teoría de la veracidad divina. No es
posible que yo viva engañado pensando que lo que concibo con claridad y distinción es
verdadero y no lo sea porque eso atenta contra la teoría de la veracidad divina. Dios no
puede ser un engañador.
Imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño: Da lo mismo estar despiertos o dormidos,
la evidencia de una demostración es una evidencia estemos despiertos o dormidos.
Además, la evidencias más auténticas (mayor claridad y distinción) se dan durante la vigilia.
Paralogismos de la razón: La razón en sí misma es infalible porque procede de Dios, que
es mi creador y autor de todo lo bueno que hay en mi, así que si me equivoco será cosa
mía, no de la razón. Debo evitar entonces la precipitación y estar atento para usarla como
debo.

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  • 1. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG Materiales de Descartes Materiales de Descartes 0.- Del pensamiento griego a la modernidad 1.- Contexto 2.- Nueva filosofía resumida. Descartes, el triunfo de la tradición pitagórica 1.- Antecedentes de la filosofía Cartesiana 1.1.- Descartes frente al escepticismo renacentista 1.2.- La nueva ciencia y sus consecuencias filosóficas 1.3.- Reflexión sobre la necesidad del método 2.- Filosofía cartesiana Breve resumen de la argumentación cartesiana: El proyecto cartesiano y sus dos primeros supuestos Modos de conocimiento de la razón: intuición y deducción Tercer supuesto: la unidad de método El método Cartesiano Duda metódica: Primera verdad: Criterio de verdad: Teoría de las ideas Demostración de la existencia de Dios Dios garante de criterio de verdad Demostración de la existencia de la sustancia extensa Estructura de la realidad: las tres sustancias 3.- Textos Selecionados de Descartes SEGUNDA PARTE CUARTA PARTE 4.- Guía de lectura del Discurso del Método Parte II Parte IV 5.- Exámenes de Descartes en los últimos 8 años 6.- Vocabulario cartesiano 7.- Actualidad de los temas de la filosofía cartesiana 8.- Otro autor (Relación del tema propuesto con otra posición filosófica) 0.- Del pensamiento griego a la modernidad 1
  • 2. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG La filosofía helenística había dado una orientación práctica al saber, dirigiéndolo hacia la felicidad del hombre. Es el caso del estoicismo y del epicureismo, que habían colocado a la ética en el vértice del saber. A lo largo de los primeros siglos de nuestra era, la progresiva expansión del cristianismo y otras religiones mistéricas irá provocando la aparición de otros modelos de felicidad o “salvación individual”, que competirán con los modelos filosóficos. Frente a la inicial hostilidad hacia la filosofía manifestada por algunos de los primeros padres apologistas cristianos, sus continuadores encontrarán en la filosofía, especialmente a partir del desarrollo del neoplatonismo de Plotino, un instrumento útil, no sólo para combatir otras religiones o sistemas filosóficos, sino también para comprender, o intentar comprender, los misterios revelados. Surge de ahí una asociación entre filosofía y cristianismo o, más en general, entre filosofía y religión, que pondrá las bases de la futura filosofía medieval. LA EDAD MEDIA De acuerdo con los criterios historiográficos usuales, la Edad Media comienza a partir del hundimiento del imperio romano, a finales del siglo V, y se prolonga hasta el siglo XIV. La destrucción del imperio romano trajo como consecuencia inmediata una decadencia generalizada y la pérdida de muchos logros de la civilización romana, especialmente en el ámbito de las comunicaciones (correos, rutas terrestres y marítimas). El sistema socioeconómico correspondiente a esta situación es el feudalismo, que divide las poblaciones en dos clases, la de los señores y la de los vasallos, que cultivan las tierras de aquellos. Ya a partir del siglo XII comenzó a cambiar la situación, iniciándose un proceso ininterrumpido de recuperación en todos los aspectos. Se produjo un crecimiento notable de la agricultura y un aumento de la población. Gracias a esto se inició una cierta economía de mercado y las ciudades crecieron, aumentando su peso e importancia. De este modo se inició la ruptura del sistema feudal. El proceso de crecimiento y de transformación se acentuó en el sigo XIII. En este siglo, floreció el arte gótico, se fundaron nuevas órdenes religiosas (como los dominicos y los franciscanos) y se crearon las primeras universidades (París, Oxford). Las consecuencias de este proceso se dejaron notar ampliamente en el siglo XIV. La política general en la Edad Media cristiana se articulaba en torno a dos poderes: el religioso (el papa) y el político (el emperador). En el aspecto cultural, la Edad Media se caracteriza, en fin, por el predomino de la religión en todos los ámbitos (formas de vida, arte, literatura, pensamiento). La filosofía se puso al servicio de las creencias religiosas. El tema fundamental de reflexión pasará a ser la divinidad, quedando subordinada la comprensión e interpretación del mundo, del hombre, de la sociedad, etc. al conocimiento que se pueda obtener de lo divino. La fe, que suministra las creencias a las que no se puede renunciar, tratará de entrar en diálogo con la razón. La inicial sumisión de la razón exigida por la fe, dejará paso a una mayor autonomía propugnada, entre otros, por Santo Tomás de Aquino. RENACIMIENTO A la Edad Media le sigue el Renacimiento (siglos XV y XVI), que conducirá, tras la crisis de la Escolástica (nombre con el que genéricamente se conoce a la filosofía medieval), a la exigencia de la independencia de la razón con la que se iniciará la filosofía moderna (siglo XVII). 2
  • 3. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG Características del Renacimiento El humanismo y el avance de la ciencia son, sin duda, elementos de indiscutible importancia durante este periodo. El primero volvío su atención a la cultura grecolatina, generandose un notable interés por los grandes filósofos griegos -muy especialmente Platón y Aristóteles- que fueron traducidos, comentados y asimilados por los filósofos humanistas, que buscaban en sus escritos un modelo de educación capaz de hacer a los seres humanos más cultos y más libres. Pero fué sin duda el avance de la ciencia (particularmente en los ámbitos de la Matemática, la Física y la Astronomía) lo que impulsó en mayor medida el pensamiento europeo hacia la modernidad y propició una nueva imagen del universo, diferente a la aristotélica predominante durante la Edad Media. Bacon, Copérnico, Galileo, Kepler, son figuras centrales en el desarrollo de la ciencia, que supondrá la destrucción de la imagen ptolomeica del mundo, inspirada en el universo cerrado y geocéntrico de las dos esferas; la creciente y progresiva matematización de la naturaleza y el desarrollo del método experimental serán dos de las bazas más significativas de su triunfo. Una de las características filosóficas más notables del Renacimiento es el antropocentrismo, lo que supone una valoración no sólo de la personalidad del ser humano, sino también de su individualidad. También el naturalismo irá asociado al desarrollo del Renacimiento. Se destacan los aspectos naturales del hombre versus los aspectos sobrenaturales. Es algo de lo que encuentran los renacentistas que “vuelven” a Aristóteles: la separación del universo y de Dios y la exaltación de la naturaleza; al igual que los que se “vuelven” hacia Platón, buscando una religiosidad natural y la exaltación del hombre y de su libertad (el hombre no es malo, es ignorante, no necesita, pues, la gracia divina para su redención). El Renacimiento supone, pues, el renacer del espíritu de libertad de un ser humano que se quiere inserto en la naturaleza y en la historia. FILOSOFÍA MODERNA Suele afirmarse que la filosofía moderna tiene su comienzo en el siglo XVII y se extiende hasta el primer tercio del siglo XIX. De acuerdo con esta cronología, su iniciador fue Descartes y su último gran representante fue Hegel. La filosofía moderna incluye los siguientes momentos fundamentales: ● Racionalismo (siglo XVII). ● Empirismo (siglo XVII-XVIII). ● Idealismo trascendental de Kant ( siglo XVIII). ● Idealismo absoluto de Hegel (siglos XVIII-XIX) Características de la filosofía moderna Podríamos señalar que las características que presenta la filosofía moderna, a grandes rasgos, son: ● Desplazamiento de la cuestión teológica en favor de una mayor centralidad de los problemas de la naturaleza y el hombre. Este desplazamiento se hace patente por la situación de crisis, aunque un análisis riguroso nos hace ver que, en el fondo, la mayoría de los pensadores de la modernidad intentan, de una u otra forma, fundamentar su visión de la realidad en Dios. A pesar de todo, hay una nueva forma de acercarse a la realidad en esta época de crisis. Ésta va a venir suministrada por la naciente ciencia (Galileo) que al hacer una interpretación 3
  • 4. Materiales de Descartes ● ● ● pacoPRoFeBLoG mecanicista de la realidad física, le aporta una regularidad tal que de ella es posible un conocimiento firme, seguro, matemático, indudable. Éste comenzará a ser el paradigma nuevo del conocimiento y se buscará en todos los ámbitos una seguridad semejante a la aportada por él. Insistencia en el sujeto humano como punto de partida del conocimiento. Ello supone el abandono de la tesis del realismo ingenuo de la Antigüedad y el Medioevo que sostenía que en el conocimiento se ofrece el objeto o cosa tal como es, y tal como sería aunque yo no lo conociera. Primacía de la Gnoseología sobre la Ontología. Al desplazarse el interés de la realidad tal como es al sujeto. Lo que nos interesa fundamentalmente –y esta afirmación habría que matizarla mucho- es lo que el sujeto conoce. En consecuencia, la filosofía primera, el saber fundamental y fundante de los otros, ya no será la Ontología, reflexión sobre el ser, sino la Gnoseología o Teoría del Conocimiento, reflexión sobre el conocer. De ahí que, quizás, el primer problema que se plantearán los filósofos de la modernidad será el del alcance o límites de nuestras facultades cognoscitivas. El concepto de verdad también varía. La verdad ya no es entendida en el sentido clásico de “adecuación de la cosa con el intelecto”. Aunque a veces se defina así o de forma parecida lo que se quiere decir es otra cosa. Las riendas del conocimiento y por tanto de la verdad, propiedad del conocimiento, ya no estarán en la cosa misma, sino en el propio intelecto del ser humano. Pero, ¿qué hay en el entendimiento que pueda darme noción de verdad? La certeza. Es decir, el sentimiento de seguridad que siempre acompaña a la posesión de la verdad. Aquí estará el punto arquimédico, por eso, habrá que buscar los rasgos de esa certeza que tienen que ser comunes a todos los seres cognoscentes. Características del racionalismo Es común en la historia de la filosofía usar el término racionalismo para designar una cierta forma de fundamentar el conocimiento: cabe pensar que el conocimiento descansa en la razón, o que descansa en la experiencia sensible; así, puesto que valoraron más la razón que los sentidos, podemos llamar a Parménides, Platón y Descartes racionalistas; y podemos decir que Aristóteles, Santo Tomás y, por supuesto, Hume, tienden al empirismo, dado el valor que dieron a la experiencia sensible o percepción. Sin embargo, a pesar de que pueda recibir distintas acepciones y aplicarse en esferas distintas, el término “racionalismo” se utiliza primordialmente para referirse a la corriente filosófica de la Edad Moderna que se inicia con Descartes, desarrolla en la Europa continental con Spinoza, Malebranche y Leibniz, y se opone al empirismo que en esta misma época tiene éxito en las Islas Británicas. Los rasgos que mejor caracterizan al racionalismo moderno son los siguientes: ● ● ● ● ● La tesis de que todos nuestros conocimientos relevantes acerca de la realidad proceden no de los sentidos, sino de la razón, del entendimiento mismo. El conocimiento puede ser construido deductivamente a partir de unos primeros principios. Los primeros principios del conocimiento no se pueden extraer de la experiencia empírica sino que se encuentran ya en el entendimiento: el innatismo de las ideas. Consideración de la deducción y más aún de la intuición intelectual como los métodos más adecuados para el ejercicio del pensamiento. La consideración de la matemática como ciencia ideal. 4
