La biografía describe la vida de Ataúlfo Argenta, un director de orquesta español que tuvo que superar numerosas dificultades para triunfar en la música. Mostró talento musical desde niño a pesar de la falta de recursos. Estudió piano y violín y desarrolló su carrera en España y el extranjero a pesar de las dos guerras mundiales y la guerra civil española. Finalmente alcanzó el éxito como director de orquesta en España y Europa, hasta que murió de forma inesperada a
2. Biografía
En la ciudad costera de Castro Urdiales, en Cantabria, en el piso tercero de la
calle José María Pereda, número 5, vive el matrimonio formado por Juan
Martín de Argenta y Laura Maza, él jefe de estación de ferrocarril de vía
estrecha que unía Castro Urdiales con Traslaviña y ella, costurera. El 19
de noviembre de 1913 nace en aquella casa un niño al que bautizan con
el nombre de Ataúlfo Exuperio.
El pequeño Ataúlfo escuchaba frecuentemente a su padre, que sabía tocar aceptablemente el piano,
y muchas horas libres las empleaba en tocar sobre todo la música de Bach. Don Juan no puede por
menos que darse cuenta del impacto que causa la música en su hijo y contrata a una profesora, doña
Justa Blanco, con la que estudia solfeo y piano. Y del piano al violín, con Vicente Aznar, un violinista-
pescador o un pescador-violinista. Horas se tiraba el pobre niño esperando ver si picaban o no, para
comenzar sus clases de violín. Y si no picaban, ese día se quedaba sin clase. Ataúlfo llegaría a tocar
bastante bien el violín e incluso la viola. Tenía una voz bonita de tiple y le gustaba cantar en el coro
del que fue pronto solista.
3. La vida de Ataúlfo Argenta fue una carrera de obstáculos, una continua lucha contra
numerosísimas dificultades, lucha que él llevó siempre adelante con un ánimo optimista y
una gran fe en sus posibilidades, lo que unido al continuo apoyo que tuvo por parte de su
mujer, le hizo vencer uno a uno todos esos escollos.
En principio la dificultad estribó en la falta de medios, que su padre, Jefe de Estación de la
ciudad de Castro Urdiales en Cantabria le ayudó a superar, sacrificándose él y toda la
familia al trasladarse a Madrid en busca de una mejor preparación para su hijo.
Cuando parecía superada esa primera prueba, su querido padre muere, dejándole a sus
diecisiete años prácticamente como responsable del mantenimiento económico de su
familia.
El destino parecía triunfar, porque incapaz de ganar el suficiente dinero tocando el piano en
bares y bailongos y estudiando al mismo tiempo, Ataúlfo se ve obligado a abandonar sus
estudios y a trabajar en una oficina de los Ferrocarriles del Estado. Gracias al apoyo de su
entonces novia, Juanita Pallares, no se desvía de su camino, y dejando la oficina, con
esfuerzo y sacrificio continúa sus estudios que acaba con gran éxito perfeccionándolos y
ampliándolos en Bélgica.
De nuevo todo parece sonreírle y a sus veintidós años toca aquí y allí, acompaña a grandes
cantantes como Miguel Fleta, y es maestro interno de la temporada de ópera de Madrid.
4. De nuevo todo parece sonreírle y a sus veintidós años toca aquí y allí, acompaña a
grandes cantantes como Miguel Fleta, y es maestro interno de la temporada de
ópera de Madrid.
Pero otra vez el destino vuelve a actuar e, inesperadamente, Argenta se encuentra
enrolado en un Regimiento de Comunicaciones del bando nacional en plena
Guerra Civil española. Durante la guerra es encarcelado, está a punto de ser
fusilado por el mismo ejército al que pertenecía pesando sobre él la acusación de
espionaje. Le salvó la campana al demostrarse, en el último momento, que la
acusación era falsa.
No obstante, el destino está a punto de vencer nuevamente al enfermar Argenta
gravemente de tifus, pero al final supera esa enfermedad y continúa estudiando
y tocando allá donde encuentra un piano, a veces completamente desvencijado y
en una casa semiderruída por las bombas.
La guerra termina pero no los problemas. El panorama es desolador, y más para
un pianista. Argenta se encuentra en la miseria. Se ha casado con Juanita en
Segovia, durante la guerra, y ella le alienta y anima constantemente. Nace su
segundo hijo y él se ve obligado a dar un concierto en Oviedo al día siguiente. Es
una gran oportunidad para alguien que no quiere dejar la música clásica y vivir
nada más que de la de baile. En el descanso del concierto le llega la noticia de
que ese hijo ha muerto, y Argenta sale a tocar las "Escenas infantiles" de
Schumann con lágrimas en los ojos.
5. Continúan las dificultades y continúan los esfuerzos del joven músico por salvarlas. Una nueva
oportunidad llega (con el apoyo del gran pianista alemán Winfried Wolf) para perfeccionar
su técnica en Alemania. Aquello significa una esperanza, pero significa también el sacrificio
de la separación de su mujer y sus dos hijas, máxime cuando ellas se quedan sin dinero en
un Madrid pobre y destrozado por la guerra.
