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La Naturaleza de la Felicidad
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gobernar tu imaginación. Entre un alma ardiente y una imagina-
ción desarreglada no hay sino que poner la razón de por medio.
La felicidad está especialmente en la posición y en el estado de
equilibrio, porque es el de la razón y el sentimiento. Hay que ser
humano, pero serlo de verdad: Vivir dueño de sí: sin fuerza no
hay virtud ni felicidad. Estos sentimientos valores sólo los reúne
la Naturaleza para el beneficio y la consolación de la especie.
La persona a quien las leyes no han dado la oportunidad de ser
feliz, el individuo que no tiene interés en el mantenimiento de la
ley civil, es el enemigo. Por eso ha sido preciso, en el desarrollo
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interesarlo; y a falta de esto, fue preciso excluirlo como a un ser
envilecido, embrutecido, y por ello incapaz de ejercer una parte
de la soberanía... He aquí una razón política, sin duda. Pero es
aquí donde comienza la larga cadena de injusticias e inequida-
des. El hombre feliz es el único digno de la Naturaleza. Se trata
de recuperar la lógica vital de la Humanidad, como especie: los
elementos y las condiciones que, como parte del planeta, el ser
humano plantea y requiere para su desarrollo natural: el estado
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Sin pareja, no hay salud ni felicidad. Que el humano aprenda que
su verdadera gloria es la de vivir como humano; que a su voz se
callen los enemigos de la naturaleza; que el ministro de la más
sublime de las religiones, que debe llevar palabra de consuelo al
alma entristecida del infortunado, conozca las dulces emociones
de la efusión; que el néctar de la delicia lo transforme en sincera-
mente penetrado de la grandeza del autor de la vida, como ver-
daderamente digno de la confianza pública, y será el hombre de
la naturaleza y el intérprete de sus decretos. Que escoja una
compañera: ese día será el verdadero triunfo de la moral, y los
amigos verdaderos de la virtud lo celebrarán de corazón; el sa-
cerdote sensible bendecirá los tiempos de la razón gustando las
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samientos entran en composición con una voluntad productiva,
una voluntad creadora. Naturalmente, la conciencia o razón pro-
ductiva está en juego aquí. En el sentido más elevado, la con-
ciencia de sí es un deber, una tarea que hay que cumplir: un ide-
al. Sería el estado donde no habría duración (sin tiempo que es-
capara), un estado intemporal, siempre el mismo. Un estado sin
pasado y sin futuro, y sin embargo variable y cambiante.
En la pura conciencia de sí, se da el hecho, simplemente, de que
nosotros cambiamos, sin más. Todos los estados y cambios de
nuestro yo empírico son ahí simultáneos. Nosotros somos tam-
bién lo que eramos hace dos años en este instante mismo. No
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parte del tiempo es sólo por cálculo instintivo que somos un yo.
Nuestros recuerdos y los hechos de nuestra vida se reúnen alre-
dedor de la unidad mística que llamamos yo. Ahora bien, cuando
examinamos el mundo a nuestro alrededor, encontramos una
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das, ordenadas y coherentes. Nos sentimos curiosamente atraí-
dos por este fenómeno, vamos hacia él y el mundo desaparece;
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Banco de Historia VisualBanco de Historia Visual
Tinta Seca
La tinta dibuja palabras,
bajo el sostén
de mi mano.
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Mientras que el
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  • 1. La Narrativa del Conocimiento © Boletín de difusión del Pensamiento Publicación virtual quincenal Textos y Fotografías de Fernando de Alarcón Nueva época - Vol. III No. 55 Abril de 2013 La Naturaleza de la Felicidad En la lógica de la especie, adaptada a la vida social, después de la inconciencia de la infancia, viene el despertar de las pasiones: el hombre elige entre sus compañeras de juegos a la que debe serlo de su destino. Sus brazos vigorosos, de acuerdo con sus necesidades, piden trabajo y una oportunidad para desarrollarse, de acuerdo con sus aptitudes, guías de su vocación. Se contrastan intereses y necesidades contra estructuras y posi- bilidades: se hace evidente que se debe proveer de lo necesario. Es preciso alimentar, albergar y proporcionar sustento a una fa- milia entera. Comienzan los problemas de la mantención: el pan faltará, el corazón se romperá a cada instante; la sensibilidad se rebelará; la razón se ofuscará: “¡oh, qué vida!. Viviré abatido, mi- serable, quizá pordiosero: ¡viviré desgraciado!. ¿He nacido para esto?”