  • 5. Materiales de Descartes ● ● pacoPRoFeBLoG Reivindicación del argumento ontológico para la demostración de la existencia de Dios. La apreciación optimista del poder de la razón, ésta no tiene límites y puede alcanzar a todo lo real. 1.- Contexto DESCARTES (Contexto elaborado por el Grupo de Trabajo de Profesores de Filosofía de Almería: Arturo Bascuñana Soler, Javier Bascuñana Soler, José M. Capillla Gómez, Antonio J. Carrillo Burgos, Rufino Lecea Blanco, José Rivera Menéndez, María Teresa Solana, Gonzalo Trespaderne Arnaiz) 1. Contexto histórico El contexto histórico de Descartes se corresponde con el descrito en la obra de Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas. Descartes (1596-1650) es un filósofo del siglo XVII. El contexto histórico en el que fue escrito el Discurso del Método es el Siglo de Oro francés. Políticamente, Francia, al igual que el resto de las grandes naciones europeas de la época, se organiza como una Monarquía Absoluta, que llegará a su apogeo con Luis XIV y la identificación entre el monarca y el estado. El siglo XVII es también un período de crisis en Europa: La consolidación de los estados modernos, sus afanes imperialistas y la lucha por la hegemonía entre Francia, España, Holanda e Inglaterra, provocan grandes enfrentamientos entre ellos. Una buena parte de la vida de Descartes coincide con la Guerra de los 30 años entre los estados católicos y protestantes del imperio alemán. De hecho, el capítulo segundo del Discurso del Método se ubica en Alemania donde el propio Descartes afirma que había ido movido por el “deseo de conocer unas guerras”. Desde el punto de vista socioeconómico, en el siglo XVII se produjo un fuerte desarrollo de la burguesía vinculada al capitalismo mercantilista, favorecido a su vez por la expansión del comercio marítimo y colonial. 2. Contexto cultural Si desde el punto de vista histórico el tiempo de Descartes es el siglo XVII, desde el punto de vista cultural su tiempo es el Barroco. Es esta una época cuyo tono general es pesimista. A este pesimismo contribuye en gran medida la confrontación teológica entre católicos y protestantes de la que hemos hablado antes y en la que Descartes participó. Sobre esta cuestión opina Bertrand Russell en su Historia de la Filosofía occidental que el cansancio intelectual que esta interminable guerra provocó, tuvo el efecto de desviar la atención de las mentes más brillantes (entre ellas la de Descartes) hacia temas no religiosos, especialmente la ciencia y las matemáticas, afirmación esta que puede considerarse acertada en el caso de Descartes. Otro rasgo cultural interesante de esta época es la invención y desarrollo de la imprenta. Este invento permite, entre otras cosas, que el ámbito de la cultura salga fuera de los círculos eclesiásticos (Monasterios, catedrales) haciéndose accesible a personas ajenas a la religión. De ahí también que el latín comience a no ser la lengua culta en exclusiva y se publiquen muchos libros en las lenguas 5
  • 6. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG nacionales. De hecho, el texto que estamos comentando fue una de las primeras obras escritas en francés. Un hecho tuvo singular importancia en la vida intelectual de Descartes: su conocimiento de la condena de Galileo por el tribunal de la inquisición en Roma. Descartes tuvo miedo de que algunas de sus ideas pudiesen ser objeto de un juicio parecido y, por ello, decidió no publicar su Tratado del mundo. Sólo unos años más tarde, en 1637, publicó una parte de su obra científica, Dióptrica, Meteoros y Geometría, precedida, como introducción metodológica, por el Discurso del Método. Es probablemente el miedo que tiene a la censura el que le hace publicar esta obra de forma anónima, aclarando insistentemente en el capítulo segundo, que sus intenciones no son otras que las de reformar su propio conocimiento y que desaconseja a todo el mundo que haga lo mismo y, en la cuarta parte, le llevarán a destacar la importancia de Dios como garante de cualquier conocimiento. Sin duda, lo contrario podría haber sido entendido como una llamada a una especie de revolución absolutamente inaceptable para las autoridades de la época. Todas estas “precauciones” le sirvieron de poco. En 1643 el Consejo de la Universidad de Utrecht condena a Descartes por ateísmo, después será acusado de pelagianismo, y tras su muerte alguna de sus principales obras serán condenadas por la Iglesia. 3. Contexto filosófico La vida de Descartes coincide con el final del Renacimiento. Desde el punto de vista filosófico, podemos decir que ya hacía algún tiempo que Dios había dejado de ser el centro de la preocupación filosófica como ocurría en la Edad Media. El hombre se convierte en el objeto principal de la filosofía y, especialmente, los temas relacionados con el conocimiento. Este es el terreno en el que Descartes es considerado el fundador y principal representante de la corriente racionalista. Esta corriente toma como referencia la ciencia moderna (Galileo, Bacon, Kepler) y como modelo el método matemático. Además, como el propio nombre indica, conceden a la razón, el conocimiento teórico, una importancia radical, aceptando el innatismo de los principios esenciales del conocimiento y despreciando el conocimiento sensorial como fuente fiable. Leibniz, Spinoza y, por supuesto el propio Descartes son los principales representantes del Racionalismo. Descartes formuló una teoría sobre el mundo físico (sustancia extensa) denominada mecanicismo que intenta explicar el mundo como una gran máquina y que será precursora de las concepciones materialistas posteriores como la de La Mettrie en su obra El hombre máquina. Históricamente, el Racionalismo encuentra su oposición en el Empirismo británico de Locke y Hume. Ellos, y especialmente Hume, representan la oposición radical a la filosofía cartesiana fundando una corriente que rechaza la existencia de ideas innatas y pone en la información sensorial, la fuente y el límite del conocimiento humano. 2.- Nueva filosofía resumida. Descartes, el triunfo de la tradición pitagórica 1.- Antecedentes de la filosofía Cartesiana Descartes nació en la Turena en 1596 y murió en Suecia en 1650, lugar al que se había trasladado desde Holanda porque había sido invitado a residir por la reina Cristina. Su vida abarca, por tanto, la primera mitad del siglo XVII. La filosofía de esta época puede considerarse una continuación y profundización de las corrientes iniciadas en el Renacimiento. De hecho, la obra de Descartes supone el paso definitivo del Renacimiento a la Edad Moderna. Veamos dónde se encuentran las raíces de su pensamiento. 6
  • 7. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG 1.1.- Descartes frente al escepticismo renacentista El Renacimiento se caracterizó, ante todo, por el retorno a los clásicos de la antigüedad grecorromana. Una de las escuelas antiguas que renace con fuerza un tanto sorprendente, es el escepticismo (se le llamó también «pirronismo», por su fundador, Pirrón de Elis). El escepticismo del periodo helenístico buscaba la felicidad y cifraba ésta en la calma y tranquilidad del alma. Para alcanzar esta imperturbabilidad los seres humanos debían abstenerse de participar en las disputas que tenían lugar entre los filósofos de la época, debido a la diversidad de opiniones y costumbres El sabio escéptico debía, entonces, abstenerse de juzgar y suspender el juicio. Para justificar su punto de vista, los escépticos elaboraron una gran cantidad de argumentos contra los dogmáticos, es decir, contra quienes pretendían que el hombre puede alcanzar certezas absolutas a través de sus facultades de conocimiento, sean estas los sentidos o la razón. Descartes se referirá a estos argumentos en su Discurso del Método cuando halle la primera verdad indudable. “ Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura que todas las extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba”. R. DESCARTES, Discurso del Método, IV. Por otra parte, como anticipo de la duda metódica de Descartes podemos considerar al filósofo y médico portugués Francisco Sánchez (1550-1623), profesor de medicina en Toulouse y autor de la obra titulada Quod nihil scitur. “Entonces me encerré dentro de mí mismo y poniéndolo todo en duda y en suspenso, como si nadie en el mundo hubiese dicho nada jamás, empecé a examinar las cosas en sí mismas, que es la única manera de saber algo”. Que nada se sabe. 1581 Sin embargo, tal y como veremos, la duda de Descartes es especial porque es una duda metódica para alcanzar certezas de las que no se puede dudar. 1.2.- La nueva ciencia y sus consecuencias filosóficas Durante el medievo la ciencia será postergada y subordinada a la religión y la teología, pero durante el tiempo comprendido entre los siglos XVI y XVII se va a producir tal auge científico que este periodo es conocido como la “Revolución científica”. Suele considerarse que la revolución científica comenzó por la astronomía y más concretamente con los trabajos de Copérnico (1473-1543), quien introdujo la hipótesis de que la Tierra se mueve en torno al sol, siendo éste el centro del Universo, y la publicó en su obra De revolutionibus Orbium Coelestium (1543). La teoría copernicana no fue admitida inmediatamente porque despertaba objeciones, algunas de las principales eran que no se ajustaba a la letra de las Sagradas Escrituras. Johannes Kepler (1575-1630) fue un astrónomo a caballo entre la ciencia y la mística. Influido por el pitagorismo, estaba convencido de que el número es la esencia de todas las cosas, que hay una ley numérica que gobierna todos los fenómenos de la naturaleza. Para él, Dios es una gran mente matemática que ha creado el mundo de acuerdo con armonías y proporciones numéricas que la ciencia tiene que descubrir. Está convencido de que es posible oir la música celestial de la que hablaban los pitagóricos y lo cierto es que escrutando los cielos para hallar esa música, Kepler descubrió sus 3 famosas leyes. Pero fue Galileo Galilei (1564-1642) el que con más empeño intentó demostrar la verdad de la teoría copernicana, a lo que contribuyó enormemente el descubrimiento del telescopio. Descubrió así los cráteres de la Luna, las manchas solares, los satélites de Júpiter, las fases de Venus, etc. 7
  • 8. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG Sin embargo no será propiamente la astronomía, sino la mecánica la que originó la verdadera revolución científica ya que la contribución de Galileo en este campo será decisiva. En el movimiento lo único que hay que tener en cuenta son las cualidades cuantificables, medibles: espacios recorridos, velocidades, magnitudes, etc. Lo que se busca al estudiarlo es su medición, no su esencia o naturaleza. Así, por ejemplo, al estudiar el movimiento en caída libre, Galileo no se preocupa por cuál es la causa o esencia de este movimiento. Su mente científica se contenta con probar que es uniformemente acelerado, esto es, que la distancia recorrida es proporcional al cuadrado del tiempo transcurrido, lo que le permite hacer los cálculos oportunos y predecir resultados. Será entonces la matemática y no la observación ingenua la que nos muestre la verdadera realidad. Algunas de las principales consecuencias filosóficas de lo que acabamos de contar serían estas cuatro: 1.Renuncia a la búsqueda de causas últimas o esencias al investigar los movimientos. La tarea del científico es la de reducir lo real a magnitudes. 2.Las matemáticas representan la verdadera y objetiva realidad ya que proporcionan a ésta su estructura inteligible. Son “el lenguaje en el que está escrito el mundo” 3.Exaltación de la razón humana como fuente de conocimiento capaz de alcanzar certezas absolutas. Y todo ello sin necesidad de la observación empírica o de acudir a la autoridad de la tradición. Galileo afirmará que “El intelecto humano entiende algunas cosas tan perfectamente y con tan absoluta certeza como pudiera tenerla la sabiduría divina. Y estas son las ciencias matemáticas puras, es decir, la geometría y la aritmética, de las cuales el intelecto divino conoce infinitas proposiciones más, porque las sabe todas: pero en aquellas pocas que el intelecto humano conoce, creo que su conocimiento iguala al divino en certeza objetiva, porque alcanza a comprender su necesidad, más allá de la cual no puede existir mayor seguridad”. 