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VII. LOS GUERREROS DE LA MUERTE FLORECIDA. Durante el esplendor del México Antiguo (200 a.C. 850 d.C.), los jóvenes que concluían sus estudios en el  telpochcalli [1]  y deseaban adquirir maestría en el conocimiento tolteca, ingresaban a los centros de altos estudios llamados  calmécac [2] .  [1]  Casa de estudios básicos en el periodo Clásico que iba de los siete años a las 18 años aproximadamente. [2]  Los Calmécas de la época Clásica eran muy diferentes a los del periodo Postlclásico decadente con los aztecas. Mientras los primeros buscaban el desarrollo espiritual del individuo, los otros buscaban la formación de oficiales para el ejército.
A los jóvenes, hombres y mujeres, aspirantes se les llamaba  guerreros , porque se preparaban para iniciar la lucha más difícil que un ser humano pueda librar: la batalla interior para controlar el ego y así, muriendo al mundo material, hacer florecer el espíritu. La feroz lucha que se libraba en el interior del  guerrero  se dirigía contra sus propios impulsos individualistas y físicos, a fin de vencer la inercia de la materia que constituye el cuerpo. La lucha se desarrollaba, pues, en contra de  los vicios y debilidades que arrastran al individuo por la vorágine del mundo material y sus tentaciones, haciéndolo caer en la vacuidad.  Se trataba sin duda de un desafío colosal que en sí mismo fortalecía el espíritu y decantaba la materia.  “ Aquí en la tierra es la región del momento fugaz. ¿También es así en el lugar donde de algún modo se vive? ¿Allá se alegra uno? ¿Hay allá amistad? ¿O sólo aquí en la tierra  ¿hemos venido a conocer nuestros rostros? (Ms. Cantares mexicanos.)
En un mundo en el que lo material es fugaz y efímero y la realidad ulterior pertenece a la esfera del espíritu, el ser humano consciente enfrenta la vida como una batalla, a fin de trascender hacia el plano espiritual de la inmortalidad del alma. La determinación férrea y la fuerza de voluntad del  guerrero  derivaban precisamente de la comprensión de su verdadera naturaleza, su misión en la tierra y las ilimitadas posibilidades de su espíritu o conciencia superior.  De ahí que su empeño se conociera como un  “proyecto abstracto de vida”.
El  guerrero  concibe la vida como una oportunidad -limitada en tiempo y espacio- para decantar su energía y expandir su conciencia.  Sabe que el cuerpo físico es sólo un medio para alcanzar el fin ulterior, trascender su espíritu.  Entiende que el mundo material es virtual  y que, siendo criatura divina, posee inconmensurables capacidades que la mayoría desconoce. En efecto, los instintos elementales y el arrastre de las fuerzas somáticas -que compartimos con los animales-  nos anclan al mundo material.  Sin embargo, el desperdicio de nuestras potencialidades superiores no puede continuar con impunidad.  Vivir para saciar dichos impulsos es como tratar de calmar la sed bebiendo agua salada; en cuanto más agua tomamos,  más aumenta la sed.  El placer, el poder y la riqueza son las vertientes por donde nos succiona la vorágine de lo material.  En sí mismas no son censurables, sino cuando son utilizadas por los mercaderes para embrutecer y reducir a la población a su mera condición material, y así explotarla impunemente.
El goce del placer íntimo es algo natural en el ser humano, pero sólo cuando le viene genuina y espontáneamente, no instigado y manipulado por terceros, directa o indirectamente.  Tal vez uno de los problemas más dañinos, dada la dificultad para conocer si hay o no espontaneidad, sea que el individuo embrutecido ya no conoce con certeza su deseo sexual.   Sin embargo, quien llega al mar del placer entiende que nunca podrá echar anclas en él, porque capta que se trata de un espejismo que desemboca siempre en el hastío, dada su naturaleza tan fugaz y cambiante.   Repárese en que si el placer pudiera ser permanente, se tornaría insignificante. No existe mejor ejemplo que el placer de respirar que, siendo tan intenso que nos mantiene vivos, no valoramos esta maravilla por ser continúa y consustancial al mismo hecho de existir.  Más, bastaría con interrumpirla prolongadamente para ponderar cabalmente el placer de recuperarla.  En la cotidianidad, los placeres continuos devienen en mera rutina.
El  guerrero  comprende la pertinencia y fruto de limitar la búsqueda del placer, y desarrolla un estilo de sobriedad que le permite poner coto a sus deseos e impulsos.  No es algo que se logre por decreto, ni de la noche a la mañana.  Mientras viven, las personas están sujetas a fuerzas que actúan sobre el cuerpo:  el impulso sexual, el hambre, la gravedad, el instinto de vida…   Por ello el  guerrero  permanece en guardia y lucha constante consigo mismo, evitando enrollarse en querellas banales, instigadas por los pendencieros y belicosos que lo rodean.  Por el contrario, se muestra gentil, prudente y en paz con sus semejantes, pues sabe bien de más que la verdadera batalla se libra en su interior, para lograr el dominio y triunfo sobre sí mismo.