. En busca de una explicación lógica, se busca, entre otros, al sa- cerdote depositario de la confianza y se expone las dudas; y el sacerdote responde: “Hombre, no reflexiones jamás sobre la existencia de la sociedad... Dios conduce todo, abandónate a su providencia... Esta vida no es más que un viaje... Las cosas son aquí hechas por una justicia cuyos decretos no debemos profun- dizar... Cree, obedece, no razones y trabaja: he aquí tus debe- res....” Pero un alma altiva, un corazón sensible, una razón ente- ra, no pueden quedar satisfechos con esta respuesta. Las dudas y las inquietudes aún la acosan. Se busca a los sabios más ins- truidos, encontrando en ellos respuestas similares, en las que la injusticia y el rendimiento a ultranza encuentran justificación y dictan visiones distintas a las del sentido común. Se manifiesta entonces el mecanismo de las sociedades, en con- traposición a la tendencia natural inspirada por la justicia y la igualdad. Es la trama de la competencia, de la sobrevivencia, que destapa el lado contrario a la lógica del bienestar y la tranquili- dad, como requisitos de vida. Sin embargo, el carácter sagrado de la naturaleza se haya trazado en ti con toda su energía: consérvalo siempre para vivir feliz y fuerte. Para vivir es preciso sentir y razonar, y, en consecuencia, no estar dominado por la necesidad física.¡La familia y los amigos son los mejores elemen- tos para llenar la vida del corazón!. ¡Cuídate solamente de la avi- dez de las riquezas!. Las riquezas no influyen en la felicidad, sino en tanto nos procuraron o nos niegan lo físicamente necesario. Pero si tienes lo suficiente y el hábito del trabajo, debes saber gobernar tu imaginación. Entre un alma ardiente y una imagina- ción desarreglada no hay sino que poner la razón de por medio. La felicidad está especialmente en la posición y en el estado de equilibrio, porque es el de la razón y el sentimiento. Hay que ser humano, pero serlo de verdad: Vivir dueño de sí: sin fuerza no hay virtud ni felicidad. Estos sentimientos valores sólo los reúne la Naturaleza para el beneficio y la consolación de la especie. La persona a quien las leyes no han dado la oportunidad de ser feliz, el individuo que no tiene interés en el mantenimiento de la ley civil, es el enemigo. Por eso ha sido preciso, en el desarrollo de las sociedades, asegurarle una porción de propiedad a fin de interesarlo; y a falta de esto, fue preciso excluirlo como a un ser envilecido, embrutecido, y por ello incapaz de ejercer una parte de la soberanía... He aquí una razón política, sin duda. Pero es aquí donde comienza la larga cadena de injusticias e inequida- des. El hombre feliz es el único digno de la Naturaleza. Se trata de recuperar la lógica vital de la Humanidad, como especie: los elementos y las condiciones que, como parte del planeta, el ser humano plantea y requiere para su desarrollo natural: el estado de Felicidad. Sin pareja, no hay salud ni felicidad. Que el humano aprenda que su verdadera gloria es la de vivir como humano; que a su voz se callen los enemigos de la naturaleza; que el ministro de la más sublime de las religiones, que debe llevar palabra de consuelo al alma entristecida del infortunado, conozca las dulces emociones de la efusión; que el néctar de la delicia lo transforme en sincera- mente penetrado de la grandeza del autor de la vida, como ver- daderamente digno de la confianza pública, y será el hombre de la naturaleza y el intérprete de sus decretos. Que escoja una compañera: ese día será el verdadero triunfo de la moral, y los amigos verdaderos de la virtud lo celebrarán de corazón; el sa- cerdote sensible bendecirá los tiempos de la razón gustando las primicias de sus beneficios. Pasión y Carácter son mezclas en las cuales sensaciones y pen- samientos entran en composición con una voluntad productiva, una voluntad creadora. Naturalmente, la conciencia o razón pro- ductiva está en juego aquí. En el sentido más elevado, la con- ciencia de sí es un deber, una tarea que hay que cumplir: un ide- al. Sería el estado donde no habría duración (sin tiempo que es- capara), un estado intemporal, siempre el mismo. Un estado sin pasado y sin futuro, y sin embargo variable y cambiante. En la pura conciencia de sí, se da el hecho, simplemente, de que nosotros cambiamos, sin más. Todos los estados y cambios de nuestro yo empírico son ahí simultáneos. Nosotros somos tam- bién lo que eramos hace dos años en este instante mismo. No somos un yo por conclusión, indirecto, sino inmediato. La mayor parte del tiempo es sólo por cálculo instintivo que somos un yo. Nuestros recuerdos y los hechos de nuestra vida se reúnen alre- dedor de la unidad mística que llamamos yo. Ahora bien, cuando examinamos el mundo a nuestro alrededor, encontramos una cantidad de sensaciones asombrosamente escogidas, mezcla- das, ordenadas y coherentes. Nos sentimos curiosamente atraí- dos por este fenómeno, vamos hacia él y el mundo desaparece; entonces no vemos ya más que el fenómeno en lugar del mundo y de ahí parte la noción del yo empírico. http://lanarrativadelconocimiento.blogspot.com Derechos reservados, 2013 © Banco de Historia VisualBanco de Historia Visual Tinta Seca La tinta dibuja palabras, bajo el sostén de mi mano. Y las palabras describen Mientras que el tiempo se acerca, espe- rando “Hazte consciente por este día de tu trato con los demás, y busca en todo tratarlos Monterey Aquarium, California - 1988 Fernando de Alarcón / Banco de Historia Visual ©