4.Nueva imagen del mundo y del ser humano. Se tiende a ver el mundo como una gran maquinaria de relojería cuyo funcionamiento puede ser conocido si se conocen las piezas de que está formado y las leyes del movimiento según las cuales se transmiten movimientos por presión, choque o contacto. Descartes es el máximo representante de esta nueva concepción. Explicará el cuerpo humano en términos mecanicistas, sin embargo el alma, al tratarse de una entidad espiritual, quedará libre de estas leyes. 1.3.- Reflexión sobre la necesidad del método El extraordinario desarrollo de la ciencia durante los siglos XVI y XVII traerá consigo la reflexión sobre el método científico y, coincidiendo con la aparición de estudios dedicados precisamente al análisis y descubrimiento del método más adecuado para hacer progresar el conocimiento humano (Novum Organum de Bacon en 1620, Discurso del método de Descartes en 1637), se va a generalizar la convicción de de que es conveniente aplicar a otros campos del saber el método que en la ciencia está funcionando con éxito. Si hacemos un balance de lo ocurrido en estos siglos, podemos distinguir dos aspectos en el método científico: por una parte la observación de la naturaleza gracias a los sentidos y por otra, la idealización matemática de estas observaciones, obra de la razón. No cabe duda que el progreso científico se ha debido en gran parte a que el estudioso renacentista ha dejado a un lado los textos filosófico-científicos o teológicos del pasado y se ha puesto a observar la naturaleza por sí mismo con una actitud nueva, ha mejorado sus técnicas de observación mediante el uso de nuevos aparatos como el telescopio y finalmente ha podido contrastar sus teorías con la realidad. Pero por otra parte, no es menos cierto que la mera acumulación de datos observacionales 8
  • 9. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG no hizo posible por sí sola la aparición de teorías científicas. Galileo obtuvo sus conocidos resultados sobre el movimiento rectilíneo uniforme y sobre el movimiento rectilíneo uniformemente acelerado (caída libre) cuando pudo abstraer de la realidad empírica los rozamientos, irregularidades del terreno o resistencias del aire, reduciendo mentalmente la naturaleza a un espacio tridimensional vacío donde los móviles que circulan en él no son afectados esos defectos. Es decir, eliminó mentalmente todo lo que no fuera numérico o geométrico, matemátizó e idealizó el espacio para que hacer posibles las demostraciones matemáticas. La experiecia de la que parte Galileo es una experiencia analizada, descompuesta en términos matemáticos gracias al uso de la razón. El primer aspecto, el de la observación minuciosa de la naturaleza, fue desarrollado por Francis Bacon (1561-1626) en su Novum Organum de 1620. Considera, como Descartes, que la ciencia debe ser algo útil para el ser humano y que para poder dominar a la naturaleza hay que saber obedecerla, es decir, hay que conocerla. Propuso para conocer a la naturaleza el método inductivo (método que parte de experiencias particulares para extraer de ellas conclusiones universales) y desarrolló las condiciones para hacer buenas inducciones, procurando evitar las inducciones precipitadas a partir de la observación de pocos casos. Por el contrario, Galileo destacó, como hemos visto, el aspecto racional, la confección de esquemas matemáticos a los que sometemos los fenómenos naturales. Su método, que el llamó “resolutivo-compositivo” -el precedente del actual método científico o método hipotético-deductivoconsta de los siguientes pasos: ● resolución o análisis: análisis o descomposición del fenómeno, dejando fuera de nuestra consideración aquellos aspectos que no sean matematizables o cuantificables. Se toma en consideración tan solo aquello que sea susceptible de medición. ● Composición o síntesis. Elaboración de una hipótesis suponiendo una relación entre algunos de los elementos cuantificables analizados anteriormente y expresando esa relación en términos matemáticos. Por tanto la relación representa una proporción entre números o figuras geométricas. ● De estas hipótesis se deducen consecuencias que deberán ser válidas para fenómenos futuros. ● Verificación de las consecuencias deducidas. Contrastación de las previsiones matemáticas con la experiencia a través del experimento. Lo que Galileo desdeña es el recurso a la experiencia ingenua, no al experimento controlado en que el investigador pone a prueba una hipótesis matemática proyectada por la razón. La existencia de estos dos aspectos del método científico, el empírico y el racional, hará posible la aparición de dos formas diferentes de filosofía. Mientras que en Inglaterra, bajo la influencia de Bacon, se va a desarrollar el Empirismo, en el continente europeo van a surgir sistemas filosóficos racionalistas que han tomado la matemática como modelo del saber. Descartes es el fundador del Racionalismo. El Racionalismo se caracteriza por conceder la primacía a la razón para alcanzar la verdad, y sostiene como principio básico que nuestros conocimientos verdaderos de la realidad tienen su origen y fundamento en la razón. Siguiendo el modelo de las matemáticas, los racionalistas establecen como ideal del conocimiento “el sistema deductivo”. Recordemos que la deducción es un razonamiento que alcanza una conclusión necesaria a partir de unas proposiciones primeras y generales. Si estas proposiciones son verdaderas, la conclusión también lo será. La pretensión de los racionalistas será, pues, partir de unos principios universales, absolutos y evidentes de por sí, y deducir de ellos el resto de verdades, lo cual no significa un rechazo total de la experiencia. 9
  • 10. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG El problema que tendrán que resolver será el de establecer el origen de estas ideas y principios. Como se verá más adelante, el Racionalismo afirmará que el entendimiento posee esos principios en sí mismo como ideas innatas, aunque con ello no quieren decir que el ser humano nazca ya consciente de esas ideas, sino que son ideas connaturales a la razón, ya que ésta posee una predisposición natural a albergarlas. 2.- Filosofía cartesiana A pesar de haber sido alumno de una de las más célebres escuelas de Europa, Descartes reconoce la incertidumbre profunda en la que se encontraba al terminar sus estudios “Me encontré perdido entre tantos errores y dudas, que me parecía que al tratar de instruirme no había conseguido otro provecho que haber descubierto cada vez más mi ignorancia“. No tenía una buena opinión precisamente de la filosofía aprendida ya que llega a escribir en el Discurso del Método “Sería difícil imaginar algo tan extraño y tan increíble como para que no haya sido dicho por algún filósofo” y , continúa más adelante, aunque “la filosofía haya sido cultivada por los espíritus más excelentes que hayan vivido, no puede ufanarse de nada que no se discuta y que por ello no sea dudoso” . Así, el filósofo que estudiamos ahora, consciente de la importancia de las nuevas conquistas científicas que hemos analizado más arriba, considera necesario y urgente diseñar una filosofía que justifique la confianza general en la razón. Ésta deberá estar metafísicamente fundada (asentada sobre unos principios sólidos racionalmente descritos y justificados) , ser capaz de dirigir la búsqueda de la verdad y poseer un método universal y fecundo. La importancia del fundamento metafísico es esencial ya que todo el edificio del saber que pretende construir deberá descansar sobre él. El filósofo francés no separa la filosofía de la ciencia porque lo que proyecta es el conocimiento de la totalidad de lo real. Por eso, cuando escribe al sacerdote Claudio Picot afirma “Así, toda la filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física, y las ramas que salen de este tronco son todas las demás ciencias, que se reducen a tres principales: la medicina, la mecánica y la moral” Breve resumen de la argumentación cartesiana: Vamos a intentar esquematizar la argumentación cartesiana para que resulte fácil construir la justificación de la temática. 1. Descartes se propone superar el escepticismos reinante en su época y encontrar la verdad absoluta, es decir, no esta o aquella verdad, sino la verdad. Le preocupa, sobre todo, asegurarse que no se equivoca ni toma por verdadero algo que no lo sea. En eso precisamente consiste su proyecto, en alcanzar la verdad de un modo seguro. 2.- Para alcanzar este proyecto considera necesario dotarse de un método adecuado, un método que le asegure que si usa la razón bien nunca tomará lo falso por verdadero. 3.- Como sabemos, Descartes se inspirará en las matemáticas (concebidas como un sistema deductivo que parte de verdades simples y evidentes para deducir nuevas verdades) para construir su método. Este método consta de varias reglas que luego aplicará a las mismas matemáticas (lo pondrá a prueba), con excelentes resultados. 4.- Si este método ha dado tan buenos resultados (descubrimiento de la geometría analítica) en matemáticas, ¿por qué no aplicarlo también a otras ciencias? Si en matemáticas ha habido un progreso lineal y nada de lo establecido por el mismo Euclides hace siglos ha sido puesto nunca en duda, ¿por qué no usar su mismo método al resto de las “ramas” del saber. 10
  • 11. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG 5.- Descartes se siente legitimado para hacer lo anterior porque asume determinados supuestos: a) Unidad de razón (hablar también del funcionamiento de la misma). b) Unidad de saber c) Unidad de método 6.- El mismo filósofo racionalista se refiere a estos supuestos mediante la metáfora del árbol de la ciencia que los relaciona conjuntamente. 7.- La aplicación del método al resto de la ciencias empieza con la metafìsica y conducirá a la identificación de los tres principios sobre los que descansa el edificio del saber que ha proyectado el filósofo, las raíces del árbol de la ciencia. Esta empresa la acomete ya en la parte IV del Discurso del Método. 8.- El proceso de deducción de los tres principios según el método cartesiano requiere una primera verdad a partir de la cual deducir el resto. Para encontrar esta primera verdad, el autor someterá todas sus ideas previas a duda para ver cuáles de ellas han sido introducidas por la razón y por tanto son verdaderas y cuáles no. 9.- Pronto encontrará una primera verdad inmune a toda duda, el cógito. 9.- Analiza esta primera verdad y se da cuenta que en ella puede encontrar el criterio de certeza, el prototipo de toda verdad futura: toda idea que sea igual de evidente que esta ser igualmente verdadera. Aunque este criterio no tendrá absoluta garantía hasta que no se demuestre la existencia de dios. 10.- Llegado a este punto, el autor hace balance de aquello con lo que cuenta y de lo que puede afirmar sin miedo a equivocarse: un método, una primera verdad (su yo o alma, la sustancia pensante) y el criterio para descubrir otras verdades (la evidencia), pero no ha demostrado todavía que exista la realidad extramental, ni siquiera que exista su cuerpo ya que éste es diferente de su yo y forma parte de lo que denominará sustancia extensa. 11. Para poder salir de simismo (abandonar el solipsismo en el que había caído: solo existe el yo y sus ideas) el autor racionalista necesita demostrar la existencia de dios para que este se convierta en el puente hacia la realidad. Esto lo hace mediante tres argumentaciones: la cosmológica o de causalidad, la gnoseológica y la ontológica. 12.- Una vez demostrada la existencia de este segundo principio, el autor afirmará que de ellos (almayo y dios) tenemos una certeza metafísica muy superior a la simple certeza moral que obtenemos de nuestros sentidos a través de la imaginación. 13.- Gracias a la teoría de la veracidad divina podemos estar seguros entonces de que cuando pensamos con absoluta evidencia que algo es verdadero lo es. Dios, que es nuestro creador, no puede habernos hecho de tal modo que precisamente cuando estamos seguros de algo sea cuando nos equivocamos. Se descarta la existencia de un genio maligno. Dios se convierte en garante del criterio de certeza cartesiano. 14.- De modo que cuando percibimos que el mundo existe, este debe existir. ¿Pero qué garantiza la veracidad divina?. La veracidad divina garantiza la evidencia, el criterio de certeza, pero ¿el criterio de certeza garantiza cualquier conocimiento del mundo exterior?. No, el criterio de certeza solo garantiza la veracidad del conocimiento de lo “extenso”, de aquello que puede ser objetivado, matematizado, medido, pesado. De aquello que tiene anchura, altura, de lo que podemos extraer un conocimiento matemático. No garantiza la existencia de las cualidades secundarias, porque estas son subjetivas y no pueden expresarse a través de magnitudes. Dicho de otro modo, la realidad extensa es aquella que puede ser “entendida”, “pensada” según la más pura tradición pitagórico-platónica que encuentra también su continuidad en Descartes y Galileo. 11