Estamos en mayo del año 1941 y Argenta comienza su aventura alemana estudiando en el
Conservatorio de Kassel, donde llega pronto a ser Profesor y luego Catedrático, dando
recitales donde puede y adquiriendo un prestigio ganado a pulso. Cuando todo parece
sonreírle y su mujer y sus dos hijas por fin se reúnen con él en Alemania, la virulencia que
alcanza la Segunda Guerra Mundial y el peligro que corren en Alemania le obliga a volver
con su familia a España a finales de 1943.
La vuelta es rocambolesca, y por un bombardeo, se ve separado de Juanita y de sus hijas
mientras da su último concierto en Frankfurt. El tren sale con ellas sin que Ataúlfo haya
podido llegar, y las tres, sin saber nada de él, viven de la caridad durante un par de días en
la estación de París, hasta que de otro tren se baja Argenta, todavía vestido con el frac del
concierto, y se las encuentra en el andén con la consiguiente alegría y emoción.
El gran obstáculo de las dos guerras ha sido salvado y Argenta comienza de nuevo en la España
de la posguerra su carrera, una carrera que está tentado otra vez a abandonar por las
dificultades económicas. En el año 45 tiene tan solo treinta y dos años, mujer y cuatro hijos,
y pocos a su edad han vivido lo que él.
6. Gana por oposición la plaza de pianista de la Orquesta Nacional de España y, al mismo tiempo,
crea la Orquesta de Radio Nacional con la que inicia su carrera como director de orquesta,
asombrando a todos desde el principio por sus increíbles dotes. Esa pequeña pero
espléndida Orquesta trabaja para la Radio casi a diario, dando multitud de conciertos en un
año, aunque al final se disuelve al negarse Argenta a colaborar en una depuración política
de los miembros de la orquesta. De todas formas la experiencia que ha adquirido como
director ya es muy valiosa.
Gracias al apoyo del Marqués de Bolarque logra crear entonces la Orquesta de Cámara de
Madrid, con la que continúa su carrera directoral dando conciertos por toda España.
En 1947 es nombrado director titular de la Orquesta Nacional de España y al año siguiente
hace su debut internacional al frente de la Sinfónica de Londres, con José Iturbi al piano y
ante más de diez mil enfervorizados espectadores.
En tan sólo diez años logra ser uno de los más prestigiosos directores y sin necesidad de dirigir
en los Estados Unidos de América. Es considerado junto a Karajan, Celibidache o Bernstein
uno de los grandes de la dirección, llamados a suceder a los Toscanini, Furtwaengler o
Beecham. El todavía joven Argenta es un ídolo en ciudades como París, Ginebra o Viena, y
no hay orquesta europea, por importante que sea, que no conozca su batuta.
Pero al contrario de lo que pudiera parecer, tampoco esos diez años estuvieron exentos de
adversidades, como pudieron ser el ataque feroz de una tuberculosis intestinal que le retiró
del podium durante seis meses y le acercó a la muerte; o el no menos feroz ataque de unos
cuantos personajes de la época, acusándole de "rojo" por sus declaraciones a un periódico
al hablar del atraso que sufría el mundo de la composición en España debido a nuestro
aislamiento internacional.
7. Argenta supera ese disgusto que le hizo pensar seriamente en el exilio, y supera también su
enfermedad. Se encuentra mejor que nunca y ve como el futuro le sonríe. Le llueven las
ofertas, como por ejemplo una gira por los Estados Unidos de América con la orquesta de la
Suisse Romande, que le había ofrecido la titularidad; o grabaciones sinfónicas que no llegó
a realizar, como las cuatro Sinfonías de Brahms con la Filarmónica de Viena, o las de
Beethoven con la Filarmónica de Israel. El destino, seguramente no sabiendo ya qué hacer
para evitar su éxito, termina con él de una manera estúpida.
En una nevada noche del 21 de enero de 1958, Argenta arranca su coche en el pequeño
garaje de su chalet de Los Molinos, en la sierra madrileña, y al abrir descuidadamente al
mismo tiempo la calefacción, ésta introdujo en el interior del vehículo el monóxido de
carbono producido por el motor, de manera que, en pocos segundos, el destino logró lo que
no había logrado por otros mil medios a lo largo de esos cuarenta y cuatro años de vida de
uno de los más grandes genios de la dirección del siglo XX, de uno de los directores más
preparados y atractivos tanto física como emocionalmente, y de personalidad más
arrebatadora, que ha dado la historia de la música, capaz de dirigir de la manera más
brillante lo mismo un género tan español como la Zarzuela, que la música de Brahms,
Schumann, Stravinsky o Schoemberg.
En muy pocos directores se han dado, como en Ataúlfo Argenta, una fuerza y un
apasionamiento latinos tan grandes, al tiempo que una preparación y sentimientos
profundamente germánicos, algo reconocido en su época por los grandes críticos o colegas
suyos como Ernest Ansermet, Herbert von Karajan, Carlo María Giulini o Sergiu Celibidache,
o ya en nuestros días otros más jóvenes como Zubin Mehta, Nikolaus Harnoncourt o Charles
Dutoit, por citar sólo algunos grandes directores. De todo ello, y de ese eclecticismo que le
llevó a tener en tan sólo diez años un repertorio de más de trescientas obras de muy
diferentes estilos, épocas y países y todas dirigidas con igual brillantez, dan cuenta sus
grabaciones.