Este es un material didáctico, diseñado para educar a los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, acrecentar su autoestima y recuperar su memoria histórica. Queda prohibida su venta o comercialización.  Su distribución debe ser gratuita. Mayor información sobre la sabiduría, historia y cultura del México antiguo en  www.toltecayotl.org Hecho en Oaxaca, México. Primavera de 2007 Agradecemos que re-envíes  este mensaje  Textos tomados del libro LOS GUERREROS DE  LA MUERTE FLORECIDA Fotografías tomadas del Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo de la Ciudad de Oaxaca. Música de Jorge Reyes “ La diosa de las águilas”

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GUERREROS DE LA MUERTE FLORECIDA

  • 1. VII. LOS GUERREROS DE LA MUERTE FLORECIDA. Durante el esplendor del México Antiguo (200 a.C. 850 d.C.), los jóvenes que concluían sus estudios en el telpochcalli [1] y deseaban adquirir maestría en el conocimiento tolteca, ingresaban a los centros de altos estudios llamados calmécac [2] . [1] Casa de estudios básicos en el periodo Clásico que iba de los siete años a las 18 años aproximadamente. [2] Los Calmécas de la época Clásica eran muy diferentes a los del periodo Postlclásico decadente con los aztecas. Mientras los primeros buscaban el desarrollo espiritual del individuo, los otros buscaban la formación de oficiales para el ejército.
  • 2. A los jóvenes, hombres y mujeres, aspirantes se les llamaba guerreros , porque se preparaban para iniciar la lucha más difícil que un ser humano pueda librar: la batalla interior para controlar el ego y así, muriendo al mundo material, hacer florecer el espíritu. La feroz lucha que se libraba en el interior del guerrero se dirigía contra sus propios impulsos individualistas y físicos, a fin de vencer la inercia de la materia que constituye el cuerpo. La lucha se desarrollaba, pues, en contra de  los vicios y debilidades que arrastran al individuo por la vorágine del mundo material y sus tentaciones, haciéndolo caer en la vacuidad.  Se trataba sin duda de un desafío colosal que en sí mismo fortalecía el espíritu y decantaba la materia. “ Aquí en la tierra es la región del momento fugaz. ¿También es así en el lugar donde de algún modo se vive? ¿Allá se alegra uno? ¿Hay allá amistad? ¿O sólo aquí en la tierra ¿hemos venido a conocer nuestros rostros? (Ms. Cantares mexicanos.)
  • 3. En un mundo en el que lo material es fugaz y efímero y la realidad ulterior pertenece a la esfera del espíritu, el ser humano consciente enfrenta la vida como una batalla, a fin de trascender hacia el plano espiritual de la inmortalidad del alma. La determinación férrea y la fuerza de voluntad del guerrero derivaban precisamente de la comprensión de su verdadera naturaleza, su misión en la tierra y las ilimitadas posibilidades de su espíritu o conciencia superior.  De ahí que su empeño se conociera como un  “proyecto abstracto de vida”.
  • 4. El guerrero concibe la vida como una oportunidad -limitada en tiempo y espacio- para decantar su energía y expandir su conciencia.  Sabe que el cuerpo físico es sólo un medio para alcanzar el fin ulterior, trascender su espíritu.  Entiende que el mundo material es virtual  y que, siendo criatura divina, posee inconmensurables capacidades que la mayoría desconoce. En efecto, los instintos elementales y el arrastre de las fuerzas somáticas -que compartimos con los animales-  nos anclan al mundo material.  Sin embargo, el desperdicio de nuestras potencialidades superiores no puede continuar con impunidad.  Vivir para saciar dichos impulsos es como tratar de calmar la sed bebiendo agua salada; en cuanto más agua tomamos,  más aumenta la sed. El placer, el poder y la riqueza son las vertientes por donde nos succiona la vorágine de lo material.  En sí mismas no son censurables, sino cuando son utilizadas por los mercaderes para embrutecer y reducir a la población a su mera condición material, y así explotarla impunemente.
  • 5. El goce del placer íntimo es algo natural en el ser humano, pero sólo cuando le viene genuina y espontáneamente, no instigado y manipulado por terceros, directa o indirectamente.  Tal vez uno de los problemas más dañinos, dada la dificultad para conocer si hay o no espontaneidad, sea que el individuo embrutecido ya no conoce con certeza su deseo sexual.  Sin embargo, quien llega al mar del placer entiende que nunca podrá echar anclas en él, porque capta que se trata de un espejismo que desemboca siempre en el hastío, dada su naturaleza tan fugaz y cambiante.  Repárese en que si el placer pudiera ser permanente, se tornaría insignificante. No existe mejor ejemplo que el placer de respirar que, siendo tan intenso que nos mantiene vivos, no valoramos esta maravilla por ser continúa y consustancial al mismo hecho de existir. Más, bastaría con interrumpirla prolongadamente para ponderar cabalmente el placer de recuperarla.  En la cotidianidad, los placeres continuos devienen en mera rutina.
  • 6. El guerrero comprende la pertinencia y fruto de limitar la búsqueda del placer, y desarrolla un estilo de sobriedad que le permite poner coto a sus deseos e impulsos.  No es algo que se logre por decreto, ni de la noche a la mañana.  Mientras viven, las personas están sujetas a fuerzas que actúan sobre el cuerpo: el impulso sexual, el hambre, la gravedad, el instinto de vida…  Por ello el guerrero permanece en guardia y lucha constante consigo mismo, evitando enrollarse en querellas banales, instigadas por los pendencieros y belicosos que lo rodean. Por el contrario, se muestra gentil, prudente y en paz con sus semejantes, pues sabe bien de más que la verdadera batalla se libra en su interior, para lograr el dominio y triunfo sobre sí mismo.
  • 7. Este es un material didáctico, diseñado para educar a los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, acrecentar su autoestima y recuperar su memoria histórica. Queda prohibida su venta o comercialización. Su distribución debe ser gratuita. Mayor información sobre la sabiduría, historia y cultura del México antiguo en www.toltecayotl.org Hecho en Oaxaca, México. Primavera de 2007 Agradecemos que re-envíes este mensaje Textos tomados del libro LOS GUERREROS DE LA MUERTE FLORECIDA Fotografías tomadas del Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo de la Ciudad de Oaxaca. Música de Jorge Reyes “ La diosa de las águilas”