  • 12. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG 15.- Ahora ya, despejadas todas las dudas y fundamentada la posibilidad del conocimiento matemático del mundo, tal y como lo entiende la física clásica, el filósofo puede dedicarse a desarrollar ese conocimiento, su física determinista que constituye el tronco del árbol de la ciencia. 16.- Acaba así la búsqueda y demostración de los tres principios de la metafísica cartesiana, empresa que había emprendido al principio de la parte cuarta mediante la aplicación del método descubierto en la parte segunda. 17.- De modo que podemos decir que para el filósofo racionalista la realidad presenta la siguiente estructura: Sustancia extensa o mundo, sustancia pensante (yo o alma) y sustancia perfecta o infinita (dios). El proyecto cartesiano y sus dos primeros supuestos El proyecto cartesiano de unificación y fundamentación metafísica del saber parte de dos supuestos fundamentales: 1.Las diversas ciencias son partes de un conjunto que podríamos llamar la sabiduría humana o conocimiento humano. Las diversas ciencias (mates, física, medicina) son pues manifestaciones de un saber único. 2.Esta concepción unitaria del saber procede de otra convicción anterior: la razón es única, se aplique al objeto que se aplique. La razón que distingue lo verdadero de lo falso es la misma en todos los seres humanos y funciona del mismo modo cuando se aplica a la filosofía o a las matemáticas. Modos de conocimiento de la razón: intuición y deducción La razón a la que alude el filósofo conoce según dos modos distintos y complementarios, la intuición y la deducción. La intuición es una especie de “luz natural” por medio de la cual captamos de manera inmediata y sin posibilidad alguna de duda o error, ideas simples, absolutamente verdaderas, porque son evidentes de por sí. Estas ideas simples son las ideas claras y distintas, a las que también denomina naturalezas simples. A partir de las naturalezas simples o ideas claras y distintas se desarrolla todo el conocimiento gracias al segundo modo de conocer, la deducción. La deducción es “toda inferencia necesaria a partir de otros hechos conocidos con certeza”. Como se ve, la inspiración cartesiana es claramente matemática pues considerará que la forma de proceder de los geómetras posee las características necesarias para hacer avanzar el conocimiento en filosofía. “Esas largas cadenas de razones, todas simples y fáciles, de las que los geómetras tienen la costumbre de servirse, para llegar a sus más difíciles demostraciones,vme habían dado la ocasión de imaginar que todas las cosas, que pueden caer bajo elvconocimiento de los hombres, se siguen unas a otras en la misma manera, y que, solamente con tal de abstenerse de admitir alguna como verdadera sin que lo sea y guardar siempre el orden necesario para deducir las unas de las otras, no puede haberlas tan alejadas a las que finalmente no se llegue, ni tan escondidas que no se descubran. (Discurso del Método.II). Efectivamente, el filósofo racionalista considera que esta certeza de las matemáticas se ha alcanzado gracias a su modo de proceder: a partir de principios evidentes o axiomas la razón va mostrando otras proposiciones más complejas y oscuras mediante cadenas trabadas deductivamente. A estas proposiciones se les da el nombre de teoremas, y llegamos a su verdad mediante el acto de la razón que denomina deducción. Tercer supuesto: la unidad de método 12
  • 13. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG Además, si aceptamos los dos supuestos anteriores, a saber, que la razón es única y el saber también, no hay ningún inconveniente en admitir un tercero: el de la unidad de método. Así, es necesario que la filosofía siga este mismo estilo argumentativo: partiendo de la intuición de verdades absolutamente evidentes, deducir el resto de verdades que la mente no ve con inmediatez que son ciertas. De igual modo que la verdad matemática, la verdad filosófica sólo será alcanzable si renunciamos al engaño de nuestros sentidos, si prescindimos de lo sensible y recurrimos a lo inteligible: sólo el entendimiento es capaz de alcanzar la verdad. “En fin, despiertos o dormidos no debemos dejarnos persuadir nunca si no es por la evidencia de la razón. Y adviértase que digo de la razón, no de la imaginación o de los sentidos”. (Discurso del Método., IV) El método Cartesiano Teniendo muy presentes los supuestos anteriores, Descartes procede a elaborar su método, que define como “…entiendo por método reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el que las observe exactamente no tomará nunca nada falso por verdadero, y, no empleando inútilmente ningún esfuerzo de la mente; sino aumentando siempre gradualmente su ciencia, llegará al conocimiento verdadero de todo aquello que es capaz”. (Reglas para la dirección del espíritu) Como es conocido, las reglas que formula Descartes son las siguientes: ● Evidencia: Es la primera y más importante de las reglas del método. Consiste en aceptar como verdadero sólo aquello que se presente con “claridad y distinción”, es decir, con evidencia. Es el ejercicio de la intuición. ● El análisis (“resolución”): es el método de investigación consistente en dividir cada una de las dificultades que encontramos en tantas partes como se pueda hasta llegar a los elementos más simples, elementos cuya verdad es posible establecer mediante un acto de intuición. ● Síntesis o método de la composición: consiste en proceder con orden en nuestros pensamientos, pasando desde los objetos más simples y fáciles de conocer hasta el 13
  • 14. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG conocimiento de los más complejos y oscuros.Recomienda comenzar por los primeros principios o proposiciones más simples percibidas intuitivamente (a las que se llega mediante el análisis) y proceder a deducir de una manera ordenada otras proposiciones, asegurándonos de no omitir ningún paso y de que cada nueva proposición se siga realmente de la precedente. ● Enumeración: Consiste en revisar cuidadosamente cada uno de los pasos de los que consta nuestra investigación hasta estar seguros de no omitir nada y de no haber cometido ningún error en la deducción. Los dos procesos del conocimiento, el análisis y la síntesis, se corresponden respectivamente con los dos modos de conocer del entendimiento a los que antes nos hemos referido: la intuición, que nos proporciona las ideas claras y distintas, y por tanto evidentes, y la deducción, que nos permite ampliar esta evidencia hasta lo inicialmente desconocido. Duda metódica: El primer problema que se le plantea es cómo encontrar las verdades absolutamente ciertas sobre las cuales no sea posible dudar en absoluto, que permitan fundamentar el edificio del conocimiento verdadero con absoluta garantía. El primer momento de este proceso de búsqueda del conocimiento verdadero y de su método consiste en la llamada duda metódica que supone revisar todo lo que creemos y rechazar todo aquello de lo que inicialmente sea posible dudar. Descartes nos propone tres motivos para dudar: 1.Poca fiabilidad de los sentidos: Si a veces los sentidos nos engañan, ¿qué seguridad tenemos, entonces, de que no nos engañan siempre?. El conocimiento ofrecido por los sentidos no es absolutamente verdadero. 2.La dificultad para distinguir la vigilia del sueño: En ocasiones tenemos sueños tan reales que los tomamos por efectivamente reales y solo al despertar nos damos cuenta que eran sueños. Si el motivo anterior nos hacía dudar de que las cosas fueran como las percibimos, este nuevo motivo nos permite dudar incluso de la existencia de las cosas mismas. 3.Hipótesis del genio maligno engañador. El tercer motivo de la duda es aún más radical y extremo, tanto que el propio filósofo le llama “duda hiperbólica”. Consiste en suponer que no hay un verdadero Dios fuente de toda verdad sino cierto genio maligno, que pone todo su interés en engañarme. Este tercer motivo de duda afecta a las verdades matemáticas mismas ya que éstas tampoco resisten la duda generada por esta hipótesis. En cualquier caso, los rasgos básicos de la duda metódica son los siguientes: Es metódica y no escéptica: con ello se quiere decir que no hay que confundirla con las dudas del escepticismo como movimiento filosófico al que nos referíamos más arriba. Incluso, en su época había en Francia escépticos que creían imposible el conocimiento. Sin embargo Descartes emplea la duda precisamente para superar este escepticismo y tiene como objetivo encontrar una proposición que resista absolutamente cualquier duda imaginable. Además, la duda es una consecuencia de la primera regla del método: debo admitir como verdadero sólo aquello que no ofrezca duda, que se presente ante mi mente con absoluta claridad y distinción y por lo tanto con evidencia. Es universal: pone en cuestión absolutamente todos los conocimientos, tanto los de sentido común y los basados en la percepción como los que tienen su origen en la investigación científica, incluida la propia matemática. El único tipo de creencias que no cuestiona expresamente es el relativo a las verdades religiosas: cuestiona la legitimidad de los sentidos y de la razón pero no trata explícitamente de la legitimidad de la fe y la revelación. La duda propiamente no descubre verdades nuevas, verdades en las que no creyese al principio, antes de usar la duda metódica; antes de la duda creía en la veracidad de la matemática, de los 14
  • 15. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG sentidos, creía en la existencia de Dios, en la existencia del alma y de su inmortalidad; después de la duda cree también en estas proposiciones. ¿Qué ha ganado? Ha ganado evidencia. Antes creía en esos temas sin tener propiamente conocimiento. Es teorética, no práctica: pone en cuestión los conocimientos y tiene como objetivo encontrar un conocimiento firme, pero no debe extenderse a la vida práctica, a la conducta. En la vida práctica es inevitable seguir opiniones que son solamente probables. En la tercera parte del Discurso. Descartes propone una serie de normas morales que han de seguirse mientras la inteligencia esté sumida en la duda. La reduce a cuatro reglas: 1. Ajustarse a las leyes y costumbres del país. 2. Actuar con resolución, aunque las acciones no sean correctas. 3. Practicar el autodominio para aceptar el destino o los hechos y acontecimientos. 4. Emplear toda la vida en el cultivo de la razón. Primera verdad: La duda metódica no lleva a Descartes al escepticismo como hemos dicho. Por el contrario, será de la duda radical, precisamente, de donde extraerá la primera certeza absoluta: la existencia del sujeto que piensa, verdad que expresa en su célebre formulación: “Pienso, luego existo”. El cogito (“cogito ergo sum”) es la primera verdad en el orden del conocimiento en dos sentidos: por una parte porque es la primera verdad a la que llegamos cuando hacemos uso de la duda metódica, y en segundo lugar porque a partir de ella podemos fundamentar todas las demás. Viene a ser el axioma básico a partir del cual desarrollar toda la filosofía como un sistema de conocimiento absolutamente fundamentado. Es conveniente tener presente las siguientes aclaraciones: Aunque el filósofo francés presenta este conocimiento en forma inferencial (“luego…”) no hay que creer que llega a esta verdad a partir de una argumentación o demostración. El “cogito, ergo sum” es una intuición, es decir, una evidencia intuitiva, un acto mental que capta una realidad (idea) con claridad y distinción. Descartes entiende por intuición “un concepto de la mente pura y atenta, tan fácil y distinto que no queda duda ninguna sobre lo que pensamos” o también “ Si fuese el resultado de una demostración no sería la primera verdad. Una idea es clara cuando está presente y manifiesta a una mente atenta. Si sólo aceptásemos como verdadero aquello que se presenta con claridad, nunca nos equivocaríamos. Distinta es aquella idea que aparece en mi consciencia bien delimitada en sus contornos, sin mezclar con ninguna otra. Por otra parte, es preciso tener cuidado con la palabra “pienso” que para Descartes tiene un significado muy genérico y viene a ser sinónima de acto mental, o vivencia o estado mental o contenido psíquico. Todo acto mental como tal presenta la característica de ser indudable, ninguno de ellos puede ser falso, aunque lo sea su contenido. Por tanto igual valdría decir “recuerdo, luego existo”, “imagino, luego existo”, “deseo, luego existo”, “sufro, luego existo”, que decir “pienso luego existo”. Criterio de verdad: Pero el cogito es algo más que la primera verdad: es también el modelo o prototipo de toda futura verdad. O lo que es lo mismo, con el cogito descubre la primera verdad y también el criterio general de certeza. En la proposición “pienso, luego existo” no hay nada que asegure su verdad excepto que se ve con claridad que para pensar es necesario existir. Por eso podemos tomar como regla general que “las cosas que concebimos más claras y más distintamente son todas verdaderas”. 15
