La oración de santa Luisa de Marillac por el P. Corpus Juan Delgado CM
HOMILIA PARA EL MIERCOLES DE CENIZA. DIA 18 DE FEBRERO DEL 2015
1. MIERCOLES DE CENIZA. CICLO B. DIA 18 DE FEBRERO DEL 2015
El otro día una mujer me dijo:
¿Sabes en qué vamos a hacer consistir la abstinencia este año? ¡En jugar al parchís una o dos
veces a la semana, al menos! Sí, apagamos la televisión, jugamos, estamos los cuatro juntos
una hora… Es la manera de poder hablar; reírnos y hablar. .. Porque con la televisión no hay
diálogo ni vida familiar: Escuchamos cosas pero no nos decimos nuestras cosas mirándonos a
los ojos.
Me pareció tan sencilla y genial esta «traducción» de la abstinencia que me llegó al alma y me
di cuenta de que hay gente que imagina cosas bonitas y al alcance de la mano. El Espíritu sigue
animando a los creyentes. Los cristianos tenemos libertad para «reinventar» la abstinencia y el
ayuno según la Tradición de la Iglesia a la que queremos ser fieles. Sin abstinencia y ayuno, la
vida cristiana no se entiende bien. Jesús comienza su misión con un largo ayuno (Mt 4,1-13) Y
después se siente con libertad para cambiarlo (Mt 6,1-5). Es cierto que hay unas formas que la
Tradición de la Iglesia consagró y propuso… pero lo importante es que tengamos gestos
externos que traduzcan los movimientos internos del corazón. Algunas veces hay que hacer
gestos que despierten al corazón; otras, los gestos son el fruto de un corazón ya «en marcha».
No se trata de hacer cosas por hacer; no estamos obligados en el cristianismo a exterioridades.
El grito del Miércoles de ceniza es: «Rasgad el corazón, no las vestiduras». A nuestro Dios no le
interesa tanto que «se nos vea hacer cosas», sino que «cambiemos el corazón» a todo aquello
que es más humano, más divino… Dios está preocupado por nuestra felicidad y hay cosas que
nos dan felicidad fugaz; eso no vale la pena. La felicidad plena viene de poner el corazón en
Dios.
Me ha llamado la atención la propuesta que leí en la hoja de una parroquia de París. Se les
invitaba a los fieles a entregar el domingo quinto de Cuaresma el equivalente de los paquetes
de cigarros no fumados, de las botellas de vino y licor no bebidas, del importe de los tiques de
cines y teatros no comprados… y lo bonito de esto es que dando no te quedas sin nada. Te
quedas con menos para hacer hueco en ti a otros, para abrir los ojos a otras necesidades. Nos
hacemos ricos en humanidad cuando recortamos nuestros gustos o egoísmos… Y cuando
hacemos esto, estamos haciendo algo importante: Cuando visitaste, cuando diste de beber,
cuando escuchaste, cuando atendiste al otro, a mí me atendías (lee Mt 25).
Una comprobación de que Dios entra en nuestra vida es que «necesitamos menos de cosas»,
hasta no necesitar las cosas… Lo esencial quita importancia a lo no esencial. Si lo esencial es
tener una marca de coche o comer no sé qué productos o vestir no sé qué moda o estar y vivir
«como dios» (frase que quiere decir vivir como Dios no vive ni quiere que vivamos), hemos
hecho de lo no importante lo esencial… Tomar en serio la Cuaresma es:
. Escuchar la Palabra de Dios. Que no haya nadie que no tenga un librito con las lecturas de la
misa y que cada día lea la Palabra de Dios.
No nos cambian tanto nuestras palabras como la Palabra de Dios.
. Poner en práctica la Palabra de Dios. No vale con leerla. Hay que hacerla vida práctica… Poco
a poco… Hay Palabra de Dios que no se digiere en un momento… Hace falta tiempo para
asimilarla. Hasta nos puede costar porque estamos «bien» en lo nuestro. Pero se trata de dejar
más espacio a Dios en nosotros. Al menos quienes sintáis la inquietud de Dios. La inquietud de
lo de Dios es una gracia o don de Dios… Si sientes en ti ganas de Dios, de curiosidad por lo de
Dios, ¡alégrate! Dios empieza a estar a gusto en tu corazón y te pide un poco más de atención
a sus cosas. El espacio que dejamos a Dios no es vacío. Es plenitud.