  • 16. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG Teoría de las ideas De todos modos este “criterio de verdad” no tiene total garantía hasta que no se demuestra la existencia de Dios y su bondad. Hasta ahora nuestro autor solo ha demostrado la existencia del sujeto pensante, pero no de los cuerpos, ni tampoco de Dios. Esto es lo que se propone a continuación. Este proceso debe concluir con la demostración de la existencia de la realidad extramental partiendo exclusivamente de la existencia del pensamiento. Si para Platón las Ideas eran realidades inmediatamente conocidas por el alma racional gracias a la luz que brillaba en ellas procedente de la Idea del Bien, para Descartes las ideas son representaciones (contenidos) mentales. Así que el hecho de tener una idea no significa nada más que estamos seguros de tener una idea, pero no de que lo que esa idea representa exista. Para dar respuesta a este difícil problema nuestro filósofo recurre al análisis de la naturaleza de las ideas, ya que lo único que podemos afirmar hasta ahora es que el pensamiento piensa ideas. En primer lugar, distingue en ellas un doble aspecto: en cuanto que son actos de pensamiento, por ejemplo desear, recordar, temer, etc, y en cuanto que son imágenes que representan algo: cuando deseo, deseo algo, cuando recuerdo, recuerdo algo, etc. A este segundo aspecto el filósofo lo denomina “realidad objetiva de las ideas”. En segundo lugar distingue tres tipos de ideas: ● Adventicias: Son las ideas que parecen provenir del exterior y son la causa de la percepción sensible. De existir el mundo, algo que todavía no ha demostrado, serían copias más o menos fieles de la realidad alojadas en la mente (las sensaciones, imágenes) que han sido obtenidas a través de la percepción del mundo. ● Facticias: Aquellas ideas producto de nuestra imaginación. Las construye la mente a partir de otras ideas. Ejemplo el ser mítico Pegaso. ● Innatas: son aquellas que poseemos antes de cualquier experiencia o contacto con el mundo. De alguna forma nacemos con una lógica básica que nos permite aprender y conocer el universo y a Dios. Brotan de manera natural, espontánea e inmediata de nuestro pensamiento, ideas cuya existencia corresponde a nuestra naturaleza. Ejemplos de ideas innatas son el pensamiento, la existencia, la idea de infinito, etc. que son conocidas por una percepción inmediata de la intuición. Demostración de la existencia de Dios Las argumentaciones que desarrolla Descartes para demostrar la existencia de Dios son de las más farragosas y difíciles de entender para aquellas personas que no estén familiarizadas, con lo que el propio autor, denomina “ los términos de la escuela”. Basicamente todas menos una (argumento ontológico) siguen el mismo esquema. En las Meditaciones metafísicas parte de la idea de Infinito como acto mental y concluye que debe haber una realidad objetiva de esa idea que sea la causa proporcionada de que yo la tenga. En resumidas cuentas, si yo poseo la idea de infinito y no soy infinito, debe haber algo infinito (realidad objetiva) que es la causa de que yo la tenga (acto mental). En la parte cuarta del Discurso del Método recurre a una argumentación similar apoyada ahora en la idea de perfección: tras demostrar que la idea de perfección no ha sido producida por mí porque yo no soy perfecto concluye dos cosas: 1. debe haber sido producida por una naturaleza perfecta que es la realidad objetiva del acto mental que yo poseo. (Argumento gnoseológico) 16
  • 17. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG 2. ya que yo no soy perfecto, debo haber sido creado por alguien que es, además de la realidad objetiva de la idea de perfección que hay en mí, también la causa de mi ser compuesto. (Argumento cosmológico) Con las argumentaciones anteriores se llega a la conclusión de que la naturaleza de Dios incluye todas las perfecciones de las que yo carezco y que, por tanto, este ser debe existir. Si no existiera no sería tan perfecto, ya que le faltaría la existencia. Este es el conocido argumento ontológico. En lo esencial, este argumento mantiene que concebir a Dios es casi la misma cosa que concebir que existe ya que en la idea de Dios está concebida su existencia, del mismo modo que en la en la idea de triángulo está el que la suma de los tres ángulos internos sea igual a dos rectos. “…mientras que, volviendo a examinar la idea que yo tenía de un ser perfecto, encontraba que la existencia estaba comprendida en ella, del mismo modo que está en la del triángulo que sus tres lados sean iguales a dos rectos, o en la de una esfera que todas sus partes son igualmente distantes de su centro, o aún más evidentemente; y que, por consiguiente, es por lo menos tan cierto que Dios, que es ese ser perfecto, es o existe, como cualquier demostración de la geometría lo pueda ser”. (Discurso del Método, IV) Dios garante de criterio de verdad Una vez demostrada la existencia de Dios y reconocida su naturaleza como la suma de todas las perfecciones, puede afirmarse su bondad y veracidad, y proceder a rechazar la hipótesis del genio maligno engañador. La veracidad divina garantiza que no me engaño al pensar que son verdaderas aquellas proposiciones que concibo clara y distintamente. Demostración de la existencia de la sustancia extensa Una vez que contamos con un criterio y que éste está garantizado por Dios, lo que de hecho significa que la sustancia infinita garantiza la capacidad de la razón humana para encontrar la verdad, siempre que utilice el método racional adecuadamente, el filósofo puede abordar la existencia de las realidades corpóreas. Está fuera de toda duda que yo poseo ideas sobre realidades exteriores a mi pensamiento. No es probable que mi pensamiento sea la causa de ellas, ni tampoco que Dios pretenda engañarme poniendo en mi tales ideas como provenientes de las cosas. Por tanto deben existir las realidades materiales, o cuerpos que producen en mi dichas ideas. Ahora bien, el criterio de claridad y distinción no me garantiza nada más que aquellas cualidades objetivas de los cuerpos como son su extensión, movimiento, figura, situación, duración o número, pero no aquellas cualidades secundarias o subjetivas como son el sabor, o el olor. ¿Qué función asigna, entonces, a las cualidades secundarias o sensaciones subjetivas? ¿Qué utilidad tienen nuestros sentidos? Para el filósofo poseen una función estrictamente utilitaria para la vida, pero no tienen nada que ver con la búsqueda de la verdad. Las sensaciones nos enseñan lo que nos conviene y lo que nos perjudica ( el fuego quema, el agua calma la sed), pero no nos enseñan nada sobre la verdad de las cosas, ya que este cometido es exclusivo de la razón y no tiene nada que ver con los sentidos. ¿Y qué ocurre cuando nos equivocamos?. Si nos equivocamos, el error no será atribuíble obviamente a Dios, ni tampoco a nuestra razón, ya que ésta bien dirigida llegará a la verdad, sino a nuestro juicios precipitados sobre la realidad. No es cierto que nuestros sentidos nos proporcionen información falsa sobre la realidad, nos engañamos nosotros al interpretar erróneamente, ya sea por precipitación ya sea por prevención, los datos que nos proporcionan. 17
  • 18. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG En definitiva, los sentidos ni nos engañan ni nos enseñan nada sobre la verdad. Es necesaria la razón para captar la estructura inteligible de la realidad de un modo muy parecido a como afirmara Galileo. Estructura de la realidad: las tres sustancias El concepto de sustancia es el pilar fundamental de la metafísica Cartesiana. De acuerdo como entiende el racionalismo y el propio Descartes el concepto de sustancia (aquello que no necesita de otra cosa para existir) sólo Dios podría ser considerado sustancia porque el resto de los seres le necesitan para existir. Sin embargo Descartes distingue tres sustancias: Dios o la sustancia infinita o divina, la sustancia pensante (res cogitans) y la sustancia extensa (res extensa). Ahora bien, lo que percibimos no son las sustancias como tales, sino atributos de sustancias. Un atributo es aquello por lo cual una sustancia se distingue de otra y es pensada por sí misma. Los atributos dependen de la sustancia y son inmutables. El atributo esencial constituye la naturaleza de una sustancia. Cada sustancia tiene un atributo esencial: pensamiento (res cogitans), perfección (Dios), extensión (res extensa). Los atributos esenciales se identifican con la sustancia. Todas las demás propiedades son modificaciones de este rasgo esencial (la figura y el movimiento en el caso de los cuerpos de los cuerpos, los diferentes modos de pensar como la imaginación, el sentimiento y la voluntad en el caso de las mentes). El pensamiento cartesiano se incluye en el contexto mecanicista: admisión exclusiva de la cantidad, el número, el movimiento local. Se excluye cualquier otro tipo de fuerzas que no sean las mecánicas, es decir, las productoras del movimiento, así como se niega la finalidad. Descartes aplica el mecanicismo a la vida de los vegetales y animales, a los que considera como meros autómatas sin conciencia A ello se ve abocado por su estricta separación entre la res cogitans y la res extensa. De modo que, en el caso del hombre no se da unión sustancial, porque los atributos de las dos sustancias que lo componen son distintos entre sí. El hombre no es una sustancia compuesta de otras dos incompletas, sino completas. Al tratarse de dos sustancias separadas, el cuerpo no es más que una máquina acoplada y guiada por el espíritu, que guarda la misma relación con el cuerpo que la que existe entre piloto y nave. 18
  • 19. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG 3.- Textos Selecionados de Descartes 5.4. DESCARTES: Discurso del Método. II, IV (Trad. G. Quintas Alonso). Ed. Alfaguara. Madrid. 1981, pp. 14-18, 24-30. SEGUNDA PARTE Pero al igual que un hombre que camina solo y en la oscuridad, tomé la resolución de avanzar tan lentamente y de usar tal circunspección en todas las cosas que aunque avanzase muy poco, al menos me cuidaría al máximo de caer. Por otra parte, no quise comenzar a rechazar por completo algunas de las opiniones que hubiesen podido deslizarse durante otra etapa de mi vida en mis creencias sin haber sido asimiladas en la virtud de la razón, hasta que no hubiese empleado el tiempo suficiente para completar el proyecto emprendido e indagar el verdadero método con el fin de conseguir el conocimiento de todas las cosas de las que mi espíritu fuera capaz. Había estudiado un poco, siendo más joven, la lógica de entre las partes de la filosofía; de las matemáticas el análisis de los geómetras y el álgebra. Tres artes o ciencias que debían contribuir en algo a mi propósito. Pero habiéndolas examinado, me percaté que en relación con la lógica, sus silogismos y la mayor parte de sus reglas sirven más para explicar a otro cuestiones ya conocidas o, también, como sucede con el arte de Lulio, para hablar sin juicio de aquellas que se ignoran que para llegar a conocerlas. Y si bien la lógica contiene muchos preceptos verdaderos y muy adecuados, hay, sin embargo, mezclados con estos otros muchos que o bien son perjudiciales o bien superfluos, de modo que es tan difícil separarlos como sacar una Diana o una Minerva de un bloque de mármol aún no trabajado. Igualmente, en relación con el análisis de los antiguos o el álgebra de los modernos, además de que no se refieren sino a muy abstractas materias que parecen carecer de todo uso, el primero está tan circunscrito a la consideración de las figuras que no permite ejercer el entendimiento sin fatigar excesivamente la imaginación. La segunda está tan sometida a ciertas reglas y cifras que se ha convertido en un arte confuso y oscuro capaz de distorsionar el ingenio en vez de ser una ciencia que favorezca su desarrollo. Todo esto fue la causa por la que pensaba que era preciso indagar otro método que, asimilando las ventajas de estos tres, estuviera exento de sus defectos. Y como la multiplicidad de leyes frecuentemente sirve para los vicios de tal forma que un Estado está mejor regido cuando no existen más que unas pocas leyes que son minuciosamente observadas, de la misma forma, en lugar del gran número de preceptos del cual está compuesta la lógica, estimé que tendría suficiente con los cuatro siguientes con tal de que tomase la firme y constante resolución de no incumplir ni una sola vez su observancia. El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la había conocido evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la precipitación y la prevención, admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera motivo alguno para ponerlo en duda. El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar en tantas parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente. El tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando por los objetos más simples y más fácilmente cognoscibles, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo inclusive un orden entre aquellos que no se preceden naturalmente los unos a los otros. 19
  • 20. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG Según el último de estos preceptos debería realizar recuentos tan completos y revisiones tan amplias que pudiese estar seguro de no omitir nada. Las largas cadenas de razones simples y fáciles, por medio de las cuales generalmente los geómetras llegan a alcanzar las demostraciones más difíciles, me habían proporcionado la ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden ser objeto del conocimiento de los hombres se entrelazan de igual forma y que, absteniéndose de admitir como verdadera alguna que no lo sea y guardando siempre el orden necesario para deducir unas de otras, no puede haber algunas tan alejadas de nuestro conocimiento que no podamos, finalmente, conocer ni tan ocultas que no podamos llegar a descubrir. No supuso para mi una gran dificultad el decidir por cuales era necesario iniciar el estudio: previamente sabía que debía ser por las más simples y las más fácilmente cognoscibles. Y considerando que entre todos aquellos que han intentado buscar la verdad en el campo de las ciencias, solamente los matemáticos han establecido algunas demostraciones, es decir, algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba que debía comenzar por las mismas que ellos habían examinado. No esperaba alcanzar alguna unidad si exceptuamos el que habituarían mi ingenio a considerar atentamente la verdad y a no contentarse con falsas razones. Pero, por ello, no llegué a tener el deseo de conocer todas las ciencias particulares que comúnmente se conocen como matemáticas, pues viendo que aunque sus objetos son diferentes, sin embargo, no dejan de tener en común el que no consideran otra cosa, sino las diversas relaciones y posibles proporciones que entre los mismos se dan, pensaba que poseían un mayor interés que examinase solamente las proporciones en general y en relación con aquellos sujetos que servirían para hacer más cómodo el conocimiento. Es más, sin vincularlas en forma alguna a ellos para poder aplicarlas tanto mejor a todos aquellos que conviniera. Posteriormente, habiendo advertido que para analizar tales proporciones tendría necesidad en alguna ocasión de considerar a cada una en particular y en otras ocasiones solamente debería retener o comprender varias conjuntamente en mi memoria, opinaba que para mejor analizarlas en particular, debía suponer que se daban entre líneas puesto que no encontraba nada más simple ni que pudiera representar con mayor distinción ante mi imaginación y sentidos; pero para retener o considerar varias conjuntamente, era preciso que las diera a conocer mediante algunas cifras, lo más breves que fuera posible. Por este medio recogería lo mejor que se da en el análisis geométrico y en el álgebra, corrigiendo, a la vez, los defectos de una mediante los procedimientos de la otra. Y como, en efecto, la exacta observancia de estos escasos preceptos que había escogido, me proporcionó tal facilidad para resolver todas las cuestiones, tratadas por estas dos ciencias, que en dos o tres meses que empleé en su examen, habiendo comenzado por las más simples y más generales, siendo, a la vez, cada verdad que encontraba una regla útil con vistas a alcanzar otras verdades, no solamente llegué a concluir el análisis de cuestiones que en otra ocasión había juzgado de gran dificultad, sino que también me pareció, cuando concluía este trabajo, que podía determinar en tales cuestiones en qué medios y hasta dónde era posible alcanzar soluciones de lo que ignoraba. En lo cual no pareceré ser excesivamente vanidoso si se considera que no habiendo más que un conocimiento verdadero de cada cosa, aquel que lo posee conoce cuanto se puede saber. Así un niño instruido en aritmética, habiendo realizado una suma según las reglas pertinentes puede estar seguro de haber alcanzado todo aquello de que es capaz el ingenio humano en lo relacionado con la suma que él examina. Pues el método que nos enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar verdaderamente todas las circunstancias de lo que se investiga, contiene todo lo que confiere certeza a las reglas de la Aritmética. Pero lo que me producía más agrado de este método era que siguiéndolo estaba seguro de utilizar en todo mi razón, si no de un modo absolutamente perfecto, al menos de la mejor forma 20
  • 21. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG que me fue posible. Por otra parte, me daba cuenta de que la práctica del mismo habituaba progresivamente mi ingenio a concebir de forma más clara y distinta sus objetos y puesto que no lo había limitado a materia alguna en particular, me prometía aplicarlo con igual utilidad a dificultades propias de otras ciencias al igual que lo había realizado con las del Álgebra. Con esto no quiero decir que pretendiese examinar todas aquellas dificultades que se presentasen en un primer momento, pues esto hubiera sido contrario al orden que el método prescribe. Pero habiéndome prevenido de que sus principios deberían estar tomados de la filosofía, en la cual no encontraba alguno cierto, pensaba que era necesario ante todo que tratase de establecerlos. Y puesto que era lo más importante en el mundo y se trataba de un tema en el que la precipitación y la prevención eran los defectos que más se debían temer, juzgué que no debía intentar tal tarea hasta que no tuviese una madurez superior a la que se posee a los veintitrés años, que era mi edad, y hasta que no hubiese empleado con anterioridad mucho tiempo en prepararme, tanto desarraigando de mi espíritu todas las malas opiniones y realizando un acopio de experiencias que deberían constituir la materia de mis razonamientos, como ejercitándome siempre en el método que me había prescrito con el fin de afianzarme en su uso cada vez más. CUARTA PARTE No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones allí realizadas, pues son tan metafísicas y tan poco comunes, que no serán del gusto de todos. Y sin embargo, con el fin de que se pueda opinar sobre la solidez de los fundamentos que he establecido, me encuentro en cierto modo obligado a referirme a ellas. Hacía tiempo que había advertido que, en relación con las costumbres, es necesario en algunas ocasiones opiniones muy inciertas tal como si fuesen indudables, según he advertido anteriormente. Pero puesto que deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba que era preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de hacer esto, no quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable. Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro estaba sujeto a error, rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como demostraciones. Y, finalmente, considerado que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces habían alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura que todas las extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba. Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía fingir que carecía de cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el contrario, sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras cosas, se seguía muy evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con 21
  • 22. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG sólo que hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido verdadero, no tenía razón alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a conocer a partir de todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no reside sino en pensar y que tal sustancia, para existir, no tiene necesidad de lugar alguno ni depende de cosa alguna material. De suerte que este yo, es decir, el alma, en virtud de la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo, más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de ser todo lo que es. Analizadas estas cuestiones, reflexionaba en general sobre todo lo que se requiere para afirmar que una proposición es verdadera y cierta, pues, dado que acababa de identificar una que cumplía tal condición, pensaba que también debía conocer en qué consiste esta certeza. Y habiéndome percatado que nada hay en pienso, luego soy que me asegure que digo la verdad, a no ser que yo veo muy claramente que para pensar es necesario ser, juzgaba que podía admitir como regla general que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas; no obstante, hay solamente cierta dificultad en identificar correctamente cuáles son aquellas que concebimos distintamente. A continuación, reflexionando sobre que yo dudaba y que, en consecuencia, mi ser no era omniperfecto pues claramente comprendía que era una perfección mayor el conocer que el dudar, comencé a indagar de dónde había aprendido a pensar en alguna cosa más perfecta de lo que yo era; conocí con evidencia que debía ser en virtud de alguna naturaleza que realmente fuese más perfecta. En relación con los pensamientos que poseía de seres que existen fuera de mi, tales como el cielo, la tierra, la luz, el calor y otros mil, no encontraba dificultad alguna en conocer de dónde provenían pues no constatando nada en tales pensamientos que me pareciera hacerlos superiores a mi, podía estimar que si eran verdaderos, fueran dependientes de mi naturaleza, en tanto que posee alguna perfección; si no lo eran, que procedían de la nada, es decir, que los tenía porque había defecto en mi. Pero no podía opinar lo mismo acerca de la idea de un ser más perfecto que el mío, pues que procediese de la nada era algo manifiestamente imposible y puesto que no hay una repugnancia menor en que lo más perfecto sea una consecuencia y esté en dependencia de lo menos perfecto, que la existencia en que algo proceda de la nada, concluí que tal idea no podía provenir de mí mismo. De forma que únicamente restaba la alternativa de que hubiese sido inducida en mí por una naturaleza que realmente fuese más perfecta de lo que era la mía y, también, que tuviese en sí todas las perfecciones de las cuales yo podía tener alguna idea, es decir, para explicarlo con una palabra que fuese Dios. A esto añadía que, puesto que conocía algunas perfecciones que en absoluto poseía, no era el único ser que existía (permitidme que use con libertad los términos de la escuela), sino que era necesariamente preciso que existiese otro ser más perfecto del cual dependiese y del que yo hubiese adquirido todo lo que tenía. Pues si hubiese existido solo y con independencia de todo otro ser, de suerte que hubiese tenido por mi mismo todo lo poco que participaba del ser perfecto, hubiese podido, por la misma razón, tener por mi mismo cuanto sabía que me faltaba y, de esta forma, ser infinito, eterno, inmutable, omnisciente, todopoderoso y, en fin, poseer todas las perfecciones que podía comprender que se daban en Dios. Pues siguiendo los razonamientos que acabo de realizar, para conocer la naturaleza de Dios en la medida en que es posible a la mía, solamente debía considerar todas aquellas cosas de las que encontraba en mí alguna idea y si poseerlas o no suponía perfección; estaba seguro de que ninguna de aquellas ideas que indican imperfección estaban en él, pero sí todas las otras. De este modo me percataba de que la duda, la inconstancia, la tristeza y cosas semejantes no pueden estar en Dios, puesto que a mi mismo me hubiese complacido en alto grado el verme libre de ellas. Además de esto, tenía idea de varias cosas sensibles y corporales; pues, aunque supusiese que soñaba y que todo lo que veía o 22
  • 23. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG imaginaba era falso, sin embargo, no podía negar que esas ideas estuvieran verdaderamente en mi pensamiento. Pero puesto que había conocido en mí muy claramente que la naturaleza inteligente es distinta de la corporal, considerando que toda composición indica dependencia y que ésta es manifiestamente un defecto, juzgaba por ello que no podía ser una perfección de Dios al estar compuesto de estas dos naturalezas y que, por consiguiente, no lo estaba; por el contrario, pensaba que si existían cuerpos en el mundo o bien algunas inteligencias u otras naturalezas que no fueran totalmente perfectas, su ser debía depender de su poder de forma tal que tales naturalezas no podrían subsistir sin él ni un solo momento. Posteriormente quise indagar otras verdades y habiéndome propuesto el objeto de los geómetras, que concebía como un cuerpo continuo o un espacio indefinidamente extenso en longitud, anchura y altura o profundidad, divisible en diversas partes, que podían poner diversas figuras y magnitudes, así como ser movidas y trasladadas en todas las direcciones, pues los geómetras suponen esto en su objeto, repasé algunas de las demostraciones más simples. Y habiendo advertido que esta gran certeza que todo el mundo les atribuye, no está fundada sino que se las concibe con evidencia, siguiendo la regla que anteriormente he expuesto, advertí que nada había en ellas que me asegurase de la existencia de su objeto. Así, por ejemplo, estimaba correcto que, suponiendo un triángulo, entonces era preciso que sus tres ángulos fuesen iguales a dos rectos; pero tal razonamiento no me aseguraba que existiese triángulo alguno en el mundo. Por el contrario, examinando de nuevo la idea que tenía de un Ser Perfecto, encontraba que la existencia estaba comprendida en la misma de igual forma que en la del triángulo está comprendida la de que sus tres ángulos sean iguales a dos rectos o en la de una esfera que todas sus partes equidisten del centro e incluso con mayor evidencia. Y, en consecuencia, es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto, es o existe como lo pueda ser cualquier demostración de la geometría. Pero lo que motiva que existan muchas personas persuadidas de que hay una gran dificultad en conocerle y, también, en conocer la naturaleza de su alma, es el que jamás elevan su pensamiento sobre las cosas sensibles y que están hasta tal punto habituados a no considerar cuestión alguna que no sean capaces de imaginar (como de pensar propiamente relacionado con las cosas materiales), que todo aquello que no es imaginable, les parece ininteligible. Lo cual es bastante manifiesto en la máxima que los mismos filósofos defienden como verdadera en las escuelas, según la cual nada hay en el entendimiento que previamente no haya impresionado los sentidos. En efecto, las ideas de Dios y el alma nunca han impresionado los sentidos y me parece que los que desean emplear su imaginación para comprenderlas, hacen lo mismo que si quisieran servirse de sus ojos para oír los sonidos o sentir los olores. Existe aún otra diferencia: que el sentido de la vista no nos asegura menos de la verdad de sus objetos que lo hacen los del olfato u oído, mientras que ni nuestra imaginación ni nuestros sentidos podrían asegurarnos cosa alguna si nuestro entendimiento no interviniese. En fin, si aún hay hombres que no están suficientemente persuadidos de la existencia de Dios y de su alma en virtud de las razones aducidas por mí, deseo que sepan que todas las otras cosas, sobre las cuales piensan estar seguros, como de tener un cuerpo, de la existencia de astros, de una tierra y cosas semejantes, son menos ciertas. Pues, aunque se tenga una seguridad moral de la existencia de tales cosas, que es tal que, a no ser que se peque de extravagancia, no se puede dudar de las mismas, sin embargo, a no ser que se peque de falta de razón, cuando se trata de una certeza metafísica, no se puede negar que sea razón suficiente para no estar enteramente seguro el haber constatado que es posible imaginarse de igual forma, estando dormido, que se tiene otro cuerpo, que se ven otros astros y otra tierra, sin que exista ninguno de tales seres. Pues ¿cómo podemos saber que los pensamientos tenidos en el sueño son más falsos que los otros, dado que frecuentemente no tienen vivacidad y claridad 23
  • 24. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG menor? Y aunque los ingenios más capaces estudien esta cuestión cuanto les plazca, no creo puedan dar razón alguna que sea suficiente para disipar esta duda, si no presuponen la existencia de Dios. Pues, en primer lugar, incluso lo que anteriormente he considerado como una regla (a saber: que lo concebido clara y distintamente es verdadero) no es válido más que si Dios existe, es un ser perfecto y todo lo que hay en nosotros procede de él. De donde se sigue que nuestras ideas o nociones, siendo seres reales, que provienen de Dios, en todo aquello en lo que son claras y distintas, no pueden ser sino verdaderas. De modo que, si bien frecuentemente poseemos algunas que encierran falsedad, esto no puede provenir sino de aquellas en las que algo es confuso y oscuro, pues en esto participan de la nada, es decir, que no se dan en nosotros sino porque no somos totalmente perfectos. Es evidente que no existe una repugnancia menor en defender que la falsedad o la imperfección, en tanto que tal, procedan de Dios, que existe en defender que la verdad o perfección proceda de la nada. Pero si no conocemos que todo lo que existe en nosotros de real y verdadero procede de un ser perfecto e infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas, no tendríamos razón alguna que nos asegurara de que tales ideas tuviesen la perfección de ser verdaderas. Por tanto, después de que el conocimiento de Dios y el alma nos han convencido de la certeza de esta regla, es fácil conocer que los sueños que imaginamos cuando dormimos, no deben en forma alguna hacernos dudar de la verdad de los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos. Pues, si sucediese, inclusive durmiendo, que se tuviese alguna idea muy distinta como, por ejemplo, que algún geómetra lograse alguna nueva demostración, su sueño no impediría que fuese verdad. Y en relación con el error más común de nuestros sueños, consistente en representamos diversos objetos de la misma forma que la obtenida por los sentidos exteriores, carece de importancia el que nos dé ocasión para desconfiar de la verdad de tales ideas, pues pueden inducirnos a error frecuentemente sin que durmamos como sucede a aquellos que padecen de ictericia que todo lo ven de color amarillo o cuando los astros u otros cuerpos demasiado alejados nos parecen de tamaño mucho menor del que en realidad poseen. <> Pues, bien, estemos en estado de vigilia o bien durmamos, jamás debemos dejarnos persuadir sino por la evidencia de nuestra razón. Y es preciso señalar, que yo afirmo, de nuestra razón y no de nuestra imaginación o de nuestros sentidos, pues aunque vemos el sol muy claramente no debemos juzgar por ello que no posea sino el tamaño con que lo vemos y fácilmente podemos imaginar con cierta claridad una cabeza de león unida al cuerpo de una cabra sin que sea preciso concluir que exista en el mundo una quimera, pues la razón no nos dicta que lo que vemos o imaginamos de este modo, sea verdadero. Por el contrario nos dicta que todas nuestras ideas o nociones deben tener algún fundamento de verdad, pues no sería posible que Dios, que es sumamente perfecto y veraz, las haya puesto en nosotros careciendo del mismo. Y puesto que nuestros razonamientos no son jamás tan evidentes ni completos durante el sueño como durante la vigilia, aunque algunas veces nuestras imágenes sean tanto o más vivas y claras, la razón nos dicta igualmente que no pudiendo nuestros pensamientos ser todos verdaderos, ya que nosotros no somos omniperfectos, lo que existe de verdad debe encontrarse infaliblemente en aquellos que tenemos estando despiertos más bien que en los que tenemos mientras soñamos. 4.- Guía de lectura del Discurso del Método 24
  • 25. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG Parte II Nos habla de su método, inspirado en las matemáticas, de los supuestos del proyecto emprendido de encontrar la verdad y de la aplicación de las reglas de su método a las matemáticas. Descartes pretende analizar todas la opiniones y creencias que hasta ahora ha recibido para comprobar mediante su razón si son o no verdaderas. Esto exige actuar con mucha prudencia y contar con un método que le ayude al determinar si sus opiniones son ciertas. Hasta lograrlo nuestro autor no rechazará ninguna opinión ni admitirá nuevos conocimientos. Descartes elabora su método utilizando elementos de la lógica y las matemáticas. En todas ellas encuentra defectos y dificultades por eso se propone encontrar un método que “asimilando las ventajas de estos tres, estuviera exento de sus defectos” Este método constará sólo de cuatro reglas. Mejor pocas y tomar la determinación de seguirlas siempre. La primera regla es la evidencia. La razón encuentra la evidencia cuando percibe con claridad y distinción. Cuando nos encontramos ante una cuestión compleja cuya verdad no sea evidente deberemos usar la segunda regla a, a saber, el análisis. Esto supone dividir la dificultad en tantas cuestiones simples como sea necesario para que puedan ser intuidas. 25
  • 26. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG La tercera regla o regla de la síntesis permite a la razón ascender desde los elementos simples a otros elementos cuya verdad depende de los primeros. En definitiva esta regla nos permite descifrar lo no evidente de modo inmediato y finalmente conocerlo. Por último, la enumeración impone un repaso y recuento de los pasos dados en el análisis y en la síntesis. Las reglas del análisis, de la síntesis y de la enumeración regulan el funcionamiento de la deducción, mientras que la evidencia regula el funcionamiento de la intuición. A continuación se refiere a los supuestos del proyecto que ha emprendido y que no es otro que la búsqueda de la verdad a través de un método adecuado. Los supuestos a los que nos referimos son la unidad de la razón ( ya que es la misma en todos nosotros y única, se aplique a la materia que se aplique) y la unidad del saber o conocimiento adquirido a través de ella. Según este segundo supuesto, todas las ciencias no son sino manifestaciones de un saber único. Por último, si tenemos en cuenta los dos supuestos anteriores, podemos afirmar que el método utilizado en todas las ciencias puede ser el mismo. Este método será, precísamente, aquel que ha obtenido tan buenos resultados, el matemático o deductivo. nº 1. Unidad de razón y de saber Inspirado en el método geométrico que procede de modo deductivo a partir de unos principios evidentes, el autor supone la unidad del conocimiento a partir de la unidad de razón: existe el mismo encadenamiento lógico-deductivo en todos los campos del saber. Es necesario empezar a aplicar estos principios a las ciencias y decide hacerlo en aquel campo que ha “logrado establecer algunas demostraciones”, las matemáticas. Para el estudio de las mismas, tiene en cuenta que todas tienen algo de particular, pero que también todas tienen algo en común. Por eso decide centrarse en esto segundo, es decir, en lo que tienen en común. A continuación afirma que lo que todas tienen en común es la consideración de “las diversas relaciones y posibles proporciones” sin tomar en cuenta los objetos a los que se aplican, es decir, sin vincular o interpretar estas relaciones y proporciones. En definitiva, lo que se propone el filósofo-matemático es estudiar las proporciones y relaciones entre magnitudes independientemente de los objetos a los que pertenezcan esas magnitudes. “Es más, sin vincularlas en forma alguna a ellos para poder aplicarlas tanto mejor a todos aquellos que conviniera”. Posteriormente, para analizar tales proporciones decide “darlas a conocer mediante algunas cifras lo más breves que fuera posible”, es decir numericamente. Esto, obviamente debe traducirse en una matematización de la realidad y en una idealización de la misma al estilo de Galileo. Descartes describe como supo unir la geometría y el álgebra extrayendo lo positivo de ambas ramas de la matemática y eliminando lo negativo. Lo mejor del análisis geométrico es su capacidad de representación gráfica. Lo positivo que ha tomado su método del álgebra es el uso de símbolos que 26
  • 27. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG permiten representar y simplificar relaciones entre dimensiones. Uniendo ambas cosas Descartes descubre la Geometría Analítica que dota a la geometría de procedimientos algebráicos y otorga un significado a las operaciones de álgebra a través de una interpretación geométrica. nº 2. Aplicación del método a las matemáticas La aplicación de su método a las matemáticas (geometría y análisis o álgebra) le permite alcanzar una certeza absoluta en cuestiones que antes mostraban alguna dificultad gracias a que ha sido capaz de partir de lo más simple y seguir un proceso deductivo. Los éxitos obtenidos con la geometría y el álgebra demuestran que el método es bueno y fecundo y por tanto se propone aplicarlo para resolver las dificultades de otras ciencias. nº 3. Supuesto de la unidad de método El proceso deductivo (en que consiste su método) puede ser de utilidad en otras ciencias porque facilita la adquisición de evidencias y garantiza el uso correcto de la razón. Antes de la aplicación a otras ciencias el autor considera necesario establecer los principios de todas ellas, principios que deberán ser tomados de la filosofía, entendida ahora como metafísica (fundante) o ciencia de los primeros principios. Esto es lo que hará en la parte IV Parte IV Se propone fundamentar el edificio del conocimiento, el arbol de la ciencia, encontrando o identificando sus primeros principios, sus primeras certezas. Descartes es consciente de que este empeño es difícil y de carácter metafísico. Aunque propiamente hablando el primer principio (“la primera verdad que buscaba”, dirá) es el cógito o yo, ya que los otros se deducen de él, es corriente considerar al yo, Dios y mundo como los primeros principios. Descartes aplica el método inicialmente sólo a lo teórico y no a las costumbres o ámbito moral porque mientras encuentra las verdades que busca no puede dejar de vivir y tal vez, aunque no lo reconoce así, por miedo a las presiones de la iglesiahttps://docs.google.com/document/d/1U9GbieoNTB5BnYe4QVOXy9EJGRt1TAGAY9yf6NkV_Y/edit#https://docs.google.com/document/d/1U9GbieoNTB5BnYe4QVOXy9EJGRt1TAGAY9yf6NkV_Y/edit# católica. Decide buscar la verdad poniendo a duda todos los conocimientos para ver si así encuentra alguno inmune a toda duda, es decir, indudable. Siguiendo este procedimiento encuentra diferentes motivos para dudar o diferentes niveles de duda: ● falacia de los sentidos ● errores de la razón (paralogismos) ● Imposibilidad de distinción entre la vigilia y el sueño 27
  • 28. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG nº 4. Primera verdad Inmediatamente aparece la primera verdad, el yo, concebida con claridad y distinción y por tanto evidente, cierta. Esta primera verdad es asumida como el primer principio de la filosofía. nº 5. Análisis del “yo” y dualismo antropológico A continuación el filósofo analiza la naturaleza del yo, este primer principio encontrado, y concluye que su naturaleza consiste en pensar, que es distinta del cuerpo y más fácil de conocer que él. Dualismo antropológico, aunque todavía no ha demostrado que exista su cuerpo. nº 6. El criterio de certeza Una vez que ha encontrado una primera verdad, se propone usarla para descubrir otras: como regla general, considerará verdad lo que conciba con la misma claridad y ditinción que esta primera, el cógito. Ahora se dispone a demostrar la verdad del segundo principio, Dios, mediante tres argumentos y el recurso a la idea de perfección. nº 7 Primera demostración de la existencia de Dios. Argumento gnoseológico. ● El ser perfecto, Dios, es la causa de la idea de perfección que hay en mi: 1.- Si dudo no soy completamente perfecto porque dudar es una perfección menor que conocer. 2·- Sin embargo, poseo la idea de un ser perfecto. a) Esta idea no puede proceder de la nada porque esto es imposible. b) Tampoco puede proceder de lo imperfecto (de mi): por tanto, la idea de perfección no puede proceder de mi mismo. 3.- La idea de perfección ha sido inducida en mí por una naturaleza más perfecta que la mía, es decir, Dios. Dios es la realidad objetiva de la idea de perfección que yo poseo nº 8 Segunda demostración de la existencia de Dios. ARGUMENTO COSMOLÓGICO. ● La idea central de esta argumentación da por supuestos que el ser contingente necesita un ser necesario para una explicación suficiente de su existencia. En 28
  • 29. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG Descartes: Dios es la causa de las naturalezas compuestas e imperfectas entre las que me encuentro yo. 1.- Descartes se propone considerar “ todas aquellas cosas de las que encontraba en mi alguna idea y si poseerlas o no suponía perfección”. 2.- Siguiendo este proceso percibe con evidencia (o más bien retoma esta evidencia porque ya la había demostrado) que existe una composición sustancial (composición de "dos naturalezas") en el ser humano. 3.- De lo anterior se desprende que: a) la composición indica dependencia. b) la composición supone un defecto. 4.- Por tanto: a) Dios, como ser perfecto que es, no puede estar compuesto. b) Las naturalezas imperfectas (compuestas) han adquirido de Él las perfecciones que poseen. c) De no ser así, habrían adquirido de sí mismas sus propias perfecciones y entonces serían omniperfectas (quien parte y reparte se lleva la mejor parte) y eso es evidente que no es así porque yo percibo con claridad que soy imperfecto y compuesto. 5.- Conclusión: Dios es la causa de la existencia de las naturalezas compuestas e imperfectas y lo necesitan (a Dios) para existir. nº 9 Demostración de la existencia de dios a través del argumento ontológico. ● Las pruebas ontológicas de la existencia de un Dios pretenden mostrar que por coherencia lógica basta con pensar la noción de un Dios para que no podamos negar su existencia real. 1.- La certeza atribuida a las demostraciones de los geómetras se debe a la evidencia de las mismas. 2.- Sin embargo, esta evidencia no garantiza la existencia del objeto sobre el que versan esas demostraciones (el triángulo, por ejemplo). 3.- No obstante, en lo que al Ser Perfecto se refiere la cosa es distinta, su esencia debe contener su existencia: no puede no existir si es verdad que es perfecto. 4.- La existencia de Dios es, pues, tan cierta como cualquier demostración de la geometría. 29
  • 30. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG A pesar de todo, creen algunos (probablemente se refiere a la tradición aristotélico-tomista, de corte empirista que solo consideran verdadero aquello que pueden percibir) que lo que no se puede imaginar (representación mental de una experiencia sensible) es ininteligible (imposible de conocer): nada hay en el entendimiento, afirman , que antes no haya pasado por los sentidos. Contra ellos presenta dos argumentos: ● El primero viene a afirmar que decir que Dios o el alma no pueden ser inteligibles porque no son imaginables es algo así como pretender oír con los ojos o ver con los oídos. ● El segundo consiste en afirmar que la imaginación por sí sola no contribuye al conocimiento cierto y que si contribuye en algo se debe a la intervención posterior del entendimiento. Si yo saco algo en claro de una experiencia sensible es porque he usado conceptos mentales. nº 10. Certeza metafísica sobre Dios y Alma Dirigido a los que después de lo anterior sigan teniendo dudas porque solo den crédito a sus sentidos, el filósofo afirma que ● del mundo solo podemos tener certeza moral (nos sirve para vivir, su negación es posible) ● de la existencia del alma (yo) y de Dios tenemos una certeza metafísica (su negación es imposible sin contradecirse) nº 11. Dios garante del criterio de certeza A continuación el filósofo afirma que Dios garantiza el criterio de certeza porque es un ser perfecto y de él proviene lo que de perfecto hay en nosotros: nuestras ideas claras y distintas. Así que lo que veamos con claridad y distinción tiene que ser cierto. La falsedad se debe a nuestra imperfección que hace que en ocasiones poseamos ideas confusas y oscuras. Una demostración evidente es verdadera aunque el geómetra la descubra durmiendo. Sin embargo, la viveza de los sueños no debe preocuparnos (nos preocupa porque cuando son muy vivaces parecen reales, y al despertar y comprobar que no lo son, este hecho nos hace dudar de las percepciones sensibles que tenemos cuando estamos despiertos) porque ella (la viveza) no es un criterio de verdad ni siquiera cuando usamos los sentidos estando despiertos. n º 12. La evidencia de la razón es de fiar aunque estemos dormidos Así que si la viveza no es criterio de nada despiertos, menos aún cuando estamos dormidos. En consecuencia, despiertos o dormidos sólo debemos dejarnos persuadir por la evidencia de la razón (no de los sentidos o la imaginación). Si la razón juzga que algo es verdadero, lo 30
  • 31. Materiales de Descartes pacoPRoFeBLoG es. n º 13. Demostración de la realidad extramental Y esto es así ahora, además de porque Dios es perfecto (esto ya lo sabíamos), porque es veraz (teoría de la veracidad divina). De modo que no puede ser que yo piense que mis ideas claras y distintas tienen un fundamento objetivo y que no sea así Por otra parte, los razonamientos más claros los tenemos mientras estamos despiertos. En conclusión:¿Qué fue de los diversos motivos de la duda? ● ● ● ● La falacia de los sentidos: aunque seguimos sin poder fiarnos de ellos, afortunadamente quien decide sobre la verdad de lo que procede de ellos es la razón. Y si ésta considera que algo es claro y distinto, lo será. Genio maligno engañador: descartado gracias a la teoría de la veracidad divina. No es posible que yo viva engañado pensando que lo que concibo con claridad y distinción es verdadero y no lo sea porque eso atenta contra la teoría de la veracidad divina. Dios no puede ser un engañador. Imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño: Da lo mismo estar despiertos o dormidos, la evidencia de una demostración es una evidencia estemos despiertos o dormidos. Además, la evidencias más auténticas (mayor claridad y distinción) se dan durante la vigilia. Paralogismos de la razón: La razón en sí misma es infalible porque procede de Dios, que es mi creador y autor de todo lo bueno que hay en mi, así que si me equivoco será cosa mía, no de la razón. Debo evitar entonces la precipitación y estar atento para usarla como debo. 31